lunes, 28 de marzo de 2022
La segunda entrega del Sáhara Occiental a Marruecos, otra infamia diplomática
LA SEGUNDA ENTREGA DEL SÁHARA OCCIDENTAL A MARRUECOS, OTRA INFAMIA DIPLOMÁTICA
Nos hemos enterado a través de “El País” –el BOE-bis de la Moncloa- de la malhadada Epístola de Pedro a los Marroquíes, que constituye una de las mayores indignidades cometidas por el presidente de un Gobierno supuestamente democrático en los últimos tiempo, aunque quepa decir en descargo qde ésteue no ha sido un acto de Gobierno, dado que la decisión de rendirse incondicionalmente a Marruecos en el caso del Sáhara Español no había sido adoptada por el Consejo de Ministros y que la desconocían sus componentes –incluido el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, que ha visto reducidos sus galones al ser rebajado al puesto de Ministro de Asuntos Europeos- la desconocían. Ha sido, pues, una decisión personal de Pedro Sánchez, que revela el talante autocrático del personaje, que –como el Rey-Sol- se cree que “l´Etat c´est moi” y asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionalea de conformidad con la Constitución, aunque su artículo 56-1 conceda esta competencia al jefe del Estado y no al presidente del Gobierno, pero esto le da igual a Pedro el Grande, que considera que son figuras intercambiables.
Siguiendo su habitual táctica escapista para eludir responsabilidades, ha tirado la piedra y escondido la mano, y ha huido so pretexto de una triunfal gira por Europa, dejando explicar lo inexplicable a su sorprendido ministro de Asuntos Europeos, al que le ha tocado desempeñar un patético papel ante las Cortes y ante la opinión públical. Si desconocía el contenido de la carta, mal, si la conocía –e incluso ha colaborado en la redacción del engendro-, peor.
Sánchez ha tenido la osadía de comunicar a su “colega” Mohamed VI –con el que espera con impaciencia mantener un encuentro para renovar y profundizar la relación privilegiada entre nuestros dos ¿?) países hermanos”, “afrontar juntas (¿?) los desafíos comunes” y “garantizar la estabilidad e integridad territorial de nuestros dos países”- que Él ofrece su garantía personal de que “España actuará con la absoluta transparencia que corresponde a un gran amigo y aliado” y “siempre cumplirá sus compromisos y su palabra” –que es la de Sánchez-, Ni siquiera Manuel Godoy se habría atrevido a tanto. Puede que España cumpla su palabra, pero es harto improbable que lo haga su presidente de Gobierno, ya que su palabra cotiza a la altura del rublo o del peso venezolano. ¿Qué fiablidad tiene la palabra de Sánchez? ¿Y la de Mohamed VI? Entre bobos anda el juego y, entre consumados trileros, habrá que ver quién consigue quedarse con la bolita del Sáhara Occidental, si Marruecos o el pueblo saharaui, que ha sido una vez más ignorado, menospreciado e insultado por el representante de la potencia administradora. La carta es una ignominia por el fondo, por la forma y por el momento en que ha sido enviada,
Fondo
Desde que el Gobierno español abandonó unilateralmente su antigua colonia/provincia en 1975-1976, los sucesivos Gobiernos han mantenido que España había dejado de tener cualquier responsabilidad internacional en relación con la administración del Sáhara Occidental, al haber cesado en la administración provisional sobre el territorio prevista en los Acuerdos de Madrid de 1975 –provisionalidad que se aplicaba asimismo a Marruecos-. Al comunicar la marcha definitiva de España al secretario General de la ONU, Kurt Waldheim, el representante permanente de España ante la Organización, Jaime de Piniés, dijo –en nombre de su Gobierno- que “la descolonización del Sáhara Occidental culminará cuando la opinión de la población [saharaui,] se haya expresado válidamente”, lo que hasta ahora no ha sucedido. Como afirmó taxativamente en 2002 el Subsecretario para Asuntos Jurídicos de la ONU, Hans Corell, los Acuerdos de Madrid no transfirieron la soberanía sobre el Sáhara Occidental, ni confirieron a ninguno de los signatarios la condición de potencia administradora del territorio, condición que España –por sí sola- no podía haber transferido unilateralmente. La transferencia de la administración provisional a Marruecos y a Mauritania no afectó a la condición del Sáhara Ocidental como territorio no autónomo, que sigue pendiente de ser descolonizado.
