lunes, 18 de julio de 2016

El auto-e`pequeñecimiento de la Gran Bretaña

EL AUTO-EMPEQUEÑECIMIENTO DE LA GRAN BRETAÑA Gran Bretaña empieza a reponerse del “shock” y del desconcierto que ha provocado la decisión del pueblo británico de abandonar la UE. Dando una muestra más de irresponsabilidad, David Cameron decidió tras su fiasco quedarse como los malos estudiantes para Septiembre, dimitiendo en diferido y concediéndose unas inmerecidas vacaciones aún asentado en la poltrona del poder y dedicado al “dolce fare niente”. El Partido Conservador se le ha subido a las barbas y le ha forzado a una retirada inmediata. Con el nombramiento de Theresa May como Primera Ministra se ha normalizado la situación política interna del país y del Partido –mientras continúa la crisis en el Laborista- y el Gobierno dirige sus primeros pasos no necesariamente en la correcta y deseable dirección. Pese a su escaso entusiasmo por la UE, por la entonces Ministra del Interior -a diferencia de muchos de sus colegas- se pronunció por la permanencia por lealtad a Cameron y a la política de su Gobierno –lo que le honra-, pero con la boca pequeña y con bajo perfil. Ahora ha dejado asomar la patita euroescéptica y afirmado categóricamente que “Brexit es Brexit”, que no cabe vuelta atrás y que va a poner todo su empeño para que sea un éxito. El pueblo británico votó salir de la UE -51.9% frente a 49.1%-. y “eso es una obligación para el Parlamento y el Gobierno” y “no se admitirá ningún intento de quedar en la Unión por la puerta de atrás”. Hay que respetar esa voluntad libremente expresada, por lo que no intentará continuar en la Unión, ni convocará un segundo referéndum o elecciones anticipadas. ¿Desea realmente el pueblo británico la retirada del Reino Unido de la UE? Cabe preguntarse si el pueblo británico desea realmente la salida de la UE. Tal no es el caso de Escocia -38%- ni de Irlanda del Norte -44.2%- , pero ni siquiera de Inglaterra ni de Gales, pese a haberse pronunciado en su favor por un 53.4% y 52.2% respectivamente. Se ha producido una concatenación de concausas equivalentes que han condicionado la decisión: escasa información, mentiras conscientes y promesas irrealizables de los pro-Brexit –reconocidas con desfachatez el día después-, sensacionalismo y parcialidad de la mayoría de los medios de comunicación, hartazgo y protesta contra el Gobierno de Cameron –que carecía de credibilidad al defender en poco espacio de tiempo la conveniencia de la salida y de la permanencia-, la crisis socio-económica, la impopularidad de la UE identificada con la burocracia de Bruselas, escasa participación de los jóvenes -37%, pese a que un 75% de los que votaron se inclinaron por la continuidad-, activismo del sector euroescéptico del Partido Conservador frente a la desmovilización de su sector pro-Europeo –incluido Cameron- y del Partido Laborista y de su líder Jeremy Corbyn, inconsciencia sobre las consecuencias del Brexit, creencia de que no prosperaría la tesis abandonista…Buena parte del pueblo se ha visto sorprendido y muchos de que los votaron a favor de la salida o se abstuvieron piden ahora que se les dé una segunda oportunidad para reconsiderar su voto, como ya se hizo en Irlanda y en Dinamarca. Es significativo que más de cuatro millones de ciudadanos hayan presentado una solicitud al respecto, que se hayan producidos espontáneas y masivas manifestaciones de protesta en la principales ciudades británicas y que haya aparecido de la nada un semanario titulado “El nuevo Europeo”. Sería un acto de sensatez y espíritu democrático permitir que el pueblo pudiera expresarse de nuevo con pleno conocimiento de causa, pues en el anterior referéndum no era, en su inmensa mayoría, consciente de las consecuencias de su decisión Confiando injustificadamente en que lo ganaría, Cameron no se preocupó de regular debidamente su celebración, ni de requerir una mayoría cualificada como en los casos de Québec o Montenegro. Si May se obstinara en no repetir la consulta, lo menos que podría hacer es celebrar unas elecciones anticipadas para aclarar la situación, ya que carece de la legitimación democrática de las urnas. Equivaldría a un segundo referéndum del que podría salir un Parlamento –y eventualmente un Gobierno- comprometido con mantener la integridad de la UE. No creo que May lo haga por temor a perderlas, pese a que las circunstancias de la actual crisis de liderazgo del laborismo la favorezcan. ¿Se puede aplazar “sine die” la salida de la UE? Son muchos los que -como el ex-Ministro laborista para Europa, Denis MacShane- creen que “la batalla del Brexit no ha concluido” y que la decisión de abandonar la UE podría ser reversible. Según Andrés Ortega, el “arrepentexit” podría provocar que no llegara a producirse, dado el carácter meramente consultivo del referéndum y las omnímodas competencias del Parlamento de Westminster. El hispano-británico Felipe Fernández-Armesto ha escrito en “El Mundo” un artículo titulado “Reino Unido no saldrá de la UE”, en el que afirma que existen razones políticas, constitucionales y económicas para pensar que, a pesar de todo lo dicho y hecho, el Brexit no se realizará. En la actualidad no existe una mayoría en el Reino Unido que quiera salir de la UE –sólo votó a favor poco más de une tercio del electorado- y “estamos presenciando un espectáculo de repugnancia pública y bastante generalizada contra la idea”. Será imposible implementar un Brexit satisfactorio para constituyentes enormemente potentes como los escoceses, los norirlandeses, los londinenses y los jóvenes, y un partido que quiera mantenerse en el poder tendrá que cortejar a estos sectores. Si enajena a los jóvenes, las expectativas de los Conservadores en elecciones futuras se verán comprometidas. Según la normativa británica, el referéndum es una consulta sin autoridad plebiscitaria y aquélla ofrece un laberinto de callejones sin salida y dispone de una maquinaria complejísima de tácticas dilatorias, y la forma más fatal de denegar es demorar. Los problemas económicos son insuperables. Las posibilidades de lograr un acuerdo que no garantice la permanencia del mercado de trabajo son escasas, pues el libre acceso al comercio entre Gran Bretaña y el resto de la UE está condicionado a la libertad de movimiento de nacionales de los Estados miembros. Existen otros problemas constitucionales como el de si bastaría la voluntad del Parlamento británico para autorizar la salida o habría que contar también con el voto favorable de los Parlamentos de Escocia, Gales e Irlanda del Norte. En caso de