domingo, 16 de junio de 2019

Presentación del libro de Juan Prat


PRESENTACIÓN DEL LIBRO DE JUAN PRAT


            El motivo de mi presencia en esta Mesa es mi amistad con Juan Prat desde hace muchos años y el hecho de que haya escrito, como él, un libro sobre Cataluña. Juan es un caso insólito en la Historia del funcionariado español, pues creo que ha sido el único funcionario que ha desempeñado funciones de alta responsabilidad en tres Administraciones diferentes: la nacional –Director General de Relaciones Pesqueras Internacionales, Embajador en Italia y en Países Bajos, y Representante Permanente ante la OTAN-, la supranacional –Jefe de Gabinete del Comisario Abel Matutes y Director General de las Relaciones de la CE  Norte/Sur- y en la autonómica –Delegado de la Generalitat en Bélgica. Es un hombre de cualidades extraordinarias, intelectuales y profesionales, un “crack” –como lo ha calificado Raimundo Bassols-, pero, como tal, ha sido protegido por la Fortuna o por la Providencia, según los gustos. Juan estña dotado del don que los marroquíes llaman “baraka” y los andaluces “potra”, y ha sabido estar en el lugar adecuado, en el momento oportuno.

            Prat ha hecho gala en todo momento de su condición de catalán, de español y de europeo. Ha escrito un magnífico libro de memorias, instructivo y entretenido, de colorido lenguaje mediterráneo y de  fácil lectura. Voy a limitarme a comentar algunos episodios del libro en los que he coincidido con Juan, aunque no necesariamente en el espacio o en el tiempo: El Colegio Mayoe César Carlos, Rusia, la Pesca y Cataluña.

            Sobre el “César”, Juan  ha escrito que “fue un período fundamental en mi vida por la formación intelectual y humana que allí adquirí, y por lo mucho que aprendí sobre España, el resto de los españoles y la política”. No puedo estar más de acuerdo con él. Yo también tuve el privilegio de vivir en el César, aunque él llegó justo cuando yo me marchaba. Salí del Colegio Mayor para casarme, al terminar mi primer año en la Escuela Diplomática, y me fui a vivir con mi mujer Mavis a la Casa do Brasil, única residencia universitaria que admitía a matrimonios-, pero coincidimos en más de una ocasión en los actos cesáreos. El Colegio era una residencia para graduados que preparaban oposiciones para altos puestos de la Administración, especialmente catedráticos y diplomáticos. Aunque dependía formalmente de la Secretaría General del Movimiento, se auto-regía, pues tanto el Rector como los miembros de la Dirección eran elegidos democráticamente por los colegiales. Reinaba un inhabitual grado de libertad  y de espíritu crítico para la época, y el nivel intelectual y humano de los residentes era muy elevado. El año en que entré en el Colegio, seis colegiales sacaron una cátedra, entre ellos Manolo Olivencia, Rafael Entrena y Sebastián Retortillo. Allí conviví con personas del calibre de Juan Antonio Carrillo, Julio González Campos, Manolo Brosetta –que fue vilmente asesinado por ETA-, Elías Díaz o Jaime “piccolo”Añoveros. Gracias al César, puede aguantar los tres años de espera pa ra la convocatoria de oposiciones a la Carrera Diplomática, provocados por el “pucherazo” producido en la anterior oposición, en la que el Tribunal duplicó el número de plazas después de haberse celebrado los exámenes. “Al César, lo que es del César…

Juan Prat tuvo también el privilegio de ser el primer diplomático español que pisó, en cuanto tal, territorio soviético tras la Guerra Civil, cuando fue enviado de descubierta por el Ministerio de Asuntos Exteriores para preparar la instalación de la peculiar Misión Comercial de España ante la URSS. Cuenta Juan que, en su primera visita al Ministerio de Asuntos Exteriores –formalmente la Misión estaba acreditada ante el Ministerio de Comercio-, actuó de intérprete un tal Igor Ivanov, al que tuve el gusto de conocer cuando fue enviado a Madrid como Secretario de la Misión Comercial Soviética en España y con el que inicié una amistad cuando –a raíz de la normalización de las relaciones diplomáticas entre los dos países- fungió como Ministro Consejero y Embajador de Rusia en España. Cuando en 1996 llegué a Moscú como Embajador, Ivanov era Vice-Ministro de Asuntos Exteriores y poco después ascendió a Ministro. No se pudo portar mejor con España y con mi persona, me ayudó ó considerablemente en  mi labor diplomática y –entre otras cosas- facilitó la obtención de una nueva residencia para el Embajador.

