viernes, 28 de enero de 2022

La crisis de Ucrania sigue de ardiente actualidad

LA CRISIS DE UCRANIA SIGUE DE ARDIENTE ACTUALIDAD La entrevista celebrada en Ginebra entre los ministros de Asuntos Exteriores de Estados Unidos, Antony Blinken, y de la Federación Rusa, Serguei Lavrov, concedió una breve tregua al enfrentamiento entre Rusia y Occidente a causa de Ucrania, a la espera de que Estados Unidos diera una respuesta a las demandas de Vladimir Putin de que se garantice que Ucrania no será admitida en la OTAN. Joe Biden ha celebrado una teleconferencia con los dirigentes de Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia, Polonia y la UE para consultarles sobre la contestación a dar a Rusia. La ausencia de España de la consulta pone de manifiesto la pérdida de protagonismo del Gobierno de Pedro Sánchez –cuyo socio de Podemos es favorable a Rusia y contrario a la OTAN y a Estados Unidos- dentro de la coalición occidental, pese a que el superministro Félix Bolaños haya declarado ufano que España estaba en el centro de la toma de decisiones. Se han publicado dos artículos importantes sobre la cuestión, uno del embajador Javier Rupérez en “El Debate” sobre “Todos somos Ucrania” -con el que estoy de acuerdo -y otro de la profesora Araceli Mangas en “El Mundo” sobre “Error de la UE con Rusia”-del que, discrepo -. Mangas mezcla y confunde la OTAN y la UE en su actuación frente a la crisis de Ucrania y, aunque hay amuchas cosas en común entre las dos instituciones, también existen notables diferencias, especialmente en el ámbito militar. Actuación de la OTAN Según el profesor de la Universidad de París, Gilles Kepel, la OTAN fue creada para disuadir a la URSS y, cuando ésta se disolvió, se quedó sin su objetivo básico y tuvo que reenfocarse, pero no lo hizo suficientemente y hoy -llegada a su límite- se ha hecho ineficiente. Al perder la escalera de la lucha contra la posible agresión soviética, la Alianza ha quedado colgada de la brocha, “à la recherche de l´ennemi perdu”, y tenido que reciclarse extendiendo su ámbito de acción tanto en relacion a su expansión –más allá del ámbito geográfico del Atlántico Norte- como al contenido de su actuación –más allá de lo puramente militar-, misiones en las que no ha tenido excesivo éxito. No lleva razón Mangas cuando afirma que la OTAN, en vez de ayudar a mejorar la incipiente democracia Rusia en pago por su tolerancia a la ampliación de la Alianza, la fue aislando y castigando por su pasado comunista. Como embajador en Moscú fui testigo de los múltiples intentos de acercamiento de la OTAN, especialmente a través de su secretario general, Javier Solana, que hizo numerosas visitas a Moscú a finales de los noventa. Juan Carlos I dijo a Boris Yeltsin en mayo de 1997 que la seguridad de Rusia era indispensable para la de Europa, y lo invitó a asistir a la Conferencia de la Alianza en Madrid, donde –con su presencia- demostraría que la ampliación de la OTAN no se hacía contra Rusia, sino con su anuencia. Yeltsin no asistió a la reunión, pero meses después se firmó el Acta Fundacional sobre las Relaciones de Cooperación y Seguridad Mutuas y el Gobierno ruso abrió una Representación Permanente ante la Organización en Bruselas para canalizar el diálogo entre las dos partes. La relaciones se enfriaron cuando la OTAN atacó a Yugoslavia en 1999 sin la anuencia del Consejo de Seguridad y cuando en 2008 apoyó la creación del Estado artificial de Kosovo, desgajado de Serbia en contra de las resoluciones del Consejo, y rompiendo así el principio de la inviolabilidad de las fronteras europeas consagrado en el Acta de Helsinki de 1975. Recuerdo las recriminaciones del ministro de Asuntos Extericolres, Igor Ivanov, por los bombardeos de la Alianza a Serbia, que yo trataba de justificar por ser la política de mi Gobierno, aunque en mi fuero interno estaba convencido de que habían constituido una violación del Derecho Internacional. Las buenas relaciones establecidas entre la OTAN y Rusia se congelaron tras la subida al poder de Vladimir Putin, quien -como ha señalado Rupérez- pretendía recuperar el espacio territorial que ocupaba la URSS –cuya disolución añoraba y consideraba un error- y restablecer la doctrina de la “soberanía limitada” de Leonidas Breznev y sus “zonas de influencia”, donde –a la igual que la URSS- Rusia ejercía su dominio sobre las antiguas Repúblicas soviéticas, que constituían su “hinterland” o patio trasero. Recurriendo a esta auto-concedida potestad, Rusia invadió Georgia en 2008 y segregó las regiones de Abjazia y Osetia del Sur –que reconoció como Estados independientes-, so pretexto de que este país había solicitado su ingreso en la Alianza. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha condenado a Rusia por esta invasión, pero su Gobierno ha ignorado e incumplido la sentencia. Ucrania se libró de la invasión porque su presidente pro-occidental, Victor Yushenko, fue sustituido por el pro-ruso Victor Yanukovich, quien retiró la solicitud de ingreso en la OTAN y firmó el Acuerdo de Jarkov, por el que se prorrogaba hasta 2042 la presencia de la flota rusa en sus bases de Crimea, acuerdo que fue ratificado por la Rada ucraniana. De ahí que careciera de cualesquiera fundamentos políticos o jurídicos la alegación de Rusia de que se había anexionado Crimea, para evitar que Ucrania impidiera el acceso de su flota al Mar Mediterráneo, y porque la región formaba parte de la “madre Rusia” –“la maté porque era mía”-. Ucrania cuenta con dos partes bien diferenciadas: la occidental -agrícola, católica, ucranoparlante y pro-europea- y la oriental -industrial, ortodoxa, ruso-parlante y pro-rusa-. Es tan ucraniana como polaca o rusa. El Gobierno provisional cometió el error de negar al ruso el status de lengua cooficial que le había reconocido Yanukovich, pero ello no era motivo suficiente para que Rusia invadiera el vecino del sur y se anexionara parte de su territorio. Mangas parece compartir esta tesis cuando considera normal “la recuperación rusa de su región natural y estratégica de Crimea, la salida de su flota al Mediterráneo”. La reivindicación de Crimea por Putin es –a juicio de Rupérez- similar a la que hizo Adolf Hitler sobre los Sudetes checos en 1938, alegando que su población hablaba alemán –como los ucranianos del este hablan ruso-. Gran Bretaña y Francia cedieron al chantaje de Hitler para evitar males mayores y, con el Pacto de Munich, se produjo la claudicación de Édouard Daladier y Neville Chamberlain, quien se jactó de haber firmado “la paz de nuestro tiempo”. Como comentó Winston Churchill, aquél “tuvo la opción entre la guerra y la indignidad. Escogió la indignidad y tendrá la guerra”. Según Rupérez, Occidente no puede permitir que Putin se cobre una nueva pieza. Mangas ha comentado que Rusia fue “sancionada de forma desproporcionada” por su anexión de Crimea, cuando la OTAN se limitó a hacer una condena genérica y a aplicar unas sanciones económicas de menor cuantía que apenas le afectaron. No sé si –como ha comentado Araceli- Nikita Kruschev, regaló en 1954 Crimea a Ucrania -república a la sazón integrada en la URSS- en una noche de borrachera ,pero –como ha recordado Rupérez-, tras la disolución de la Unión Soviética, Rusia reconoció la independencia de Ucrania y su integridad territorial por el Memorándum de Budapest de 1994 –con la garantía de Francia y Gran Bretaña-, a cambio de la entrega de las armas nucleares instaladas en el país. Según ha señalado “The Economist” en un artículo de 2021 titulado “Why Russia Has Never Accepted Ukrainian Independence?” Putin nunca ha aceptado en el fondo la independencia plena de Ucrania y la sigue considerando un satélite que gira en su órbita dentro de su esfera de influencia. Entrando en materia histórica, cabe recordar que el “Rus” de Kiev sirvió de núcleo para la unificación de los pueblos eslavos de la región y la formación de la nación rusa -“Kiev madre de las ciudades rusas”- y, si se recurre al argumento histórico, lo lógico sería que fuera Rusia la que se incorporara a Ucrania y no al revés. Mas -como ha comentado la historiadora canadiense Margaret Mc Millan-, “si volvemos a retocar las fronteras de Europa según la Historia, no acabaríamos nunca”. A nadie en su sano juicio en Alemania se le ocurriría reclamar la reintegración de la Prusia Oriental, hoy parte de Rusia, cuya capital Kaliningrado –la antigua Könisberg de Kant- es un enclave en medio de territorio OTAN. ¿Sería razonable que Italia o Marruecos reclamaran Andalucía porque había estado en su día ocupada por los romanos o por los árabes? Para Martí Saball, el argumento historicista que usa Putin carece de validez y sólo puede ser defendido desde la obsesión identitaria, e impone la Doctrina Monroe de ”Rusia para los rusos”. La OTAN no supo prever la reacción de un pueblo herido en su orgullo por la disolución de la URSS y Putin se ha aprovechado de este nacionalismo ruso. David Jiménez Torres ha señalado que, si recurrimos a la Historia, no cabe reprochar a Ucrania que quiera protegerse de Rusia mediante su ingreso en la OTAN. En un excelente artículo publicado en “El Mundo” titulado ”Ucrania: No al chantaje ruso”, el eurodiputado José Ramón Bauzá ha afirmado que Rusia nunca ha sido víctima de la OTAN, ni hoy ni en 1991. La URSS se derrumbó porque ninguna de sus repúblicas quiso que sobreviviera. Tampoco puede alegar que sus vecinos –en la OTAN o fuera de ella- supongan una amenaza para su seguridad, cuando ha sido Rusia la que ha ocupado Georgia, Ucrania y Moldavia, o que la expansión de la Alianza haya provocado una justificada reacción defensiva en Rusia. La OTAN creció hacia el este porque los Estados de la región solicitaron libremente el ingreso, ya que la Alianza representaba las aspiraciones negadas durante décadas de opresión soviética. Algunos autores –como Víctor M. Sánchez- han traído a colación la crisis de 1991de los misiles soviéticos instalados en Cuba tras el fallido intento de desembarco estadounidense en la Bahía de los Cochinos. Estados Unidos, a su vez, instaló misiles Júpiter en Turquía, pero -tras momentos de enorme tensión- John Kennedy y Nikita Kruschev llegaron a un pacto y los misiles instalados en los dos países fueron retirados. Saball se ha preguntado retóricamente que pasaría si Rusia llegara a un acuerdo con Méjico para que se sumara a una alianza militar y aceptara que se instalaran misiles balísticos al sur del Río Grande. Es obvio que Estados Unidos no lo aceptaría, por lo que cabría aplicar este símil para justificar la oposición de Rusia a que Ucrania ingrese en la OTAN. Conviene, sin embargo, precisar –como ha hecho Rupérez- que la OTAN es una alianza defensiva que-sin haber realizado operaciones bélicas- ha sido capaz de disuadir con sus medios militares y político cualquier intento de agresión contra sus miembros. Cuando se logró la reunificación de Alemania, la OTAN se auto-limitó y decidió no colocar armamento y tropas extranjeros en territorio alemán. Tan sólo ha habido una excepción, con los bombardeos de Yugoslavia, pero –aunque censurable- fue una acción limitada e incidental por motivos humanitarios, que no fue seguida de ocupación. Constituyó, no obstante, un peligrosos precedente que ahora invoca Rusia, y a la OTAN le falta autoridad moral para oponerse a la violación rusa de las fronteras europeas en Ucrania. Según Saballs, Putin tiene la sartén por el mango y también el gas, y frente a él se hallan unos Estados Unidos en horas bajas y una UE amedrentada. Actuación de la Unión Europea Mangas ha acusado a la UE de no haber buscado a Moscú para fortalecerse con un Estado amigo con el que