Dos
importantes eventos culturales relacionados con el País Vasco merecen
últimamente ser reseñados y comentados:
La publicación de la novela “Patria”
de Fernando Aramburu y la proyección del documental “Contra la impunidad” de Iñaki Arteta. En mis años colegiales,
tiempo ha, recitábamos la oda patriótica de Bernardo López García sobre el 2 de
Mayo, cuya primera estrofa decía lo siguiente:
“Oigo
patria tu aflicción
y escucho el triste concierto
que forman, tocando a muerto,
la campana y el cañón.”
Exposición lúcida en
“Patria” de la situación en el País
Vasco
Estos versos
me recuerdan la situación existente en el País Vasco. Oigo las campanas de
algunos conventos e iglesias donde se incubó el huevo de la serpiente de ETA y
desde donde se justificaba y alentaba la actuación terrorista de los sedicentes
gudaris. Esta situación ha quedado lúcidamente reflejada por Aramburu, que pone
en boca del párroco de un pequeño pueblo guipuzcoano cercano a San Sebastián -donde
se desarrolla la acción de la novela- las siguientes palabras, plenas de
resonancias bíblicas, dirigidas a la madre del etarra huido a Francia: Esta
lucha nuestra es la lucha justa de un pueblo en su legítima aspiración de
decidir su destino. Es la lucha de David contra Goliat. No es una lucha
individual, egoísta, sino, ante todo, un sacrificio colectivo y Xose Mari –como
tantos otros- ha asumido su parte con todas las consecuencias. Dios nos hizo a los vascos como somos,
tenaces en nuestros propósitos, trabajadores y firmes en la idea de una nación
soberana. Por eso me atrevería a decir que sobre nosotros recae la misión cristiana de defender nuestra
identidad. ¿Tú crees que Goliat con su tricornio a la cabeza y sus torturadores
de patio de cuartel van a mover un dedo en favor de nuestra identidad?. La
misma humillación que tú y tu familia tuvisteis que soportar [un registro de su
casa por la Guardia Civil ]
la padecen a diario miles de personas en Euskal Herría. Y son los mismos que
nos maltratan los que luego hablan de democracia, su democracia, que es la que
nos oprime como pueblo. Por eso, con el corazón en la mano, te digo yo que
nuestra lucha no solo es justa,
sino también necesaria, hoy más que
nunca. Resulta indispensable porque es defensiva y tiene por objeto la paz. ¿No
has oído las palabras de nuestro Obispo?. “Si
un día –concluye Don Serapio- encuentras
a tu hijo, dile de mi parte, del párroco de su pueblo, que tiene mi bendición y
que rezo mucho por él”. Son palabras emotivas, convincentes y consoladoras.
No en vano, la ama del huido -lavado
su cerebro- le responde: “Ahora sí que
tengo las ideas claras”.
En cuanto
al cañón, no oigo pero siento el sonido de los disparos de las pistolas browning que asesinaron cobardemente al
profesor Manuel Broseta –con el que coincidí en el Colegio Mayor “César
Carlos”-, al general Luis Azcárraga -con
el que colaboré durante su época de Director General de Aviación Civil-, al
matrimonio Jiménez Becerril –a cuya familia conocía en Sevilla- o al concejal Miguel
Ángel Blanco, cuya ejecución fue un arquetipo de crueldad y de vesania. Siento el
estampido de los coches-bomba que destrozaron el cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza o el
supermercado Hipercor de Barcelona, causando decenas de víctimas –incluidos
mujeres y niños-, porque los valerosos gudaris, además de socializar el terror,
exportaron su mensaje destructor más allá del País Vasco.
