EL TSUNAMI INDEPENDENTISTA
SIGUE AFECTANDO A CATALUÑA
El
tsunami post-sentencia sigue afectando adversamente a Cataluña. Era de esperar
la furibunda reacción de la Generalitat y de los colectivos independentistas ACN, Omnium Cultural y, sobre todo, los CDR, que llevaban
meses preparando la reacción violenta de sus comandos, que han contado con los refuerzos
de elementos anarquistas y antisistema procedentes de diversos países europeos.
Pero se les ha ido la mano a los niñatos de los CDR, hijos de gente bien -como
la familia Torra-, que juegan a ser revolucionarios y están ofreciendo un lamentable espectáculo, como el
de los repetidos incidentes producidos en Barcelona
Artículos de “Le M;onde”
El
prestigioso diario “Le Monde” dedicó
tres entrada en su edición del pasado
día 17 a la situación actual en Cataluña: un editorial, un artículo y una tribuna, escrita por siete antiguos
o actuales presidentes de la Generalitat o
del Parlament. El periódico describía
la violencia desencadenada en la Comunidad y la atribuía a la indignación que
había producido el fallo del Tribunal Supremo (TS), que ha condenado por el
delito de sedición a los responsables de la celebración del referéndum ilegal del 1-O. Ciento veintiún miembros del
Foro de Profesores hemos escrito una carta
al diario en la que le explicamos que la explosión violenta se habría
producido cualquiera que hubiera sido el veredicto del Tribunal, pues - tras haber perdido fuelle el movimiento
separatista- sus muñidores buscaban un pretexto para relanzar su lucha por una
independencia imposible y lo han encontrado en la sentencia. El Foro ha echado
en cara al periódico que ponga en pie de igualdad a un Estado que respeta la
Constitución, el Estatuto de Cataluña y
las leyes, y a una región cuyos dirigentes políticos y sociales los violan constantemente,
pues, entre quienes infringen la ley y los que la respetan y hacen cumplir, no
cabe adoptar un posición equidistante.
En el
periódico se ha culpado al Gobierno de Rajoy de no haber prestado atención a
las aspiraciones de unos dirigentes catalanes, que el Tribunal ha reconocido
que eran conscientes de la inviabilidad de la independencia y tan solo pretendían
presionar al Gobierno a fin de conseguir su autorización para celebrar una
consulta popular. Sin embargo, Rajoy se había mostrado dispuesto a negociar,
siempre que se hiciera en el marco de la Constitución, pero Puigdemont no lo
aceptó porque estaba determinado a lograr la independencia a cualquier coste.
El
autor del artículo advertía al Gobierno
español del peligro de que se restringieran los derechos de reunión y de
manifestación, y la libertad de expresión, y los coautores de la Tribuna han
afirmado que España violaba los derechos humanos y las libertades fundamentales
de los catalanes. Cabe. Sin embargo,
recordar a este respecto, que el Tribunal Europeo de Derechos del Hombre
(TEDH) ha rechazado recientemente una demanda de Puigdemont contra el Tribunal
Constitucional (TC) y afirmado que tales derechos pueden ser restringidos en determinadas
circunstancias. Torra no ha acatado la sentencia, ha hecho un llamamiento al
pueblo catalán para que muestre su rechazo a la misma en la calle y alentado la
realización de acciones violentas por parte de los CDR y, cuando la violencia
ha estallado, no la ha condenado y ha participados incluso en marchas de
protesta.
“Le Monde” simplifica la realidad al dar
por bueno que el gobierno de la Generalitat
representa a todos los catalanes, cuando sólo representa a menos de la mitad de
la población, porque -aunque los partidos nacionalistas no obtuvieron la mayoría de los votos en las elecciones-
gozan de una ligera mayoría en el Parlament.
La Généralitat monopoliza el poder político, económico y
social, y los catalanes no nacionalistas son silenciados y discriminados, Desde
2017, la Generalitat se ha colocado
en abierta insumisión contra el Estado español.