negativa de éstos, se produciría un conflicto constitucional de competencias que tendría que ser dilucidado por las instancias judiciales. La marcha triunfal hacia el Brexit se presenta, por tanto, problemática. Como ha observado Ignacio Molina, Escocia e Irlanda del Norte pueden plantearse hasta qué punto les conviene seguir unidos a una Gran Bretaña introvertida y separada de la UE. May es consciente del peligro y ha realizado su primer viaje oficial a Edimburgo, donde se ha entrevista con la Primera Ministra escocesa ,Nicola Sturgeon, a la que ha tratado de tranquilizar diciéndole que no invocará el artículo 50 del Tratado de Lisboa de 2007 -que inicia el proceso de separación- mientras no se haya acordado un amplio “approach” a nivel del Reino Unido y los objetivos para la negociación. Sturgeon le ha advertido que, caso de producirse la salida, Escocia plantearía la celebración de un segundo referéndum sobre su independencia. Nombramiento de Johnson como Ministro de Asuntos Exteriores: “Sorry, World!” La Primera Ministra ha tirado con decisión por la calle de en medio. Para pacificar su Partido y en detrimento de los intereses generales del país, ha formado un Gobierno compuesto mayoritariamente de partidarios del Brexit, en el que desatacan los nombramientos de Boris Johnson como Ministro de Asuntos Exteriores y de dos notorios escoltas eurófobos: David Davis como Secretario de Estado Encargado de la Salida de Europa y Liam Fox como Ministro de Comercio Exterior. Como ha editorializado “The Guardian”, semejante decisión puede que haya tranquilizado domésticamente al país, pero ha enervado al resto del mundo. Jonhson tiene un marcado perfil internacional, que no es precisamente bueno. Según Sonia Purnell, nunca habíamos necesitado tanto de la diplomacia y, en su lugar, tenemos como imagen pública del Reino Unido a una persona que ha insultado a los líderes mundiales e incluso a los continentes y a los pueblos. Con su habitual desparpajo, rayano con la grosería, el ex-Alcalde de Londres ha llamado a Barack Obama “medio kenyano”, hipócrita y “ancestral menospreciador del Imperio Británico”, y a su posible sucesora, Hillary Clinton, “sádica enfermera de un manicomio”. Publicó unos versos satíricos en “The Spectator” sobre la relación del Presidente de Turquía, Tayip Erdogan, con una cabra. Ha culpado a África del embrollo en que se encuentra tras la descolonización, porque el problema “no es que estuviera a nuestro cargo, sino que haya dejado de estarlo”. Ha calificado a los africanos de “piccaninnies con sonrisa de sandía” y a los naturales de Papua de “caníbales”. Éstos son sólo unos de tantos de sus exabruptos y ocurrencias. Es una persona inteligente y cultivada, pero le pierde su egolatría, su exhibicionismo y su vocación de “enfant terrible”, siempre dispuesto a “épater les gens” y a proferir “boutades” más o menos ingeniosas, pero siempre hirientes. Según Johnatan Freedland, con Johnson al cargo de la diplomacia, Gran Bretaña ha insultado al mundo y May no podía haber hecho peor elección, salvo el nombramiento de Nigel Farage. Con el proverbial sentido del humor británico, un espontáneo ha colgado en su casa un cartel que, en el mejor estilo de Mafalda, dice: “Sorry .World!”. Animadversión manifiesta de Johnson a la UE Pero donde Johnson ha dado el do de pecho ha sido en sus obsesivos desvaríos sobre la UE desde sus años mozos de corresponsal del “Daily Telegraph” en Bruselas. Como comentó el a la sazón Secretario de Estado para Europa, Douglas Hurd, sus reportajes inexactos e incendiarios dificultaron enormemente su labor. Con su ligereza en la manipulación de los hechos, su invención de historias descalificadoras y la creación de euro-mitos para desprestigiar a la UE fomentó el europescepticismo en Gran Bretaña. Llegó a comparar el proyecto de la Unión con los planes de “Napoleón, Hitler y otros”, que siempre habían terminado de un modo trágico. Perseguía el mismo objetivo del dictador nazi de unificación autoritaria de Europa, sólo que con diferentes métodos. Se opuso al derecho de los europeos a vivir y a trabajar en el Reino Unido y mantuvo que el país debería “asumir el control de aspectos vitales”, como la seguridad social y la política de inmigración. Criticó el nombramiento de Jean-Claude Juncker, del que dijo que no tenía cualificación alguna y procedía de un país tan insignificante como Luxemburgo. Ha sido el principal líder de la campaña en pro de la salida y durante la misma recurrió a toda clase de falacias, mentiras y manipulaciones, como las promesas de transferir mensualmente al Servicio de Sanidad Pública los 350 millones de libras que dejaría de pagar a la UE y de reducir la inmigración a un máximo de 100.000 personas al año, o el anuncio de la inminentes llegada las costas británica de millones de inmigrantes turcos. Este prototipo del anti-diplomático –que en un momento de lucidez reconoció que el portazo a la UE no resolvería los problemas del Reino Unido- ha sido la persona elegida por Theresa May para representar a su país en la escena internacional. Se ha dicho que se trata de una posición meramente simbólica, ya que el poder real va a estar en las manos de Davis y de Fox, pero los símbolos son muy importantes y la Primera Ministra lo ha situado como el fulcro de las relaciones con sus aún socios en la Unión. Su decisión ha constituido más una declaración de guerra que un mensaje de paz y de buena voluntad encaminado a alcanzar un divorcio amistoso y a lograr un acuerdo mutuamente conveniente. La UE y sus Estados miembros se han quedado pasmados ante semejante nombramiento y, pese a la discreción diplomática, el personaje ha sido calificado de no ser “claro, fiable o creíble” (Jean-Marc Ayreault) o de llevar a cabo una “conducta espantosa” (Frank Steinmeier), y su nombramiento de “escenario de horror” o de “ultrajante” ((Jean-Claude Juncker). May es muy libre de nombrar a quien estime conveniente, pero –como ha señalado “El Mundo”- su decisión es tan irresponsable como provocadora. Johnson es un embustero, un bufón y un traidor, amén de ser el epítome de la eurofobia, lo que le incapacita para ser un interlocutor válido. Se ha insinuado que May –que no da puntada sin hilo- lo ha nombrado para que le sirva de pararrayos ante las críticas de los aeuroescépticos y de chivo expiatorio ante posibles fiascos en la negociación. ¿Qué pasaría si se llegara a un acuerdo para Gran Bretaña se mantuviera en el mercado único que no fuera plenamente satisfactoriopara ella?. El tal caso, el esforzado paladín tendría que salir a la