HIPÓCRITA DEMON IZACIÓN DE VOX
Soy
consciente de que entro en territorio minado al tratar de un tema políticamente
incorrecto como el de la calificación de Vox, y de que voy a recibir críticas de todas
direcciones, pero no tolero la hipocresía de los bienpensantes –o malpensantes
- y la doble vara de medir que se aplica a los extremismos, según sean de
derechas o de izquierdas. Cuando surgió Vox como una escisión del Partido
Popular (PP), nadie le dio excesiva importancia porque era un movimiento con
escasa representación, pero cuando irrumpió en el Parlamento andaluz con 12
diputados y ganó en las elecciones generales 24 escaños y en las autonómicas y
municipales un respetable número de votos, los partidos políticos de izquierdas
hicieron sonar todas las alarmas y clamaron “¡Que viene la ultraderecha!”
¡Que el fascismo de Vox amenaza la
democracia en España! “. Resulta curioso que, cuando el PP incluía en su
seno a todos los sectores de la derecha, todo eran parabienes y España era uno
de los pocos países europeos que no contaba con un partido fuerte de extrema
derecha, pero, cuando una pequeña fracción se escindió de dicho partido, surgió
de repente el peligro del ultraderechismo.
Admisión en Europa de
partidos ultrderechistas
Partidos europeos
que se confiesan de ultranacionalistas –como el Partido de la Libertad, la
Nueva Alianza Flamenca, el Partido Nacional Eslovaco o la Liga- han formado o
forman parte de Gobiernos de coalición en Austria, Bélgica, Eslovaquia o Italia
y nadie se ha rasgado las vestiduras por ello, pero que el PP y Ciudadanos (Cs)
gobiernen en Andalucía con el apoyo de Vox en la investidura -sin contrapartida
alguna- ha bastado para que la izquierda
y hasta los liberales hayan puesto el grito en el cielo y condenado semejante ultraje.En
una inadmisible intromnisión en los asuntos internos de un Estado soberano,
Emmanuel Macron y la Alianza Liberal y Democrática Europea han advertido a
Albert Rivera que no puede seguir por semejante derrotero y el que fue
candidato a la Alcaldía de Barcelona por Cs, Manuel Valls, ha amenazado con romper con el partido si
acepta los votos de Vox en autonomías y municipios, mientras que –en una
muestra de incoherencia ideológica- ha ofrecido “gratis et amore” los
votos de los diputados naranjas a la ex-Alcaldesa Ada Colau, que ha sido –como
ha señalado Francisco Rosell- una negligente regidora que se ha subordinado al
separatismo y ha supeditado su agenda a la proclamación de la República. Creer
que esa vara de mando va a ser usada de distinto modo por quien deshizo su
pacto municipal con el Partido Socialista Catalán a raíz de que Pedro Sánchez
suscribiera la aplicación del artículo 155 de la Constitución, es no saber de
la misa a la media.
Sánchez puede permitirse echar en
cara a Albert Rivera el pacto a la andaluza con el PP y el apoyo parlamentario
de Vox sin sonrojarse, después de su
apaño de la “investidura Frankenstein” con populistas e independentistas para
la moción de censura contra Mariano Rajoy y con los que deberá negociar su
reelección. Parafraseando a Sánchez, Europa
no entendería que un partido que se autodefine liberal como Cs pacte con
lo que él llama ultraderecha de Vox,
olvidándose de que él mismo ha hecho socio de correrías al “Le Pen catalán”, Joaquim Torra, y esa
misma Europa asustadiza tendría que transigir con sus trajines con declarados
golpistas contra el orden constitucional. Asimilar a Vox con la Agrupación
Nacional de Marine Le Pen no es inexacto, pero se utiliza a Vox como un buen
comodín o una oportuna “bête noire”. –“¡Que viene el lobo!”-,
que puede servirle de pretexto para evitar que cristalicen mayorías
alternativas de centro-derecha. ¡Menos lobos, Pedro! No veo al Presidente en
funciones legitimado para protagonizar el poema sinfónico de Serguei Prokofiev “Pedro y el lobo”, a menos que asuma el papel
del segundo , ya que tiene en su armario muchos cadáveres separatistas y ultraizquierdistas.
