martes, 28 de junio de 2016

Ni contigo ni sin ti tienen mis penas remedio

El pueblo británico ha optado por el Brexit

EL PUEBLO BRITÁNICO HA OPTADO POR EL “BREXIT”: ¿Y AHORA QUÉ? José Antonio de Yturriaga Barberán, Embajador de España El 23-J ha sido un día aciago para Europa. En mi artículo de la pasada semana afirmaba que cabía esperar que ese día se impusiera en Gran Bretaña el sentido común y el pragmatismo, pero desgraciadamente no ha sido así y el pueblo británico ha optado por desconectarse del continente y regresar a su espléndido aislamiento por 1.269.231 votos -51.9% por el SÍ frente a 48.1% por el NO al “Brexit”-. El 26-J se inauguró la ampliación del Canal de Panamá; tres días antes, se había iniciado la ampliación del Canal de la Mancha. La decisión de salir de la UE ha dejado al Reino Unido más desunido que nunca. Para entender el caos y la confusión creados por la votación, resulta revelador el texto de una carta a la familia de una sobrina inglesa de 12 años: “Estamos totalmente devastados por el voto para dejar la UE. Hoy en las noticias se ha dicho que muchas personas que votaron por la salida desearían cambiar su voto, porque habían votado como protesta contra el Gobierno. Otras también desearían cambia sus votos en pro de la permanencia, porque han sabido que el NHS no recibirá los 350 millones de libras prometidos por los partidarios del “Brexit”. Hay al parecer una petición para la celebración de un nuevo referéndum. Me hace sentirme mejor que la mayoría de los jóvenes votantes apoyaron la permanencia en la UE. Fueros los mayores –los que tienen más de 60 años- los que se pronunciaron por la salida. En mi clase en el colegio, sólo uno entre 30 está contento con el voto por la salida… Sería maravilloso si viviéramos en un mundo de fantasía y la Reina anulara la votación, ya que tiene poderes para hacerlo, pero mis padres dicen que es poco probable que la Reina vaya contra los deseos de su pueblo…”. En efecto, es harto improbable que la soberana intervenga, entre otras razones porque parece estar de acuerdo con la decisión popular. Un ciudadano, Oliver Healy, ha presentado un escrito en la Cámara de los Comunes solicitando la repetición del referéndum, porque no se había logrado un 75% de participación y el SÍ no había superado el 60% de los votos expresados, y su petición ha sido respaldada por más de tres millones de personas. El Parlamento tendrá que debatir sobre la propuesta, aunque no parece probable que la acepte, pese a que la mayoría de la Cámara sea partidaria de la permanencia, aunque sería posible, porque -como ha observado el profesor Andrew Blick- el Reino Unido carece de Constitución y el Parlamento puede hacer básicamente lo que quiera. Según el diputado laborista David Lanny, casi 500 miembros de la Cámara de los Comunes se han mostrado partidarios de la permanencia, está en nuestras manos parar esta locura y “tenemos poderes para convocar un segundo referéndum”. También el veterano lord conservador Michael Helseltine ha propuesto la creación de un grupo multipartidista que estudie la posibilidad de convocar un segundo referéndum. El Gobierno podría, en efecto, repetirlo como se hizo en Dinamarca y, en dos ocasiones en Irlanda. Asimismo podría hacer caso omiso a la decisión popular y no proponer la retirada de la UE porque –como ha señalado Lanny- el referéndum es consultivo y no vinculante. El Primer Ministro David Cameron, sin embargo, no está por la labor y ha reiterado que la decisión es irreversible y no hay vuelta atrás. También cabría que el Parlamento escocés negara su consentimiento a la salida de Escocia de la Unión, pues el Acta de Escocia de 1998 le reconoce la facultad de votar sobre medidas que afecten a la aplicación de las normas de la UE en su territorio, con lo que se plantearía un conflicto de competencias con el Parlamento británico que habría que dilucidar. El Parlamento de Irlanda del Norte goza de competencias similares. La situación se presenta, pues, muy abierta tanto, jurídica como políticamente. Responsables del fiasco y falaces argumentos en pro del ”Brexit” El principal responsable del fiasco ha sido Cameron, que, -por conveniencia propia y sin necesidad alguna- se ha metido en un cenagal del que ha sido incapaz de salir, y ha permitido que la inventora de la democracia parlamentaria haya sido cuestionada por la celebración de un controvertido referéndum populista. El bombero pirómano desencadenó irresponsablemente unas fuerzas que se han llevado por delante a él, a su Partido, al Reino Unido y a la UE. Desautorizado por su pueblo, ha anunciado que dimitirá en Octubre, aunque debería haberlo hecho ya si hubiera tenido un mínimo de dignidad política. El Partido Conservador está escindido en dos mitades –europeista y euroescéptica- que serán difíciles de conciliar. El país también ha quedado partido por la mitad: Territorialmente –Inglaterra y Gales v/ Escocia, Irlanda del Norte y Londres-, geográficamente -campo v/ciudad-, generacionalmente –viejos v/jóvenes- y culturalmente –menos educados v/más educados-. La UE ha quedado en estado de “shock” y visto gravemente afectados su estructura, sus objetivos y su futuro. El pueblo británico es muy libre de “tirarse un tiro en el pie”, pero no es justo que también dispare sobre los demás miembros de la Unión. Por otra parte –como ha observado José Piqué-, el aventurismo irresponsable de Cameron ha puesto en cuestión la cohesión nacional. Con su política suicida, ha provocado el enfrentamiento de las distintas naciones del Reino Unido, lo que podría acarrear gravísimas consecuencias, pues, mientras Inglaterra -53.4%- y Gales -52.5%- han votado a favor del “Brexit”, Escocia -38%- e Irlanda del Norte -44.2%- han votado en contra. Alex Salmond ha manifestado que Escocia quiere seguir en Europa y su sucesora, la Primer Ministro Nicola Surgeon, ha abierto la puerta a un segundo referéndum sobre la independencia del país. El Viceprimer Ministro de Irlanda del Norte, Martin McGuinness, ha esbozado la posibilidad de un escisión del territorio de la Gran Bretaña para impedir que se levante de nuevo una frontera entre las dos Irlandas. Sería más problemático que en el caso de Escocia, aunque no imposible hipotéticamente, mediante algún tipo de Confederación bajo el paraguas de la UE. En cualquier caso, podrían reactivarse los enfrentamientos sectarios entre los protestantes pro-británicos y los católicos favorables a la reunificación de la isla, difícilmente superados tras el Acuerdo del Viernes Santo de 1998. También han contribuido, por activa o por pasiva, el ex-Alcalde londinense Boris Johnson, el Presidente de UKIP Nigel Farage y el líder laborista Jeremy Corbyn. En su afán por postularse como candidato a la presidencia del PC y del Gobierno, Johnson ha traicionado a su jefe e impulsado una política contraria a la establecida por el Gobierno, con la complicidad