compartía historia, cultura y religión, y que los prejuicios por su etapa comunista hubieran impedido “atraer a Rusia hacia una democracia imperfecta y a un partenariado previsible”. No resulta fácil entender que se atribuya a la Unión una monomanía anticomunista y menos desde un Estado en el que el eurocomunismo liderado por Santiago Carrillo contribuyó de forma decisiva al éxito de la Transición y al establecimiento de la democracia en España y que en la actualidad cuenta con un Gobierno de coalición social-comunista en el que figuran una vicepresidenta y cuatro ministros marxistas. Por otra parte, la UE apenas participó en la creación de un régimen democrático y una economía de mercado, función asumida casi en exclusiva por Estados Unidos. Los expertos que intervinieron para lograr este objetivo pecaron de ingenuos cuando creyeron que se podían establecer ambos por real decreto, sin tener en cuenta la realidad política, social y económica de. Se estableció una democracia formal con una Constitución y unas leyes impecables, pero que carecían de apoyatura en la realidad social. Difícilmente podía establecerse una economía de mercado en un país donde no existía el sentido del incentivo o de la productividad, no se reconocía la propiedad privada en el campo y no se sabía lo que era una hipoteca. Según la profesora, Putin se sintió engañado por la UE cuando la alta Representante, Catherine Alshton, fue a” negociar un Acuerdo de asociación a Ucrania y se trajo una guerra civil”. Yanukovich no llegó a firmar el Acuerdo, porque recibió de Rusia amenazas –palo- y beneficios –zanahoria-, en forma de un crédito de $15.000 millones y una reducción del precio del gas que suministraba a Ucrania. Este bandazo indignó a la gente joven y provocó la revuelta del Maidán, que fue brutalmente reprimida y llevó a su destitución. Putin se sintió engañado y, para consolarse del disgusto, anexionó Crimea en 2014, con lo que “se perdió una posible Rusia europea y cooperativa”(¿?), Víctor Sánchez, a su vez, ha acusado a la UE de facilitar el golpe de Estado contra Yanukovich, en el que también participaron Barak Obama, Joe Biden y Hillary Clinton. Ha considerado que, con su expulsión, murió su sueño de una Ucrania unida, y el país pasó a ser un Estado tampón en la disputa entre Estados Unidos y Rusia. Para Mangas, el tiempo ha demostrado que “Polonia, Hungría y algunos miembros más de la UE son tan autoritarios y refractarios al Estado de Derecho como Putin, Los enemigos de la UE están dentro y Putin no es peor que estas autocracias”. Me parece una afirmación grave, gratuita e injusta, pues los excesos populistas y nacionalistas que lamentablemente se han producido en Polonia y Hungría –no identifica a otros Estados - no han puesto en tela de juicio la democracia, como se ha mostrado con las condenas del TJUE y las sanciones de la Comisión. No me parece correcto asimilar a estos Estados con la autocracia de la Rusia de Putin, donde no se tolera la oposición ni los partidos democráticos, no hay libertad de opinión, expresión, manifestación, prensa o asociación, y no existe independencia de los tribunales. Comprendo que Rusia de oponga al ingreso de Ucrania en la OTAN, pero no entiendo su animosidad hacia la UE. Oponerse a que firme un simple Acuerdo de asociación con la Unión es arbitrario e injustificado, porque en modo alguno pone en peligro la seguridad de Rusia. Putin menosprecia a la UE y se niega a hablar con ella, reduciendo su diálogo a los Estados Unidos y a la OTAN, y Lavrov se ha burlado de la Unión al señalar que ni siquiera participaba en las negociaciones. Josep Borrell no se ha dado por aludido y ha afirmado que la UE estaba al tanto de todo lo tratado porque era informada por los amigos estadounidenses. Contribuye a esta inocuidad la falta de unidad de sus miembros, con una Alemania dispuesta a contemporizar por su dependencia del suministro de gas ruso y una Francia que –en período electoral- hace un poco la guerra por su cuenta y es partidario de darle carrete a Putin. La UE se resiste a imponer graves sanciones económicas que perjudicarían a algunos de sus miembros. Situación actual Putin está poniendo a prueba a OTAN y a la UE para comprobar hasta dónde están dispuestas a llegar ante sus amenazas, y refuerza su chantaje acumulando tropas en sus fronteras con Ucrania, a la que tiene cercada por todos los flancos, salvo el occidental. Ha presentado una demanda de máximos para ver lo que Occidente va a ceder y –en función de esto- podría llegar el tío Vladimir con la rebaja, u optar por el enfrentamiento. Pretende obtener garantías jurídicamente vinculantes mediante un tratado internacional de que la Alianza no incorporará a Ucrania ni a Georgia, y que regresará a los límites fronterizos que tenía en 1997 -cuando admitió a los primeros Estados que fueron miembros del Pacto de Varsovia- y no instalará en ellos estructuras militares ofensivas. Sabe que sus exigencias no pueden ser aceptadas y que Ucrania está muy lejos de ingresar en la OTAN –no le interesa a la propia Alianza por los riesgos que envolvería- ni en la UE –no reúne las condiciones requeridas-, pero insiste. Estados Unidos y la OTAN han dado una respuesta coordinada a las demandas de Rusia, que no ha sido hecha pública para facilitar la continuidad de las negociaciones diplomáticas en curso. Blinken ha declarado, sin embargo, que no es posible aceptar las exigencias de Putin –incluido el veto a Ucrania de unirse a la Alianza- y que su país defenderá la soberanía y la integridad territorial de Ucrania, y el derecho de los Estados a elegir sus alianzas. Ha mostrado la disposición de su país a negociar con Rusia medidas que refuercen la estabilidad y la paz internacionales -como el establecimiento de límites a las maniobras militares, el emplazamiento de armamento y de unidades militares en Ucrania, o la negociación de un Tratado START de reducción de armas nucleares estratégicas-, y señalado que, aunque favorezcan la negociación y el acuerdo, se hallaban preparados para cualquier eventualidad y responderían inmediatamente a una agresión. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, a su vez, ha hecho declaraciones similares, pedido a Rusia que inicie de inmediato una desescalada real y efectiva, y afirmado que la Alianza está preparada para lo peor. Tanto uno como otro, han excluido el recurso a medidas militares y señalado que las que se aplicarían en caso de invasión serían de carácter económico, que tendrían efectos devastadores para la economía de Rusia, que cuenta con la baza de la dependencia de buena parte de Europa –especialmente Alemania, República Checa y países bálticos- del gas que les exporta. Ahora la pelota está en el tejado de Putin, quien –como ha señalado “The Economist”- decidirá o no seguir presionando para obtener concesiones, haciendo ruido con el sable sin llegar a utilizarlo, aunque era posible que se produjera alguna operación militar contra Ucrania, espectacular pero limitada. Según Andrei Kortunov –Director del Centro Ruso de Estudios Internacionales- Rusia podrá optar por seguir las negociaciones para obtener concesiones o levantarse de la mesa y activar “medidas técnico-militares”, si bien cree que podría adoptar la posición intermedia de seguir con la presión militar sin romper los cauces del diálogo. Para Carmen Claudin, el Kremlin quiere volver a la vieja estructura de seguridad mediante el reconocimiento de una franja de territorio europeo, que conformara un cinturón de seguridad vital, y utiliza a Ucrania como medio de presión para ello. Pilar Bonet ha estimado que el despliegue militar ruso era parte de la política de recuperar todo el espacio occidental del imperio ruso y soviético. Putin preferiría lograr sus fines sin tener que invadir Ucrania de nuevo, pero parece dispuesto a recurrir la guerra si lo considerara necesario. Otros autores –como Andrea Rizzi- van más allá de la problemática militar para destacar los aspectos políticos y económicos derivados del la posibilidad de que –gracias a la ayuda de la UE-, Ucrania lograra una democratización exitosa y se convirtiera en un Estado estable y próspero. Ello enviaría a la ciudadanía rusa el mensaje de que –en condiciones históricas y culturales similares- sería posible una alternativa al autoritarismo de Putin. En todo caso, las espadas –o más bien los cañones- siguen en alto y cualquier cosa puede suceder, pues Putin ha ido demasiado lejos en sus amenazas y no le será encontrar una salida airosa, salvo que los países europeos –que están divididos- claudiquen y acepten un nuevo Pacto de Munich. Posición de España No es fácil saber con certeza cuál es la posición de España en esta crisis, por el comportamiento de su Gobierno, que –según José Antonio Zarzalejos- está adquiriendo tintes surrealistas. Hay un Gobierno de coalición subdividido a su vez en dos sub-Gobiernos enfrentados: el del PSOE favorable a Ucrania y el de Podemos entregado a Rusia. Mientras la parte A está dispuesta a asumir sus compromisos como Estado miembro de la OTAN y ha despachado al Mar Negro una fragata, un dragaminas y varios reactores, la parte B ha criticado estas medidas, acusado a su socio de belicismo y recuperado sus viejas pancartas del “No a la guerra”, sólo que se han equivocado de destinatario porque –en vez de exhibirla ante la embajada rusa- lo han hecho ante la ucraniana. Según Emilio Lamo de Espìnosa, algunos sectores de la izquierda española siguen anclados en una visión ahistórica del devenir europeo y salen en auxilio del expansionismo de marchamo soviético, propio de una “potencia carnívora” como Rusia. Decía George Orwell que había un pacifismo cuya motivación real era el odio a la democracia y la admiración por el totalitarismo, y que –aunque pretendiera ser neutral- acababa siempre por criticar a Estados Unidos. Parece que estaba describiendo el pacifismo “podemita”. Como ha editorializado “El Mundo”, el desafío del régimen ruso es una cuestión de Estado que exige a los dirigentes estar a la altura de las circunstancias y evitar el infantilismo político, que es lo que está haciendo Podemos. “Ignorando los compromisos internacionales de España, nuestro papel en la OTAN y las responsabilidades con socios y aliados, y haciendo además un diagnóstico tan naif como falsario de la crisis en Ucrania, la formación morada mantiene un pulso con los socialistas recuperando con demagogia el No a la Guerra y animando al presidente a que nuestro país se convierta en el hazmerreir europeo”. Para no quedar aislado, Sánchez se ha alineado con la OTAN y la UE, pero, como es habitual en él, no ha dado la cara –por si se la rompían sus socios y aliados- y ha dejado que dé las explicaciones oportunas al ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, quien ha tenido que recordar a sus díscolos socios que la política exterior la marcaba el presidente del Gobierno y se expresaba en el Consejo de Ministros, cuyas resoluciones vinculaban a todos sus componentes de forma solidaria. Albares se ha entrevistado con Blinken, hecho múltiples declaraciones y comparecido ante el Congreso para exponer la posición del Gobierno español sobre el conflicto ucraniano. España defiende la integridad territorial y la independencia de Ucrania frente a Rusia, cuya ilegal presión militar sobre su vecino era inaceptable y bajo la cual no se puede negociar. Señaló que los socios de la OTAN y de la UE estaban completamente unidos ante esta situación de tensión y la estrategia que pretendían desplegar pasaba por una primera fase de negociación, diálogo y distensión, si bien advirtió que, si Rusia no la aceptaba y