sábado, 7 de marzo de 2015

Divorcio entre Rusia y Occidente

DIVORCIO ENTRE RUSIA Y OCCIDENTE El conflicto armado en el Este de Ucrania provocado por los insurgentes pro-rusos sigue su curso con la connivencia menos intensa de Rusia, lo que ha permitido el avance de las tropas ucranianas hacia los cercados bastiones de Donestsk y Lugansk. Según Michael Ignatieff, la batalla de Ucrania es un ejemplo de lucha entre libertad y autoritarismo, por lo que la defensa de la libertad ucraniana es esencial. No es una guerra local sino global, porque los países están profundamente integrados en la economía global. Para el ex-Comandante de la OTAN, James Stavridis, no se trata de una guerra civil, sino de una insurgencia financiada, entrenada y apoyada desde el otro lado de la frontera, pues es Rusia la que mueve los hilos. Si dejase de proporcionarle financiación, armamento, inteligencia y hombres, la insurgencia se colapsaría al instante. A juicio de Francisco Ruiz González, las principales implicaciones de la crisis de Ucrania son la modificación de las fronteras europeas, la caída al nivel más bajo de las relaciones entre la Federación y Occidente y la potenciación de la OTAN en Europa. Alteración de las fronteras en Europa Hillary Clinton ha señalado que la Rusia de Vladimir Putin se halla congelada entre el pasado que no puede abandonar y el futuro que no consigue alcanzar. Putin –“homo sovieticus”, nostálgico de las pasadas glorias de la URSS- inició desde el comienzo de su mandato una política tendente a devolver a Rusia su status de gran potencia. Ante la presión ejercida por la OTAN con su intento de extensión hacia Georgia y Ucrania, Rusia ha conseguido fortalecer su esfera de influencia y excluir de su entorno inmediato –el “extranjero próximo”- la indeseada presencia occidental. Para ello no ha dudado en recurrir a la fuerza armada -de forma directa o indirecta- y a incumplir uno de los principios básicos de la Carta Magna de la Coexistencia Pacífica, el Acta de Helsinki de 1975: la inviolabilidad de las fronteras. Con la habilidad y minuciosidad propia de un cualificado miembro de la KGB, Putin planificó la insurrección de Crimea contra Ucrania y su ulterior incorporación a la Federación. Esta anexión le ha salido gratis pese a ir en contra de las más elementales normas del Derecho Internacional. Aunque la comunidad internacional no la haya aceptado formalmente, nada ha podido hacer para evitarla y es ya un hecho consumado e irreversible. Putin celebró la fiesta nacional rusa en Yalta en medio de un alarde de poderío aeronaval, reconoció con desfachatez la participación de tropas rusas en la conquista de la península y anunció la creación de un cuerpo especial para su defensa. Empeoramiento de las relaciones entre Rusia y Occidente Para Andrew Wilson, Putin no ha meditado suficientemente las consecuencias de sus acciones en Ucrania y, de ahí, que se le haya ido la mano en la zona oriental del país, en la que ha actuado de forma un tanto errática, amagando pero sin acabar de dar. La diferencia radica –en opinión del Secretario General del Consejo de Europa, Thornbujorn Jagland- en que, al contrario que en Crimea, la mayoría de su población desea seguir formando parte de Ucrania. Alentado por su éxito, Putin ha intentado desestabilizar Ucrania mediante su exigencia de federalizar el país y conceder amplias competencias a sus regiones rusófonas. Ahora bien, para no enfrentarse abiertamente a Occidente, ha seguido una táctica más sutil de intervención a través de terceros, los insurgentes pro-rusos, que –con el abierto apoyo militar, logístico, político y económico de Moscú- declararon la independencia de las regiones de Donetsk y Lugansk, y pidieron su incorporación a la madre patria. Ha dado hábilmente una de cal y otra de arena, cediendo en algunos puntos para frustración de sus protegidos. No admitió la legitimidad del Gobierno provisional