de cinco miembros del mismo. Cameron permitió que siguieran en sus puestos y apoyaran desde dentro del Gabinete una política antigubernamental. Farage ha presionado durante años para que se celebrara un referéndum sobre la salida de Gran Bretaña de la UE y ha encabezado la principal campaña en favor del “Leave”. Corbyn, euroescéptico confeso, se ha tenido que alinear con la posición europeísta de su partido, pero lo ha hecho de forma tibia y no ha movilizado al laborismo en pro de la permanencia. Pero, por encima de todo, hay que responsabilizar a una mayoría del pueblo británico que ha votado libremente por la salida, aunque de forma poco consciente y sin suficiente conocimiento de causa. Como señaló Conan Doyle –a través de su genial personaje Sherlock Holmes- se empieza por deformar los hechos para acercarlos a las teorías y se acaba por encajar las teorías en los hechos. Esto es lo que –en opinión de Pedro G. Cuartango- ha ocurrido en el Reino Unido, donde la mayoría de sus ciudadanos ha votado sin conocer los hechos y en base a un estereotipo de la UE muy alejado de la realidad. Es sintomático que, un día después a la votación, las consultas más numerosas recibidas en Google versaran sobre “¿qué es la UE?” y sobre “¿cuáles serán las consecuencias del Brexit?”. Buenas preguntas a plantear el día antes y no el día después de la votación. Ello pone de manifiesto la irracionalidad del proceso, la mala fe de los promotores de la salida y la incompetencia de los opositores a la misma. Como afirmó William Yeats,”los mejores carecen de convicciones y los peores están cargados de apasionada intensidad”. Los principales argumentos esgrimidos en pro del “Brexit” –a cual más falaces y carentes de rigor-se han basado en la pérdida de soberanía por la intromisión de la UE, el descontrol de la emigración, el aumento de la inseguridad y el empeoramiento de las condiciones económicas. 1) Según Johnson, la soberanía británica se ha visto gravemente erosionada por la UE, que peca de exceso legislativo y activismo judicial. Se ha convertido en un proyecto político regido por la supranacionalidad que escapa al control democrático. Ha ignorado a sabiendas que los órganos co-legislativos son el Consejo -formado por los Estados miembros que pueden recurrir al veto a la adopción de normas, del que ha usado y abusado con frecuencia el Reino Unido- y el Parlamento Europeo democráticamente elegidos. 2) Afirmar que la inmigración disminuiría con la salida ha sido uno de los grandes señuelos mendaces de los defensores del “Brexit”. Gran Bretaña no es parte en el Acuerdo de Schengen y no ha aceptado la libertad de movimiento de personas en el marco de la UE. Tan sólo tiene que acoger a los nacionales de los demás Estados miembros, al igual que éstos deberán hacerlo con los británicos –sólo en España residen unos 350.000 jubilados de esta nacionalidad, que se benefician de los servicios públicos españoles-. La gran mayoría de los inmigrantes proceden de los Estados que fueron territorios británicos, por lo que la salida de las UE no provocaría el cese de ese flujo. Gran Bretaña no ha admitido ni a un solo refugiado como consecuencia de la política migratoria de la Unión. 3) El Reino Unido nunca ha cedido a la UE el control de sus fronteras, por lo que su abandono no afectará en absoluto al mismo, ni mejorará la seguridad del país. Antes al contrario, su salida lo hará más vulnerable e inseguro pues, en un mundo globalizado, su capacidad de lucha contra el terrorismo, la delincuencia internacional y la inmigración ilegal se verá adversamente afectada por el aislamiento, ya que necesita la cooperación de todos los países, especialmente de los de su entorno. 4) Gran Bretaña se quejó desde el principio de aportar a la UE más de lo que de ella recibía, pero –amén de no cuantificar importantes beneficios no reflejados en los presupuestos- se ha lucrado con el “cheque británico”, por el que todos sus socios la subvencionan financieramente. Jonson y Farage mantuvieron que el “Brexit” liberaría importantes recursos que permitirían al Gobierno británico aportar 350 millones de libras semanales a la sanidad pública (NHS), pero, tras la celebración del referéndum, han reconocido con desfachatez que sus cálculos eran erróneos y sus promesas irrealizables. La salida va a suponer cuantiosas pérdidas económicas para el Reino Unido, pero también para la UE y la comunidad internacional en general, como se ha puesto de manifiesto con el desplome de las bolsas el día siguiente a la votación: 13.46% en Grecia, 12.48% en Italia, 12.35% en España, 8.04% en Francia, 6.82% en Alemania y…sólo 3.15% en Gran Bretaña. Formalización del abandono de la UE El referéndum es por ahora un acto político interno sin relevancia internacional. Hasta que Gran Bretaña no solicite formalmente su salida de la UE no se iniciará el proceso de separación previsto en el Tratado de Lisboa de 2007. Según su artículo 50, el Estado que pretenda separarse deberá notificarlo al Consejo Europeo y la Unión concluirá con él un acuerdo que recoja los términos de su retirada, que deberá ser aprobado por el Consejo por mayoría cualificada -55% de los miembros y 65% de la población-, previo consentimiento del Parlamento Europeo. El artículo es vago e impreciso en cuanto al procedimiento de salida, limitándose a fijar un plazo máximo para su negociación de dos años, ampliable a otros dos. Mientras no entre en vigor el acuerdo no cesará de aplicarse al Reino Unido la normativa comunitaria. Cameron se ha tomado tiempo hasta Octubre para pasar el muerto a su sucesor y tratar de mejorar la posición negociadora de Gran Bretaña. En el ínterin, seguirá siendo miembro de pleno derecho de la UE. Ésta desearía que las negociaciones se iniciaran cuanto antes para limitar la incertidumbre y el efecto contagio –partidos euroescépticos de Francia, Italia, Países Bajos, Dinamarca y Alemania ya han reclamado la celebración de similares referendos de salida-, pero el proceso no se iniciará hasta que no se produzca la solicitud británica, para lo que no hay plazo, e incluso podría no producirse. La UE ha de enfrentarse con determinación a la situación creada por la deserción del Reino Unido para acabar cuanto antes con lo incertidumbre –fatal para los mercados financieros-, tomar las medidas necesarias para paliar las sobredimensionadas consecuencias económicas y financieras, y frenar el contagio del precedente británico, a cuyos efectos ha creado la correspondiente “task force”.Es fundamental enviar mensajes claros de que la UE controla la situación y no existe vacío legal. A par, debe reflexionar y examinar lo que se ha hecho mal para tratar de corregirlo y prestar mayor atención a las necesidades reales de los ciudadanos europeos. La auto-exclusión de Gran Bretaña mejorará el enrarecido ambiente y permitirá reconstruir la unidad y la cohesión interna de la