En 1990, Marruecos y el Frente Polisario pusieron fin al conflicto armado y acordaron que el pueblo saharaui expresaría libremente su voluntad acerca de su futuro. El Consejo de Seguridad aprobó las resoluciones 658/1990) y 690(1991) por las que decidía que los saharauis podrían expresar esa voluntad a través de un referéndum de libre determinación realizado bajo el control de la ONU, a cuyos efectos creó una Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental (MINURSO), que hasta ahora no ha conseguido realizar por la continuada oposición de Marruecos y el boicot a sus iniciativas y a las conversaciones entre las partes interesadas para llegar a un acuerdo. En 2007, Marruecos se dejó de excusas y pretextos y afirmó que se negaba a que se realizase un referéndum, y dejó constancia de que lo máximo que aceptaría sería la concesión a sus “provincias del sur” de una autonomía descafeinada, que se limitaba a una modesta regionalización.
La Asamblea General ha venido adoptando desde entonces cada año resolución tras resolución en las que reconocían el derecho a la libre determinación del pueblo saharaui, aunque de las últimas resoluciones desapareciera la mención expresa del referéndum y se ha diera beligerancia a la propuesta marroquí de autonomía, que no es más que una cáscara vacía de contenido. En el ínterin, Marruecos ha ocupado militarmente la mayor parte del Sáhara, reprimido a los saharauis contrarios a la integración en el reino alauita y violando sus derechos fundamentales, por lo que ha sido condenado por parte del Parlamento Europeo y por la Comisión de Derechos Humanos de la Unión Africana. La presencia de Marruecos en el Sáhara Occidental carece de base jurídica, al estar basada en la ocupación militar por la fuerza y –aunque lleve 47 años de presencia continuada en el territorio y alegue el principio de efectividad, carece de razón porque –según el principio general del Derecho- “ex injuria nec oritur ius”- “de la injusticia no nace el derecho”-.
Los sucesivos Gobiernos españoles adoptaron una equidistantea actitud de neutralidad entre las posiciones en las dos partes especialmente interesadas –Marruecos y el Frente Polisario- e integraron a España en el “Grupo de los Amigos del Sáhara, como si fuera un Estado sin responsabilidad alguna sobre el territorio, histórica, jurídica, política o moral. Han apoyado hasta ahora las resoluciones de la ONU, aunque José Luis Rodríguez Zapatero ya dio su apoyo a la propuesta marroquí de autonomía
Ahora Sánchez ha dado un paso más, siguiéndola estela del ex-presidente norteamericano Donald Trump- y apoyado en su misiva la postura autonomista de Marruecos, que impone la integración en el Reino de sus “provincias del sur” como “conditio sine qua non”. Si España apoya la negativa de Marruecos a reconocer al pueblo saharaui su derecho a la libre determinación y sólo le ofrece como alternativa una autonomía de chichinabo, estaría ha abandonando su postura de neutralidad, por mucho que Albares y sus colegas del Gobierno repitan una y otra vez, de forma balbuciente y con escasa convicción, que España no había cambiado su posición y seguía preconizando una solución ”en el marco de la ONU”. Ya está bien de hipocresías y de contradicciones. Como dice el refrán español, “al vado o a la puente”. O España compartía con Marruecos que la solución estaba en conceder una autonomía limitada a los saharauis sin permitirles ejercer su derecho irrenunciable a la libre determinación, y condona y reconoce efectos jurídicos a la ocupación militar del Sáhara Occidental, con lo que negaría el principio básico sobe la libre determinación e incumpliría las resoluciones de las Naciones Unidas, o las aceptaba y respetaba –como hasta ahora ha hecho- y se negaba a reconocer efectos jurídicos a tan grave violación del Derecho Internacional.
Como han afirmado un nutrido grupos de profesores de Derecho Internacional, “la decisión del Gobierno español de apoyarnoficialmente el plan de autonomía propuesto por Marruecos en 2007 constituye la denegación expresa del ejercicio del derecho a la libre determinación del pueblo saharaui y, en consecuencia, una grave violación del Derecho Internacional. Igualmente esta decisión supone el reconocimiento implícito de la soberanía marroquí sobre la parte del Sáhara Occidental que ocupa ilegalmente, Po todo ello, esta decisión conlleva la responsabilidad internacional de nuestro Estado, en la medida en que contribuye a consolidar la violación grave de una norma imperativa del Derecho Internacional”.
