domingo, 10 de julio de 2016
El pueblo español demanda un Gobiwrno de coalición
EL PUEBLO ESPAÑOL DEMANDA UN GOBIERNO DE COALICIÓN
Tras el mazazo del “Brexit”, la segunda ronda de las elecciones generales ha supuesto un relativo consuelo. Ante las negras nubes que se ciernen por doquier, el pueblo español ha optado –en palabras de Mariano Rajoy (MR)- por la sensatez, la moderación y la estabilidad. Ha reiterado su deseo de que se forme un Gobierno de coalición entre dos o más partidos, si bien ha dado algunas pistas al escorarse hacia el centro-derecha. Las encuestas electorales han errado más de lo habitual pues –pese a las predicciones- el PP ha logrado 800.000 votos y 14 diputados más y los demás partidos han perdido: El PSOE 5 escaños, Podemos (Ps) algo más de 1.100.000 votos –aunque se haya quedado con los mismos diputados conseguidos el 20-D por él e IU-, Ciudadanos (Cs) 378.582 votos y 9 escaños y PNV 1 diputado. ERC, CDC, Bildu y Coalición Canaria (CC) se han quedado como estaban.
Reacción de los partidos ante los resultados
El PP ha triunfado en las elecciones mejorando en votos y en escaños, aunque se haya quedado a 39 diputados de la mayoría absoluta, y Unidos-Podemos no ha logrado superar al PSOE, pese a los vaticinios favorables de los sondeos. Ps vendió la piel del oso antes de haberlo cazado y ahora tiene que devolver el dinero anticipado en medio de una confrontación interna entre los dos sectores del partido, el radical de Pablo Iglesias (PI) y el moderado de Íñigo Errejón, estratega fallido de la campaña electoral. PI ha fallado en su apuesta por la alianza con IU y por el apoyo al marxismo militante de Alberto Garzón, frente a la política de “piel de cordero” y transversalidad propugnada por Errejón. Al amparo de su travestismo político, PI está dispuesto a disfrazar su trasnochado populismo con cualquier etiqueta, como la socialdemocracia, que le permita ganar votos, y ahora mantiene que Ps debe avanzar hacia la moderación para convertirse en un partido “normal” más asentado en la vida parlamentaria, que “no dé miedo” y consolide un espacio de izquierda alejado de la radicalidad, pero su nuevo giro de saltimbanqui carece de credibilidad. Como ha observado Carlos Cuesta, Ps es una gran mentira y los votantes se han percatado de ello.
El PSOE sigue desangrándose elección tras elección a ritmo lento pero continuado, batiendo en cada una de ellas su récord de malos resultados. Pedro Sánchez (PS) cada día se va pareciendo electoralmente a Artur Mas, político menguante que sella con pérdida de votos cada comparecencia ante las urnas. Aún así, ha sacado pecho y presumido de haber perdido sólo 5 escaños y de mantenerse como primera fuerza de la izquierda. ¡El que no se consuela es porque no quiere!. Si Joaquín Almunia presentó su dimisión tras las elecciones generales del año 2000 por haber obtenido 34.15% de los votos y 125 diputados, PS debería haberlo imitado con mucha más razón, pero sigue impertérrito, derrota tras derrota hasta la victoria final. Fernando Vallespín ha corroborado que las elecciones han constituido un éxito para PS porque había logrado parar el “sorpasso” y porque el fracaso de Susana Díaz en Andalucía le impediría disputarle la Secretaría General. Su cordial rival en la sombra ha salido efectivamente malparada al haber perdido tres diputados en su cortijo andaluz y ser superada por el PP. Como ella mismo ha reconocido, no han podido aguantar ni en Andalucía, pero aún hay clases. Pese a haber sido presentado lo ocurrido al sur de Despeñaperros como una debacle, el PSOE-A sigue aportando 22 de los 85 diputados socialistas, una cuarta parte de la cuota nacional del partido.
Alberto Rivera (AR) no acaba de darse cuenta de que la importante pérdida de escaños ha limitado considerablemente su capacidad negociadora y, con una desmesurada presunción, ha invitado a PP y a PSOE a que se sienten a negociar con ellos la formación del Gobierno, pero ni uno ni otro le han hecho el menor caso. Venía además hipotecado por su desorbitada exigencia de la renuncia de MR para prestar apoyo a un Gobierno del PP. Miriam González le ha echado en cara la insolencia de que un partido con 32 escaños exigiera la retirada del líder de otro partido con 137 diputados y le recordó que había alabado a su marido, Nick Clegg, cuando -al encontrarse en una tesitura similar y plantearse si apoyaba o no la formación de un Gobierno del Partido Conservador, que no le placía del todo- optó por el apoyo por el interés general de Gran Bretaña, pese a ser consciente de que ello podría –como así fue- perjudicar al Partido Liberal y a él personalmente. MR le pasa ahora la factura y lo ningunea, pues sabe que suma poco y es más una bisagra que una alternativa de Gobierno, por lo que prefiere aliarse con un PSOE que le facilitaría la necesaria mayoría. Se siente reforzado por el mandato popular y considera que es el único en condiciones de formar Gobierno, aunque necesite el apoyo directo o encubierto de otros partidos. Parece, pues, harto improbable que ceda la dirección de su partido y renuncie a la posibilidad de volver a presidir el Gobierno.