UE y relanzar el proceso de integración completando la unión monetaria, bancaria, fiscal, financiera y económica, incluida la mutualización de la deuda. Habrá que focalizarlo en torno a un núcleo duro en un régimen de dos o más velocidades y establecer en su derredor círculos concéntricos en los que encuentren acomodo los socios menos interesados en el proceso de integración. El inicio de la negociación del acuerdo de retirada está supeditado a la presentación formal de petición de la misma por parte del Gobierno británico y no se producirá con antelación a dicha presentación. Los Presidentes de las principales instituciones comunitarias y el Parlamento Europeo le han pedido que la presente lo antes posible para no prolongar innecesariamente la situación de incertidumbre. La negociación será larga y compleja porque –como ha señalado Jean-Claude Piris- hay que decidir sobre complicadas disposiciones jurídicas y precisar los derechos y obligaciones de Estados, empresas e individuos. Juncker ha dicho que difícilmente puede haber un divorcio amistoso cuando nunca ha habido historia de amor. Gran Bretaña entró de mala gana en la CEE y pretendió imponer su concepción de la institución de forma poco constructiva mediante la confrontación. No obstante, creo que se debería buscar una solución justa, rápida y la más amistosa posible. Mas, la Unión debe ser muy firme con Gran Bretaña ante el gran daño que frívolamente le está causando, no concederle privilegio alguno que no esté basado en la reciprocidad y tratarla de forma no privilegiada como a cualquier otro Estado extra-comunitario. Como dijo el Cónsul Escipio a los asesinos de Viriato, ¡“Roma no paga traidores!”. Madrid, 27 de Junio de 2016

Consecuencias nocivas del Brexit para la UE y Gran Bretaña

CONSECUENCIAS NOCIVAS DEL BREXIT PARA LA UE Y GRAN BRETAÑA José Antonio de Yturriaga Barberán, Embajador de España (21-VI-2016) Aunque Winston Churchill fue el primer ideólogo y visionario de una Europa Unida, Gran Bretaña no se sumó al inicio del proceso de integración europea. Churchill se debatió entre su deseo de dar continuidad al Imperio Británico y su percepción de la necesidad de una Europa unida, y de ahí su ambigüedad en el momento de su gestación. No veía al Reino Unido en Europa, pese a ser partidario de su integración en el nuevo ente “in fieri”, porque temía el excesivo federalismo y la aspiración supranacional de los padres fundadores y la incidencia adversa en la Commonwealth y en sus lazos especiales con Estados Unidos. Por ello, decidió no unirse en 1951 a la Comisión Europea del Carbón y del Acero. Puso de manifiesto sus dudas hamletianas al afirmar: ”Estamos en Europa, pero no somos Europa. Estamos vinculados, pero no atados”. Reflejaba así el excepcionalismo británico y su autonomía respecto a Europa, que le daban derecho a un tratamiento especial. Cuando vio que el modelo limitado de la CECA se ampliaba en 1957 a toda la economía con la creación de la Comunidad Económica Europea, el Reino Unido se preocupó y, para contrarrestar a la CEE, constituyó la Asociación Europea de Libre Comercio en 1960. Su intento tuvo escaso éxito y Gran Bretaña dejó tirada a la EFTA y solicitó su ingreso en la Comunidad con el fin de frenar desde dentro el proceso que no había podido controlar desde fuera. Charles De Gaulle le pasó factura y la tuvo una temporada en la “dog house”, hasta que finalmente dio la venia para su ingreso en 1973. Diferencias entre España y Gran Bretaña con respecto a la UE La incorporación de España a la CEE fue asimismo laboriosa a pesar de su vocación europeísta, aunque por razones diferentes. Era el “quiero pero no puedo”, frente al “puedo pero no quiero” del Reino Unido. En 1962 solicitó la admisión, pero fue ignorada por la Comunidad por razones políticas y tuvo que esperar cinco años para el inicio de las negociaciones, de las que se excluyó la posibilidad de adhesión e incluso de asociación –que sí sería concedida a Grecia y a Turquía- y sólo logró firmar un Acuerdo Comercial en 1970. Tras el restablecimiento de la democracia en 1977, España reiteró su solicitud y –pese a haber superado los obstáculos políticos- el Tratado de Adhesión no se firmó hasta 1985 y España ingresó en 1986. Aunque las condiciones para la entrada fueron leoninas, España ha sido ampliamente beneficiada de su ingreso, tanto en el plano económico como en el político. Como afirmó Pedro Solbes, la adhesión de España a la CEE “ha reforzado nuestro anclaje en las instituciones occidentales, ha reactivado toda nuestra estructura social, administrativa y económica, obligando a su modernización, y ha presentado un desafío y un estímulo para los políticos y la población”. Favoreció la consolidación de la democracia en el país. El Reino Unido y España se encuentran en distinta longitud de onda, pues mientras ésta ha sido hasta ahora un socio convencido y apoyado el proceso de integración, aquél se ha mostrado como un socio reticente que ha pretendido limitar la UE a una simple unión comercial y actuado en ocasiones como un auténtico caballo de Troya en el seno de la Unión para dificultar desde dentro los intentos en pro de una mayor integración. Gran Bretaña ha sido fiel cumplidora de las obligaciones impuestas por los tratados constitutivos en lo relativo al mercado único y a las políticas comunes, pero ha supuesto un obstáculo permanente para el avance del proceso integrador en otros ámbitos y, para diluirlo, propugnó la ampliación de la CEE hasta los 28 miembros actuales de la UE Cuando no lograba pararlo, recurría a la cláusula de “opting-out” que le permitía zafarse de sus obligaciones, como en el caso de la libertad de movimiento de personas establecida en el Acuerdo de Schengen o de la Unión Monetaria Europea y la adopción del euro como moneda común. Consiguió en 1992 que del Tratado de Maastricht se suprimieran los calificativos “federal” y “legislativo” con respecto al carácter de la UE y de sus actos. Luchó contra el Tratado de 2004 sobre una Constitución para Europa y consiguió que fuera sustituido por el más descafeinado de Lisboa de 2007, cuya aspiración de “lograr una unión cada vez más estrecha en Europa” no aceptó e introdujo en su texto algunas cláusulas que consagraban su excepcionalidad. El Gobierno británico se excluyó en 2012 del Pacto para la Austeridad, la Coordinación y la Gobernanza, y forzó una disminución de los presupuestos de la UE, pese al incremento de sus gastos por el aumento de sus miembros. David Cameron se jactó de haber ido más allá que Margaret Thatcher, pues había logrado recortar el presupuesto europeo y vetar tratados. Anunció por sorpresa la convocatoria de un referéndum para que el pueblo decidiera si Gran Bretaña debería salir o no de la UE (“Brexit”), que se celebrará el próximo 23 de Junio. Acuerdo entre Gran Bretaña y la UE Cameron celebró negociaciones con la Comisión Europea