sábado, 30 de marzo de 2019

Tendenciosa y provocadora entrevista de Sebastian a Borrell


TENDENCIOSA Y PROVOCADORA ENTREVISTA DE SEBATIAN A BORRELL

            Tim Sebastian es un excelente periodista procedente de la inagotable cantera de la “BBC”, bien informado, incisivo y convincente, pero a la vez  impertinente,  avasallador y manipulador, que trata de arrinconar sin piedad a sus entrevistados y les aplica una especie de tercer grado, recurriendo a menudo a argumentos mendaces. Hurga en los puntos flacos de los entrevistados y en sus contradicciones hasta acorralarlos de forma inmisericorde. Imperturbable ante las diatribas críticas del entrevistado –unas justificadas y otras no tanto-. Sebastian realizó con minuciosidad su labor de acoso y derribo del Ministro Borrell.

Los asesores del Ministro de Asuntos Exteriores no deberían haberle permitido que corriera el riesgo de someterse al implacable escrutinio de un periodista de sobra conocido por su agresividad y mal talante, y más en un idioma que -por bien que hable- no domina, frente a un profesional de la lengua de Shakespeare. En la entrevista emitida el pasado 28 de Marzo en el programa “Conflict Zone” de la TV alemana “Deutsche Welle”, Sebastian utilizó a sus peores triquiñuelas y sacó de quicio a Borrell, quien, en un momento determinado, abandonó el “plateau”, aunque regresó momentos más tarde para finalizar la entrevista. El Ministro –normalmente razonable y sosegado- no tuvo su mejor día, perdió los estribos y ofreció una pobre imagen, que será difundida por la “agitprop” de la Generalitat  por las televisiones y radios de todo el mundo para desprestigiarlo. No debería haber abandonado bruscamente la entrevista, pero, una vez que lo hizo, no debería haber regresado para finalizarla, con lo que habría dejado en evidencia al impertinente entrevistador.

            No sé si Sebastian habrá sido comprado por la Generalitat, pero dio impresión de que así había sido. Su discurso estuvo trufado de prejuicios, falacias, medias verdades y mentiras “tout court”. Ya sus palabras iniciales revelaron sus intenciones, al afirmar que su objetivo era preguntar al Ministro cómo se podía justificar un juicio fundamentalmente injusto –“unfair”-.  Arremetió contra un supuesto Estado vindicativo, que castigaba a los inculpados sin motivo alguno e ignoraba el principio de presunción de inocencia. Puso como ejemplo a una indefensa abuelita, la ex-Presidenta del Parlament, que tenía que pasar 15 horas confinada en un celda sin haber sido condenada –“convicted”. Era obvio que no había sido condenada porque aún no había sido juzgada, como lo está siendo en la actualidad. El reportero pasaba por alto que Carme Forcadell ha sido una de las principales responsables de la Declaración Unilateral de Independencia de Cataluña: Incumplió reiteradamente el Reglamentó de la Cámara para permitir votaciones ilegales, no hizo caso a las advertencias de de sus propios asesores jurídicos sobre la ilegalidad de sus actos, negó la palabras a los diputados de la Oposición, que no pudieron intervenir en el debate ni presentar enmiendas, permitió la aprobación de forma irregular de leyes como la del Referéndum o la de Transitoriedad Jurídica y Fundacional de la República Catalana, que fueron declaradas inconstitucionales por el Tribunal Constitucional-, y sancionó la DUI. Para Sebastian, por lo visto, declarar la independencia de una región en contra del Derecho Internacional y del Derecho interno, y romper la unidad territorial de un Estado centenario eran “pecata minuta” y no merecían sanción alguna. Me pregunto si habría reaccionado de igual manera si Nicola Sturgeon hubiera declarado unilateralmente la independencia de Escocia o Arlene Foster la de Irlanda del Norte.

            Sebastian echó en cara a Borrell sus palabras de que prefería que los políticos catalanes no estuvieran en la cárcel, señaló que –según Amnistía Internacional- no se debería recurrir a la detención preventiva mientras se dispusiera de otros medios y concluyó que la decisión del Instructor del Tribunal Supremo había sido profundamente injusta. Borrell le señaló que los jueces habían recurrido a la prisión preventiva para evitar la fuga de los encausados, como habían hecho Carles Puigdemont y varios de los miembros de su Gobierno para escapar a acción de la Justicia. Siguiendo con su insidiosa táctica, el periodista sacó a colación que 50% de los españoles tenían mala opinión de la Justicia, que 100 juristas habían declarado que no había motivos fundados para acusar a los encausados de rebelión o sedición y que el  Landesgericht de Schleswig-Holstein había negado la entrega de Puigdemont por el delito de alta traición –aunque no dijo nada de que si había autorizado su extradición por el delito de malversación-. ¿Cómo afectaban estos hechos a la credibilidad de los Tribunales españoles, al poner de manifiesto que el juicio ante el Tribunal Supremo era una farsa y no podía ser considerado justo?

