viernes, 26 de enero de 2024

El ministro español de (In)Cultura excede la Leyenda Negra

EL MINISTRO ESPAÑOL DE (IN)CULTURA EXCEDE LA LEYENDA NEGRA Los Gobiernos españoles no han dado especial relevancia a la cultura, que han considerado como lo que en mi época universitaria se denominaba una “María”. Raramente ha tenido autonomía y se ha solido integrar en el Ministerio de Educación. A la hora de hacer recortes en el Ministerio de Asuntos Exteriores, la primera Dirección General que se suprimía era la de Relaciones Culturales y, a nivel gubernamental, la principal víctima era el Ministerio de Cultura. Raramente ha contado con ministros destacados y a menudo ha servido para colocar a ministras-florero. El hasta ahora ministro, Miquel Iceta, ni siquiera logró superar el primer año universitario en las dos carreras que intentó estudiar y, como premio por ello, ha sido nombrado representante permanente ante la UNESCO. Ha sido sustituido por la cuota catalana de Sumar, Ernest Urtasun, que al menos obtuvo un título universitario y sacó unas oposiciones a la carrera diplomática. Su apreciable currículum, sin embargo, ha sido dilapidado por su sectarismo pijo-progre de la Bonanova. Cataluña ha proporcionado a España un destacado plantel de embajadores, como -por citar a algunos de mi generación- Raimundo Bassols, Fernando Perpiñá, Francisco Condomines, Juan Prat, Eugenio Bregolat o Eudaldo Mirapeix. Mucho me temo que Urtasum no entrará en esta selecta lista. Según ha señalado Jorge Bustos, como el ministro del ramo tiene escasas competencias, tiene que recurrir a declaraciones aparatosas para adquirir notoriedad. Urtasun ha militado en Iniciativa per Catalunya Verds, Catalunya en Comú (Podemos), Esquerra Verda, Comisiones Obreras y Sumar. Admirador de Pablo Iglesias, cuando éste hizo mutis por el foro tras el “ayusazo”, le envió el mensaje de “ha sido, es y será un orgullo caminar a tu lado. No te vayas muy lejos”. Tras ingresar en la carrera diplomática en 2010, tres años más tarde pidió la excedencia sin haber salido al exterior y se dedicó a la política. Entre 2014 y 2023 fue eurodiputado y se integró en el Grupo Verde/Alianza Libre Europea, y tiene como timbre de gloria haber sido uno entre la veintena de diputados que votó en contra de la resolución del Parlamento Europeo que condenaba la masacre de civiles israelitas cometida por Hamas. Tras el declive de Podemos, se fue decantando hacia Sumar. Acogió con entusiasmo en Bruselas a Yolanda Díaz, de la que dijo que era “un orgullo recibir en el Parlamento Europeo a la vicepresidenta Díaz y a todo su equipazo. Un lujo de equipo, infatigable en defensa de los derechos sociales en España y en toda Europa” (2021) y dio “gracias infinitas” a su querida Yolanda. “La política cobra sentido cuando se ocupa de los problemas reales de la gente y logra avances concretos para los más desfavorecidos. Pocas veces he sentido tanto orgullo de estar donde estoy” (2022). Después de tales florilegios, no fue de extrañar que Díaz lo nombrara portavoz de Sumar y ministro de Cultura. Comparación del Imperio español en América con el imperialismo belga en el Congo Urtasun ha tenido a gala afirmar que la cultura es la mejor arma de combate político. Su concepción de la misma como un instrumento ideológico sirve para ahondar la división entre los españoles. Tras su nombramiento, declaró el 30 de diciembre pasado a la Cadena SER que “yo he vivido estos años en Bruselas, donde hay un Museo de África que era terrorífico, racista, colonialista, espantoso, y Bélgica ha cambiado radicalmente este museo. Hay toda una revisión de lo que fue la responsabilidad colonial belga en el Congo y cómo eso se trató antes. Yo creo que es algo que nosotros, poco a poco, tenemos que empezar hacer ¿Cómo lo haremos? Lo estamos acabando de ver. La voluntad es ir poco a poco, pero nosotros hemos heredado esa cultura colonial, que de alguna manera tenemos que ver y gestionar”. Que esto lo diga un ministro de Cultura -que se supone que debe defender la Historia y la cultura de su país, y tratar de desmontar los tópicos de la Leyenda Negra- es un hecho insólito, una aberración histórica y una mezcla de ignorancia y de mala fe, porque el ministro es el primer creyente en esta vieja leyenda y el abanderado de la creación de otra nueva, cual es la persecución ilegal al independentismo catalán por la prevaricadora Justicia española. Urtasum puso en pie de igualdad la actuación del Imperio hispano en América con el imperialismo del Rey de Bélgica en África. Cabe recordar que en 