DIFERENCIAS ENTRE EL CORÁN Y EL NUEVO TESTAMENTO
El Corán y
el Antiguo Testamento tienen muchas cosas en común. Es bien sabido que los
libros del Deuteronomio y del Levítico, así como algunos otros textos del
Antiguo Testamento, contienen preceptos que hoy día resultan totalmente
inaceptables. Reflejan la situación existente en la sociedad israelita antes de
Cristo, en la que era aceptada y considerada normal la condena a muerte
–incluida por lapidación- por la comisión de una serie de delitos o por la adopción
de ciertas conductas -como el adulterio, la homosexualidad, el incesto, la
blasfemia o la apostasía-, la legalidad de la esclavitud, la aceptación de la
tortura y de otras prácticas degradantes
o el patriarcado a ultranza y la total sumisión de la mujer al varón. Tales
preceptos quedaron superados con la doctrina de Jesucristo, como se pone de
manifiesto en el Nuevo Testamento. Cabe precisar, no obstante, que las graves
sanciones previstas en el Antiguo Testamento se aplicaban a conductas
consideradas infamantes, mientras que, para el Corán, no hacía falta que los
infieles cometieran actos de este tipo para merecer la muerte o los castigos
físicos. Tales penas se aplicaban a todos los que no siguieran las enseñanzas
de Mahoma, aunque no hubieran hecho nada malo, por el mero hecho de no ser
creyentes. “Los infieles son para vosotros un enemigo declarado”
(4/101). “Mahoma es el mensajero de Alá y
los que están con Él son despiadados con los infieles” (48/29).
Las
enseñanzas de Jesucristo fueron revolucionarias para la época y aún siguen
siéndolo en la actualidad. Supusieron un giro de 180 grados en la doctrina
recogida en el Antiguo Testamento, aunque sin rechazarlo por completo, ya que
sigue habiendo en él mucho de aceptable y constituye la base del cristianismo.
Jesús lo expresó con claridad: ”No
penséis que he venido a abrogar la
Ley o los Profetas. No he venido a abrogarla sino a
consumarla. Porque en verdad os digo que antes pasará el cielo y la tierra que
falte una iota o una tilde de la
Ley , hasta que todo se cumpla” (Mt: 5/17-18)
Jesús
cambió las bases y las pautas de la conducta humana hasta entonces vigentes. “Habéis oído que se dijo ‘ojo por ojo, diente
por diente’, pero Yo os digo: No resistáis al mal y si alguno te abofetea en la
mejilla derecha, ponle también la izquierda, y al que quiera litigar contigo
para quitarte la túnica, dale también el manto. Si alguno te requiere para una
milla, vete con él dos” (Mt.: 5/38-42). También habréis oído que fue
dicho:”Amarás a tu prójimo y odiarás a tu
enemigo”, pero Yo os digo:”Amad a
vuestros enemigos y orad por los que os persiguen para que seáis hijos de
vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir el sol sobre malos y
buenos y llover sobre justos e injustos. Pues, si amáis a los que os aman, ¿qué
recompensa tendréis?, ¿no hacen esto también los publicanos?. Y si saludáis
únicamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario?, ¿no hacen
también eso los gentiles?. Sed, pues, perfectos como vuestro padre celestial”
(Mt: 5/43-48). San Lucas recoge palabras similares de Jesús (Lc: 6/27-35) y
añade:”Amad a vuestros enemigos, haced el
bien y prestad sin esperanza de remuneración, pues será grande vuestra recompensa. Seréis
hijos del Altísimo, que es bondadoso con los ingratos y con los malos. Sed
misericordiosos como vuestro Padres es misericordioso. No juzguéis y no seréis
juzgados, no condenéis y no seréis condenados, absolved y seréis absueltos, dad
y se os dará” (Lc: 6/36-38).
