IN MEMORIAM: HOMENAJE A JOSÉ PEDRO PÉREZ-LLORCA
Quiero
rendir homenaje público a José Pedro Pérez-Llorca, el compañero y el amigo que
nos dejó ayer. Jose Pedro era un jurista fino, un diplomático avezado y un
político de raza. Ingresó en la Carrera en 1964, un año después que yo, por lo
que coincidimos un año en la Escuela Diplomática. En 1968 ganó las oposiciones
a Letrado de las Cortes, y abandonó la diplomacia, aunque no se quiso separarse
del todo. Cuando yo estaba de Asesor Jurídico Internacional convencí al Jefe de
la Asesoría, Antonio Poch para que lo nombrara Asesor Externo y nos hizo
excelentes informes, sobre todo en materia de Derecho Constitucional.
Pérez-Llorca
se orientó hacia la política y se integró enel grupo “Tácito”, compuesto de jóvenes
profesionales y funcionarios, principalmente de inspiración cristiano-demócrata
, aunque también se sumaron a él demócratas moderados de otras ideologías e
independientes –como José Pedro- y, que -bajo este seudónimo- publicaba semanalmente en el diario “Ya” una columna de contenido social y
político.
Yo contemplaba la evolución de
la situación política de España desde mi observatorio lisboeta y vivía además
“in situ” el desarrollo de la transición portuguesa. El carácter moderado y
contemporizador del pueblo portugués había impedido que el país cayera en un
régimen nacional-izquierdista dominado por el PCP de Portugal. El Partido
Socialista -liderado por Mario Soares y aliado con los sectores más válidos del
Movimiento de las Fuerzas Armadas- había conseguido pasar la página de un
régimen autocrático de derecha hacia una democracia balbuceante pero genuina.
El pueblo español, sin embargo, no era -a mi juicio- tan moderado como el
portugués y, además, quedaban aún muchas personas que no habían superado el
trauma de la guerra civil. Tampoco estaba seguro de que los diversos partidos
socialistas españoles fueran tan moderados como sus correligionarios
portugueses, y de que el PCE hubiera renunciado al totalitarismo marxista y
estaba dispuesto a aceptar sinceramente las reglas del juego democrático.
Aunque el desarrollo económico y el progreso social conseguido en los últimos
años hacían poco probable el regreso a una situación de guerra civil, subsistía
el temor a un nuevo enfrentamiento fratricida, que no cabía excluir del todo.
Consideraba que un diplomático
-por su total dedicación a la profesión y su falta de arraigo en el país, al
pasar fuera de él buena parte de su vida- no debía involucrarse en la acción
política directa, pero la situación era sumamente dedicada y el futuro de
España estaba en la encrucijada. Como, por otra parte, percibía la atonía y el
desinterés político de la mayoría de los habitantes del país -salvo las
minorías más radicalizadas en uno u otro sentido-, creí necesario abandonar mi
cómoda posición de asepsia política y aportar mi granito de arena al
establecimiento de un sistema democrático, homologable al existente en los
países europeos de nuestro entorno. Durante mi forzada estancia en el
Ministerio tras el asalto a la Embajada en Lisboa y aprovechando los numerosos
viajes que hice a Madrid durante mi segunda fase de estancia en Portugal, entré
el contacto con Pérez Llorca. Aunque procedente de los movimientos radicales de
la izquierda en su época universitaria, José Pedro había ido deslizándose hacia
el centro y adoptado posiciones liberales. Como nuestras posturas coincidían en
lo esencial y Pérez-Llorca estaba directamente involucrado en la búsqueda de
una solución reformista y centrista, me puse a su disposición para incorporarme
a un proyecto ilusionante de transición hacia la democracia.
