martes, 5 de abril de 2022
¿Logrará Feijóo la recuperación del PP?
¿L0GRARÁ FEIJÓO LA RECUPERACIÓN DEL PATIDO POPULAR?
El azar ha hecho que me encontrara en Sevilla durante la celebración del XX Congreso del PP, por lo que he podido seguir de cerca su desarrollo. El PP es uno de los dos grandes partidos que ha contribuido, junto con el PSOE, a consolidar la democracia en España y a constituir un Estado de Derecho. Sufre, sin embargo, de un complejo de inferioridad con respecto a la izquierda –que se ha auto-constituido en detentadora en exclusiva de la razón moral-, y siente la necesidad de hacerse perdonar no se sabe bien qué culpas de falta de legitimidad. Padece además de una tendencia suicida hacia la antropofagia política que le provoca crisis de identidad, como la producida durante el breve mandato-paréntesis de Pablo Casado, cuya actuación –respaldada por un equipo bisoño e inexperimentado- ha llevado al partido al borde de la quiebra.
Crisis existencial del PP
Casado –que alcanzó la presidencia del PP de forma inopinada en unas primarias que no casaban bien con la praxis tradicional de un partido conservador-liberal de centro-derecha- era el ungido de José María Aznar para suceder a Mariano Rajoy, pero –como ha reconocido aquél-, él y su equipo tuvieron su oportunidad y no la aprovecharon y crearon una “crisis existencial”, que hay que superar, porque el PP es un partido sistémico y cualquier circunstancia que le afecte también afectará a la democracia. “El PP tiene la urgencia histórica del éxito y España tiene también urgencia histórica de que el PP tenga éxito pues, si no, las cosas se van a complicar más en el país”. Existe un cierto paralelismo con la situación de crisis que se vivió en 1990 en el X Congreso que llevó a Aznar a la presidencia del Gobierno. El lema de aquel Congreso -“Unidos en la Libertad”- sigue siendo válido, ya que –para que un proyecto triunfe- tiene que estar basado en la libertad del ser humano. No se ha debido a la casualidad que el Congreso se haya celebrado a orillas del Betis, ya que se ha querido recuperar el “espíritu de Sevilla”. El PP –en opinión de Aznar- tiene que volver a ser un partido de mayorías, para lo que se requiere que inspire confianza y tenga credibilidad. Necesita volver a plantear una un alternativa bien clara en tiempos tan críticos y Alberto Núñez Feijóo es la persona que necesita el partido en estos momentos convulsos, y no alberga dudas sobre la capacidad del presidente de Galicia para reconstruir el PP, pues tiene experiencia, capacidad y talento. Según Santiago González, el PP ha dado el paso que necesitaba en este momento y elegido al hombre necesario para resolverla, ya que Feijóo es actualmente el valor más sólido del partido.
Según Lucia Méndez, si 1990 fue el momento de la refundación del PP, 2022 es el de su reconstrucción, para tratar de superar el colapso interno y cerrar la amplia grieta que se ha abierto entre el partido y sus votantes. El PP tenía una cita con su historia y ha decidido volver a donde fue feliz. Aquí existe, sin embargo, un peligro, como ha señalado Miguel Ángel Quintanilla. La idea de volver a lo de ayer más que de conquistar lo de mañana no ayuda. Creer que para ganar hoy hay que regresar a lo que entonces fue aboca a la derrota, porque no es posible volver a ganar unas elecciones en una España que ya no existe e ignorar la actual. Este deseo podría apartarlo de la modernidad política porque las circunstancias han cambiado. El bipartidismo ha pasado a mejor vida y ya no hay una alternativa clara y apetecible, pues el electorado no tiene clara la utilidad que le puede aportar una victorial electoral del PP, sobre todo si necesita del apoyo de terceros partidos. El PP es probablemente el único partido cuyo mensaje central sigue evocando momentos históricos muy valiosos pero insuficientes en el contexto actual, si no se extraen motivos para empujar hacia adelante y realizar movimientos de ruptura ejecutados mediante delicados procesos de reforma. Para volver a ganar, el PP deberá abrir una nueva etapa de creación, de audacia y de cambio.
