viernes, 23 de octubre de 2015

Reflexiones sobre las elecciones catalanas y posibles incidencias en las generales

REFLEXIONES SOBRE LAS ELECCIONES CATALANAS Y POSIBLES INCIDENCIAS EN LAS GENERALES El pasado 27 de Septiembre se celebraron las elecciones autonómicas a las que el Presidente de la Generalitat y los líderes nacionalistas pretendieron dar carácter plebiscitario. Los resultados han sido malos para la Nación, pero podían haber sido peores. Pese al uso y el abuso de todos los recursos a la disposición del Gobierno catalán y la campaña “goebeliana” de los medios regionales de comunicación –especialmente TV-3-, la coalición de partidos políticos y fuerzas sociales separatistas no alcanzaron la esperada mayoría absoluta, al obtener sólo el 39.65% de los votos expresados, y que, sumados al 8.20% del partido antisistema Candidatura de Unidad Popular (CUP), quedaron por debajo del 50%. Gracias al reparto de los escaños establecido en la normativa electoral –que favorece las provincias menos pobladas más proclives al separatismo, en detrimento de Barcelona, que se expresó ampliamente en contra de la independencia-, “Junts pel SI” + CUP consiguieron por los pelos la mayoría de los escaños en el Parlament y están en condiciones de formar Gobierno, si logran acordar un plan común de actuación antes la disparidad de sus planteamientos, ya que en el único punto en que coinciden es en su voluntad de proseguir con el proceso independentista, pese a no haber logrado la mayoría simple de votos. Las elecciones han dejado a una Cataluña dividida en dos mitades irreconciliables entre los partidarios de la independencia y los defensores de la unidad de España. Resultados de las elecciones catalanas Pese a los juicios interesados de los partidos perdedores, que siempre ven algún lado positivo en los resultados, es evidente que las elecciones han dejado vencedores y vencidos. Empecemos por los últimos. El gran perdedor ha sido Artur Mas y sus mariachis de “Junts pel SI”, que, a pesar de no reparar en esfuerzos y gastos durante los últimos cuatro años, y celebrar tres elecciones autonómicas en este tiempo, no han logrado el objetivo que perseguían: la obtención del voto mayoritario del pueblo catalán a favor de la independencia. Desde que inició su camino sin retorno hacia la secesión, Convergencia Democrática de Cataluña (CDC) no ha dejado de perder votos y escaños (62 en 2010, 50 en 2012 y 62 junto con ERC en 2015, los mismos que obtuvo en 2010) y revertido la ruta ascendente de ERC (10 en 2010, 23 en 2012 y 62 coaligado con CDC en 2015). Por primera vez desde 1980, la suma de convergentes y republicanos se quedó por debajo de la mayoría absoluta. Incluso añadiendo los escaños de la CUP (72 en total) la suma de los tres partidos es inferior a los resultados de 2012 (74). Aún así -y en contra de toda evidencia- Artur Mas y Oriol Junqueras afirmaron que tenían un mandato democrático y legitimidad para seguir la senda hacia la independencia. Perdedor ha sido también el PP, que ha paso de 19 a 11 escaños y perdido un considerable número de votos, a pesar de una mayor participación electoral -77.46% del electorado, que supera en casi 10 puntos la de 2012, que constituyó un “récord”- y lo peor para él es que el espacio de los ciudadanos que se consideran a la vez catalanes y españoles ha sido mayoritariamente ocupado por Ciudadanos (Cs). El relevo a última hora de una candidata sin posibilidades -Alicia Sánchez Camacho- por el popular José Luis Garcia Albiol, sólo consiguió frenar levemente el batacazo pronosticado por los sondeos. Más perdedor aún ha sido aún el PSC, del que curiosamente los medios de comunicación han coincidido en señalar que ha logrado “salvar los muebles”. No estoy del todo de acuerdo con esta apreciación, pues –a diferencia del PP que tuvo un techo máximo de 19 escaños en el Parlament en 2012- la filial del PSOE ha sido durante años el partido más votado en Cataluña y contado con hasta 52 diputados. Al final, ha logrado frenar la sangría anunciada por las encuestas y perdido sólo 4 escaños con respecto a 2012 –aunque 12 con 2010 y 21 con 2006-, y ha obtenido el más bajo nivel de votos en su historia. ¡El que no se consuela es porque no quiere!. El PSC se recuperó del previsto descalabro gracias a la presencia masiva en Cataluña de dirigentes del PSOE –en especial su Secretario General Pedro Sánchez- y a dar la espalda a su nacionalismo de prestado, poner sordina a su apoyo al “derecho a decidir” y resaltar sus valores como parte de un partido con vocación nacional y defensor de la unidad de España. Otro de los perdedores ha sido Podemos (Ps), al que algunos sondeos presentaban como la principal fuerza opositora a “Junts pel SI”. La coalición “Catalunya si que es Pot”-formada por Ps, Izquierda Unida-los Verdes (ICV) y Equo-, pese a la participación en la campaña de su carismático líder Pablo Iglesias, sólo obtuvo 11 escaños, tres menos que ICV consiguió sola en 2012. El principal ganador ha sido Cs, que –al recoger el grueso del voto “españolista”- ha pasado de 9 escaños en 2012 (sólo 3 en 2010) a 25 y se ha convertido en la segunda fuerza política en