Un caso límite es el de Navarra, que –según Victoria Prego- merece ser tratado
como un asunto de Estado. En la Comunidad
Foral, “Navarra Suma” -una coalición electoral de los partidos
constitucionalistas UPN, PP y Cs- ha ganado ampliamente las elecciones con 20
diputados, frente a los 11 del PSOE, 9 de Geroa Bai –partido hermano del PNV-,
9 de Bildu, 2 de Podemos (Ps) y 1 de
Izquierda-Ezquerra. La dirigente
socialista Maria Chivite está tratando cortocircuitar al ganador mediante ls formación
de unas coalición con los nacionalistas
e izquierdistas y la abstención de Bildu. Arnaldo Otegui –a quien Sánchez
suplicó sus votos para sacar adelante algunos de sus decretos-ganga- ya ha
mostrado disposición para ello, si bien pidiendo a cambio que Joseba Asirón
continúe como Alcalde de Pamplona. Ello supondría avalar la “vasquización”
forzada de Navarra y apoyar la política del anterior Gobierno de Uxue Barkos de
integrar a la Comunidad Foral en el País Vasco. El socialista bueno, Emiliano
García-Page, ha declarado que Chivite es absolutamente fiable y no va a
pactar nada que rompa Navarra o España, pero los síntomas son
mortales, pues –como ha señalado Fernando Palmero- el PSOE navarro pretende, en
alianza con los nacionalistas, seguir adelante con el proceso de “euskadización”.
La última decisión de Ferraz ha sido la de no avalar esta negociación para
congraciarse con UPN, cuyos dos diputados pueden ser decisivos para la
investidura de Sánchez Esperemos que en este punto no ceda, pese a las
frustraciones de Chivite..
Vox no es un partido
de extrema derecha
Y lo bueno del caso es que Voz no es un partido ultraderechista, fascista y
anticonstitucional. Es un partido de derecha pura y dura, .pero más en la línea
del Fidesz húngaro de Viktor Orban o el PiS polaco del Jaroslav Kackynski, que
de la Agrupación Nacional de Marine Le Pen o del Partido de la Libertad de
Heinz-Christian Strache. No se sentiría Vox a disgusto en el seno del Partido
Popular Europeo como s u admirado Orban, pero no lo dejarían entrar al ser una
escisión del PP. Un profesor amigo,
malogrado candidato de Vox al Parlamento Europeo, me ha asegurado que la
intención era de integrarse en el Grupo de Conservadores y Reformistas Europeos,
y no en el de la Europa de las Naciones y de las Libertades, o en el que formen
Le pen y Salvini. Vox es respetuoso de la Constitución, aunque pretenda
reformarla como la mayoría de los partidos políticos y, aunque crítico, no es
antisistema .
Vaya por delante que no comparto
algunas de las ideas de Vox, aunque las considere respetables. Al César lo que
es del César y a Dios lo que es de Dios. .El partido no es ese monstruo fascistoide
amenazador de la democracia, suma de todos los males sin mezcla de bien alguno,
que nos presenta la izquierda puritana y la mayoría de los medios de
comunicación, descalificación que en parte ha compartido el Presidente del PP al
calificarlo de partido de extrema derecha, tras la debacle de los populares en
las elecciones generales. Habría que preguntarse por las razones del repentino éxito
de Vox, entre las que cabría mencionar el desprestigio de la clase política
tradicional, la lacra de la corrupción, la traición del PP a algunos de sus principios,
el entreguismo de Sánchez y del PSOE a los separatistas catalanes o los abusos
de los LGTBI
No estoy de acuerdo con su
versión un tanto rancia de la religión, su exaltación acrítica de parte de
nuestra historia, su propuesta de suprimir el Estado de las Autonomías sin
ofrecer una alternativa viable, su menosprecio por los emigrantes, su agresividad
hacia los LGTBI, su euroerscepticismo –no necesariamente antieuropeísmo-, sus “liaisons dangereuses” con Steve
Bannon., Matteo Salvini, Vilkor
Orban, y –en menor medida- Marine Le
Pen, su actitud bronca y sus excesos
verbales. Pero también tiene el partidos aspectos positivos como su radical
oposición al separatismo y su apoyo a la unidad e integridad de España, se
defensa de la vida, su denuncia de la corrupción y de las sinecuras de los políticos profesionales, su política liberal
de la economía, su propuestas de reducir impuestos, su respaldo a la libertad
de los padres para escoger la educación de sus hijos y al no adoctrinamiento de
los menores en las escuelas o el fomento a la natalidad. A él se debe en buena
medida que los golpistas catalanes hayan sido llevados ante los tribunales al
presentar una acusación popular, ante las reticencias del la Fiscalía de Cataluña,
que ya racaneó en el caso del seudo-referéndum del 9-N. El Gobierno de Sánchez
ha tratado de quitar hierro al asunto y ha forzado a la Abogacía del Estado a
que sustituya la acusación de rebelión por la de sedición, y se ha mostrado propicio
a conceder el indulto a los procesados en el caso de que fueran condenados.
Vox se portó bastante mal con su
“alma mater” durante las elecciones
generales, dado que se presentó en muchas circunscripciones donde no tenía
ninguna posibilidad y actuó como el perro del hortelano que ni comía ni dejaba
comer, pues obtuvo pocos diputados y tiró
por la borda muchos votos, que privaron de un montón de escaños al PP. Sin
embargo, en Andalucía se comportó caballerosamente pese a los desplantes de Cs
y contribuyó desde fuera, sin contrapartida alguna, a la formación de un
Gobierno de coalición PP-Cs, que desbancó al PSOE de la Junta tras 40 años en
el pode. Cs se negó incluso a sentarse con Vox para dialogar, pero aceptó los
votos de sus doce diputados sin el menor escrúpulo. Este menosprecio hacía el
nuevo partido de la derecha procede no
sólo del centro, sino también y sobre
todo de la izquierda, aunque también de la derecha. Antonio Elorza advirtió en
“El País” que Cs vería su ejecutoria
manchada por la presencia de Vox y el antiguo dirigente pepero José María
Lassalle lo ha calificado de “fascismo
posmoderno”, porque su actuación conecta con el imaginario del franquismo y
la falange. Si defendemos la democracia –ha manifestado- “no se puede mantener ningún tipo de relación con Vox”.
Cordón sanitario a
Vox
Semejante afirmación me parece
poco democrática en boca de un autocalificado demócrata. Si defendemos la
democracia, debemos hablar con todos los partidos democráticos, e incluso con
los no democráticos, pues –como ha señalado Manuel Arias Maldonado- se puede hablar
con todos los partidos sin excepción,
porque han sido votados por los ciudadanos en elecciones democráticas. Es
normal y lógico que Cs hable con Vox si aspira a obtener sus votos, y lo contrario constituiría un hipócrita
manifestación de cinismo. Cs trata
incluso de someter a Vox a una especie
de chantaje sentimental.” Yo no me digno hablar contigo porque eres ultraderechista
y me contaminas con tu simple presencia, pero tú debes cederme tus votos por patriotismo para evitar que los
izquierdistas y los separatistas accedan al poder en las autonomías y en los
municipios”. Así, el Gobierno andaluz ha apelado a la “altura de miras” y a la “responsabilidad”
de Vox para que permita la aprobación de los Presupuestos Generales de 2019. La
Ejecutiva de Cs ha decidido hoy por unanimidad rechazar la entrada de Vox en
los Gobiernos regionales o locales, y vetar cualquier negociación con el
partido. Los acuerdos se harán preferentemente con el PP y subsidiariamente con
el PSOE, pero nunca con Vox. Cs condesciende a reunirse con este partido, pero
sólo para informarle de los acuerdos alcanzados con el PP y señalarle donde el “convidado de piedra” tiene que firmar su
adhesión a los mismos. Con el mayor de los cinismos, advierte que si Vox no
acepta su papel secundario y no apoya tales acuerdos, será el responsable de
abrir la puerta a Gobiernos del PSOE o de Ps y su electorado no se lo
perdonará. ¿A ellos sí?.
Los líderes de Vox tienen, pues, sobradas razones
para enfadarse por esta lamentable actitud y ya han advertido que
pondrán una línea roja al respecto: que CS se siente con ellos a negociar. Como
ha señalado Rocío Monasterio, debería
haber un pacto y, para ello, es condición indispensable sentarse en una mesa a
negociar. Vox aspira –con todo derecho- a entrar en Gobiernos autonómicos como
los de la Comunidad Madrileña o Murcia, y municipales, como el Ayuntamientos
como el de Madrid, a lo que Cs se opone y el
PP tampoco favorece, prefiriendo un apoyo desde fuera a una
participación directa. Vox parece que estaría dispuesto a repetir la fórmula
andaluza, pero pone como condición “sine
qua non” sentarse los tres partidos en una misma mesa a negociar. El PP ha
propuesto formar mesas tripartitas para conversar, pero Cs se sigue oponiendo,
lo que está colmando la paciencia de los dirigentes de Vox y su líder Santiago
Abascal ya ha dicho que no pueden aceptar un contrato de adhesión a un texto en
cuya elaboración no hayan participado. Vox ya ha enseñado los dientes al
presentar una enmienda a la totalidad a los Presupuestos Generales de Andalucía
presentados por el bipartito PP-Cs, que podría provocar la caída del Gobierno
andaluz.
Cs no es el único que no quiere
ver a Vox ni en pintura. El PSOE comparte este sentimiento y, si bien no quiere
verlo en pintura, está encantado de verlo en fotografía. Como ha comentado
irónicamente Lucía Méndez, la providencia
se apareció a Sánchez en forma de la foto de Colón. Con su habilidad
propagandística e influencia en los medios de comunicación, los socialistas han
sacado el máximo jugo posible a la famosa foto de Casado, Rivera y Abascal -juntos pero no revueltos-, para movilizar a su electorado al grito de
“¡Que viene el fascismo!” y de “¡No pasarán!“. Lo que fue una impresionante manifestación, espontánea y desorganizada, de los madrileños como
reacción contra el entreguismo de Sánchez a los secesionistas catalanes -culminado
con la Cumbre de Pedralbes- quedó reducida por la agitprop socialista a la
foto de la Plaza Colón
En opinión de Rosell, el PP
podría mantener el Gobierno de la Comunidad de Madrid y recuperar su Alcaldía siempre que el orgullo
de Vox y el prejuicio de Cs, sumados a la estupidez, no contraríen el nítido designio de sus
votantes. Ni el orgullo de Vox, poniendo el “yoismo” de sus dirigentes por encima de sus electores, ni el
prejuicio de Cs con respecto a la agrupación de Abascal –que ni está fuera de
la Constitución , ni es antisistema por mucho que chirríe su radicalidad- puede llevarles a hacer el caldo gordo al
PSOE. Una cosa es que Vox esté en su derecho de que no se le trace cordón
sanitario alguno y sea tenido en cuenta como interlocutor, y otra que su
obcecación le lleve a traicionar a su electorado poniendo esos objetivos al
interés exclusivo de unos dirigentes tan simples en sus razonamientos como
estúpidos en sus consecuencias. Los ciudadanos han puesto de manifiesto su
deseo de poner fin al populismo que ha reinado en el Ayuntamiento de Madrid en
los últimos años y su sustitución por un Concejo de centro-derecha. Cs se
equivocaría gravemente si no hiciera caso a este clamor. El orgullo y el
prejuicio arruinan la política “cuando
sus actores principales se empeñan tercamente en desoír. -entretenidos en sus
cuitas personales y partidista- el pálpito ciudadano expresado en las urnas”.
Curiosamente, el PSOE de Madrid
ha sido más razonable, o menos intolerante, que Cs en relación con Vox y ha
guardado las formas. Su candidato, Ángel Gabilondo ha enviado una carta a todos
los grupos que han obtenido representsción para mantener una reunión con ellos.
Aunque ha advertido que con Vox no formará Gobierno y no tiene nada que
negociar con él, cree que se debe hablar con todos los candidatos para
mostrarles su programa y sus ideas. Según Rául del Pozo, Cs se niegas a
sentarse con la ultraderecha de Vox, pero va a permitir que Sánchez pacte con
el PNV y –como ha señalado Jorge Bustos- al final, se hará lo que diga el PNV.
Este partido juega ahora el papel de “nacionalista bueno”, en contraste con los
nacionalistas catalanes, pero hay que ir más allá de las apariencias. El PNV ha
firmado un pacto con HB Bildu para adoptar un nuevo Estatuto, que no tiene nada
que envidiar al Estatuto Catalán de 2005. Ya ha asomado la patita y advertido a
Sánchez que no podrá contar para su investidura con los votos de sus seis
diputados en el Congreso si el PSOE facilita el acceso de la ganadora de las
elecciones forales Navarra Suma al Gobierno
de la Comunidad.
Tolerancia con los
partidos de extrema izquierda y separatistas
El cordón sanitario impuesto a
Vox contrasta con la tolerancia y la aceptación
de los partidos de extrema izquierda, como Ps, ERC, la CUP o HB Bildu.
El PSOE no tiene escrúpulo alguno en considerar a Ps su socio preferente,
recabar su apoyo y permitirle su
participación en el Gobierno, pese a que –a diferencia de Vox- es un partido
antisistema, anticonstitucionalista y contrario a la Monarquía. Es partidario del “derecho a decidir” y de la celebración de un referéndum de autodeterminación en Cataluña. Propugna una
economía planificada a la soviética y una política financiera de aumento ilimitado del gasto público, que llevarían al
país a la ruina antes de que acabara la legislatura. Su “gran timonel” no es eurocomunista, sino un marxista-leninista a la
vieja usanza, que añora a Stalin y defiende los populismos bolivarianos de
Cuba, Venezuela, Bolivia o Nicaragua.. Semejante personaje se creía ungido para
desempeñar la Vicepresidencia del Gobierno y ahora que el viento no sopla de
coleta, se conforma con la pedrea de un
Ministerio de segunda división o incluso de una Secretaría de Estado. ¡Todo sea
por la familia!
Los escrúpulos de contagio
tampoco impiden al PSOE de Sánchez a asociarse con los nacionalistas catalanes,
que aspiran a destruir la unidad nacional y han declarado unilateralmente la
independencia de la República de Catalunya. Loa secesionistas catalanes se
encuentran en un estado de insumisión permanente al Estado de Derecho al negarse
a cumplir las leyes y las sentencias de los tribunales, menosprecian a los españoles –incluidos los
catalanes no nacionalistas-, impiden que los niños puedan ser escolarizados en
su lengua materna pese a ser la oficial del Estado, no cesan de denigrar e
insultar al Rey, exigen un tratamiento privilegiado especialmente en el ámbito
fiscal y recurren de forma permanente a la mentira y a la manipulación (“posverdad”). Esta condescendencia del
Gobierno hacia el separatismo se plasmó en el Comunicado Conjunto de la Cumbre
de Pedralbes entre Sánchez y Torra, en el que se reconoció la existencia de un conflicto entre España y
Cataluña y se soslayó la Constitución para
su eventual solución, en la aceptación de un relator-mediador internacional
y en la admisión sin rechistar de las 21 exorbitantes reivindicaciones formuladas
por Torra.
Con la injusta demonización de
Vox, Cs, la izquierda y los separatistas están -conscientemente unos e
inconscientemente otros-, arrinconando al
partido y forzándolo a que se convierta en lo que de momento no es: un partido
ultraderechista, anticonstitucionalista y antisistema. Voz debería eludir la
trampa que se le ha tendido y no tirar los
pies por alto, sino dar, por el contrario, una respuesta mesurada a tanta provocación.
Debería defender a ultranza lo que en derecho le corresponde y la presunción de inocencia, y mantener que –salvo
prueba en contrario- es un partido constitucional perfectamente homologable a
nivel español y europeo. Una ideología de derechas es tan respetable como otra
de izquierdas, siempre que los partidos y sus miembros actúen dentro de la
Constitución y de la ley. Dicho esto –y una vez conseguidos los requisitos mínimos
que el mismo ha fijado de ser escuchado y tenido en cuenta en la negociación- Cs no debería avergonzarse de ser generoso y de
colaborar a que se constituyan en autonomías y municipios Gobiernos afines a
sus principios esenciales.
Madrid, 3 de Junio de 2019
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