sábado, 7 de marzo de 2015
Desintegración sectaria de Irak
DESINTEGRACIÓN SECTARIA DE IRAK
En las últimas semanas se ha intensificado la presión de los yihadistas del Estado Islámico para Irak y el Levante (ISIS), que ha provocado la conquista de Mosul. Tras la debacle del otrora poderoso Ejército iraquí, el Gran Ayatollah Ali Sistani ha pedido voluntarios chiitas para que luchen como mártires contra los insurgentes sunitas. El ISIS lo ha interpretado como una declaración de guerra y ha multiplicado las ejecuciones indiscriminadas –ampliamente difundidas por Internet- y afirmado que éste es el destino que aguarda a los chiitas que luchen contra los sunitas, por lo que va a ser difícil detener la espiral sectaria. Estados Unidos (USA) contempla sobresaltado estos acontecimientos, de los que es hasta cierto punto responsable por la política que siguió en 2003 tras su victoria sobre Saddam Husein. Barack Obama ha afirmado que no tiene intención de mandar tropas terrestres para combatir en Irak, pero ha enviado el portaviones “Georges Bush” al Golfo Pérsico por si se requiriesen “opciones militares”.
Reparto de Oriente Medio entre Francia y Gran Bretaña
El actual embrollo tiene su origen en el acuerdo secreto firmado en 1916 por François Picot y Mark Sykes, por el que Francia y Gran Bretaña se repartieron el Oriente Medio incluso antes de que se hubiera consumado la derrota del Imperio Otomano: Siria, Líbano y el Norte de Irak para la primera, y el resto de Irak, Palestina y los Emiratos del Golfo –incluido Kuwait, amputado de Basora- para la segunda. Se establecían unas fronteras del todo artificiales, trazadas con regla y cartabón en interés de las dos potencias coloniales y en detrimento de los pueblos de la región, fueran árabes o kurdos. La Conferencia de París de 1919 ratificó el acuerdo Sykes-Picot, creó el reino de Irak bajo mandato británico -al igual que Palestina-, concedió Siria y Líbano a Francia, y reconoció la independencia de los reinos de Arabia Saudita y Transjordania. Pese a las promesas recibidas, los kurdos siguieron siendo una nación sin Estado y quedaron repartidos entre Irán, Irak, Turquía y Siria. Irak logró convertirse en un Estado indepeniente en el que convivían las regiones de Basora –árabe chiita-, Bagdad –árabe sunita- y Mosul, de la que se desgajó la Región Autónoma de Kurdistán –kurda sunita-. El Gobierno estaba controlado por los sunitas y los chiitas se dedicaban a la agricultura y al comercio, y ocupaban los lugares inferiores de la Administración y del Ejército. Podían profesar libremente su fe en privado y en Kerbala Najef, Khadimiya y Samarra se encontraban los centros más sagrados del chiísmo. Tan sólo el partido clandestino “al-Dawa” actuaba contra el Gobierno de Saddam mediante atentados terroristas. Imperaba la secularidad y la separación entre Iglesia y Estado, y prevalecían la tolerancia, el pluralismo religioso y la convivencia entre musulmanes -sunitas y chiitas-, cristianos –católicos y ortodoxos- e incluso yazhidis, adoradores del diablo. Recuerdo la tumba del profeta Jonás en la mezquita Yunis de Mosul o las de otros profetas menores en mezquitas de Kirkuk. No existía persecución religiosa ni sectarismo. En cuanto al Kurdistán, el Gobierno de Saddam era el único en la región que reconocía su especificidad y le había concedido una amplia autonomía administrativa, cultural y lingüística, aunque no política, lo que provocó el alineamiento de los kurdos con Irán en su guerra fratricida contra Irak Tras la derrota de Saddam en la guerra de 1990, el Presidente Georges Bush Sr. lo mantuvo en el poder, con condiciones, para preservar la integridad territorial de Irak. Trece años más tarde, Georges Bush Jr. quiso enmendar la plana a su progenitor y fulminó a Saddam. Su procónsul en Bagdad disolvió no sólo la parte más politizada de las Fuerzas Armadas (FA) –la Guardia Republicana-, sino también todo el Ejército profesional, y separó de la Administración a cuantos habían tenido alguna conexión con el Gobierno o el Partido Baaz. Estas temerarias decisiones, amén de paralizar el funcionamiento del país, provocaron el paro de cientos de miles de sunitas, muchos de los cuales disponían de armas. A la par propició el control del país por los chiitas, que llegaban con espíritu de revancha. Las consecuencias fueron la rebelión de un importante sector del sunismo y el germen de una guerra civil sectaria.