en las que exigió la desaceleración del proceso integrador, la renacionalización de competencias ya cedidas, la limitación de la libertad de movimiento de personas, la reducción de los derechos reconocidos a los trabajadores de otros Estados miembros, el fortalecimiento de las cláusulas de “opting-out”, la no discriminación de sus empresas y la preservación del privilegiado estatuto financiero de la City de Londres. Consciente de las graves consecuencia que tendría el “Brexit “, la UE ha cedido parcialmente ante el órdago británico y alcanzado un acuerdo, con el que -como ha observado Francisco Sosa- los Estados miembros han consentido que el egoísmo de un país y sus paranoias se impongan a conquistas capitales de los ciudadanos europeos. Sólo ha conseguido en parte la garantía de continuidad del protagonismo financiero de la City y de trato igual a las empresas de los Estados que no acepten el euro, al imponer una cláusula de salvaguardia a invocar cuando estimare que una decisión financiera o regulatoria de la UE fuera muy perjudicial para sus intereses, pero su redacción es imprecisa y se presta a diversidad de interpretaciones. Ha salido airoso al lograr que se reconozca que el compromiso de procurar “una unión cada vez más estrecha” no se aplicará a Gran Bretaña, mas -como ha observado Araceli Mangas- no cabe la exoneración de un compromiso que no supone “per se” una mayor integración en el seno de la UE, pues. se trata de una declaración de principio que, para ser llevada a cabo, necesitará la modificación de los tratados, lo que requerirá la aceptación de todos los Estados miembros. El Acuerdo no entrará en vigor hasta que Gran Bretaña haya confirmado su permanencia en la Unión. La confección de un traje a la medida británica supone la consagración de un régimen excepcional que rompe la unidad y la cohesión interna de la UE, y dificultará el proceso de integración. Sin embargo, no hace más que constatar una situación de hecho: el régimen especial que se ha auto-concedido el Reino Unido con su reiterado recurso a la cláusula “opting out”, y que ha sido tolerado por los demás miembros. Como en la fábula orwelliana, todos los “pigs” son iguales, pero algunos son más cerdos que otros. El principal inconveniente es el posible efecto mimético del precedente, que puede llevar a otros Estados miembros a pedir un trato similar. Con ello se legaliza la situación fáctica de una Unión a dos o más velocidades. Como las consecuencias del “Brexit” podrían ser más graves, lo socios han aceptado al Acuerdo como un mal menor. Habrá que ver si estas concesiones favorecerán el voto afirmativo del pueblo británico a la permanencia en la institución, lo que no es del todo seguro. Al final, el voto se definirá en una movilización emocional entre el ser y el no ser del Reino Unido y su acomodo en Europa. Según Herry Kamen, Gran Bretaña ha dejado de ser una isla al estar unida a Europa por todos los medios posibles y los votantes tendrán que decidir si van a ganar algo tratando de ajustar el reloj 40 años hacia atrás. Previsibles consecuencias negativas del Brexit Cameron ha cometido un grave error al convocar el referéndum y dado muestras de egoísmo e irresponsabilidad al poner a la UE contra las cuerdas. El recurso de las democracias parlamentarias a los referendos es poco ortodoxo, pues las decisiones sobre los temas importantes deben ser adoptadas por el Gobierno y por el Parlamento. Pasar al pueblo la “patata caliente” de decidir sobre cuestiones complejas y delicadas es un acto demagógico y populista más propio de los regímenes autocráticos. El principal objetivo de Cameron ha sido neutralizar la creciente presión del Partido de la Independencia del Reino Unido, del sector más antieuropeo de su partido y del euro-escepticismo de buena parte de la opinión pública británica, y chantajear a la UE para que aceptara sus reivindicaciones sobre un régimen especial, pero ha incurrido en un error de cálculo al actuar de aprendiz de brujo, pues –para salvar su pellejo político- ha desencadenado unas fuerzas que podrían llevarse por delante a él mismo, a su partido, al Reino Unido y a la UE. Como ha observado Enrique Barón,el euroescepticismo es como el colesterol, que puede ser malo o bueno y hay que buscar un adecuado equilibrio. Cameron ha promovido el euroescepticismo malo al haber lanzado una acerba campaña de desprestigio de las instituciones de la UE y ahora carece de credibilidad y no está en condiciones de hacer una defensa convincente de la necesidad de que Gran Bretaña permanezca en la Unión, lo que le ha provocado un “estado de pánico”. Tampoco le está ayudando el líder laborista Jeremy Corbin, que en 1975 votó contra la permanencia del Reino Unido en la CEE. En cambio, los antiguos dirigentes Tony Blair, Gordon Brown y Neil Kinnock han llamado a rebato para que el laborismo apoye el SÍ, y a ellos se ha unido el nuevo Alcalde de Londres, el anglo-paquistaní Sadik Khan, que en vísperas del referéndum celebrará un debate con su predecesor Boris Johnson, principal adalid del Brexit. La cuestión de la pertenencia a la UE se está abordando de forma más visceral que racional, explotando los euro-escépticos el sentimiento atávico de independencia, superioridad y especificidad de los británicos. Se vaticina una considerable abstención, especialmente entre los jóvenes -que son los más proclives a continuar en la Unión-, a lo que pueden contribuir las dificultades técnicas para registrarse y el inicio un día antes del referéndum del Festival de Glastonbury, al que asistirán unos 200.000 jóvenes. Las fuerzas están igualadas y existe un empate técnico, aunque las últimas encuestas de You Gov e ICM dan una leve ventaja al NO, pero la situación es muy fluida, hay numerosos electores indecisos y cabe esperar que al final se impongan el sentido común y el pragmatismo. Las consecuencias del Brexit serían nocivas para la UE, pero lo serían aún más para Gran Bretaña, que –amén de las desastrosas consecuencias económicas a corto plazo- podría provocar la independencia de Escocia y poner en peligro la paz en Irlanda del Norte. No hay que dramatizar en exceso la situación, pues no supondría el fin de la UE y acaso venga a cuento el adagio de “a enemigo que huye, puente de plata”. Para superar la crisis necesita ésta más Europa en vez de menos, como pretende el Reino Unido, pues –como ha recordado Barack Obama- es un proyecto, “un camino que cobra sentido según se construye” y el Reino Unido “estará en su mejor posición ayudando a liderar una fuerte UE”. No obstante, cualquiera que sea el resultado del referéndum, no quedará resuelta la cuestión de las relaciones de la Unión con Gran Bretaña, que seguirá siendo una china en el zapato comunitario. Viene a mi mente la popular coplilla andaluza:´”Ni contigo ni sin ti, tienen mis penas remedio. Contigo por que me matas y sin ti porque me muero”.