persistía en sus ataques a la soberanía de Ucrania, los aliados responderían con un paquete de sanciones “masivas, contundentes y fiables”. España mantenía el despliegue naval en el Mar Negro, aéreo en Bulgaria y Lituania, y terrestre en Letonia, dentro del marco de la actuación de la Alianza. Albares pidió la unidad y el respaldo de todos los grupos políticos en un momento crítico, y señaló que debíamos estar preparados para poder actuar en cualquier momento. Sánchez corroboró las declaraciones de su ministro y afirmó que había una absoluta, rotunda y clara unidad sobre la cuestión de Ucrania en el seno de la UE y de la OTAN, y que había que garantizar el respeto a la integridad territorial y a la soberanía nacional de dicho país. Señaló que era el momento de que actuara la diplomacia y se persiguiera la desescalada, pero que –si no se conseguía- habría que recurrir a la disuasión. Según Zarzalejos, España se ha sumado a una solución diplomática para solucionar la crisis de Ucrania y -si ésta no fuera posible- a la decisión conjunta que tomaran la OTAN y la UE, y se convertía así en un socio fiable de la Alianza que apoyaría la disuasión frente a las amenazas de Putin. Sánchez no ha informado de la situación al líder de la oposición y ha sido Pablo Casado quien le ha telefoneado para expresarle el apoyo de su partido al Gobierno en el conflicto de Ucrania. En opinión de Fernando Vallespín, Putin ha podido llegar tan lejos por las debilidades de los Estados democráticos occidentales y sus divisiones internas. Bauzá ha estimado que Occidente no podía permitirse mostrar debilidad ante el matón ruso, y ceder a sus presiones sólo fomentaría nuevos desafíos. Por eso resultaban frustrantes y peligrosos los titubeos mostrados por algunos líderes y -de presentar un frente unido-se ha pasado a un coro disonante de voces, que ha señalado que no sería necesario responder si sólo había “incursiones menores” o pedido rebajar la dureza de las sanciones, “El País” ha subrayado que el cierre de filas entre la OTAN y la UE es más necesario que nunca, porque una invasión militar tendría consecuencias devastadoras no sólo para Ucrania, sino también para Europa, su economía, su integridad política y su arquitectura de seguridad. “Hay que afrontar el reto que Rusia plantea con una sola voz y la máxima resolución”. Según Lluis Bassets, en caso de invasión rusa, los ucranianos saben que no podrán contar con otras fuerzas que no sean las propias, y que lo más que podrán esperar de los amigos es solidaridad y el envío de armamento defensivo, como están haciendo Estados Unidos, Canadá y Gran Bretaña, aunque no Alemania, que incluso no ha autorizado el sobrevuelo de aviones cargados con armas destinadas a Ucrania y sólo ha mandado a Kiev una partida de cascos. También Bauzá ha reconocido que tendrán que ser los ucranianos los que defiendan su país, pero no tenían por qué hacerlo solos, porque “su lucha es también la nuestra”. Aunque Ucrania se encuentre lejos, el futuro de Europa puede decidirse en los próximos días en el otro extremo del continente. “Los ucranianos guardan hoy las puertas de Europa. No les abandonemos”. A ver si es verdad que “Ucrania somos todos”. Madrid, 28 de enero de 2022

domingo, 23 de enero de 2022

Cuestionamiento del ministro Albares y su política exterior

CUESTIONAMIENTO DEL MINISTRO ALBARES Y SU POLÍTICA EXTERIOR Últimamente se ha abierto la veda para la caza del ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, y algunos sectores de la derecha han recurrido no sólo a la crítica de la política exterior que dirige, sino también a su persona. Cualquier política puede ser objeto de la crítica más acerba por entrar dentro del terreno de lo opinable, pero acudir a la descalificación y a insulto personal resulta inadmisible. Descalificaciones de Albares Dos conocidos y prestigiosos periodistas conservadores han puesto a Albares a caer de un burro en varios artículos publicados en “El Debate”. Ramón Pèrez-Maura lo ha calificado de “Napoleonchu” por su escasa estatura, sus aires de grandeza y la tiranía que ha implantado en el Ministerio, donde nada se mueve sin su consentimiento. La política informativa del Ministerio es bochornosa, porque sólo habla de él y de sus actividades, y apenas contiene información sobre la política exterior española. Alfonso Ussía lo ha llamado “Piojete” y ha afirmado que “se ha instalado un clima de terror en el Ministerio de Napoleonchu o Piojete. Nuestros diplomáticos están en pasillos y los comisarios social-comunistas controlan el Ministerio. Lo que antes era un lujo de España se ha convertido en un espacio de basura”. Esta campaña de ridiculización del ministro me recuerda a la lanzada en 1983 contra Fernando Morán, cuando circularon chistes sacados del “Almanaque Zaragozano”- que lo presentaban como un patán inculto e ignorante. Se podía estar o no de acuerdo con su política –yo mismo discrepaba de su orientación no-alineada o tercermundista y tuve algún encontronazo con él-, pero no cabía negar que era una de los diplomáticos más cultos de su época, totalmente ajeno a la burda caricatura que de él se presentaba. Tales actitudes –tanto las de ayer como las de hoy- son deleznables. Desde “ABC” -en su artículo “José Manuel Albares: de diplomático–alfa a ministro controlador”, Angie Calero ha realizado un dura crítica contra las actuación del ministro, aunque sin faltarle el respeto. Señalaba que Albares había dado la vuelta al Ministerio y cambiado la cúspide en pleno –todos los secretarios de Estados y 18 directores generales-, con lo que se ha asegurado una fidelidad a prueba de bomba, porque los elegidos saben que no lo han sido por sus méritos, sino por su fidelidad inquebrantable al ministro, al que deberán sumisión absoluta. Es normal que un nuevo ministro se rodee de un equipo de confianza, pero no lo es tanto que cambie a todos sus dirigentes, especialmente cuando no ha habido un cambio de Gobierno sino sólo de ministro. Al ministro parece gustarle la novela de Julio Verne “Los capitanes de 15 años” y se ha inspirado en la “efebocracia” para cubrir los nuevos puestos.Los diplomáticos que superen los 50 años –edad del ministro- están “amortizados” y tendrán difícil acceso a una jefatura de Misión, salvo que sean socialistas, mujeres o LGTBI. Albares sigue el ejemplo de su jefe en la práctica del culto a la personalidad, como ha puesto de manifiesto en la “inauguración” de la “nueva” sede del Ministerio en la plaza del Marqués de Salamanca -que lo ha sido desde hace más de 20 años-, que tuvo que ser abandonada en 2004 por la presencia de gas naftaleno. Igual ocurrió con el palacio Berleymont en Bruselas, sólo que la reparación de la sede de la Comisión Europea requirió 3 años de trabajo y la del Ministerio en Madrid ha necesitado 18. Para dejar constancia para la Historia de tan trscendental evento, se ha colocado una placa que reza lo siguiente:” Su Majestad el Rey inauguró esta sede del Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, siendo ministro Don José Manuel Albares Bueno”. Así las futuras generaciones podrán conocer el nombre y los dos apellidos de quien fungía en 2022 como ministro de Asuntos Exteriores. La omisión del nombre del Rey parece deberse a instrucciones de la Zarzuela, pero, si no figuraba el nombre de Felipe VI, tampoco debería haber figurado el de Albares, cuya contribución a la obra ha sido cortar la cinta en el acto reinaugural. El Ministerio se ha negado a crear en el edificio plazas de estacionamiento o a concluir un acuerdo con el aparcamiento público vecino, porque –henchido de ardor ecológico- quiere que los funcionarios que no sean ricos por su casa acudan al trabajo en bicicleta o en patinete. Además ha concedido una generosa asignación de dos euros diarios a los funcionarios destinados en la AECI, por lo que los demás ni siquiera podrán tomarse un café a costa del erario público. La opinión del ministro acerca de los temas de política exterior más importantes ha sido expuesta en una entrevista hecha por Irene Castro y Javier Biosca para “elDiario.es”. Estados Unidos Las buenas relaciones con Estados Unidos –uno de los pilares básico de la política exterior española, según Francisco Fernández Ordóñez- comenzaron a torcerse con el absurdo antiamericanismo de José Luis Rodríguez Zapatero. Con Mariano Rajoy se normalizaron y con Pedro Sánchez han vuelto a empeorar. Produjo vergüenza ajena el lamentable espectáculo de la conferencia en la cumbre del presidente con Joe Biden en un pasillo durante 15 segundos. Albares ha conseguido hacer lo que no pudo su jefe y -so pretexto de preparar la Conferencia de la OTAN que se celebrará el próximo mes de junio en Madrid- ha viajado a Washingto donde se ha entrevistado con su colega Anthony Blinken y con la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi. El ministro ha tratado con Blinken los temas del Sáhara Occidental –con el que ha acordado unir fuerzas para buscar una solución a un conflicto que dura ya demasiado tiempo- y de las amenazas rusas a Ucrania –en la que España se ha alineado con la postura de la OTAN-. Preguntado sobre si estaba preparando una reunión entre Sánchez y Biden, Albares contestó que el encuentro ocurrirá cuando tenga que ocurrir y que la relación entre los dos presidente era estrecha, porque la relación entre España y Estados Unidos era estrecha y éramos un socio fiable (¿?). Esta afirmación es un deseo piadoso, porque Biden ha ninguneado hasta ahora a Sánchez, aunque es posible que se produzca si el presidente norteamericano asiste en Madrid a la Conferencia de la OTAN. El ministro ha logrado obtener unas palabras amables de Blinken hacia nuestro país, al afirmar que, en momentos críticos como los actuales, marcaba la diferencias contar con “socios, amigos y aliados estrechos como España”. No obstante, las relaciones entre los dos Estados –socios en el seno de la OTAN y aliados a través de un acuerdo bilateral de cooperación militar- son manifiestamente mejorables. Marruecos Cuando fue nombrado ministro, envié a Albares un correo de felicitación, al que no ha tenido a bien contestar, quizás porque le dije que me había parecido bien su discurso de toma de posesión, salvo su afirmación de que Marruecos era un gran amigo. El vecino del sur podrá ser un aliado coyuntural, pero no un amigo de España mientras siga reivindicando como propias las ciudades de Ceuta y Melilla. Hassan II adoptó una política gradual para conseguir la “reunificación” del Imperio marroquí, actitud que ha seguido Mohamed VI, y -como reconoció el anterior primer ministro marroquí, Saddedine al-Othmani-, la cuestión de Ceuta y Melilla sería tratada a su debido tiempo, una vez que se hubiera consumado la integración del Sáhara Occidental, porque dichas ciudades eran territorios tan marroquíes como el Sáhara. Envalentonado por el reconocimiento por Donald Trump de la legalidad de su ocupación del Sáhara Occidental en la Navidad de 2020, Marruecos se creció y estimó que ya no necesitaba de España para conseguir la aceptación por la comunidad internacional de la integración del territorio en el Reino, y aplazó “sine die” la reunión en la cumbre prevista con España, a la que exigió que siguiera el ejemplo norteamericano y condonara la flagrante ilegalidad de la anexión. Como no lo hizo, aprovechó la excusa de la hospitalización en Logroño del presidente de la República Saharaui Democrática, Brahim Ghali, para provocar la invasión de Ceuta por 10.000 de sus ciudadanos, incluidos mujeres y niños. Esta lamentable actuación fue condenada por la UE –incluida Francia, la principal aliada de Marruecos- y éste tuvo