Cataluña, con una dirigente escasamente conocida como Inés Arrimadas. Este resultado sitúa a Cs en buena situación a nivel nacional y lo presenta como una alternativa de Gobierno. El otro vencedor ha sido CUP, no tanto por la cantidad de sus 10 escaños, como por la calidad de los mismos, que la han convertido en árbitro para la formación del Govern y para la continuación del proceso secesionista y eventual declaración unilateral de independencia.. La CUP es un partido antisistema en las antípodas de CDC política, social y económicamente. Preconiza la nacionalización de la banca y de las empresas de servicios básicos, el retroceso en la privatización de empresas, la implantación de un salario social generalizado, la jornada laboral de 30 horas semanales y la jubilación a los 60 años, el impago de la deuda, la expulsión de la Guardia Civil y la Policía Nacional, y la salida de la UE –y del euro- y de la OTAN de una Cataluña independiente. Pese a ello, Mas está dispuesto a vender su alma al Mefistófeles de la CUP, por lo que se ha rebajado, aceptado algunas de sus exigencias y suplicado que le dé sus votos para seguir ocupando la poltrona de la Generalitat. El President es el epítome de la deslealtad. Ha sido desleal al Estado –al violar sus normas e incumplir las sentencias de sus Tribunales-, a Cataluña –al infringir el Estatuto y gobernar de espaldas a más de la mitad de sus ciudadanos-, a su Partido CIU –al provocar la escisión de UDC y dejarlo con el mínimo respaldo electoral en su historia-, y a sí mismo –al violentar sus propias convicciones personales, ya que nunca se había declarado independentista-. Víctima de sus trapacerías, ha huido hacia delante para tapar la inanidad e incompetencia de su Gobierno y eludir la responsabilidad por sus actos personales de corrupción y por su involucración en la corrupción institucional producida bajo el liderazgo de su mentor Jordi Pujol. Se auto-engaña en su delirante fantasía considerándose una mezcla de Ghandi y Luther King, de Juana de Arco y “Braveheart”, de Maciá y Companys, cuando no es más que un botarate que pasará a la Historia por su capacidad fabuladora, separadora y destructiva. La CUP se deja querer y no se lo está poniendo fácil. Su cabeza de lista, Antonio Baños, ha afirmado que no se puede hacer una declaración unilateral de independencia porque no se ha ganado el plebiscito, aunque seguirá adelante con el proceso separatista ya que se ha llegado a “un punto de no retorno” en el desafío soberanista, y que no trabajará con “recortadores y corruptos”. La CUP ha condicionado su apoyo a Mas a unas condiciones difíciles de asumir por la CDC, como la abierta insumisión ante el Estado, la paralización de los desahucios y los despidos, y el establecimiento de una “democracia socialista” asamblearia. Mas trata de hacer méritos, se presenta como víctima propiciatoria del Estado que lo ha imputado injustamente por sacar las urnas a la calle, y –como experto es en tramoya propagandística- ha montado un lamentable “happening” con Consejeros, Diputados y Alcaldes que se han volcado en su apoyo con motivo de su declaración ante el TSJC, en una flagrante intromisión del poder ejecutivo en el judicial, que ha sido denunciada como intolerable por dicho Tribunal y por el Consejo Superior del Poder Judicial. Quien afirmó chulescamente que “si la Fiscalía quiere saber quién es el culpable que me miren a mí”, ahora echa la culpa de la organización de la misma a los miles de voluntarios a los que convocó, alentó y facilitó los medios necesarios. No obstante, la CUP bajará sus pretensiones para permitir salvar la cara a CDC y llegará a un acuerdo vergonzante con “Junts pel SI”para mantener en la presidencia de la Generalitat al impresentable de Artur Mas. Incidencias en las elecciones generales: Partido Popular Aunque es obvio que unas elecciones autonómicas –especialmente las catalanas-son muy distintas a las generales y que los resultados de aquéllas no son extrapolables a los de éstas, es evidente que las elecciones catalanes han marcado unas tendencia que se dejarán sentir en las generales. El principal damnificado ha sido el Partido del Gobierno y se ha puesto una vez más de manifiesto su tendencia a la baja. Mariano Rajoy sigue empecinado en que los buenos resultados económicos de su gestión acabarán por convencer a los ciudadanos de la conveniencia de respaldar al PP, aunque ya empieza a verle los dientes al lobo. Al Partido no le basta con tener enfrente a todas las fuerzas políticas del país, sino que se ha complicado la vida con problemas de su propia cosecha, como se ha mostrado el “miércoles negro” del 14 de Octubre, en el que coincidieron la dimisión de Arancha Quiroga como Presidenta del PP Vasco, la Tribuna de la diputada popular Cayetana Álvarez de Toledo “Anoche escribí al Presidente” -publicada en “El Mundo”- y las declaraciones a este diario del Ministro de Hacienda Cristóbal Montoro. La primera era previsible tras el grave error de apreciación de Quiroga de presentar una moción en el Parlamento vasco en la que, por su cuenta y riesgo, tendía la mano a SORTU y Cia, y aceptaba la amnesia del “aquí no ha pasado