Ofensiva del ISIS contra Irak
El vacío dejado por la supresión de las FA fue colmado por diversas milicias chiitas, especialmente el notorio Ejército del Mahdi, de Muktada al Sadr. Se abrió la veda contra los sunitas y el Presidente del Gobierno, el chiita Nuri al-Maliki, los lanzó a las tinieblas exteriores, lo que provocó levantamientos en el centro y noroeste de Irak, que fueron reprimidos por las milicias chiitas alentadas por los llamamientos a la yihad hechos por Ali Sistani, y se produjeron enfrentamientos cainitas entre 2005 y 2009. El conflicto religioso-político entre las dos comunidades se fue reduciendo, pese que al-Maliki se negaba a integrar a sunitas moderados en el Gobierno y en la Administración, y se disolvió el Ejército del Mahdi, cuyos militantes se integraron en las FA o en otras milicias confesionales. Los elementos sunitas más irreductibles formaron, con militantes radicales de varios países y al amparo de al-Qaeda, el Estado Islámico de Irak, que -bajo el liderazgo de Abu Bakú al-Baghdadi- se convirtió en el ISIS, al extender su actividad a Siria, donde se ha enfrentado con los insurgentes sirios moderados y con el Frente al-Nusra, franquicia de al-Qaeda en aquel país. Su intención es crear un Califato integrista en los territorios ocupados en los dos países bajo la égida de la Sharía. Tras ocupar territorios en la zona fronteriza, como Raqa y Azzaz, y tener presencia en Alepo, Homs e Ibid, el ISIS ha centrado su ofensiva en Irak, ocupado Ramada, Faluya, Tikrit, Mosul y Beiji –con la ayuda de las milicias de al-Naqsbandia, lideradas por el ex-Vicepresidente baazista Izzat Ibrahim, y de autoridades tribales sunitas-, y puesto al Gobierno iraquí contra las cuerdas tras la vergonzosa derrota de sus FA. Los huecos por ellas dejados a lo largo de la frontera con la República Autónoma de Kurdistán han sido ocupados por los “peshmerga” kurdos, que han impedido la conquista de Kirkuk y el control de sus pozos petrolíferos, con lo que se han fortalecido las reivindicaciones kurdas sobre la zona y sus anhelos secesionistas. Esto supone un problema adicional para Turquía en el conflicto con sus propios kurdos.
Graves consecuencias del posible triunfo del ISIS
Existe el riesgo de que el ISIS establezca en la región un régimen “talibánico”, que se convierta en centro del terrorismo y del yihadismo internacional, y que radicalice el enfrentamiento sectario entre sunitas y chiitas. La Comunidad Internacional –USA en especial, aunque también Irán y Arabia Saudita, en cuanto líderes mundiales de las dos ramas del Islam- no puede permanecer impasible ante la gravedad de los acontecimientos. Mientras los saudíes se muestran reticentes, los iraníes parecen estar por la labor y Hasan Rohani se ha mostrado dispuesto a colaborar con USA. Obama se ve atrapado por sus promesas de no implicarse en una operación militar en ausencia de un plan político de los iraquíes que ofrezca garantías de un trabajo conjunto. Según su portavoz, Jay Carney, el Presidente ha dejado claro que los desafíos que afronta Irak no se pueden resolver con una acción militar, sino mediante un Gobierno integrador. El representante de la ONU, Nikolai Mladenov, ha declarado que los ataques del ISIS suponen una amenaza muy seria para la integridad de Irak y requieren medidas militares y políticas. El Jefe del Estado Mayor de las FA de USA, Martin Dempsey, ha confesado que combatir al ISIS, dondequiera que se halle, “es parte de nuestra seguridad nacional”, por lo que no cabe descartar intervenciones aéreas –misiles, aviones y “drones”-, para cuya efectividad se requiere un mínimo de presencia in situ y, a tales efectos, ya ha enviado a Irak 300 “asesores militares”. Asimismo deberá Obama presionar a al-Maliki para que adopte una actitud menos sectaria y más integradora con la discriminada minoría sunita, de modo que le permita “hacer que sus intereses avancen en el proceso político”. Aunque sea algo tarde, merece la pena intentarlo.
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