domingo, 17 de marzo de 2019

In Memoriam: Homenaje a José Pedro Pérez Llorca


IN MEMORIAM: HOMENAJE A JOSÉ PEDRO PÉREZ-LLORCA

            Quiero rendir homenaje público a José Pedro Pérez-Llorca, el compañero y el amigo que nos dejó ayer. Jose Pedro era un jurista fino, un diplomático avezado y un político de raza. Ingresó en la Carrera en 1964, un año después que yo, por lo que coincidimos un año en la Escuela Diplomática. En 1968 ganó las oposiciones a Letrado de las Cortes, y abandonó la diplomacia, aunque no se quiso separarse del todo. Cuando yo estaba de Asesor Jurídico Internacional convencí al Jefe de la Asesoría, Antonio Poch para que lo nombrara Asesor Externo y nos hizo excelentes informes, sobre todo en materia de Derecho Constitucional.

            Pérez-Llorca se orientó hacia la política y se integró enel grupo “Tácito”, compuesto de jóvenes profesionales y funcionarios, principalmente de inspiración cristiano-demócrata , aunque también se sumaron a él demócratas moderados de otras ideologías e independientes –como José Pedro- y, que -bajo este seudónimo-  publicaba semanalmente en el diario “Ya” una columna de contenido social y político.

Yo contemplaba la evolución de la situación política de España desde mi observatorio lisboeta y vivía además “in situ” el desarrollo de la transición portuguesa. El carácter moderado y contemporizador del pueblo portugués había impedido que el país cayera en un régimen nacional-izquierdista dominado por el PCP de Portugal. El Partido Socialista -liderado por Mario Soares y aliado con los sectores más válidos del Movimiento de las Fuerzas Armadas- había conseguido pasar la página de un régimen autocrático de derecha hacia una democracia balbuceante pero genuina. El pueblo español, sin embargo, no era -a mi juicio- tan moderado como el portugués y, además, quedaban aún muchas personas que no habían superado el trauma de la guerra civil. Tampoco estaba seguro de que los diversos partidos socialistas españoles fueran tan moderados como sus correligionarios portugueses, y de que el PCE hubiera renunciado al totalitarismo marxista y estaba dispuesto a aceptar sinceramente las reglas del juego democrático. Aunque el desarrollo económico y el progreso social conseguido en los últimos años hacían poco probable el regreso a una situación de guerra civil, subsistía el temor a un nuevo enfrentamiento fratricida, que no cabía excluir del todo.

Consideraba que un diplomático -por su total dedicación a la profesión y su falta de arraigo en el país, al pasar fuera de él buena parte de su vida- no debía involucrarse en la acción política directa, pero la situación era sumamente dedicada y el futuro de España estaba en la encrucijada. Como, por otra parte, percibía la atonía y el desinterés político de la mayoría de los habitantes del país -salvo las minorías más radicalizadas en uno u otro sentido-, creí necesario abandonar mi cómoda posición de asepsia política y aportar mi granito de arena al establecimiento de un sistema democrático, homologable al existente en los países europeos de nuestro entorno. Durante mi forzada estancia en el Ministerio tras el asalto a la Embajada en Lisboa y aprovechando los numerosos viajes que hice a Madrid durante mi segunda fase de estancia en Portugal, entré el contacto con Pérez Llorca. Aunque procedente de los movimientos radicales de la izquierda en su época universitaria, José Pedro había ido deslizándose hacia el centro y adoptado posiciones liberales. Como nuestras posturas coincidían en lo esencial y Pérez-Llorca estaba directamente involucrado en la búsqueda de una solución reformista y centrista, me puse a su disposición para incorporarme a un proyecto ilusionante de transición hacia la democracia.
A finales de Mayo de 1976 regresé a Madrid y reanudé los contactos con José Pedro. Bajo su patrocinio, el 23 de Junio participé -por primera y última vez- en una reunión del Grupo “Tácito”, que había decidido auto-disolverse. Desde el mes de Abril, se había constituido en la semilla creadora de un futuro partido político inter-clasista de centro -el Partido Popular-, con el fin de “agrupar a las personas de procedencia liberal, cristiano-demócrata, social-demócrata o independiente, que desean para España el establecimiento de una democracia política y social, en la que se respeten escrupulosamente los derechos y libertades individuales y que promueva el más amplio desarrollo posible de la personalidad humana”, según s e decía en la carta de 24 de Noviembre, en la que la Secretaría-gestora del PP me invitaba formalmente a incorporarme al partido. Me adherí a los “Principios de Coincidencia” y al “Manifiesto para la Constitución del Partido Popular” y di mi nombre y DNI para figurar como uno de los promotores del mismo. Entre aquéllos figuraba el núcleo constitutivo de “Tácito”, miembros de incipientes agrupaciones regionales de inspiración cristiano-demócrata, social-demócrata o liberal, y algunos independientes. Había entre ellos muchos altos funcionarios -de Subdirector General a Subsecretario-, pero no figuraba ningún ex-Ministro, ni personalidad política de primer rango.