A finales de Mayo de 1976
regresé a Madrid y reanudé los contactos con José Pedro. Bajo su patrocinio, el
23 de Junio participé -por primera y última vez- en una reunión del Grupo
“Tácito”, que había decidido auto-disolverse. Desde el mes de Abril, se había
constituido en la semilla creadora de un futuro partido político inter-clasista
de centro -el Partido Popular-, con el fin de “agrupar a las personas de procedencia liberal, cristiano-demócrata,
social-demócrata o independiente, que desean para España el establecimiento de
una democracia política y social, en la que se respeten escrupulosamente los
derechos y libertades individuales y que promueva el más amplio desarrollo
posible de la personalidad humana”, según s e decía en la carta de 24 de
Noviembre, en la que la Secretaría-gestora del PP me invitaba formalmente a
incorporarme al partido. Me adherí a los “Principios de Coincidencia” y al
“Manifiesto para la Constitución del Partido Popular” y di mi nombre y DNI para
figurar como uno de los promotores del mismo. Entre aquéllos figuraba el núcleo
constitutivo de “Tácito”, miembros de incipientes agrupaciones regionales de
inspiración cristiano-demócrata, social-demócrata o liberal, y algunos
independientes. Había entre ellos muchos altos funcionarios -de Subdirector
General a Subsecretario-, pero no figuraba ningún ex-Ministro, ni personalidad
política de primer rango.
Estaba previsto presentar el
partido a primeros de Julio. Yo salí el día 2 con la familia para la playa a
fin de pasar unas semanas de vacaciones y, antes de marcharme, llamé por
teléfono a Pérez-Llorca para que me avisara cuando se produjera el Día-D, a fin
de regresar a Madrid y participar en la ceremonia constitutiva.. En el ínterin,
sin embargo, se produjo la crisis del Gobierno, con la dimisión de Carlos Arias
y el nombramiento de Adolfo Suárez como
Presidente del Gobierno el 5 de Julio. Dos días más tarde se conoció el nuevo
Gobierno, en el que figuraban tres de los promotores del PP: Marcelino Oreja,
Landelino Lavilla y Eduardo Carriles.
Item más, el día 16 se hizo público la declaración programática del Gobierno,
que se inspiraba en gran medida en el Manifiesto constitutivo del PP,
llegándose en algunos casos a reproducir literalmente algunos de sus párrafos.
En estas circunstancias, se hizo necesario aplazar la presentación oficial del
PP, pues nos quedamos amarrados a la brocha ya que Suárez se había llevado la escalera. Yo llamaba por teléfono
casi todos los días a Pérez-Llorca desde la playa para seguir el curso de los
acontecimientos, hasta que José Pedro me anunció la decisión de aplazamiento de
la presentación del Partido hasta después del verano. De vuelta a Madrid
reanudé los contactos con vistas al lanzamiento del PP, que finalmente se
produjo el 1 de Diciembre.
En una crónica en “El Mundo”. Joaquín Bardavío ha dicho que
Pérez-Llorca “buscó inscribirse en el
Partido Popular, un pequeño grupo capitaneado por José María de Areilza y Pío
Cabanillas”. Esto no es del todo cierto, pese a lo que dijeron los medios
comunicación de la época y que pareció creerse el propio Conde de Motrico,
cuando afirmaba en su “Diario de un
Ministro de la Monarquía”:”A mi me
parecía que era el momento de reunir a la gente que tenía el pensamiento de
hacer en España una operación que no fuera ni franquismo resucitado, ni la
izquierda que era anti-monárquica o sencillamente republicana. Entre el
neofranquismo y la izquierda había un espacio muy amplio y éste era el espacio
que nosotros queríamos ocupar. Era la idea de un centro democrático...Hubo una
gran respuesta de gente que vino a sumarse a este proyecto mío. Varios
partidos de centro quisieron incorporarse a esta propuesta política”.
Pérez-Llorca fue uno de los inspiradores del PP y formó desde el principio
parte de la Secretaria del Partido, junto con Manuel Fraile, Juan Antonio
Ortega, Alejandro Royo-Villanova y José Armengod.
Los días 5 y 6 de Febrero de
1977 se celebró en Madrid el Congreso constitutivo del PP. Se planteó un debate
interno sobre quienes deberían asumir la dirección del Partido, dividiéndose la
opinión entre los que defendían el nombramiento de personalidades políticas ya reconocidas
-como el Conde de Motrico o Pío Cabanillas- y los que considerábamos que
deberían elegirse, como hasta entonces, personas nuevas, no vinculadas al
pasado, aunque fueran poco conocidas y carecieran de experiencia política.
