martes, 8 de noviembre de 2022

Giorgia; un melón por calar

GIORGIA, UN MELÓN POR CALAR El Congreso y el Senado de Italia han aprobado la designación de Giorgia Meloni, líder del partido “Fratelli d’ Italia” como primer ministro -cómo quiere que la llamen en vez de primera ministra, en contra del lenguaje inclusivo-, y ha sido nombrada para el cargo por el presidente de la República, Sergio Mattarella.Por primera vez en la historia de la democracia italiana una mujer ocupa la presidencia del Gobierno. Resultados de las elecciones italianas y causas de los mismos Las elecciones generales italianas fueron ganadas por el partido Hermanos de Italia con el 26% de los votos, tras desencadenarse lo que Carlos Herrera ha calificado de ” huracán Meloni”. Le siguieron el Partido Democrático (Enrico Letta) 19.1%, Cinco Estrellas (Giuseppe Conte) 15.4%, La Liga (Matteo Salvini) 8.8%, Forza Italia (Silvio Berlusconi) 8.2%, Tercer Polo (Carlo Calenda) 7.8%, Alianza Verde (Angelo Bonelli) 3.6%, Partido E (Emma Bonino) y otros por debajo del 1%. Las tres fuerzas de la derecha consiguieron la mayoría absoluta, pero Meloni triplico el número de votos de sus asociados Maldini y Berlusconi, que perdieron mucho apoyo. La izquierda fue la gran perdedora, especialmente el Partido Democrático y el Cinco Estrellas, quienes -unidos a todos los partidos izquierdistas-quedaron muy por debajo de la coalición de derechas. Meloni ha sido la gran vencedora debido a que el pueblo italiano ha apreciado su coherencia, ya que ha sido la única líder que ha mantenido su oposición a los tres últimos gobiernos, sin entrar en los mercadeos de bazar de los demás partidos, que han forjado alianzas “contra natura” a diestra y a siniestra con tal de acceder al poder. Ha ganado porque a la gente le gusta que su voto sirva para algo, sobre todo para protestar, y ella encarnaba -en opinión de Jorge Bustos- la protesta contra Draghi, que adoptó más por cálculo electoral que porque tuviera nada contra él. Bien pronto emergerá alguien más radical, frente al cual Meloni parecerá una tecnócrata tediosa. Han contribuido a su éxito la baja participación electoral que no ha llegado al 64% -en un país en el que el voto es obligatorio-, la desunión de la izquierda -que no ha logrado presentar una candidatura conjunta como hizo la derecha-, y el cansancio de los electores ante a las continuas y exageradas gritos de alarma de la progresía de que había que votar a la izquierda para evitar que llegara el lobo del fascismo. El giro hacia la derecha no es únicamente un fenómeno italiano, sino de toda Europa, como se ha puesto de manifiesto en Polonia, Hungría, Francia, Países Bajos, Estonia, Letonia, Eslovaquia o Suecia. Guy Sorman se ha preguntado en “ABC” por qué progresaba la derecha y ha contestado que éste es el fenómeno que debía explicarse y no demonizar a los electores que la han apoyado. Los votantes han rechazado el dogma socialdemócrata y a la izquierda que sostiene y domina todos los discursos públicos políticos, académicos o mediáticos. Aparte de los méritos de Meloni, hay que tener en cuenta los deméritos de la izquierda. Según el profesor Matteo Re, Hermanos de Italia ha sido el único partido que se ha mantenido alejado del poder, propiciando la idea de que suscita más interés un partido nuevo, por radical que sea, que otro tradicional. “El voto a Meloni ha tenido, por lo tanto, unos claros tintes de castigo hacia los políticos tradicionales, más que una orientación ideológica convencida”. El votante de derechas se fue escorando casi de manera natural hacia el partido de Meloni al comprobar que las demás partidos derechistas no le satisfacían -por lo que Forza Italia se dejó 6 puntos y la Liga 8-, y los Fratelli representaban una nueva opción, quizás la última. Reacciones frente al triunfo de Hermanos de Italia En el ámbito interno, Meloni se ha visto emparedada entre dos dirigentes tóxicos como Salvini y Berlusconi, pero la gran diferencia de votos obtenidos, ha reforzado considerablemente la posición de la novata frente a los veteranos, que ha conseguido imponer su autoridad, especialmente en relación con el “rey del bunga-bunga”, que no es más que una caricatura de sí mismo. El primer enfrentamiento se produjo en relación con la guerra de Ucrania, en la que los dos aliados habían expresado públicamente sus simpatías hacia Rusia. Berlusconi llegó a decir que Putin lo consideraba “el primero de sus cinco verdaderos amigos”, y culpó a Zelenski