domingo, 13 de noviembre de 2022
Homenaje a Gorvachov, el politico ruso más alabado en Occidente y menos apreciado en su país
HOMENAJE A GORVACHOV, EL POLÍTICO RUSO MÁS ALABADO EN OCCIDENTE Y MENOS APRECIADO EN SU PAÍS
El pasado 30 de agosto falleció en Moscú Mijail Sergueivich Gorbachov, último presidente de la URSS, uno de los líderes políticos más relevantes del siglo XX. Ha sido, sin embargo, un personaje controvertido que ha sido ensalzado en todo el mundo libre y criticado ferozmente en Rusia, donde lo más radicales –incluido Vladimir Putin- lo consideran un traidor a la patria rusa por ser el responsable de la disolución de la Unión Soviética. Como ha observado el embajador José Cuenca en su libro “De Suárez a Gorbachov”, éste producía entusiasmo fuera de Rusia y repudio en su interior.
La historiadora Kristina Spohr lo ha descrito en su libro “Después del Muro”-como una figura fundamental que dio comienzo a una nueva era. Cambió el rumbo de la Historia al reformar la URSS y acercarla a Europa, puso en marcha un proceso de modernización del país y adoptó una actitud pacífica con Estados Unidos para que las dos grandes potencias cooperaran de manera pacífica. Gestionó de forma pacífica la transformación y la disolución de la URSS, la caída del Muro de Berlín y la reunificación alemana y “fue clave en conducir al mundo del período de la guerra fría al de la era post-guerra fría”.
Aunque estrechamente interconectadas, la política interior y exterior de Gorbachov produjo resultados bien dispares. El líder ruso no fue un converso súbito a la democracia liberal al estilo de San Pablo, pues era –y siguió siendo- un marxista-leninista, que lo que pretendió fue acabar con los abusos criminales de Iosif Stalin y convertir al Partido Comunista a un “socialismo de rostro humano”. Era misión imposible, porque el anquilosado PCUS era irrecuperable, salvo que se modificaran substancialmente las estructuras políticas, económicas y sociales del país, y a Gorbachov le faltó tiempo para realizar una labor digna de Hércules.
Según Juan Pablo Fusi, el de Gorbachov fue un caso paradigmático de un hombre que hacía Historia pero no la controlaba. Era consciente de que la URSS no podía continuar como un sistema cerrado sin libertades ni representación política, e intentó una reforma prudente que no liquidase a la Unión Soviética, sino que la reafirmara, aunque haciéndola compatible con el orden internacional. Careció de la cooperación necesaria dentro del PCUS y se vio desbordado por el proceso que había desencadenado, que llevó a una disolución de la Unión, que no estaba en sus convicciones, ni entraba en su proyecto político.
Para José Manuel Núñez Seixas, la única manera de que la URSS sobreviviera era corrigiendo sus múltiples disfunciones. La estatalizada economía producía numerosos cuellos de botella que no permitían el desarrollo económico ni el desarrollo social. La guerra en Afganistán y el régimen represivo existente incidieron en el descontento creciente de la población. Gorbachov pensó que podría regenerar el sistema desde arriba, intentando salvar ideales primigenios como la emancipación social y la igualdad, con un régimen menos represivo y un funcionamiento mixto de la economía con incentivos individuales, especialmente en la agricultura. La nueva política generó unas tensiones que el líder no fue capaz de encauzar, su proyecto quedó dinamitado y llevó, en último término, a la disolución de la URSS. Según William Taubman en su obra “Gorbachov, vida y época”, “la Unión Soviética se vino abajo cuando Gorbachov debilitó el Estado en un intento por fortalecer el individuo”.
Política interior de Gorbachov
Nacido en 1931en la región de Stávropol de modesto origen, Gorbachov se afilió a los 14 años en las juventudes comunistas y, unos años más tarde, ingresó en el PCUS. En 1955 se licenció en Derecho en la Universidad estatal de Moscú y, dos años antes, contrajo matrimonio con la estudiante de Filosofía, Raísa Titarenko, que fue su más leal asesora. A partir de su licenciatura y hasta 1962 desempeñó diversos cargos en el Partido y en el Gobierno de la región de Stavropol, donde adoptó una actitud de apertura en materia de libertad de expresión y de culto, que más tarde extendería a todo el país cuando accedió al poder.