Actitud de los partidos ante la formación de Gobierno
El denostado bipartidismo goza de una mala salud de hierro y -según Jorge Bustos- se ha cobrado en las últimas elecciones una dulce venganza sobre la insolencia de los partidos emergentes. Lucía Millán ha matizado que ha sido sustituido por el unipartidismo del PP y de otros tres partidos de corte mediano. En una democracia, el pueblo –aunque pueda equivocarse- siempre lleva razón y, con algunas ligeras pero importantes variantes, ha reiterado el mandato expresado el 20-D de que los partidos pacten un Gobierno de coalición. Éstos, sin embargo, se resisten a atender a este mandato y parecen acusarlo de colocarles en una situación similar a la de hace seis meses. Todos ellos afirman su deseo de que se forme pronto un Gobierno, pero se niegan, no ya a negociar y a pactar con el adversario político, sino incluso a conversar con él. Como ha observado Javier Redondo, consideran la política de bloques como estructural. Esto sería explicable en el caso de Ps, que es la antítesis populista a un Gobierno moderado, pero no en el caso del desnortado PSOE, que –a diferencia de sus correligionarios socialdemócratas en Europa- consideran imposible una coalición con la nefanda derecha, por ser incompatible con sus esencias y sus principios. Se ha puesto la venda antes de que saliera el grano y tanto PS como los barones y dirigentes socialistas han reiterado que no van a coaligarse con el PP y ni siquiera a abstenerse para permitir que MR forme un Gobierno en minoría. Tendría argumentos más que suficientes –reales o virtuales- para negarse a una alianza, pero no sin antes saber lo que el PP está dispuesto a ofrecer para lograr un acuerdo de Gobierno o, al menos, un pacto de investidura. Esta preconcebida actitud roza con la paranoia y va contra el principio elemental de que la política es el arte de lo posible.
Procura escurrir el bulto al afirmar –en palabras de Alberto Hernando- que MR debe olvidarse del PSOE y tratar de formar Gobierno con sus afines del centro-derecha. Esta posición ha sido respaldada por medios de comunicación cercanos, como “El País”, donde Soledad Gallego-Díaz ha señalado que el PP puede obtener la mayoría que necesita sin necesidad de recurrir al PSOE y es su exclusiva responsabilidad llegar a un acuerdo con Cs, PNV, CDC y CC, siempre que MR comprenda que “tiene que pagar por ello”. ¿Es realmente MR quién tendría que pagar el precio de las concesiones que habría que hacer para lograr el magro e insuficiente apoyo de los nacionalistas o sería la Nación?. Esta posición es además falaz porque –como es bien sabido- el tradicional antagonismo izquierda-derecha está contaminado en España y desprovisto de virtualidad a causa de los nacionalismos. Ideológicamente, el PP está muy cercano al PNV o a CDC, pero la disposición de éstos a respaldar un Gobierno de aquél estaría condicionada al pago de un precio muy elevado por parte del Estado, como se ha mostrado de con las concesiones que les tuvieron que hacer el PSOE y el PP para conseguir su respaldo al no contar con una mayoría suficiente para gobernar. La obtención del “Sí de las niñas” del ”moderado” Íñigo Urkullu o del desmelenado Carles Puigdemont tendría un coste desorbitado. Si se prescindiera de CDC, habría que obtener el voto de CC y el de Nueva Canaria –coaligado con el PSOE- para lograr la requerida mayoría. El PNV ya ha advertido a través de Aitor Esteban que considera imposible apoyar a MR, salvo que se produjera un cambio radical en la política del PP. Los dirigentes socialistas son conscientes –y así lo han reconocido públicamente- de que el PSOE es clave para la formación de un Gobierno, sea orientado hacia la derecha o hacia la izquierda. No puede, por tanto, ponerse de perfil y pretender estar hecho de un cristal que no pudiera ser ensuciado por la luz solar del poder compartido. ¿Tiene algún fundamento afirmar que un Gobierno de coalición entre PP y PSOE es metafísicamente imposible?. Si se comparan los programas y la acción de Gobierno de los dos partidos cabe apreciar que coinciden en los puntos esenciales para el desempeño del Gobierno: unidad de España, defensa de la Constitución, apoyo a la estructura del Estado de las autonomías, economía de mercado, respaldo a la UE y cumplimiento de sus directrices, continuidad en la OTAN, lucha contra el terrorismo, promoción del empleo, estabilidad presupuestaria y control del déficit público, protección de los derechos y libertades fundamentales…Existen evidentes diferencias, especialmente en el ámbito ideológico, pero no afectan de forma esencial a la acción de Gobierno y –con buena voluntad y altura de miras- podrían ser dejadas en el congelador por algún tiempo. Según Susana Díaz, MR no puede pedir al PSOE que contribuya a la gobernabilidad. ¿Por qué no?. ¿A quién se lo va a pedir si es el único capaz de garantizar la formación de un Gobierno estable?.¿Cómo puede MR cumplir con su responsabilidad de formar un Gobierno sólido si el PSOE no colabora a ello por activa o por pasiva?.
