miércoles, 5 de febrero de 2014
¿Es posible resolver el problema nuclear en Irán?
¿ES POSIBLE RESOLVER EL PROBLEMA NUCLEAR EN IRÁN?
Tras diez años de complicadas negociaciones y pese a las reticencias de Francia, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad y Alemania (G-5+1) firmaron con Irán el pasado 24 de Noviembre un Acuerdo provisional por seis meses sobre el programa nuclear iraní, “renovable por consentimiento mutuo”. Las Partes se han comprometido a encontrar una solución definitiva al problema,”que incluya un programa de enriquecimiento definido de forma mutua”. Este Acuerdo ha sido favorablemente acogido por la comunidad internacional, a excepción de Israel, que lo ha calificado de “gran error histórico”, y de Arabia Saudita, que teme que la normalización de las relaciones de Occidente con Irán potencie la posición hegemónica de este país en la estratégica zona del Golfo Arábigo/Pérsico.
Acuerdo entre Irán y el G-5+1 en materia nuclear
Como consecuencia de su enfrentamiento con los países occidentales, la República Islámica ha sido en los últimos años objeto de sanciones, especialmente a partir de 2007, cuando empezó a intensificar su programa nuclear. Las consecuencias han sido nefastas para la economía iraní: inflación de entre 30 y 40%, paro superior al 20%, reducción a la mitad de sus exportaciones petrolíferas –que suponen el 80% de sus ingresos-, duplicación del coste de los alimentos, crecimiento en un 254% del precio de la vivienda en los últimos siete años, devaluación del rial en un 100%, pérdida de un 5% del PIB en 2012…El nuevo Presidente del Gobierno, Hasan Rohani, ha hecho de la necesidad virtud e iniciado un proceso de acercamiento a Estados Unidos (EEUU) y a la Unión Europea, que ha propiciado la firma de un acuerdo interino de control de la industria nuclear iraní, en el que han prevalecido las consideraciones económicas sobre los principios ideológicos. El Gobierno iraní se ha comprometido a no aumentar la capacidad de enriquecimiento de uranio de la planta de Natanz y de las centrales de Fordo y Arak, a paralizar el reactor de agua pesada de esta última ciudad –que opera con plutonio-, a no enriquecer uranio por encima del 5%, a no establecer nuevas instalaciones de enriquecimiento, a reducir su stock de uranio enriquecido al 20% -con la conversión de la mitad en combustible para un reactor de investigación civil y la reducción al 5% de la otra mitad-, a informar al Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) de sus planes nucleares y a aceptar su supervisión in situ, y –sobre todo- a no fabricar armas atómicas. A cambio, las naciones occidentales han asumido el compromiso de levantar parcialmente el embargo establecido contra Irán, a suspender el boicot petrolífero y las sanciones sobre la industria automotriz y los servicios aéreos, a permitir la importación de alimentos, medicinas, artículos de primera necesidad, materias primas y bienes de equipo, a desbloquear los activos congelados en el exterior –que ascienden a unos $800.000 millones-, y a no imponer nuevas sanciones.