Prevaleció la primera tesis y se nombró Presidente a Cabanillas y
Vicepresidentes a Areilza y a Attard. Se formó una Secretaría tripartita
integrada por José Luis Alvarez, Juan Antonio Ortega y José Pedro Pérez-Llorca.
En un Comunicado se decía que el
PP tenía el propósito de “relacionarse y,
en su caso, establecer vínculos estables, e incluso organizativamente unitarios,
con todos los partidos que se mueven en la misma zona del espectro político”.
Desde un primer momento, se anunciaba la intención de crear un partido de
centro amplio, que luego se convertiría en la UCD. Éramos conscientes que el I
Congreso sería el último y que el PP se auto-inmolaría para nuclear el
nacimiento de una agrupación política más amplia. Los contactos que se habían
venido realizando con sectores liberales -Garrigues, Camuñas o Larroque-,
social-demócratas -Fernández Ordóñez- o demócrata-cristianos -IDC de Ruiz
Giménez, PPDC de Alzaga o UDE de Jiménez Mellado- adquirieron un ritmo
frenético durante el Congreso, a cuya clausura asistieron la mayor parte de los
dirigentes de estos partidos o agrupaciones. Esta situación quedó reflejada en
el discurso final de Ortega: ”Yo querría
que este acto no fuese sólo el acto de clausura del Congreso del Partido
Popular, sino el acto de inauguración del Centro Democrático”.
Dicho y hecho. Las negociaciones dieron su
fruto y en el mes de Marzo se constituyó la Unión de Centro Democrático, en la
que se integraron casi todos los aspirantes, con la importante excepción de IDC
de Ruiz-Giménez y el grupo de Gil-Robles
La situación había cambiado y el proyecto
ilusionado y espontáneo de creación del PP, protagonizado por un grupo de gente
joven sin experiencia política, había cumplido su objetivo de permitir la
creación, prácticamente de la nada política, de una fuerza de centro con
posibilidades de éxito electoral, Para conseguir éste Se estimó que que era necesario aliarse con el Gobierno de
Adolfo Suárez, que contaba con las palancas del poder. Fue, sin embargo, una
alianza pírrica por su carácter asimétrico, en la que el pez grande se comió al
chico a la hora de elaborar las listas. Se produjo el desembarco del equipo en
el poder y Suárez fue imponiendo en los puestos claves a sus seguidores -los
llamados “azules”. Las listas que ingenuamente había preparado el equipo gestor
de UCD quedaron irreconocibles. Pérez-Llorca -que figuraba en uno de los
primeros puestos en la lista por Madrid- se vio catapultado al puesto 16 ó 17,
y estuvo en un tris de quedarse sin escaño. José Pedro fue nombrado Ministro de
la Presidencia y, un año más tarde, Ministro de Administración Territorial, puesto
desde donde tuvo que lidiar con el morlaco del referéndum andaluz y el Gobierno
no pudo haber hecho peor faena. Andalucía no era una comunidad histórica y
carecía de un particularismo lingüístico, cultural o jurídico. La mayoría de
sus pobladores la consideraban como una “región” y no una “nacionalidad”, y se
consideraban por igual andaluces y españoles. Sin embargo, el Partido
Socialista Andaluz -recogiendo la
bandera blanqui-verde de Blas Infante- empezó una campaña en pro de un
“nacionalismo andaluz” poco diferenciado, que fue ganando adeptos ante la falta
de receptividad y de os supuestos o reales agravios del Gobierno Central. Su
principal reivindicación se centró en la calificación de la Comunidad como “nacionalidad histórica” y en la
pretensión de que su Estatuto se rigiera por el artículo 151, en vez de por el
del 142. Como la Constitución no incluía a Andalucía como “comunidad
histórica”, hubo que recurrir a un referéndum para que el pueblo andaluz se
pronunciarse al respecto.
El Gobierno no pudo estar más
desacertado en el tratamiento del tema, pues se negó a reconocer este derecho
al pueblo andaluz -lo que provocó una gran reacción en contra, incluso entre la
mayoría no nacionalista-, elaboró una pregunta que era un auténtico galimatías
-lo que confundió aún más la situación- y, finalmente, recomendó a sus
militantes y seguidores que se abstuvieran en la votación, en la vana esperanza
de que no se consiguiera en cada una de las provincias el requerido 50% de
votos. Traté de influir sobre José Pedro para cambiara de táctica en Andalucía,
pero no tuve mucho éxito.
