DIPLOMACIA PARALELA DE LA DE
GENERALITAT DE CATALUÑA
En sus ansias de construir la
estructura de un Estado independiente, la Generalitat
de Cataluña ha dado prioridad y gastado multitud de esfuerzos e ingentes sumas
de dinero en crear una especie de Ministerio de Asuntos Exteriores y una red de
representaciones seudodiplomáticas de Cataluña en el exterior.
Regulación de los asuntos exteriores en
Cataluña
De conformidad con la Constitución,
corresponde al Estado la competencia
exclusiva en materia de relaciones internacionales. El
Estatuto de Autonomía de 1979 apenas
contenía disposiciones relativas a las relaciones internacionales de Cataluña,
salvo una referencia a los tratados internacionales. Diversas Comunidades
–incluida Cataluña- establecieron delegaciones en Bruselas para defender sus
intereses ante las Comunidades Europeas y, como surgieron roces entre ellas y
la Representación Permanente de España, la discordia llegó hasta el Tribunal
Constitucional. Éste mantuvo en 1994 que las relaciones internacionales se
mantenían entre sujetos de Derecho Internacional, lo que excluía la posibilidad
de que los entes territoriales dotados de autonomía pudieran participar en las
relaciones internacionales y establecer órganos permanentes de representación
antes tales sujetos. El Tribunal señalaba, sin embargo, que no todas las
actividades de relaciones exteriores de una Comunidad suponían una infracción
de la competencia exclusiva del Estado y que la existencia de una Oficina del
Gobierno Vasco en Bruselas no prejuzgaba su tipo de actividad, ni determinaba
que hubiera de incidir forzosamente en el ejercicio de la competencia estatal
sobre relaciones internacionales.
Esta
permisiva sentencia fue ampliamente interpretada por Cataluña, y pronto proliferaron sus delegaciones, no sólo ante
la Unión Europea, sino también ante terceros Estados. Así, la Generalitat abrió al principio
representaciones en Londres, París, Berlín, Roma, Nueva York y Ginebra, y
posteriormente en Viena, Lisboa, Zagreb, Estocolmo, Riga y Beirut, y decidió la
apertura de otras en Ciudad de Méjico, Buenos Aires y Túnez. Al mismo tiempo,
desarrolló considerablemente la Consejería de Relaciones Exteriores, y el
Servicio Diplomático de la Comunidad -“Diplocat”-.
Mientras disminuía las inversiones en las Consejerías de carácter social, el Govern no escatimaba en gastos para
financiar su diplomacia paralea.
El Estatuto
de 2006 estableció que la Generalitat
debía impulsar la proyección de Cataluña en el exterior y promover sus
intereses en este ámbito, “respetando la
competencia del Estado en materia de relaciones exteriores”, y tenía
capacidad para llevar a cabo acciones cuya proyección exterior derivara de sus propias
competencias y, a tales efectos, podía establecer oficinas en el extranjero. El
Govern debería participar en las
Organizaciones Internacionales de interés relevante para Cataluña, especialmente
en la UNESCO. La Generalitat tenía
que intervenir en los asuntos relacionados con la UE que afectaran a sus
competencias exclusivas, así como en la elaboración de la posición de España
ante la Unión en relación con dichos temas. y podría participar en la
negociación de los tratados que concertara la Unión. Asimismo podía hacer al
Gobierno las observaciones y propuestas que estimara pertinentes, en relación con
la UE.
En Marzo de
2014, las Cortes adoptaron la Ley de la Acción y del Servicio Exterior del
Estado (LAESEE) y, unos meses más tarde, el Parlament hizo lo propio con una Ley similar y casi
idéntica para Cataluña: la Ley de Acción Exterior y de Relaciones con la Unión
Europea. Dicha Ley partía de la base de que -al haberse difuminado el concepto
de soberanía- se habían modificado las reglas sobre las relaciones internacionales.
El Govern, debía dirigir, ejecutar y
coordinar la acción exterior de la Generalitat
a través de sus representaciones en el extranjero. El Parlament aprovechó la ocasión para colar de matute entre los
principios rectores de la acción exterior el reconocimiento del derecho a
decidir de los pueblos. El Govern debía
potenciar la coordinación de sus
representaciones con otras Administraciones y entes públicos de Cataluña. El
Estado parecía haber desaparecido de la faz de la tierra catalana, pese a que
la LAESEE previera que las actividades de las Comunidades Autónomas en el
exterior habían de respetar los principios establecidos por el Estado y se
adecuarse a las directrices, fines y objetivos de política exterior fijados por
el Gobierno. Tales actividades deberían adecuarse asimismo a los instrumentos
de planificación establecidos por el Estado. Pese a ello, la Ley catalana se
limitaba a reconocer, sin más, “el
cumplimiento del principio de lealtad institucional y la búsqueda de sinergias
con el Gobierno del Estado”.