Propósitos de Feijóo
Pero en el Congreso apenas se ha hablado de un programa político, ni se ha apelado a dar la batalla cultural que simbolizó Cayetana Álvarez de Toledo, para hacer frente intelectualmente a la izquierda y despojarla con argumentos de su supuesta supremacía moral. Cayetana ha visto en Feijóo un líder “adulto” –Rajoy ha puesto de moda este término en su último libro-, después de la etapa de puerilidad que ha vivido el PP. Para Santiago González, nunca se había visto antes mano de santo semejante para sanar la crisis que han estado viviendo los populares españoles. Atrás queda la era de Casado, enterrado políticamente con el obituario de Aznar. Feijóo ha hecho un discurso maduro adulto, asentado en las políticas de Estado y en las antípodas del “no es no” sobre el que se basaron Pedro Sánchez y los suyos. El nuevo presidente popular ha hecho gala de liderazgo, moderación y apertura a los pactos de Estado, aunque manteniendo con firmeza su crítica al Gobierno de Sánchez, al que considera que hay que sustituir con urgencia para el bien de la nación, dada su flagrante incompetencia. No ha venido a insultar ni a crispar, sino a ganar a Sánchez democráticamente en las urnas y a expulsarlo del poder. En el ínterin, se ha erigido en líder de la leal oposición, y se ha mostrado dispuesto a pactar políticas de Estado con Sánchez y a ayudarle a verse libre del chantaje de sus socios de Gobierno y de los aliados que persiguen la desintegración del Estado y el fin del régimen democrático establecido den la Transición y plasmado en la Constitución.
En el ámbito interno del partido, Feijóo ha preconizado un drástico cambio estructural. Como ha observado Rafa Latorre, Génova ya no será esa temida torre vertical de mando jacobino y el partido ha exhibido un despliegue regional que preludia una nueva cultura orgánica. España –según ha editorializado “El Mundo”- no es una confederación, ni el PP una formación federal, sino un partido que entiende el país como unido y diverso a la vez, un Estado de las autonomías que respete la Constitución. Feijóo ha formado un equipo dirigente hecho a su medida y repartido el poder territorial con un cierto equilibrio, dejando amplio margen de maniobra a los dirigentes autonómicos, pero delimitando las líneas marco de actuación a nivel nacional. “Un equipo sólido para un liderazgo fuerte”. El nombramiento de la cúpula nacional refleja un PP “adulto en las maneras, moderado en el contenido, firme en sus políticas”.
Nota de caución
Aunque el planteamiento parezca razonable, hay que mantenerse alerta para evitar un posible deriva perjudicial, tanto en al ámbito lingüístico como en el de la actuación descontrolada o poco coordinada de las baronías y de los dirigentes autonómicas. Feijóo ha proclamado que el PP es el partido de la lengua común que es el español, pero estima que también hay que dar relevancia y protagonismo a las lenguas regionales, mediante la práctica de un “bilingüismo cordial”, Esto, sin embargo, no siempre ha sido así. Ya desde los primeros años de la aplicación del régimen autonómico en Galicia, Manuel Fraga consiguió integrar en el PP a las fuerzas galleguistas de derechas a cambio de algunas concesiones. En mi época de embajador en Rusia tuve una experiencia desagradable con motivo del nombramiento de Fraga como doctor “honoris causa” de la Universidad de San Petersburgo. Se celebraron unas Jornadas ruso-gallegas a las que asistió una nutrida delegación de Galicia y me correspondió presidir la sesión inaugural –en ausencia de Fraga-, en la que el Consejero de Cultura gallego –de cuyo nombre no quiero acordarme- soltó un fervorín galleguista en el que ensalzó la lengua y la literatura gallegas y arremetió contra el pérfido Estado español, que había erradicado el uso de la lengua gallega e impuesto el castellano “manu militari”. Tuve que intervenir al final de la sesión para poner los puntos sobre las íes. Sin llegar a esos extremos, Feijóo, como presidente de la Xunta, no siempre ha practicado el “bilingüismo cordial” y hoy día el castellano sufre discriminación en la Administración y en la enseñanza pública den la Comunidad gallega.