Este Dios
benévolo con los no creyentes contrasta con el Alá del Corán, implacable con
los infieles: “Combatid con ellos hasta
que dejen de induciros a la apostasía y se rinda culto a Alá” (2/190); “Combatid por Alá. Puede que Alá contenga el
ímpetu de los infieles. Dispone de más violencia y es terrible en castigar”
(4/84); “Si no marchan por el camino de
Alá, atrapadlos y matadlos donde quiera que los encontréis” (4/89) “Profeta, combate contra los infieles y los
hipócritas. Sé duro con ellos” (9/73); ”A
los que se nieguen a creer, golpeadlos en sus cuellos” (47/4). Como ha señalado Serafín Fanjul, el Corán
exhibe exhortos y mandamientos de claridad meridiana que ningún buen musulmán
se atreverá a contravenir. No se trata de una sura aislada o
descontextualizada, sino que se repite con reiterada frecuencia a lo largo de
todo el Libro. Bujari ha resumido estos mandatos diciendo: “El Apóstol de Alá dijo: Me ha ordenado
combatir a la gente hasta que digan: Nadie tiene derecho a ser adorado sino Alá”.
Esta animadversión se extiende
asimismo a los adeptos a las religiones del Libro, que, aunque tengan la Ley –la Tora o la Biblia- no cumplen sus
preceptos.”¡Creyentes!. No toméis como
amigos a los judíos y a los cristianos
pues son amigos unos de otros. Quien de vosotros trabe amistad con ellos, se
hace uno de ellos. Dios no guía al pueblo impío”. “Los mayores enemigos de los creyentes son los judíos y los asociados
–cristianos asociados a Jesucristo-“ (5/82). “Matad a los asociadores dondequiera que los encontréis “ (9/5): “Combatid contra aquellos que, habiendo recibido
la Escritura ,
no creen en Alá ni practican la fe verdadera” (9/29)…
San Pablo,
en cambio, describe el amor y la caridad en su Epístola a los Corintios:”Si hablando las lenguas de los hombres y de
los ángeles no tengo caridad, soy como campana que suena o címbalo que retiñe.
Si teniendo el don de la profecía y conociendo todos los misterios y toda la ciencia
y tanta fe que traslade montañas no tengo caridad, no soy nada. Si repartiera
toda mi hacienda y entregase mi cuerpo al fuego y no tengo caridad, nada me
aprovecha. La caridad es paciente y benigna, no es envidiosa ni jactanciosa, no
se hincha ni es descortés, no es interesada ni se irrita, no piensa mal ni se
alegra de la injusticia, se complace con la verdad y todo lo excusa, todo lo
cree, todo lo espera y todo lo tolera (Cor: 13/1-4)
En uno de los temas que más se ha
criticado al Corán y al Antiguo Testamento –el adulterio y la lapidación de los
culpables- Jesús también dio un giro copernicano, como narra San Juan en el capítulo de “Las mujer
adúltera”. Para probar a Jesús, los escribas y los fariseos le dijeron:”Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en
flagrante delito de adultero. Moisés nos ordena en la Ley apedrearla. ¿Tú que dices”. Jesús escribía sobre la tierra sin
hacerles caso, pero ellos insistieron y Jesús les dijo:”El que de vosotros esté libre de pecado que tire la primera piedra”,
y siguió escribiendo. Fueron yéndose uno a uno hasta quedar solos Él y la
adúltera. Entonces Jesús le dijo:”Mujer, ¿dónde están tus acusadores?, ¿nadie te ha condenado?”, y ella le
contestó:”Nadie, Señor”. Entonces
Jesús afirmó:”Tampoco yo te condeno. Vete
y no peques más” (Jn: 8/1-12).
Sobre la controvertida cuestión
de si sólo se salvan los cristianos que siguen su fe mientras que los no
creyentes se condenan, Jesús dejo abierta la puerta de la salvación a los que
siguieran su recta conciencia conforme a la Ley natural. San Pablo lo explica en la Epístola a los Romanos al
comentar si los no judíos que se convirtieran al cristianismo tenían que actuar
como los judíos para lograr la salvación:”Cuando
los gentiles, guiados por la razón natural, sin tener la Ley , cumplen sus preceptos,
son para sí mismos la Ley. Con
ello muestran que los preceptos de la
Ley están escritos en sus corazones, siendo testigos su
conciencia y las sentencias con las que otros se excusan o se acusan. Así se
verá el día que Jesucristo juzgue las acciones de los hombres conforme a los Evangelios” (Rom: 2/14-15). Y
dirigiéndose a los judíos, les espetó:”Será
el incircunciso natural que cumple la Ley el que te juzgue a ti, que
a pesar de tener la letra y la circuncisión, transgredes la
Ley ” (Rom: 2/27).