Culpabilidad de las
víctimas
Buena parte
de la sociedad vasca se ha abstenido de condenar a los verdugos por las atrocidades
cometidas y culpado a sus víctimas –“¡Algo habrán hecho!”, es la penosa
coartada-, a las que han ignorado causando un vacío en torno a ellas, cuando no
menospreciado y acosado. Como afirma en la novela la viuda del modesto empresario
euskaldún “Txato”, asesinado por ETA, no hemos enterrado a mi marido, lo hemos
escondido. Las víctimas estorbamos y nos quieren empujar con la escoba debajo
de una alfombra. Que no se nos vea y desaparezcamos de la vida pública,
mientras ellos consiguen sacar a sus presos de la cárcel, porque ésa es su paz
. Aquí no ha pasado nada y todos tan contentos.
Lo paradójico es que el entorno
de los etarras se considera víctima de las víctimas. Cuando la viuda regresa
con toda clase de cautelas a su casa del pueblo, su antigua y mejor amiga,
madre del etarra encarcelado, estima que lo hace con malas intenciones y para
provocar, y pide al párroco que le diga que se vaya del pueblo. El bueno de Don
Serapio acepta gustoso la mediación solicitada por estimar que su presencia causaba
inquietud a la población. He venido a pedirte un favor en nombre de la gente
del pueblo, le dice: que no vengas durante una temporada hasta que las aguas
vuelvan a su cauce y haya paz. Dios es misericordioso y lo que has sufrido aquí
te lo compensará en el más allá. No dejes que el rencor se adueñe de tu alma.
Los vecinos tienen derecho a rehacer sus vidas [la viuda, al parecer, no] y
darle una oportunidad a la paz. La hucha armada y algunas actuaciones de las
fuerzas de seguridad del Estado han golpeado con dureza al pueblo y se han
producido por desgracia muertes como la de su marido, pero –sin buscarle
paliativos a esas terribles tragedias que tanto dolor nos causan, no deberías
perder de vista el sufrimiento de otras personas. Se han producido represiones,
hecho registros por las buenas y detenido y torturado a inocentes. Hay nueve
hijos de la villa encarcelados por muchos años y él no era quién para entrar en
razones de si merecían o no el castigo. No puedo ir a casa de esas familias,
que también están destrozadas, y decirles: “Vuestro
hijo militaba en la ETA .¡Que os zurzan!. Había llegado el tiempo
de que se perdonen los unos a los otros. Eran parte de un conflicto en el que estaba implicada toda la sociedad y no cabía
descartar que aquéllos que deberían pedir perdón esperaran, a su vez, que les
pidieran perdón a ellos y, como eso era muy difícil, lo mejor era que, en ese
momento en que no había atentados, se calmara la situación, terminara la
crispación y se fueran aminorando el dolor y los agravios con el paso del tiempo.
Él no era un jurista ni un político, sino un simple sacerdote que quería
contribuir a que la gente de su pueblo viviera en paz.
Esta argumentación es un claro ejemplo de la
hipocresía bienpensante y del cinismo cómplice: existencia de un “conflicto”
que afectaba a toda la sociedad vasca; agravios de España al País Vasco y
represión de su pueblo; acusaciones generalizadas y sin pruebas de maltrato y
torturas a los vascos; equiparación del uso de la fuerza por el Estado y por
los terroristas; equidistancia entre los que aplicaban la ley y los que la
incumplían, con inclinación benévola hacia éstos; paridad entre verdugos y
víctimas; ausencia de condena por los crímenes de ETA; crispación producida por
la mera presencia de las víctimas; culpabilización explícita o implícita de éstas
y deseo de que desaparezcan para que no entorpezcan la paz; obligación de las
víctimas de perdonar, aunque no se les pidiera perdón; deber de pedirlo ellas a
los verdugos por supuestos agravios; pesar por los “presos políticos”, sin
plantearse si fueron o no acreedores de castigo por su conducta; amnesia
colectiva de la sociedad vasca, que desea hacer “borrón y cuenta nueva”, peeo sin pedir cuentas;
derecho de los presos etarras a ser excarcelados y a rehacer su vida, aunque no
se hubieran arrepentido de sus crímenes….