Según la
LAESEE, las Comunidades debían comunicar al Gobierno el establecimiento de
oficinas en el exterior con anterioridad a su apertura, para que el Ministerio
de Asuntos Exteriores pudiera informar la propuesta, de conformidad con las
directrices, fines y objetivos de la política exterior, la Estrategia de Acción
Exterior y el principio de unidad de acción en el exterior. La Ley autonómica
autorizaba al Govern a crear
delegaciones y oficinas sectoriales en los países y áreas geográficas que
considerara prioritarios para la promoción de los intereses de Cataluña, pero
no hacía referencia alguna a la intervención del Estado en el proceso. La Generalitat disponía de su propio Plan
Estratégico de Acción Exterior y de Relaciones con la UE al margen del Plan del
Estado, que la Ley ni mencionaba. El Govern podía establecer relaciones con “Gobiernos de otros territorios” y debía
potenciar las relaciones de colaboración
con las Organizaciones Internacionales. La Ley guardaba un ominoso silencio
sobre el Estado español. Las Comunidades no podían concertar tratados internacionales,
aunque sí acuerdos internacionales
administrativos con cualquier sujeto de
Derecho Internacional y correspondía al Govern
aprobar los acuerdos, pero -según la LESEE- el Ministerio de Asuntos Exteriores
debería informar tales acuerdos con anterioridad a su celebración. Sin embargo,
la Ley catalana omitía cualquier referencia a este respecto. Las
representaciones de la Generalitat en
el exterior tenían por misión “promover y
defender, de forma cohesionada y eficaz, los intereses de Cataluña, en
coherencia con el Plan Estratégico de Acción Exterior y de Relaciones con la
Unión Europea”. No hacía mención alguna al Plan Estratégico de España
La Ley ignoraba por completo al
Estado español y su monopolio de las relaciones internacionales con otros sujetos
de Derecho Internacional, y pasaba por alto el axioma de que las actuaciones
exteriores de las Comunidades no podían incidir ni perjudicar la política
exterior de las Nación, que dirigía el Gobierno central. El Ministro de Asuntos
Exteriores, José Manuel García Margallo, presentó de un recurso contra varios
artículos de la Ley y, en una sentencia de 2016, el Tribunal Constitucional
anuló varias de sus disposiciones por ser inconstitucionales.
Actuación a modo de
“Embajadas” de las delegaciones en el exterior
Las delegaciones de la Generalitat en el exterior han actuado como piezas claves para presentar
ante la opinión pública internacional el derecho a la autodeterminación de los
catalanes y justificar la segregación de España y la proclamación de una
República independiente. Incluso después de haberse producido la fuga de Carles
Puigdemont a Bélgica, las delegaciones lo siguieron considerando como
Presidente legítimo de la Generalitat
y se pusieron a su disposición. Por ello
el Gobierno central, durante su breve fase de control de la Generalitat en virtud de la aplicación
del artículo 155 de la Constitución, suprimió el tinglado de DiploCat y cerró todas las delegaciones
salvo la de Bruselas. Tras la instauración del Gobierno de Joaquim Torra, el
Consejero de Acción Exterior, Ernest Maragall, restauró el DiploCat y reabrió las delegaciones cerradas por el Gobierno
central. Como una muestra más de su desafío al Estado, Maragall nombró Jefa de
la delegación de Bruselas a Meritxell Serrret, ex–Consejera prófuga de la Justicia.
El ministro
de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, dijo en un principio que la Constitución
no impedía la creación por parte de las Comunidades Autónomas de agencias de
representación en el exterior. La
Ministra portavoz, Isabel Celáa, afirmó que en el Gobierno veían con
respeto la “reapertura de las Embajadas”
(sic). No obstante, a Borrell le entraron
algunas dudas y ha recurrido la reapertura de las delegaciones, porque la Generalitat no había solicitado el informe previo del Ministerio. Maragall replicó que se trataba de reabrir delegaciones ya
creadas, que ya habían cumplido en su día los trámites correspondientes. La
Consejería anunció que seguiría adelante con su plan de reactivar las
delegaciones clausuradas y de abrir otras nuevas, y acusó al Gobierno de pretender limitar la presencia de la Generalitat en el exterior. En la
reapertura de la delegación en Alemania, Maragall reclamó el derecho de
Cataluña a existir como una República independiente y condenó la existencia de
“presos políticos”.