nada y todos tan amigos”. Lo raro es que no se hubiera producido antes tras su descalificación por el PP nacional, y el asunto ha sido, por una vez, rápida y satisfactoriamente resuelto con su sustitución por Alfonso Alonso. Álvarez de Toledo ha hecho graves descalificaciones del Presidente de su Partido. Así, ha afirmado que, en cuatro años de mayoría absoluta,”la democracia ni se ha regenerado ni se ha defendido”. Durante ese tiempo, los españoles han reclamado una mayor sensibilidad hacia las personas golpeadas por la crisis, menos vacilaciones frente a la corrupción, la despolitización urgente de la política, más democracia interna en los partidos, la deslegitimación de la violencia etarra, el amparo a las víctimas del terrorismo y una defensa nítida de lo que nos une como españoles. El Gobierno ha respondido con “tecnocracia y plasma” y actuado como si los ciudadanos tuvieran una cartera donde habitan el corazón y la cabeza, y como si los votantes del PP fueran cautivos, pero no lo son. El PP puede ser el partido que haga de España “una nación plenamente europea en su oposición al nacionalismo identitario, una democracia dispuesta a defenderse y sin miedo a renovarse”, pero “no con este Presidente y no sin un nuevo proyecto” Estas críticas están en buena medida justificadas, pero las formas empleadas han hecho un flaco servicio al Partido del que es diputada. ¡Con estos amigos, el PP no necesita enemigos!. Cristóbal Montoro -que ha aceptado con gusto y masoquismo el papel de “villano” del PP- ha asumido la responsabilidad en el incumplimiento de la promesa electoral de no subir los impuestos y encajado con deportividad las bofetadas dirigidas a Rajoy, principal –si no único- responsable de ello por su talante presidencialista. En el momento más inoportuno, en vísperas del inicio de la campaña para unas elecciones generales trascendentales, Montoro se ha desahogado diciendo que lo malo no es la crítica del adversario, que le estimula, “sino la de los tuyos”, pues hay compañeros que “se avergüenzan de lo que hemos hecho” y lo explican sin convicción porque, en el fondo, “se avergüenzan de ser del PP”. Hay un sentimiento generalizado en el PP de que hay que “aggiornar” el partido, pero Rajoy –alérgico a los cambios- sigue fiel a sí mismo y, a estas alturas de la carrera, no parece razonable cambiar de “jocquey” o de corcel, aparte de que el Presidente del Gobierno y del Partido ya se ha encargado de que no haya en las caballerizas populares jinetes o cabalgaduras que puedan dar el relevo. Los diversos sondeos dan al PP como ganador de la carrera con una reducida mayoría de en torno al 28/29% de los votos, seguido a corta distancia por el PSOE -23/24%- y, algo más alejados, por Cs -15/16%- y Ps -12/13%-. El PP parece conformarse con no perder más de 50 escaños, pero, para ello, necesitará cerrar filas en torno a Rajoy y articular un discurso positivo y coherente que atraiga a sus antiguos votantes. El mensaje del miedo ya no vale, porque los votantes del centro y de la derecha desilusionados con el PP podrán votar a un partido que no asusta, como Cs, y a un líder atractivo y limpio de corrupción, como Albert Rivera. Partido Socialista Obrero Español El optimista Secretario General del PSOE, Pedro Sánchez, parece creer en la posibilidad de acceder a la Presidencia del Gobierno, bien por ser la fuerza más votada, bien por alianzas a diestra –Cs- o a siniestra –Ps y lo que quede de IU-.Tragado con gusto el sapo de las elecciones catalanas -¡podía haber sido peor, pese a haber tocado el PSC fondo electoral!-, el PSOE se ha lanzado a la caza, como sea, del PP e incorporado a sus listas a candidatos independientes, como a la hasta ahora diputada de UPyD Irene Lozano, lo que le ha valido numerosas críticas desde dentro del partido. Sánchez ha afirmado que la única propuesta de Rajoy es que no gobierne el PSOE. Yo diría que más bien sucede lo contrario, pues es Sánchez quien está obsesionado con acceder al Gobierno y-como ya hizo tras las elecciones autonómicas y municipales- está dispuesto a aliarse con quien sea para impedir que el PP acceda al poder. Tras el desacuerdo entre la opinión expresada por la Comisión Europea y la mantenida por el Gobierno sobre el cumplimiento del objetivo de déficit impuesto por ésta, Sánchez ha acusado a Rajoy de “mentir a Europa como a los españoles” y requerido que comparezca con urgencia en las Cortes para aclarar las mentiras de los Presupuestos de 2016. Se ha colocado del lado del Consejero socialista de Economía de la UE, Pierre Moscovici, y puesto a España en evidencia ante la opinión pública internacional. Ha prometido derogar todas las leyes adoptadas por el Gobierno del PP, como la LOMCE, la Ley de Seguridad y la de la Reforma Laboral –que se hará de forma ”política, no jurídica” ¿?-, si bien no se ha comprometido a aumentar el valor de las indemnizaciones por despido. Su última ocurrencia ha sido prometer que denunciará el Concordato con la Santa Sede y que impedirá la enseñanza de la Religión no sólo en los centros públicos y concertados, sino también en los privados. Sigue reclamando una reforma de la Constitución de carácter federal, pero no ha especificado aún en que consistirá. Pedro Sánchez –que tiene buena planta y es buen orador-ha dado sobradas muestras de inmadurez y ligereza, impropias del líder de un partido de Gobierno, que podría hacer bueno a su predecesor y mentor José Luis Rodríguez Zapatero. Lo mismo preconiza la supresión del Ministerio de Defensa que el enfrentamiento con la Iglesia católica, apoya la modificación del artículo de la Constitución que establece el principio de que los gastos del Gobierno no pueden superar a los ingresos que el “derecho a decidir” de los catalanes o la calificación de Cataluña como “nación”, excluye por principio cualquier pacto con el PP, que pacta con BILDU, ERC, CUP, “Compromis”, las “mareas gallegas” o Ps, y facilita a sus militantes las alcaldías de Madrid, Valencia, Barcelona, Pamplona, la Coruña o Cádiz. Ciudadanos El incontestable triunfo de Cs en Cataluña lo ha puesto en la pista de lanzamiento hacia las elecciones generales. Inés Arribadas ha afirmado que Cs es una alternativa seria para gobernar tanto en Cataluña como en España, y que “los viejos partidos no están preparados para dar soluciones y los nuevos populismos tampoco”. Crecido por el éxito y por la posibilidad, si no de gobernar, de ser el factor decisivo para decidir quién gobierne en España, Albert Rivera se ha postulado como alternativa natural al PP y al PSOE, y asegurado que los comicios catalanes han evidenciado que “el bipartidismo decadente no sirve para solucionar los problemas de la gente. La sociedad pide reformas y limpieza y, por eso, hace falta un proyecto común para España que sólo Cs es capaz de liderar”, desde “la centralidad y las manos limpias”. Como “el eje de la vieja derecha y de la vieja izquierda está agotado”, ha arremetido a diestra contra el PP –que ”no tiene proyecto para España”- y a siniestra contra el PSOE –que “tiene 17, uno por cada Comunidad Autónoma”-.Se ha erigido en el fulcro que permita la gobernabilidad con ciertas condiciones, sea en Madrid o en Andalucía. Sin embargo -como ha observado Jorge Bustos- no disimula que le tira más el pacto andaluz que el madrileño, por lo que el votante conservador o liberal cabreado con Rajoy sospecha que Cs usará su papeleta para investir a Sánchez, con lo que sólo le cabe refugiarse en la abstención o retornar al redil “pepero”. Alberto Garzón lleva razón al advertir que Cs es el sostén del bipartidismo, que es lo que parecen querer los españoles. Pretende ser “un esqueje sano del sistema del 78 que se injerta en las partes podridas del árbol constitucional para que vuelva a crecer derecho”. El esfuerzo por sexar ideológicamente a Cs resulta absurdo. Su plan consiste en gobernar si gana y, si no, condicionar su respaldo a un programa sin involucrarse en la gestión a la espera de que cualquiera de los dos grandes siga desgastándose y ocupar su sitio. “El bipartidismo ha muerto. ¡Viva el bipartidismo!”. Para no desgastarse, Cs se ha mantenido en la ardiente ambigüedad y ha eludido pronunciarse sobre temas concretos, salvo cuando no ha tenido otro remedio, como en Andalucía, donde se le “ha visto el plumero”, pues ha establecido criterios distintos de exigencia en dicha Comunidad y en Madrid. Cs permitió que el PSOE se mantuviera en el Gobierno de Andalucía ante la amenaza de Susana Díaz de convocar nuevas elecciones. Puso una serie de condiciones sobre la lucha contra la corrupción y la destitución de los altos cargos imputados, que luego no ha exigido. Pero lo peor es que se ha convertido en aliado incondicional del Gobierno andaluz -el PP ya habla de “bipartito”- como ha puesto de manifiesto al apoyar el bloqueo en el Parlamento andaluz de las propuestas de distintos grupos de la oposición –que han quedado desactivadas con el adelanto del debate presupuestario-, facilitar que los socialistas condenados eludieran responder con su patrimonio por el fraude de los ERE o de los cursos de formación, permitir que Chaves, Griñán y otros altos cargos de la Junta imputados continuaran en sus puestos, hacer la vista gorda a los escándalos que salpican al Gobierno de Susana Díaz y, sobre todo, respaldar los Presupuestos de 2016 incluso antes de haber sido presentados y aprobados por el Parlamento, dando un sospechoso cheque en blanco a la Junta. Para evitar lo que le ocurrió en 1996 a Chaves -que vio como el Parlamento rechazó sus Presupuestos-, el PSOE ha negociado en secreto un acuerdo con Cs. Esta política inspirada por el líder regional Juan Marín ha sido condonada por Albert Rivera, que- como ha observado Luis Miguel Fuentes- “llegó como un San Luis de nácar a Andalucía para confirmarnos que lo de su partido aquí no era por Juan Marín y su costumbre de montar ferias de la tapa con el PSOE”. Éste se justificó alegando que lo útil era generar estabilidad y confianza y no solamente llevar a cabo confrontaciones, posibilismo conformista que fue avalado por Rivera. Andalucía –concluía Fuentes- necesita “mucho más que parches sobre las ratoneras” y señalaba que “están siendo muy venales y baratos, pero aún no sabemos que entra en su pacto”. Rivera se ha congratulado del “oasis de entendimiento” al que ha llegado con Díaz. Podemos Ps ha recibido en las elecciones catalanas un duro golpe y un frenazo en su proceso ascendente, que parecía imparable. Ello le está afectando adversamente con miras a las elecciones generales, en las que lo sondeos lo sitúan en cuarta posición, superado por Cs. En la charla-debate del 20 de Octubre, Albert Rivera le ha dado un baño a Pablo Iglesias, pese a ser éste un experto profesional en estas lides. Para aliviar la situación, Ps ha abandonado su actitud triunfalista y su Secretaria de Análisis y Programa, Carolina Becansa, ha reconocido que, en estos momentos, Iglesias no está en condiciones de liderar el de Gobierno, y ha bajado las expectativas para evitar la frustración que se produjo tras las elecciones andaluzas, en la que el éxito de Ps quedó opacado al no haber alcanzado los resultados que pronosticaban las encuestas. Señaló la singularidad del partido con respecto a PP, PSOE y Cs que estaban de acuerdo en los programas económicos. El mejor medio para llegar a un eventual pacto de Gobierno con el PSOE sería que Ps obtuviera mejores resultados que el partido de Sánchez. Iglesias parece pasar por un período de crisis, víctima de su éxito, y se habla de que va a renunciar a su acta en el Parlamento Europeo y a presentación de programas de TV. Hay una gran volatilidad en las tendencias del voto y –como ha observado el propio Rivera-“va a estar todo muy apretado” y que, “en el caso de que ganáramos, no vamos a tener mayoría absoluta, por lo que vamos a abrir una etapa de diálogo y buscar consensos”. Esperamos que cumpla en su día con estas sabias palabras. Los sondeos prevén unos resultados muy fragmentados con una ligera ventaja del PP sobre el PSOE y una posición de Cs como fuerza decisiva para inclinar la balanza hacia la derecha o la izquierda. Ante la negativa del PSOE a una “gran coalición”, lo mejor sería que los resultados permitieran una coalición PP-Cs, en la que éste permitiera la continuidad de la exitosa política económica del anterior Gobierno y actuara como estímulo ante la pasividad y conservadurismo políticos del PP y de acicate para la regeneración ética de la política. Como ha manifestado Agapito Maestre –quizás con excesivo entusiasmo-, el atrevimiento democrático y su heterodoxia política de pactos con el PSOE y el PP sitúan a Cs entre uno de los paradigmas más serios en Europa para profundizar la calidad democrática de una nación-. Cs no debe tratar de imponer un Presidente del Gobierno –por más que la actuación de Mariano Rajoy sea manifiestamente mejorable- ya que hay que dejar a cada partido que elija a su líder, siempre que éste no quede descalificado por su proceder –lo que no es el caso-, y mantener la coherencia y firmeza en su exigencia de regeneración de la vida política española. Sevilla, 19 de Octubre de 2015

Panorama desolador ante las eleciones generales

PANORAMA DESOLADOR ANTE LAS ELECCIONES GENERALES Aún no se nos ha ido el moreno de la playa y ya tenemos encima unas elecciones generales que va a ser decisivas para el futuro de España y que se presentan harto problemáticas. Pese a que los sondeos dan como ganador al partido en el Gobierno, el PP, la perspectiva es que no obtendrá mayoría absoluta y se requerirá la formación de coaliciones y alianzas entre partidos dispares y contrapuestos en sus ideologías y programas. El PP se ha ganado a pulso su exclusión del poder autonómico y municipal por el incumplimiento de su programa electoral, su inmovilismo político –especialmente grave en relación con el proceso independentista de Cataluña-, su connivencia con la corrupción, su falta de autocrítica, su aislamiento de la sociedad real, su incapacidad de adaptarse a los profundos cambios en ella producidos, su escasa democracia interna y voluntad de regeneración política, y el control absoluto del partido por Mariano Rajoy. Falta de liderazgo de Rajoy Al igual que Luis XIV, Rajoy considera que “le Parti c’est moi” y apenas da cancha a sus dirigentes, ni tiene en cuenta la opinión de sus bases. Siguiendo el consejo de José Vicente Herrera, se ha mirado al espejo, se ha gustado y se muestra satisfecho de conocerse a sí mismo. Es una persona de ideas fijas, lento de reflejos y renuente a tomar decisiones, que confía excesivamente en sí mismo y desconfía de los demás. Buen aficionado al ciclismo, pedalea a piñón fijo con independencia de la condición de la carretera. Es un probo funcionario público y buen administrador, pero no es un líder político. Le viene como anillo al dedo la frase de Michael Ignatieff:”Una vida a la defensiva no es una vida en plenitud. Si adoptas la prudencia como lema, el coraje te abandonará cuando llegue el momento de mostrarlo”. Alarmado por la debacle de las elecciones del 24-M, pareció dispuesto a prestar atención al clamor de las bases del PP por una renovación del partido y sacó a la palestra a políticos jóvenes no desprestigiados como Cristina Cifuentes, Pablo Casado, Andrea Levy, Javier Maroto o Fernando Martínez Maillo. Los nuevos dirigentes apostaron por dar mayor peso a la militancia, abrirse a las nuevas realidades de la cambiante sociedad y reformar la Ley