1885, el Congreso de Berlín reconoció a una empresa privada belga -supuestamente benéfica-, dirigida por el rey Leopoldo II, el dominio sobre una extensión de 2.600.000 kilómetros cuadrados denominado “Estado Libre del Congo”, que el monarca administró como un cortijo con plena impunidad. Explotó de forma sistemática y exhaustiva los recursos naturales del Congo mediante la utilización de la mano de obra indígena en condiciones de esclavitud, y estableció un régimen de terror mediante la creación de un Ejército privado, que realizaba frecuentes ejecuciones en masa y amputaciones de miembros como castigo -los negreros llegaron a utilizar las manos cortadas como moneda informal-. Aunque no hay datos verificables, distintos autores han cifrado las víctimas de la barbarie belga entre cinco y diez millones de muertos. Para minar la moral de los congoleños, los obligaban a violar a sus madres y a sus hermanas. Cómo ha señalado el historiador argentino Marcelo Gullo, los belgas dejaron en el Congo zoológicos humanos y cientos de personas con los miembros amputados. En 1890, el afroamericano George W. Williams escribió una carta al Rey de los belgas en la que denunciaba las atrocidades que se cometían en el Congo. El escándalo adquirió tal naturaleza que, en 1908, Leopoldo II se vio forzado por la presión internacional a ceder sus derechos sobre el Congo al Estado belga. La situación mejoró algo, aunque no en demasía, pues siguió la explotación del territorio y hasta 1954 se mantuvieron los trabajos forzados ¿Qué herencia dejaron los belgas aparte del genocidio de los indígenas? ¿Crearon hospitales y universidades? Ni uno ¿Mezclaron su sangre con la de los aborígenes y se produjo algún mestizaje? En absoluto. El Imperio español en cambio -cómo ha observado Gullo en su libro ”Lo que América debe a España”- nunca consideró sus posesiones en América como colonias, sino como provincias de sus virreinatos, en la que los ciudadanos de uno y otro lado del Atlántico poseían los mismos derechos. La falsa historia de la colonización de América escrita por los enemigos históricos de España ha ganado la batalla cultural y determinado conciencias, costumbres y perjuicios. Urtasun y quienes piensan como él creen que España fue una mala hierba que no debería haber existido nunca. “No hay un ejemplo en la Historia de la humanidad de una clase política y de un sector ideológico que detesten a su propia nación y, encima, están en el Gobierno”. España es el único país en el que llevar una bandera nacional es motivo de vergüenza. Lo que ocurre en España es algo insólito. “Las declaraciones de Uratsun conllevan una ignorancia supina o una mala fe absoluta” -o ambas, añado yo-. Que el ministro de Cultura ponga en pie de igualdad la acción colonizadora, culturizadora y evangelizadora de España en América con la política de explotación y exterminio de Bélgica en África indica su ignorancia histórica y su talla moral, y es motivo de escándalo para cualquier biennacido. Treinta y cinco asociaciones culturales de España y de Hispanoamérica han publicado un comunicado del Protocolo de Santa Pola, en el que le han pedido que se retracte de sus declaraciones o que dimita, y han expuesto los siguientes argumentos: 1) La misión de un ministro de Cultura es defender la cultura de España y no atacarla o menospreciarla, y afirmar su obra civilizadora de 300 años, basada en la extensión del mensaje del cristianismo y del legado grecorromano. Identificarlo con el dominio colonial abusivo llevado a cabo por el rey Leopoldo es un chiste de dudoso gusto. 2) España no tuvo colonias en América, ya que se trataba de provincias de la “España ultramarina”. Según la Constitución de 1812, “la nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios” (artículo 1), y son españoles “todos los hombres libres nacidos o avecindados en los dominios de las Españas y los hijos de éstos” (artículo 5). 3) Toda gran empresa tiene un Debe y un Haber, pero en el caso de la colonización española de América, éste es muy superior a aquél. 4) El modelo virreinal se aplicó allende el Atlántico en forma de organización descentralizada que creó más de 30 universidades, mil hospitales y cientos de ciudades. Se invirtieron ingentes cantidades de oro y plata en infraestructuras hidráulicas, caminos, puentes, catedrales y edificios públicos que han resistido el paso del tiempo. 5) Ello fue fruto de una colaboración entre los pocos peninsulares que llegaron a América y los indígenas, unidos por el mestizaje y la igualdad de trato. 