En este tema produce otro de mis vínculos con Prat, que nos narra cómo, con su proverbial habilidad de negociante fenicio, consiguió una digna residencia para el Jefe de la Misión en la calle Paliashvili. Se trataba de un palacete original y de cierto encanto, que contrastaba con la monotonía de las construcciones del estilo realista soviético. Tenía una distribución un tanto caótica, pero resultaba hasta agradable. El problema era que no había sido debidamente mantenido por la agencia estatal UPDK y se encontraba en un estado de conservación lamentable. Cuando, recién llegado, bajé a la cocina –que se encontraba en el sótano- y abrí una alacena para sacar un vaso, salió una manada de cucarachas voladoras, y hubo que desinsectar y desinfestar el edifico. Dediqué buena parte de mi tiempo a interminables discusiones con UPDK  para tratar de conseguir una nueva residencia y al fin lo logré gracias a los buenos oficios de Ivanov. Lo malo es que sólo pude disfrutar de ella tres meses, pues, tras sufrir un infarto, tuve que dejar el puesto.

En la Pesca fue en el único terma en que coincidí con  Juan física y anímicamente. El formó parte del comando de Asuntos Exteriores que -bajo el mando del Subsecretario de Pesca, Miguel Aldasoro- asaltó el fortín de la Subsecretaría de la Marina Mercante, donde desempeñó la función de Director General de Relaciones Pesqueras Internacionales. Yo era a la sazón Subdirector General de Cooperación Marítima, Secretario de la Comisión Interministerial der Política Marítima y Coordinador de la delegación española en la Conferencia sobre Derecho del Mar. Conseguimos formar una magnífica delegación con diplomáticos, profesores, militares, técnicos y científicos, especialmente expertos del Instituto Español de Oceanografía, incluido Miguel Oliver, al que menciona Juan. España tuvo que enfrentarse y defender casi en solitario el derecho de paso inocente frente a las dos grandes potencias que de consuno querían imponer la libertad de navegación y sobrevuelo por ellos. Al mismo tiempo, asumimos la inevitabilidad d los hechos y aceptamos el establecimiento de una Zona Económica Exclusiva de hasta 200 millas y la delegación se integró en el Grupo de Estados Costeros para, desde dentro, tratar de conseguir que se respetaran los intereses de los países pesqueros y no se concediera un estatuto preferente a los llamados Estados en situación geográfica desventajosa. Desde el sector pesquero se acusó a la delegación de vender la pesca por los estrechos , pero Juan Prat y su asesor jurídico, José Luis Meseguer, consiguieron hacerlos entrar en razón.

De aquella época tiene Juan una deuda conmigo. En el verano de 1979, yo disfrutaba de las vacaciones con mi familia en la Playa de Amposta, en una pequeña urbanización perdida en el Parque Nacional del Delta del Ebro, en la que sólo nos comunicábamos con el mundo exterior a través de una cabida telefónica. Un día, al volver de la playa, me encontré a la puerta de mi apartamento con una pareja de la Guardia Civil, que me conminó a que llamara inmediatamente al Ministerio de Asuntos Exteriores. Así lo hice y me dieron el “ukase” de que zarpara para Ottawa, porque las autoridades canadienses habían apresado a unos pesqueros españoles y yo tenía que lograr a su liberación. Resultaba que el malvado Juan sabía que yo era amigo de su contraparte canadiense y convenció a nuestro Subsecretario para que me enviara “manu navali” a Canadá, pasando por alto el derecho al descanso de los probos funcionarios. Fui a Ottawa y conseguí la liberación de los pesqueros gracias a los buenos oficios de mi amigo. El Ministerio ni siquiera agradeció el servicio prestado y, lo que fue peor, no me compensó la semana de vacaciones que desperdicié por el periplo canadiense.
 
Un tema que no tenía relación con la pesca, pero sí con el mar, fue el de la navegación  en el “Juan Sebastián Elcano”. Juan presume de haber navegado a bordo del buque escuela español entre Marín y Cádiz, “una experiencia en la mar, también inolvidable y muy entrañable, pues no a todos nos es dado realizarla”. Yo he sido uno de esos pocos e hice una travesía de navegación a vela entre Dublín y Marín, que -coincidiendo con Juan-  fue una experiencia entrañable e inolvidable.

El tema más importante de coincidencia es, sin duda, el de Cataluña. El libro de Prat que presentamos es complementario de mi libro sobre “Cataluña vista desde fuera”, pues ofrece una visión de la Comunidad desde dentro. Con su experiencia de delegado de la Generalitat en Bélgica, Juan ofrece una fidedigna y autorizada  versión de lo ocurrido en esos años, desde las entrañas de la institución. Es sumamente interesante, pero me ha sabido a poco, pues he echado de menos que, en un libro de 538 páginas titulado “De Cataluña a Catalunya”, sólo se dediquen 43 de ellas para tratar el tema. Supongo que ello se ha debido a su pudor profesional y a su promesa de confidencialidad, pero nos ha dejado con hambre a los que estamos en la periferia del problema catalán.

