miércoles, 18 de octubre de 2017

Hacia la restauración de la legalidad constitucional

HACIA LA RESTAURACIÓNDE LA LEGALIDAD CONSTITUCIONAL

            Aün nos estamos recuperando de la ceremonia de la confusión protagonizada el pasado día 11 por el Presidente de la Generalitat  Carles Puigdemont y, en menor medida, por el Presidente del Gobierno central, Mariano Rajoy. La situación me ha recordado una anécdota sobre un intercambio de palabras entre el Cardenal Fernando Quiroga y Francisco Franco en la Galicia natal de ambos. El Arzobispo de Santiago trataba de convencer al Jefe del Estado de que el Gobierno debería costear las obras de la ampliación del aeropuerto de Labacolla con motivo de la celebración del Año Jubilar Compostelano de 1965 y utilizaba como principal argumento la posible visita del Papa a la tumba del Apóstol. Franco le dijo:”¿Y si no viene?” y el Cardenal le replicó:”¿Y si viene?”. La cuestión que nos planteamos en el día de hoy es la de si ha habido o no una declaración unilateral de independencia de Cataluña (DUI).

¿Ha habido Declaración Unilateral de Independencia en Cataluña?

            Puigdemont afirmó solemnemente en el Parlament: “Llegados a este momento histórico,  como Presidente de la Generalitat, asumo, al presentar los resultados del referéndum ante el Parlamento y ante nuestros conciudadanos, el mandato del pueblo de que Cataluña se convierta en un Estado independiente en forma de República”. Acto seguido añadió:”El Govern y yo mismo proponemos que el Parlamento suspenda los efectos de la declaración de independencia”.Tras finalizar esta intervención, hablaron los portavoces de los distintos partidos representados en la cámara para expresar su opinión sobre la declaración presidencial y se levantó la sesión sin que el Parlament se pronunciara en modo alguna sobre la supuesta declaración de independencia o sobre la propuesta de suspender la misma. El Secretario General del PSC, Miquel Iceta, planteó una pregunta que quedó sin respuesta. ¿Cómo se puede suspender una declaración que no se ha formalizado y, por tanto, no se ha llegado a producir ?.

            A continuación, los diputados de “Junts pel Sí” y de la CUP se reunieron en otro salón para firmar un papel –un “non-paper- pomposamente denominado “Declaración de Independencia de Cataluña”, un “destino manifiesto” que, cuan nuevos Bolívares –aunque más bien sean “bolivarianos”- iba dirigido “al pueblo de Cataluña y a todos los pueblos del mundo”. La declaración contiene más mentiras e inexactitudes por centímetro cuadrado que cualquier otro documento de carácter político y jurídico. Verbi gratia:

Disparatado contenido de la Declaración de Independencia

1) “La justicia y los derechos humanos, individuales  y colectivos, … son la base de la Constitución de la República Catalana”. El panfleto titulado “Ley de  Transitoriedad Jurídica”, adoptado en el Parlament -sin debate y negándole la palabra a los diputados de la oposición y violando, no ya la Constitución y el Estatuto de Autonomía, sino las propias leyes autonómicas- por un voto de mayoría pretende sustituir las Constitución Española de 1978, que fue aprobada en las Cortes por mayoría de dos tercios y refrendada casi por consenso por la inmensa mayoría del pueblo español, incluida una amplísima mayoría del pueblo catalán. Se basa en un supuesto “derecho de libre determinación” que no ampara el Derecho Español, el Derecho Catalán, el Derecho Internacional o el Derecho Europeo. Según el Derecho Internacional, el citado derecho de autodeterminación sólo corresponde a los pueblos de los territorios sometidos a dominación colonial o que se encuentran oprimidos en violación de los derechos humanos, lo que no es obviamente el caso del pueblo catalán, pese al desvergonzado victimismo de los separatistas. Ninguna normativa europea reconoce el “derecho a decidir” ni el derecho de una parte de un Estado a separarse del mismo de forma unilateral. En un Estado de Derecho como es español, los ciudadanos ejercen su derecho a decidir a través de las elecciones generales, autonómicas, locales o europeas, y –de forma excepcional- mediante referendums, siempre que se realicen de acuerdo con la ley. El futuro de Cataluña y de España no puede ser decidido únicamente por los catalanes, pues  requiere la participación de todos los españoles. Por muy importantes que sean los catalanes, de acuerdo con el principio de igualdad no son superiores al resto de los españoles.