Electoral e incluso la Constitución. Como ha señalado con su habitual sarcasmo Lucía Méndez en un su artículo “Se acabó el recreo”, publicado en “El Mundo”, tras el fiasco electoral en las dos últimas elecciones, los populares se dieron cuenta de que nadie quería jugar con ellos en la calle. El jefe los vio tan desolados que se apiadó de ellos y les dejó salir al recreo para que jugaran un poco al corro de la regeneración y organizaran un festejo para desfogar sus ansias renovadoras. Para salir más favorecido en la foto, situó estratégicamente a estos jóvenes telegénicos, que se dedicaron a la tarea y lo hicieron bastante bien: unas gotas de autocrítica, un poco de humildad, preocupación por las personas, acercamiento a la calle, democracia interna y vuelta al centro. Andrea Levy afirmó que era muy importante sentir el pulso de lo que se está viviendo en estos momentos por parte de los españoles y que el PP debería abrirse a los nuevos tiempos y al latir de la sociedad, y Cristina Cifuentes preconizó avanzar en la regeneración política, reconocer lo que se había hecho mal, cambiar de actitud para acercarse a la ciudadanía y recuperar el sentido ético de la política. Rajoy, sin embargo, no ha sintonizado con estas aspiraciones, ni condonado estas ansias de renovación. Repitió su cantinela de que no había que cambiar lo que funcionaba bien y que el PP hacía las cosas “con orden y eficacia”.Se enrocó en los innegables éxitos económicos de su Gobierno, pues está convencido de que los españoles premiarán en las urnas la buena marcha de la economía, y dejó la regeneración para después de las elecciones generales, cuando ya será demasiado tarde Tras el breve interregno lúdico que consintió a sus seguidores, el jefe decidió dar por finalizado el recreo y volver al “dolce fare niente” auspiciado por su pitoniso particular, Arriola, experto en el arte de la contemplación y admirador de los monos de Nikko, que ni ven, ni oyen, ni entienden. Incumplimientos y renuncios del PP El PP ha sobrevalorado el hecho de no tener ninguna fuerza política relevante a su derecha y pensado erróneamente que el voto cautivo de la misma nunca lo abandonaría, pero se llevó una desagradable sorpresa en las últimas elecciones en las que perdió el apoyo de más de dos millones de votantes indignados –¡también la derecha tiene derecho a indignarse!- por el incumplimiento de las promesas electorales y la adopción de medidas contrarias a la ideología del partido y a sus propias conciencias. Una buena parte de estos votantes se refugió en la abstención o el voto en blanco y otra se pasó con armas y bagajes a Ciudadanos (Cs). La situación por la que atraviesa el PP ha sido acertadamente descrita por Javier Alonso en el artículo “El Gobierno de la frustración”, publicado asimismo en “El Mundo”. El PP creyó que desatender las demandas de los más fieles no tendría repercusiones serias, ignorando que los principios y los valores no desaparecen cuando el partido destinado a defenderlos hace dejación de sus compromisos. El Partido padece una “disonancia cognitiva”: la incomodidad generada por la desarmonía de comportarse de manera distinta a como piensa. Ello es letal porque provoca una fuga de apoyo de todas sus bolsas y desorienta a sus bases. Es víctima de sí mismo, dándose la paradoja de que el partido más votado no encaja en la inmensa pantalla sobre la que se proyecta la realidad. Tanto el Partido como el Gobierno tienen dos impedimentos graves para reivindicarse ante la opinión pública: la corrupción y la falta de liderazgo. Por una parte, la corrupción –en el mejor de los casos consentida- no sólo desgasta, sino que gangrena los tejidos de la sociedad e inhabilita todo el cuerpo. Compromete los apoyos de votantes pendulares e inclinados, que ahora disponen de opciones alternativas a la abstención. Lastrado por la corrupción y los vicios del modelo territorial, un Gobierno honesto y esforzado se encuentra maniatado. Por otra, pese a su falta de carisma, Rajoy ha asumido la totalidad del poder en el Gobierno y en el Partido e impuesto su línea de pensamiento, reduciendo su programa a un punto único: la recuperación de la economía y del empleo. Ha tenido que tomar drásticas medidas impopulares, que han erosionado su prestigio, y no ha sabido explicar a la opinión pública interna la necesidad de las mismas y la dilatación en el tiempo de la recuperación, para la que se requerirá no menos de dos legislaturas. Ante su desgaste, podría haber tenido la generosidad de hacerse a un lado, renunciar a un segundo mandato y dar paso a un dirigente menos quemado, pero es demasiado pedir a una persona que honradamente cree que él es el único capaz de sacar a España de la bancarrota y de la crisis. El próximo Diciembre, sin embargo, el electorado no valorará las leyes aprobadas por las Cortes, ni la acción del Gobierno, sino que el balance tendrá un criterio genérico, simplificador y emotivo, y “sólo imperará la percepción y el estado de ánimo”. Mientras el Gobierno cumple sus objetivos económicos, la oposición cumple sus propósitos políticos. El horizonte es tan complejo para el PP como para los millones de sus