que recoger velas, aunque criticó acerbamente a España y llamó a consultas a su embajadora, Karima Benyaich, quien sigue sin reincorporarse a su puesto. En su discurso a la nación de agosto de 2021, Mohamed VI expresó su voluntad de inaugurar una nueva etapa en las relaciones con España, ya que –tras la crisis de los últimos meses que había sacudido fuertemente la confianza mutua y planteado numerosos interrogantes sobre su destino- se producía una ocasión para revisar los fundamentos y los determinantes que gobernaban las relaciones existentes. Expresó su intención de seguir trabajando con el Gobierno español “con el fin de inaugurar una nueva etapa inédita en las relaciones entre los dos países sobre la base de la confianza, la transparencia, el respeto mutuo y la honra de sus compromisos”. Estas conciliadoras palabras no han sido seguidas por hechos, pese a los numerosos gestos realizados por España al más alto nivel. Marruecos no ha tratado de normalizar la situación y -antes al contrario- ha continuado e incluso incrementado las actuaciones inamistosas: ausencia de su embajadora de Madrid, asfixia económica de Ceuta y Melilla -cuyos pasos fronterizos continúan cerrados-, dificultades al tráfico marítimo entre los dos países, tolerancia para el envío a Canarias de pateras con emigrantes irregulares desde las costas de Marruecos y del Sáhara Occidental, negativa a repatriar a los menores no acompañados que se encuentran en Ceuta, (¿?), acusación a las autoridades españolas de amenazar la salud de los marroquíes, autorización para la instalación de una piscifactoría en aguas jurisdiccionales de las islas Chafarinas, maniobras para que en el mapa pesquero de la FAO se califique a las aguas jurisdiccionales canarias como “costa marroquí”…Con semejantes amigos, no necesitamos enemigos. Sánchez había impedido hasta ahora que Felipe VI se involucrara en la búsqueda de una solución la situación conflictiva con Marruecos –como solía hacer Juan Carlos I, pero ha cambiado de opinión e incitado al Rey a que, en su tradicional discurso al Cuerpo Diplomático, respondiera a la propuesta del monarca alauita y afirmara que los respectivos Gobiernos habían acordado redefinir conjuntamente una relación para el siglo XXI sobre pilares fuertes y sólidos, y “ahora ambas naciones debemos caminar juntas para empezar a materializar ya esta nueva relación. Se trata de encontrar soluciones a los problemas que preocupan a nuestros pueblos”. Sánchez suscribió las palabras del Rey y afirmó que agradecía “la colaboración estratégica que tenemos con Marruecos” Felipe VI ha visitado el pabellón marroquí en FITUR en otro gesto de acercamiento. Marruecos ha acogido con frialdad las declaraciones de Felique VI, por considerar que llegaban tarde y su portavoz, Mustafá Baytas, ha afirmado que, para que se consolide la ambición de España de cerrar la crisis se necesita mucha claridad. Tras su nombramiento, Albares dijo que enseguida se entrevistaría con su contraparte Nasser Bourita, pero –transcurridos siete meses- siguen sin hacerlo, aunque –según él- es con el colega que mantiene mayores contactos –telefónicos-. Para nuestro ministro la situación es idílica. “Estamos trabajando con Marruecos una solución del siglo XXI y estamos mirando hacia el futuro. La relación entre España y Marruecos es rica y compleja, en el mejor sentido de la palabra, con un entramado de intereses y de distintos aspectos que tenemos que avanzar”. Ha elogiado el papel de Marruecos para canalizar los flujos migratorios irregulares, ya que -. sólo en el período de Navidad- se había impedido el salto a las vallas de Ceuta y Melilla de más de 1.000 personas. ”Eso sería muy difícil de conseguirlo sin la colaboración de Marruecos, y es lo que le hace un socio estratégico para España y también para Europa. Evidentemente no me conformo con eso, sino que quiero ir a más y entiendo que también Marruecos está en esa línea”. ¡De ilusión también se vive! Sáhara Occidental Aparcadas por el momento las reivindicaciones sobre Ceuta y Melilla, el futuro del Sáhara Occidental el principal obstáculo para las relaciones hispano-marroquíes. España renunció en 1976 de forma unilateral a la administración de la colonia, que cedió provisionalmente por los Acuerdos de Madrid a Marruecos y a Mauritania. Tras varios años de guerra con el Frente Polisario y la firma de un armisticio en1991 -en el que se reconocía el derecho a la libre determinación del pueblo saharaui-, Marruecos ocupa en la actualidad la mayor parte del territorio, sin que las conversaciones marroquí-saharianas hayan producido ningún resultado, ni la ONU haya conseguido que se celebre un referéndum en el que los saharauis hubieran podido expresar su voluntad, pese a la presencia de una misión militar –la MUNURSO-, creada por el Consejo de Seguridad precisamente para organizar dicho referéndum. Tras el reconocimiento por Estados Unidos de la legalidad de la ocupación del Sáhara Occidental, Marruecos exigió a España que siguiera el ejemplo norteamericano y su negativa ha provocado la crisis actual entre los dos países. Sólo admite una autodeterminación del pueblo saharaui que lleve a su integración en el reino alauita. Los Gobiernos españoles han mantenido una posición un tanto ambigua, aunque todos han coincidido en que España dejó de tener responsabilidad alguna sobre el territorio, pese a que –de conformidad con el Derecho Internacional- siga siendo la potencia administradora “de iure”, aunque haya dejado de serlo ”de facto”. Albares –que se ha entrevistado con el flamante representante especial del Secretario General de la ONU para el Sáhara Occidental, Staffan de Mistura- le ha dicho que España va a estar siempre a favor de encontrar una solución entee las distintas opciones que estén avaladas por las resoluciones del Consejo de Seguridad –incluida la propuesta marroquí de concesión de un régimen de autonomía dentro del Reino-, “que sea mutuamente aceptable para las partes, que sea política” -¿aunque no sea jurídica?- España apoya cualquier solución siempre que sea en el marco de las Naciones Unidas. Curiosamente, un comunicado de la OID ha señalado que la afirmación del ministro de que hay que encontrar una solución política acordada entre las partes en el marco de la ONU para resolver el conflicto descarta “la opción de la autonomía que propugna Rabat y el reconocimiento como marroquí de este territorio”(¿?). Esta posición no satisface a Marruecos que exige un reconocimiento explícito de su soberanía sobre el Sáhara Occidental. El primer ministro, Aziz Ajanuch, ha pedido a todos aquellos que quieran ser aliados de Marruecos “fidelidad respecto a la causa nacional del Sáhara”, y ha puesto el ejemplo de Alemania, lo que no es del todo concluyente. Tras varios meses de crisis diplomática, la nueva ministra de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbok, ha modificado en la web del Ministerio el texto relativo a la posición alemana sobre el Sáhara Occidental y señalado que “con la presentación del plan de autonomía de 2007, Marruecos hizo una importante contribución a un acuerdo de paz en el Sáhara Occidental”, si bien en el mismo texto se indica que Alemania sigue manteniendo que se tiene que encontrar una solución en el marco de la ONU. Al mismo tiempo, el presidente alemán, Frank-Walter Steinmaier, envíó una carta a Mohamed VI en el que indicaba que la propuesta marroquí de autonomía era una buena base para resolver el conflicto. De ahí a mantener que Alemania ha cambiado de posición es cuestión de interpretación. Albares ha mantenido que la autonomía que Marruecos concediea al Sáhara tendría que ser admitida por las partes y bendecida por la ONU, postura que no basta a Marruecos, por lo que las espadas siguen en alto. Gibraltar El día de Nochevieja de 2020, el Papá Noel español hizo un generoso regalo a los gibraltareños, al llegar España y Gran Bretaña a un acuerdo sobre un documento-marco para incluir a Gibraltar en el espacio Schengen. Este disparatado acuerdo no es atribuible a Albares, sino a González Laya y a su incompetente equipo negociador, pero aquél lo asumió cuando, al llegar al cargo, afirmó que iba a cumplir lo acordado. Espero que Albares recapacite, se olvide del documento-marco y apoye el mandato negociador aprobado por la Comisión y el Consejo Europeos, que es bastante más favorable a los intereses españoles que el entendimiento hispano-británico. Según ha comentado el embajador José Ramón Remacha, el Gobierno dijo que el año 2022 llegaría glorioso en forma de prosperidad compartida para Gibraltar y su comarca, con supresión de la verja, libertad de tráfico y otras maravillas, pero de todo eso no hay nada. Se ha cumplido el plazo previsto y todo sigue igual, y esa promesa se ha convertido en una previsión fallida, afortunadamente -añado yo-, porque el documento es tan favorable para Gibraltar, como desfavorable para España. Ha pasado un año y siguen las negociaciones -en este caso entre el Reino Unido y la UE-, que se encuentran estancadas por la conducta torticera del Gobierno británico de, Boris Johnson, que incumple de mala fe compromisos asumidos en otros tratados. Ni Gran Bretaña ni España pueden garantizar lo que desea Gibraltar, que sería una continuidad muy mejorada en sus relaciones con la UE: el Reino Unido porque supondría una excepción al axioma “yo me marcho de la UE y Gibraltar conmigo”, que es la base del Brexit, y España porque no puede hacer concesiones sin contar con la Unión, y lo que pretende Gibraltar es una vulneración del principio básico de libertad de tráfico de persona, mercancías, servicios y capitales, que requeriría la aprobación por unanimidad de los 27 Estados miembros, lo que resulta poco probable. “Ni al Reino Unido le conviene, ni España lo puede pedir, ni la UE lo puede dar. No habrá acuerdo como el que busca Gibraltar”. ¡Que así sea! Ucrania Rusía ha invadido dos veces Ucrania en 2014: una abiertamente, que concluyó con la anexión de Crimea, y otra a mediante fuerzas irregulares y mercenarios, que llevaron a una guerra civil ucraniana y a la proclamación de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk –cuyo posible reconocimiento se está discutiendo en la actualidad en la Duma rusa-. Rusia ha concentrado más de 100.000 soldados e importante material armado en su frontera con Ucrania y organizado maniobras cerca de la frontera de este país con Bielorrusia. La tensión es enorme y en cualquier momento Vladimir Putin podría dar la orden de invasión, salvo que sólo furea una maniobra para presionar a la OTAN a fin de que rechace la admisión de Ucrania como miembro de la Alianza y limite su infraestructura militar en los terri9torios de los socios ingresados después de 1997. En la reunión celebrada anteayer en Ginebra entre los ministros de Asuntos Exteriores de Estados Unidos, Anthony Blinken, y de Rusia, Sergei Lavrov, éste anunció que la Federación no tenía intención de invadir Ucrania y aquél –que le replicó que si tal era el caso debería iniciar la desescalada retirando tropas de la frontera- prometió dar en breve una respuesta por escrito a las peticiones de Rusia. Ambos dieron un cierto margen a la diplomacia. El Gobierno español ha indicado que apuesta por el diálogo –no por la negociación, porque la integridad territorial de un Estado no es negociable- como vía de solución, pero que, si fuera necesario, participará junto con sus socios en la disuasión. “Tenemos que tener unidad en el diálogo, pero también en la disuasión”. Albares ha confirmado la intención de España de estar en primera línea con sus aliados de la OTAN. “No podemos volver al pasado, a