de haber provocado el conflicto. Meloni ha tenido que advertirles que pretendía seguir una línea de política exterior clara e inequívoca. ”Italia forma parte plenamente y con la cabeza alta de Europa y de la Alianza Atlántica y el que no esté de acuerdo con esto, no podrá formar parte del Gobierno”. Il Cavaliere tuvo que plegar velas y sacar un comunicado en el que afirmaba que su posición personal y la de Forza Italia no se apartaba de la del Gobierno italiano, de la UE y de la OTAN, tanto en la crisis de Ucrania como en los demás grandes temas de política internacional. La presidente también ha chocado con Berlusconi a la hora de cubrir los puestos importantes. Para la presidencia del Senado rechazó a su candidata, Licia Ronzulli, e impuso a uno de los fundadores de Fratelli, el senador Ignazio La Russa, que resultó elegido sin los votos de Forza Italia. Berlusconi dio muestra de mal perdedor al calificar a Meloni de “obstinada, prepotente, arrogante y ofensiva”, y ésta, a su vez, le devolvió el cumplido calificándolo de escorpión que siempre estaba dispuesto a picar. Tampoco ha adjudicado a un miembro de su partido el Ministerio de Justicia, con el que Il Cavaliere pretendía protegerse de los juicios que aún tiene pendientes. Se ha tenido que conformar éste con que la vicepresidencia y la cartera de Exteriores hayan recaído sobre su hombre de confianza, Antonio Tajani, antiguo presidente del Parlamento Europeo y europeísta convencido, que supone el vínculo del Gobierno con el PP Europeo, que le dará la requerida cobertura internacional. Tajani es, por cierto, un buen amigo de España, aunque no necesariamente de Sánchez. Para no abrir demasiados frentes en el seno de su coalición, Meloni ha cedido la presidencia del Congreso al vicesecretario general de la Liga, Lorenzo Fontana, , quien ya fue su vicepresidente en el primer Gobierno de Conte. Fontana es un católico practicante que ha participado en manifestaciones contra el aborto y el colectivo LGTBI,y es partidario de la familia tradicional, por lo que su nombramiento ha sido muy criticado por la progresía. En la izquierda, el PD ha caído en barrena y su secretario general Letta ha tenido que presentar su dimisión. Cinco Estrellas ha escapado algo mejor porque Conte ha logrado consolidar su posición en el sur, especialmente en Nápoles y en Sicilia, convirtiendo su partido -en opinión de Luca de Montis- en una especie de “Liga-Sur”, que defiende el asistencialismo estatal en las regiones italianas más desfavorecidas económica y socialmente. Fuera de Italia, los resultados han sido acogidos con desconfianza en la UE, a excepción de Polonia y Hungría. Úrsula von der Leyen se ha puesto de perfil, si bien ha recordado que la Comisión Europea contaba con mecanismos para hacer frente a las derivas iliberales. Ha expresado su esperanza de que el nuevo Gobierno de Italia respetará “l’acquis communautaire” y manifestado su intención de trabajar de forma constructiva con las nuevas autoridades italianas. La primera ministra francesa, Elizabet Borne, afirmó -de forma un tanto indiscreta- que sería necesario mantener la vigilancia sobre Italia, y estar atentos para que ver si respetaba los derechos humanos, cómo el derecho al aborto. Meloni le replicó que sus palabras suponían una falta de respeto, no solo para ella, sino para el pueblo italiano. Para tratar de superar este “faux pas”, Macron se ha entrevistado con Meloni en Roma. El ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, tampoco ha estado demasiado fino al contraponer los resultados en Italia con una España plenamente comprometida con la construcción europea, dando a entender “sensu contrario”, que Italia no lo estaba. Añadió que, en un momento de incertidumbre, los populistas crecían y siempre terminaban en catástrofe porque daban respuestas sencillas a problemas muy complejos. Convendría que aplicará sus reflexiones a su propio Gobierno, que actúa de forma populista arrastrado por su socio Podemos y sus aliados separatistas. Los resultados han sido recibidos con entusiasmo por los partidos de derecha extrema -incluido Vox- y por el Gobierno húngaro de Viktor Orban, que espera encontrar en Italia un socio favorable a la “Europa de las naciones”, junto al grupo de Visegrad. Pese a su afinidad ideológica con Orban, la primera visita oficial de Meloni no ha sido a Budapest, sino a Bruselas. Como ha señalado la ex-diputada húngara Zsuszanna Szelenyi, Orban será el último de la fila, dada su