frustrados votantes, que pronto tendrán qué decidir si el partido es la mejor opción para “defender la vida, la ley, la propiedad y la libertad”. No basta con que les atemorice con los fantasmas que recorren las instituciones, sino que debe abanderar con convicción aquello en lo que calla creer. “Quizás para eso se necesiten dos generaciones de políticos que no piensen sólo en la elección y el despacho siguiente”, concluía el Profesor Redondo. Irresponsabilidad del PSOE Las alternativas al PP son escasamente alentadoras. El PSOE, cuan un Fausto revivido, ha vendido su alma al diablo para recuperar el Gobierno, como ha puesto de manifiesto tras las elecciones autonómicas y municipales del 24-N. En una muestra de espíritu poco democrático que ya se plasmó en el Pacto de Tinell -“todos contra el PP”- el PSOE anunció durante la última campaña electoral -a través de su portavoz, César Lucena- que pactaría con quien le conviniera, salvo Bildu o el PP, declaración que fue calificada de “rebuzno” por el socialista heterodoxo Joaquín Leguina. Si bien ha respetado su primer compromiso, no cabe decir lo mismo del segundo y, por tocar gobierno, se ha aliado con separatistas radicales vascos, con nacionalistas secesionistas de otras Comunidades –como “Compromís” en Valencia, “Més” en Baleares, ERC y CUP en Cataluña y las diversas “mareas” radicales en Galicia- y con “Podemos” (Ps) y sus múltiples franquicias Con tal de conseguir el poder a corto plazo, ha pactado “contra natura” y se ha metido en la cama política con extraños compañeros, asumiendo el riesgo de verse sobrepasado a largo plazo a su sinistra por Ps y otros partidos de la extrema izquierda. De vergüenza ajena ha sido, por ejemplo, la concesión de las alcaldías de Pamplona a Bildu, de Valencia a Compromis, de Cádiz a Ps o de Badalona a una nacionalista radical para impedir que gobernara el PP, pese a que fue el partido más votado. Tan sólo sufrió un ataque de dignidad herida, se rasgó las vestiduras y proclamó sus esencias de partido nacional con sentido de Estado cuando Bildu le birló la alcaldía de Andoain. Ya Leguina le ha advertido que “si declara apestado al partido con más votos, el PSOE se entregará al destino que para él quiere Podemos: su desaparición”. Ya está padeciendo este proceso menguante en Cataluña, donde su filial del PSC se está diluyendo como un azucarillo ante sus contradicciones, al pretender ser más nacionalista que ERC o CDC, defender el “derecho a decidir” y abandonar sus señas de identidad de partido de vocación nacional encuadrado en el PSOE, sin darse cuenta de que el electorado prefiere el original a las copias. Pedro Sánchez y la Secretaría General del Partido han adoptado una incomprensible e irresponsable postura de equidistancia entre el Gobierno de la Nación, que trata de que se cumpla la ley en Cataluña, y la Generalitat y su felón Presidente, Artur Mas, que, en abierta insumisión, ha convocado unas elecciones autonómicas de tinte plebiscitario como primer paso hacia la independencia. Los sondeos prevén unos pobres resultados, tanto al PSC como al PP, al que en nada ha ayudado la “garcia-margallada” del Ministro de Asuntos Exteriores, que –ajeno a su función de responsable del exterior- se ha entrometido en la campaña interior al aceptar un debate televisivo con el líder de ERC, Oriol Junqueras, robándole protagonismo y autoridad al candidato Xavier García Albiol. Peligrosidad de Podemos A la izquierda del PSOE -y con voluntad de sustituirlo como principal fuerza de la oposición- se encuentra Ps, con su marca de origen o con las distintas y multiformes uniones con movimientos izquierdistas en las que se camufla. Izquierda Unida apenas cuenta ya, pues sus jóvenes turcos han preferido ser fagocitados por la emergente potencia “podemita”, dirigidos por el prometedor y frustrado dirigente Alberto Garzón, que prefiere ser cola de león a cabeza de ratón. Ps ha ido adquiriendo fuerza y protagonismo explotando el desprestigio de la clase política tradicional –vilipendiada como “casta”-, la extensión de la corrupción y los deseos de cambio. Ha introducido una brisa fresca en el encenagado escenario político y propugnado una “nueva democracia”, que es más falsa que los antiguos duros de Cádiz. Estos aires, sin embargo, traen –en opinión del Profesor Redondo- “más cosmética, ilusión participativa y rancia ideología, que gestión de recursos, representación y cultura de la legalidad”. Es obviamente más atractiva que la “vieja democracia”, pero, en el fondo, las transformaciones socioeconómicas y tecnológicas –con la consiguiente desestructuración y fácil diseminación de la información, la horizontalidad, simplificación y debilitamiento de la jerarquía, y la satisfacción inmediata y sin costes de las demandas- han promovido y afianzado una cultura política, caracterizada por su “sesgo antiliberal, estatalismo desaforado, desprecio por el pluralismo, burla de la meritocracia, igualitarismo rampante y propensión a al espectáculo, al exhibicionismo y a la efebocracia”. Magnífica forma de presentar –sin necesidad de nombrarlos- al nebuloso partido-movimiento de Ps y a su carismático líder, Pablo