Cayetana Álvarez
de Toledo ha dicho de “Patria” que es un retrato de la devastación que provoca
el ensueño identitario en una sociedad cerrada: Jóvenes embrutecidos que
disparan en la nuca para ganar prestigio ante la pandilla, madres fanatizadas por
amor a sus hijos asesinos, adultos carcomidos por la cobardía capaces de
condenar a su mejor amigo a la muerte civil, que precede a la física, con tal
de evitarse un problema, clérigos pródigos en la más abyecta adversativa…Con
delicadeza y precisión, la novela “describe un mundo en que la ficción
colectiva arrasa con la responsabilidad y hasta con la conciencia individua,
una comunidad quebrada por el etnicismo y la estupidez”. Su protagonista es
el nacionalismo identitario y excluyente, que exalta una “patria” -con
minúscula- parroquiana y mezquina, de caserío y de taberna. Buena parte de la
sociedad vasca ha idealizado y justificado la actuación de estos supuestos
héroes que luchan por la liberación de su patria y que, si a veces mataban, era
por exigencias del guión y sin mala intención. Los vascos –como los catalanes- pueden
tener una patria en su terruño, pero los españoles no. Pueden tener una
“ikurriña” –o una “senyera” los catalanes-, pero los españoles deben abstenerse
de mostrar la bandera rojigualda establecida en España desde la época de Carlos
III, porque su exhibición constituye una ofensa y una provocación para los
oprimidos pueblos de esas partes de España. Lo que es sano patriotismo digno de
encomio a nivel regional, es una manifestación de franquismo y de fascismo a
nivel nacional.
Operativamente
derrotada por la acción policial y judicial y por la cooperación internacional,
ETA declaró el 20 de Octubre de 2011 el cese definitivo de su actividad armada,
pero –como ha señalada Álvarez de Toledo- el odio, el matonismo, la ignorancia
y el proyecto político identitario que asesinaron al “Txato” siguen ahí. El Tribunal Constitucional –que había confirmado
la ilegalización de Herri Batasuna en 2004- cambió de criterio y lamentablemente
decidió en 2011 por un voto la legalización de Bildu, su heredero universal.
Desde entonces, los miembros de la banda terrorista y sus muñidores se
incorporaron a las instituciones políticas vascas para conseguir el logro de
sus objetivos por otros medios. Desde las instituciones en las que participan
-y en ocasiones controlan- en el País Vasco y en Navarra a nivel municipal y
autonómico, han legitimado la violencia como medio para alcanzar sus fines
políticos. Buena prueba de ello ha sido la reacción de los filo-etarras ante la
agresión masiva producida el pasado 15 de Octubre en Alsasua (Navarra) contra
dos mandos de la Guardia Civil
y sus respectivas novias. Una juez de la Audiencia Nacional
ordenó la detención de seis de los participantes por la comisión de delitos de
atentado, lesiones, provocación a la discriminación, odio y terrorismo. El
Gobierno de Navarra y la
Alcaldía de Pamplona han condenado estas detenciones por
considerarlas injustificadas. La “buena” gente del pueblo se manifestó contra
las detenciones y su Ayuntamiento condenó los hechos y expresó su “preocupación y malestar por la masiva
presencia de la Guardia
Civil ”. Se está produciendo un proceso de “batasunización” de la vida política del
País Vasco y de Navarra. A loa abertzales
de Bildu y a los jeltzales del PNV –que
tratan de no verse superados en nacionalismo por aquéllos- se suma la filial de
Podemos, que –como un camaleón- se ha confundido con el paisaje nacionalista y
se ha declarado defensor a ultranza del derecho a decidir. Hasta el Partido
Socialista de Euskadi se ha visto contagiado por el virus autodeterminista y
–tras su fracaso en las última elecciones autonómicas en las que obtuvo sus
peores resultados- se ha vendido al PNV por un plato de lentejas con chistorra:
tres carteras autonómicas, calificadas de “monedero” por Santiago González