            2) “Durante siglos Cataluña se ha dotado de instituciones propias que han ejercido el autogobierno con plenitud”. Cataluña nunca ha sido un Estado soberano: estuvo sometido al Rey de Francia y pasó más tarde a formar parte del Reino de Aragón. El autogobierno de Cataluña sólo se inició con el Estatuto de la II República de 1932, pero hubo que esperar hasta 1978 para que la Constitución consagrara un régimen de plena autonomía, que ha alcanzado uno de los más altos niveles de autogobierno del mundo.

            3) “El parlamentarismo ha sido durante los períodos de libertad la columna sobre la cual se han sustentado esas instituciones”. Esto puede que sea cierto hasta fecha bien reciente, cuando el Parlamento empezó a adoptar decisiones contrarias a la Constitución y al Estatut, pero dejó de serlo muy especialmente a partir del 7 de Septiembre de 2017, cuando la exigua mayoría de diputados de “Junts pel Sí” y de la CUP laminó los derechos de la minoría opositora, impuso el desacato y violó todo tipo de leyes, incluidas las autonómicas. Una muestra más de la denegación del parlamentarismo es que la Declaración de Independencia ni siquiera fue registrada, no fue adoptada por el Parlament y se firmó de tapadillo en una sala aneja al hemiciclo.

            4) Los diputados tuvieron que aprobar la DUI  “después de décadas de intentar honesta y lealmente la convivencia con los pueblos de la Península Ibérica [sic].  No sé si este lapsus se debe a la influencia del Vicepresidente Oriol Junqueras, que considera a los catalanes distintos a españoles y portugueses, y más próximos a los franceses y a los italianos. Como ha observado Rafa Latorre, los declarantes deberían sustituir su mapamundi por un atlas geopolítico, a menos que quieran incluir en su oferta de diálogo a los portugueses y declarar independientes de España –antes que a ellos mismos- a los canarios, baleares, ceutíes y melillenses. Lo que denominan “debilitación de la convivencia” se inició a partir del momento en que el Gobierno central cedió en exclusiva las competencias sobre Educación a la Generalitat y ésta inició su política de inmersión escolar y de adoctrinamiento de los alumnos, a los que –amén de enseñarles un Historia falseada- inculca odio y menosprecio al resto de los españoles, vagos y parásitos que se aprovechan de la laboriosidad de los catalanes y encima les roban. Esta “debilitación convivencial” se intensificó en 2012, cuando el Gobierno de Mariano Rajoy rechazó justificadamente la petición del President Artur Mas de que se concediera a Cataluña un Pacto Fiscal similar al reconocido en la Constitución al País Vasco y a Navarra,