palestra y alegar que “it is the best deal for the United Kingdon” (“es el mejor acuerdo posible para el Reino Unido”). Theresa May, como San Pablo, parece haberse caído del caballo y cambiado de opinión sobre las cualidades negociadoras de su hombre-imagen, del que no ha mucho dijo con sorna que, siendo Alcalde de Londres, fue a negociar a Europa y regresó triunfante con tres cañones de agua. Albergo la duda de si May, haciendo honor a su apellido, es una “posibilista” o una Maquiavelo con faldas. Por lo pronto, ya ha enseñado las uñas y, ante el comentario de su correligionario europeísta Kenneth Clark de que era una “mujer tremendamente difícil”- ha comentado de forma clulesca que “el primero que va a saber que soy una mujer tremendamente difícil va a ser Juncker”. El eurófobo David Davis principal negociador con la UE El principal negociador designado por May –aunque bajo la férula teórica de Johnson- es otro euroescéptico convicto y confeso, que ya fue Secretario de Estado para Europa con John Major y alentó y pastoreó las precipitadas ampliaciones del la UE hacia el Este. Curiosamente –y siguiendo con estos peculiares “juegos de tronos” y dramones shakesperianos- David Davis denunció a su actual Presidenta ante la Corte Europea de Justicia por considerar ilegales las medidas de seguridad adoptadas durante su mandato como Ministra del Interior. Ya ha afirmado que no invocará el artículo 50 antes de principios de 2017, pues tiene que hacer antes una serie de consultas. Su intención es negociar directamente con los Estados miembros –especialmente con Alemania y Francia, que además estarán sumidas en procesos electorales-, en vez de con la Comisión Europea, ignorando que es ésta la que tiene la competencia exclusiva en materia de mercado interior y la capacidad para negociar tratados internacionales con terceros. Con el argumento avanzado en el “Daily Telegraph” de que ¿por qué los Estados miembros van a establecer barreras y tarifas que perjudiquen su comercio con Gran Bretaña en vez de buscar un acuerdo conveniente para las dos partes?. Hay que mantener el libre comercio y optar por los programas que interesen al Reino Unido y abandonar los que le perjudiquen –como la libertad de movimiento de personas- y prescindir de la burocracia de Bruselas; es decir, configurar una UE “a la carta británica” con las ventajas de que ahora goza, pero sin los inconvenientes que lleva aparejados su pertenencia a la Unión. La Comisión Europea y los Estados miembros no deben caer en esa trampa y han de negociar unida y cohesionadamente, sin hacer concesiones injustificadas. Me temo que esto no sea del todo posible pues Gran Bretaña cuenta con muchos submarinos pro-británicos que nevagen por las aguas comunitarias. El Presidente del Parlamento Europeo, Martin Schültz, ha declarado obsequiosamente que “las conversaciones deben comenzar sin rencor y el Reino Unido ser tratado, no como un desertor, sino como un miembro de la familia que ha decidido ir en otra dirección”. No parece que May emita en la misma longitud de onda, como ha puesto de manifiesto con sus nombramientos. La UE deberá pasar factura al Reino Unido por su arrogancia, su mala fe y su egoísmo, que tantos perjuicios ha causado y seguirá causando a la Unión. Además ha de actuar de forma rápida y no permitir la “procrastination” británica, pues la inacción y la incertidumbre son muy perjudiciales para la UE y para la propia Gran Bretaña. Como ha señalado el Ministro francés de Asuntos Exteriores, Jean-Marc Ayreault, no podemos permitir que la actual situación de ambigüedad se arrastre por más tiempo. Globalización y empequeñecimiento de Gran Bretaña Antaño, la globalización se confundía con el Imperio Británico, que de ella se aprovechaba, pero ahora , el Reino Unido es una víctima más de la misma y difícilmente podrá luchar contra ella sin la colaboración de los demás Estados miembros de la UE, pero, en su soberbia y autocimplacencia, se niega a aceptarlo. Los partidarios del Brexit han olvidado que –como ha observado Heny Kamen- Gran Bretaña ha dejado de ser una isla, ya que está unida a Europa por todos los medios posibles. Viene a mi mente la parábola de San Agustín relativa al niño que, en la arena de la playa, pretendía hacer un agujero para guardar en él las aguas del mar, pero no lograba su objetivo. Salvando las obvias distancias, la UE no se puede guardar en el hoyo del Reino Unido, antes al contrario, y la Bretaña que solía mandar sobre las olas del mar corre el peligro de dejar de ser Grande y convertirse en Pequeña. Concluía un artículo anterior sobre el Brexit citando la famosa frase del Cónsul Escipio “¡Roma no paga traidores”!. En el caso de Boris Jonhson, parece ser que la Britania de Theresa May sí lo hace. Madrid, 18 de Julio de 2016

domingo, 10 de julio de 2016

El pueblo español demanda un Gobiwrno de coalición

EL PUEBLO ESPAÑOL DEMANDA UN GOBIERNO DE COALICIÓN Tras el mazazo del “Brexit”, la segunda ronda de las elecciones generales ha supuesto un relativo consuelo. Ante las negras nubes que se ciernen por doquier, el pueblo español ha optado –en palabras de Mariano Rajoy (MR)- por la sensatez, la moderación y la estabilidad. Ha reiterado su deseo de que se forme un Gobierno de coalición entre dos o más partidos, si bien ha dado algunas pistas al escorarse hacia el centro-derecha. Las encuestas electorales han errado más de lo habitual pues –pese a las predicciones- el PP ha logrado 800.000 votos y 14 diputados más y los demás partidos han perdido: El PSOE 5 escaños, Podemos (Ps) algo más de 1.100.000 votos –aunque se haya quedado con los mismos diputados conseguidos el 20-D por él e IU-, Ciudadanos (Cs) 378.582 votos y 9 escaños y PNV 1 diputado. ERC, CDC, Bildu y Coalición Canaria (CC) se han quedado como estaban. Reacción de los partidos ante los resultados El PP ha triunfado en las elecciones mejorando en votos y en escaños, aunque se haya quedado a 39 diputados de la mayoría absoluta, y Unidos-Podemos no ha logrado superar al PSOE, pese a los vaticinios favorables de los sondeos. Ps vendió la piel del oso antes de haberlo cazado y ahora tiene que devolver el dinero anticipado en medio de una confrontación interna entre los dos sectores del partido, el radical de Pablo Iglesias (PI) y el moderado de Íñigo Errejón, estratega fallido de la campaña electoral. PI ha fallado en su apuesta por la alianza con IU y por el apoyo al marxismo militante de Alberto Garzón, frente a la política de “piel de cordero” y transversalidad propugnada por Errejón. Al amparo de su travestismo