El Nuevo Testamento insta al
cristiano a ser pacífico, como se refleja en el Sermón de las Bienaventuranzas
–Carta magna de los cristianos-, que afirma taxativamente: ”Bienaventurados los pacíficos porque ellos
serán llamados hijos de Dios (Mt: 5/8).
El Corán, por el contrario, el exalta con insistencia y reiteración la “yihad” y la lucha contra los infieles
por todos los medios. Los textos al respecto son innumerables: “La yihad es ordenada a los musulmanes aunque
les disguste” (2/216); “Infundiré el
terror en los corazones de quienes no creen.¡ Cortadles el cuello, pegadles en todos los dedos!” (8/12); ); “Combatid a quienes no creen en Alá ni
practican la fe verdadera” (9/29); “Id
a la guerra y luchad por Alá con vuestras haciendas y vuestras personas”
(9/41); “Haced yihad por Alá como Él se
merece” (22/75); “No obedezcáis a los
infieles y haced yihad contra ellos con toda la fuerza” (25/22)….Como Leon
Uris ha puesto en “El peregrinaje” en
boca de unos de sus personajes, “antes de
cumplir los nueve años ya había aprendido la doctrina básica de la vida árabe:
era yo contra mi hermano, yo y mi hermano contra nuestro padre, mi familia
contra mis primos y el clan contra la tribu, la tribu contra el mundo, y todos
juntos contra los infieles”.
La “yihad” tiene varias acepciones, pero la que se refleja en el Corán
es la de la lucha constante para propagar el Islam, por medio de la fuerza si
fuera preciso, incluida la lucha armada o la “guerra santa” contra los
infieles. Es una orden que emana de Alá y que fue trasmitida por Mahoma a sus
seguidores. Se trata de un mandato imperativo de carácter universal y permanente
hasta que la Humanidad
se convierta al Islam. En consecuencia, matar infieles ha sido práctica
habitual de los musulmanes a través de los siglos, desde que el Profeta
afirmara que era lo más grato a Alá, sólo por detrás de creer en el Dios del
Islam. A diferencia de lo ocurrido con la Biblia , no ha habido un “Nuevo Corán” que haya “aggiornado” y corregido el Libro sagrado
del Islam. Antes al contrario, muchos predicadores y comentaristas salafistas y
wahabitas hacen una interpretación literal de su texto y pretenden aplicarlo tal
y como los expresó Mahoma en el siglo VII. El Islam es algo más que una
religión. Es una forma de vida 100% completa y total. Además de sus componentes
puramente religiosos, contiene otros de carácter político, jurídico, económico, social e
incluso militar. Se rige por la “sharia”
o ley islámica, que obliga a los fieles y se pretende imponer a los infieles.
Esta situación de mezcla de lo religioso y de lo socio-político se hace aún más
problemática porque –a diferencia de lo que ocurre en el catolicismo con la
institución del Papado- en el Islam no existe una autoridad suprema que pueda
hablar en nombre de de sus fieles, tenga autoridad universal y decida los
problemas y dudas que se planteen. El Corán puede ser interpretado y comentado
por cualquier Imán, por incompetente e
inculto que sea, que puede dictar edictos (“fatwas”)
que deben ser cumplidas por todos los
musulmanes
Con independencia de la conducta
que cristianos o musulmanes puedan seguir a la hora de respetar y cumplir los
preceptos de sus respectivos textos sagrados, cabe concluir que, en el plano
doctrinal, el cristianismo –tal y como está diseñado en el Nuevo Testamento- es
una religión de paz y de amor. No cabe decir lo mismo del Islam, tal como está pergeñado en el Corán.
Madrid, 2 de Septiembre de 2017
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