domingo, 27 de febrero de 2022

"Anchluss" de Ucrania por parte de Putin

“ANCHLUSS” DE UCRANIA POR PARTE DE PUTIN En la madrugada del pasado 25 de febrero se consumó el inicio de una invasión anunciada: las de Ucrania por parte de la armada imperial del neo-zar Vladimir Putin por tierra, mar y aire, y desde tres de las esquinas de la malhadada nación, de la que –parafraseando a Porfirio Díaz- cabría decir “Pobre Ucrania, tan lejos de Dios y tan cerca de Rusia”. Las reiteradas advertencias de los servicios de inteligencia de Estados Unidos se han confirmado, pese a las reiteradas y obscenas declaraciones de Putin de que aspiraba a solucionar el conflicto por la vía diplomática. Conozco personalmente a Putin, que es un personaje inteligente, calculador, astuto, ambicioso y mesiánico, que no suele “dar puntada sin hilo”. Se considera una reencarnación de Iván el Terrible, llamado a restaurar las pasadas grandezas del Imperio ruso en su versión soviética, restañando la traición cometida a medias por Gorvachov y por Yeltsin, que llevó a la disolución de la URSS, uno de los mayores desastres en la Historia de la nación rusa, de la que Ucrania forma parte. Ha actuado como Hitler en 1938, solo que –como los Chamberlain y Daladier de hoy día no han aceptado entregar a Putin sus “Sudetes” del Donbás- éste ha optado por la fórmula “Polonia” e invadido Ucrania. En el conflicto provocado por la agresión de Rusia cabe apreciar aspectos militares, políticos, económicos internacionales y sociales. Aspectos militares Ucrania no es miembro de la OTAN y, por tanto, no cabe que se aplique el artículo 5 del Tratado de Washington, que prevé la prestación de ayuda militar por parte de los demás miembros de la Alianza en caso de que un Estado miembro fuera agredido por otro Estado. Tanto el presidente norteamericano, Joe Biden, como el Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, han repetido que, por esta razón, la Alianza no enviaría tropas a Ucrania. Incluso Biden tuvo una intervención poco afortunada al distinguir entre la realización por parte de Rusia de una ataque generalizado contra Ucrania o de ataques puntuales y localizados. Estas declaraciones han permitido a Putin iniciar su agresión a Ucrania sin riesgo alguno de represalia militar por parte de la OTAN o de Estados Unidos. Las tropas rusas han iniciado un ataque masivo convencional con fuerzas de infantería y de artillería, con cobertura de aviones y misiles, y desembarcos de tropas desde buques en las costas del Mar Negro. Han entrado por el norte desde Bielorrusia, por el sur desde Crimea y por el este desde la región del Donbás, y ya se han apoderado de Chernobyl y de otras ciudades, y tienen cercada a Kiev, después de haber destruido o inutilizado varios aeródromos y diversas instalaciones militares en todo el país. También ha realizado múltiples ciberataques a las oficinas gubernamentales para dificultar la acción del Gobierno y la prestación de los servicios públicos. El mando ruso ha instado a las tropas ucranianas a que desobedezcan a su Gobierno, abandonen las armas y regresen a sus casas. Las tropas rusas están ya en algunos barrios de la capital -que está siendo bravamente defendida por militares y civiles voluntarios-, y atacan con fuego de artillería instalaciones importantes y edificios de viviendas, causando la muerte de muchos civiles. Velodimir Zelenski ha dicho que él y su Gobierno continuará en Ucrania, cuya independencia defenderá hasta la muerte. Estados Unidos ha propuesto trasladar al Gobierno a otra ciudad más segura, pero el presidente ucraniano ha optado por permanecer en Kiev. Los comentaristas se han preguntado si Putin pretende ocupar todo el país o sólo partes de su territorio. El teniente general Pedro Pitarch ha dicho que ve difícil que Rusia ocupe toda Ucrania porque, aunque el contingente militar atacante sea muy nutrido, no es suficiente para actuar con potencia ocupante en un territorio tan amplio y poblado, por lo que resulta más probable que persiga la ocupación de algunas zonas rusófonas del país, Otros expertos han considerado, en cambio, que una invasión de tal envergadura tiene como objetivo controlar toda Ucrania. Cabe una tercera posibilidad -que es la que me parece más probable-, similar a la que adoptó Saddan Hussein cuando invadió Kuwait- consistente en que Rusia lance una “bliezkrieg” que