político, PI está dispuesto a disfrazar su trasnochado populismo con cualquier etiqueta, como la socialdemocracia, que le permita ganar votos, y ahora mantiene que Ps debe avanzar hacia la moderación para convertirse en un partido “normal” más asentado en la vida parlamentaria, que “no dé miedo” y consolide un espacio de izquierda alejado de la radicalidad, pero su nuevo giro de saltimbanqui carece de credibilidad. Como ha observado Carlos Cuesta, Ps es una gran mentira y los votantes se han percatado de ello. El PSOE sigue desangrándose elección tras elección a ritmo lento pero continuado, batiendo en cada una de ellas su récord de malos resultados. Pedro Sánchez (PS) cada día se va pareciendo electoralmente a Artur Mas, político menguante que sella con pérdida de votos cada comparecencia ante las urnas. Aún así, ha sacado pecho y presumido de haber perdido sólo 5 escaños y de mantenerse como primera fuerza de la izquierda. ¡El que no se consuela es porque no quiere!. Si Joaquín Almunia presentó su dimisión tras las elecciones generales del año 2000 por haber obtenido 34.15% de los votos y 125 diputados, PS debería haberlo imitado con mucha más razón, pero sigue impertérrito, derrota tras derrota hasta la victoria final. Fernando Vallespín ha corroborado que las elecciones han constituido un éxito para PS porque había logrado parar el “sorpasso” y porque el fracaso de Susana Díaz en Andalucía le impediría disputarle la Secretaría General. Su cordial rival en la sombra ha salido efectivamente malparada al haber perdido tres diputados en su cortijo andaluz y ser superada por el PP. Como ella mismo ha reconocido, no han podido aguantar ni en Andalucía, pero aún hay clases. Pese a haber sido presentado lo ocurrido al sur de Despeñaperros como una debacle, el PSOE-A sigue aportando 22 de los 85 diputados socialistas, una cuarta parte de la cuota nacional del partido. Alberto Rivera (AR) no acaba de darse cuenta de que la importante pérdida de escaños ha limitado considerablemente su capacidad negociadora y, con una desmesurada presunción, ha invitado a PP y a PSOE a que se sienten a negociar con ellos la formación del Gobierno, pero ni uno ni otro le han hecho el menor caso. Venía además hipotecado por su desorbitada exigencia de la renuncia de MR para prestar apoyo a un Gobierno del PP. Miriam González le ha echado en cara la insolencia de que un partido con 32 escaños exigiera la retirada del líder de otro partido con 137 diputados y le recordó que había alabado a su marido, Nick Clegg, cuando -al encontrarse en una tesitura similar y plantearse si apoyaba o no la formación de un Gobierno del Partido Conservador, que no le placía del todo- optó por el apoyo por el interés general de Gran Bretaña, pese a ser consciente de que ello podría –como así fue- perjudicar al Partido Liberal y a él personalmente. MR le pasa ahora la factura y lo ningunea, pues sabe que suma poco y es más una bisagra que una alternativa de Gobierno, por lo que prefiere aliarse con un PSOE que le facilitaría la necesaria mayoría. Se siente reforzado por el mandato popular y considera que es el único en condiciones de formar Gobierno, aunque necesite el apoyo directo o encubierto de otros partidos. Parece, pues, harto improbable que ceda la dirección de su partido y renuncie a la posibilidad de volver a presidir el Gobierno. Actitud de los partidos ante la formación de Gobierno El denostado bipartidismo goza de una mala salud de hierro y -según Jorge Bustos- se ha cobrado en las últimas elecciones una dulce venganza sobre la insolencia de los partidos emergentes. Lucía Millán ha matizado que ha sido sustituido por el unipartidismo del PP y de otros tres partidos de corte mediano. En una democracia, el pueblo –aunque pueda equivocarse- siempre lleva razón y, con algunas ligeras pero importantes variantes, ha reiterado el mandato expresado el 20-D de que los partidos pacten un Gobierno de coalición. Éstos, sin embargo, se resisten a atender a este mandato y parecen acusarlo de colocarles en una situación similar a la de hace seis meses. Todos ellos afirman su deseo de que se forme pronto un Gobierno, pero se niegan, no ya a negociar y a pactar con el adversario político, sino incluso a conversar con él. Como ha observado Javier Redondo, consideran la política de bloques como estructural. Esto sería explicable en el caso de Ps, que es la antítesis populista a un Gobierno moderado, pero no en el caso del desnortado PSOE, que –a diferencia de sus correligionarios socialdemócratas en Europa- consideran imposible una coalición con la nefanda derecha, por ser incompatible con sus esencias y sus principios. Se ha puesto la venda antes de que saliera el grano y tanto PS como los barones y dirigentes socialistas han reiterado que no van a coaligarse con el PP y ni siquiera a abstenerse para permitir que MR forme un Gobierno en minoría. Tendría argumentos más que suficientes –reales o virtuales- para negarse a una alianza, pero no sin antes saber lo que el PP está dispuesto a ofrecer para lograr un acuerdo de Gobierno o, al menos, un pacto de investidura. Esta preconcebida actitud roza con la paranoia y va contra el principio elemental de que la política es el arte de lo posible. Procura escurrir el bulto al afirmar –en palabras de Alberto Hernando- que MR debe olvidarse del PSOE y tratar de formar Gobierno con sus afines del centro-derecha. Esta posición ha sido respaldada por medios de comunicación cercanos, como “El País”, donde Soledad Gallego-Díaz ha señalado que el PP puede obtener la mayoría que necesita sin necesidad de recurrir al PSOE y es su exclusiva responsabilidad llegar a un acuerdo con Cs, PNV, CDC y CC, siempre que MR comprenda que “tiene que pagar por ello”. ¿Es realmente MR quién tendría que pagar el precio de las concesiones que habría que hacer para lograr el magro e insuficiente apoyo de los nacionalistas o sería la Nación?. Esta posición es además falaz porque –como es bien sabido- el tradicional antagonismo izquierda-derecha está contaminado en España y desprovisto de virtualidad a causa de los nacionalismos. Ideológicamente, el PP está muy cercano al PNV o a CDC, pero la disposición de éstos a respaldar un Gobierno de aquél estaría condicionada al pago de un precio muy elevado por parte del Estado, como se ha mostrado de con las concesiones que les tuvieron que hacer el PSOE y el PP para conseguir su respaldo al no contar con una mayoría suficiente para gobernar. La obtención del “Sí de las niñas” del ”moderado” Íñigo Urkullu o del desmelenado Carles Puigdemont tendría