6) España no ha elaborado una leyenda negra sobre los abusos de la conquista de Hispania por Roma y ha preferido centrarse en los aspectos positivos de la misma. ¿Por qué habría de ser diferente con el imperio hispano? 7) Un ministro de Cultura de España debería dedicarse a combatir la Leyenda Negra hispanófoba, en vez de aceptarla. El prestigio de España está en peligro cuando se menosprecia su pasado o se apoyan visiones negativas y sectarias que solo contribuyen a su debilidad y a la baja autoestima colectiva del mundo hispano. Esta estrategia sirve, consciente o inconscientemente, al quintacolumnismo de los que quieren tener a los españoles enfrentados, desunidos y débiles. “O rectifica su declaración pública o debería presentar de forma inmediata su renuncia al cargo, por falta de voluntad para defender la historia de la casa común, que une, no solo a los 47 millones de españoles, sino también a 500 millones de hispanos”. Es de sobra conocida la animadversión de Urtasun a la tauromaquia. Los “corre-bous”, en los que se ponen bolas de estopa encendida en las astas de las vaquillas, las arrastran con cuerdas y las arrojan a los canales y al mar son “cultura catalana”, mientras que las corridas de toros son una muestra de la crueldad del pueblo español, que disfruta viendo cómo se tortura y mata a tan noble animal. Me ha sorprendido la editorial de la revista “Mundotoro” del pasado día 18, que ha criticado las afirmaciones de que el genocidio explotador era igual a la cultura del mestizaje y, por eso, debíamos plantearnos devolver piezas del Museo de El Prado o del Thysen, cuando en España jamás ha existido una expropiación cultural. El ministro viene para rematar la faena de ensuciar el pasado español para argumentar la violencia de ese pasado contra culturas como la de Cataluña, y lo hace de forma sutil, hablando en contra de los toros, justo al lado de su discurso de la Leyenda Negra española que es puro “marketing”, que pretende anular hechos históricos que sitúan a España en otro lugar con sombras. Asistimos a una vuelta de tuerca del revisionismo inmoral de nuestra Historia, al abundamiento de una leyenda negra que blanquea las aspiraciones ilegítimas en cultura, economía, tradiciones y legado cultural de la Cataluña de los independentistas, de forma que Urtasun no esconde para qué ha sido nombrado. Su antitauromaquia es el prólogo a su hispanofobia. En un concierto, su antitaurinismo sería ese telonero que calienta los cuerpos antes de la llegada de la gran actuación. Descolonización de los museos Yo me consideraba un experto en descolonización, porque hice mi tesis doctoral sobre “Participación de la ONU en el proceso de descolonización” y mi Memoria en la Escuela Diplomática sobre “Proceso evolutivo de la Guinea Ecuatorial española “, y he escrito un libro sobre el Sáhara Occidental y muchos artículos sobre temas relativos a la descolonización. Pero resulta que me he quedado anticuado, porque -según el ministro de Cultura- lo que hay que descolonizar no son los pueblos oprimidos, sino los museos españoles colonizados, promoviendo un proceso de revisión de las colecciones que “permitan superar un marco colonial o anclado en inercias de género o etnocéntricas, que han lastrado en muchas ocasiones la visión del patrimonio, de la Historia y del legado artístico […] Se trata de establecer espacios de diálogo e intercambio que nos permitan superar este marco colonial”. Me recuerda el trabalenguas infantil del arzobispo de Constantinopla que se quería descontantinopolizar y que -en su versión “urtasionana”- rezaría: “Los museos españoles se deben descolonizar; el descolonizador que los descolonialice, buen descolonizador será”. Pero ¿cómo se descoloniza un museo?, ¿Se trata -como ha comentado David Jiménéz Torres- de devolver piezas a su destino de origen, de reescribir las explicaciones sobre las obras, de exponer una visión distinta del pasado español o, de hacer simples proclamas antiimperialistas que complazcan a la parroquia ideológica?.. .El problema es que el propio Urtasun no lo sabe. Su ocurrencia no deriva de un estudio serio de nuestros museos, sino de una moda reformista que se está extendiendo por las instituciones culturales occidentales. Como ha comentado con sorna David Lema, es un paso pequeño para un ministro de Cultura, pero un gran paso para la Humanidad, al fomentar la protección de una de las especies que corren el peligro de extinguirse, pero que nunca mueren: los museos. Si la caridad bien entendida empieza por uno mismo, quizás el ministro podría iniciar su