            Sebastian recordó las palabras de Puigdemont de que el nombramiento como Ministro de Asuntos Exteriores de Borrell –contrario a la independencia- había sido una provocación para Cataluña y enviaba el mensaje de que no se pretendía desescalar la situación. Acusó al Gobierno socialista de no haberlo hecho suficientemente pese a sus promesas, pues no había intentado modificar la Constitución para permitir que se realizara un referéndum de autodeterminación. Borrell contestó que la Generalitat podía haber propuesto –como en su día hizo el Gobierno vasco de Ibarretxe- una reforma constitucional a tal efecto, pero no lo hizo. En el colmo de su trapacería, el periodista afirmó que –según en Centro de Investigaciones Sociológicas- el 70% de los españoles eran partidarios de reformar la Constitución, dando a entender que ello implicaba la reforma necesaria para que los catalanes pudieran autodeterminarse mediante un referéndum. Indignado ante la evidente mala fe de Sebastian, Borrell perdió los estribos y le espetó airado ”¿Para qué quieren la reforma?” Acto seguido, se levantó y dio por terminada la entrevista. 

            Pocos minutos después, tras consultar con sus asesores, Borrell regresó ante la pantalla para finalizar la entrevista. Sebastian recriminó al Ministro que –pese a la recomendación de la Comisión de Derechos Humanos del Consejo de Europa- el Gobierno no había modificado la Ley de Seguridad Ciudadana. Era inaceptable que se hubieran producido 21.222 condenas por faltas de respeto o de consideración a agentes policiales. Borrell le respondió que España era uno de los países que menos veces había sido condenado por el TEDH, a lo que el periodista replicó recordando la decisión del Tribunal en el caso Otegui, en el que consideró que no había tenido un juicio justo por la falta de imparcialidad de la Presidenta de la Sala de La Audiencia Nacional, Ángela Murillo. Omitió decir, sin embargo,  que se trató de una simple sagtisfacción moral y que el Tribunal no impuso sanción alguna al Gobierno español, ni criticó la sentencia.

            Sebastían dedicó varios minutos de la entrevista a los ataques de la coalición liderada por Arabia Saudita a Yemen y, en unas conclusiones rayanas con el surrealismo, insinuó que España era una de las responsables de estos ataques, que habían producido 6.872 muertos y 10.768 heridos, así como destrucciones de hospitales escuelas y mezquitas, porque había firmado un contrato para el suministro de unas pocas bombas de precisión. Borrell contestó que su Gobierno se había limitado a respetar un compromiso asumido por el Gobierno anterior y que, con posterioridad, no había vuelto a firmar nuevos contratos de suministro de armas.

            Por último, el periodista pasó a abordar la cuestión de Gibraltar a la luz de las negociaciones sobre el Brexit. Recordó la afirmación de Pedro Sánchez de que España saldría ganando con ellas y preguntó si el Gobierno español iba a poner sobre la mesa el tema de la soberanía sobre el Peñón. Borrell le contestó  que no se haría tal en el curso de las negociaciones entre la UE y Gran Bretaña sobre el Brexit, pero que dicha cuestión continuaba sobre la mesa de conformidad con las resoluciones de la Asamblea General sobre la descolonización de Gibraltar. Señaló que cualquier acuerdo entre las dos Partes sobre Gibraltar tendría que ser aprobado por el Gobierno español.

            Sebastian cuestionó el derecho de España a impedir el fondeo de buques en aguas jurisdiccionales de Gibraltar y Borrell le replicó que Gran Bretaña no tenía derecho algunos sobre tales aguas. Entonces, el entrevistador mencionó que un distinguido diplomático español que había presidido la delegación española en la Conferencia sobre Derecho del Mar, José Antonio de Yturriaga, había declarado públicamente que el Gobierno español carecía de base jurídica para negar el derecho de Gibraltar a gozar de mar territorial. Esta afirmación es inexacta pues ni yo, ni ningún otro miembro de la delegación, jamás hicimos semejante declaración. Siempre he respetado y defendido la posición del Gobierno sobre las aguas de Gibraltar, pese a no haber estado de acuerdo con su tesis, basada en la doctrina de la “costa seca”, perfectamente válida por otra parte.