un coste desorbitado. Si se prescindiera de CDC, habría que obtener el voto de CC y el de Nueva Canaria –coaligado con el PSOE- para lograr la requerida mayoría. El PNV ya ha advertido a través de Aitor Esteban que considera imposible apoyar a MR, salvo que se produjera un cambio radical en la política del PP. Los dirigentes socialistas son conscientes –y así lo han reconocido públicamente- de que el PSOE es clave para la formación de un Gobierno, sea orientado hacia la derecha o hacia la izquierda. No puede, por tanto, ponerse de perfil y pretender estar hecho de un cristal que no pudiera ser ensuciado por la luz solar del poder compartido. ¿Tiene algún fundamento afirmar que un Gobierno de coalición entre PP y PSOE es metafísicamente imposible?. Si se comparan los programas y la acción de Gobierno de los dos partidos cabe apreciar que coinciden en los puntos esenciales para el desempeño del Gobierno: unidad de España, defensa de la Constitución, apoyo a la estructura del Estado de las autonomías, economía de mercado, respaldo a la UE y cumplimiento de sus directrices, continuidad en la OTAN, lucha contra el terrorismo, promoción del empleo, estabilidad presupuestaria y control del déficit público, protección de los derechos y libertades fundamentales…Existen evidentes diferencias, especialmente en el ámbito ideológico, pero no afectan de forma esencial a la acción de Gobierno y –con buena voluntad y altura de miras- podrían ser dejadas en el congelador por algún tiempo. Según Susana Díaz, MR no puede pedir al PSOE que contribuya a la gobernabilidad. ¿Por qué no?. ¿A quién se lo va a pedir si es el único capaz de garantizar la formación de un Gobierno estable?.¿Cómo puede MR cumplir con su responsabilidad de formar un Gobierno sólido si el PSOE no colabora a ello por activa o por pasiva?. Posible formación de un Gobierno del PP en minoría MR parece estar dispuesto a cumplir con esa responsabilidad y a no dar la “espantá” ante el llamamiento real como hizo el 20-D. Ha ofrecido de nuevo al PSOE un Gobierno de coalición –con o sin Cs- y se ha mostrado abierto a negociar todo menos la unidad nacional y la igualdad de los españoles, incluida la reforma de la Constitución. Genio y figura, lo hará a su habitual ritmo maestoso –“sin prisas, pero sin pausas”- y, aunque su objetivo primordial sea la negociación con el PSOE, ha empezado los contactos con los partidos menores para dar tiempo a que los socialistas reflexionen y cambien o maticen su posición. MR sabe que un encuentro prematuro o una presión excesiva en estos momentos podrían provocar un rechazo radical y un bloqueo de la negociación que pudiera resultar irreversible. PS ha iniciado, a su vez, las consultas con los barones y dirigentes del PSOE con miras a tomar una decisión en el Comité Federal del Partido. La respuesta previsible es de inicio negativa, tanto al apoyo como a la abstención, pero no parece que vaya a ser tan drástica como tras el 20-D. Del “No es No” es posible que se pase al “No, pero…”. No creo que el PSOE esté dispuesto a asumir la responsabilidad de la celebración de unas terceras elecciones por la adopción de una actitud cerril e intransigente. Lo más lógico y deseable sería que se formara una coalición de Gobierno, pero –si ello no resultara viable- el PSOE debería permitir, mediante su abstención, la formación de un Gobierno en minoría del PP. El Presidente extremeño, Guillermo Fernández Vara, ha propuesto, a título personal, la fórmula de la “abstención mínima”: ausencia del hemiciclo del número de diputados socialistas necesarios para permitir que se logre en el Congreso una mayoría a favor de la investidura de MR. Se trata de una “chapuza” que permitiría salvar la situación sin que el PSOE, en cuanto tal, perdiera la cara. Para algunos diputados, sin embargo, esto no es serio y estiman que, si el PSOE opta por permitir la formación de un Gobierno del PP en minoría, debería abstenerse abiertamente. Susana Sumerzo ya ha advertido que ella no se abstendrá. El PSOE deberá hacer frente a sus responsabilidades y “coger el toro por los cuernos”, en vez de devolverlo al corral. Es harto evidente que no hay motivos suficientemente fundados para que no participe en una coalición con el PP y, aún menos, para no permitirle que forme un Gobierno en minoría. En el primer caso, las consecuencias serían negativas para el partido a corto plazo, pues sufriría el desgaste de gobernar desde una posición secundaria –como le ha ocurrido al PSD en su “grosse koalitione” con la CDU en Alemania- y dejaría a Ps la exclusiva de la oposición de izquierda, pero sería positivo para el país y, a la larga, para el propio partido, que ganaría en prestigio y credibilidad. En el segundo caso, seguiría siendo la principal fuerza de la oposición y, desde ella, podría iniciar el necesario proceso de regeneración, amén de vigilar la andadura del Gobierno y controlar su actuación. En caso de que el PSOE se negara a entrar en el Gobierno, MR se muestra dispuesto a pactar un acuerdo de mínimos –que comprenda fundamentalmente la elaboración de los Presupuestos Generales del Estado para 2017, la fijación del techo de gastos y el cumplimiento de los compromisos asumidos con la UE-, aparcar los temas en los que haya más discrepancias y establecer unas guía básicas que permitan la formación en breve plazo de un Gobierno en minoría. Se trataría de un Gobierno frágil, pues tendría que negociar cada proyecto de ley y las decisiones sobre los temas más importantes, pero –como ha observado Luis María Ansón- más vale un Gobierno precario que el vacío institucional. Desde hace un año no se ha enviado ni un solo proyecto de ley a las Cortes y España no puede permitirse el lujo de seguir con un Gobierno provisional cuando tiene graves e inminentes desafíos políticos y económicos a los que hacer frente. En cualquier caso, los dos principales partidos deberán negociar pactos de Estado en temas esenciales como la educación, la justicia, la administración territorial y su financiación, la reforma de la Seguridad Social y eventualmente la reforma de la Constitución. Para ello es preciso que supediten sus intereses partidistas cortoplacistas a los intereses generales de la Nación. De no hacerlo así, la celebración de nuevas elecciones sería ineludible. El pueblo español ha demandado a los partidos políticos que pacten y formen Gobiernos de coalición. ¿Harán éstos, como hasta ahora, caso omiso a semejante exhortación? Madrid, 5 de Julio de 2016

miércoles, 6 de julio de 2016

No hay dos sin tres:¿Hacia uas terceras elecciones?