alineación con los intereses de Rusia y su frialdad hacia los paquetes de apoyo a Ucrania por parte de la UE. La presidente ha afirmado que el objetivo de su Gobierno en modo alguno era cercenar o sabotear la Unión, sino hacerla más eficaz en respuesta a la crisis, porque constituye la casa común que permite a los Estados miembros afrontar los retos a los que difícilmente podrían hacer frente por sí solos. Italia nunca será el eslabón débil de Occidente, sino un miembro de pleno derecho y con la cabeza alta de la UE y de la OTAN. En momentos de crisis económica y energética, Italia dependerá de los vitales Fondos de Recuperación de la Unión y ello condicionará su política europea. Banalización del fascismo La izquierda ha banalizado el fascismo, pues -si todo lo que no es izquierda es fascismo- nada lo es, y el término -especialmente en su despectiva fórmula hispánica de “facha”- se ha convertido simplemente -en opinión de César Antonio Molina-en un insulto descalificador sin connotación política, que se aplica incluso a los socialistas auténticos que no están de acuerdo con Sánchez. El fascismo implica violencia, racismo, xenofobia, machismo, ultraconservadurismo, antidemocracia, antisemitismo, censura y, en una palabra, totalitarismo. Según el filósofo Diego Fusaro -de ideología marxista y pro-ruso-, Meloni lidera un partido neoliberal y atlantista que no tiene nada que ver con el fascismo. Es cierto que tuvo su origen en el neofascismo italiano, pero ya no lo es, al igual que la izquierda -que hoy es neoliberal- no tiene nada de comunista. La derecha de Meloni está dispuesta a hacer lo que le pida la UE, pues no quiere salir de la eurozona. El lema “Dios, patria y familia” no es en sí mismo un concepto fascista, pues -en ese caso- habría que decir que Platón, Tomás de Aquino o Hegel eran fascistas.” Tenemos una izquierda que debe ser continuamente antifascista en ausencia de fascismo, para no tener que ser capitalista en presencia de capitalismo”. En su artículo “?Quién es fascista?”, Emilio Gentile ha examinado el caso de Vox y ha llegado a la conclusión de que defiende un nacionalismo español católico -oposición al aborto y a la eutanasia, y defensa de la familia tradicional-, respeta la Constitución, no busca tomar el poder por la violencia, aboga por la unidad estatal centralizada, no se ha demostrado antidemócrata, protege los símbolos de la nación, no reivindica abiertamente el franquismo, es hostil a la inmigración, rechaza el Islam y defiende a Israel, y es ultraliberal en la economía. En consecuencia, cabía concluir que no es un partido fascista, sino de extrema derecha, nacionalista y católico. Lo mismo cabría decir de “Fratelli d’Italia”, que tantas semejanzas tiene con Vox y tan bien se llevan. Meloni ha afirmado en sede parlamentaria que el fascismo es cosa del pasado y que su partido condena sin ambigüedad las leyes antisemitas y la ausencia de democracia del fascismo de Mussolini. Ha condenado todos los totalitarismos del siglo XX, incluido el fascismo, por el que -según dijo- nunca había sentido simpatía. Ya quisiera yo que las tres “(des)gracias” del Olimpo “podemita” -Yolanda Díaz, Ione Belarra e Irene Montero- abjuraran de forma tan contundente del comunismo, o que hicieran lo propio el ministro-director general de Consumo, el neo-estalinista Alberto Garzón, que cree que el comunismo sigue siendo válido hoy día, o el ex-secretario de Estado, Enrique Santiago, que propugna imitar a los bolcheviques que asaltaron el Palacio de invierno de San Petersburgo, y hacer lo mismo con el palacete de la Zarzuela. Conviene recordar que el Parlamento Europeo ha condenado en pie de igualdad al fascismo, al nazismo y al comunismo, como otras tantas formas nefandas del totalitarismo. El español es el único Gobierno de Europa que cuenta con ministros comunistas en sus filas. Inquieta en la UE Meloni, que se ha mostrado como una exaltada gritona, pero que nunca se ha salido del ámbito constitucional y, en cambio, no parece preocupar Gobierno de coalición en España integrado por un partido comunista antisistema y apoyado por separatistas y herederos de terroristas. Como ha observado Molina, desde los años 80, más de setenta gobiernos europeos han colaborado con partidos de la extrema derecha sin que pasara nada ¿ A qué viene ahora ese temor a que se forme en Italia un Gobierno de coalición entre partidos del espectro de la derecha? Prudente actuación de Meloni Sabemos lo que ha sido Meloni como líder