Protegido por Fyodor Kulakov y Yuri Andropov, accedió en 1971 al Comité Central del PCUS y en 1980 al Politburó. Fue la mano derecha de Andropov en su período de presidente de la URSS, y ya entonces adoptó medidas de apertura económica. En 1985 fue nombrado secretario general del PCUS y en 1990 presidente de la Unión. Gorbachov era un marxista leninista con voluntad aperturista, que consideraba Stalin como el principal responsable de la desastrosa situación política y económica por la que atravesaba la nación, por su política de terror y de estatalización de la economía. De ahí que intensificará la política de ”desestalinización” -que había sido iniciada por Kruschev- y de lucha contra la excesiva estatalización de la economía, la burocratización y la corrupción. Su política estuvo simbolizada en dos palabras mágicas: “perestroika” -reestructuración económica- y “glasnost” -transparencia-. Lanzó la primera en 1986 y, con ella, se inició un cambio profundo en las estructuras sociales y económicas de la URSS hacia una economía de mercado, que fue complementada en 1988 con la Ley de Cooperativas, que abrió pasó a la propiedad privada en las empresas de servicios, la industria manufacturera y ciertos sectores de la agricultura y del comercio exterior. Ese mismo año proclamó la “glasnost”, que abría el camino a la libertad de expresión, de prensa y de culto.
Se encontró de entrada con dos graves problemas: Las trágicas consecuencias del accidente nuclear en la central de Chernobyl y la guerra de Afganistán, en la que se encontraba empantanado el desmoralizado Ejército soviético. El obscurantismo del aparato del PCUS le impidió al principio informar de lo ocurrido, pero -dos semanas más tarde-facilitó información, aunque solo fuera de manera parcial. Resolvió el segundo problema ordenando la retirada de las tropas de Afganistán y procuró que el Ejército lamiera sus heridas y se recuperara de la catastrófica aventura.
En el ámbito político, Gorbachov inició su mandato liberando al científico Andrei Sajarov y a otros 600 presos de conciencia. Acabó con el monopolio del PCUS mediante una reforma constitucional que abría el camino al multipartidismo, promovió elecciones libres, estableció una República presidencialista, y puso fin a la era de terror y de opresión impuesta por sus antecesores. No pretendía acabar con el sistema comunista sino reformarlo, pero las importantes transformaciones que introdujo desarticularon la estructura socio-política del país, sin llegar a sustituirlas por un sistema plenamente democrático, lo que produjo contradicciones e ineficiencias. Estas reformas eran necesarias para homologar el régimen soviético con el europeo, pero no surtieron efecto a corto plazo y produjeron considerable malestar y descontento en la población. Gorbachov se encontró en medio del fuego cruzado entre los comunistas más recalcitrantes -que se oponían a cualquier cambio- y los conversos demócratas -que encontraban que las transformaciones requeridas se realizaban a un ritmo demasiado lento-, y procuro mantener una posición equidistante que no convencía a tirios ni a troyanos.
El principal problema que tuvo que enfrentar fue la estructuración de la URSS. Las libertades concedidas y la renuncia a la imposición por el terror hicieron que resurgiera el sentimiento nacionalista. Aunque Gorbachov se negara al principio a acceder a las demandas de mayor autonomía e incluso de independencia, acabó por comprender que no podía mantener a los países bálticos dentro de la Unión y accedió de mala
gana su independencia, que estaba justificada políticamente porque eran Estados anteriormente independientes que fueron invadidos por la URSS durante la II Guerra Mundial, y jurídicamente por qué -conforme lo establecido en los artículos 72 de la Constitución- “cada una de las Repúblicas mantendrá el derecho a separarse libremente de la URSS”. Así, Estonia, Lituania y Letonia recuperaron su independencia en 1991.
Gorbachov trató de mantener el resto de la URSS, aunque concediendo mayor autonomía a la Repúblicas y, a tales efectos, elaboró un Tratado de la Unión, precedido de un referéndum celebrado el 17 de marzo, en el que el 76% del pueblo votó a favor de que se preservara la Unión como una federación renovada de repúblicas soberanas e iguales en la que se respetarán los derechos y las libertades de los pueblos de todas las nacionalidades. El tratado debería haberse firmado el 20 de agosto, pero un día antes se produjo un intento de golpe de Estado por parte de los elementos más radicales del PCUS y la KGB, que -aunque no tuvo éxito- dejó a Gorbachov en una situación muy precaria y fortaleció la posición de Boris Yeltsin, que había abandonado el Partido y había sido elegido presidente de la Federación de Rusia. Ésta y Bielorrusia se negaron a firmar el Tratado y el presidente ucraniano, Leonid Kravchuk, ni siquiera asistió a la reunión. A espaldas de Gorbachov, los presidentes Yeltsin, Kravchuk y Shushkevich firmaron el 8 de diciembre el Acuerdo de Belovesh, que derogó la Constitución de 1977 en los territorios de la URSS y declaró su desaparición como sujeto de Derecho Internacional. Se decidió asimismo crear una Comunidad de Estados Independientes (CEI), que fue adoptada unos días más tarde por todas la Repúblicas menos los Estados bálticos y Georgia, mediante el Protocolo de Alma-Ata.
