EL COMIENZO DEL FIN DEL "BREXIT"
Theresa May hizo aplicar el rodillo conservador en la Cámara de los Comunes y, con la connivencia de parte del Partido Laborista, logró que aprobara su escueto proyecto de ley que autorizaba al Gobierno a iniciar formalmente el proceso de la salida del Reino Unido de la Unión Europea, mediante la invocación del artículo 50 del Tratado de Lisboa de 2007. La pro-europea Cámara de los Lores, en cambio, puso algunos obstáculos a la galopada del Gobierno hacia el "Brexit", al aprobar sendas enmiendas al texto propuesto: la primera daba al Gobierno tres meses de plazo para presentar una propuesta que asegurara que "los ciudadanos de la Unión Europea y de los miembros de sus familias con residencia legal en el Reino Unido en el momento de la aprobación de este texto, reciban el mismo tratamiento con respecto a los derechos derivados de la pertenencia a la UE". La segunda requería que el texto del Acuerdo eventualmente alcanzado entre Gran Bretaña y la UE fuera sometido a la aprobación del Parlamento Británico antes de ser aprobado por el Parlamento Europeo. Fueron unos meros rasguños en la paquidérmica piel de May, que fueron totalmente restañados tras la segunda y definitiva votación de la Cámara de los Comunes, que autorizó por amplia mayoría el inicio del proceso de salida de la Unión.
Inicio del proceso de separación de Gran Bretaña de la UE
Tras la sanción de la decisión parlamentaria por la Reina Isabel II, Theresa May ha comunicado por carta al Presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, la intención del Reino Unido de desembarco de la nave comunitaria mediante la invocación del artículo 50 del Tratado de la UE. De conformidad con el citado artículo, el Estado miembro interesado en retirarse de la Unión deberá notificar su intención al Consejo Europeo y la UR "negociará y celebrará con ese Estado un acuerdo que establecerá la forma de su retirada, teniendo en cuenta el marco de sus relaciones futuras con la Unión. El Consejo lo celebrará en nombre de la Unión por mayoría cualificada, previa aprobación del Parlamento Europeo". Según su apartado tercero, los Tratados constitutivos de la UE dejarán de aplicarse al Estado que los ha denunciado a partir de la fecha de la entrada en vigor del Acuerdo de retirada o, en su caso, a los dos años de la fecha de la notificación de la retirada, salvo que el Estado interesado y el Consejo Europeo acuerden, por decisión unánime de sus miembros, prorrogar dicho plazo.
Así pues, a partir del momento de la entrega de la carta de May a Tusk ha empezado la cuenta atrás e iniciado el plazo de dos años previsto para la conclusión de un Acuerdo que regule las relaciones entre Gran Bretaña y la UE. El Consejo Europeo deberá reunirse para considerar la denuncia de los tratados por el Reino Unido y dar las oportunas instrucciones al equipo negociador de la Unión, dirigido por el antiguo Comisario europeo Michel Barnier. Aunque no se pueden adelantar acontecimientos, es poco probable que los negociadores -por mucha buena voluntad que tengan- logren resolver en el breve plazo de dos años los complejos y complicados problemas que surgirán ante la necesidad de deshacer la maraña jurídica de directivas, reglamentos resoluciones de la Unión y los innumerables Acuerdos concluidos por ésta durante 60 años. Cabe prever, por tanto, que se prorrogue el partido, aunque la prórroga podría quedar invalidada por la oposición de un solo Estado miembro, ya que se requiere la unanimidad del Consejo Europeo para autorizarla.
Perspectivas de la negociación
Tras sus taxativas tomas de posición en pro de un "Brexit" duro y berroqueño, May ha adoptado ahora el rostro amable de Che-Suan y recurrido a sus trucos de encantadora de serpientes, y ha mostrado una aparente actitud conciliadora. Ha telefoneado personalmente al Presidente del Consejo, Donald Tusk, al Presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, y a la Presidente "de facto" de la UE, Angela Merkel, y expresado su deseo de entrar en las negociaciones con un espíritu constructivo y en un tono positivo para asegurar un proceso suave de salida. Habrá que ver cuál será la verdadera faz de May y de su Gobierno: la de los denigradores de la UE que pretenden salir del Mercado Único, negar la libertad de movimiento de las personas, controlar completamente la inmigración y rechazar la jueisdicción del TJUE, o las de los posibilistas y partidarios de un "Brexit" blando, que aspiran a establecer unas relaciones razonables y mutuamente satisfactorias entre el planeta UE y el satélite británico.