las esferas de influencia, a limitar la soberanía de los países. Las demandas rusas son inaceptables”. Ha afirmado que el compromiso de España con la soberanía y la integridad territorial de Ucrania –incluida Crimea- está fuera de toda duda, “No se pueden tomar decisiones sobre Europa sin los europeos, por lo que tenemos que actuar conjuntamente con Estados Unidos”. Tampoco se pueden poner condiciones a un Estado soberano sobre cuál deba ser su esquema de seguridad, ni condicionantes a la OTAN o a la UE sobre quienes puedan ser sus miembros La ministra de Defensa, Margarita Robles, ha anunciado que España enviará la fragata “Blas de Lezo” y el buque de acción marítima “Meteoro” para que se incorporen a la flota de la OTAN en el Mar Negro, y aviones “Eurofighters”de vigilancia y protección a Bulgaria. El socio minoritario del Gobierno ha reaccionado de acuerdo con su anti-americanismo y su pacifismo “naif” -“¡No a la guerra!”, salvo que la genere Rusia-. Los neo-estalinistas Alberto Garzón y Enrique Santiago han afirmado que empujar a la OTAN hacia Rusia es un grave error y amenaza la paz, y que las bravuconadas belicistas de Estados Unidos son irresponsables. “Europa debe aportar medidas para desescalar el conflicto EEUU-Rusia, evitar militarizarlo y dar garantía de paz”. Ione Belarre e Irene Montero han apostado por evitar maniobras militares en la zona, y. nueve partidos –entre los que figuran Podemos, Izquierda Unida, En Comú, Más País, Bildu y la CUP- han publicado un comunicado en el que afirmaban que el despliegue de la OTAN era percibido por Rusia como una amenaza militar que añadía más tensión en la zona, mostraban su rechazo al envío de tropas, exigían que cesaran los planes para que Ucrania ingresara en la OTAN y pedían su disolución de la Alianza. El cinismo de estos “pacifistas” de sentido único no conoce límites: Ni una palabra sobre la anexión de Crimea, la intervención de tropas y mercenarios rusos en apoyo de los rebeldes del Donbass, y la concentración de más de 100.000 efectivos rusos fuertemente armados en la frontera con Ucrania. Ahora resulta que la crisis ha sido provocada por el belicismo de Estados Unidos y de la OTAN, que amenazan a la pobre e indefensa Rusia. Albares ha recordado a Podemos y a IU que la política exterior de España la marca el presidente del Gobierno y queda determinada en las reuniones del Consejo de Ministros, de cuyas resoluciones todos sus miembros son solidarios. Los socios minoritarios acatarán de mala gana las decisiones del Gobierno, aunque tratan de desmarcarse por todos los medios de las que supongan cumplir con los compromisos asumidos por su pertenencia a la OTAN, porque –según la advertencia del gurú Pablo Iglesias- “el furor por-USA acabó con Aznar”. En su breve mandato, Albares ha hecho cosas buenas –como conseguir que se mantenga en Madrid la sede de la Organización Internacional de Turismo o se restablezcan las relaciones de normalidad con Estados Unidos- y otras no tan buenas. Las sombras derivan sobre todo de que actúa más como político que como diplomático, ya que está incondicionalmente sometido a su mentor –del que fue consejero áulico en política exterior- y a las directrices del PSOE. De ahí que haya ideologizado considerablemente el Ministerio, como se ha puesto de manifiesto en la modificación del programa de ingreso en la Carrera diplomática, en el que se ha jibarizado la Historia de España –como el programa paralelo de la enseñanza en la escuela secundaria, del que la Real Academia de la Historia ha censurado su “sesgo presentista- e introducido el estudio de la Memoria Democrática –que es la antítesis de la Historia y tiene poco de democrática-, la Alianza de Civilizaciones, la proyección de las lenguas cooficiales y la igualdad de género. Asimismo, como uno de los objetivos de la cooperación internacional figura –junto a la salud y la seguridad alimentaria- la “búsqueda de la unidad de género”. Me pregunto que incidencia tendrá la persecución de este objetivo en las relaciones con países como Arabia Saudita, Kuwait, Irán o Afganistán. La carrera va perdiendo cada día más su autonomía institucional y su impronta de representación del Estado en el exterior, para convertirse en un engranaje más de la política partidista del Gobierno de turno. Madrid, 23 de enero de 2022

viernes, 14 de enero de 2022

Putin defiende a ultranza el patio trasero ruso

PUTIN DEFIENDE A ULTRANZA EL PATIO TRASERO RUSO Últimamente, Vladimir Putin ha tenido la oportunidad de manifestar -a través de los sucesos que están ocurriendo en Ucrania y en Kazajstán- que Rusia está dispuesta a defender con uñas y dientes el control absoluto de lo que considera su patio trasero: los territorios que en su día formaron parte de la URSS. Putin es un “homo sovieticus” que estima que la disolución de la Unión Soviética fue “el peor desastre geoestratégico del siglo XX” y está haciendo cuanto puede para que Rusia vuelva al “statu quo ante” de gran potencia, y lo está logrando como muestra su actual posición en Oriente Medio. Rusia, Ucrania y la OTAN En una reciente rueda de prensa, la corresponsal de “Sky News”, Diana Magnay, preguntó a Putin si Rusia tenía intención de invadir Ucrania y si ello dependería de los resultados de las negociaciones que se estaban realizando con Estados Unidos. La respuesta ha sido que dependería única y exclusivamente de consideraciones relativas a la seguridad de su país. Destacó que, mientras Rusia no tenía silos con misiles nucleares cerca de las fronteras de Estados Unidos, la OTAN si los tenía junto a las fronteras rusas. Omitió decir que Rusia tiene una cabeza de puente en medio de territorio OTAN en Kaliningrado –la antigua Könisberg de Emmanuel Kant-, donde no sé si tendrá armas nucleares, pero que constituye un quebradero de cabeza para la estrategia de la Alianza. Señaló que, con su expansión hacia las fronteras rusas, la OTAN había incumplido el compromiso de no hacerlo acordado en los años noventa con Mijail Gorvachov. Señaló que Rusia había hecho enormes esfuerzos para establecer relaciones normales con Occidente que resultaron vanos y se preguntaba retóricamente ¿por qué no consideraron a Rusia como un potencial aliado? ¿por qué ha habido cinco expansiones sucesivas de la OTAN hacia el Este?¿qué es lo que no entienden? Pues es muy fácil de entender: se trata simplemente de nuestra seguridad”. Mi buen amigo el embajador Melitón Cardona se ha mostrado sensible a estos argumentos y –en un artículo sobre “Putin. Ucrania y Occidente”- ha afirmado que resulta difícil no estar de acuerdo este planteamiento, y que los colegas que habían estado destinados en Rusia con los que había consultado le habían expresado su conformidad. Concluía que nadie podría negar que “en el pasado, Rusia nunca había tenido un nivel de calidad democrática como el actual”. Coincidí con Melitón en Moscú en la fase final de Yeltsin –él como Cónsul General y yo como Embajador-, pero -aunque crea que Putin tiene algo de razón- no comparto su planteamiento, que está pleno de inexactitudes, de omisiones y de falacias. En un nuevo artículo sobre “La Federación rusa y Occidente”, Cardona ha insistido en que Rusia se ha sentido amenazada en su seguridad por la expansión de la OTAN, lo que explicaba la actitud recelosa de Putin hacia Occidente. Ello lo explica en parte, pero no del todo. El distanciamiento de Occidente ha sido iniciativa de Putin, que lo ha hecho para reforzar el patio trasero de Rusia y –sobre todo- para recuperar su status de gran potencia. Tras la reunificación alemana en 1989 y la disolución del Pacto de Varsovia en 1991, la OTAN dio garantías verbales a Gorbachov de que no extendería su actuación hacía las fronteras rusas, pero Estados Unidos impuso la expansión hacia el Este pese a las reticencias de Francia y Alemania. No se trató de cinco expansiones -como ha alegado Putin-, sino de dos y media. En 1999 ingresaron Polonia, Hungría y la República Checa, y en 2004 las tres repúblicas bálticas. Rusía toleró la primera ampliación por tratarse de Estados soberanos que habían sido forzados a incorporarse a un Pacto de Varsovia que se había disuelto, pero criticó acerbamente la de los países bálticos, que habían sido parte integrante de la URSS. La OTAN hizo un tercer intento cuando invitó en 2008 a Ucrania y a Georgia y entonces Rusia estimó que se habían cruzado sus líneas rojas y, en horas 24, invadió Georgia y reconoció la independencia de las regiones de Abjazia y de Osetia del Sur, dejando al país como un Estado fallido que perdió buena parte de su territorio. Amenazó con hacer lo mismo con Ucrania, pero su presidente –el pro-occidental Viktor Yushenko- fue sustituido por el pro-ruso Viktor Yanukovich, quien retiró la petición de ingreso y prorrogó hasta 2042 el Tratado que permitía la presencia de la flota rusa en Crimea, con lo que se evitó por el momento la invasión rusa. Aunque jurídicamente era obvio que Estados soberanos como Georgia o Ucrania podían adherirse libremente a una alianza militar como la OTAN, políticamente no resultaba aconsejable, al tratarse de antiguos miembros de la URSS que –a diferencia de los bálticos- no habían sido previamente independientes, y cuando había existido un compromiso moral de la Alianza de no llegar a ese extremo. Cuestión bien distinta era la asociación de estos Estados con la Unión Europea, que no afectaba a la seguridad de Rusia. Yanukovich se negó a firmar el Acuerdo de Asociación con la UE y ésta fue una de las razones que provocó la revuelta de la Plaza Maidán y su derrocamiento. Aprovechando esta situación, Putin se apoderó de la península de Crimea –que reincorporó a la “madre patria”- y apoyó con tropas irregulares, armamento y cobertura militar a los rebeldes rusófonos del este de Ucrania, que proclamaron las Repúblicas de Donetsk y Lugansk, si bien –a diferencia de Georgia- no las ha llegado a reconocer. No es cierto que Occidente se negara a considerar a Rusia como aliado y puedo dar mi testimonio al respecto. En mayo de 1997, asistí en el Kremlin a la reunión en la que el rey Juan Carlos I dijo a Yeltsin que la seguridad de Rusia era indispensable para la de Europa, en la que debería integrarse. Lo invitó a asistir a la Conferencia de la OTAN que se iba a celebrar en Madrid y, con su asistencia, demostraría al mundo que la ampliación de la Alianza no se hacía contra Rusia, sino en su presencia y con su participación. Yeltsin, sorprendido, agradeció al Rey la invitación y contestó que estudiaría con atención su posible participación en la cumbre. No asistió, pero el 27 de mayo se firmó el Acta Fundacional sobre las Relaciones de Cooperación y Seguridad Mutuas entre Rusia y la OTAN. Se creó un Comité Conjunto Permanente OTAN-Rusia como mecanismo para la consulta, la cooperación y la toma en común de decisiones, y en 1998 la Federación estableció una Misión Permanente ante la Alianza en Bruselas. Al acercamiento entre las dos partes contribuyó de forma decisiva el secretario general de la Alianza, Javier Solana. Prueba del buen ambiente existente fue la publicación en “El País” de una genial tira de Peridis en la que se mostraba al Rey charlando con Yeltsin, quien tenía a Solana sobre sus espaldas. Yeltsin le decía “OTAN, de ampliación NO, OTAN de entrada NO”, y don Juan Carlos le contestaba sonriente:”¡Estás perdido Boris!. Así empezó Solana y ahí los tienes de Secretario General”. La relación se enfrió cuando las tropas rusas invadieron Georgia, aunque la UE actuó de mediadora para lograr el armisticio. Incluso en la Conferencia de la Alianza de Lisboa en 2010 se adoptó un Declaración Rusia-OTAN que reconocía