El 25 de diciembre, Gorbachov dirigió una breve alocución televisada a la nación en la que presentó su dimisión como presidente de la extinta Unión Soviética. Con gran dignidad afirmó que, dada la situación creada con la formación de la CEI, cesaba en sus actividades como presidente de la Unión, decisión que tomaba por razones de principio, dado que se había impuesto la desmembración del país y la desunión del Estado, lo que no podía aceptar. “Hoy estoy de acuerdo con la razón histórica de los cambios iniciados en 1985. Hemos acabado con la guerra fría, se ha detenido la carrera armamentista y la militarización del país, que había deformado nuestra economía, nuestra conciencia social y nuestra moral. Nos abrimos al mundo, que nos ha respondido con confianza, solidaridad y respeto”. Dejó constancia de que la sociedad rusa había conseguido su objetivo más preciado -la libertad-, el sistema totalitario había sido liquidado, y las transformaciones democráticas eran irreversibles y los derechos humanos respetados.
No es justo responsabilizar en exclusiva a Gorbachov de la desintegración de la URSS, aunque tuvo su cuota de culpa. Como dijo a George Bush, él no había accedido al poder para pilotar el desmembramiento de la URSS, sino para reformarla y democratizarla. Los principales responsables fueron Kravchuk, Shushkevich y -sobre todo- Yeltsin, que antepuso sus ansias de poder al interés de la Unión, y promovió su desintegración para sustituir a Gorbachov al frente de la Federación de Rusia, pensando que -a través del control de la CEI- lograría reconstituir una URSS a su medida, pero -tras su independencia- los miembros del Comunidad se negaron a plegarse a los deseos de Yeltsin. A su muerte, la periodista Pilar Bonet tituló su obituario en ”El País” como sigue: “Muere Boris Yeltsin, el destructor del último imperio”.
Política exterior
Donde Gorbachov tuvo una actuación más destacada ha sido en el ámbito de la política exterior, pues sacó a la URSS de su aislamiento, la acercó al mundo occidental, abolió la Doctrina Brezhnev de la soberanía limitada y renunció a imponer sus dictados por la fuerza a las Repúblicas que formaban parte de la Unión y a los Estados comunistas asociados en el Pacto de Varsovia. Ya desde su llegada al poder, Gorbachov advirtió a sus colegas comunistas que no contaran con el Ejército rojo para dominar las eventuales revueltas y protestas en sus territorios, como había ocurrido con Hungría en 1956 y con Checoslovaquia en 1968.
Gorbachov -ateo declarado- se entrevistó con el papá Juan Pablo II e instó al general Jaruzelski a que negociara con Lech Walesa y el sindicato “Solidaridad”. El caso más relevante fue el de la República Democrática Alemana, ya que se negó a apoyar la política represiva de Eric Honecker y éste tuvo que dimitir, abriendo paso a la remoción del muro de Berlín y a la reunificación de las dos Alemanias en 1989. Ello supuso una grieta abierta en la infraestructura militar de los países socialistas, llevó a la disolución del Pacto de Varsovia e influyó en la desintegración de la URSS. El presidente alemán Frank-Walter Steinmeier alabó públicamente la actuación de Gorbachov, cuando le dijo: “nunca olvidaremos que el milagro de la reunificación pacífica de mi país y el fin de la división de Europa no habrían sido posibles sin las decisiones valientes humanas que tomó usted personalmente“:
No sé si Alemania lo olvidó, pero Estados Unidos si pareció hacerlo cuando -a pesar de las promesas hechas a Gorbachov- impulsó el área de actuación de la OTAN hacia las fronteras de Rusia, admitió en la Alianza a antiguos Estados miembros del Pacto de Varsovia y a los países bálticos, e invitó a Georgia y a Ucrania a incorporarse a la Organización, lo que provocó el deterioro de las relaciones entre Rusia y la OTAN. No hubo ningún compromiso por escrito y, cuando un periodista interrogó a Putin al respecto, éste contestó que se lo preguntaran a Gorbachov, si bien comentó que, “como dice un refrán de nuestra gente; engañaron al tonto con cuatro puños. Todo tiene que quedar por escrito en el papel”.
Según Felipe Sahagún, entre 1985 y 1991, la política exterior de Gorbachov condujo al fin del sistema bipolar e hizo posible la unificación alemana y la democratización de la Europa central y oriental, y permitió eliminar los euromisiles instalados en tierra y reducir los arsenales convencionales. La URSS se vio superada tecnológica y financieramente por el iniciativa de Donald Reagan denominada “Guerra de las galaxias” y -fuera por convicción o por hacer de la necesidad virtud- Gorbachov se convirtió en un adalid del desarme y concertó con Estados Unidos acuerdos internacionales como los Tratados sobre fuerzas nucleares de tamaño intermedio o de reducción de armas estratégicas (START).