destruya rápidamente el poder militar ucraniano, derroque al Gobierno, lo sustituya por otro títere liderado por un pro-soviético y luego retire sus tropas de Ucrania. En este sentido, el presidente ruso ha pedido a los militares ucranianos que cojan el poder en sus propias manos, y les ha dicho que, si así lo hacían y libraban al país de una pandilla de drogadictos y neonazis, sería más fácil llegar a un acuerdo. Aunque la OTAN ha excluido el envío de tropa al Ucraniano, ha reforzado su presencia militar en los países fronterizos con Rusia y desplegado en ellos parte de su Fuerza de Respuesta Rápida. Putin parece haber perdido la brújula e ido más allá de su pretensión inicial de recuperar la situación existente en la época de la URSS, al haber amenazado a Suecia y a Finlandia con “graves repercusiones militares y políticas”, si estos dos países neutrales que son miembros de la UE solicitaran su ingreso en la Alianza. Representantes de estos dos países participaron a la última reunión de la OTAN por sentirse amenazadas por la política agresiva de Rusia. Aspectos políticos Uno de los principales objetivos de la invasión rusa es derrocar el Gobierno democrático y pro-occidental de Zelenski, quien se ha sentido personalmente amenazado y abandonado por parte de sus aliados occidentales. Putin ha pretendido justificar la invasión con el falso argumento de que era necesario “desnazificar” Ucrania y librarla del Gobierno presidido por un nazi –que para más inri es judío-, que lleva años cometiendo actos de genocidio contra la población rusoparlante del país. Putin ha propuesto el cese de las hostilidades, la rendición total y el inicio de negociaciones de paz en Minsk. El canciller Lavrov ha tenido la desfachatez de afirmar que tales negociaciones no se iniciarían hasta que no se restaurara el orden democrático. Zelenski ha rechazado la propuesta por estimar que Bielorrusia no es un país neutral, sino que ha facilitado los ataques de las tropas rusas desde su territorio. Tampoco la ha aceptado Estados Unidos por estimar Biden que no se podía negociar a punta de pistola. Zelenenski ha advertido a los líderes europeos que, si cayera Ucrania, los países miembros de la OTAN vecinos de Rusia serían las siguientes víctimas. Anne Applebaum –gran experta en cuestiones de Europa oriental- ha señalado que Putin ha invadido Ucrania porque la determinación de ésta en convertirse en una democracia es un desafío a su proyecto político-imperial nostálgico. Su mera existencia como Estado independiente socava dicho proyecto y la convierte en un rival peligroso. Una “revolución de la dignidad” como la de 2014 es el tipo de revuelta que más teme Putin. Aspectos económicos Tanto la UE y la OTAN como Estados Unidos han auto-limitado las represalias por la agresión rusa a la sanciones económicas, pero –para que éstas resulten eficaces tendrían que ser sumamente duras –como ha comentado el ministro belga de Asuntos Exteriores, no hay que tomar medidas que “ladren”, sino que “muerdan”-, pues las tibias sanciones adoptadas tras la anexión de Crimea surtieron escaso efecto. La Unión va a poner en práctica un paquete de medidas que aún no hecho públicas, pero que la presidenta de la Comisión, Úrsula von der Leyen, ha adelantado al declarar que afectarán a los sectores financieros, energéticos, consulares, comerciales y del transporte. Se impondrán sanciones al 70% del sector bancario -¿por qué no al 100%?- y a empresas estatales fundamentales, y se prohibirá la exportación a Rusia de productos de tecnología avanzada o de doble uso. La Unión también impondrá sanciones personales a Putin, a Lavrov y a otros altos dirigentes rusos, lo que no le importará sobremanera a aquél, pues no afectarán a su posición, a su poder o a su fortuna personal. Se ha quedado en el tintero, sin embargo, la sanción estrella de la exclusión de Rusia del sistema SWIFT, que produciría los mayores efectos negativos en la economía rusa a corto plazo , pues causaría al PIB ruso –según los expertos- una caída del 5% , debido a que no se había conseguido el apoyo unánime de los Estados miembros. Me ha sorprendido la insistente reiteración de la europarlamentaria del PP, Dolors Montserrat, en unas declaraciones a TVE sobre la absoluta unidad reinante en el seno de la UE, que me han recordado el proverbio español “Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces”. La