que su seguridad mutua era indivisible y estaba interconectada, y preveía el establecimiento de una asociación estratégica “para crear un espacio común de paz, seguridad y estabilidad”. No obstante, la situación empeoró de forma considerable tras la anexión de Crimea y la intervención rusa en Ucrania, y no fue por culpa de Occidente. La OTAN y la UE se rasgaron las vestiduras, pero no hicieron nada para revertir una flagrante violación del Acta de Helsinki de 1975, que proclamó la integridad de las fronteras europeas, y tan sólo aplicaron sanciones económicas de menor cuantía que apenas afectaron a Rusia. Ahora Putin ha concentrado unos 140.000 soldados a lo largo de su frontera con Ucrania y se habla de una posible invasión, aunque no creo que se produzca, ya que se trata de una maniobra de Putin –que sabe que puede seguir desestabilizando a Ucrania con su ayuda a la rebelión en Donbass- para presionar a la OTAN a fin de asuma en un Acuerdo su compromiso de desistir de realizar actividades militares en el patio trasero ruso y su renuncia a integrar en la Alianza a países que hubieran formado parte de la URSS -como ha exigido en las conversaciones de Ginebra-, lo que la OTAN no puede aceptar por razones de principio, aunque en la práctica esté dispuesta a asumirlo. El secretario general, Jens Stontelberg, ha manifestado que la invasión de Ucrania tendría graves consecuencias para Rusia -que pagaría por ello un alto precio-, respaldado la soberanía y la integridad territorial de Ucrania, y asegurado que -si se produjera un ataque- la OTAN reforzaría rápidamente sus tropas en la zona y tomaría las medidas necesarias para garantizar la seguridad de todos sus aliados. Mas, ¿es Ucrania técnicamente un aliado? Al no ser miembro de la OTAN, no está cubierta por las garantías de auxilio previstas en el Tratado de Washington. Pese a estas grandilocuentes declaraciones, si llegara a producirse un ataque, la Alianza no iría más allá de aplicar “sanciones económicas y políticas devastadoras”, porque carece de los medios militares para enfrentarse a Rusia en la región y de la voluntad política de hacerlo, sin contar con el factor económico de la dependencia energética de los Estados europeos de Rusia -30% del gas y 25% del petróleo que importan los países de la UE es de origen ruso-. La Alianza debería abstenerse de alentar falsas expectativas en Ucrania y limitarse a proporcionarle ayuda económica, apoyo político y cobertura diplomática. Tampoco estoy de acuerdo con la afirmación de que nunca había disfrutado en su Historia Rusia de un nivel de calidad democrática como el que existe bajo el mandarinato de Putin. En la época de Yeltsin existían muchas más libertades y brotes democráticos que en la actualidad. Se gozaba de libertad de prensa y había numerosas emisoras de radio y TV que se permitían criticar al Gobierno. Aunque limitado, existía un margen de acción política y se logró una cierta descentralización que otorgó amplios poderes a las autoridades regionales. Con Putin se han limitado las libertades, cuando no han desaparecido. Ha fortalecido el Estado central y contrarrestado las tendencias centrífugas de los barones regionales, creado desde el Gobierno el partido “Rusia Unida” -que monopoliza el poder-, y entorpecido el funcionamiento de los partidos democráticos, limitados a ser fuerzas testimoniales. Sólo ha permitido la actuación inocua del PC de Gennadi Zyuganov y del partido nacionalista de Vladimir Zhirinovsky. Líderes políticos -como Boris Nemtsov- o periodistas incómodas –como Anna Polikovskaya- han sido asesinados, otros -como Alexei Navalny- han sido envenenados o se encuentran en prisión, en Siberia o en el exilio. Ha desaparecido la libertad de prensa y los medios de comunicación están controlados por el Estado. ¿Es esto calidad de vida democrática? ¿Se imagina alguien a Putin sometiéndose voluntariamente –como hizo Yeltsin- a una moción de “impeachment” en la Duma? Yo, desde luego, no. En el ámbito de las relaciones internacionales, Putin ha reinstaurado la Doctrina Breznev de la “soberanía limitada”, que atribuye a Rusia como antes a la URSS- el deber internacionalista de intervenir en los países hermanos vecinos cuando estimare que sus regímenes eran amenazados desde el exterior o desde el interior. Este “aggiornamiento” de la doctrina ha permitido a Rusia invadir Georgia y Ucrania, apoyar al dictador bielorruso Alekxander Lukashenko frente a sus propios ciudadanos, y enviar tropas a Kazajstán tras las recientes revueltas. Putin es el zar de todas las Rusias y el “gran hermano” de los países vecinos que forman el patio trasero de la Federación Rusa. Ha especulado con la posibilidad –casi certeza- de que la OTAN instalaría misiles nucleares en Ucrania, con lo que dejaría el territorio ruso a su alcance en cinco minutos de vuelo. Se ha preguntado si “¿Tendríamos que hacer nosotros algo similar?” y ha contestado “podemos”. En Kalinigrado, el territorio europeo estaría al alcance de los misiles rusos a tan solo un minuto de vuelo. La revuelta en Kazajstán La antropóloga noruega Erika Fatland –autora de “Sovietistán” y “La frontera”- ha incluido en el patio trasero de Rusia a los que califica de “istanes”: Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán. Hay que excluir a Afganistán, que ha sabido resistir a lo largo de su Historia al expansionismo zarista, soviético o ruso. De todos ellos, Kazajstan se considera el más importante, aunque yo crea que tiene más solera Uzbekistán -el antiguo Turquestán-, país clave en la “ruta de la seda” procedente de China. Fui embajador durante tres años en los cinco “istanes” –aunque fuera con acreditación múltiple desde Moscú- y creo conocer algo de ellos. Kazajstán es el país más extenso de los cinco –el doble de grande que los otros cuatro y cinco veces mayor que España-, aunque no el más poblado, que es Uzbekistán. Cuenta con unos 19 millones de habitantes, de los que -en el momento de su independencia- el 33% era de origen kazajo –raza mongólica, lengua derivada del turco y religión musulmana-, 43% de origen ruso y 7% ucraniano –raza eslava, religión ortodoxa y lengua rusa-, 7% de origen alemán descendientes de los colonos alemanes acogidos por la zarina Catalina y deportados en 1941 por Stalin al Asia central- y el resto por otras etnias. Durante la época soviética fue el principal proveedor de materias primas a la URSS –petróleo, gas, uranio, oro, plata, cobalto, hierro tugsteno, vanadio, cromo y carbón- y desarrolló una industria manufacturera y una agricultura mecanizada importantes, cuya producción se vino abajo con la crisis económica provocada por la disolución de la URSS, por lo que economía kazaja se redujo a la exportación de materias primas, especialmente gas y petróleo. La disolución de la URSS fue fruto de la conspiración de la Federación Rusa, Ucrania y Bielorrusia para eliminar a Gorvachov, sin contar para nada con las demás repúblicas soviéticas, que se vieron obligadas a proclamar su independencia pese a no tener especial interés en ello. Sus economías se resintieron al desaparecer de pronto toda planificación y la especialización encomendada a cada una de ellas, y al no contar con los recursos y los técnicos necesarios para atender a la gestión de una economía integrada hasta entonces inexistente. El resultado fue una aguda crisis económica, la caída del PIB y el empobrecimiento. La mayoría de la gente echaba de menos la era soviética en la que tenían más oportunidades, frente a las que ahora hay muchas diferencias: una élite muy rica, una clase media muy pequeña y una clase baja con dificultades económica. Yeltsin creyó que se podría recuperar la Unión con la creación de la Comunidad de Estados Independientes, que resultó un fiasco, ya que –una vez lograda la independencia- cada República tiró por su lado y desapareció la cooperación y la cohesión entre los doce nuevos Estados surgidos de la URSS en Eurasia. Kazajstán se vio forzada –muy a su pesar- a declarar su independencia a comienzos de 1992 y la situación política apenas cambió, pues el país siguió bajo el férreo control del secretario general del PC, Nursultán Nazerbayev, que se convirtió en presidente del nuevo Estado. Nazerbayev toleró la existencia de un supuesto régimen parlamentario en el que ningún partido –salvo el suyo- podía actuar libremente, y no existía separación de poderes ni libertad de expresión y de prensa. Inició un rápido proceso de “kazajastanización”, promovió la lengua kazaja y sustituyó el alfabeto cirílico por el europeo. Aunque mantuvo una actitud abierta con la población de origen ruso, provocó la marcha a Rusia de muchos ciudadanos –especialmente los funcionarios-, y la población rusa pasó en poco tiempo del 43% al 17%, porcentaje que seguía siendo significativo, especialmente porque los rusos desempeñaban la mayoría de los puestos dirigentes, tanto en el sector público como en el privado. El presidente estableció una dictadura un tanto paternalista. Nazerbayev era consciente de su dependencia de Rusia, con la que Kazajstan compartía una frontera de 7.598 kms, y procuró mantener las buenas relaciones con el Kremlin, por lo que fue un colaborador modélico. Se adhirió a la Comunidad de Estados Independientes, a la Comunidad Económica Euroasiática y a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, en la que participan asimismo Armenia, Bielorrusia, Kirguistán, Rusia y Tayikistán. Al mismo tiempo ha mantenido excelentes relaciones con su vecino chino, del que le separa una frontera de 1.349 kms y le une un ferrocarril que va de Yiwu a Alma Ata siguiendo la “ruta de la seda, y una importante inversión económica en el país. También ha conservado buenas relaciones con la Unión Europea e incluso cuenta con una Plan Individual de Asociación con la OTAN. La gran iniciativa de Nazerbayev fue trasladar la capital de la República de Alma Ata a Astaná, donde construyó en la tundra del noroeste del país, cerca de la frontera rusa -a un coste elevadísimo- una ciudad artificial, a la que obligó a trasladarse a todas las misiones diplomáticas acreditadas en Kazajstán. Según Alberto Priego, el traslado de capital hacia una zona con una importante población de origen ruso se hizo para reafirmar la soberanía de la nueva República y evitar que la población rusófona pidiera la anexión a la Federación de Rusia. La capital ha sido rebautizada como Nursultán, en homenaje al amado líder en una obscena muestra de nepotismo. Tras 27 años de mando absoluto e incontestado, Nazerbayev dio en 2019 un paso al lado y pasó la presidencia a su antiguo ministro de Asuntos Exteriores, Kasim-Yomart Tokayev -un “aparatchik” sin la personalidad y el carisma Nazerbayev-, pero mantuvo la presidencia el Consejo de Seguridad Nacional para seguir controlando el país desde las bambalinas. El considerable aumento del precio del gas licuado provocó la celebración en Alma Ata de una masiva manifestación de protesta, que fue reprimida con brutalidad por las fuerzas de seguridad –a las que Tokayev dio órdenes de “tirar a matar”-, que han provocado 164 muertos y centenares de heridos, así como la detención de 5.100 personas. Aunque el Gobierno ha anulado la subida de precios, las manifestaciones se han extendido por todo el país y han adquirido un carácter político, al revelar no sólo el descontento por unas exorbitantes medidas de tipo económico, sino también el hartazgo de la juventud por la ausencia de libertades. Al verse desbordado por las manifestaciones, Tokayev ha invocado el Tratado de Seguridad Colectiva y solicitado a sus miembros el envío de tropas para sofocar la “rebelión”, que ha atribuido