y puso obstáculos a la celebración de las elecciones generales del 25 de Mayo, pero terminó por condonarlas y aceptar de mala gana la victoria de Petro Poroshenko. En una flagrante intromisión en la soberanía de Ucrania, ha exigido a su Gobierno que cese su ofensiva contra los rebeldes y abra negociaciones con los insurrectos en pie de igualdad, pero ha retirado del país las unidades regulares y solicitado al Consejo de la Federación que anule la autorización concedida para el envío de tropas a Ucrania. Ha respaldado la voluntad de las poblaciones de Donetsk y Lugansk de declararse soberanas, pero no ha reconocido validez institucional a su declaración de independencia. El punto culminante del conflicto se alcanzó el 17 de Julio con el derribo por un misil -lanzado al parecer por los insurgentes- de un avión comercial de Malaysia Airlines, que causó la muerte de las 298 personas a bordo. Como ha comentado Stavridis, la generalizada condena mundial debería convencer a Putin de que ha ido esta vez demasiado lejos y hacerle suspender su apoyo a los secesionistas. En la última reunión, el G-7 dio a Rusia- que no había sido invitada a asistir- un ultimátum para que dejara de apoyar a los rebeldes ucranianos y, ante su falta de respuesta satisfactoria, Estados Unidos y la UE adoptaron medidas sancionadoras de cierta entidad, dirigidas a prohibir la exportación de material militar y tecnología de doble uso e impedir la financiación internacional de los bancos rusos. La Federación ha tomado medidas de represalias al prohibir, a su vez, la importación de productos alimenticios procedentes de Occidente, iniciándose una pugna comercial que perjudicará a las dos partes. Rusia se encuentra en una posición cómoda porque cuenta con medios directos y efectivos de presión -especialmente en el ámbito energético- sobre Ucrania y sobre la UE, que no tiene una firme política común en el tema. No ha querido, sin embargo, tensar la cuerda más de la cuenta y ha desatendido la petición de ayuda directa a los rebeldes. Potenciación de la OTAN Las relaciones de cooperación entre la Rusia y la OTAN se debilitaron con la expansión de ésta hacia las fronteras rusas y alcanzó su máximo punto de fricción en 2009, cuando la invitación a Georgia y Ucrania provocó la invasión de aquélla y sanciones a ésta. Rusia consiguió que el Gobierno deYanukovich extendiera hasta 2042 el acuerdo de cesión de bases navales en Crimea, pero -para no dejar este bastión fundamental de su defensa al albur de los cambios políticos en Ucrania-, Putin optó por la vía más segura de la anexión de la península. Aunque la Federación y la OTAN dejaron de ser enemigos ideológicos siguen siendo adversarios estratégicos. Los miembros de la OTAN vecinos de Rusia se sienten amenazados y piden un mayor protagonismo de la Alianza, única opción de disuasión ante el expansionismo ruso. Como ha señalado el Ministro polaco de Defensa, Tomasz Siemoniak, la actuación de la Rusia en Ucrania ha dado una nueva razón de ser a la OTAN. Estados Unidos -que había minimizado su presencia militar en Europa- se ha visto forzado a aumentarla con el envío a Polonia de aviones F-16 y fuerzas de combate, y el refuerzo de la cooperación en materia de ciber-guerra, defensa aérea y operaciones de fuerzas especiales. Esta labor de disuasión, sin embargo, no puede extenderse a países que – como Ucrania- no son miembros de la Alianza. Como no cabe una solución militar, hay que encontrar una fórmula diplomática que sitúe a Ucrania, no como una “zona gris” de tensión, sino como un área neutral al margen de la OTAN y de los organismos de seguridad de Rusia. Conviene volver a la letra y al espíritu de la Declaración Rusia- OTAN, adoptada en Lisboa en 2010, que prevé su mutua asociación estratégica “para crear un espacio común de paz, seguridad y estabilidad”. Playa de Amposta, 26 de Agosto de 2014

No hay comentarios:

Publicar un comentario