miércoles, 5 de febrero de 2014

Cuando Benedicto XVI vuelve a ser Joseph Ratzinger

CUANDO BENEDICTO XVI VUELVE A SER JOSEPH RATZINGER El pasado 11 de Febrero Benedicto XVI anunció que el día 28 dejaría de ser Papa. ”Ha llegado la hora en que mis fuerzas, debido a mi avanzada edad, no se adecuan más tiempo al ejercicio de mi Ministerio. Con toda libertad declaro que renuncio al Ministerio de Obispo de Roma y sucesor de San Pedro”. La inesperada noticia recorrió el orbe entre la generalizada sorpresa. Según manifestó el Cardenal Julián Herranz, le había sorprendido la radical novedad de la decisión de Benedicto XVI de renunciar al pontificado en perfectas condiciones mentales, que no tenía precedentes en la historia de la Iglesia, pues la de Celestino V fue bien distinta. Reconocer sus límites humanos ante la opinión publica mundial es un gesto de amor a la Iglesia, inmersa en un mundo en plena transformación y sacudido por cuestiones trascendentales para la fe, y el Papa siente que no tiene el pulso firme para llevar el timón.. Sacerdote, teólogo, profesor, obispo y cardenal Me viene a la mente la composición de mi sobrino José Pablo Serrano “Réquiem por un vivo” a la hora de hacer el elogio de alguien que deja la escena pública al renunciar al papado, pero sigue existiendo como persona privada. Nacido en 1927 en Marktl-am-Inn, fue ordenado sacerdote en 1951. Accedió en 1959 a la cátedra de Teología de la Universidad de Bonn e impartió su enseñanza en las aulas de las de Münster, Tübingen y Ratisbona. Fue influido por colegas aperturistas –como Henri de Lubac, Yves Congar o Karl Rahner- y por teólogos protestantes liberales –como Oscar Cullmamn, Kart Barth o Dietrich Bonhoffer-. Ha escrito libros como “Introducción al cristianismo”, “Sal de la tierra”, “Ser cristiano en la era neopagana”, “Fe, verdad y tolerancia” o “Teoría de los principios teológicos”. En 1962 participó activamente en el Concilio Vaticano II como asesor del Cardenal Josef Frings, y fue nombrado Arzobispo de Munich y Cardenal en 1977 y Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe en 1981, obteniendo la venia de Juan Pablo II para seguir con sus actividades de investigación y enseñanza. Desde ese puesto defendió con intensidad e inteligencia los principios básicos de la Iglesia frente a la creciente ola de relativismo, lo que le valió la calificación descalificadota de “Gran Inquisidor” o de “Rotweiler de la Fe”. Ha mostrado, sin embargo, un talante abierto, que le ha permitido dialogar con intelectuales como Umberto Eco o Jürgen Habermas. En su libro-entrevista “Luz del mundo”, Peter Seewald ha afirmado que jamás le ha oído lamentarse o proferir palabras o comentarios negativos sobre otras personas. Le tocó combatir la inadecuada identificación del compromiso social cristiano con las estructuras del poder revolucionario que estaban surgiendo en América Latina y condenar las manifestaciones más exacerbadas de la “Teología de la Liberación” influidas por el marxismo. Por ello tuvo que a sancionar a teólogos contestatarios como Leonardo Boff, Gustavo Gutierrez o Jon Sobrino. Pontificado breve, pero fecundo Persona de la total confianza de Juan Pablo II, le sucedió en 2005 como continuador de su obra, pese a tener 78 años. Eligió el nombre de Benedicto XVI en homenaje a Benedicto XV –profeta de la paz que había actuado con valentía para tratar de evitar la I Guerra Mundial- y en recuerdo de la figura de San Benito, principal evangelizador de Europa y fundamento de las irrenunciables raíces cristianas de su civilización y cultura. Fijó como unos de sus objetivos primordiales la lucha contra el relativismo de una sociedad neopagana marcada por la idolatría del dinero, del placer y del poder, en la que la persona está cada vez más aislada y desorientada, y la sociedad carece de valores humanos consistentes. Como ha observado Pedro J. Ramírez, el Papa ha planteado un desafío intelectual a nuestro relativismo, invitándonos a jugar dos partidas simultáneas y dándonos a elegir entre el tablero de la razón y el de la fe. Para Benedicto XVI la verdad no es un punto de llegada, sino una llamada