NO HAY DOS SIN TRES:¿HACIA UNAS TERCERAS ELECCIONES? La campaña para unas segundas elecciones generales se estádesarrollando de forma anodina en medio del desinterés y de la indiferencia de la población, más interesada en lo que ocurre en elexágono galo por mor del fútbol que de lo que pasa en la piel de toro. Los partidos políticos tienen poco que aportar de nuevo a lo ya dicho en la campaña anterior y repiten en un “déjà vu” sus manidos argumentos, aunque con menos convicción. La única, pero importante,novedad vaticinada por los sondeos es que la coalición Unidos-Podemos (Ps + IU) va a adelantar al PSOE por la izquierda y se convertirá en la segunda fuerza política de España, con lo que trastocará las perspectivas políticas del país, augurando consecuencias preocupantes para el futuro. La última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas ha confirmado el presagio, pues da a los rojo-violetas un 25.6% de los votos –entre 88 y 92 escaños- frente al 21.1% para el PSOE –78/80 diputados- y 14.6% para Ciudadanos (Cs) -38/39 diputados-.El PP seguirá siendo la fuerza más votada -29.2%-, pero con pérdida de escaños -118/121-, pese a aumentar ligeramente en número de votos -29.2%-, por el juego de la distribución de los restos previsto en la Ley d’Hondt, que favorece a Unidos-Podemos. Otras encuestas, sin embargo, prevén iguales o mejores resultados para los populares: GAD-3(“ABC”) 121/124 diputados -30.3%-; JMBA(“El Público”) 123-127 -9%-;Celeste (“eldiario.es”) 123/125 -29%-; NC Report (“La Razón”) 127/129–;o Sigma-2 (“El Mundo”) 124/129 -30.5%-. En cambio, Metroscopia (“El País”) le pronostica incluso menos escaños que el CIS -113/116 y 29%-, mientras da 92/95 y 24% a Unidos-Podemos, 78/85 y 20.5% al PSOE y 35/40 y 14.4% a Cs. De todos estos sondeos cabe extraer las siguientes conclusiones: polarización de los resultados, que benefician a los extremos –PP y Ps-; victoria insuficiente del PP que,para poder gobernar, necesitaría de la colaboración activa o pasiva de PSOE y de Cs; adelantamiento al PSOE de Unidos-Podemos y sus confluencias “En Comú Podem”, Compromís y las Mareas gallegas; empate técnico entre la derecha y la izquierda e insuficiencia de la suma de sus componentes para lograr la mayoría requerida para formar Gobierno; función arbitral del PSOE y, en menor medida, de Cs; escasa posibilidad de que el PSOE apoye a Ps para que forme Gobierno, especialmente si éste y sus circunstancias lo relegan a ser la tercera fuerza política; y pérdida de relevancia de los nacionalismos que, no obstante, podrían ser necesarios para formar una coalición de izquierdas. Salvo los cambios que provocará el “sorpasso”, la situación política y las dificultades para la formación de un Gobierno estables van a ser, tras el 26-J similares a las del 20-D y, si los partidos no modifican sus reiteradas afirmaciones acerca de las posibles alianzas, no habrá más remedio que recurrir a unas terceras elecciones. Debate entre los líderes de los principales partidos El único factor de interés en la campaña ha sido el debate televisivo mantenido por Mariano Rajoy (MR), Pedro Sánchez (PS), Pablo Iglesias (PI) y Albert Rivera (AR), del que todos ellos salieron indemnes excepto PS , pues –como ha observado Enric González- los líderes reafirmaron sus convicciones, salvo PS que reafirmó convicciones ajenas y debilitó las de su electorado potencial. Según la encuesta de Sigma-2 publicada ayer, 30.1% de los encuestados estimaron que ninguno de los cuatro salió vencedor, 23.3% que ganó MR, 17.7% AR, 13.3% PI y sólo 9.5% PS, que no dio la talla y estuvo especialmente desdibujado y sin mordiente. Poniendo de manifiesto su “pacto de no agresión” con Cs, centró sus ataques en MR y no en su principal adversario PI, al que cedió el protagonismo en los pagos izquierdistas. Perdió la oportunidad de plantar cara a Ps. y levantar la decaída moral de sus votantes reales y potenciales. PI le advirtió que se equivocaba de enemigo –“el adversario es Rajoy, Pedro, no soy yo”- y, desde su asumida posición de principal representante de la izquierda, le lanzó los tejos proponiéndole la formación de un Gobierno reformista de coalición que fuera presidido por el líder del partido que consiguiera más votos y, en el caso de que fuera él, le ofreció magnánimamente la vicepresidencia. PS se mostró obsesionado por destacar que el objetivo fundamental del PSOE era la expulsión del Gobierno de MR y del PP como fuera, y por repetir hasta la saciedad que España no había podido tener un Presidente socialista por la connivencia entre PP y Ps. Sólo al final criticó a éste por dar prioridad al derecho a decidir en Cataluña, pero sus ataques carecieron de credibilidad dado que el PSC había entrado unos días antes a formar parte del Gobierno del Ayuntamiento de Barcelona presidido por Ada Colau. MR defendió con contundencia la acción de su Gobierno en el ámbito socioeconómico y se mostró como el maestro experimentado que daba clase a tres aprendices. “Al Gobierno hay que venir aprendido, no se viene a hacer prácticas”, les espetó con su retranca galaica. Ignoró a PS y centró sus críticas en AR y Cs, auténtica piedra en el zapato presidencial. Toda su solidez en la primera parte del debate se desmoronó en la segunda, cuando se abordaron los temas de corrupción y de regeneración democrática, donde AR lo puso contra las cuerdas. Capeó mal que bien el temporal, pero dio síntomas de flaqueza en el asunto “do más pecado había” y resultó escasamente convincente. Como buen corredor de fondo y ciclista a piñón fijo, MR, dio muestras de consistencia, tenacidad, imperturbabilidad y resiliencia, pero también de falta de imaginación y de voluntad para la regeneración política de su partido. AR estuvo brillante y contundente, más en sus crítica a PI que a MR, con el que fue excesivamente agresivo y cruel, pues –aunque no lo llamó indecente, como su socio en el debate en la anterior campaña- lo insinuó, al acusarle de haberse lucrado de las cuentas en negro de Luis Bárcenas. Marcó con contundencia el territorio de Cs frente al PP, del que procedían buena parte de sus votantes. Pese a su pretendida equidistancia, AR aplicó un doble estándar en la lucha contra la corrupción, al no formular crítica alguna al PSOE por los escándalos en Andalucía, a cuya Presidenta Cs ha apoyado ante las fundadas críticas de PP e IU en el Parlamento andaluz. Condicionó el respaldo de Cs a un Gobierno del PP a la marcha de MR, al que invitó a echarse a un lado para impedir que creciera el populismo. Instó a PI a que explicara de dónde iba a sacar las ingentes sumas de dinero requeridas para su plan de incremento del gasto público en 60.000 millones de euros y advirtió sobre “una subida masiva de impuestos escondida en el catálogo de Ikea”. En respuesta a su afirmación de que Ps no necesitaba recurrir a los bancos para financiarse, le replicó con sorna que lo comprendía puesto