En cuanto a la concesión de amplio un margen de actuación a las autoridades autonómicas, hay que andar con cuidado para evitar que las Comunidades se conviertan en reinos de taifa y que el PP sea una edición corregida y aumentada de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), que no siempre desempeñó una labor adecuada durante la II República. Aunque Galicia no ha llegado en modo alguno a incurrir en los abusos y despropósitos de Cataluña o del País Vasco, en algunos casos se ha dejado tentar por las tendencias nacionalistas de estas Comunidades y ha colaborado con el bloque GALEUSKA –Galicia, Euskadi, Cataluña-. También el PP Balear tomó, cuando estuvo en el Gobierno, algunas medidas discutibles de tinte
nacionalista. Feijóo es, por otra parte, una persona de talante componedor que tendrá que jugarse los cuartos con un presidente del Gobierno que es maestro en el arte del engaño y de la mentira, que tiene a gala no cumplir con su palabra y que raramente negocia de buena fe.
Como ha observado Rafa Latorre, con la nueva estructuración del PP, ya no se reconocen familias –conservadores, liberales, cristianodemócratas-, ni facciones, sino regiones, “y algo tendrá que ver con ello que en este Congreso no se haya hablado de política”. Se sabe lo que quiere Feijóo –derrotar a Sánchez y acceder al Gobierno con mayoría absoluta-, pero se nos ha ocultado la espinosa cuestión de cómo lo va a hacer. El partido parece obstinado en volver a ser el mismo de las mayorías absolutas apabullantes, pero la que ya no es la misma es España, y ahí reside el peligro de la retrofundación hacía el día anterior a la moción de censura que derribó a Rajoy.
Reacciones al nombramiento de Feijóo
La designación de Feijóo ha sido recibida como agua de mayo, no sólo obviamente en el PP y sus afines, sino también en la sociedad civil en general, el sector empresarial e incluso el propio Gobierno, aunque no tanto en el PSOE, que sigue con su mantra de acusarlo de corrupción y de connivencia con la ultraderecha. Una vez ungido un tanto a la búlgara, Feijóo ha concertado audiencias con el Rey, Felipe VI, y con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. El nuevo líder popular ha insistido en la necesidad de concertar Pactos de Estado para hacer frente a la grave situación que atraviesa España, y hecho hincapié en que la alternativa significa que gobierne la mayoría para que el PP sea útil a España desde una oposición responsable. “Desde la oposición se puede ser más institucional que desde el Gobierno; desde la oposición se puede servir más a España que desde el Gobierno y nuestro objetivo -mientras no lleguemos al Gobierno- es servir a España […] Un país no puede estar gobernado por minorías y no puede estar sometido a las minorías que chantajean a las mayorías”. Feijóo ha llegado a ofrecer su apoyo a Sánchez para que excluya del Gobierno a los ministros que hacen oposición dentro del mismo, para que no dependa de quienes quieren fracturar España. Según Juanma Lamet, en sus discursos, Feijóo ha reflejado un afán indisimulado de diferenciarse de Casado y pasar del choque a una conjunción a la par de crítica y de consenso. “La gente está esperando al PP, porque es la única opción de cambio”.
La incógnita de Vox
El Gobierno no ha tenido más remedio que acusar recibo a la oferta de diálogo de Feijóo, pero lo ha condicionado a que no pacte con Vox, al que se descarta de plano de la democracia al calificarlo de ultraderecha. No es que me sorprenda ya nada de Sánchez y de su PSOE sanchista, pero se necesita tener cuajo para poner condiciones de este tipo. Sánchez puede formar Gobierno con la ultraizquierda y tener como damas de compañía a separatistas y filoetarras que se sitúan al margen de la Constitución, porque él lo blanquea todo, pero el PP cometería un delito de lesa humanidad si pactara con Vox, un partido que –con independencia de sus desbarres populistas- no se ha saltado hasta ahora ni uno solo artículo de la Carta Magna. Mas, aunque fuera un partido de extrema derecha, partidos de esta índole -situados incluso a la derecha de Vox- han entrado a formar parte de Gobiernos –como en Austria, por ejemplo- y nadie se ha rasgado las vestiduras, Sin embargo, ha bastado con que el PP –siguiendo la voluntad de los electores- haya pactado con Vox en Castilla/León para que el presidente del PP Europeo, Donald Tusk, haya declarado que resultaba intolerable y amonestado al principal partido del Grupo del PPE en el Parlamento Europeo, metiéndose indebidamente en camisa de once varas. Por cierto, el PP y Vox han negociado un razonable pacto de Gobierno y éste último ha propuesto a cuatro personas altamente cualificadas para formar parte del Gobierno castellano-leonense, lo que no ha sido el caso de Podemos en el Gobierno de la Nación, pues ha seleccionado a una serie de ministros a cual más incompetente. Será esta experiencia una buena piedra de toque para ver cómo se comporta Vox cuando adquiera responsabilidades de Gobierno, pues hasta ahora nunca las ha tenido y resulta harto fácil despotricar contra todo de forma irresponsable desde la oposición. Al fin y al cabo, ambos partidos son cuñas de la misma madera, dado que éste fue una escisión de aquél, y el PP haría un buen servicio a la democracia si lograra apaciguar a Vox, alejarlo de sus tendencias populistas y llevarlo por el buen camino democrático.