Nada más tomar posesión, Juan Prat declaró a “Catalunya Informació” que no
había contradicción con ser español y catalán. “Siempre me sentiré con una identidad mixta: soy catalán, soy español, soy europeo, soy ciudadano del mundo…Trabajar para Cataluña no es trabajar contra el Estado y no hemos de ir a dividir, sino a unir “. Con esta inequívoca declaración de principios no podía durar mucho tiempo en el puesto. Había sido nombrado por Artur Mas en la época en que todavía colaboraba con el Gobierno central e incluso CiU contaba con el apoyo del PP. Sin embargo, cuando Rajoy rechazó el Pacto Fiscal propuesto por el Presidente del Govern, Mas se lanzó al monte  y se pronunció por la independencia de Cataluña. Juan nos cuenta cómo el President convocó a los delegados de la Generalitat  en el exterior para anunciarles que el posibilismo político de la época de Pujol se había acabado y que se iba a entrar en una nueva dinámica de inevitable confrontación. A partir de ese momento -nos dice- “ mis días como delegado de la Generalitat no iban a poder prolongarse por mucho tiempo” ya que “no podía seguir en mi función ante la evolución de los acontecimientos” y, siendo consecuente consigo mismo, presentó su dimisión.

Hay un par de puntos en las aseveraciones de Juan Prat con los que no estoy del todo de acuerdo y que creo convendría matizar. El primero, cuando afirma que se produjo un doble error histórico: “Haber promovido el PSOE de Zapatero un innecesario nuevo Estatuto y haberlo intentado dinamitar a continuación el PP en el Tribunal Constitucional, cuya morosa actuación o y decisión final contribuyeron a magnificar el efecto de aquellos errores”.  Concuerdo con que el nuevo Estatuto no era una exigencia de la sociedad catalana, que el PP se excedió con su campaña de recogida de firmas contra el Estatuto –que fue interpretada como una agresión a Cataluña- y que la morosidad del Tribunal Constitucional en dictar sentencia –por la politización del caso y las tremendas presiones que sufrieron los magistrados-  agravó la situación. Se omite, sin embargo, que el PP no fue el único que presentó un recurso, de anticonstitucionalidad sino que también lo hizo el Defensor del Pueblo –el ex-Ministro socialista de Justicia, Enrique Mújica-, que el Estatuto estaba en clara contradicción con la Constitución a la que pretendía reformar radicalmente por la puerta trasera, y que la sentencia del Tribunal se quedó corta pues sólo declaró inconstitucionales 14 artículos y consideró aceptables otros 27 con un interpretación sumamente benevolente,  basada en  apreciar los contrario a lo que decían.

El segundo, cuando señala que , “al no querer entrar en la situación política, el Gobierno la ha dejado exclusivamente en manos de la justicia, cuando no es sensato pretender resolver problemas políticos de tan hondo calado exclusivamente en los juzgados”. Ésta es precisamente la tesis de los encausados. En la última sesión del juicio, Oriol Junqueras declaró que lo mejor  para  todos  -Cataluña, España y Europa- sería “devolver la cuestión al terreno de la política“,  y Joaquim Forn que,  estaba  ante un  tribunal era por un fracaso de la política.  ¿Cómo es posible- se ha preguntado  Arcadi Espada- que gentes que incumplieron sistemáticamente la ley, sin otra negociación o pacto previo que los derivados del chantaje puedan exigir hoy que se devuelva la cuestión a la política?  El Tribunal Supremo no está actuando para resolver el problema político catalán, sino para juzgar a unas personas que han violado reiteradamente la Constitución, el Estatuto y las leyes, y declarado unilateralmente la independencia de Cataluña . El Tribunal Europeo de Derechos Humanos –al que los políticos separatistas se agarran como su última esperanza de salvación- acaba de rechazar su recurso en contra del Tribunal Constitucional, al afirmar que “la injerencia del Estado español respondía a una necesidad social imperiosa y la suspensión de la reunión resultaba necesaria en una sociedad democrática para el mantenimiento de la seguridad pública, la defensa del orden y la protección  de los derechos y las libertades de los demás”. La actuación del Tribunal Constitucional fue previsible legítima y necesaria, y cumplió los requisitos exigidos para limitar los derechos de reunión y expresión. “Los partidos políticos –concluyó el TEDH en su sentencia de 28-V-2019- pueden promover el cambio de la ley y de las estructuras jurídicas y constitucionales, pero siempre que utilicen medios legales y democráticos, y que propongan cambios compatibles con los principios democráticos fundamentales“.

Juan ha sido un auténtico modelo para todos los españoles. Como él mismo ha indicado,  desde la Delegación intentó, con toda lealtad al Estado y a la Generalitat, “contribuir al buen entendimiento y la colaboración sincera en la defensa de nuestros intereses en Europa, en colaboración con las delegaciones de las demás autonomías regionales y con la Representación Permanente de España. Cuando sentí que esto no iba a ser posible, opté por no seguir en mi función”. Siendo coherente con sus ideas, presentó la dimisión y nos dio un espléndido testimonio de patriotismo constitucional, como catalán., como español y como europeo. ¡Muchas gracias!, Juan.

Madrid, 14 de Junio de 2019


Nota

            Durante la presentación del libro de Juan Prat fui víctima de la tecnología, pues el mal funcionamiento del micrófono fragmentó e hizo inaudible e incoherente mi intervención, como consecuencia de la probable interferencia de los servicios de la agitprop independentista. A petición del Dr. José Edery, he reconstruido mi intervención por si a alguien le pudiera interesar





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