lunes, 6 de junio de 2016

El mito de la victoria inglesa sobre la Gran Armada y sus repercusiones en Irlanda

EL MITO DE LA VICTORIA INGLESA SOBRE LA GRAN ARMADA Y SUS REPERCUSIONES EN IRLANDA (6-VI-2015) El Instituto Cervantes de Dublín ha celebrado unas jornadas bajo el título “Rememorando la Armada a su paso por Irlanda”, en la que han intervenido Leoncio González de Gregorio y Álvarez de Toledo, Duque de Medina Sidonia –descendiente del Comandante en Jefe de la expedición- y el profesor de UCD Declan Downey. Al mismo tiempo, Radio Nacional de España ha realizado un programa especial titulado “No es un día cualquiera”, presentado por Pepa Fernández. El evento trae a mi memoria la serie de actividades que la Embajada de España en Irlanda y su Instituto de Cultura realizaron en 1988 con motivo de la celebración del IV Centenario de la Gran Armada. Conmemoración en Irlanda del IV Centenario de la Gran Armada A finales de 1987 me encontré en mi puesto de Embajador en Dublín con este aniversario, cuya celebración estaba siendo cuidadosamente organizada por Gran Bretaña y por Irlanda, que había establecido una Comisión Conmemorativa al efecto. Con este motivo, historiadores británicos investigaron a fondo el acontecimiento y –quizás por primera vez- se llevó a cabo un estudio objetivo que acabó con muchos de los mitos y estereotipos creados por la “agit-prop” inglesa y la leyenda negra alentada por Antonio Pérez y los exilados españoles detractores de Felipe II. Fueron éstos los que calificaron mordazmente la Armada de “Invencible”, cuando su título oficial era el de “Grande y Felicísima Armada”, aunque al final no resultara tan feliz. España también creó un Grupo de Investigación en torno al Instituto de Historia y Cultura Naval, que recopiló y publicó documentos reveladores, algunos de ellos inéditos. El Gobierno español decidió –a mi juicio erróneamente- no conmemorar el Centenario, ni colaborar al respecto con el Gobierno británico y dio instrucciones a su Embajador en Londres para que mantuviera la Embajada al margen. Por mi parte, traté de convencer al Ministerio de Asuntos Exteriores para que permitiera a la Embajada en Dublín cooperar con la Comisión Conmemorativa Irlandesa, argumentando lo siguiente: Irlanda era bien distinta de Inglaterra y -al contrario que ésta- se había comportado relativamente bien con los supervivientes de la Armada; “les absents ont tojours tort” y, si España no ofrecía su versión de lo ocurrido, la opinión pública irlandesa sólo conocería la versión inglesa; convenía explotar el sentimiento antibritánico de la mayor parte del pueblo irlandés; se debía de informar a la opinión pública de la importante ayuda que España prestó a Irlanda frente al país ocupante; no se trataría tanto de una “celebración” –dado que había poco que celebrar-, como de la “conmemoración” de un hecho relevante para la Historia de Europa…Eran argumentos de peso que dieron su fruto y el Ministerio me dio el “placet” para actuar, aunque me exhortó a ser cauto. El Instituto Cultural se incorporó a la Comisión Conmemorativa y la Embajada colaboró en las actividades organizadas por las entidades públicas y privadas, al par que realizó sus propios actos conmemorativos de la efeméride. En Julio organizó una Semana Marítima Española, cuyos platos de resistencia fueron la celebración en el Museo Cívico de Dublín de una exposición sobre “La Marina Española a finales del siglo XVI y relaciones hispano-irlandesas” y la presencia en la capital del buque-escuela “Juan Sebastián Elcano”. La exposición –que se puso llevar a cabo gracias a la colaboración del Museo Naval de Madrid, del Archivo de Simancas y del Museo Nacional de Irlanda- se exhibió posteriormente en Limerick, Galway y Sligo, así como –en una versión reducida- en los pueblos de Ballyferriter, Banagher y Dun Chaoin. El buque-escuela fue el centro de la actividad cultural y social de las Jornadas. A bordo se celebraron una mesa redonda sobre “La Gran Armada”, un concierto de música española del siglo XVI por parte del grupo “Taller Ziryab” y una gran recepción a la que asistió el “todo Dublín”. El curso universitario de verano de la “Cuman Merriman School” estuvo monográficamente dedicado a “Irlanda y España” y en el participaron personalidades como Hugo O’Donnell, Peter Sutherland, Dermoth Keogh, el Embajador irlandés en España, Geraoid O’Cleirigh y yo mismo, que pronuncié el discurso de clausura. En Septiembre, coincidiendo con el aniversario de los naufragios, se realizaron numerosas actividades, entre las que cabe destacar la inauguración en Stredagh por el Presidente de la República, Patrick Hillery, de un monumento en memoria de las víctimas de las naos “Lavia”, “Juliana” y “Santa María de Visión”. Asimismo se inauguraron monumentos similares en recuerdo de los náufragos de la “Trinidad Valencera” en Kinagoe Bay y de la “Santa María de la Rosa” en Dun Chaoin, así como en el Cementerio de Galway, donde estaban enterrados los 300 tripulantes de los buques “Falcón Blanco Mediano” y “Concepción Cano“. Se estrenaron sendas cantatas inspiradas en la crónica del Capitán Francisco de Cuellar, con música de Seoirse Bodley –“Carta Irlandesa”- y de Michael O’Suilleabhain –“Noches en los jardines de Clare”-. Se celebró una exposición en Sligo del pintor Bernard MacDeogh sobre la Armada y se colocó en Kinlough un mural sobre “La ruta de Cuéllar”. El Instituto Cultural convocó un concurso literario entre estudiantes irlandeses sobre la expedición española –cuyos premios fueron entregados por la Ministra de Educación Mary O’Rourke- y el Servicio Postal lanzó un sello conmemorativo con la efigie de la nave “Duquesa Santa Ana”. Pero el acto de mayor relevancia cultural e histórica fue el Simposio sobre “La Gran Armada, Irlanda y Europa”, celebrado en Sligo bajo los auspicios de UCD y de la Embajada, en el participaron destacados historiadores de España, Gran Bretaña, Irlanda, Holanda y Estados Unidos, como Felipe Fernández Armesto, Hugo