El PP se encuentra incómodo sintiendo en el cogote el aliento de Vox, pero –como ha observado Aznar- el partido no ha gestionado nada y no tiene logros que presentar al electorado, aunque circunstancias políticas, económicas y sociales ajenas a sus méritos le hayan hecho crecer de forma notable y rápida, y los sondeos lo sitúan en línea ascendente. Recibe el voto de protesta de buena parte del electorado, decepcionado con el comportamiento de los partidos tradicionales, como ocurrió en su día con Podemos en relación con el PSOE o de Ciudadanos con el PP. Ambos partidos pretendieron superar a sus rivales y fracasaron en el intento, y sus líderes –Pablo Iglesias y Albert Rivera- han se han visto excluidos la vida política activa. Igual podría pasarle a Vox si insistiera en una actitud hostil al PP para lograr el “sorpasso”. Si el PP se negara a negociar con Vox en caso de que los dos partidos tuvieran posibilidad de formar Gobierno a nivel autonómico o nacional, su electorado –que en buena parte comparten- culparía al PP. Si Vox tratara de imponer sus tesis populistas como condición para la formación de un Gobierno del PP, los electores culparían a Vox.
Abascal ha declarado con su habitual jactancia que Vox no ha llegado para ser un partido bisagra, sino que aspira a superar al PP en las urnas y erigirse en el líder de la oposición. “Vox ha venido a ser el primer partido”. ¿Les suena esa cantinela? Jose Peláez se ha pregunta en “ABC” qué iba a hacer el PP con Vox. El partido no podía decir NO a Vox y al PSOE, porque el elector consideraría que el voto por el PP sería inútil, y al final tendrá que pactar con Vox si quiere gobernar. A este respecto, cabe matizar que no es el PP el que dice NO al PSOE, sino lo contrario, y que Vox pretende sobrepasar al PP. Éste no debe hacer nada en especial y abstenerse de anatematizar a Vox y de descalificar a su líder “ad personam” –como indebidamente hizo Casado-, pues le saldría el tiro por la culata. El PP debe dejar de obsesionarse con el crecimiento de Vox y seguir con coherencia unos principios y un programa político reconocible y viable, y el tiempo y los electores pondrán a cada partido en su sitio. Si éstos optaran por seguir potenciando a Vox y el PP -en el supuesto de que siguiera siendo más votado que su rival- necesitara su apoyo parlamentario para acceder al Gobierno, debería negociar con él sin complejos un programa de Gobierno e incluso una coalición gubernamental.
Deberes de de Feijóo y diálogo con Sánchez
Una vez sentada su autoridad como jefe del principal partido de la oposición, Feijóo deberá presentar propuestas concretas relativas a un programa de Gobierno, pues hasta ahora se ha mantenido en el terreno de las generalidades. Así, ha declarado que ”nuestra alternativa es de reconstrucción, de gestión responsables, de reformas, de solidaridad, de diálogo y de acuerdo siempre que sea posible“. Los pactos de Estado son su gran objetivo. ”Tenemos que presentar propuestas porque ese es el marchamo del PP: ser un partido de Gobierno, tanto en la oposición como cuando esté al frente del Ejecutivo […] La previsibilidad y la solvencia son los valores más buscados ahora en España”.