campaña descolonizadora por su propia tierra. Menciona Lema un anuncio por palabras aparecido en ” La Vanguardia” que decía: “Quien quiera comprar una negra y una hija suya mulata, que sabe guisar, lavar y planchar bien, acuda enfrente de la casa de los Gigantes n° 9, casa de don Mariano Sans y de Salas”. Entre 1789 y 1920, los negreros catalanes trasladaron desde África a América unos 30.000 esclavos en barcos que salían desde Barcelona, cargados con telas, alcohol y fusiles hacia la costa centroafricana, donde los cambiaban por esclavos que luego trasladaban hasta América. ¿Quién va a discutir ahora -se ha preguntado- el patrimonio de los herederos de los señores del Eixample? Urtasun prestaría un gran servicio patriótico si consiguiera volver a unir España y a Cataluña, mandando a la basura el olvido y recordando las gestas conjuntas. Si tuviera éxito, es posible que lo llamaran del “British Museum” de Londres, donde hay, al parecer, algunas piedras que devolver ¡Qué bien le vendría a la Commonwealth! ¡Ponga un Urtasun en su museo! Las declaraciones de Urtasun han sido severamente criticadas tanto por los partidos de la oposición, como por buena parte de los expertos en museos e historiadores. La diputada del PP, Sol Cruz-Guzmán, señaló que -como España no tuvo colonias en América-, los discursos coloniales la ponían nerviosa. El representante de Vox, Joaquín Robles, acusó al ministro de haber interiorizado el discurso de la Leyenda Negra y destacó el hecho de que España tuviera un ministro de Cultura hispanófobo. Urtasun se enzarzó con él y le espetó que tenía que defender la cultura frente a los desafueros de Vox, a lo que Robles le replicó: “Nos acusan de censura Vds, la izquierda ’woke’, que es la campeona de la censura“. Puede que los dos tuvieran algo de razón. Una de las críticas más sardónicas ha provenido de Luis del Val, que ha reconocido en la COPE su ignorancia por no saber que los museos españoles estaban colonizados y enfermos de etnocentrismo, y era una suerte que el ministro de Cultura lo hubiera descubierto y se mostrara dispuesto a descolonizar los 17 museos que dependían del Gobierno. Observó que no había encontrado trazas de etnocentrismo en el Prado, salvo que se acusara a Rubens, Velázquez, Tiziano o Goya de pintar siempre a personas de raza blanca. Urtasun era un hombre culto y amante de la familia, porque era comunista e hijo de comunista, y la familia que abrazaba el marxismo permanecía unida. Era también miembro de CC.OO en su afán de conocer a algún obrero, porque había sido educado en el elitista Liceo Francés de Barcelona, donde no había ningún hijo de obrero, ni tampoco vería a muchos en la carrera diplomática. Su amplio conocimiento de las clases sociales y su odio a la tauromaquia pondrían las cosas en su sitio y desterraría de El Prado la colección de grabados taurinos de Goya. Había otro aspecto que un ministro tan sensible como él ya habría advertido, cual era la inercia del género. En el museo solo había un desnudo masculino -el San Sebastián de El Greco-, mientras que los femeninos eran muy numerosos: la maja de Goya, la serie mitológica de Tiziano y, sobre todo, las tres Gracias de Rubens. Urtasun debería reunirse con su colega de Sanidad para acordar la retirada de esa exhibición de grasa superflua, que provocaba desmayos entre los seguidores de la dieta mediterránea. Pero lo importante era que se abría una actividad nueva: la de descolonizador de museos. Carlos Herrera le ha recordado a Urtasun que el Imperio español existió, por mucho que le produjera urticaria y que tratar de borrarlo cinco siglos más tarde era una absurda labor de idiotas, con la que solo conseguiría hacer el ridículo. España no tuvo colonias en América y, si hoy hay indigenismo, es porque la conquista española -a diferencia de la inglesa o de la belga- se caracterizó por respetar a los indígenas y promover el mestizaje. El escritor mejicano Enrique Krauze ha afirmado que hay que tener claro que existían muchísimas diferencias entre las colonias que las potencias europeas establecieron en África en el siglo de XIX y los virreinatos españoles en América, pues fueron dos formas de gobierno muy distintas. Hablar de la descolonización de los museos españoles era un gran error. Para Isabel San Sebastián, ”la imbecilidad histórica que subyace a esta pretensión es gigantesca. Pretender reescribir lo que refleja un museo y la historia narrada a través del arte es directamente orwelliano: El Ministerio de la Verdad”. Se ha preguntado con sorna si habría que cambiar