a la búsqueda sincera, donde la razón pueda desplegar todas sus energías sin diluirla ni transformarla en mera invención subjetiva. Si se renuncia a la verdad acerca del hombre –el lema de su papado ha sido “cooperadores de la verdad”-, se renuncia a su libertad. Hay verdades absolutas y, sin ellas, la Iglesia no tendría razón de existir. El Cardenal Herranz ha destacado que el Papa ha encarnado la doble dimensión del Buen Pastor: dar a conocer a Cristo –como con su trilogía sobre “Jesús de Nazaret”, con la que aspira a “ayudar a muchas personas en su camino hacía Jesús”- y enseñar a los cristianos a vivir responsablemente en una sociedad descristianizada. A ello ha contribuido con tres espléndidas encíclicas:”Deus caritas est”-en la que sitúa el amor en el centro de la existencia-, “Spe salvi” –donde exalta la virtud de la esperanza- y “Caritas in veritate” –en la que aplica las enseñanzas de sus dos predecesores a los grandes temas sociales del mundo y preconiza una justa distribución de la riqueza-. Generoso acto de renuncia al papado Ha tenido que hacer frente a graves problemas, que ha tratado de resolver con puño firme y guante de seda –“fortiter in re, suaviter in modo “-. Tras los escándalos de los abusos sexuales, destituyó y sancionó al fundador de los “Legionarios de Cristo” Marcial Maciel, forzó la dimisión de 50 obispos, pidió perdón a las víctimas y modificó las normas canónicas para evitar que volvieran a producirse. Dictó el “motu proprio” sobre “Prevención y lucha contra las actividades ilegales en el campo financiero y monetario” para limpiar el banco vaticano Instituto de Obras para la Religión -desprestigiado tras la quiebra del Banco Ambrosiano- y conseguir la homologación con las normas de la UE sobre blanqueo de capitales. Condenó sin paliativos la intervención aliada en Irak y prestó su mediación en diversas crisis internacionales. Ha intentado sanear el ectoplasma de la Curia, pero ha sido incapaz de poner coto a las luchas por el poder, como se ha puesto de manifiesto con la filtración de documentos secretos por su entorno más cercano. Son muchos los que mantienen que por culpa de ésta se ha producido la renuncia de Benedicto XVI, quien se habría auto-inmolado para acabar con las divisiones fratricidas y facilitar la labor unificadora de su sucesor. No quiero entrar en elucubraciones y cábalas, y me quedo con su palabra:”Soy muy consciente de la gravedad de mi acto, pero también soy consciente de no ser ya capaz de llevar a cabo el Ministerio de San Pedro con la fuerza que requiere”. Su acto de valentía, humanidad, humildad, generosidad y amor a la Iglesia no ha sido bien comprendido por todos. Así, el Cardenal Stanislas Dzwisz –ex-Secretario de Juan Pablo II- lo ha criticado implícitamente al afirmar que éste asumió su Calvario y nunca tuvo la tentación de bajarse de la Cruz. No es justa esta apreciación, pues las posturas de uno y otro Papa reflejan distintas sensibilidades y las dos son igualmente legítimas, pues la Iglesia necesita tanto de mártires como de confesores. El de Benedicto XVI ha sido un gesto revolucionario, que ha roto reglas seculares y que –al desmitificar la dimensión sobrehumana del papado- puede facilitar la evolución de la Iglesia en cuestiones transcendentales pero no dogmáticas, como el control de la natalidad, el trato a los separados, el celibato eclesiástico o la ordenación de la mujer. Según el hipercrítico Hans Küng, es una decisión respetable que abre la puerta a la renovación de la Iglesia. Para Eugenio Scalfari, supone una redistribución de poderes, en la que –al disminuir los del Papa y aumentar los de los Obispos, en el espíritu de colegialidad consagrado en el Vaticano II- podría ayudar a resolver el cisma entre cristianos. Benedicto XVI hace mutis por el foro itálico, de puntillas y sin hacer ruido, para “subir al monte” y ocultarse del mundo, aunque siga unido a él por la oración. ¡Gracias, muchas gracias, Santo Padre!. “Requiescat in pace, Benedictus XVI” y descanse en paz Joseph Ratzinger, aunque en vida y por muchos años. Madrid, 28-II-2013

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