Iglesias. Esta especie de “ectoplasma” se adapta con pragmatismo a la cambiante realidad, siguiendo la filosofía de Marx, no Carlos sino Groucho:”Estos son mis principios, pero, si no le gustan, tengo otros”. Basta comparar el programa inicial e iniciático de Ps –utópico, ucrónico e irrealizable- con las afirmaciones más matizadas de Iglesias durante las campañas electorales. Su oscilante discurso depende del auditorio al que se dirija, diciendo a cada uno de ellos lo que les gusta escuchar. A veces es tan sibilino en su brillante dialéctica, que al final no se sabe si defiende una cosa o la contraria. La desastrosa experiencia de su alma gemela en Grecia, Syriza, ha supuesto un duro golpe a la credibilidad de Ps y un aviso a los navegantes españoles para que barrunten los que le espera a España si triunfan los “podemitas”, en solitario o en coalición con tras fuerzas, democráticas o no. Espero que los errores de Syriza sirvan de vacuna a los ilusos que dan credibilidad a un programa realmente kafkiano. En él está el peligro, si el PP no obtiene la mayoría absoluta, por sí solo o con la ayuda de otros partidos de centro, como Cs. La actual dirección del PSOE ya ha hecho saber “urbi et orbe” que –como ya hizo tras las elecciones del 24-M- está dispuesto a coaligarse con Ps y demás hermanos mártires de la “gauche divine” con tal de acceder al Gobierno. Indefinición de Ciudadanos Queda por despejar la incógnita de Cs, alternativa de Gobierno para unos y “marca blanca” del PP para otros, pero, en todo caso, un “melón por calar”. Pese a sus buenos modales y aspecto pulcro, sigue instalado en la ardiente ambigüedad, salvo en el caso de Cataluña, donde ha sido la fuerza política más coherente en su defensa a ultranza de la unidad de España. Con su proverbial ironía gallega, Rajoy les ha dedicado los versos de Antonio Machado:“son ingrávidos y gentiles como pompas de jabón”. Cuenta en el Haber con su encomiable actitud en Cataluña, sus firme actitud en contra de la corrupción –algún cínico dirá que porque aún no ha tocado poder- y exigencia de medidas para luchar contra ella, y la disposición de un programa económico creíble, elaborado por economistas de prestigio como Luis Garicano y Manuel Conthe. En el Debe cabe situar su actitud equívoca en Andalucía al aupar al Gobierno a la corrupta Junta presidida por Susana Díaz, su ambigüedad, inexperiencia y falta de implantación a nivel nacional, y su confesada equidistancia, que lo sitúa en ocasiones “in the middle of nowhere”, pudiéndoseles aplicarl la castiza frase de “La verbena de la Paloma” de que no son “ni chicha ni limoná”. Pretende ubicarse en el centro-centro, equidistante del centro derecha del PP y el centro-izquierda del PSOE. Su portavoz Matías Alonso ha declarado que Cs hubiera querido cerrar más pactos con el PSOE, pero éste ha preferido otras parejas de baile. Mas, a fuer de querer el ser el fiel de la balanza, puede convertirse en una mera pinza de mecanismo instrumental sin alma política. Más pronto que tarde tendrá que salir de su indefinición, pronunciarse sobre problemas concretos y perder la virginidad ideológica, ensuciándose las manos se con el lodo de la acción política. En cualquier caso, hay que darle el beneficio de la duda. Conclusión Las elecciones generales se presentan como una incógnita. No sé si conscientes o no de su alcance, el PP presentó su Conferencia Política bajo el lema “X el futuro de España”. Según Casimiro García-Abadillo, esa incógnita puede inclinarse hacia el riesgo, lo desconocido, lo sentimental; o bien, por lo sensato, lo calculado, lo cerebral. El PP tratará de recuperar buena parte del electorado perdido en las dos últimas elecciones, si bien para ello necesitará hechos y no sólo palabras. Pero Rajoy sigue siendo fiel a sí mismo y juega única y obstinadamente la baza de la recuperación de la economía, sin ser consciente de que –aparte de que “no sólo de pan vive el hombre”, los brillantes éxitos económicos de su Gobierno se dan por supuesto y están ya amortizados, y que la mejora ha afectado principalmente a la macroeconomía, pero no ha llegado suficientemente a la microeconomía, por lo que mucha gente aún no la percibe. En las elecciones anteriores quizás se abusó de un merecido voto de castigo al PP por la conculcación de sus principios y el incumplimiento de su programa electoral, pero ahora no nos podemos permitir ese lujo, porque podríamos castigarnos a nosotros mismos, ya que está en juego el futuro de España en un momento especialmente grave provocado por la gangrena independentista de Cataluña. La decisión que se tome será irreversible y existe el grave riesgo de que el triunfo total o parcial de la izquierda irresponsable nos retrotraiga a la crisis económica y política de hace unos años. Ante la ausencia de opciones ilusionantes por las que votar, refugiarse en la abstención sería poco responsable y recurrir al voto en blanco –por testimonial que sea- resultaría estéril. Aunque el panorama sea desolador, hay que votar, si no por la oferta mejor, sí por la que nos parezca menos mala, aunque haya que taparse las narices en el proceso. Madrid, 21 de Septiembre de 2015