El Foro ha comparado
a Francia, que es el país más centralizado de Europa, con España, que es el más
descentralizado. Los ciudadanos que no son franco-parlantes carecen de una
comunidad autónoma propia y se encuentran dispersos entre varios departamentos;
en España hay 17 Comunidades Autónomas que poseen competencias superiores a las
de la mayoría de los Estados federales; además de disponer de poderes
ejecutivos, legislativos y judiciales, Cataluña cuenta con policía propia y con
competencias en materia penitenciaria. En Francia no hay más idioma oficial que
el francés y las lenguas regionales no tienen ningún status oficial; en España,
el catalán, el euskera, el gallego y el valenciano son lenguas co-oficiales en
sus respectivas Comunidades. En Francia se pueden ilegalizar las organizaciones que
subviertan el orden público, como se ha hecho con Iparretarrak; en España, los
partidos separatistas están protegidos por la ley.
Le ha
preguntado a “Le Monde” cuál sería su
opinión si las autoridades regionales de Francia decidieran unilateralmente declarar
la independencia de sus territorios, derogar la Constitución de 1958, celebrar
un referéndum ilegal prohibido por el Consejo Constitucional, rechazar la
autoridad del Gobierno central y de los tribunales franceses, hacer un
llamamiento a la desobediencia civil y alentar las acciones violentas de los
“chalecos amarillos”. ¿Las consideraría acciones sin importancia y recomendaría
al Gobierno de Paris que exonerara de responsabilidad a sus autores y que
iniciara negociaciones con ellos para tomar
en consideración sus reivindicaciones?
¿Aceptaría que los niños que residieran en Francia no pudieran realizar
sus estudios en francés y tuvieran que hacerlo única y obligatoriamente en
euskera, catalán, bretón o corso?... Y
concluía su carta formulando la pregunta que hace el evangelista Mateo (7,
3-5): ”¿Cómo ves la paja en el ojo de tu hermano y no ves la
viga en el tuyo?...Quita primero la viga
de tu ojo y entonces verás de quitar la paja del ojo de tu hermano”.
“Le Monde” dio por otra parte la de cal
al publicar ese mismo día una entrevista de su corresponsal en España, Sandrine
Morel, con la Vicepresidenta del Gobierno en funciones. Carmen Calvo dijo cosas
tan sensatas como que el juicio del TS contra los independentistas había sido
transparente y se habían respetado plenamente sus derechos, que habían sido
juzgados por sus actos delictivos y no por sus ideas o por votar, que los
hechos considerados probados serían considerados delito en cualquier país
democrático, que los líderes habían engañado a su propio pueblo ofreciéndoles
una solución ilegal e inviable, que en ningún país europeo se permitía que una
parte decidiera por el todo, o que los ciudadanos podían ejercer libremente su
libertad de expresión siempre que lo hicieran de forma no violenta. Preguntada
sobre si consideraba que Cataluña era una nación, contestó que estamos en el
siglo XXI y no se podía volver a los nacionalismos del siglo XX que habían
causado dos guerras mundiales; no era posible mirar hacia atrás, ya que el
proyecto europeo nos lleva hacia adelante. Se podían atender las aspiraciones y
necesidades de los catalanes, pero siempre en el marco de la Constitución.
Calvo no pudo
evitar asomar la patita demagógica al afirmar que, para establecer un modelo
federal que compaginara la diversidad de España con la igualdad de los
españoles, era necesaria una política de altos vuelos que la derecha española,
“perdida en sus sueños de uniformidad, no
está dispuesta a seguir”. Responsabilizó a Rajoy de la crisis en Cataluña
por ser incapaz de gestionar la situación y tener que recurrir a los
tribunales. Indicó que los catalanes debían seguir su camino en el marco de la
Constitución -como hicieron en 2006- y que, si el PP no hubiera recurrido el
Estatuto ante el TC, la situación ahora sería diferente. La profesora Calvo
olvida que el Estatuto fue asimismo recurrido por su correligionario Enrique
Mújica, Defensor del Pueblo, y que el Estatuto original de 2006 no entraba en
el marco de la Constitución, como mostró el Tribunal al declarar
inconstitucionales algunos de sus artículos básicos, entre los que figuraban
los que creaban un poder judicial propio, autónomo del de España. Si estos preceptos
hubieran sido aceptados, el juicio nunca
se habría celebrado.