que contaba para ello con el Banco de Venezuela. Ante su camaleónico “new look”, AR lo recriminó por disfrazarse de socialdemócrata para practicar políticas griegas. Los puntos flacos de Cs radican en de su indefinición ideológica y política y en su falta de contacto con la realidad del poder. Ya está bien de dar consejos desde fuera y no corroborarlos desde dentro de un Gobierno, sea municipal, autonómico o nacional. “Il faut s’emmerder”, como dicen los franceses. AR tiene que lanzarse al ruedo y fajarse con el morlaco de la política, y no limitarse a dar lecciones teóricas sobre cómo hacer la faena desde la seguridad de la barrera. Según Iván Redondo, PI fue el vencedor por puntos del debate, pues confirmó su carisma iconográfico y se consolidó visualmente como líder de la oposición. Demostró dominio de la imagen y del lenguaje y convirtió el “plateau” televisivo en la plaza pública en la que se consagró el “sorpasso” que PS ha sido incapaz de frenar. Salió a ganar por la mínima y lo consiguió. No estoy del todo de acuerdo con esta apreciación. Como ha observado Carlos Cuesta, PI mostró el doble rostro de Dr.Jekyll y Mr. Hyde, y usó la TV para ocultar una realidad violenta incompatible con la democracia, que comparten y agitan buena parte de sus mandos. Trató de minimizar riesgos y evitó el cuerpo a cuerpo con los otros dirigentes, limitándose a buscar la confrontación de modelo político con MR. Resulta evidente que es un profesional de la imagen y que domina la TV con habilidad y desparpajo. Arropado por las favorables encuestas, adoptó una actitud moderada escasamente creíble, pero se le vio el plumero cuándo tuvo que revelar aspectos de su programa que trataba de esconder tras la socialdemocracia, como le afeó AR. Presumió de los éxitos alcanzados en los Ayuntamientos dirigidos por Ps, cuando son manifiestos los fracasos de los mismos, de Madrid a Barcelona o de Cádiz a La Coruña. ¡Aunque la mona se vista de seda, Ps se queda! Posibilidades de pactos para la formación de Gobierno tras el 26-J Según Teodoro León, PP y Ps han regado peligrosamente el campo de la polarización con un ventajismo impúdico y reducido las elecciones del 26-J a una opción entre MR sí o no. Consciente o inconscientemente,PSOE y Cs han contribuido a ello al fijar como motivación dominante de su política echar a MR de la presidencia del Gobierno. Sigue éste el juego y ha afirmado en tono “gaullista”: Yo o el caos. Gobierno del PP o radicalismo”. PI, por su parte, ha declarado que sólo existen dos opciones: cambio progresista o continuidad de MR. Sin embargo, si se evaluaran objetivamente los programas de los principales partidos,casi todas las ecuaciones coherentes propiciarían variantes de una gran coalición para desbloquear la investidura, pero para ello sería necesario hacer Política con mayúscula, cosa a la que nuestros politicastros no están habituados. Prevalecen los dogmatismos polarizados que imposibilitan la investidura y que, en último término,pueden conducir a unas terceras elecciones. Todos los partidos han manifestado tajantemente que no desean una repetición de las mismas por segunda vez, pero no hacen nada para impedirlo. En la Asamblea del Círculo de Economía celebrada en Sitges el pasado Mayo, PS declaró que habría acuerdo para formar Gobierno cualquiera que fuera el resultado de las elecciones del 26-J y que su partido no vetaría a ninguna fuerza política. ”Les puedo asegurar que no habrá terceras elecciones”, afirmó. Sus palabras fueron interpretadas implícitamente en el sentido de que el PSOE dejaría gobernar al PP si era el único capaz de formar un ejecutivo. No tardó PS en desmentir semejante conclusión y en reiterar que, bajo ningún concepto, votaría a favor de MR ni se abstendría para facilitarle un Gobierno en minoría. Se trata no sólo de la opinión personal de PS, sino de la del PSOE, tal como acordó su Consejo Federal. Según Meritxell Batet, su prioridad era cambiar las políticas del PP y sería un contrasentido apoyar a su candidato, por lo que ha descartado de forma absoluta la formación de una gran coalición tras el 26-J. Mas sibilino, Jordi Sevilla ha afirmado que se debería dejar gobernar, no al candidato de la lista más votada, sino al que consiga más apoyos parlamentarios, en la esperanza de que la suma de los escaños de PSOE y Cs supere a los del PP, dando por sentada la abstención de Ps y de los nacionalistas de distinta ralea. PS se contradice cuando afirma que en ningún caso dejará gobernar al PP y que no habrá nuevas elecciones. Si de él solo dependiera, se aliaría con Ps para formar un “Gobierno progresista de cambio”, pero no se lo permitirán los barones socialistas, sobre todo si aquél lo adelanta en sufragios y diputados. En opinión de Jorge Bustos, España esta partida en dos bloques simétricos de mutuo rechazo. El 26-J certificará el “sorpasso” de la alianza radical-populista sobre una socialdemocracia desalentada. En estas circunstancias, el PSOE jamás apoyará la investidura de PI por repugnancia personal, incompatibilidad programática y orgullo partidista. PS tendría que dimitir y el partido entraría en una crisis profunda que podría provocar su “liliputización” como en el caso del PASOK griego o incluso su desaparición como partido nacional, pues -al escindirse sus dos almas- la más moderada se incorporaría a Cs y la radical a Ps, pudiendo quedar reducido a un partido regional en Andalucía, Extremadura y Castilla. No hay, a su juicio, mercado para cuatro grandes partidos y el espectro político estaría ocupado por tres fuerzas representativas de la derecha (PP), del centro (Cs) y de la izquierda (Ps). Es una predicción un tanto rocambolesca y melodramática, pero no exenta de cierta lógica. Los dirigentes del PSOE deberían reflexionar al respecto y actuar en consecuencia. AR también aseguró a la Asamblea del Círculo de Economía que haría cuanto estuviera en su mano para que España superara la crisis gubernamental al afirmar: ”Les doy mi palabra. Si Ciudadanos es decisivo, habrá Gobierno”. Del dicho al hecho, sin embargo, hay un largo trecho y el líder naranja ha ido modulando su tajante aserto. Tras su despiadado ataque a MR en el debate televisivo usándolo de haberse beneficiado de dinero negro, matizó ulteriormente sus palabras al mostrarse dispuesto a negociar con el PP “si la persona que puede haber cobrado de los papeles de Bárcenas no sigue siendo Presidente”. Para sentarse en la mesa de negociación, AR ha exigido que MR se marche, que el PP gane las elecciones y que el partido apueste por los cambios y las reformas. Amén de interferir en los asuntos domésticos de otro partido, AR ha cometido un grave error de cálculo, pues -como ha observador David Gistau en “ABC”- ningún partido consentirá que los procesos internos les sean impuestos por el adversario y, con su intromisión, ha blindado a MR contra sus detractores en el seno del PP. AR ha insistido en