Según ha señalado otro editorial de “El Mundo”, un político con cuatro mayorías absolutas a sus espaldas es idóneo para devolver al PP su mejor credencial: la certeza de una gestión fiable. Si hay una coyuntura que vuelva atractiva e imperiosa la oferta de solvencia del PP, esa es la España del Gobierno de Sánchez y la inflación al 10%. Pero el reto que afronta este partido es de tal magnitud que la mera reivindicación de su aptitud técnica no es suficiente. Como ha señalado Aznar, antes se podía decir que la gestión era lo más importante, pero ya no basta. Ahora hay que explicarle a los electores por qué y para qué se hacen las cosas, el sentido y la orientación de lo que se propone. Es imprescindible hacer política. “¿Sánchez hace gestión? -se ha preguntado y ha respondido-:”Sánchez no gestiona nada y hacer una pésima política. [Feijóo] Tiene que hacer política para demostrarle a la gente que es fiable y seguro”.
En un contexto de polarización social y fragmentación política, el liderazgo exige una conexión diáfana con el cerebro y el corazón del electorado, y no sólo con su bolsillo. En tiempos de zozobra económica y degradación institucional, los ciudadanos necesitan más que nunca la claridad y el coraje de la mejor tradición liberal .”Sólo el PP está en disposición de reivindicar la libertad individual frente al colectivismo identitario, la iniciativa privada frente a la cultura del subsidio, la moderación fiscal frente a la voracidad recaudatoria, el esfuerzo meritocrático frente al enfoque terapéutico de la enseñanza, la defensa de la independencia judicial frente al colonialismo político, la unidad nacional frente al desmembramiento plurinacional. La concordia constitucional frente a al sectarismo sanchista”.
Tras presentar sus cumplidos a Felipe VI el miércoles, Feijóo entrará el jueves, como Daniel, en la cueva de los leones de la Moncloa, donde más vale que vaya preparado, pues tendrá que lidiar con un Rey-león que siempre juega con ventaja, esconde ases en la manga, impone las reglas del juego y encima hace trampas. Cuando se ha visto con la espalda contra la pared, Sánchez se ha puesto su disfraz de chico bueno y de estadista en ciernes, y se ha quejado públicamente de la falta de colaboración del PP del “no es no”, que se niega a aceptar la oferta de su Gobierno de consensuar pactos de Estado con la desleal oposición, empezando -¡ojo!- con la constitución del Consejo General del Poder Judicial. Pese a su acreditada retranca gallega, Feijóo debe acudir a la cita sobre aviso.
Federico Jiménez Losantos ha comentado con su habitual mordacidad que Sánchez ha demostrado ser un traidor en política exterior, un inútil en política económica, un necio en política educativa, un cómplice el separatismo en política interior y un saltimbanqui en todo lo demás. Sin llegar a semejante alud de descalificaciones, si cabe llegar a la conclusión de –con su política autística y autocrática- Sánchez está llevando a España hacia el precipicio, que su salida de la Moncloa es una absoluta prioridad para la democracia española, y que Feijóo es el mejor activo con que cuenta el PP para lograrlo.
Feijóo se ha rodeado de un equipo experimentado y competente con el que debe elaborar y presentar sin demora un sólido e integral programa de Gobierno, con propuestas concretas y motivadas que contrasten con las improvisaciones y disparates de Sánchez –no cabe hablar de su Gobierno porque no existe en cuanto tal, puesto que sus miembros no son más que secretarios del líder supremo-. Deberá, no obstante, eludir la tentación de limitar su oferta a la gestión adecuada de la política nacional, lo que es necesario pero no suficiente. Como ha señalado con tino “El Mundo”, Feijóo es consciente de que, “en contraposición a Sánchez, es un acierto mostrarse ante la opinión pública como un valor seguro de la gestión, pero no puede caer en el error de Rajoy de fiarlo todo a esa carta. Desde el centroderecha debe abanderar la regeneración der la política española, cuyo deterioro institucional es evidente”. Ojalá sepa el flamante líder del PP responder a tan exigente desafío
Sevilla, 5 de abril de 2022
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