Críticas a la sentencia
La Generalitat y el Parlament han seguido su campaña institucional en contra de la
sentencia y a favor de la autodeterminación. El Presidente de éste, Roger Torrent,
ha desoído las advertencias del TC y permitido que la Cámara reitere el derecho
a la libre determinación del pueblo catalán. La Generalitat reunió el día 25 en Lotja de Mar a los partidos
independentistas de toda España –JxC, PDeCAT, ERC. CUP, HB Bildu, BNG, Mes
Balear y Esquerra Valenciana-, que adoptaron una Declaración en la que se
proclamaba el derecho a la libre determinación de los pueblos, se condenaba la
sentencia del TS y se exigía la liberación de los presos políticos y el retorno
de los exiliados. Lo patético del caso es que los signatarios fueron los que
permitieron a Pedro Sánchez llegar al poder, son sus aliados en Comunidades y
Ayuntamientos y en ellos tendrá que apoyarse para conservar su puesto.”¡Jó que tropa!”, como dijo Romanones.
ANC, Omnium Cultural y los CDR celebraron
ayer una marcha multitudinaria para protestar por la sentencia y hoy ha sido el
turno de los catalanes no nacionalistas que -convocados por Sociedad Civil Catalana- han participado
en otra manifestación asimismo multitudinaria, bajo el lema “Por la concordia, por Catalunya ¡Basta!”.
Han participado a título individual, dirigentes del PP, Ciudadanos. Vox, PSOE y
PSC. Chirriaba un tanto la participación de los máximos líderes de este último
partido, como la Presidenta del Congreso, Meritxell Batet, el Presidente del
Senado, Manuel Cruz y –sobre todo- su Secretario General, Miquel Iceta, quien
lo ha hecho por exigencias del guion electoral. Iceta está muy cerca del
nacionalismo, apoya una tercera vía para
solucionar el “conflcto político” en Cataluña, favorece el apaciguamiento y el
pacto con los independentistas para gobernar en distintas instituciones, se ha
negado a apoyar la moción de censura a Torra, se ha mostrado partidario de
indultar a los sediciosos, se ha congratulado con la decisión del TS de no
obligarles a cumplir en la cárcel la mitad de la pena, y ha sido el único en
dar por buenas las supuestas condenas a la violencia del Presidente de la Generalitat. Puede que se haya
equivocado de manifestación. Por muy firme que se muestre Sánchez con el separatismo,
carecerá de credibilidad mientras no rompa los pactos y alianzas de diverso
tipo con sus aliados independentistas.
En el
ámbito de los medios de comunicación internacionales -incluidos algunos
tradicionalmente hostiles a España- van apareciendo artículos más objetivos
sobre la sentencia del TS. Juan Claudio de Ramón ha publicado un artículo en el
importante periódico belga “Le Soir” sobre
“L´Espagne comme toute démocratie doit
avoir le droit de se défendre”, Bárbara Loyer otro en “Liberation” sobre “Catalogne:
les risques de la désunion européenne”,Teresa Freixes sendos artículos en “Le Figaro” y “La Tribune de Genève”, el
Embajador en Canadá, Enrique Ruiz Molero, una carta a la prensa de Quebec y han
aparecido recientemente artículos en “The
Economist”y “The Guardian”.
En el
ámbito interno, han continuado apareciendo críticas a la sentencia, por defecto o por exceso. Cuatro prestigiosos
juristas –Edmundo Bal, Manuel Aragón, Enrique Gimbernat y Tomás Ramón- han mantenido,
en un Coloquio de la “European Business
School”, que la intención de los golpistas catalanes no era una ensoñación,
sino la consecución de la independencia de Cataluña. Según Bal, no hay norma ni
jurisprudencia que requiera que, para que se produzca rebelión, la violencia
tenga que ser instrumental, funcional y preordenada, y el TS se ha convertido
en colegislador. Para Gimbernat, la intención de los condenados era lograr la
independencia y segregar una parte del territorio nacional, y –para evitarlo-
hubo que recurrir al artículo 155 de la Constitución. Aragón y Ramón han
señalado que los dirigentes catalanes hicieron cuanto pudieron para lograr la
independencia conforme a la “fórmula Kosovo”, con la única diferencia de que no
consiguieron reconocimiento internacional El Presidente del TS, Carlos Lesmes,
ha afirmado que las leyes de transitoriedad, algunas acciones realizadas para
celebrar el referéndum del 1-O y los movimiento callejeros violentos subvertían,
y él tuvo la impresión de que se estaba tratando de subvertir el orden
constitucional y se había creado un proceso cuasi-revolucionario, pero que el
Tribunal –que había examinado a fondo los hechos- no había llegado a semejante
conclusión.