unidad en el seno de la UE no es completa pues –mientras, Francia, Italia y España han apoyado esta medida-, Alemania se ha opuesto alegando que produciría “efectos masivos colaterales”. Los países más desarrollados no están dispuestos a hacer concesiones que afecten a sus Cuentas de resultados y sus ciudadanos no aceptan que se vea reducida la calefacción durante el riguroso período invernal por mantener la integridad territorial de una lejana Ucrania, que ni siquiera es miembro de la Unión. Los Estados optan por la acomodaticia gradualidad en las sanciones, sin ser conscientes de que, cuando al final decidieran apretar el botón rojo de las más graves, Ucrania hubiera dejado de existir como Estado independiente. La dependencia de muchos Estados miembros de los suministros de gas de Rusia –que permiten el continuado chantaje de Putin- no es cosa de ahora, sino que existe desde hace varios años, pero a la que los países afectados no se han querido enfrentar por egoísmo económico. Deberían haberlo hecho por razones estratégicas -que estaban por encima de la pecuniarias-, pero “nunca es tarde si la dicha es buena”. Los Estados europeos tienen que coger ya por los cuernos al toro de la dependencia energética para estoquearlo, aunque les cueste sudor, lágrimas y quebranto económico, que, de todas formas, se está produciendo ya con el mantenimiento del statu quo. Hay otras fuentes de suministros –Estados Unidos, Argelia, Nigeria o Qatar- y, aunque recurrir a ellas supongan un precio uperiot al del gas ruso –que al Putin puede manejar a su antojo- por los gastos que supone transportar el gas en buques metaneros en forma licuada. Asimismo se deberían abandonar los prejuicios ideológicos contra la energía nuclear –que ha asumido el Gobierno español y su desnortada vicepresidenta Teresa Ribera- y, no sólo mantener en servicio las centrales existentes, sino construir otras nuevas –como hacen Francia y la ecológica Suecia, por no mencionar a China-, ya que, aunque este tipo de energía no sea estrictamente “verde”, debe ser considerada como tal –como ha reconocido la Comisión Europea-, porque no produce contaminación por CO2 ni efecto invernadero y –sobre todo- porque es la única que puede paliar a corto plazo la fatal dependencia europea del suministro de gas ruso. Es obvio que hay que potenciar la producción de energía genuinamente verde, pero –como decía don Juan Tenorio- “cuan largo me lo fiais”. El suministro suficiente de energías limpias no es para mañana. Aspectos internacionales La cuestión de la flagrante agresión de Rusia a Ucrania ha sido planteada ante el Consejo de Seguridad de la ONU, órgano responsable del mantenimiento de la paz y la seguridad internacional en el mundo. La Asamblea General ha definido la agresión como “el uso de la fuerza por un Estado contra la soberanía, la integridad territorial o la independencia política de otro Estado, o en cualquier otra forma incompatible con la Carta de las Naciones Unidas”. Esta definición cae como un guante para calificar la actuación de Rusia contra Ucrania. Estados Unidos y Albania presentaron en el Consejo un proyecto de resolución por el que se condenaba a Rusia por el reconocimiento de la independencia de Donetsk y Lugansk, y se le instaba a retirar de inmediato sus tropas de Ucrania. El Consejo “pasteleó” sobre la redacción de un texto que estaba “ab initio” condenado al fracaso por el previsible veto ruso. La sustitución de la palabra “condena” por la de “deplora” no ablandó por supuesto la voluntad opositora de Rusia. La propuesta fue aprobada ayer por 11 votos a favor, 1 en contra y 3 abstenciones, pero no prosperó porque el voto negativo procedía de uno de los miembros permanentes del Consejo. Entre los que se abstuvieron se encontraban China –que no ha apoyado a Rusia y ha adoptado una exquisita postura de equidistancia-, India y, sorprendentemente, Emiratos Árabes Unidos, supuesto aliado incondicional de Estados Unidos. Se especuló con la postura de Brasil, que –junto con Argentina- no había apoyado una resolución de condena adoptada por la OEA, pero al final –pese a los besuqueos entre Putin y Bolsonaro- votó a favor de la propuesta. ¿Y ahora qué? Conviene recordar una situación similar que se produjo en 1950 y que llevó a la Asamblea General a adoptar la resolución 377A/(V), de 3 de noviembre, calificada