a agentes terrorista procedentes del extranjero. Todos los Estados –salvo Kirguistán- han enviado contingentes armados, entre los que figuran 3.000 paracaidistas rusos. El Gobierno ha declarado que se trataba de una “misión de paz” y que los soldados de la OTSC no se implicarían en las misiones de combate. Según Fatland, ha sido la primera vez en 30 años que ha intervenido la OTSC, lo que suponía un punto de inflexión. Había para ello dos posibles razones: que las autoridades tuvieran miedo a perder el control de la situación porque las fuerzas de seguridad no les obedecieran y la importancia para Rusia de un país con el que comparte tan larga frontera. “Hay miedo ante lo que Rusia pueda hacer si cunde el caos en el país, pero en el fondo todo esto les hace mucho más dependientes de Moscú”. Para Josep Pique, se trata de un fenómeno fundamentalmente endógeno que pone de manifiesto luchas entre facciones rivales del propio régimen, como revelan la disolución del Gobierno, la detención del ex-primer ministro y responsable de la Seguridad Nacional, Karim Maximov, y la destitución del propio Nazerbayev. El régimen kazajo necesita a Rusia para sostenerse, al ser una autocracia corrupta que, sin instituciones sólidas, difícilmente puede sobrevivir a situaciones de crisis, pero el coste evidente es la limitación de la soberanía. José Manuel Cansino lo ha considerado como el “protectorado” que un Estado ejerce sobre otro que -siendo incapaz por sí mismo de mantener el orden interior o sus fronteras- invoca la protección de una potencia amiga. ¿La situación en Kazajstán beneficia o perjudica al Gobierno ruso? Las dos cosas a la vez. De un lado, lo beneficia porque distrae la atención de los problemas a los que se enfrenta Putin y le permite consolidar la hegemonía de Rusia en una antigua república soviética; de otro, le perjudica porque le abre un nuevo frente que puede ser grave si las revueltas populares le obligaran a ampliar su intervención militar y. a la par, no le será fácil intervenir con suficiente intensidad y de forma simultánea en dos frentes, uno en el que se ha metido “motu proprio” -como el de Ucrania- y otro en el que lo ha hecho a instancia de parte -como el de Kazajstán-. Comentando el artículo de Cardona, el general Rafael Dávila ha dicho que es mejor sentarse con Putin y ver dónde está el futuro de Europa, juntos y no enfrentados. Por supuesto, pero esto es más fácil decirlo que hacerlo. Como ha señalado Stoltenberg, porque el diálogo es difícil, resulta por ello más necesario. “Las acciones de la OTAN son defensivas y proporcionadas y seguimos abiertos al diálogo”. Hay que tener, sin embargo, sumo cuidado porque Putin es un excelente profesional de los servicios secretos de la acreditada ganadería de la KGB, conoce los de trucos propios del oficio, y actúa de mala fe. Pedro/Vladimir invoca el peligro del lobo de la OTAN –bestia negra de los rusos- para conseguir el respaldo de su pueblo a su cada día más cuestionado liderazgo. Exige algo que la Alianza no le puede dar para justificar inquebrantable defensa a ultranza de lo que considera el patio trasero de Rusia. La Alianza ha requerido que se debata asimismo cuestiones como la transparencia en los ejercicios militares, la prevención de incidentes, las ciberamenazas, el control de armas y la no proliferación o la limitación de misiles. Ha propuesto que se reabran las comunicaciones miliares y civiles ha sido positiva la reciente reunión Bruselas tras tres años en barbecho del Consejo OTAN-Rusia, aunque sus resultados hayan sido decepcionantes. Madrid, 14 de enero de 2022

domingo, 9 de enero de 2022

olitización de la Carrera Diplomática

POLITIZACIÓN DE LA CARRERA DIPLOMÁTICA En sus ansias por mantenerse como en el poder, Pedro Sánchez ha extendido su férreo control a todas las instituciones españolas: Fiscalía General, Abogacía del Estado, Comisión Nacional de Mercados y la Competencia, Comisión Nacional del Mercado de Valores, Centro de Investigaciones Sociológicas y hasta Correos Tan sólo se le han resistido los organismos judiciales –pese a sus reiterados esfuerzos para domeñarlos- y el Banco de España. Ahora le ha llegado el turno a la Carrera Diplomática. Incluso durante la época de Franco, la Carrera Diplomática española –pese a estar obviamente controlada por el Gobierno- mantuvo una cierta autonomía institucional y la mayoría de sus miembros –aunque conservadores- eran de talante liberal por su contacto con el exterior. Con los Gobiernos de la democracia -especialmente a partir del presidido por José Luis Rodríguez Zapatero- se ha ido politizando la carrera y este fenómeno se ha agudizado con el Gobierno de coalición socio-comunista de Sánchez. Han ido creciendo los nombramientos de socialistas en los altos cargos del Ministerio de Asuntos Exteriores y en las embajadas conforme a un “spoil system” a la española, y esta desafortunada práctica se ha extendido a otro ámbitos de menor nivel como las presidencias de las Casas Internacionales, lo que provocó un comunicado crítico de la Asociación de Diplomáticos Españoles (ADE). La última muestra de este nepotismo político ha sido la petición del placet para ser embajadora ante la Santa Sede a la ex-ministra de Educación, Isabel Celáa, una de las colaboradoras más nefastas de Sánchez y que se ha caracterizado por su sectarismo y animadversión contra los colegios regidos por religiosos o de ideario cristiano. No sería de extrañar que se repitiera el fiasco del nombramiento que impuso Felipe González del antiguo subsecretario de Asuntos Exteriores, Gonzalo Puente, pese a las reticencias de la Curia vaticana. Esta tendencia politizadora se ha visto reforzada con la reciente modificación del programa de las oposiciones de ingreso en la Carrera Diplomática. Cambio del programa de las oposiciones de ingreso en loa Carrera Diplomática Cuando en 1981 fungía como jefe de la Asesoría Jurídica Internacional, el ministro José Pedro Pèrez-Llorca quiso actualizar el programa del temario para el examen oral en las oposiciones para el ingreso en la Escuela Diplomática y encomendó esta labor a Miguel Ángel Ochoa (parte histórica), a Federico Garayalde (parte económica) y a mí (parte jurídica). Entonces sólo había tres grupos y los opositores disponían de hora y media para exponer los tres temas que les tocara en suerte. Ahora la parte la parte jurídica se ha dividido en dos y los opositores disponen de sólo una hora para exponer los cuatro temas adjudicados, por lo que la media hora de antaño para la exposición de cada tema se ha reducido a la mitad. Por otra parte, ha disminuido el número de temas a 203: 50 para Derecho Internacional, 56 para Derecho Constitucional y Comunitario, 46 para Economía y 51 para Historia. El temario de los dos grupos jurídicos es en líneas generales aceptable y sobre el económico no me pronuncio, por no ser especialista en loa materia. No cabe decir lo mismo del temario histórico, que deja bastante que desear. No creo que se haya pedido para su modificación la opinión del ilustre académico de la Historia y excelente escritor, embajador Ochoa. El tema 1 del nuevo programa dedicado a “España a comienzos de la Edad Moderna” cubre para una exposición de 15 minutos los Reyes Católicos, el proceso de la conquista de América, los reinados de Carlos V y Felipe II, y la Reforma y la Contrarreforma. Esta materia estaba cubierta en 1981 por 5 temas, con una exposición de dos horas y media. La Historia desde Felipe III a Alfonso XIII se despacha en 9 temas -dos horas y cuarto -, lo que resulta totalmente insuficiente. Al período comprendido entre la II República y nuestros días se le dedican 4 temas y, en el 44 -dedicado a la participación de España en la ONU y a la política española en materia de derechos humanos- se incluye un apartado sobre “La Alianza de Civilizaciones”, esa notable contribución de Rodríguez Zapatero y del demócrata presidente de Turquía Tayib Erdogan –en colaboración con otro paladín de los derechos humanos como Arabia Saudita- al progreso de la Humanidad. Como ha dicho con sorna el embajador Inocencio Arias, los nuevos diplomáticos españoles saldrán al extranjero sin saber exactamente lo que significaron los Reyes Católicos o la llegada de España a América, pero irán magníficamente pertrechados conociendo la Alianza de Civilizaciones y las diferencias entre los cabrones del régimen de Franco y los ángeles democráticos del Frente Popular. En efecto, lo más grave de las modificaciones introducidas en el temario ha sido la inclusión de un apartado sobre “La Memoria Democrática”. En el programa de 1981, el tema 53 versaba sobre “España desde 1985 hasta hoy: Aspectos políticos internos, transformaciones económicas y sociales, y política exterior”. En el muevo programa, el tema 34 se titula: ”La transición política y la consolidación de la democracia en España. El debate sobre el modelo territorial del Estado. La Memoria democrática”. La adición del último epígrafe es un auténtico pegote que desentona dramáticamente del resto, pues supone un contrapeso a la afirmación inicial de que la Transición contribuyó a la instauración y consolidación de la democracia en España. Podemos, el socio menor de Sánchez, ha arrastrado al PSOE a renegar de su fundamental contribución al éxito de la Transición y a ponerla en tela de juicio y –para justificar este renuncio- se ha inventado una memoria –que calificó primero de histórica y luego de democrática- en la que se falsifican los hechos, se ensalza la II República de forma apologética, y se la considera el conjunto de todos los bienes sin mezcla de mal alguno. Por esas virtudes cívicas, la República merecía haber ganado la guerra civil y, para lograrlo “a posteriori” se la presenta, sin el menor esbozo de autocrítica, como la vencedora moral de la misma, por lo que aún se está a tiempo de premiar a los buenos y de castigar a los malos, aunque sea a base de moviola. Ya la Ley de Memoria Histórica de Rodríguez Zapatero de 2007 fue un auténtico bodrio que replanteaba parcialmente los hechos ocurridos entre 1936 y 1939, pero el anteproyecto de Ley de Memoria Democrática esbozado por la ex-vicepresidenta Carmen Calvo, y el proyecto de Ley ultimado por la eminencia gris del nuevo Gobierno, Félix Bolaños, lo ha superado con creces. Se trata –según lo ha descrito “El Mundo”- de un texto pensado para prolongar la guerra civil entre los españoles, basado en una burda distorsión de los hechos para azuzar el revanchismo y exprimir la utilización maniquea del pasado, a fin de manipular el presente y ganar poder en el futuro. Es un proyecto sectario que condena y excluye a la España no republicana e impone un pensamiento único para luchar contra el supuesto totalitarismo de la derecha. Pretende reparar la dignidad de las víctimas republicanas, que fueron perseguidas y dieron su vida por defender la democracia y la libertad, entre los que se encontraban los comunistas y los socialistas que asesinaron a inocentes en Paracuellos y los separatistas seguidores de Lluis Companys que mataron a mansalva a quienes no compartían sus ideas –el alcalde de Lérida, Joan Rovira y Roure, fue fusilado por organizar la cabalgata de los Reyes en contra del mandato de la Generalitat que prohibió en 1936 cualquier festejo relacionado con la Navidad-. Como tuve ocasión de escribir a finales de 2020 cuando se hizo público el texto elaborado por la “Domina Cabra”, con esa ley se lanzba un torpedo contra la línea de flotación de la Transición, que reabría viejas heridas y `provocaba la división entre los españoles entre buenos y malos, decretando la exaltación de los primeros –los