-Trabajo, Turismo y Vivienda-. En contrapartida, ha tenido que aceptar que el
Parlamento acuerde un nuevo Estatuto, en el que se reconozca que Euskadi es una
nación y que Pueblo Vasco –con mayúscula- tiene derecho a decidir
unilateralmente su futuro, aunque –y en esto se diferencia del “proces” catalán- en el marco del
“ordenamiento jurídico vigente en cada momento”. EL PNV tiene intención de
someter el texto del Estatuto elaborado por el Parlamento a la aprobación del
pueblo vasco antes de remitirlo al Congreso para su adopción. La Historia se repite y el
PSE se parece cada vez más al PSC. Baste recordar lo que ocurrió tras la
decisión de Pascual Maragall de modificar el Estatuto de Sau y el compromiso de
José Luis Rodríguez Zapatero de aceptar lo que decidiera el Parlament. De tales polvos vienen los
actuales lodos catalanes. El PSOE no ha
aceptado hasta ahora que una Comunidad Autónoma pueda tomar decisiones unilaterales que afecten a la soberanía
nacional. Ahora, sin embargo, la Secretaria General del PSE, Idoia Mendía, ha
admitido que “no se puede cercenar el
debate” y declarado que el término “nación” en sentido cultural es perfectamente
aceptable. El problema es que al PNV y a sus conmilitones nacionalistas –originarios
o neófitos- lo que les interesa es el sentido político y jurídico del término,
del que deriva el derecho de libre determinación del pueblo soberano de Euskadi.
Mendía ha presumido incluso de que el pacto PNV-PSE podría servir de guía para
resolver la situación en Cataluña.
Documental de Arteta “Contra la impunidad”
El documental de Iñaki Arteta “Contra la impunidad” está basado en el
libro de Juanfer Calderón “Agujeros del
Sistema: Más de 300 asesinatos de ETA sin resolver”. La cinta describe el
fracaso policial, judicial, político y social que supone que más de 300
asesinatos cometidos por los esbirros etarras estén sin resolver y pronto se
vean impiadosamente cubiertos por el manto de la prescripción. En la cinta, Joseba
Arregui afirma que ”conviene que quede claro
que hubo víctimas y verdugos, no vaya a ser que se termine imponiendo la posverdad de la lucha armada de los
nobles gudaris contra la opresión del Estado represivo”. Esto es lo que
pretenden –y están parcialmente consiguiendo- ETA y su entorno, así como parte
de la sociedad vasca. Según Iñaki Gil, el cese definitivo de la violencia
decretado por una ETA moribunda “abrió
una ventana para conocer nuestro pasado más negro: un gran ejercicio de memoria
histórica y reparación pendiente”. El vocablo “posverdad” -“post-truth”-
se ha puesto de moda. Es un neologismo aceptado por el Diccionario de Oxford, que
lo define como “situación en que las
emociones y creencias personales influyen más en la formación de la opinión
pública que los hechos objetivos”. Para José Antonio Marina, ha sido un
sempiterno mecanismo de manipulación política. Una falsedad que continúa siendo
aceptada a sabiendas de que es una falsedad. Como ha expuesto gráficamente en “El Mundo” el caricaturista Ulises
Culebro, “primero exigimos la verdad,
pero nos la negaron y en su lugar nos dieron la posverdad…, que es una de las
formas más bellas del auto-engaño”. Hace más de cuatro años publiqué en el
diario digital “Vox Pópuli” un
artículo titulado “Amnesia colectiva en
el País Vasco”, que concluía con estas palabras: “Por mucho que desee implantar la normalidad en el país, la sociedad
vasca no puede ignorar su inmediato pasado y sumirse en una amnesia inducida
para eludir su parte de responsabilidad. Están sin aclarar 326 de los 858
asesinatos de ETA y puede que sus autores ocupen puestos institucionales. La
reconciliación y el perdón son cualidades maravillosas, pero han de estar
basados en el reconocimiento del daño causado, la voluntad de superar los
enfrentamientos y el deseo de ser perdonados”. Poco más tengo que añadir hoy. Siento Patria tu aflicción…