En el otro extremo, se encuentras
las declaraciones a Radio CAT-1 del antiguo miembro del TC y del TEDH, Luis
López Guerra -uno de los responsables de la derogación de la ”doctrina Poirot”-,
que ha dejado las siguientes “perlas”: El TS ha condenado a los Jordi a 9 años
de cárcel por haber liderado unas movilizaciones completamente pacíficas, lo
que podría afectar al derecho de manifestación de cara a futuras
movilizaciones; la sentencia dejaba abierta la puerta a restringir el derecho a
la libertad de expresión aún en ausencia de violencia; expresión de confianza
en que el TC resolverá los problemas de una sentencia que tiene muchos puntos
débiles; si no hubo violencia, ´¿cómo se podían imponer penas de 9 a 13 años de
cárcel?, lo que ha provocado una falta de proporcionalidad; cuando no hay
violencia, el TEDH estima que cualquier restricción de las libertades deberá ser
examinada con sumo cuidado; la prisión preventiva se ha aplicado de manera
desproporcionada y difícilmente comprensible…El profesor López Guerra no parece
estar al tanto de la sentencia ya citada de sus antiguos colegas, que ha
señalado que las libertades citadas podían ser restringidas cuando se produjeran
amenazas contra la integridad territorial de un Estado o contra su seguridad
pública, se defendiera el orden público o se tratara de impedir la comisión de delitos.
Los sediciosos incurrieron en todos y cada uno de estos supuestos.
Más templadas han sido las
opiniones de Teresa Freixes y de Araceli Mangas que –aunque estimaban que los
acusados habían cometido un delito de rebelión- han alabado la actuación del
TS, afirmando que “la sentencia es un
triunfo de la democracia y expresión palmaria de que nuestro sistema judicial funciona según
los cánones internacionales”, o que “el
TS no se merece crítica alguna, pues ha sido el último bastión para la defensa
del Estado de Derecho”. Suscribo plenamente estas afirmaciones, pero no
acabo de compartir la opinión de Araceli de que la sentencia ha sido “técnicamente pulcra”. Creo que le falta
coherencia interna, porque es un “patchwork”,
un texto cosido a retazos, en cuya confección han intervenido demasiadas agujas.
Tiene partes muy buenas, como cuando destroza jurídicamente los argumentos a
favor del derecho a decidir, y otras no tan buenas, como cuando afirma -en una
pirueta poco seria- que el “derecho a decidir” ha sido sustituido por el “derecho
a presionar” -¿un nuevo derecho humano
de quinta generación?-, o cuando dice que la actuación de los encausados sólo
seguía una ensoñación o una quimera. Como ha comentado Francisco Rosell, “¿alguien imagina el escándalo que se habría
registrado si el tribunal militar que juzgó a los golpistas del 23-F hubiera
resuelto que todo era una ensoñación de un teniente coronel tronado?”. El
propio Jordi Sánchez lo ha reconocido, al afirmar que, “si hubiera sido un engaño, Felipe VI no habría realizado una alocución
televisada para toda España el marte 3 de octubre de 2017”.
Dicho esto, comparto las
opiniones de Freixes y Mangas sobre la transcendencia de la sentencia y reitero
la necesidad de respaldar un fallo –que es, por otra parte, de obligado
cumplimiento-, frente al criterio de las autoridades de Cataluña, que creen
estar por encima de la ley y de las sentencias y se muestran determinadas a
provocar un tsunami antidemocrático en las otrora calmas aguas catalanas.
Madrid, 27 de octubre de 2019
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