Su sucesor, Alfred Bosch, ha
continuado con esa política expansionista. En su toma de posesión, el
Presidente Torra le encargó que actuara como Ministro de Exteriores y explicara
en el mundo que Cataluña tenía derecho a autodeterminarse. Bosch le contestó
que trabajaría para que la nación fuera conocida y su acción exterior reconocida
mediante la creación de nuevas delegaciones. Especial relevancia ha tenido la
de Méjico –con la que Bosch se estrenó-, debido a la disparatada carta del
Presidente mejicano, Andrés López Obrador, al Rey Felipe VI exigiéndole que se
disculpara por los agravios cometidos por los españoles durante la conquista de
Méjico. En una visita al Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas, Bosch manifestó
que la conquista y la colonización introdujeron una discriminación y una
marginación in aceptables, y presentó sus disculpas, en nombre del Govern, porque reconocía el genocidio que se produjo, que era “una verdad histórica demostrada”. Mostró
su apoyo a los pueblos indígenas, se ofreció como mediador entre las
autoridades mejicanas y españolas, y se comprometió a trabajar codo con codo con
los mejicanos para recuperar toda la dignidad que nunca debería haberse perdido.
En estricta reciprocidad seudodiplomática, el Director de Asuntos
Internacionales del INPI, Saúl Vicente Vázquez, expresó el apoyo de los
`pueblos indígenas mejicanos –en nombre del Gobierno de Méjico- a la lucha del
pueblo catalán por la autodeterminación. Como comentó Borrell ante semejante
sarta de estupideces, Bosch perdió lo que –en opinión de Josep Tarradellas- un
político jamás debería perder: el sentido del ridículo.
Un centenar de profesores
miembros del Foro de Profesores, escribieron el 9 de Julio una carta al
Canciller mejicano, Marcelo Ebrard, en la que le informaban de que la Generalitat había establecido
delegaciones en varios países que se dedicaban a defender el derecho a la libre
determinación de los catalanes y a justificar la escisión de Cataluña de España
y la proclamación de una República independiente. Las Comunidades Autónomas
debían comunicar al Gobierno central su intención de establecer delegaciones en
el extranjero con anterioridad a su apertura a fin de que el Ministerio de
Asuntos Exteriores pudiera informar sobre la propuesta. Sin embargo, la Generalitat había creado su oficina en
Méjico antes de haber recibido el
preceptivo informe, que fue negativo, porque el Govern no respetaba las directrices, fines y objetivos de la política
exterior española. Bosch –que se presentaba como Ministro de Asuntos Exteriores
de Cataluña- se dedicaba a denigrar a España y a propalar que en ella no había democracia,
sino presos políticos. Los profesores expresaron su esperanza de que la
actividad de la delegación -que seguía unas directrices contrarias a la
Constitución española, al Estatuto de Autonomía de Cataluña y el Derecho
Internacional- no afectara las excelentes relaciones existentes entre los dos
países.
Borrell ha
pasado a la ofensiva y solicitado ante el Tribunal Superior de Justicia de
Cataluña el cese de las actividades de las delegaciones en Berlín, Londres y
Ginebra por la singular actividad en las labores que realizan en favor de los
objetivos del proceso secesionista de Cataluña y por contravenir de forma
evidente la competencia exclusiva del Estado en materia de relaciones
internacionales, con grave perjuicio para la política exterior de España. Ha
recurrido asimismo contra la apertura de las representaciones en Méjico,
Argentina y Túnez, que constituyen un elemento fundamental para promover las
tesis secesionistas y denigrar la imagen de España.
Hostilidad hacia
España de la diplomacia catalana
Las delegaciones catalanas no han
conseguido hasta ahora el más mínimo reconocimiento de los Gobiernos de los
Estados en las que están ubicadas. A este respecto, la labor de la diplomacia
española ha sido impecable y no ha habido un solo Estado que haya reconocido la
independencia de Cataluña. No cabe decir lo mismo de la opinión pública
internacional y de los medios de comunicación, que han sido sensibles a la
hábil labor propagandística de la Generalitat
de presentar al David catalán
oprimido por el Goliat español, ante la pasividad del Gobierno central. Según
me comentó el Ministro Consejero de una Embajada europea en Madrid, en
contraste con las facilidades que concedía la Generalitat a periodistas y diplomáticos, el Ministerio de Asuntos
Exteriores y la Secretaría de Estado de Comunicación no les daban ninguna, y la
única vez que los convocaron para un “briefing”,
les echaron una bronca porque no informaban adecuadamente a sus Gobiernos
de lo que pasaba en Cataluña. La situación ha mejorado algo con el nuevo
Gobierno, pese a las insuficiencias de la Secretaria de Estado de España
Global. La influencia benéfica de Borrell se ha visto contrarrestada por la
actitud der la ex-Ministra de Administración Territorisl y actual Presidenta
del Congreso, Meritxell Batet, –totalmente entregada al nacionalismo-, y del propio
Presidente, Pedro Sánchez, que llegó al poder gracias a los votos de los
separatistas y los sigue necesitando para mantenerse en el Gobierno. La
entrevista de Pedralbes con Torra fue inconcebible. Concluyó con un comunicado
conjunto –como si se tratara de una Conferencia entre dos Estados soberanos- en
el que se aceptaba la existencia de un conflicto en Cataluña y en la necesidad
de dar una respuesta democrática a las demandas de la ciudadanía catalana al
margen de la Constitución. Sánchez admitió la designación de un relator, mediador o notario internacional para
facilitar las negociaciones entre los dos Gobiernos.