O’Donnell, Colin Martin o John Dougherty, en el que presenté una ponencia sobre Cuéllar. La participación de la Embajada en la conmemoración constituyó un considerable éxito. Versión auténtica de lo que ocurrió a la Gran Armada Tanto por parte británica como española, la Historia ha presentado el fracaso de la invasión de Inglaterra por parte de España como una gran derrota para ésta y una tremenda victoria para aquélla, pero no fue del todo así. De parte española, se atribuyó el desastre al empecinamiento de Felipe II y a su obsesión por hacer retornar Inglaterra a la fe católica, y a la incompetencia del Duque de Medina Sidonia. En un reciente episodio de la serie televisiva “El Ministerio del Tiempo” dedicado a la Armada, se afirmaba taxativamente que los ingleses había derrotado a la Armada Invencible. El fracasoo de la flota más poderosa a finales del siglo XVI fue festejada en Inglaterra como uno de sus mayores éxitos y un momento culminante en la Historia de la nación, que consagró la supremacía de la reina Isabel I en Europa. Se exaltó hasta el paroxismo a los almirantes ingleses Lord Charles Howard, John Hawkin, Martin Frobisher y, sobre todo, el corsario Francis Drake, del que se contaba que, cuando la flota española comenzaba el sitio de Plymouth –cosa que nunca se produjo- estaba jugando una partida de bolos que se negó interrumpir y exclamó:”Tenemos tiempo de acabar la partida y luego derrotaremos a los españoles”. Una investigación seria de los hechos propiciada por el centenario puso de manifiesto la falacia de una Historia manipulada. España perdió una buena parte de los buques que componían la Armada, pero no por los ataques de la flota inglesa –que solamente hundió un navío español en combate- sino como consecuencia de una desfavorabilísimas condiciones meteorológicas y del fallo de uno de los puntos clave del plan de Felipe II, al no conseguir Alejandro Farnesio, Duque de Parma, apoderarse en Flandes de un puerto de aguas profundas en el que pudiera recalar a salvo la Armada para recoger a las tropas españolas que deberían invadir Inglaterra. Como destacó la propaganda inglesa, Dios estuvo de parte de Inglaterra y los “vientos protestantes” derrotaron a la flota papista. Ello quedó reflejado en las palabras atribuidas al Rey prudente:”No he mandado mis buques a luchar contra las tempestades” o “¿Dónde estaba Dios cuándo se hundió mi flota?”. Lo que realmente ocurrió ha sido reconocido en un reciente documental de la BBC sobre “La Historia desconocida de la Gran Armada Española”, producida por Dan Snow con el asesoramiento del profesor Geoffrey Parker, y cuyos episodios fueron transmitidos en la TV española a partir de las 12.30 de la madrugada. Felipe II -que había sido rey consorte de Inglaterra con Maria Tudor- mantuvo durante algún tiempo buenas relaciones con Isabel, hermanastra de su viuda. Las relaciones se deterioraron debido al mal trato dado por los anglicanos a los católicos –que culminó con el encarcelamiento y ulterior ejecución en 1587 de la Reina de Escocia, María Estuardo-, los reiterados ataques de los piratas y corsarios ingleses a las naves españolas en América y los apoyo de todo tipo prestados a los rebeldes protestantes de los Países Bajos. Felipe II basó jurídica y políticamente su plan de acción en la bula del Papa Paulo V, que excomulgaba a Isabel y exhortaba a los monarcas católicos a destronarla. Planeó una gran operación naval y terrestre para invadir Inglaterra desde Flandes con el fin de derrocar a la Reina Virgen, aunque no para conquistar u ocupar el país. Decidió formar una Gran Armada para trasladar tropas y suministros desde Lisboa a Flandes y, desde allí, invadir Inglaterra junto con los tercios dirigidos por el Duque de Parma. Encomendó la misión a Álvaro de Bazán, Marqués de Santa Cruz, el gran Almirante vencedor en Lepanto, y en 1587 se iniciaron los preparativos para la expedición, que se vieron adversamente afectados por la muerte intempestiva de Santa Cruz y por el ataque a Cádiz de Drake, que destruyó buena parte de la impedimenta preparada y provocó el retraso de la expedición de casi un año. Especial incidencia tendría la destrucción de barricas y toneles para el transporte de provisiones, que tuvieron que ser sustituidos por otros de madera joven, que causaron el deterioro del agua y de los alimentos durante la travesía. Para sorpresa general, Felipe II encomendó el mando de la Armada a Alonso Pérez de Guzmán, Duque de Medina Sidonia, Capitán General de Andalucía. Aunque éste se resistió alegando no tener experiencia naval, el Rey le obligó a aceptar, porque era una persona de alta alcurnia, con acreditada experiencia militar, buen administrador y sumamente rico. Su escasa experiencia en los mares quedó subsanada con el asesoramiento de los marinos más prestigiosos de la época, como Juan Martínez de Recalde, Blas de Oquendo o Martín de Bertendona. La Historia ha tomado como chivo expiatorio al Duque de Medina Sidonia, al que ha culpado injustamente del fracaso de la Armada, pero gracias a las recientes investigaciones, su figura ha quedado reivindicada, como ha puesto de manifiesto su sucesor González de Gregorio en su ponencia dublinesa sobre “La Armada, el milagro que no fue”. Felipe II encomendó a Medina Sidonia la tarea de conducir una flota de 130 buques desde Lisboa a Flandes bordeando la costa inglesa a lo largo del Canal de La Mancha. De éstos 130, sólo 22 eran navíos de guerra -con una dotación de 7.000 marineros- y los otros 108 eran mercantes que transportaban 20.000 soldados, caballos e impedimenta de guerra. Avanzaron en formación de media luna con los buques de guerra protegiendo los flancos, y los navíos ingleses no lograron romper la formación de la flota, que navegó delante de sus narices a todo lo largo de su costa. Pese al continuo hostigamiento de la flota inglesa –que doblaba en número a la española pues contaba con 333 navíos-, la Armada llegó a su destino habiendo perdido tan sólo