Forma
La forma inédita en que ha actuado Sánchez es y del todo inaceptable. Por sí y ante sí, sin consultar no ya con la oposición –como sería obligado dada la transcendencia de su decisión- sino con su propio Gobierno y sus aliados, el engreído presidente ha tomado frívola e irresponsablemente una decisión en una cuestión de Estado sobre la que ha habido consenso durante 45 años y encima no ha dado la cara, dejándoles el “marrón”a sus sorprendidos colaboradores. El Gobierno español –y no Sánchez en solitario- está en su derecho a reconsiderar su postura respecto al Sáhara Occidental, si considera que la propuesta marroquí de autonomía es la fórmula más adecuada para encontrar una solución política al enquistado conflicto, que dura demasiados años, en detrimento de los refugiados saharauis expulsados de su país, que viven en unas condiciones infrahumanas, En el ámbito interno, tendría que hacerlo discutiendo serenamente del asunto en el Congreso con luz y taquígrafos y dando argumentos que justifiquen el “volantazo”; en el ámbito externo, realizando de forma discreta negociaciones bilaterales con Marruecos y no aceptando el “diktat” unilateral de Mohamed VI y rindiéndose sin condiciones y sin explicaciones. El sultán dijo en su último discurso conmemorativo de la “Marcha Verde” que estaba en su derecho esperar de nuestros socios posturas más atrevidas y claras con relación a la cuestión a la cuestión de la integridad territorial del Reino. Sánchez –generoso él a costa del Estado- ha accedido a hacer esa concesión, sin que sepamos las razones para ello, si es que las hubiera, porque no ha dicho esta boca es mía sobre el caso y nos hemos enterado del contubernio por la filtración intencionada y malévola de Mohamed VI, que es un autócrata que gobierna su país con mano de hierro, bajo una apariencia falsa del inicio de un proceso democratizador, y Sánchez cree que puede hacer lo mismo en una España democrática con el respaldo más bajo que haya tenido el PSOE en los últimos años y el apoyo interesado de esa jaula de grillos que forman sus aliados antisistema, separatistas y filoetarras que, por cierto, se han alineado de forma unánime en contra del amado líder, pero no habrá mayores consecuencias porque hace mucho frío fuera del poder y no se juega con las cosas de comer. Bastarán unos grititos histéricos para justificarse ante sus bases y a seguir mamando de las generosas ubres gubernamentales.
No sólo es rechazable la forma autística con la que Sánchez ha actuado, sino también el medio al que ha recurrido y el texto de la misiva apaciguadora. En vez de procurar un acuerdo razonable en un diálogo bilateral dentro de la discreción diplomática, el presidente ha enviado un comprometedor mensaje unilateral al margen de su Gobierno y de la opinión pública, dando muestra una vez más del menosprecio por los ciudadanos y por su propio Gobierno y partido. El PSOE incluía en su último programa electoral su compromiso por “promover la solución del conflicto del Sáhara Occidental a través de las resoluciones de las Naciones Unidas, que garantizan el derecho de autodeterminación del pueblo saharaui”. Ya a dijo en su día el patriarca Enrique Tierno que las promesas electorales se hacían para no cumplirlas, pero cabría exigir a los políticos un mínimo de decoro.
Sánchez ha hecho una importantísima concesión a cambio de humo. Ha afirmado que las acciones que contemplaban se llevarían a cabo “con el fin de garantizar la estabilidad e integridad territorial de nuestros dos países”. Sánchez en persona garantiza la integridad territorial de Marruecos al acceder a que se le incorpore un territorio que nunca formó históricamente parte del Reino alauita. En cambio, no parece que Mohamed VI garantice la integridad territorial de España y abandone sus reivindicaciones sobre Ceuta y Melilla. Como ha observador Jorge Dezcallar –que además de director del CNI fue embajador en Rabat- Marruecos nunca renunciará a ellas. Podrá ponerles sordina durante algún tiempo, pero volverá a plantearlas cuando lo estime conveniente. Mohamed V era consciente de que no se podría forjar de golpe el gran Marruecos sobre el que fantaseaba el partido nacionalista Istiqlal de Alal el-Fassi, y siguió un via pragmática de paso a paso, que fue continuada por sus sucesores Hassan II y Mohamed VI: independencia, fusión de los dos protectorados, incorporación de Tarfaya, recuperación de Ifni…La siguiente etapa será la anexión del Sáhara –en la que está cerca de alcanzar su objetivo- y después vendrá la incorporación de Ceuta y Melilla. De ahí las prisas por ultimar la absorción sahariana con el fin de iniciar la siguiente etapa de la conquista de los presidios.