            5) El Estado español “ha concedido una autonomía limitada, un tratamiento económico profundamente injusto y una discriminación lingüística y cultural” (¡!). No se pueden acumular mayor número de falacias en tan pocas palabras. No es el Estado sino la Constitución –aprobada con el voto favorable de la gran mayoría de los catalanes- la que establece una distribución no suficientemente clara de las competencias. Precisamente ha sido el Estado –a través de los Gobiernos del PSOE y del PP- el que ha ido transfiriendo a la Generalitat competencias propias, en contrapartida a su apoyo para conseguir una mayoría que les permitiera gobernar en España. El chantaje de la bisagra ha provocado un lamentable “strip-tease” de competencias estatales y la transferencia de algunas que nunca deberían haber sido totalmente cedidas, como es el caso de la Educación. Decir que Cataluña sufre de discriminación lingüística y cultural es una falsedad mayúscula. Si existe discriminación en Cataluña es en contra de la lengua español, que –pese a ser reconocida en la Constitución y el Estatut como lengua co-oficial- es preterida en la Comunidad hasta el punto de negar a los niños castellano-parlantes la enseñanza en su lengua materna. El Govern se ha negado a aplicar numerosas sentencias en la materia de los más altos Tribunales españoles con absoluta impunidad. En cuanto al tratamiento económico injusto, no lo explica  -antes al contrario- la posición dominante de la economía catalana, que es  una de las más pujantes de España. Con independencia de que sea más o menos acertado, da la casualidad de que los distintos sistemas de distribución de recursos financieros –incluido el actualmente vigente- fueron acordados en negociaciones bilaterales entre el Gobierno central y el Govern, y posteriormente impuestos a las demás Comunidades. Lo que la Generalitat ha pretendido hasta ahora –y así se incluyó en el non-nato Estatuto de 2005- es que el Estado invierta en Cataluña el equivalente al porcentaje de la aportación de la Comunidad al PIB nacional. Esto sí que es injusto y contrario a la justicia distributiva y a la solidaridad interterritorial, pues pretende -sin el menor pudor- que se dé más al que más tiene, en detrimento de las Comunidades menos favorecidas.

             6) “El respeto a la ley será una de las piedras angulares” del nuevo Estado, que se compromete a “continuar siendo parte de los tratados internacionales”: Resulta difícil aceptar este aserto cuando la proclamada República Catalana tiene su origen en la violación de la Constitución española, del Estatuto de Cataluña, de las normas dictadas por el propio Parlament y del Derecho Internacional. Un Estado nacido de la ilegalidad y de la insumisión carece de fuerza moral para exigir a sus ciudadanos el respeto a las leyes y a las sentencias de los Tribunales. La falta de seguridad jurídica y la desconfianza en un Gobierno que estaría co-dirigido por un partido antisistema como la CUP -que preconiza la nacionalización de la banca y de las empresas proveedoras de servicios públicos, así como la salida de la UE y de la OTAN- han provocado el impresionante éxodo de las principales empresas y bancos de Cataluña. Para poder ser parte en los tratados y miembro de las Organizaciones Internacionales, Cataluña necesitaría ser reconocida como Estado por la comunidad internacional, lo que resultaría harto difícil. Los dirigentes separatistas han mentido descaradamente a los ciudadanos al asegurarles que la independencia no afectaría a la pertenencia de Cataluña a la ONU, la UE, la OTAN y demás Organizaciones de las que España forma parte. Los dirigentes comunitarios han citado por activa y por pasiva las disposiciones del Tratado de la Unión que consagran la integridad territorial de los Estados miembros y establecen que, si una parte de un Estado se separara de él, pasaría automáticamente a ser un tercero con respecto a la Organización y perdería los derechos que ésta concede a sus miembros.

            7) La declaración concluye la con la siguiente afirmación: “Constituimos  la República Catalana como Estado soberana, independiente, de derecho, democrática y social”: Comentando una de las Leyes fundamentales del Gobierno de Franco, el profesor de Derecho Político de la Universidad de Sevilla, Ignacio María Lojendio, nos decía que cuanto más adjetivos se adjudicaban a un texto básico, más se diluía su contenido, y el refranero español advierte de que “dime de lo que presumes y te diré de lo que careces”. La República Catalana se ha autocalificado con cinco adjetivos tan falsos como los duros antiguos de Cádiz, pues no es independiente, soberana, democrática o  social y –sobre todo- no es de derecho. Según Latorre, sus promotores han confundido la realidad con la literatura y no han firmado un texto jurídico o una declaración constituyente, sino “un manifiesto dadaísta,  que  es “un testimonio imborrable para que los historiadores del futuro puedan mostrar la decadencia en la que el Gobierno de Puigdemont sumió a una de las Comunidades más prósperas de España; una degradación no sólo económica y social, sino también puramente moral”.