En 1980, Pérez-Llorca fue nombrado
Ministro de Asuntos Exteriores. Me ofreció la jefatura de la Asesoría Jurídica
Internacional, un puesto al que siempre había aspirado. No duró mucho mi
alegría porque, un año más tarde, me pidió que me hiciera cargo de la
Secretaría General Técnica, lo que tuve que aceptar por “vergüenza torera”. Me
dio plena confianza y en el año escaso que estuve como Secretario General
Técnico pude acometer importantes reformas; informatización del Ministerio,
mejora de la seguridad, mayor fluidez la las relaciones con las Cortes,
publicaciones, publicación tratados…José Pedro era un poco indolente y le costaba
trabajo firmar documentos. Yo tenía con él una batalla continua para conseguir
las numerosas firmas que requería el trabajo de la SGT, especialmente en
materia de tratados y en la relación con las Cortes. Tenía al día la respuestas
a las preguntas e interpelaciones de diputados y senadores, pero no conseguía
que me las firmara y la carpeta iba aumentando. Cuando me invitaba a una cena
en Viana allí que iba con mi carpeta y, tras la marcha de los invitados,
procuraba conseguir algunas firmas, a lo que accedía a veces como si se tratara
de un favor personal. Al fin encontramos una solución un tanto heterodoxa: que
la firma de los documentos de trámite la hiciera el pendolista del Ministerio.
Pérez-Llorca tenía una gran
sensibilidad política y cuando estaba convencido de la conveniencia de realizar
una determinada política, la llevaba a cabo con empeño, como ocurrió con el
ingreso de España en la OTAN. Sabía que si no se daba el paso de adherirse al
Tratado constitutivo de la OTAN durante el Gobierno de UCD, ya en fase
terminal, España no entraría en la Alianza. Realizó una impresionante acción
diplomática para convencer a los más remisos –especialmente Francia, Italia y
Grecia- y fue realizando la tramitación interna, pese a la rotunda oposición
del PSOE.
Temprano
en la mañana del sábado 27 de Marzo d 1982 recibí una llamada urgente de José Pedro
en la que me pedía que acudiera de inmediato al Ministerio –donde enviaría una
de sus Secretarias- para que redactara el instrumento de adhesión de España al
Tratado de Atlántico Norte. Le comenté que además del Tratado de Washington
había una serie de Acuerdos complementarios, pero me dijo que me olvidara de
ellos y me limitara a redactar el Instrumento de Adhesión al Tratado de
Washington, pues era de la máxima urgencia. Redacté el Instrumento y esa misma
tarde lo llevó a la Embajada de Estados Unidos Manuel Pombo y fue depositado en
el Registro de la Secretaría de Estado, casi de tapadillo, el domingo por el
Encargado de Negocios a.i., Alonso Álvarez de Toledo.
“Concedida por las Cortes Generales la
autorización prevista en al artículo 94 de la Constitución y, por consiguiente,
cumplidos los requisitos exigidos por la legislación española, extiendo el
presente Instrumento de Adhesión del Reino de España al Tratado del Atlántico
Norte, para que, mediante su depósito y de conformidad con los dispuesto en el
artículo 10, el Reino de Espaá pase a ser Parte en dicho Tratado”.Lo firmaba el Rey Juan Carlos I
y lo refrendaba el Ministro de Asuntos Exteriores, José Pedro Pérez-Llorca. El
ingreso en la OTAN, aunque fuera con nocturnidad, fue uno de los logros de los que José Pedro se
mostraba más satisfecho.
Tras
la debacle de UCD en las elecciones generales de 1982, Pérez-Llorca se retiró
de la política activa y se refugió en su importante Bufete de Abocados, la
actividad empresarial y la Presidencia del Patronato del Museo del Prado. Confío
en que Dios, en su infinita misericordia, lo haya acogido en su seno, Seguro
que las tertulias celestiales serán ahora más entretenidas con el gracejo
gaditano de José Pedro. ¡Descanse en paz!
Madrid, 8 de Marzo de 2019
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