Con en tantas otras  cosas, Sebastian ha oído campanas pero no sabe bien dónde y recurrió torticeramente a las medias verdades. En Octubre de 2010 –ya jubilado y sin responsabilidad oficial alguna- escribí un artículo sobre “Aguas de Gibraltar”, que distribuí entre los compañeros para alentar el debate sobre un posible cambio de la posición española sobre la cuestión. El Ministerio se opuso y, por ello, no publiqué el artículo, limitándome a incluirlo en mi blog, sin ser consciente –en mi ignorancia informática- de que, una vez en la red, su contenido era accesible a cualquier internauta. Allí lo encontró el Ministro Principal de Gibraltar, Fabián Picardo, quien usó mi nombre en vano en la IV Comisión de la Asamblea General de la ONU para criticar la postura de España.

Es probable que de allí haya sacado Sebastian la información expuesta, pero una cosa es decir que yo –como dirigente de la delegación española- he hecho una declaración  pública reconociendo las aguas jurisdiccionales de Gibraltar –que es falso- y otra bien distinta que yo pueda expresar una opinión jurídica en un artículo científico que no he llegado a publicar. En él recordaba que había informes en la Asesoría Jurídica Internacional del Ministerio que apuntaban la falta de fundamento jurídico de la tesis negatoria de las aguas del Peñón y mantenía que sería conveniente que el Gobierno español reconsiderara su posición al respecto. Hay que tener clara la distinción entre las aguas de Gibraltar y las del istmo que une el Peñón con la Línea, que nunca fue cedido a Inglaterra por el Tratado de Utrecht o por cualquier otro Acuerdo, por lo que el Gobierno británico no tiene derecho alguno sobre ellas. Precisamente la parte del istmo ilegalmente ocupada por Gran Bretaña se encuentra el aeropuerto de Gibraltar, cuyas pistas se prolongan en unas aguas de la Bahía de Algeciras que no le pertenecen. El reconocimiento de un mar territorial para el Peñón –que, a mi juicio, viene determinado por la Convención de 1982 sobre el Derecho del Mar. en la que tanto España como el Reino Unido son Partes- fortalecería la posición del Gobierno español a la hora de negarle derecho alguno en las aguas adyacentes el istmo.

Sebastian preguntó a Borrell por qué, si España estaba tan segura de sus derechos, no sometía la controversia a una instancia judicial internacional, como el Tribunal Internacional de Justicia. El Ministro contestó que el TIJ no era competente, lo que no era correcto, puesto que tanto España como Gran Bretaña han aceptado la jurisdicción del Tribunal para dirimir las controversias que puedan surgir de la aplicación de la Convención.

Aún siguió el periodista enredando con la cuestión de que España no cumplía las normas de la Comisión Europea para impedir el blanqueo de capitales, incrementar la transparencia fiscal y evitar el fraude, y que debería hacer más para luchar contra la corrupción. Borrell le contestó pacientemente que todos los Estados podían hacer más para luchar con estas lacras.

La entrevista terminó en un ambiente de tensión contenida, inducida por la actitud provocadora de Sebastian y el escaso aguante de Borrell. Este se despidió del periodista recriminándole que formulara sus preguntas de una forma tan parcial, a lo que Sebastia replicó, con su habitual insolencia, que él no estaba allí para hacerle las preguntas que el Ministro querría. El tenor de la entrevista contrastaba con el que se produjo en otra realizada a Borrell con anterioridad en el programa “HARDtalk” de la “BBC “, en la que –aunque el entrevistador no se privó de hacer pregustas insidiosas y comentarios críticos hacia España- mantuvo las formas. La entrevista concluyó con un apretón de manos y la manifestación de Borrell de su aprecio por las preguntas que le habían sido formuladas. En el caso de de la entrevista de Sebastian, no eran de recibo -y, por tanto, eran motivo de censura- tanto su actitud tendenciosa y hostil en cuanto al fondo, como las formas empleadas, que no reflejaban un periodismo serio y responsable.    

Madrid, 30 de Marzo de 2019

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