republicanos- y la condena de los segundos –los fascistas-. Derogaba implícitamente la Ley de Amnistía de 1977 -que facilitó la llegada de la democracia- y rompió el consenso de la Transición –que ha sido lo mejor que le ocurrió a España en 300 años, en palabras del rey Felipe VI-. Por si no fuera suficientemente perverso el proyecto de Ley, Podemos y el PSOE han presentado enmiendas para empeorarlo aun más, como las que prevén explícitamente la derogación de la citada Ley o las que establecen que todas las leyes se aplicarán de conformidad con el Derecho Internacional, según el cual, los crímenes de guerra y de lesa humanidad, el genocidio y la tortura son imprescriptibles y no amnistiables. Podemos ha manifestado que esas enmiendas abrirán las puertas para juzgar los crímenes del franquismo. Estos aprendices de Torquemada se ciscan en lo principios de legalidad y de retroactividad consagrados en la Constitución. Según el artículo 25-1, “nadie puede ser condenado o sancionado por acciones u omisiones que, en el momento de producirse, no constituyan delito, falta o infracción administrativa según la legislación vigente en aquel momento”, y el artículo 9-3 garantiza “la irretroactividad de las disposiciones sancionadoras no favorables o restrictivas de derechos individuales”. En su auto 20 2021 relativo a la querella presentada por Gerardo Iglesias contra la policía por los delitos de lesa humanidad, tortura y lesiones, el Tribunal Constitucional rechazó el recurso por la inexistencia de la vulneración denunciada, de conformidad con el priuncipio “nullum crimen, nulla poena sine lege scripta, certa et stricta”. En el momento de producirse los hechos denunciados, no existía en el ordenamiento penal español la figura del delito de crímenes contra la humanidad y, con respecto a los delitos de tortura y lesiones, habían transcurrido más de cuarenta años desde su comisión y estaban ya prescritos. El propio Bolaños ha reconocido que, aunque se aceptaran las enmiendas, la Ley de Amnistía no se vería afectada, entre otras razones porque una ley ordinaria como la de la Memoria Democrática no podía derogar una ley orgánica. Las enmiendas extienden el período investigable hasta 1982 –fecha en la que el PSOE accedió al Gobierno y a partir de la cual se inició la democracia en España-, ya que entre 1975 y 1982 persistieron en el país “inercias de dictadura”. El proyecto de Ley de Memoria Histórica es una chapuza histórica, una aberración jurídica, un grave error político y un dislate ético, y esta joya es que se pretende que sirva de inspiración a los futuros diplomáticos españoles, a los que no bastarán los principios básicos inspiradores de la política exterior española en función de sus intereses permanentes -magistralmente sintentizados por Francisco Fernández Ordóñez en la integración en Europa, la proyección iberoamericana, el vínculo atlántico y la solidaridad mediterránea-, sino que tendrán que añadir los de la promoción del feminismo y de la diversidad, con miras a llevar a cabo una política exterior feminista. Nadie ha sabido explicar en qué consiste ésta y -pese a llevar casi 60 años enseñando Derecho Diplomático- confieso humildemente que lo ignoro-. Según el Plan de Estrategia Exterior 2021/2024, España será un referente de política exterior feminista y de promoción de la diversidad, con vistas a incorporar el enfoque de género en todos los ámbitos de la política exterior, y liderará iniciativas en defensa y promoción de dicha diversidad, en particular los derechos de los LGTBI. Para preparar a los diplomáticos para que puedan conseguir tan altos designios, se ha incluido un tema sobre “Igualdad de género”, en el que se aborda la promoción de la mujer, la política contra la violencia de género y los derechos de las personas LGTBI. El temario histórico contiene otras insuficiencias, aunque no tan graves como las anteriormente citadas. Así, el tema 29 trata del proceso de descolonización española –Guinea Ecuatorial, Ifni y “el conflicto del Sáhara”-, pero en ningún momento se ha hablado de la colonización española, por lo que el tratamiento de la cuestión queda cojo. En el tema 46 sobre “Política exterior española en el Mediterráneo” se mencionan específicamente las relaciones de España con Marruecos y Argelia, pero se omite mencionar la nefanda palaba “Sáhara Occidental”, que es la principal manzana de la discordia entre los tres Estados y que condiciona sus relaciones respectivas. El tema 35 se dedica a China -de la que se indica que es “uno de los países de más larga historia”- y en él se analiza “del Imperio a la República Popular China”. No hace falta que los futuros diplomáticos sepan nada de la colonización de Hispania por Roma, de la organización del Estado durante el período visigodo, de la invasión árabe de la península y de su ocupación durante siglos, o de la Reconquista y del surgimiento de los distintos reinos españoles, pero si deberán conocer los avatares de las dinastías Song, Jin o Ming, de gran utilidad para el ejercicio de su profesión. Por último, el tema 51 se refiere a “la importancia del español en el mundo” y -tras incluir apartados sobre la promoción internacional del español, la Real Academia Española de la Lengua, la Asociación de las Academias de Lengua Española o el Instituto Cervantes- se añade un apartado final sobre “proyección de las lenguas cooficiales”, que me ha dejado perplejo. ¿Qué se pretende con este equívoco enunciado? ¿Promocionar el monolingüismo y la inmersión de la enseñanza en catalán en Cataluña y en los “Países Catalanes”, y exaltar el valor universal del euskera o del bable? Cualquier interpretación es posible, dada la rendición incondicional de Sánchez a las exigencias lingüísticas de los separatistas catalanes y vascos. El “caso González-Barba En paralelo a la modificación del programa de ingreso en la Escuela Diplomática, se ha producido la defenestración del secretario de Estado para la Unión Europea, Juan González-Barba, que ha dejado un mal sabor de boca en la Carrera diplomática española. González-Barba, que fue nombrado por Arancha González Laya, fue el único secretario de Estado confirmado por José Manuel Albares. Sus relaciones, sin embargo. se deterioraron –según la Agencia Europa Press- por la actitud absorbente del ministro, que le restó autonomía y asumió parte de sus funciones, como la de acompañar al presidente del Gobierno a las reuniones del Consejo Europeo. Ante la falta de entendimiento, el secretario de Estado presentó su dimisión y pidió al ministro que le diera una embajada europea o lo propusiera para el puesto de enviado especial de la ONU para Chipre –para lo que, al parecer, contaba con el apoyo de los interesados, Chipre, Grecia y Turquía-, pero Albares rechazó ambas propuestas. La sección de UGT del Ministerio se valió abusivamente del correo “Todomae” para enviar a los funcionarios del mismo un mensaje en el que criticaba la actitud de González-Barba. Justificaba la pretensión de Albares de acompañar al presidente del Gobierno en las cumbres europeas, porque era el responsable de toda la política exterior española, hecho que no fue del gusto de González-Barba, que presentó su dimisión. El sindicato ha mantenido que se debía exigir a los altos cargos “el cumplimiento estricto de sus responsabilidades y ser leales al Gobierno que los nombró y, por supuesto, con el Ministro que los propuso, aceptando aquellas directrices que se le requiera y trabajando siempre en beneficio del país”, y señalado que “dimitir a un año de la presidencia europea de modo tan estentóreo no es la mejor muestra de cordura y sensatez, pero reconocemos que hay personas así, que en muchos casos abusan de la buena fe de los superiores que confiaron en ellos”. La ADE ha considerado necesario salir a la palestra para defender el buen nombre de un asociado, que ha sido injusta y públicamente criticado por UGT a través de una red oficial del Ministerio. La Asociación ha condenado el señalamiento público de un funcionario como González-Barba, miembro de la carrera diplomática desde hacía más de 30 años y que contaba con una trayectoria profesional impecable, marcada por su vocación de servicio público. Lo ha acusado meramente “sobre la base de informaciones publicadas por la prensa no constatadas atentando contra su nombre”. Semejantes acusaciones suponían “un señalamiento público que consideramos impropio de una entidad con el recorrido del sindicato que las ha proferido, y que entendemos no puede tener cabida en la Administración General del Estado”. La ADE ha condenado asimismo el uso abusivo por UGT de una vía oficial que debería restringirse a comunicaciones que realmente tuvieran interés y utilidad para todos los empleados del Ministerio, y no para desprestigiar a un funcionario de prestigio. No debería sorprenderse la Asociación de la actuación de UGT, que siempre ha aprovechado cualquier ocasión para atacar a los funcionarios diplomáticos y denostarlos por su inadecuación a las exigencias de la diplomacia moderna”. El sindicato propugna aplicar el artículo 18 del Estatuto de la Función Pública para fomentar la promoción interna en el seno del Ministerio de Asuntos Exteriores y permitir a funcionarios de otros cuerpos acceder a la Carrera diplomática por la puerta de atrás, sin necesidad de pasar por las horcas caudinas de la dura oposición, sistema que critica por considerarlo anticuado y corporativista. Mantiene que hay que renovar el sistema de ingreso en la Carrera y propone la creación de un “cuarto turno” que permita el libre acceso de cualquier funcionario. En su afán de medrar, pretende asimismo que representantes suyos formen parte de la Junta de la Carrera Diplomática, institución de carácter técnico integrada por representantes elegidos democráticamente por los funcionarios diplomáticos y que tiene como misión asesorar al ministro en la provisión de los puestos diplomáticos y consulares que les están reservados, por lo que la pretensión de UGT carece de cualquier base jurídica o lógica. Se ha producido una situación inusual en nuestros pagos administrativos poco democráticos, en que un alto funcionario ha presentado su dimisión por no estar de acuerdo con la interferencia de su jefe en cuestiones que consideraba de su competencia. Este acto responsable ha sido criticado por un sindicato –que se supone que debe defender los intereses de los trabajadores, y los diplomáticos también lo son- con la anuencia de la Superioridad ministerial. El ministro se ha negado a conceder a González-Barba una embajada europea, lo que me parece una mezquindad, aunque entre dentro de lo normal, ya que es plausible que no proponga como embajador a una persona en la que ha dejado de confiar. Ahora bien, negarle también la posibilidad de un puesto en la ONU entra ya en el ámbito de la “vendetta” siciliana. El control total del ejecutivo de Pedro Sánchez sobre los demás órganos de la Administración –salvo el judicial, que hasta ahora ha resistido la ofensiva sanchista- ha llegado también al órgano especialmente encargado de ejecutar la política exterior de España, con la politización de una Carrera que –por representar al Estado en el exterior- debería ser lo más aséptica posible en el ejercicio de sus funciones. Los diplomáticos han de obedecer obviamente las órdenes del Gobierno, pero éste debería tener sentido de Estado y no sacrificar los intereses permanentes de la Nación a sus veleidades ideológicas, como está haciendo con el engendro de la Ley de Memoria Democrática, que constituye una incitación a la confrontación guerracivistal entre españoles. Madrid, 9 de enero de 2022