de un partido de la oposición, pero está por saber lo que será como presidente del Gobierno, pues el poder modera y produce cambios significativos en los políticos y, si no, que se lo pregunten a Felipe González en relación con la OTAN. Cuando Meloni estaba en la oposición, arremetía con vehemencia contra la globalización, la inmigración, el multiculturalismo, el ecologismo, la ideología de género, la plataforma LGTBI+, las grandes empresas financieras o los eurócratas de Bruselas. Conocemos el discurso que pronunció en Marbella cuando participó en la campaña de las elecciones autonómicas andaluzas en apoyo de Vox, una declaración coherente y falaz a ratos, en la que exponía de forma prístina su ideología, y que concluía como sigue: ”Sí a la familia natural, no a los lobbies LGTBI; sí a la identidad sexual, no a la ideología de género; sí a la cultura de la vida, no al abismo de la muerte; sí al trabajo de nuestros ciudadanos, no a las grandes finanzas internacionales; sí a la universalidad de la Cruz, no a la violencia islamista; sí a las fronteras seguras, no a la inmigración masiva; sí a la soberanía de los pueblos, no a los burócratas de Bruselas; sí a nuestra civilización, no a los que quieren destruirla”. La actitud de Meloni tras su apoteósico triunfo no ha podido ser más cauta y prudente. No hubo la menor celebración pública por expreso deseo suyo y envió mensajes a los cargos de su partido para que no se hiciera ruido ni hubiera manifestaciones en las calles, y los militantes cumplieron sus órdenes, lo que demuestra que -al menos por el momento- mantiene un férreo control de sus fieles. ¡Igual que en la victoria del PSOE en 1982! Su breve mensaje a la nación tuvo un marcado carácter institucional: “Los italianos nos han dado una responsabilidad importante y nuestro deber es no decepcionarlos y hacer todo lo posible por devolver la dignidad y el orgullo a la nación […] Es tiempo de responsabilidad, tiempo que -si se quiere formar parte de la Historia- debe comprender la responsabilidad que tenemos ante decenas de millones de personas. Si somos llamados a gobernar esta nación, lo haremos para todos los italianos […] La situación hacia la que van Italia y la Unión Europea es profundamente compleja y requiere la contribución de todos y un clima sereno”. En política exterior, Meloni ha dejado bien clara la posición de Italia, que se alinea sin equívocos con la UE y con la OTAN. Su Gobierno respetará las normas del euro actualmente en vigor y, al mismo tiempo, ofrecerá su contribución para cambiar lo que no haya funcionado, empezando por el debate en curso sobre la reforma del Pacto de Estabilidad. Italia es y será un socio leal de la Alianza Atlántica y respaldará su política en la guerra de Ucrania y se opondrá al chantaje de Putin. “La libertad tiene un coste e Italia seguirá siendo un socio del valiente pueblo ucraniano, y se opone a la agresión de Rusia, no solo porque no podemos aceptar la guerra, sino también porque es la mejor manera de defender nuestro interés nacional”. En relación con los temas más ideológicos, Meloni -que se ha autodefinido como madre, italiana y cristiana- ha hecho suyo el lema de ”Dios, patria y familia”, pero ha afirmado que su Gobierno nunca limitará los derechos civiles ni el aborto. Es probable que en estos temas -lucha por la familia tradicional y contra la eutanasia- y en el de la inmigración, la presidente haga concesiones a su electorado -espoleada por la Liga de Salvini-, como se ha puesto de manifiesto con su negativa aceptar el desembarco en Italia de personas rescatadas de las aguas del mar Mediterráneo, incluidos algunos menores. En mi tierra, cuando no se sabe cómo se comportará una persona a la que se haya concedido un cargo, se dice que es “un melón por calar”. Tendremos que esperar a ver cómo se comporta Meloni desde su responsabilidad en el poder antes de poder emitir un juicio fundado. Si como dice el Evangelio, “por sus obras los conoceréis”, habrá que darle un cierto margen de confianza durante un período de prueba. Como ha observado Bustos, “la decepción será insoportable cuando Giorgia Meloni no se comporte como la fascista que se espera, sino como otra política canónica de la democracia italiana”. Italia es un país más serio de lo que parece y, pese a la serie de gobiernos populistas que ha padecido últimamente, la democracia sigue gozando de buena salud. Madrid, 5 de noviembre de 2022

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