sábado, 7 de marzo de 2015

Estrategia de acción exterior para España

ESTRATEGIA DE ACCIÓN EXTERIOR PARA ESPAÑA La Ley de Acción y del Servicio Exterior del Estado (LAESEE) prevé que la planificación y seguimiento de la política exterior se llevará a cabo a través de la Estrategia de Acción Exterior, que contendrá la “expresión ordenada, sectorial y geográfica, de las prioridades y objetivos a medio plazo de la acción exterior”.El Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación presentó un proyecto de Estrategia para 2015-2018, que fue aprobado por el Gobierno a primeros de Diciembre y remitido a las Cortes para recibir los comentarios de las distintas fuerzas políticas. Según la Vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, se trata de un marco de referencia a la hora de tomar decisiones sobre las relaciones internacionales, que debe ser coherente con el proyecto de país y con el peso real de España en el mundo. La Estrategia fue definitivamente adoptada en la última reunión del año del Consejo de Ministros. Ámbito sectorial El Gobierno ha cumplido su compromiso y, por primera vez, España cuenta con unas directrices integrales sobre política exterior, lo cual es digno de encomio. El documento –inspirado en el Informe del Instituto Elcano “Hacia una renovación estratégica de la política exterior española”, si bien mejorado- es acertado, pero excesivamente largo -170 páginas- y peca por exceso y -en ocasiones- por defecto. Así, por ejemplo, es irrelevante decir que los pilares de la lucha contra el terrorismo son “prevenir, proteger, perseguir y responder”. Resulta prolijo, reiterativo, retórico y demasiado genérico. Contiene tres capítulos introductorios sobre “España desde la Constitución a nuestros días”, “El mundo globalizado”y “La Unión Europea hasta nuestros días”, que –aunque bien fundados- parecen poco adecuados para una Estrategia, que debería ser un plan de acción lo más concreto posible para orientar a los ejecutores de la política exterior, un “vademécum” de actuación. Las directrices se distribuyen entre tres capítulos, no siempre bien delineados y que a veces se entrecruzan de forma poco coherente: Objetivos (principios), Acciones (sectoriales) y Espacios (geográficos). La LAESEE indica que la Estrategia debe recoger asimismo “el conjunto de las actuaciones de los órganos, organismos y entidades públicas en el exterior”, mas el documento apenas cubre este mandato. Los objetivos señalados son una reproducción del artículo 2 de la Ley: mantenimiento de la paz y de la seguridad internacionales; fortalecimiento de las instituciones internacionales; promoción de los derechos fundamentales y de las libertades públicas; lucha contra la pobreza y solidaridad con los países en desarrollo; defensa del medio ambiente; eliminación de las armas de destrucción masiva; construcción de una Europa más integrada y más legítima (¿?); fortalecimiento de la Comunidad Iberoamericana de Naciones; seguridad de España y de sus ciudadanos; asistencia y protección de los españoles en el exterior; y promoción de los intereses económicos de España en el extranjero. Buena parte de estos objetivos son propios de la política general del Estado y no específicos de la política exterior. No se comprende que se mencione sólo la promoción de los intereses de carácter económico y se silencien otros como los culturales, educativos, científicos, turísticos, tecnológicos o agrícola-pesqueros. En el capítulo sobre las Acciones se incluyen apartados sobre derechos humanos, seguridad pública, materias económicas, comerciales y financieras, migración, cooperación para el desarrollo, cultura, educación, turismo, medio ambiente, salud, energía, transporte e infraestructuras. Esta enumeración coincide con el contenido del Capítulo II de la LAESEE, aunque se omiten referencias a la defensa, los tributos, la justicia, la I+D+I, el empleo y la seguridad social, el deporte, la agricultura y la pesca. Ámbito geográfico En el ámbito espacial, la Estrategia incluye apartados relativos a Europa, Mediterráneo y Oriente Próximo, Relación Transatlántica, África Subsahariana y Asia-Pacífico. Presta especial atención a la Unión Europea -sobre todo a sus aspectos económicos y financieros- y asume el compromiso de contribuir a la consagración de una unión cada vez más estrecha de los pueblos de Europa y de hacer de la UE un actor global con peso político e influencia en el mundo, en un proceso por etapas hacia una unión federal. Aunque no explícito, ello supone pronunciarsen en pro de la profundización frente a la ampliación. No obstante, apoya la adhesión de Turquía – que me parece un error, pues un país musulmán con un Gobierno islamista que ejerce como tal, no tiene encaje en la UE-, por más que se supedite al cumplimiento estricto de los criterios de Copenhagen. En relación con la ONU, contiene pocas directrices específicas de actuación, salvo en lo relativo a la reforma del Consejo de Seguridad. Respecto a la OTAN, no se pronuncia sobre temas básicos como su reestructuración, ámbito geográfico de actuación, ampliación, opción entre la intervención institucional de la Alianza y las coaliciones ad hoc, establecimiento de un sistema antimisiles o recomendación de dedicar a la defensa un 2% del PIB. Tampoco profundiza en las relaciones estratégicas con Estados Unidos y silencia temas como la participación de España en el escudo antimisiles -con concesión de facilidades a los buques norteamericanos en Rota- o la colaboración con sus fuerzas especiales para África y el eventual uso de la base de Morón. Sobre Rusia, la posición es irreal y voluntarista. Propugna una relación que permita a España “explotar el enorme potencial de beneficio mutuo”, hacer más sustantiva su relación, estrechar los contactos entre las dos sociedades y ser un socio importante en el proceso de modernización de la economía rusa. Pasa por alto las aspiraciones hegemónicas de Wladimir Putin, su intervención en Georgia y Ucrania –con la anexión de Crimea y el apoyo a los secesionistas ucranianos- su oposición a Occidente en temas como la OTAN, Siria o Irán, o su política chantajista en el suministro de gas a Europa. El documento no da un tratamiento suficientemente diferenciado a los Estados iberoamericanos y apenas si menciona a países importantes para España como China, India, Japón, Filipinas o Guinea Ecuatorial. Cuestiones sensibles En dos cuestiones fundamentales y sensibles, se ha corregido la errática política seguida por el Gobierno de Rodríguez Zapatero. La Estrategia considera que Gibraltar está en una situación colonial que atenta contra la integridad territorial de España y debe ser descolonizado de conformidad con las resoluciones de la ONU, mediante negociaciones con Gran Bretaña, teniendo en cuenta los intereses de los gibraltareños, pero no sus aspiraciones, ni su inexistente derecho de autodeterminación. La ocupación del istmo es ilegal y, respecto a las aguas territoriales y espacio aéreo (¿?), sólo reconoce los espacios cedidos por el Tratado de Utrecht. En cuanto al Sahara Occidental–ilegalmente anexionado por Marruecos-, reitera sin ambigüedad que su solución radica en la aplicación del principio de libre determinación del pueblo saharaui en el marco de la ONU. No cabe decir lo mismo de Marruecos –calificado con razón de socio imprescindible- del que se limita a decir que la estrecha vecindad puede crear “irritantes ocasionales”, que deben paliarse mediante una densa red de relaciones e intereses cruzados que los amortigüen. Desgraciadamente es mucho más que esto, pues Marruecos mantiene reivindicaciones sobre territorios españoles y graves divergencias en delimitación, amén de que existan problemas de inmigración ilegal, tráfico de drogas o terrorismo islamista. La Estrategia tiene, ante todo, el mérito de existir y cabe esperar que, en futuras versiones, se reduzca su extensión, concrete más y mejore su contenido. Madrid, 12 de Enero de 2015

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