Según Ana Palacio, España no ha reconocido la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara y sólo ha mostrado su apoyo a la propuesta marroquí de autonomía, Esto es cierto sólo hasta cierto punto. Aunque Sánchez no la haya aceptado explícitamente, sí lo ha hecho implícitamente con su dramático cambio de postura. No es fruto del azar, que Sánchez haya utilizado las mismas palabras que Trump con las que éste preludió su reconocimiento explícito de la legalidad de la ocupación del Sáhara por Marruecos. No parece que tenga objeción mayor a la entrega en bandeja de los saharauis a Mohamed VI. La duda radica -según Fernando Palmero- en si el presidente está dispuesto a hacer lo mismo con Ceuta y Melilla, para lo que contaría con el respaldo de buena parte de la izquierda. Formalmente lo tendría fácil porque –conforme al párrafo 1-c) del artículo 94 de la Constitución se requiere la mayoría simple de las Cortes para sancionar tratados que “afecten a la integridad territorial del Estado”. Como ha señalado Araceli Mangas, los Estados que cuentan con territorios disputados u ocupados suelen reclamar tales territorios como propios, pero España es diferente. ·Ninguna Constitución permite la cesión de territorios a terceros –incluido un nuevo Estado- por mayoría simple, ni por mayoría absoluta. El territorio es irreductible”.
Y no parece que haya obtenido a cambio ninguna contrapartida de Marruecos respecto a Ceuta y Melilla. Todo lo que ha conseguido por el momento ha sido el regreso de la impresentable embajadora Benyaich –que interesa más a Marruecos que a España- y el anuncio de un viaje a Rabat de Albares –ni siquiera la ansiada entrevista de Sánchez con el Sultán- para empezar a hablar, “Cuan largo me lo fíais”…
Sánchez da nuestras de buenismo y, en su carta prodiga palabras huecas sin contenido, al afirmar que establecerán una nueva relación basada en la transparencia, la comunicación permanente. el respeto mutuo, el cumplimiento de los acuerdos y la renuncia a la acción unilateral. Son todos ellos objetivos loables que hasta ahora no han estado presentes en las relaciones entre los dos Estados y no hay demasiadas esperanzas de que lo estén en el futuro. i) Transparencia: Sánchez no se ha dignado informar su decisión a sus ciudadanos, que se han enterado de ella por la filtración de la parte de la
misiva más favorable a Marruecos sin haber solicitado a anuencia del remitente; ii) Comunicación permanente: Mohamed VI no ha tenido reparo en retener a su embajadora en España casi un año y la Cancillería ha restringido los contactos de los miembros de la Misión española con las autoridades marroquíes; iii) Respeto: Marruecos nunca desaprovecha la oportunidad de menospreciar a España; estos días pululan por los periódicos marroquíes caricaturas y chistes en los que el protagonista es el burro español; iv) Cumplimiento de los acuerdos: Las autoridades de Marruecos son notorias por incumplir los acuerdos en cuanto se sienten agraviadas; v) abstención de actos unilaterales: Marruecos siempre ha abusados de ellos y es de temer que lo siga haciendo: cierre de las fronteras con Ceuta y Melilla, asfixia económica de estas ciudades, apertura o cierre del grufo de la enigración a su antojo, interrupción de las comunicaciones marítimas…etc
En cuanto al texto de la carta, parece haber sido redactada por un alumno catalán que ha sufrido once años de inmersión perpetua o vertidos del árabe por el traductor simultáneo de Google. Está plagado de erratas, errores de sintaxis, construcciones incorrectas y faltas de ortografía. No creo que figure entre las joyas literarias de los intercambios de comunicaciones diplomáticas.
Tiempo
Según Rafael Moyano, Sánchez no ha explicado, ni explicará -¡Faltaría más!-, por qué ha elegido un momento de máxima inestabilidad para llevar a cabo esta histórica bajada de pantalones. España baila al son que le impone Marruecos, que además se ha burlado de los españoles al hacer pública parte e esta patética carta. ¿Por qué ha decidido Sánchez realizar su cambio de marcha “hic et nunc” en un momento de gran desestabilización internacional por la agresión de Rusia a Ucrania, y de enemistarse con Argelia, nuestro principal suministrador de gas, en plena crisis de suministros?
Argelia es un mal enemigo y antagonizarla innecesariamente en estos momentos es una temeridad. Pese a las afirmaciones gratuitas del Gobierno de que todo seguirá igual porque Argelia era una socio fiable, la reacción de su Gobierno argelino fue fulminante al decidir la inmediata llamada a consultas a su embajador en Madrid. No sería de extrañar que el Gobierno argelino aprovechara la ocasión para limitar sus exportaciones de gas a España o –en el mejor de los casos- a subir considerablemente su precio. La policía de fronteras teme que Argelia sustituya a Marruecos en la desestabilizadora labor de enviar pateras incontrolados de emigrantes hacia las costas españolas.