Aparte del conato de rebelión de liberal-demócratas, nacionalistas escoceses y parte del laborismo -que se se ha reflejado en la afrenta de la Cámara de los Lores a su Graciosa Majestad-bis, Theresa May, a pesar de las tremendas presiones del Gobierno y los medios de comunicación conservadores-, la Primera Ministra parte al campo de batalla con una retaguardia inestable y más bien hostil en Irlanda del Norte y en Escocia- En las últimas elecciones autonómicas norirlandesas, los integracionistas pro-británicos moderados del Partido Democrático Unionista han retrocedido y han sido alcanzados por el Sinn Fein, partidarios de la reunificación de Irlanda y de la permanencia en la UE. Las negociaciones para la formación del Gobierno regional -que requieren inevitablemente la colaboración entre estos dos partidos- están empantanadas fundamentalmente por la oposición radical entre unos y otros sobre el "Brexit", y no parece que se pueda llegar a un acuerdo a corto plazo. De no constituirse éste, el Gobierno británico podría -como ya ha hecho con anterioridad- suspender la autonomía norirlandesa y establecer el control directo de Londres sobre Irlanda del Norte, situación que debilitaría al Gobierno y afectaría adversamente su posición negociadora con la UE.
Con el apoyo del Partido Nacional Escocés y el Partido Verde, el Parlamento de Edimburgo acaba de decidir -por un margen de diez votos- convocar un nuevo referéndum de independencia, a celebrar entre el otoño de 2018 y l primavera de 2019, ante de que se llegue a un acuerdo entre Gran Bretaña y la UE. La Ministra Principal de Escocia, Nicola Sturgeon, ha expresado su esperanza de que el Gobierno británico respete la voluntad del pueblo escocés, pero Theresa May se ha negado tajantemente a la celebración de un nuevo referéndum mientras se celebren las negociaciones con la Unión. El Parlamento escocés tiene la prerrogativa de iniciar el proceso para la celebración de un referéndum sobre el futuro del país, pero rquiere el consentimiento del Parlamento británico y, llegado el caso, May utilizaría la abrumadora mayoría de su Partido en la Cámara de Representantes para rechazar la propuesta escocesa. Este más que posible choque de trenes entre dos temperamentales damas podría desencadenar una crisis constitucional en el Reino Desunido de imprevisibles consecuencias en el climax de la negociación con la UE.
Pese a las bravatas de May y sus muchachos -el trío rupturista formado por Boris Johnson, Davis Davis y Liam Fox-, Gran Bretaña parte de una posición débil para la negociación. La campaña del "Brexit" se basó en la mentira, la manipulación, el voluntarismo y las promesas de imposible cumplimiento. El Gobierno británico se va a oponer ahora a unas normas que ha contribuido a elaborar durante 44 años, que -hasta anteayer- eran plenamente satisfactorias y que conforman la actual legislación británica y no puede ser modificada sustancialmente de la noche a la mañana. No ha preparado suficientemente la negociación y no sabe con certeza qué es lo que quiere -salvo salir a toda costa de la UE- y, sobre todo, qué puede conseguir. Cuenta con la renuencia o la oposición de Escocia, Irlanda del Norte, el Gran Londres, buena parte del empresariado, los elementos más prestigiosos de la intelectualidad británica y la juventud. La UE, en cambio, parte de la defensa de un "statu quo", que ha sido consensuado a los largo de los años por 28 Estados -incluido el Reino Unido- y que, aunque manifiestamente mejorable, ha constituido un innegable éxito en la lucha por la paz y la seguridad en Europa, y del desarrollo económico y social del pueblo europeo. ¿Qué ofrece a cambio Gran Bretaña?: Nacionalismo, populismo, aislacionismo, "grandeur" venida a menos -"Britania no longer rules the waves"-, xenofobia, menosprecio de los extranjeros, desprotección de los trabajadores, renuencia a las decisiones de los Tribunales de Luxemburgo y de Estrasburgo...
Actitud que debería adoptar la UE
Es cierto que Gran Bretaña podría contar con algún que otro potro de Troya dentro de la fortaleza de la UE, procedente de algunos países de Europa Oriental, más atlantistas que europeistas, que se resisten a una mayor integración y prefieren que la Unión no sea más que un gran Mercado Común, aunque ignorando la libertad de movimiento de las personas. Es indispensable que los países miembros de la UE se muestren unidos en la negociación y no ofrezcan flancos a las tentaciones de la sierpe británica, no cedan a sus pretensiones -conservar los derechos que tenía cuando era miembro de la Unión y eludir las obligaciones, como la citada libertad de movimiento de personas-, se mantengan firmes y no hagan concesiones injustificadas o innecesarias. Al mismo tiempo, se debería aprovechar la auto-exclusión de ese elemento perturbador y bloqueante que era el Reino Unido para continuar el proceso de integración europea. Si algunos de sus miembros no estuvieran preparados o dispuestos a seguir este proceso, habría que pedirles que no imiten a Gran Bretaña haciendo de perro del hortelano y permitan a los socios que así lo deseen proseguir en su empeño integrador. Dadas las disparidades ideológicas, políticas y económicas existentes en el seno de la UE, no cabe más solución para evitar el inmovilismo -cuando no el retroceso- que recurrir a la Europa de varias velocidades. Ante las asechanzas de la pérfida Albión, sólo nos cabe decir " Gos save Europe!".
lunes, 24 de abril de 2017
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario