ETA HA MUERTO ¿GORA ETA?
El pasado
16 de Abril, lo poco que queda de ETA hizo pública una declaración en la que
anunciaba a bombo y platillo que daba por concluida “toda
su actividad política” y
desmantelaba completamente sus estructuras, si bien seguiría luchando en
otros ámbitos por “una Euskal Herria
reunificada, independiente y socialista”.
So pretexto de que había que escenificar la disolución de la
organización terrorista –vencida por la acción de las Fuerzas Armadas y de
Seguridad, la actuación de los jueces y la cooperación internacional,
especialmente de Francia-, la izquierda abertzale
organizó día 4 de Mayo una grotesca y siniestra romería en Cambo-les-Bains para
blanquear el comunicado hecho público el día anterior explicitando la
disolución, acusar al Gobierno español de no haber hecho nada por la paz,
exigirle una solución urgente para los presos de la banda y mofarse de las víctimas de su acción terrorista. ETA y su
heredero universal y representante político BILDU mantienen que, con este generoso gesto, el conflicto
con el Gobierno español ha terminado y en el País Vasco y en Navarra vuelve la
normalidad, como si no hubiera pasado nada en los últimos 60 años. ¡Aquí paz y después
gloria!.
Dramáticas
consecuencias de la actuación criminal de ETA
Sin
embargo, han pasado demasiadas cosas en la Historia del País Vasco y de España, que no se
pueden subsanar por ensalmo con un tramposo comunicado. Entre 1968 y 2010, ETA
ha cometido 3.751 atentados terroristas y 4.500 acciones de “kale borroka”, que han producido 854
muertos, 808 de ellos después de haberse
establecido la democracia en España y sólo 46 durante la época franquista, lo
que pone de manifiesto la falacia sobre los heroicos gudaris que lucharon para liberar a Euskadi de la tiranía de
Franco. 579 murieron en el País Vasco, 123 en Madrid, 54 en Barcelona, 42 en
Navarra, 10 en Francia y 46 en diversas ciudades españolas. 773 eran varones y 59
mujeres , y entre ellos figuran 22
niños. 493 pertenecían a las Fuerzas Armadas o de Seguridad – 209 guardias
civiles, 150 policías nacionales, 93 militares, 25 policías municipales y 16 erzantzas- y 361 eran civiles -68
dirigentes políticos, 55 empleados, 50 autónomos, 33 empresarios, 6 jueces. 3
periodistas y 147 personas de
diversas profesiones y amas de casa-. El número de bajas civiles fue aumentando
a partir del momento en que ETA impuso su política de “socialización
del terror”, con la quecolocó a cualquier ciudadano en el punto de mira de
los terroristas. También cabe mencionar la muerte de 7 integrantes de ETA, que
fueron asesinados en ajustes de cuentas o “ejecutados” por ser considerados traidores
a la causa. 547 sufrieron la muerte por
disparos y 307 por explosiones -158 de ellas por coche/bomba-
Los ataques
de ETA han causado 2.597 heridos –sólo 27 durante el período franquista-,
incluidos 60 niños, y 709 inválidos. 8
menores han quedado huérfanos de padre y madre. Entre la clase política, el más
afectado ha sido el PP, seguido del PSOE. Especial significación tuvieron el
vil asesinato del Concejal popular Miguel Ángel Blanco, que provocó el “espíritu de Ermúa” y la condena
generalizada de la conducta de la banda, y el secuestro y reclusión en un zulo
durante 532 días del funcionario de prisiones José Antonio Ortega, a cuyo
carcelero, Josu Uribetxeberría –que se mostró dispuesto a dejarlo morir por
inanición- el Juez Central de Vigilancia Penitenciaria concedió indebida e
injustamente la libertad condicional. Ahora, el Ayuntamiento de Mondragón,
regido por BILDU, ha decidido rellenar el zulo con hormigón para que no sirva
de recordatorio del inhumano secuestro.
Entre 1970 y 1997, ETA realizó 86
secuestros, por los que recaudó €104,7 millones, así como otros €161,2 millones por extorsiones y €37,3
millones por el “impuesto revolucionario” -15.000 empresarios habían recibido
cartas de extorsión hasta 2010-. 42.000 persona fueron amenazados por la banda,
que, -entre 1968 y 2001- recogió información sobre 15.649 personas: 3.760 miembros
del PP y 1.294 del PSOE, 1.843
empresarios, 899 jueces y 213 profesores. Muchas personas –incluidos algunos
miembros de mi familia- tuvieron que abandonar el País Vasco por las amenazas
de ETA. Según la Fundación BBVA ,
entre los años 1980 y 2000, 157.417 ciudadanos vascos tuvieron que huir de sus
hogares, provocando un desequilibrio en el censo electoral que favoreció al
PNV. El Gobierno del PP elaboró un plan para permitir que estos exiliados
involuntarios pudieran votar en las elecciones que se celebraran en el País
Vasco auque residieran fuera de la
Comunidad , pero no se atrevió a aplicarlo ante la oposición
del PNV y de los filoetarras de BILDU. 3.300 ciudadanos tuvieron que vivir con
escolta –algunos durante más de 20 años-, para lo que el Gobierno tuvo que
gastar €1.725 millones, amén de otros €3.895 millones en seguridad. Los daños
económicos causados por los atentados ascendieron €5.671 millones y las
pérdidas globales por los gastos de seguridad y de pensiones, las
indemnizaciones a 3.421 víctimas y la paralización de la central nuclear de
Lemóniz supusieron €25.000 millones. Se calcula que se ha producido un descenso
del 10% en el PIB del País Vasco, aunque hay expertos que sitúan la pérdida en
el doble.
Se calcula en unos 3.800 el
número de militantes que ha tenido ETA durante su siniestra historia. Unos 100
comandos fueron desarticulados por las fuerzas de seguridad y 20.000
sospechosos de terrorismo fueron detenidos, el 25% de los cuales resultaron
imputados. Se han incautado 41.132 kgs de explosivos y 6.118 armas -1.946 armas
cortas, 1.231 subfusiles, 853 fusiles, 24 escopetas, 2.104 granadas y un
misil-. De los etarras detenidos 1.595 fueron excarcelados, 1.232 amnistiados
en 1977, 78 se arrepintieron y 27 se acogieron a la “vía Nanclares”. Actualmente hay 100 militantes fugados y 297
encarcelados: 243 en España, 53 en Francia y 1 en Portugal. Aún quedan 358
crímenes si esclarecer. Desde 2016, se han celebrado 123 homenajes a los
etarras que ha salido de prisión, especialmente por parte de los Ayuntamientos
regidos `por militantes de BILDU. Toda esta orgía sangrienta puede ser lavada
con el jabón del buenismo y el detergente del olvido. Como ha señalado David
Gistau, los etarras tratan de librarse de la droga del odio a los no nacionalistas
“cpn una metadona mental que forma parte de los ejercicios de memoria
selectiva y olvidos adrede, con los que una buena parte de la sociedad vasca
está dispuesta a cerrar en falso el sangriento capítulo etarra con tal de
dejarlo atrás cuanto antes”. Sin embargo, las víctimas tienen derecho a que
se aplique la ley y a reclamar justicia, verdad y memoria..
Declaración relativa
a la disolución de ETA
La declaración sobre la supuesta
disolución de ERA es un modelo de cinismo y tergiversación. Insiste en la
existencia de un conflicto y de la necesidad del pueblo vasco de recurrir a las
armas para hacer frente a la violencia del Estado y liberarse del yugo opfresor.
Afirma que la falta de voluntad del Estado para solucionar el conflicto y las
oportunidades perdidas han provocado su alargamiento y “multiplicado el sufrimiento de las distintas partes”. ETA reconoce el
sufrimiento provocado como consecuencia de su “lucha” y pide perdón “a los no implicados directamente en el
conflicto”. Deja el hacha, pero se jacta de su ·”trabajo”, ya que con su
“lucha” ha dejado un “pueblo vivo”,
donde “las garras del franquismo” hacían
agonizar a Euskal Herria. ETA ha hecho un llamamiento a los vascos ya que “la solución del conflicto y la construcción
de Euskal Herria os necesita a todo vosotros, porque el futuro es
responsabilidad de todos”. Ha reiterado los mantras de ETA: existencia de un conflicto
que justifica el recurso a las armas para la liberación del oprimido pueblo
vasco, situación de Euskadi en posición de igualdad con el Estado, y existencia
de víctimas en la dos partes. Para Marimar Blanco, Presidenta de la Fundación Víctimas
del Terrorismo, la palabra perdón queda muy bien en un comunicado, pero está
vacía de contenido si no reconoce los daños causados y sigue hablando de
conflicto y de víctimas de los dos lados. Para la eurodiputada Teresa Jiménez
Becerril, la petición de perdón es cínica y selectiva. Llega tarde y se dirige
sólo a los vascos, cuando los crímenes etarras se perpetraron en toda España.
Fernando Aramburu ha afirmado que
el comunicado de ETA le ha parecido una redacción de colegio de una
impresionante liviandad intelectual. Los últimos etarras que quedan pretenden hacerse
los buenos, los sensibles, los compasivos con una parte de sus propios asesinados,
los “no implicados directamente en el
conflicto”, que no se sabe muy bien quienes son, pero no existe la bondad
armada. “Estos sacralizqdores del suelo
patrio, persuadidos de la nobleza de su causa, creyeron implicarse en una
acción positiva montándose un paraíso, una comunidad ideal de vascos libres y
genuinos, por el expeditivo procedimiento de arrebatarles la vida a
otros…Ahora, los encargados de echar el cierre a la barraca del terror piden
con humildad impostada esa cosa imposible: la absolución histórica”. ETA se
considera perdonable y reitera la cantinela de la victimización del pueblo
vasco, y se jacta de hablar en su nombre y de imponer su utopía a tiro limpio.
ETA pretende convencernos de que recurrió a la violencia porque había una violencia
previa, que había continuado después de que la banda hubiera abandonado la
lucha armada. Ha mantenido con sostenida
pertinacia el mito de u n nacionalismo inocente y la tesis de que los
vascos han sido sempiternas victimas de la Historia , pero su relato no se sostiene.
Como ha
observado Joan Mezquida, el comunicado de ETA establece diferencias entre
víctimas y sólo pide perdón por algunas de ellas. Sigue alimentando la idea de
que existe un “conflicto político” en el País Vasco que hay que resolver y pretenden aparecer ante la Historia como unos
luchadores por la libertad del pueblo vasco, fabricando un falso relato de la Historia con tintes
épicos y revolucionarios, cuando no son más que una jauría de asesinos en serie
en vez de un grupo de gudaris.
Según un
editorial de “Libertad Digital”,
sería temerario hablar del “fin
definitivo de ETA” por lo que hagan o digan, o dejen de hacer o decir, unos
terroristas que siguen prófugos, en un comunicado en el que anuncian haber
disuelto completamente sus estructuras. Se supone que son los tribunales y las
fuerzas de seguridad los que deben desarticular esas estructuras, requisar su
armamento y detener a los criminales, pero desde hace décadas a quienes se
encomiendan estos menesteres no es al Estado de Derecho, sino a los propios
terroristas. Es lógico que una banda terrorista que no renuncia a sus fines
secesionistas ni repudie los medios criminales con los que los trató de
alcanzar, procure de sacar el mayor provecho posible a lo que denomina “fin de su recorrido”. Lo más penoso es
ver a los voceros de ETA campar a sus anchas en las instituciones. “Si éste es el final de ETA, sus ninguneadas
víctimas no se lo merecen”.
Como ha
señalado Jaime Mayor en una “tercera” en “ABC”, no estamos asistiendo al final de ETA, sino a su
metamorfosis o transformación. La banda
terrorista no sólo no ha desparecido,
sino que se ha extendido territorialmente y está más presente que nunca en
nuestra sociedad y en nuestro horizonte político y social, a través de la autodeterminación
como objetivo próximo. Ya no necesita
matar porque está en la política y, a través de ella, puede conseguir los
objetivos políticos que antes perseguía con las armas. Está acabada, pero su
proyecto de ruptura de España sigue vigente y más fuerte que antes, un proyecto
que se traduce en el debate sobre la autodeterminación de los pueblos y la
legalización de los referendums de libre determinación, que se ha extendido a Navarra,
Baleares y Valencia, además de a Cataluña. Asistimos a un punto y seguido de un proceso
de “resolución de conflictos”, mal
llamado “proceso de paz”, que impulsó
José Luis Rodríguez Zapatero y que sigue vivo. ETA alcanzó sus objetivos a
través de una serie de pactos por medio de sucesivas treguas-trampa, que
escenificó primero en Estella en 1998 con el PNV, después en Perpiñán en 2004
con ERC, y finalmente en 2005 con el Gobierno de Zapatero, con el que inició negociaciones
de paz tras haber declarado un alto el fuego permanente. “Yo no puedo –concluía el ex –Ministro del Interior- aceptar el proceso de ruptura de España a
través de una metamorfosis de ETA”.
Cayetano
González pone en duda que se haya disuelto ETA. Ha dejado de matar –lo cual es
una buena noticia-, pero sigue con el proyecto totalitario que ha encarnado,
por lo que –mientras éste subsista-, ni se habrá disuelto, ni habrá sido
derrotada. Su objetivo sigue siendo la destrucción de España. Cuando llegó a la
conclusión de que sin matar podia conseguir sus objetivos, dejó de hacerlo.
Desde hace año está en las instituciones, su heredero BULDU es la segunda fuerza
política en Euskadi, gobierna en 77 Ayuntamientos vascos, y tiene 17 diputados
en el Parlamento autonómico y dos en el Congreso. Según Luis María Ansón, se
disuelven porque no necesitan recurrir a la fuerza para financiarse, ya que
están en el poder en el País Vasco y en Navarra, y pueden luchar por sus
ambiciones totalitarias y separatistas desde las instituciones.
Para
Francisco Rosell, los malhechores filoetarras
propugnan un “punto y final” que suena a “punto y seguido”. En vez de
implorar perdón, se vanaglorian de un pretérito infame que blanquean impúdicamente
y principian otra fase en la que ya no tienen que manejar el hacha a la que
enrosca su condición de sierpe, al haberse apropiado de importantes parcelas de
poder a través de su brazo político BILDU, pero siguen moviéndose con la
sinuosidad del reptil. ETA ha sido reducida policial y judicialmente, pero
podría resarcirse si ganara la batalla ideológica del relato y se pusiera en la
piel del personaje del cuento de José
Agustín Goytisolo sobre “el lobito bueno
al que maltratan los corderos”. Como ha observado Iñaki Gil, “la serpiente ha jubilado el hacha, pero
quiere vender su piel como paz”.
Actitud de los
partidos políticos
El nacionalismo
vasco ha ofrecido dos caras muy distintas en la forma, pero coincidentes en el
fondo: la amable del “moderado” PNV y la terrible de ETA y sus circunstancias.
Coincidían en su objetivo –la libre determinación de Euskadi-, pero diferían en los medios para lograrlo, aunque
quizás no tanto. Como confesó Monseñor Xavier Arzallus en 1990 con una cándida
desvergüenza, “no conozco ningún pueblo
que haya alcanzado su liberación sin que unos arreen y otros discutan, unos
sacudan el árbol sin romperlo para que caigan las nueces y otros las recojan”.
El principal partido del País Vasco ha ejercido con fruición su labor de “recogenueces” y le ha ido de maravilla,
sin necesidad de gastarse y manteniendo su aureola de partido otrora inspirado
en el humanismo cristiano.
A excepción
del PP –y, a ratos, del Partido Socialista de Euskadi (PSE)-, los demás partidos,
antiguos y modernos, han mantenido que existe un conflicto político el en País Vadsco y es, por consiguiente,
necesario negociar para solucionarlo. Ya en el Manifiesto de 1998 ”Por una salida dialogada al conflicto vasco”,
los firmantes instaron al Gobierno a que asumiera sus responsabilidades y
buscara soluciones que fueran más allá
de las estrictamente policiales y apostara –con independencia de lo que hicieran los demás (¿?)- por la vía del
diálogo y de la negociación sin condiciones”. Iñigo Urkullu afirmó en 2004 que
ETA era algo más que una organización que tuviera un carácter exclusivamente
militar. Se trataba de una expresión más de lo que era un problema político que
afectaba secularmente a la sociedad vasca. Aunque los golpes policiales
desbarajustaran la organización, la raíz política no iba a ser solucionada.
Pachi López, por su parte, afirmó en
2005 que el primer paso lo tenía
que dar ETA al decretar la ausencia de violencia y que después los políticos
arreglarían los problemas políticos. O sea, que uno y otro, PV y PSE creían que
existía un “conflicto político” en Euskadi que debería ser resuelto mediante el
diálogo y la negociación entre las partes. La propuesta sobre el Preámbulo del
futuro Estatuto de Autonomía del País Vasco presentada por los peneuvistas en la Comisión del Parlamento
Vasco creada para su elaboración muestra de la identidad de miras entre el PNV
y ETA. En ella, se define a Euskal Herria como “un pueblo con identidad propia”, que ha pervivido en los siete
territorios históricos que forman el País Vasco, Navarra y la Mancomunidad de
Iparralde en el sur de Francia. La propuesta coincide casi en su integridad con
la formulada por ETA en su Declaración de disolución. El nuevo Estatuto
establecería una relación confederal entre Euskadi y el Estado español. El PP y
el PSE han criticado la propuesta por desarrollar las directrices marcadas por
ETA, si bien los socialistas no se plantean salir del Gobierno vasco en el caso
de que resultara aprobada, ya que hace mucho frío fuera del poder. Mientras el
PP, Ciudadanos y, en ocasiones, el PSOE han negado la existencia de un conflicto en el
País vasco, Izquierda Unida y Podemos (Ps) han dado en distintos momentos su
apoyo, si no directamente a ETA, sí a sus testaferros SORTU o BILDU.
Actitud de la Administración de
Justicia
Los
Tribunales de Justicia y el Ministerio Fiscal en el País Vasco han sido uno de
los baluartes en la lucha contra el terrorismo de ETA. El problema de la enorme
presión que los terroristas y su entorno ejercían sobre jueces y fiscales –y
que se reflejó en la actitud poco clara adoptada en ocasiones por el
Fiscal-Jefe de la Comunidad ,
Juan Calparsoro- quedó en buena medida superado cuando la Audiencia Nacional
(AN) asumió la competencia en los temas de terrorismo y la lejanía física de
jueces y fiscales hizo que disminuyera considerablemente la tensión, aunque no
se resolviera del todo, como se puso de manifiesto con los asesinatos de los
Magistrados del Tribunal Supremo (TS) Rafael Martínez Emperador y José
Francisco de Querol , del Magistrado del Tribunal Constitucional (TC) Francisco
Tomás , del Fiscal-Jefe del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, Luis Portero,
o de la Fiscal
de la AN Carmen
Tagle, así como con los atentados con paquetes-bomba contra los Magistrados de
dicha Audiencia Fernando de Mateo y José Antonio Jiménez Alfaro. La AN ha dictado 1.500 sentencias
sobre ETA, 713 de las cuales se referían a atentados mortales.
El borrón
negro en la
Administración de Justicia lo ha puesto el TC, que, aunque
imparta justicia, no es técnicamente un órgano jurisdiccional, pese a lo cual
ha pretendido erigirse en una instancia superior al TS y, en tres ocasiones, ha
anulado sentencias de este Tribunal: En 2009 en relación con el rechazo de la
candidatura de Iniciativa Internacional, en 2011 con la de BILDU y en 2012 con
la de SORTU. Especialmente grave fue la última sentencia, pues en la de BILDU
existía la atenuante de que en la candidatura se habían integrado dos fuerzas
políticas legales, Eusko Alkartsasuna y Alternatiba Eraizitzen. La mayoría –por
un voto- del TC descartó las pruebas e ignoró las sólidas argumentaciones del
TS, que estaban sólidamente fundadas desde el punto de vista fáctico y jurídico,
y llevaban a una certeza de sentido común. El TC calificó frívolamente estos
argumentos de “sospechas, convicción
subjetiva, juicio de intenciones e ilegalización preventiva”, y alcanzó
conclusiones tan absurdas como que SORTU no era una reconstitución o
refundación de otras organizaciones ilegalizadas ya que había una nítida e
indubitada ruptura respecto de ellas, y
que resultaba evidente que quienes llegaran a las instituciones en sus listas
de no darían legitimación ni apoyo político a ETA, sino que, antes al
contrario, desarrollarían “una actividad
de deslegitimización de cualquier conducta vulneradora de los derechos y
libertades fundamentales de las personas”. Como señaló Manuel Aragón en su
voto discrepante, el Tribunal incurrió en una flagrante contradicción ya que
–aunque afirmó que no le correspondía la revisión de las pruebas practicadas,
ni la valoración que de ellas, había valorado negativamente los elementos
probatorios tenidos en cuenta por dicho Tribunal y los había rechazado sin apenas motivarlo
jurídicamente.
Actitud de la
sociedad vasca en general
Según ha
observado Manuel Gutiérrez Aragón, al hablar de ETA no sólo hay que contar a
los activos, sino también a los “pasivos”, a quienes miraban para otro lado,
que eran una parte importante del problema. La actuación criminal de los
terroristas etarras ha sido posible porque han contado con la complicidad, la
tolerancia o la indiferencia de buena parte de la sociedad vasca, que no sólo
no ha consolado o arropado a las víctimas del terrorismo, sino que las han
ignorado, menospreciado e incluso forzado a abandonar sus hogares. Esta
situación de marginación ha sido magistralmente descrita por Aramburu en su
novela “Patria”, como “un mundo en que la ficción colectiva arrasó
con las responsabilidad y hasta con la conciencia individual de una comunidad
quebrada por el etnicismo y la estupidez”. Una sociedad que se ha abstenido
de condenar a los verdugos por las atrocidades cometidas para no significarse,
cuando no ha culpado a sus víctimas con la penosa e infamante coartada de “algo
habrán hecho” y causado el vacío en torno a ellas. Como afirmaba con
amargura la viuda del empresario euskaldún “Txato”
asesinado por la banda, no lo hemos enterrado, lo hemos escondido. “Las víctimas estorbamos y nos quieren
empujar con la escoba bajo la alfombra. Que no se nos vea y desaparezcamos de
la vida pública, mientras ellos consiguen sacar a sus presos de la cárcel
porque esa es su paz. Aquí no ha pasado nada y todos tan contentos”. El
párroco del pueblo le pidió que se ausentara durante una temporada del pueblo y
no regresara hasta que las aguas volvieran a su cauce, porque su presencia
causaba inquietud a la población y los vecinos tenían derecho a rehacer sus
vidas. Algunas actuaciones de las fuerzas de seguridad habían golpeado con
dureza al pueblo, pero –sin poner paliativo a esas terribles tragedias que
tanto dolor causaban-, no debía perder de vista el sufrimiento de otras
personas. Se habían producido registros,
detenciones y torturas, y había varios hijos de la villa encarcelados
por muchos años. Él o podía decir a estas familias “Vuestro hijo militaba en ETA ¡que os zurzan!”. Eran parte de “un conflicto en el que estaba implicada toda
la sociedad“ y no cabía descartar
que aquellos que deberían pedir perdón, esperaran a su vez
que les pidieran perdón a ellos y, como eso era muy difícil, lo mejor sería
esperar a que se calmara la situación y se fueran aminorando el dolor y los
agravios con el paso del tiempo.
Esta argumentación
es un claro ejemplo de la hipocresía bien pensante y del cinismo cómplice:
existencia de un conflicto que afectaba a toda la sociedad vasca; agravios de
España al País Vasco y represión de su pueblo; acusaciones generalizadas de
maltratos y torturas; equiparación del uso de la fuerza por parte del Estado y
por los terroristas; equidistancia entre los que aplicaban la ley y los que la
incumplían, con inclinación benévola hacia éstos; paridad entre verdugos y
víctimas, y crispación producida por la mera presencia de éstas; deseo de que
desaparecieran para que no entorpecieran la paz; obligación de las víctimas de
perdonar aunque no se les pidiera perdón; deber de pedirlo ellas por supuestos
agravios; pesar por los “presos políticos”; derecho de éstos a ser excarcelados
y a rehacer sus vidas…
Iñaki Gil ha señalado que muchos vascos compartieron fines y medios con
ETA: Unos votaba a Herri Batasuna, otros señalaban objetivos y otros apretaban
el gatillo. Muchas persona supuestamente
honorables gritaban “¡ETA, mátalos!” Según
José Antonio Marina, se activaban los
virus nacionalistas de la idolatría que deshumanizaba al contrario y los enemigos
dejaban de tener la condición de personas. Para Edurne Portela –autora de “El eco de los disparos” y de “Mejor la ausencia”, que describen la
violencia ejercida por el entorno de ETA-, muchos adoptaron el punto de vista
del testigo, que, “si no es indiferente
al problema de la violencia, sí le dio la espalda y eligió no querer entender,
porque hacerlo resultaba complicado y emocionalmente agotador”. Gil ha recordado que los etarras han pasado 60
años segando vidas, desde el primer tiro al último comunicado. Unos recogían
las nueces mientras otros arreaban al árbol, y otros pronunciaban sermones
equidistantes justificando 854 muertos. “¿Pensabais
que iba a pedir perdón, ilusos?”. Toda una vida se nos ha pasado aguantando
su matonismo y su superioridad moral de vanguardia armada de Euskal Herria. “¿Soñabais que iban a arrepentirse, ilusos? Se
van como llegaron, dando lecciones”.
La sociedad
vasca desea volver cuanto antes a la normalidad a cualquier precio, incluidos
los de una amnesia colectiva y un olvido culpable. Bien al contrario, hay que desterrar el olvido, porque lo peor sería
–en opinión de Carlos Urquijo - que “los
cómplices del terror se erigieran en redactores del relato para blanquear su
siniestro papel en esta tragedia. Ninguna paz será digna de tal nombre si el
relato no contiene una condena explícita de ETA y de su historia criminal”.
La consigna era recuperar la ansiada normalidad recurriendo al somnífero del olvido
y –como ha señalado Joseba Arregui- había nacionalistas que estaban dispuestos
a vivir, no ya como si ETA no existiera, sino como si no hubiera existido
nunca. Pero por mucho que quieran pasar página, la sociedad vasca no podía
ignorar su inmediato pasado y sumirse en una amnesia inducida para eludir su
parte de responsabilidad. La reconciliación y el perdón son cualidades
maravillosas, pero han de estar basados en el reconocimiento del daño causado,
la voluntad de superar los enfrentamientos y la petición de perdón. La sociedad
vasca tiene esta asignatura pendiente.
Actitud de la Iglesia vasca
El mismo
día que ETA anunciaba su disolución, los Obispos de Vitoria, Bilbao, San
Sebastián, Pamplona, Tudela y Bayona publicaron un comunicado en el que
declaraban: ”Somos conscientes de que
también se han dado entre nosotros complicidades, ambigüedades y omisiones por
las que pedimos sinceramente perdón”, auque no especificaran en qué habían consistido
éstas. Afirmaban que “además del inmenso
y prolongado sufrimiento infligido por la violencia, nuestro pueblo ha padecido
un daño espiritual y social incalculable, provocado por las ideologías
totalitarias e idolátricas que alimentaron el fenómeno terrorista y generado un
daño incalculable. En el momento presente, nuestra sociedad tiene que afrontar
el reto de la reconstrucción y de la reconciliación, consciente de que ello
está en íntima conexión con los valores
evangélicos“. Señalaban que había que reparar el mal causado y se mostraban
partidarios de “la oportunidad de atender
las peticiones de los presos inmersos en diversas necesidades humanitarias”.
Como reza
el refranero español, “más vale tarde que
nunca” y “nunca es tarde si la dicha
es buena” y, por tanto, bienvenida sea la petición de perdón de los
purpurados. No obstante, cabe oponer algunos peros a la misma. En primer lugar,
¿qué pito tocan los Obispos de Pamplona, Tudela y Bayona en una declaración que
afecta al País Vasco. Con su incorporación a la Declaración , los
Obispos hacen el caldo gordo a los nacionalistas al implicar en ella a los
pastores de las diócesis de dos territorios ajenos al País Vasco, como Navarra
y las prefecturas de los territorios vascoparlantes franceses de Iparralde, con
lo que se alinean, consciente o inconscientemente, con las tesis de ETA y del
nacionalismo. No parecían tener demasiada empatía con las víctimas del terrorismo etarra del que
sólo hacían una condena abstracta e ideológica, pero se mostraban en cambio sensibles
a las demandas de los criminales de ETA encarcelados, que parecían ser los
únicos que tenían necesidades humanitarias. No condenaron a la banda por haber establecido
dos categorías de víctimas y haberse limitado a pedir una reparación “en la medida de lo posible”.
ETA surgió
de las juventudes del entonces confesional PNV, se desarrolló al amparo de los
conventos y de las sacristías de las iglesias, y contó con la comprensión -cuando
no la complicidad- del clero vasco y de parte de la jerarquía, especialmente de
los que fueron Obispos de San Sebastián, José María Setién y Juan María
Uriarte. Aquél –descrito como “abertzale
con alzacuello”- fue especialmente notorio por sus simpatías nacionalistas,
su complacencia con el entorno etarra y su falta de empatía con las víctimas
del terrorismo, como ha puesto de manifiesto María San Gil en su libro “En la mitad de la vida”. Cuando fue a
quejarse por su desconsideración con la familia del asesinado Gregorio Ordóñez
y le echó en cara que no tratara a todos sus feligreses por igual, Setién le
replicó:”¿Dónde está escrito que haya que
querer a todos los hijos por igual?”.
San Gil ha mantenido que la institución eclesiástica en el País Vasco ha
adolecido de falta de ejemplaridad e incluso de caridad cristiana. Negaban
iglesias para la celebración de los funerales de miembros de las fuerzas de
seguridad asesinados por ETA y, cuando se autorizaban, se hacían de tapadillo,
los féretros salían por la puerta trasera y eran enterrados de madrugada.
Setién ponìa reparos a que se celebraran funerales de este tipo en la Catedral del Buen Pastor
–como en el caso del senador socialista Enrique Casas- y se negaba a que se
cubrieran los féretros con la bandera española, mientras cedía gustoso locales
de la seo para los encierros de las madres de presos o de las Gestoras pro
Amnistía. Dejo constancia de sus opiniones en el libro “Un Obispo vasco ante ETA” y, entre otras cosas, manifestó que entre
la Iglesia y
ETA existía una interrelación que no se podía ignorar, que la Iglesia debía intervenir a
favor de los derechos fundamentales incluso del mundo de los verdugos, que las
víctimas eran manipuladas y utilizadas políticamente, que éstas deberían
conceder su perdón a los asesinos aún cuando éstos lo rechazaran, que la violencia
no invalidaba la justicia y la ética de los objetivos políticos de ETA como la
autodeterminación y la territorialidad, que los derechos históricos de los
vascos habían sido violentados mediante la acción de una violencia que se había
convertido en derecho, que no quería para Euskadi la unidad del modelo
soberanista de la llamada nacionalidad española o que reivindicaba el derecho a
la autodeterminación, lo que no implicaba necesariamente el derecho a la
secesión. Esta afinidad entre ETA y la Iglesia vasca se ha puesto de manifiesto con el
hecho de que, de las 15.469 personas sobre las que la banda había recabado
información, tan sólo una estaba vinculada a la institución eclesial.
Tanto
Setién como su sucesor Uriarte se esforzaron por quitarle la voz a las
víctimas, “a las que no correspondía
tener un peso decisivo“ y que no deberían “inhibir los movimientos del Gobierno que puedan conducir a la
reconciliación”. No existía acuerdo
sobre quiénes eran víctimas del terrorismo y, para identificarlas, no había que tener en cuenta “la causa defendida”, sino “el sufrimiento hondo padecido en la
confrontación”. Ante la radicalización de Setién, el Vaticano lo forzó a
dimitir en el año 2.000. Los últimos Obispos nombrados en el País Vasco -como
el de Bilbao, Mario Iceta, o de San Sebastián, José Ignacio Munilla- son bien
diferente. Así, Munilla ha afirmado que la Iglesia tenía un gran déficit en el
acompañamiento a las víctimas del terrorismo, que “merecen un trato y un mimo especial”.
La actitud
de buena parte del clero vasco se ha visto lúcidament reflejada en la novela de
Aramburu, que –si bien se trata de ficción- está muy cerca de la realidad. El
párroco Don Serapio dirigía las siguientes palabras a la madre del asesino del Txato: Esta lucha nuestra es la lucha
justa de un pueblo en su legítima aspiración de decidir su destino. Es la lucha
de David contra Goliat. No es una lucha individual y egoísta, sino –ante todo-
un sacrificio colectivo, y Xose Mari [el asesino] , como tantos otros, había
asumido su parte con todas las consecuencias. Dios nos hizo a los vascos como
somos, tenaces en nuestros propósitos, trabajadores y firmes en la idea de una
nación soberana. Por eso me atrevería a decir que sobre nosotros recae la misión cristiana de defender nuestra
identidad. ¿Tu crees que Goliat, con su tricornio a la cabeza y sus
torturadores de patio de cuartel van a mover un dedo a favor de nuestra
identidad? La misma humillación que tú y tu familia tuvísteis que soportar la
padecen a diarios miles de personas en Euskal Herria. Y son los mismos que nos
maltratan los que luego hablan de democracia –su democracia-, que es la que nos
oprime como pueblo. Por eso, con el corazón en la mano, te digo yo que nuestra
lucha “no sólo es justa, sino también necesaria”,
hoy más que nunca. Resulta indispensable porque es defensiva y tiene por objeto
la paz. ¿No has oído las palabras de nuestro Obispo? “Si un día –concluía el bueno de Don Serapio- encuentras a tu hijo, dile de mi parte, del párroco de su pueblo, que
tiene mi bendición y que rezo mucho por él”. Sí, efectivamente los Obispos
vascos tienen sobrados motivos para pedir perdón, aunque sea con la boca
pequeña.
¿Disolución de ETA?
Según Ángeles Escrivá, con el
pretexto de que había que certificar la disolución de ETA, la izquierda
abertzale organizó un acto internacional en Cambo-les-Bains para que los
participantes blanquearan el comunicado hecho público por la banda. A este
montaje se prestaron los figurantes internacionales autoproclamados mediadores,
liderados por el abogado sudafricano Brian Currin. Participaron algunas
personalidades como el antiguo Primer Ministro irlandés, Bertie Ahern, el ex –Director General del FMI, Michel
Camdessus o el ex –Alcalde de Méjico, Cuahtemoc Cárdenas, que ni ellos mismos
sabían por qué estaban en el país vasco-francés. Asimismo asistieron al festival del entierro
de la serpiente o de la sardina el Presidente del PNV, Andoni Ortúzar, y unos
representantes de Ps y de UGT. Que PNV y Ps acompañaran a sus deudos batasunos
en el macabro homenaje a ETA entraba dentro de la lógica. No tanto lo del
Sindicato otrora socialista que, bajo el liderazgo del charnego Pepe Álvarez,
se ha alineado con el independentismo. Ortúzar fue el único asistente que
mencionó a las víctimas además de Ahern
-que se congratuló por la inexistente referencia a las víctimas en el
comunicado- y dio un moderado sopapo a la banda al calificar su legado de
“infierno”, afirmar que sin ETA la sociedad vasca se había “sacudido el plomo de las alas” y rendir
homenaje “quienes no han permitido llegar
aquí”, entre los que incluyó a las víctimas. Se dio lectura a la “Declaración de Arnaga”, en la que los
mediadores internacionales daban la bienvenida a la decisión de ETA de
disolverse –“momento histórico para Europa
ya que marca el fin del último grupo armado en el continente”-, echaban la
culpa de todo al Gobierno español y señalaban
que aún quedaba por resolver el problema de los presos y de los huidos. En
paralelo, se celebró en Bertiz una
cumbre autonómica en la que los Presidentes del País Vasco, Iñigo Urkullu, y de
Navarra, Uxue Barkos, pidieron al Gobierno español el acercamiento de los
presos a sus lugares de residencia y la modificación de la política de
reinserción, y decidieron crear un Grupo de Trabajo para abordar cambios en la
política penitenciaria del Gobierno tras la disolución de ETA.
Pese a los
festejos celebratorios, ETA ha tenido que disolverse formalmente por consunción
ante los numerosos golpes policiales y judiciales recibidos que han ermado sus
efectivos. Ha fracasado en la imposición del los objetivos de la “Koordniadora Abertzale Sozialista”
–Alternativa KAS-, que pretendía el ejercicio del derecho de autodeterminación
en Euskadi y la creación de un Estado que incorporara a Navarra y a todos los
territorios vascos en España y Francia, la expulsión del Ejército y de las Fuerzas
de Seguridad Españoles, una amnistía total, la legalización de todos los
partidos y el reconocimiento del euskera
como la lengua oficial y prioritaria del nuevo Estado; es decir, conseguir un
Estado “independiente, unificado, socialista y euskaldún”. A estos calificativos ha añadido últimamente –signo de
los tiempos- el de “antipatriarcal” o “borroka-feminista”.