            Los catalanes han dado sobradas muestras de creatividad y capacidad de inventiva, pero, con la actuación del Govern, han revolucionado la ciencia política y su conducta será explicada en las universidades de todo el mundo como el modelo de lo que no deben hacer los gobernantes. 1) Desde el poder concedido por la Constitución que legitima su presencia en el Gobierno, la han atacado, socavado y sustituido en último término por una Ley que carece de la más mínima legitimidad. Han reemplazado una Carta Magna aprobada por dos tercios de las Cortes y refrendada por la inmensa mayoría del pueblo español –incluido el catalán- por una Ley adoptada en un Parlamento autonómico por un solo voto de mayoría, tras haber impedido que la minoría opositora pudiera siquiera expresar su opinión y violando sus propias leyes y reglamentos. 2) Han basado su supuesta legitimidad en un seudo-referéndum prohibido por el Tribunal Constitucional y realizado sin las mínimas garantías democráticas, en violación e las normas nacionales y autonómicas y en base a unos resultados fantasmagóricos no verificados por ninguna instancia neutral y sobre un censo desconocido; aún así, han admitido que los votos afirmativos obtenidos sólo supusieron el 43% del censo. 3) Pese a que la Ley de Transitoriedad Jurídica –suspendida por el Tribunal Constitucional- ha sustituido supuestamente a la Constitución, el Govern  y su Presidente no han dimitido ni convocado elecciones autonómicas para la formación de un nuevo Parlamento y un nuevo Gobierno, y han permanecido en el poder al amparo de una Constitución que –a su juicio-ha dejado de estar en vigor. 4) Han hecho una declaración implícita de independencia y otra explícita de suspensión de la misma, que no han sido sancionadas por el Parlament, por lo que –de conformidad de la lógica surrealista y dadaísta que prevalece en la tierra de Salvador Dalí- se trata, en el mejor de los casos, de una independencia meramente virtual. Difícilmente se podrá encontrar en la Historia un caso semejante de trapacería jurídica y de falta de respeto al Derecho.

El parto de los montes


            En este punto, volvemos a plantearnos la cuestión de si se ha producido una auténtica DUI. ¿Sí, no o todo lo contrario?. Como los teólogos medievales con el sexo de los ángeles, los juristas pueden discutir hasta la naúsea si, desde el punto de vista jurídico, ha habido o no una declaración formal de independencia. La Consejera de Trabajo, Dolors Bassa, ha dicho que “Rajoy no ha entendido nada”. El problema es que la gran mayoría de los ciudadanos españoles comparte el sentir del Presidente. Como ha señalado Raúl del Pozo, ante la confusión provocada por el estilo enrevesado y tramposo de sofista empleado por Puigdemont, Rajoy ha respondido con estilo cartesiano –yo añadiría y con retranca gallega- requiriéndole que se aclare. En efecto, el Presidente le ha enviado el requerimiento de que “confirme si alguna autoridad de la Generalitat de Cataluña ha declarado la independencia” y le ha exigido que responda antes de las 10 horas del próximo 16 de Octubre. En el caso de que no respondiera antes de esa fecha o diera una respuesta afirmativa, le ha pedido que revoque la DUI y ordene a la Presidenta y a la Mesa del Parlament que hagan lo propio. Le ha instado asimismo a que “comunique de forma fehaciente al Gobierno de la Nación el cumplimiento íntegro de este requerimiento tanto por parte del Govern de la Generalitat como del Parlament de Cataluña antes de las 10 horas del próximo 19 de Octubre” y advertido que, en caso de que no atienda a esta orden, su Gobierno propondrá al Senado que ponga en marcha la aplicación del artículo 155 de 

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