Derecho de Irán al uso de la energía nuclear con fines pacíficos
El principal escollo para las negociaciones ha sido la pretensión de Irán de que se reconociera expresamente su derecho a enriquecer uranio para fines pacíficos, que sus interlocutores le han negado durante años. No se ha incluido finalmente en el Acuerdo por resultar innecesario, ya que el Tratado de 1968 sobre No Proliferación de Armas Nucleares (TNP) reconoce el derecho inalienable de los Estados Partes en el mismo a “desarrollar la investigación, la producción y la utilización de la energía nuclear con fines pacíficos sin discriminación” (artículo IV). Este derecho se contrapesa con la obligación de no recibir de nadie ningún traspaso de armas atómicas, de “no fabricar ni adquirir de otra manera armas nucleares”, y de no recabar ni recibir ayuda alguna para la fabricación de tales armas (artículo II). Resulta paradójico que el más crítico con el Acuerdo, Israel, sea el Estado con peor récord en materia nuclear. Irán –que es parte en el TNP- ha firmado con el OIEA un Acuerdo de Salvaguardias, uno de cuyos objetivos es impedir que la energía nuclear se desvíe de su uso pacífico a la producción de armas atómicas, y ha aceptado la supervisión y las inspecciones del Organismo, incluso sin previo aviso, aunque no siempre haya cumplido sus compromisos. Israel –que, a pesar de que nunca lo ha reconocido, es el único poseedor de armamento nuclear en Oriente Medio- no es parte en el TNP, no ha firmado un Acuerdo de Salvaguardias con el OIEA y no admite la supervisión por éste de sus instalaciones. Recuerdo de mis tiempos como Representante Permanente ante el Organismo cómo, cuando cada año se celebraba en la Conferencia General el debate sobre el TNP y se recomendaba a los Estados no Partes –Cuba, India, Israel y Pakistán- su incorporación al Tratado, la delegación israelita se oponía incluso a que se mencionaran los nombres de esos Estados. Asimismo se negaba a aceptar las propuestas tendentes a declarar Oriente Medio zona desnuclearizada, y conseguía neutralizar tales propuestas con el solícito apoyo de EEUU. El OIEA, sin embargo, ha aplicado distinta vara de medir a los dos países. Irán tiene derecho a explotar la energía nuclear con fines pacíficos y a enriquecer uranio a tales efectos, dentro de ciertos límites. Cuenta asimismo con la capacidad potencial para producir armas atómicas, pero debe renunciar a tenerlas, como han hecho Sudáfrica, Japón, Argentina o la propia España. Las Partes en el Acuerdo se han comprometido a seguir negociando para convertirlo en definitivo, y Occidente va a presionar al máximo para que tal ocurra.
Perspectivas de una mejora en las relaciones de Irán con el mundo occidental
¿Cabe confiar en que Irán cumpla el Acuerdo o sólo se trata de una añagaza de su Gobierno para ganar tiempo, como denuncia Israel?. Para responder a esta pregunta conviene repasar la historia reciente del país. El Ayatollah Rahollah Jomeini estableció en 1979 un Estado confesional chiita como una pirámide jerarquizada en cuya cúspide se situaba el Líder Supremo, con absoluta e indiscutida autoridad, al que se subordinaban los demás órganos del Estado, incluida la Presidencia del Gobierno. A su muerte en 1989 fue sustituido por Ali Jamenei, durante cuyo mandato ha habido Jefes de Gobierno conservadores –Hashemi Rafsanyani-, liberales –Mohamed Jatami-, radicales –Mahmud Ahmadineyah- y reformistas –Hasan Rohani-, que han gozado de escaso poder real. Rohani ha declarado que Irán “no ha buscado, ni busca, ni buscará tener armas nucleares”. En esta ocasión parece contar con el imprescindible apoyo de Jamenei, que ha afirmado que la posesión de dichas armas es contraria a la religión musulmana. Con toda la cautela requerida por su historial de incumplimientos, conviene dar un cierto margen de confianza al régimen iraní para ver si es sincero en la asunción de sus compromisos en materia nuclear. Irán cuenta con unas minorías ilustradas de tradición liberal y una creciente clase media, y buena parte de su población –incluidos los influyentes comerciantes del Bazar- aspira a un mayor bienestar económico y liberalización de los rígidos hábitos de vida impuestos por los ayatollahs, y a una apertura hacia el mundo exterior, para lo que resulta indispensable que el Gobierno regularice sus relaciones con EEUU y con la UE. Como ha observado Vali Nasr, Decano de la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad John Hopkins, la situación es propicia, pues se ha roto el tabú de la imposibilidad de que Irán y EEUU negocien y puedan llegar a un acuerdo. Los países occidentales deben colocar a Irán en un régimen de “libertad vigilada” y advertirle de que reanudarán e intensificarán las sanciones si no cumple con sus compromisos. El país posee una extraordinaria capacidad desestabilizadora en Oriente Medio y la eventual vuelta a la normalidad en sus relaciones con los Estados vecinos –incluida una política menos beligerante hacia Israel- y con Occidente ayudaría de forma decisiva a solucionar conflictos como los de Siria, Líbano o Irak -e incluso el de Palestina-, y supondría una importante contribución a la paz en la región y en mundo. ¡Es difícil, pero merece la pena intentarlo!.
Madrid, 9-XII-13.
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