al “San Salvador” –que se hundió tras una explosión- y a “Nuestra Señora del Rosario” –que, tras sufrir la rotura del palo mayor en una colisión, tuvo que ser dejado a su suerte-. Aquí cabe recordar el hecho de Medina Sidonia no atacó -como le propuso el 2º Comandante, Martínez de Recalde- al núcleo principal de la flota inglesa refugiada en el puerto de Plymouth y atrapada en circunstancias sumamente desfavorables, porque siguió estrictamente las instrucciones del Rey de reunirse cuanto antes con las tropas de Farnesio. Fue el Duque de Parma el que no cumplió la misión encomendada de conquistar un puerto de aguas profundas en el que pudiera recalar la Armada con el fin de recoger las tropas que deberían invadir Inglaterra desde Flandes. Los galeones españoles eran demasiado voluminosos para acercarse a las costas holandesas, cuyas aguas eran poco profundas y estaban llenas de bajíos, y, de ahí, la importancia de la labor encomendada a Farnesio de conquistar un puerto seguro, que no consiguió por la hábil actuación e la flota de los Países Bajos que dejó a sus tropas bloqueadas en Dunkerke. Como ha señalado el arqueólogo marino Desmond Branigan, el viaje y la actuación de la Armada desde que zarpó de Lisboa hasta el punto en que navegó hacia el Atlántico al norte de Escocia, guardando su formación con más de cien navíos que la componían en buen funcionamiento, deberían ser calificados como el acto más grande de la épica marina de todos los tiempos. De no haber sido por las excepcionalmente severas tormentas provocadas por el equinoccio otoñal que encontraron sus barcos, en vez de dispersarse como lo hicieron, habrían logrado regresar a sus bases. Pese a todo, y conforme a cualquier tipo de estándares, la travesía fue una aventura que alcanzó un apogeo de valor, aguante y supremo arte marinero, y resultó realmente un auténtico logro. Supuso la primera operación de un convoy naval en la historia de la navegación. Peripecias de la Gran Armada en Irlanda Cuando la Armada llegó a su destino y no halló un puerto seguro donde guarecerse, tuvo que anclar sus naves en mar abierto frente al puerto de Calais, y éste fue el momento crítico que hizo vulnerable a una Armada hasta entonces habia actuado de forma impecable. En la madrugada del 29 de Julio de 1588, el Almirante Hawkin recurrió a la estratagema de enviar ocho “brûlots” contra la inerme flota española. Eran éstos unos artefactos ideados por el ingeniero Gianibelli, consistentes en viejos barcos cargados de pólvora, explosivos y material inflamable, que se lanzaban contra buques anclados y otras instalaciones para hacerlos explotar. Ya habían sido utilizados con éxito por los holandeses en 1585 en el asedio de Amberes por las tropas de Farnesio, pues destruyeron el puente de barcas tendido por los españoles sobre el río Escalda. Ante la amenaza de los brulotes cundió el pánico entre los componentes de la Armada y cada navío se hizo a la mar por su cuenta, perdiendo en la despavorida huida anclas y aparejos. Tuvo lugar entonces la batalla de las Gravelinas, en la que -pese a las circunstancias extremadamente adversas- sólo se perdió un navío en combate y otro que encalló en los bajíos holandeses. Por primera vez desde que salió de Lisboa, se rompió la disciplinada formación de la Armada y, en su alocada huida, los buques se vieron arrastrados por los vientos hacia las peligrosas costas holandesas. Cuando se temía un encallamiento masivo, cambió providencialmente la dirección del viento y las naves fueron empujadas hacia el Norte. Medina Sidonia trató de reagrupar a la flota, pero –al no permitirlo el vendaval- dio ordenes a sus buques de mantener rumbo Norte-Nordeste, bordear Escocia y regresar a España, teniendo cuidado de evitar Irlanda “por temor a los peligros que puedan acecharnos a lo largo de su litoral”. Los 87 barcos que siguieron las instrucciones de Medina Sidonia consiguieron regresar a puertos españoles, mientras que los 26 que no quisieron o pudieron seguirlas naufragaron en las costas irlandesas a partir del 21de septiembre, día en que –según Stuart Daultry en su artículo “El tiempo en el noroeste de Europa en el verano y en el otoño de 1588”- se produjo una de las mayores galernas y peores tormentas jamás registradas en la historia de la meteorología. Dolores Iglesias y Pilar San Pío han mantenido que los naufragios en las costas irlandesas afectaron a 6.000 hombres, de los que 3.750 resultaron ahogados o muertos como consecuencia de sus heridas o enfermedades, 1.100 fueron ajusticiados por las autoridades inglesas, 400 fueron matados por los nativos y 750 sobrevivieron, la mayoría de los cuales consiguió regresar a España a través de Escocia. En el discurso que pronunció durante la inauguración del monumento de Stredagh, el Presidente Hillery afirmó lo siguiente: “La Historia ha dejado constancia de que cientos e incluso miles de supervivientes de los naufragios fueron desvalijados, asaltados y muertos, mientras trataban de llegar a tierra. Este cruel tratamiento reflejaba las circunstancias de las formas de vida en las costas. Las tropas inglesas estaban decididas a que los españoles no conservaran sus vidas por temor a que pudieran ayudar a los rebeldes irlandeses. Muchos irlandeses se unieron a los expolios y a las matanzas en colusión con las tropas inglesas o por beneficio personal”. El periodista Den Rush, a su vez, destacó que los irlandeses deberían recordar el 400 aniversario del desastre de la Armada Española con vergüenza porque,”en gran medida, saqueamos los buques naufragados y asesinamos a los supervivientes y –lo que los agentes de la Corona inglesa no consiguieron hacer- lo hicimos nosotros con sangriento y codicioso entusiasmo”. Pensé que éstas y otras sinceras manifestaciones auto-inculpatorias merecían ser matizadas y realicé una modesta investigación, que se plasmó en un artículo sobre “Actitudes en Irlanda hacia los supervivientes de la Armada Española”, que publiqué en la revista “The