Estaba previsto presentar el partido a primeros de Julio. Yo salí el día 2 con la familia para la playa a fin de pasar unas semanas de vacaciones y, antes de marcharme, llamé por teléfono a Pérez-Llorca para que me avisara cuando se produjera el Día-D, a fin de regresar a Madrid y participar en la ceremonia constitutiva.. En el ínterin, sin embargo, se produjo la crisis del Gobierno, con la dimisión de Carlos Arias y el  nombramiento de Adolfo Suárez como Presidente del Gobierno el 5 de Julio. Dos días más tarde se conoció el nuevo Gobierno, en el que figuraban tres de los promotores del PP: Marcelino Oreja, Landelino Lavilla  y Eduardo Carriles. Item más, el día 16 se hizo público la declaración programática del Gobierno, que se inspiraba en gran medida en el Manifiesto constitutivo del PP, llegándose en algunos casos a reproducir literalmente algunos de sus párrafos. En estas circunstancias, se hizo necesario aplazar la presentación oficial del PP, pues nos quedamos amarrados a la brocha ya que Suárez se había  llevado la escalera. Yo llamaba por teléfono casi todos los días a Pérez-Llorca desde la playa para seguir el curso de los acontecimientos, hasta que José Pedro me anunció la decisión de aplazamiento de la presentación del Partido hasta después del verano. De vuelta a Madrid reanudé los contactos con vistas al lanzamiento del PP, que finalmente se produjo el 1 de Diciembre.

En una crónica en “El Mundo”. Joaquín Bardavío ha dicho que Pérez-Llorca “buscó inscribirse en el Partido Popular, un pequeño grupo capitaneado por José María de Areilza y Pío Cabanillas”. Esto no es del todo cierto, pese a lo que dijeron los medios comunicación de la época y que pareció creerse el propio Conde de Motrico, cuando afirmaba en su “Diario de un Ministro de la Monarquía”:”A mi me parecía que era el momento de reunir a la gente que tenía el pensamiento de hacer en España una operación que no fuera ni franquismo resucitado, ni la izquierda que era anti-monárquica o sencillamente republicana. Entre el neofranquismo y la izquierda había un espacio muy amplio y éste era el espacio que nosotros queríamos ocupar. Era la idea de un centro democrático...Hubo una gran respuesta de gente que vino a sumarse a este proyecto mío. Varios partidos de centro quisieron incorporarse a esta propuesta política”. Pérez-Llorca fue uno de los inspiradores del PP y formó desde el principio parte de la Secretaria del Partido, junto con Manuel Fraile, Juan Antonio Ortega, Alejandro Royo-Villanova y José Armengod.
Los días 5 y 6 de Febrero de 1977 se celebró en Madrid el Congreso constitutivo del PP. Se planteó un debate interno sobre quienes deberían asumir la dirección del Partido, dividiéndose la opinión entre los que defendían el nombramiento de personalidades políticas ya reconocidas -como el Conde de Motrico o Pío Cabanillas- y los que considerábamos que deberían elegirse, como hasta entonces, personas nuevas, no vinculadas al pasado, aunque fueran poco conocidas y carecieran de experiencia política. Prevaleció la primera tesis y se nombró Presidente a Cabanillas y Vicepresidentes a Areilza y a Attard. Se formó una Secretaría tripartita integrada por José Luis Alvarez, Juan Antonio Ortega y José Pedro Pérez-Llorca.