de “Unidos por la Paz, en la que se afirmaba que, si el Consejo de Seguridad –por falta de unanimidad entre sus miembros permanentes- dejara de cumplir con su responsabilidad primordial de mantener la paz y la seguridad internacionales en los casos en que se produjera una amenaza a la paz, un quebrantamiento de la misma o un acto de agresión, la Asamblea examinaría inmediatamente el asunto con miras a dirigir a los miembros recomendaciones apropiadas para la adopción de medidas, inclusive el uso de la fuerza armada, cuando fuera necesario para mantener o restaurar la paz y la seguridad internacionales. Para que prospere la petición, se requiere que se produzca en el Consejo el voto de siete de cualesquiera de sus miembros o lo solicite una mayoría de los Estados miembros de la ONU. Por los resultados de la votación sobre la propuesta albano-estadounidense, se puede deducir que existe mayoría para solicitar la convocatoria una reunión extraordinaria de la Asamblea, y un miembro del Consejo –que ha querido conservar el anonimato- ha declarado que así se haría de forma inmediata, lo que espero que ocurra. Si en efecto se convocara la Asamblea, los 193 miembros de la Organización tendrían que pronunciarse sobre la agresión rusa a Ucrania y es de esperar que haya una abrumadora mayoría favorable a la condena de la inaceptable intervención del Gobierno de Putin. Aunque las resoluciones de la Asamblea –a diferencia de las del Consejo- no sean jurídicamente vinculantes y no obliguen a los Estados miembros, producen un evidente impacto político y moral. Semejante condena pondría en evidencia a Rusia por su violación de las normas básicas del Derecho Internacional y dejarían constancia de su situación de aislamiento en la comunidad internacional. Aspectos sociales Biden ha declarado que había que convertir a Putin en un paria internacional por su chulesco comportamiento al ponerse por montera al mundo entero. Ya se ha iniciado ese proceso en los frentes más diversos. El Consejo de Europa ha suspendido el derecho de representación de Rusia en el Comité de Ministros y en la Asamblea Parlamentaria, el Comité Olímpico Internacional ha condenado la agresión de Rusia, la UEFA ha trasladado la final de la Liga de Campeones de Fútbol de San Petersburgo a París, la Unión Europea de Baloncesto ha decidido que los equipos rusos jueguen sus partido en otros países, Rusia ha sido excluida de la celebración en su territorio de carreras del campeonato de Fórmula-1, el Carnegie Hall ha cancelado un concierto dirigido por Valerie Gergiev por su apoyo a Putin…Una de las consecuencias más llamativas ha sido la exclusión del concursante ruso del Festival de Eurovisión. Como ha señalado Josep Borrel, esto parece irrelevante desde un punto de vista geopolítico, pero tiene un considerable impacto social. Se trata de simples gestos que revelan un estado de opinión contrario a los desafueros de Putin y que hieren profundamente el orgullo luciferino y la desorbitada egolatría del dirigente ruso. Debería saber Putin que no estamos en los tiempos de la zarina Catalina o del Zar Pedro el Grande, fundador de su natal ciudad de San Petersburgo. Si no respeta los mínimos estándares de conducta establecidos por la comunidad internacional, no debería de extrañarle que ésta le muestre tarjeta roja. Reacciones ante la invasión rusa La reacción de la comunidad internacional a la agresión de Rusia a Ucrania ha sido de generalizada repulsa, salvo de los países de la órbita comunista, sus seguidores bolivarianos de Iberoamérica, sus aliados asiáticos -como Siria e Irán-, y China, que, no obstante, ha adoptado una actitud de relativa neutralidad. No se ha sumado a la condena, pero tampoco ha apoyado su actuación. Rusia y China –rivales por su ambición de protagonismo a escala mundial- se han convertido en estrechos y coyunturales aliados por mor de que los enemigos de mi enemigo son mis amigos, y Estados Unidos es el cemento que une a unos socios problemáticos. China se opone a la aplicación de sanciones a Rusia, pero no está claro que se esfuerce en contrarrestarlas, porque no le interesa enfrentarse con Estados Unidos, del que sigue dependiendo en la importación de alta tecnología-, ni con una UE, que es uno de sus principales socios comerciales. Si Rusia fuera excluida del sistema SWIFT –lo que aún está por ver-, China le ofrecería su propio sistema “Chinese Cross Border Interbank Payment System”, que es muy inferior al SWIFT. También absorbería buena parte de la producción de gas ruso, pero hay problemas de transporte por la inexistencia un gaseoductos que comuniquen a los dos países, y el proyectado “Power of Siberia-2” tardará aún mucho tiempo en ser operativo. China no ha votado en contra de la condena de Rusia en el Consejo de Seguridad y Xi Yinping ha pedido a Putin que lleve a cabo negociaciones con Ucrania para encontrar una solución al conflicto, y afirmado que China está dispuesta a “trabajar con todas las partes para promover un concepto de seguridad común, integral, cooperativo y sostenible, y a salvaguardar firmemente en sistema internacional de las Naciones Unidas”. China no puede sustituir a Estados Unidos en el suministro de alta tecnología a Rusia y las empresas financieras chinas tienen escaso interés en involucrarse en el mercado ruso. El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, ha afirmado tras el fiasco de la reunión del Consejo que, aunque el objetivo de solucionar el conflicto no se hubiera logrado, la comunidad internacional nunca debería rendirse y habría de hacer cuanto estuviera a su alcance para que los valores de la paz prevalecieran en Ucrania. El secretario general de la OTAN, Stoltenberg, ha afirmado que los objetivos de Rusia no se detenían en Ucrania, por lo que la Alianza permanecería en estado de alerta y defendería a cada aliado y cada centímetro de su territorio. A nivel nacional, Pedro Sánchez ha conseguido -tras muchos esfuerzos- que su Gobierno de coalición adopte una posición común en la que se condena a Rusia por su agresión, se apoya a la integridad territorial y se muestra solidaridad con los socios de la OTAN y de la UE. Persisten sin embargo, la cacofonía en el sector minoritario de Podemos, que ha expresado su desconfianza hacia la OTAN, especialmente por parte de Izquierda Unida, que ha reiterado que la Alianza constituía un factor de desestabilización y por ello era urgente su disolución. Es curiosa la distinta reacción de los sectores “progres” ante un mismo hecho según quien gobierne. Cuando la guerra de Irak, a la que el Gobierno de Aznar tan sólo envió un buque-hospital que se mantuvo alejado del escenario bélico, los pacifistas salieron a la calle con sus pancartas de “NO a la guerra”, y ahora que el Gobierno español ha enviado tropas terrestres, navales y aéreas a zonas cercanas al conflicto no han dicho ni esta boca es mía. Los partidos de la oposición han apoyado la postura del Gobierno, de forma incondicional el PP y Ciudadanos, y con algunas reservas mentales Vox. Es cierto el dicho de que “los extremos se tocan”. Podemos y Vox han tenido que condenar a regañadientes la agresión a Ucrania, pero no han perdido la ocasión para criticar a la UE y a la OTAN . Así, en unas declaraciones a TVE, el eurodiputado de Vox, Jorge Buxadé, se despachó a su gusto criticando a la UE por lo mal que trataba a Polonia y a la Hungría de su amado Orban. Pero quien han reaccionado de la forma más ruin –algo ya habitual en ellos- han sido los separatistas catalanes. El diputado de Junts por Catalunya, Joaquín Calatayud, comparó en el Parlament la violencia de la operación ordenada por Putin con la actuación policial durante las jornadas del referéndum ilegal de 2017, y Oriol Junqueras ha afirmado que en Ucrania –al igual que en Cataluña- había una agresión exterior por parte de un Estado que se quiere imponer y que está condicionado por sus tentaciones autoritarias internas. “El totalitarismo y la corrupción de Putin se parecen a los de algunos partidos españoles”, ha concluido. Como ha señalado “El Mundo“ en su editorial de hoy, “más nos vale tomar conciencia real de hasta qué punto los europeos nos estamos jugando nuestro futuro ahora mismo en Ucrania, toda vez que Putin ha decidido por las bravas dinamitar los fundamentos en los que se asientan nuestra seguridad y prosperidad”. Con su agresión hitleriana a Ucrania, Putin no sólo ha cuestionado el sistema de seguridad europeo con sus pretensiones de volver al “statu quo ante” de la URSS, sino que –como ha observado el profesor Juan Manuel de Faramiñán- ha hecho saltar por los aires el tablero sobre el que se asienta la paz mundial. Madrid, 26 de febrero de 2022

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