que no votará a quien pactó con Bárcenas y al que considera el “Señor X” de la corrupción, y reiterado que ni MR gobernará ni habrá nuevas elecciones. Ha concluido que votarle equivaldría a bloquear el país, pero el que realmente podría bloquearlo es quien condiciona su apoyo a la retirada del candidato que, según pronostican los sondeos, ganará las elecciones el 26-J. Esta OPA a hostil a MR no ha sido espontánea sino calculada, pues CS se posiciona de forma clara y se presenta como alternativa al PP. Desde su baluarte del Centro, AR repartió estopa a diestra y a siniestra. Tras confraternizar con PI durante la pasada campaña y alardear de ser ambos los representante de la nueva política frente a la antigua del PP y del PSOE, AR ha abandonado su “colegueo” con el líder de Ps. Al darse cuenta de que era su principal rival en la lucha por el voto joven, cambió de actitud y adoptó una posición sumamente crítica, que se ha agudizado durante la presente campaña. Ha sido el némesis de PI, cuyas contradicciones e insuficiencias ha puesto a menudo en evidencia. PI siente que tiene el viento de cola y ha puesto en marcha una operación de imagen para dulcificar su arrogante figura, esconder su marxismo-leninismo y presentar a Ps como la moderna socialdemocracia. Ha tenido el cinismo de declarar a Carlos Herrera que ciertas ideologías están muy bien para debates universitarios, pero que, cuando hay que gobernar un país de la UE, lo más que se puede elegir es una política socialdemócrata. Chirría, sin embargo, su alianza y práctica fusión con IU –que tantos beneficios electorales le va a procurar-, cuyo líder Alberto Garzón mantiene con orgullo y convicción los postulados de un rancio comunismo. Tras haber desbancado al PSOE, pretende obtener su apoyo para formar un Gobierno de izquierdas. Según algunas de las últimas encuestas, la suma de Ps y PSOE superaría ligeramente a la de PP y Cs, por lo que la posibilidad de acceso de PI al poder es algo más que una utopía. Ha señalado éste que el 26-J será un referéndum entre Ps y el PP, y pedido el voto útil para impedir que MR continúe en el Palacio de la Moncloa. Aún cuando el PP siga siendo el partido más votado, MR se encontrará en una patética soledad, pues -como el Coronel de Gabriel García Márquez- “no tiene quien le escriba” o esté dispuesto a colaborar con él. Ante esta situación, trata de fidelizar el voto de sus simpatizantes, recuperar a sus antiguos votantes refugiados en la abstención y atraerse a algunos de los que apoyaron a Cs, dando un grito de alarma: “¡Que viene el lobo!”. De ahí que haya reclamado a sus afines que no dilapiden el voto dándoselo a Cs, pues –como ha editorializado “La Razón”- votar a AR equivale a votar socialista. MR ha recordado que los votos conseguidos por Cs en 25 provincias fueron malgastados al no plasmarse en escaños, por lo que votarle no serviría para nada. No se debe dividir el voto moderado porque, si se hace, “saldrán beneficiados los extremistas”. Concentrar el voto útil en el PP es lo más inteligente y eficaz para impedir un Gobierno de Ps. Y después de las elecciones del 26-J ¿qué? Los sondeos recogen indicios y a menudo se equivocan, por lo que habrá que esperar a los resultados para poder sacar conclusiones definitivas, especialmente teniendo en cuenta que un 30% del electorado aún no ha decidido su voto y que la lucha por los restos va a estar muy ajustada, pudiéndose dar el caso de que algunos partidos –como el PP- aumenten sus votos y pierdan escaños, y viceversa. Todas las previsiones coinciden, no obstante, en que –pese a importantes variantes, como el adelantamiento de Unidos-Podemos al PSOE- la situación va a ser en líneas generales similar a la producida tras el 20-D. Según Federico Jiménez Losantos, se repetirá el escenario que hizo imposible en esa fecha la formación de un Gobierno. Ni el PSOE va a dejar que PS trate de salvarse entregándose a su verdugo, ni puede apoyar en manera alguna un Gobierno de MR. La polarización obliga a elegir entre una continuidad imposible y una dictadura indeseable. Y sin el apoyo del PSOE –que se debate entre estar con la Constitución o con la revolución-, ni uno ni otro podrá formar Gobierno. ¡Otros seis meses perdidos!. Por supuesto que los políticos pueden cambiar de opinión, como suelen hacer a menudo, pero, si no lo hacen, cualquier pacto resultará inviable. Las urnas pueden plasmar un similar escenario de ingobernabilidad de muy difícil superación si los partidos constitucionalistas no están dispuestos a pactar. Pese a la pérdida de votos, el PSOE seguirá siendo la clave de la gobernabilidad y se encontrará con el peliagudo dilema de aliarse con Ps con el riesgo de ser fagocitado por éste, o de llegar a algún tipo de acuerdo con el PP para permitir un nuevo Gobierno de Rajoy, mediante un pacto de legislatura o de Gobierno –gran coalición-, o mediante su abstención –Gobierno en minoría-. No parece que el PSOE esté por la labor, ni tampoco Cs, que condiciona su apoyo al PP a que MR haga mutis por el foro. Oriol Junqueras ha vaticinado que se producirá a última hora un acuerdo de investidura entre las dos grandes formaciones políticas españolas por las presiones de origen europeo y de los poderes fácticos, pero la gran coalición no aparece en el horizonte político de España. En sus ansias de aferrarse al poder, MR parece decidido a formar un Gobierno de minoría, por débil que fuere, pero el PSOE no se muestra dispuesto a facilitarlo y AR lo condiciona a su renuncia. Aún en el hipotético y poco probable caso de que MR se auto-inmolara en favor de la Nación y del PP, no estaría asegurada la formación de un Gobierno en minoría si siguiera vetándolo el PSOE, a cuyo voto negativo se sumarían a los de Unidos-Podemos y los partidos nacionalistas. Podría producirse un cambio si –como consecuencia de los desastrosos resultados que los sondeos predicen para el PSOE- PS se viera obligado a dimitir y la Gestora Socialista que se formara decidiera cambiar de criterio y dejar de hacer de perro del hortelano. Cuando España necesita con urgencia un Gobierno estable que devuelva la confianza a los ciudadanos y le permita hacer frente a los graves problemas con que se enfrenta, las perspectivas no pueden ser más desconsoladoras: un débil Gobierno en minoría que implique continuidad y ausencia de regeneración y reformas, o un Frente Popular maquillado por la mercadotecnia “podemita”. Y si ninguno de ellos prosperara por la crisis del PSOE, el chantaje de Cs, la inviabilidad de las políticas de Ps, y el conservadurismo del PP y el empecinamiento de MR, estaríamos abocados a unas terceras elecciones. Al fin y al cabo,el hombre es el único animal que tropieza más de una vez en la misma piedra. Sólo nos queda hacer de tripas corazón y votar, no al mejor –que no existe desgraciadamente-, sino al menos malo. ¡Que Dios y la UE se apiaden de nosotros!. Madrid, 20 de Junio de 2016