En un Comunicado se decía que el PP tenía el propósito de “relacionarse y, en su caso, establecer vínculos estables, e incluso organizativamente unitarios, con todos los partidos que se mueven en la misma zona del espectro político”. Desde un primer momento, se anunciaba la intención de crear un partido de centro amplio, que luego se convertiría en la UCD. Éramos conscientes que el I Congreso sería el último y que el PP se auto-inmolaría para nuclear el nacimiento de una agrupación política más amplia. Los contactos que se habían venido realizando con sectores liberales -Garrigues, Camuñas o Larroque-, social-demócratas -Fernández Ordóñez- o demócrata-cristianos -IDC de Ruiz Giménez, PPDC de Alzaga o UDE de Jiménez Mellado- adquirieron un ritmo frenético durante el Congreso, a cuya clausura asistieron la mayor parte de los dirigentes de estos partidos o agrupaciones. Esta situación quedó reflejada en el discurso final de Ortega: ”Yo querría que este acto no fuese sólo el acto de clausura del Congreso del Partido Popular, sino el acto de inauguración del Centro Democrático”.
Dicho y hecho. Las negociaciones dieron su fruto y en el mes de Marzo se constituyó la Unión de Centro Democrático, en la que se integraron casi todos los aspirantes, con la importante excepción de IDC de Ruiz-Giménez y el grupo de  Gil-Robles

 La situación había cambiado y el proyecto ilusionado y espontáneo de creación del PP, protagonizado por un grupo de gente joven sin experiencia política, había cumplido su objetivo de permitir la creación, prácticamente de la nada política, de una fuerza de centro con posibilidades de éxito electoral, Para conseguir éste Se estimó que  que era necesario aliarse con el Gobierno de Adolfo Suárez, que contaba con las palancas del poder. Fue, sin embargo, una alianza pírrica por su carácter asimétrico, en la que el pez grande se comió al chico a la hora de elaborar las listas. Se produjo el desembarco del equipo en el poder y Suárez fue imponiendo en los puestos claves a sus seguidores -los llamados “azules”. Las listas que ingenuamente había preparado el equipo gestor de UCD quedaron irreconocibles. Pérez-Llorca -que figuraba en uno de los primeros puestos en la lista por Madrid- se vio catapultado al puesto 16 ó 17, y estuvo en un tris de quedarse sin escaño. José Pedro fue nombrado Ministro de la Presidencia y, un año más tarde, Ministro de Administración Territorial, puesto desde donde tuvo que lidiar con el morlaco del referéndum andaluz y el Gobierno no pudo haber hecho peor faena. Andalucía no era una comunidad histórica y carecía de un particularismo lingüístico, cultural o jurídico. La mayoría de sus pobladores la consideraban como una “región” y no una “nacionalidad”, y se consideraban por igual andaluces y españoles. Sin embargo, el Partido Socialista Andaluz  -recogiendo la bandera blanqui-verde de Blas Infante- empezó una campaña en pro de un “nacionalismo andaluz” poco diferenciado, que fue ganando adeptos ante la falta de receptividad y de os supuestos o reales agravios del Gobierno Central. Su principal reivindicación se centró en la calificación de la Comunidad como “nacionalidad histórica” y en la pretensión de que su Estatuto se rigiera por el artículo 151, en vez de por el del 142. Como la Constitución no incluía a Andalucía como “comunidad histórica”, hubo que recurrir a un referéndum para que el pueblo andaluz se pronunciarse al respecto.

El Gobierno no pudo estar más desacertado en el tratamiento del tema, pues se negó a reconocer este derecho al pueblo andaluz -lo que provocó una gran reacción en contra, incluso entre la mayoría no nacionalista-, elaboró una pregunta que era un auténtico galimatías -lo que confundió aún más la situación- y, finalmente, recomendó a sus militantes y seguidores que se abstuvieran en la votación, en la vana esperanza de que no se consiguiera en cada una de las provincias el requerido 50% de votos. Traté de influir sobre José Pedro para cambiara de táctica en Andalucía, pero no tuve mucho éxito.