Por estos motivos, Gorbachov recibió en 1990 el premio Nobel de la Paz, con cuyos fondos cofundó el periódico liberal “Novaya Gazeta”, que ha dejado de publicarse por presión de la censura de Putin. Su director -el también premio Nobel, Dimitri Muratov- ha afirmado que Gorbachov dio a Rusia 30 años de paz. Despreciaba la guerra y la “realpolitik”, y detuvo la carrera armamentística nuclear. Como le confesó, se había negado a pulsar el botón de ataque nuclear, incluso en los ensayos. Para Pilar Bonet, la actuación de la Rusia de Putin en los últimos meses han destruido la obra de la vida de Gorbachov, pero no su mensaje dirigido al género humano, y -según Andrei Kolesnikov- Gorbachov murió de manera simbólica cuando Putin destruyó el trabajo de su vida: la libertad.
En efecto, Putin estima que la disolución de la URSS ha sido la mayor catástrofe geopolítica del siglo XXI y menosprecia a su predecesor, al qué consideraba un menguado y un traidor. De ahí que le haya negado la celebración de un funeral de Estado y no haya asistido a su entierro. Lo triste es que esta opinión sea compartida por buena parte del pueblo ruso. Prueba de ello es que, cuando en 1996 se presentó a las elecciones presidenciales, apenas logró el 2% de los votos.
Gorbachov era un gran amigo y admirador de España, a la que visitó en diversas ocasiones, oficial y privadamente. En 1989 recibió el premio Príncipe de Asturias a la Cooperación. Al incorporarme a mi puesto en Moscú, me encontré en la embajada con el título acreditativo de este nombramiento y decidí entregárselo. Consulte con el viceministro de Asuntos Exteriores, Igor Ivanov, sobre si le parecía oportuno que ofreciera una recepción para entregarle el título y éste me sugirió que hiciera la entrega en un acto privado. Me puse en contacto con Gorbachov, lo invité a una comida en mi residencia para entregarle el título y le pedí que me facilitará una lista de invitados. Puestos de acuerdo sobre la fecha, mi mujer informó a la cocinera de qué habíamos invitado a Gorbachov, a su esposa Raisa y a unos amigos, y queríamos ofrecerles una paella. La cocinera comunicó al día siguiente a mi esposa que dejaba el servicio en la embajada. Menos mal que entre los policías destinados en la misión había un valenciano que se ofreció a cocinar la paella.
Tras establecer una cordial relación, solía visitar a Gorbachov de vez en cuando en su Fundación y manteníamos interesantes discusiones sobre la situación en Rusia y en el mundo, y sobre las relaciones hispano rusas. En 1999 falleció Raisa y Gorbachov quedó sumamente afectado pues estaba mi unido a su compañera. Me llamó un día para que fuera a verle y me dijo que estaba desconsolado y le gustaría ir a España para recuperarse. Entré en contacto con el Ministerio y con la Comunidad Balear, y ésta tuvo la gentileza de invitarlo -junto con su hija Irina- a pasar una temporada en las islas. Al término de ese año, sufrí un infarto y tuve que regresar a Madrid, y no volví a tener contacto con Gorbachov.
Según el embajador Cuenca, Gorbachov intentó salir del círculo infernal que había supuesto el tránsito de una dictadura dirigida por un zar autocrático a la dictadura del PCUS, e intentar transformar el caduco y esclerótico universo estalinista en un mundo de libertad. Quiso hacerlo desde dentro del PCUS y ahí se equivocó, porque, desde dentro del Partido, podía destruirlo pero no reformarlo, porque, entre el hermético mundo comunista del que provenía y el abierto y humano modelo al que aspiraba, no había compromiso posible. Como el aprendiz de brujo, Gorbachov se vio arrastrado por su ola transformadora que inundó la acartonada sociedad soviética, y fue incapaz de controlarla.
Coincido con la afirmación del novelista Viktor Yerofeyev de que Gorbachov ”condujo a Rusia a su destino histórico: Ha ingresado en el Panteón de la Historia rusa y, poco a poco, llegará a ser considerado como una gran figura: Pero no será pronto. El ruso es un pueblo desagradecido”. Por ello, quiero rendir un modesto homenaje personal a su memoria. A pesar de su ideología -que no comparto- y a los errores que cometió -¿Qué político no los ha cometido?-, fue una persona íntegra y admirable, que llevó a cabo una labor encomiable para la paz y la seguridad internacional. Confío en que sirva de inspiración a la clase política española, que es manifiestamente mejorable.
Madrid, 3 de septiembre de 2022
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