La banda se ha puesto la mini-falda y el “piercinng”
y se ha desplazado hacia una nueva
bandera que está dando contenido y cohesión a los militantes de extrema
izquierda: la supuesta revolución feminista. El mundo filoetarra ha tratado de
“aggiornarse” y se arroga ahora la defensa de una causa muy
de moda en la sociedad actual. Ello permite a personajes tan nefastos como Arnaldo
Otegui darse ínfulas de defensor de las mujeres y de la democracia.
Aunque haya
sido derrotada y tenido que disolverse, ETA conserva aún importantes bazas.
Como ha advertido Mayor Oreja, no hay proceso de resolución de conflictos que
no implique el pago de un precio político. “La
gravedad radica en la potencia que adquiere la exigencia de la
autodeterminación, del derecho a decidir -aunque se llame de otra manera-, que
requiere previamente un cambio de
la política penitenciara y, sobre todo, un proceso de
desdramatización de aquella
reivindicación, que es a lo que vamos a asistir en los próximos tiempos”. Para el Presidente de “Dignidad y Justicia”, Daniel Portero, ETA sólo buscaba con su
comunicado el acercamiento de los presos
y presionaba al PNV a que lo exigiera a Rajoy como contrapartida al apoyo de
sus diputados para la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado de
este año. Jon Juaristi se ha mostrado pesimista al respecto y señalado que la
banda logrará su objetivo porque el Gobierno necesitaba al PNV para la
aprobación de los presupuestos y el PNV requería la impunidad de ETA “para tener la fiesta en paz”.
Las
víctimas están con la mosca en la oreja y en la reciente reunión con el
Presidente del Gobierno le han instado a que no modifique la política
penitenciaria, ni acepte el acercamiento de los presos etarras. Rajoy les respondió
que no realizaría cambio alguno en la política penitenciaria, si bien esquivó cualquier
compromiso sobre el acercamiento de presos, que es asimismo apoyado por el PSOE
y por Ps. No hay que fiarse demasiado teniendo en cuenta el antecedente de la
vergonzosa liberación del archi-asesino Uribetxeberría. Rajoy ha declarado que
“los crímenes seguirán investigándose y juzgándose, y las condenas seguirán
cumpliéndose”, aunque está por ver si mantiene esa firmeza dado que su
presidencia está cogida con pinzas y al albur de las presiones peneuvistas . El
Ministro de Interior, Juan Ignacio Zoido, ha afirmado asimismo que, antes y
después del comunicado, los etarras serán perseguidos dondequiera que se
encuentren y no habrá impunidad. ETA sólo ha renunciado a unas siglas vacías y
en descomposición. Podrán desaparecer esas siglas, pero eso no borrará el
sufrimiento que han infligido a las víctimas, ni eliminará la responsabilidad
penal por los asesinatos cometidos. Joaquín Echeverría –padre de Ignacio, el joven
asesinado por los yihadistas en Londres-
ha pedido al Gobierno, en nombre de las víctimas, que trate de resolver los 358
crímenes de ETA aún sin esclarecer. La actuación al respecto de los distintos
Gobiernos no ha sido esperanzadora. Es paradigmático el caso de José Ignacio
Uastarán, asesinado en Vitoria en 1980. Su viuda, Rosario Muela –a la sazón
Concejal por UCD en la capital vasca- ha afirmado que, Gobierno tras Gobierno,
nadie se había preocupado del caso. Hasta 2017 no pudo tener acceso al sumario
gracias a COVITE, pero ya era demasiado tarde pues el caso había prescrito debido
al comportamiento negligente del Estado.
Un grupo de
personalidades vascas afines a las víctimas –entre los que figuraban Consuelo
Ordóñez, Maite Pagazaurtundúa o Fernando Savater- hicieron público un
comunicado en el que ponían de manifiesto su preocupación por cuestiones como
la engañifa del falso perdón solicitado
por ETA o la existencia de tanto crímenes sin resolver. Según Gistau, el auto-blanqueamiento
etarra y su cínica socialización del sufrimiento y de la responsabilidad
incluyen esfuerzos para legitimarse ante la Historia cara al futuro, pero -como ha señalado
Pagazaurtundúa- cualquier relato que reparta las culpas o difumine la
responsabilidad de ETA haría una falsa contribución a la paz y permitiría el
olvido del único responsable de los crímenes cometidos. Para Zoido, si los
etarras quieren exonerarse de su responsabilidad histórica tendrán que
arrepentirse de sus crímenes, pedir perdón a las víctimas, pagar las deudas
contraídas y colaborar con la
Justicia para esclarecer los atentados aún sin resolver.
En la
tradición monárquíca, cuando un monarca fallece, la Corte proclama “El Rey ha muerto, ¡Viva el Rey!”. ETA pretende hacer algo semejante, pero, aunque
asegure haberse disuelto, no abjura de sus objetivos totalitarios que intentará
alcannzar desde las instituciones, ni de su historial sangriento, y va a
mantener a tal efecto un organismo clandestino para velar por la llama del
legado etarra. El Gobierno, los partidos constitucionalistas y la sociedad
española en general no pueden aceptar semejante pretensión, y deberán hacer
todo lo posible para que la disolución definitiva de ETA sea una realidad.
Madrid, 13 de Mayo de 2018
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