En 1980, Pérez-Llorca fue nombrado Ministro de Asuntos Exteriores. Me ofreció la jefatura de la Asesoría Jurídica Internacional, un puesto al que siempre había aspirado. No duró mucho mi alegría porque, un año más tarde, me pidió que me hiciera cargo de la Secretaría General Técnica, lo que tuve que aceptar por “vergüenza torera”. Me dio plena confianza y en el año escaso que estuve como Secretario General Técnico pude acometer importantes reformas; informatización del Ministerio, mejora de la seguridad, mayor fluidez la las relaciones con las Cortes, publicaciones, publicación tratados…José Pedro era un poco indolente y le costaba trabajo firmar documentos. Yo tenía con él una batalla continua para conseguir las numerosas firmas que requería el trabajo de la SGT, especialmente en materia de tratados y en la relación con las Cortes. Tenía al día la respuestas a las preguntas e interpelaciones de diputados y senadores, pero no conseguía que me las firmara y la carpeta iba aumentando. Cuando me invitaba a una cena en Viana allí que iba con mi carpeta y, tras la marcha de los invitados, procuraba conseguir algunas firmas, a lo que accedía a veces como si se tratara de un favor personal. Al fin encontramos una solución un tanto heterodoxa: que la firma de los documentos de trámite la hiciera el pendolista del Ministerio.

Pérez-Llorca tenía una gran sensibilidad política y cuando estaba convencido de la conveniencia de realizar una determinada política, la llevaba a cabo con empeño, como ocurrió con el ingreso de España en la OTAN. Sabía que si no se daba el paso de adherirse al Tratado constitutivo de la OTAN durante el Gobierno de UCD, ya en fase terminal, España no entraría en la Alianza. Realizó una impresionante acción diplomática para convencer a los más remisos –especialmente Francia, Italia y Grecia- y fue realizando la tramitación interna, pese a la rotunda oposición del PSOE.

            Temprano en la mañana del sábado 27 de Marzo d 1982 recibí una llamada urgente de José Pedro en la que me pedía que acudiera de inmediato al Ministerio –donde enviaría una de sus Secretarias- para que redactara el instrumento de adhesión de España al Tratado de Atlántico Norte. Le comenté que además del Tratado de Washington había una serie de Acuerdos complementarios, pero me dijo que me olvidara de ellos y me limitara a redactar el Instrumento de Adhesión al Tratado de Washington, pues era de la máxima urgencia. Redacté el Instrumento y esa misma tarde lo llevó a la Embajada de Estados Unidos Manuel Pombo y fue depositado en el Registro de la Secretaría de Estado, casi de tapadillo, el domingo por el Encargado de Negocios a.i., Alonso Álvarez de Toledo.

            Concedida por las Cortes Generales la autorización prevista en al artículo 94 de la Constitución y, por consiguiente, cumplidos los requisitos exigidos por la legislación española, extiendo el presente Instrumento de Adhesión del Reino de España al Tratado del Atlántico Norte, para que, mediante su depósito y de conformidad con los dispuesto en el artículo 10, el Reino de Espaá pase a ser Parte en dicho  Tratado”.Lo firmaba el Rey Juan Carlos I y lo refrendaba el Ministro de Asuntos Exteriores, José Pedro Pérez-Llorca. El ingreso en la OTAN, aunque fuera con nocturnidad, fue  uno de los logros de los que José Pedro se mostraba más satisfecho.

            Tras la debacle de UCD en las elecciones generales de 1982, Pérez-Llorca se retiró de la política activa y se refugió en su importante Bufete de Abocados, la actividad empresarial y la Presidencia del Patronato del Museo del Prado. Confío en que Dios, en su infinita misericordia, lo haya acogido en su seno, Seguro que las tertulias celestiales serán ahora más entretenidas con el gracejo gaditano de José Pedro. ¡Descanse en paz!

Madrid, 8 de Marzo de 2019

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