Justo en este momento crítico Sánchez decide meterle el dedo en el ojo a Abdelmadjid Tebboune. Cuando los Estados europeos miran hacia Argelia para tratar de importar el gas que sustituya total o parcialmente al suministrado por Rusia, España provoca a su principal suministrador. Mario Draghi –que, a diferencia de Sánchez, es un estadista – se ha apresurado a viajar a Argel para aumentar sus importaciones de gas, que espera canalizar a través del gasoducto Transmed, en detrimento del Medgaz,el único en funcionamiento de los dos que vinculan Argelia con España, perdiendo así la oportunidad de convertirse en “hub” para los suministro de Argelia a Europa Por supuesto que Draghi dijo a Tebboune lo que éste quería escuchar, que Italia seguía apoyando el derecho a la libre determinación del pueblo saharaui. También el `pragmático primer ministro portugués, Antonio Costa, se ha desmarcado de la postura española y ha enviado a Argel a su canciller, Augusto Campos, para tratar de la “cooperación energética”, El embajador portugués en Madrid, Joao Mira Gomes, ha declarado que la solución al conflicto sahariano debe darse en el marco de la ONU y por acuerdo entre las partes interesadas.
Volviendo al fondo del asunto, hay una línea roja política porque Estados Unidos y la OTAN –y por supuesto Marruecos- no van a aceptar la creación de un Estado artificial al sur de Marruecos, pero existe asimismo una línea roja jurídica que impide a cualquier Estado cumplidor de la normativa internacional acepte que se niegue al pueblo saharaui su derecho a la libre determinación, consagrado en la Carta de Naciones Unidas, exigido por el Cosejo de Seguridad y por la Asamblea General en numerosas resoluciones y aceptado por todos los Estados, incluido Marruecos. La oferta de autonomía marroquí de 2007 es una propuesta de mínimos, una mera fórmula de descentralización limitada que en modo alguno puede satisfacer al pueblo saharaui.
La propuesta de autonomía es una más a tener en cuenta en una negociación de buena fe entre las parte interesadas, pues –según la resolución 1541(XV) de la Asamblea General sobre los principios que deben guiar a los Estados miembros para descolonizar a sus territorios dependientes, se podría lograr esta descolonización mediante la independencia del territorio, su integración en la antigua metrópoli o su asociación a un tercer Estado, siempre que lo decida libremente el pueblo en cuestión, Así pues, seria conforme con el Derecho Internacional que el pueblo saharaui decidiera libremente integrarse en el Reino de Marruecos y -según Ana Palacio- habría de discutir a fondo sobre la autonomía ofrecida por Marruecos y sobre su amplitud.
La propuesta marroquí es excesivamente genérica e imprecisa y consiste en un plan de regionalización. Según el presidente del Consejo Real Consultivo para Asuntos del Sáhara, Halihenna Uld Errachid, la popuesta real seguía el modelo español y reconocía distintos regímenes autonómicos, sin embargo, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia ya que apenas concedía autogobierno al pueblo saharaui, que quedaba totalmente supeditado al Gobierno central. Para despertar el interés de los saharauis a un plan de Autonomía, Marruecos tendría que ofrecerle un genuino autogobierno, con amplias competencias-como en el caso de las Autonomías españolas- y garantías para su cumplimiento, a ser posible a nivel internacional. Como han señalado los miembros de la Asociación Española de Profesores de Derecho Internacional y de Relaciones Internacionales, la oferta marroquí es una propuesta de integración del Sáhara Occidental en Marruecos y no constituye una manifestación el derecho a la libre determinación salvo que sea libremente decidido por el pueblo saharaui en un referéndum en el que se incluya tanto la opción de la autonomía como la de la independencia. En la actualidad, una parte del territorio sahariano se encuentra bajo la ocupación militar marroquí y otra parte está controlada por la República Árabe Saharaui Democrática –miembro de la Unión Africana-, por lo que el plan de autonomía es de imposible aplicación en la parte no ocupada del territorio, salvo que se llegara a un acuerdo entre Marruecos y el Frente Polisario.
El punto crucial es hasta donde estaría dispuesto Marruecos a llegar en su concesión de competencias a una eventual Comunidad Autónoma para hacerla suficientemente atractiva para los saharauis hasta el punto de que renunciaran a su derecho a la independencia y aceptaran integrarse en el Reino alauita. Decisiones como la adoptada por Sánchez no ayudan, pues inducen al monarca a endurecer su posición al creer que tiene ya ganada la partida. La frivolidad del presidente al tomar por su cuenta y riesgo una decisión tan infame en un tema de alta política de Estado es motivo de sonrojo y vergüenza propia de todos los españoles.
Madrid, 26 de marzo de 2022
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