Posible formación de un Gobierno del PP en minoría
MR parece estar dispuesto a cumplir con esa responsabilidad y a no dar la “espantá” ante el llamamiento real como hizo el 20-D. Ha ofrecido de nuevo al PSOE un Gobierno de coalición –con o sin Cs- y se ha mostrado abierto a negociar todo menos la unidad nacional y la igualdad de los españoles, incluida la reforma de la Constitución. Genio y figura, lo hará a su habitual ritmo maestoso –“sin prisas, pero sin pausas”- y, aunque su objetivo primordial sea la negociación con el PSOE, ha empezado los contactos con los partidos menores para dar tiempo a que los socialistas reflexionen y cambien o maticen su posición. MR sabe que un encuentro prematuro o una presión excesiva en estos momentos podrían provocar un rechazo radical y un bloqueo de la negociación que pudiera resultar irreversible. PS ha iniciado, a su vez, las consultas con los barones y dirigentes del PSOE con miras a tomar una decisión en el Comité Federal del Partido. La respuesta previsible es de inicio negativa, tanto al apoyo como a la abstención, pero no parece que vaya a ser tan drástica como tras el 20-D. Del “No es No” es posible que se pase al “No, pero…”. No creo que el PSOE esté dispuesto a asumir la responsabilidad de la celebración de unas terceras elecciones por la adopción de una actitud cerril e intransigente. Lo más lógico y deseable sería que se formara una coalición de Gobierno, pero –si ello no resultara viable- el PSOE debería permitir, mediante su abstención, la formación de un Gobierno en minoría del PP. El Presidente extremeño, Guillermo Fernández Vara, ha propuesto, a título personal, la fórmula de la “abstención mínima”: ausencia del hemiciclo del número de diputados socialistas necesarios para permitir que se logre en el Congreso una mayoría a favor de la investidura de MR. Se trata de una “chapuza” que permitiría salvar la situación sin que el PSOE, en cuanto tal, perdiera la cara. Para algunos diputados, sin embargo, esto no es serio y estiman que, si el PSOE opta por permitir la formación de un Gobierno del PP en minoría, debería abstenerse abiertamente. Susana Sumerzo ya ha advertido que ella no se abstendrá.
El PSOE deberá hacer frente a sus responsabilidades y “coger el toro por los cuernos”, en vez de devolverlo al corral. Es harto evidente que no hay motivos suficientemente fundados para que no participe en una coalición con el PP y, aún menos, para no permitirle que forme un Gobierno en minoría. En el primer caso, las consecuencias serían negativas para el partido a corto plazo, pues sufriría el desgaste de gobernar desde una posición secundaria –como le ha ocurrido al PSD en su “grosse koalitione” con la CDU en Alemania- y dejaría a Ps la exclusiva de la oposición de izquierda, pero sería positivo para el país y, a la larga, para el propio partido, que ganaría en prestigio y credibilidad. En el segundo caso, seguiría siendo la principal fuerza de la oposición y, desde ella, podría iniciar el necesario proceso de regeneración, amén de vigilar la andadura del Gobierno y controlar su actuación. En caso de que el PSOE se negara a entrar en el Gobierno, MR se muestra dispuesto a pactar un acuerdo de mínimos –que comprenda fundamentalmente la elaboración de los Presupuestos Generales del Estado para 2017, la fijación del techo de gastos y el cumplimiento de los compromisos asumidos con la UE-, aparcar los temas en los que haya más discrepancias y establecer unas guía básicas que permitan la formación en breve plazo de un Gobierno en minoría. Se trataría de un Gobierno frágil, pues tendría que negociar cada proyecto de ley y las decisiones sobre los temas más importantes, pero –como ha observado Luis María Ansón- más vale un Gobierno precario que el vacío institucional. Desde hace un año no se ha enviado ni un solo proyecto de ley a las Cortes y España no puede permitirse el lujo de seguir con un Gobierno provisional cuando tiene graves e inminentes desafíos políticos y económicos a los que hacer frente. En cualquier caso, los dos principales partidos deberán negociar pactos de Estado en temas esenciales como la educación, la justicia, la administración territorial y su financiación, la reforma de la Seguridad Social y eventualmente la reforma de la Constitución. Para ello es preciso que supediten sus intereses partidistas cortoplacistas a los intereses generales de la Nación. De no hacerlo así, la celebración de nuevas elecciones sería ineludible. El pueblo español ha demandado a los partidos políticos que pacten y formen Gobiernos de coalición. ¿Harán éstos, como hasta ahora, caso omiso a semejante exhortación?
Madrid, 5 de Julio de 2016
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