Irish Sword”. Sin embargo, este comportamiento no fue uniforme y varió de forma notable según se tratara de las autoridades inglesas y del personal a su servicio, de los jefes locales o del pueblo llano. Actitudes en Irlanda hacia los supervivientes de la Armada La reacción del “establishment” inglés fue obvia y comprensible, por temor a que los españoles pudieran unir sus fuerzas a la de los rebeldes irlandeses para luchar contra la ocupación, pues –como reconoció el Gobernador de Dublín, Sir William Fitwilliam- sólo disponían de 750 soldados de infantería y la caballería era poco operativa por falta de herraduras. De ahí sus drásticas instrucciones desde el primer momento: apoderarse de los buques y su carga, y prender y ejecutar a todos los españoles, cualquiera que fuera su categoría. El Gobernador de Connacht, Sir Richard Bingham, ordenó que no se les diera cuartel y amenazó con la pena de muerte a quienes los ayudaran. En una carta a Isabel I presumió de haber ejecutado a 1.100 españoles de los 12 buques naufragados en su jurisdicción. El propio Fitzwilliam comentó que, dado que Dios había consentido arrojar a las costas irlandesas a los españoles, algunos de ellos ya muertos, él sería su representante para deshacerse de los demás. El caso más sangrante fue el de la matanza en Ellagh de más de 200 españoles de la “Trinidad Valencera” comandados por Alonso de Luzón, que se habían rendido ante la promesa de Sir Hugo O’Donnell de que sus vidas serían respetadas. Los supervivientes fueron obligados a caminar hasta Drogheda en la costa este y 45 de ellos fueron ejecutados. Los jefes nativos y los religiosos católicos ampararon y auxiliaron a los españoles, salvo excepciones como la de O’Donnell , a quien Turlough O’Neill afeó su cobarde conducta por haberlos traicionado. Curiosamente, su hijo Hugo “el Rojo” encontraría años después refugio en España. Ante las amenazas del Gobernador de que incurriría en la pena de muerte y en la confiscación de sus bienes si no entregaba a los españoles que había acogido, Sorley MacDonnells contestó que antes entregaría su vida y hacienda que mercadear con sangre cristiana. Esta valiente actitud costó la vida a algunos de ellos, como Malachy MacClancy o Brian O’Roarke, que fueron acusados de alta traición. En su poema “O’Roarke’s Request”, T.D. Sullivan pone en boca del ejecutado las siguientes palabras:”Si ésta es la traición de la que me acusáis, bien traición sea./ No escucharéis de mí una palabra de arrepentimiento por semejante falta./Sólo diré que, aunque odiéis a mi raza, mi credo y mi nombre,/si vuestra gente se encontrara en una situación extrema, haría lo mismo con ella”. Fitzwilliam se quejó en un informe a la Reina de que los españoles eran acogidos y socorridos por los campesinos, por lo que se requería un gran esfuerzo para poder capturarlos. Martín López informó por carta a Felipe II acerca de la protección que los rebeldes irlandeses católicos prestaban a los supervivientes de la Armada, y el piloto de la “Trinidad Valencera”, Antonio Martínez, declaró que los paisanos irlandeses los asaltaban y los despojaban de armas, ropa y joyas, pero los trataban bien y les proporcionaban comida y alojamiento. Francisco de Cuéllar describió con gracejo esta situación:”A nosotros nos querían bien estos salvajes porque sabían que veníamos contra los herejes y que éramos tan grandes enemigos suyos y, si no fuer por ellos –que nos guardaban como a sí mismos- por lo más ninguno quedaría de nosotros. Teniámosles buena voluntad por esto, aunque ellos fueran los primeros que nos robaron y desnudaron en carnes a los que vinimos vivos a tierra, de los cuales de las trece naos de la nuestra Armada, hubieron estos salvajes mucha riqueza de joyas y dineros nuestros”. Para mí fue un descubrimiento la carta que el 4 de Octubre de 1589 escribió a un amigo desde Amberes “uno que estuvo en la Armada de Inglaterra y da cuenta de la expedición”, contándole sus increíbles aventuras. Había partido como capitán del galeón “San Pedro”, pero, por desobedecer inadvertidamente las órdenes de Medina Sidonia de que ningún buque navegara por delante de la nao capitana “San Martín”, fue condenado a muerte junto con otro comandante, Cristóbal de Ávila, que fue ejecutado, mientras que Cuéllar fue indultado y relegado al rango de marinero raso en la “Lavia”, con la que naufragó en la bahía de Stredagh. Cuenta con detalle en su crónica como, sin saber nadar, consiguió agarrado a un escotillón llegar a tierra. Fue herido en una pierna por un inglés, pero se libró de la muerte gracias a la intercesión de una moza nativa, que lo desvalijó en correspondencia por su buena acción. Se refugió en la choza de “uno que hablaba latín”, que le facilitó un caballo e inició un periplo a través del país. Encontró refugio en el castillo de Rossclogher –bajo el mando de Malachy MacClancy, lugarteniente de Brian O’Rourke- y, junto con otros españoles, consiguió defender la posición frente a los ataques de las tropas de Fitzwilliam. Huyó cuando MacClancy, en premio a su hazaña, le ofreció la mano de una de sus hermanas. Caminó hasta Ulster a pesar de sus heridas y fue acogido en el castillo de Ocán por el Obispo de Derry, Raymond Gallagher, quien consiguió pasarlo de contrabando a Escocia. Desde allí se embarcó hacia Flandes en un buque enviado por Farnesio, que fue hundido por buques holandeses, pero Cuéllar logró arribar sano y salvo a las playas de Dunkerke. De regreso a España, reclamó en la Corte lo que se le debía y, tras numerosas gestiones, consiguió que Felipe II escribiera en el anverso de un documento:”Q. se le dé cédula para Don Aº de Bazán, que le haga fenecer su qta y pagar lo q. justamente pareciere debérsele”. La crónica de Cuéllar, escrita en excelente castellano, con realismo y sentido del humor, es un auténtico guión cinematográfico, que, en cualquier otro país de nuestro entorno, habría sido objeto de numerosas películas y series televisivas, pero España es diferente.