Cabe
esperar que la designación de Borrell como Alto Representante de Política
Exterior de la UE suponga un freno a las aspiraciones separatistas de
reconocimiento de una Cataluña independiente por parte de la Unión. Buena
prueba de ello han sido los ataques furibundos que ha recibido por parte de los
medios nacionalistas y la campaña de difamación y descrédito de la que ha sido
últimamente objeto. Ha sido acusado de urdir una trama de espionaje contra los
dirigentes independentistas catalanes, y de utilizar para ello los fondos del
Ministerio de forma ilegal. Ahí les duele, porque el Tribunal de Cuentas ha
estimado que, entre 2013 y 2017, la Generalitat
destinó fondos públicos para financiar ilegalmente el procés, incluidos los €1.39 millones pagados al grupo “Independent Diplomat” de Carme Ross por
su asesoramiento o los €206.567 gastados en cubrir los gastos del Equipo
Internacional de Expertos en Investigación Electoral que fueron testigos de
parte en el referéndum ilegal del 1 de Octubre de 2017, consignación camuflaas
bajo el concepto de “proyectos de
investigación”.
El
principal objetivo de la paralela diplomacia catalana ha sido la internacionalización
del procés y la obtención del
reconocimiento de la UE. Se hallaron muy cerca de ello a raíz de los incidentes
del 1-O, cuando la Comisión Europea estuvo a puntos de ofrecer su mediación
para resolver el conflicto entre los dos Gobiernos, a lo que Jean-Claude
Juncker parecía estar dispuesto, pero a lo que opuso firmemente el Vicepresidente
Frans Timmermans. Ello provocó que un centenar de funcionarios españoles de la
Comisión escribieran una carta de protesta a Juncker. El Presidente del Consejo
Europeo, Donald Tusk, envió un mensaje a Puigdemont en el que decía que sabía
lo que era ser golpeado por las porras de los policías y que, como Presidente
del Consejo, había pedido a Mariano Rajoy que buscara soluciones sin recurrir a
la fuerza. La situación se recondujo en la ceremonia de entrega a la UE del
premio Princesa de Asturias a la Concordia. Tusk dijo que la gente estaba
rodeada por mentiras, manipulaciones y noticias falsas, pero él creía que la
verdad era invencible, como probaba la ceremonia de Oviedo, Juncker afirmó que
el derecho era un principio fundamental de la UE y ofreció al Gobierno español
“un hombro en el que poder descansar”.
El Presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, señaló que la
Constitución española formaba parte de la legislación de la Unión y no cabía
mediación alguna de ésta al tratarse de un problema interna español, y que el
derecho no era una opción sino una obligación.
La UE y sus
Estados miembros han prestado su apoyo a España, con la notoria excepción de Bélgica,
cuyo Presidente del Gobierno –Charles Michel- su Vicpeesidente y Ministro del
Interior –Jan Jambon-, el Fiscal del Rey –Jean-Marc Meilleur- y el Presidente
del Parlamento de Flandes –Jan Peumans- han menospreciado a España –el último
ha llegado a decir que no era digna de ser miembro de la UE-, y sus Tribunales
han negado la extradición de Puigdemont y de otras personas reclamadas por la Justicia
española por no fiarse de la independencia de sus Tribunales. Recientemente, el
Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha condenado a Bélgica por no haber
ejecutado la Orden de Entrega de la etarra Natividad Jaúregui para ser juzgada
por el asesinato del temiente coronel Ramón Romeo.
El grito de guerra de los almogávares
era “Venganza catalana te alcance”. Ahora,
con el transcurso del tiempo y la transformación del Reino de Aragón en la
República de Cataluña, parece ser que ese lema ha sido sustituido por el de “Diplomacia catalana te alcance”
. Madrid, 20 de Julio de 2019
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