martes, 28 de junio de 2011

Elección del Director General de la FAO

ELECCIÓN DEL DIRECTOR GENERAL DE LA FAO

El pasado 26 de Junio, la Conferencia de la Organización Internacional para la Agricultura y la Alimentación (FAO) eligió como Director General del organismo al ingeniero brasileño José Graciano da Silva, antiguo Ministro del Gobierno de Lula da Silva. A la elección se habían presentado cinco candidatos y Da Silva ganó la última y definitiva votación por 92 votos, frente a los 88 que obtuvo el ex-ministro español de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos.

Moratinos ha sido un destacado y acreditado diplomático –que ha desempeñado con talento y acierto importantes responsabilidades tanto en el ámbito doméstico como en el internacional-, un pésimo Ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, y un digno contendiente a la Dirección General de la importante Agencia de la ONU. Sin menospreciar a los candidatos de Austria, Indonesia, Irán e Irak, ha tenido que enfrentarse a un aspirante muy cualificado, tanto en lo profesional como en lo político.

Ingeniero agrónomo de profesión, José Graciano da Silva ha trabajado desde 1977 en cuestiones relacionadas con el desarrollo rural, ha desempeñado la cartera de Seguridad Alimenticia, y –sobre todo- ha sido el artífice del programa “Hambre Cero”, que ha arrancado a 24 millones de brasileños de la miseria, rebajando en un cuarto la desnutrición del país. Brasil, por otra parte, cuenta con una de las diplomacias más prestigiosas y efectivas del mundo. Jugando con su posición ambivalente juega –según sus intereses-, en unas ocasiones la carta de país en vías de desarrollo miembro del Grupo de los 77, y en otras el de exitoso país emergente miembro destacado del G-20. “Cae bien” en la comunidad internacional y la diplomacia de Itamaratí utiliza con habilidad esta circunstancia para estar excelentemente representada en los distintos foros internacionales. Cuando conocí la candidatura brasileña, pensé que el colega “Curro” Moratinos tendría serias dificultades para lograr su encomiable propósito.

La celebración de esta elección me lleva a hacer algunas reflexiones, casi pensando en alta voz. Los gobiernos españoles –con independencia de su signo político- han prestado por lo general escasa atención y –en consecuencia- mínimo apoyo a los candidatos españoles a puestos importantes -y no tan importantes- de la función pública internacional. A diferencia de Francia, Canadá o Brasil, la administración española –especialmente el Ministerio de Asuntos Exteriores- se ha desinteresado de los funcionarios españoles en organismos internacionales o de los candidatos a puestos destacados, quienes en a veces han logrado su objetivo gracias a su valía personal.

Esto se refleja en la pobre presencia española en puestos directivos internacionales, muy por debajo del peso específico de España y de su nivel contributivo a diversas organizaciones internacionales, la ONU incluida. Por citar un ejemplo cercano a mi antigua actividad diplomática y jurídica, hace muchos años que no se ha logrado la elección de un español como juez del Tribunal Internacional de Justicia, del Tribunal Internacional del Derecho del Mar o de la Corte Penal Internacional, o como miembro de la Comisión de Derecho Internacional, pese a la alta calidad de los candidatos presentados. Yo mismo he sufrido en mis carnes estas carencias cuando fui presentado en 2001 a una de las vacantes de juez en el Tribunal del Derecho del Mar, y eso que el momento era sumamente propicio pues España ostentaba la presidencia del Consejo de la Comunidad Europea. El Ministerio no me autorizó a realizar ni un solo viaje para promocionar mi candidatura, y ni siquiera me permitió asistir en la Asamblea General de la ONU, en cuya VI Comisión se debaten y tratan los temas jurídicos (incluidas la elecciones a los distintos organismos jurídicos). Ni el Presidente del Gobierno, ni el Ministro de Asuntos Exteriores y otros altos funcionarios aprovecharon los numerosos encuentros bilaterales o multilaterales que celebraron para apoyar mi elección, y tuve que conformarme con la invalorable labor del Representante Permanente ante la ONU y del Subdirector General de Naciones Unidas. Por supuesto que fui ampliamente batido por los candidatos de Francia y de Italia. Ese mismo año –y de una sola “tacada”- Brasil consiguió para uno de sus ciudadanos puestos de juez del TIJ y del TIDM, y de miembro de la Comisión de Derecho Internacional.

En honor a la verdad, he de decir que en el presente caso –como en el de la candidatura de la entonces Ministro de Sanidad, Elena Salgado, al puesto de Director General de la Organización Mundial de la Salud-, el Gobierno ha puesto toda la carne en el asador y ha prestado todo su apoyo diplomático y logístico al aspirante. Como ha declarado el propio Moratinos, ha recorrido desde el mes de Enero 90 países y asistido a 12 reuniones regionales Pese a ello, no ha sido posible, aunque por un muy reducido margen.

A estos efectos, no puedo dejar de destacar la sorprendente noticia de que, antes de llevarse a cabo la última votación entre Da Silva y Moratinos, la delegación brasileña solicitó y obtuvo una interrupción de media hora, durante la cual convocó una reunión del Grupo de los 77. En ella, al parecer, el frustrado candidato indonesio, Indroyono Soesilo, instó a los países del Tercer Mundo a cerrar filas en torno a Da Silva. No sé si el llamamiento surtió efecto, pero José Graciano da Silva resultó elegido por 92 votos, frente a los 88 conseguidos por Moratinos.

La situación me retrotrae a muchos años atrás cuando se estaba desarrollando en Nueva York la elección a un puesto de juez para el TIJ, al que era candidato el Profesor Antonio de Luna. Éste había visto aumentar el número de votos en las sucesivas votaciones, hasta llegar a faltarle tan sólo un voto para lograr la mayoría requerida. En ese momento –ya tarde en la noche- el delegado inglés solicitó la suspensión de la votación hasta el día siguiente, dado lo tardío de la hora. No tuvo el delegado español suficientes reflejos para oponerse a esta propuesta, y el Presidente de la Comisión accedió al solicitado aplazamiento. Durante esa noche la diplomacia de Su Graciosa Majestad trabajó horas extras y, al día siguiente, el candidato británico superó en número de votos al Embajador español y resultó elegido juez.

No tengo datos suficientes de cómo se desarrollaron los hechos y de si la delegación española se opuso o no a la solicitud brasileña de aplazamiento, que era del todo ilegal, pues –según el Reglamento Interno de la FAO, como los reglamentos de las demás organizaciones internacionales- , una vez iniciada una votación no puede ser suspendida. Sería entrar en política-ficción preguntarse qué habría ocurrido si la votación no se hubiera interrumpido y se hubiera realizado en el momento adecuado. Siempre quedará el beneficio o el perjuicio de la duda. Quede claro, en cualquier caso, que la maniobra fue un golpe bajo, poco acorde con el prestigio de la diplomacia brasileña. Tenía un excelente candidato y es posible que hubiera conseguido la victoria sin necesidad de incurrir en ilegalidades procesales, pero…no ha habido “fair play”.

José Antonio de Yturriaga Barberán, Embajador de España