las meninas por los meninos y poner rostros de mujer en los fusilamientos de Goya para complacer a Urtasun. No solo intenta imponer su dogmatismo en el campo político e intelectual, sino quiere llevarlo al extremo absurdo de la pintura. “Desde el punto de vista cultural, me parece grotesco y, desde el punto de vista histórico, demostrativo de una falta absoluta de conocimiento de lo que es la Historia de España”. La profesora del CEU, María Saavedra, ha afirmado que expresiones como “marco colonial”, “inercias de género” o “misión lastrada del patrimonio” son palabras vacías que buscan imponer por ley una determinada visión del pasado, con el objetivo de contentar a una parte de la población a la que no le interesa la cultura, sino la ideología. El que los museos sean vivos no significa que haya que reinventarlos desde ideologías sesgadas, que nada tienen que ver con la Historia. Los museos ya dan mayor presencia a los pueblos indígenas y prestan gran importancia a las piezas que reflejan la cultura, el simbolismo y la religiosidad de los pueblos prehispánicos -especialmente en los museos de América o de Antropología-, y nada tiene que ver con una concepción etnocentrista de la Historia, como apunta el ministro de Cultura. El ex-director de los Museos de El Prado y Arqueológico, José María Luzón, ha expresado su desacuerdo con que los museos se conviertan en un botín. España no ha expoliado nada y no tiene sentido devolver a Colombia el tesoro Quimbaya, que fue donado por su presidente a la reina regente María Cristina. Si se acordara su entrega, las Ordenes Religiosas podrían solicitar la devolución de las obras que fueron incautadas durante la desamortización. La Dirección General de la Verdad Urtasun anunció la creación de una Dirección General de Derechos Culturales que desarrollará un plan que haga cumplir sus políticas culturales a medio plazo en todos los ámbitos de la Administración. El eje de este programa sería la adopción de una postura firme para combatir cualquier forma de censura, y la igualdad y acceso equitativo a la misma de todas las minorías. Se trata de desarrollar acciones concretas y medidas específicas que generen las mejores condiciones posibles para que los proyectos culturales se desarrollen, y la ciudadanía pueda disfrutar de una vida cultural plena sin ningún tipo de censura previa. “La creación y producción cultural sufren un momento histórico de cambio en el que la censura y la injerencia política ganan terreno en la gestión pública. Esta dirección acompañará a cualquier creador, autor o colectivo cuya actividad haya sido borrada o censurada en el espacio público”. La mención de la función fiscalizadora hace pensar que la Dirección General se dedicará más a la acción ideológica que a la ejecutiva. La prioridad será extender y democratizar el acceso a la cultura y de garantizar el derecho a la creación de las mujeres –“nuestra práctica cultural exige un compromiso decidido con el feminismo y la igualdad real”- y los colectivos LGTBI. Según un editorial de “El Mundo”, la creación de una Dirección General que luche contra la censura no solo parte de premisas falsas, sino que confirma la querencia de la izquierda radical por someter la creación intelectual, necesariamente libre, al tamiz de una ideología del Estado. Cómo ha señalado Rafa Latorre, la andanada de palabrejas con las que el ministro presentó su programa sería solo una cursilada, si no supiéramos que, en política, lo cursi es un disfraz de lo siniestro. Refleja un deseo de control. La mera sugerencia de que sea una Dirección General la que establezca qué es inaceptable censura, qué es justa cancelación, qué es gestión cultural o qué es capricho ideológico, es sumamente preocupante y desprende un tufillo orwelliano de Ministerio de la Verdad. Por otra parte, al igual que el ministro Albares ha metido con calzador al feminismo y a la diversidad de género en la política exterior, Urtasun pretende hacer lo propio en la política cultural, lo cual es discriminatorio. Todavía en el caso de la mujer sería tolerable, pero no así en el supuesto de los colectivos LGTBI, porque no hay motivos razonables para que un homosexual tenga prioridad de acceso a la cultura sobre un heterosexual o sobre un socio del Rayo Vallecano. Dado que no tiene capacidad, ni voluntad, para defender la Historia y la cultura de España, sería de interés general que Urtasun renunciara al Ministerio y se metiera en el ”bombo”, para ser destinado al Consulado en Kinshasa, dónde podría comprobar las bondades de colonización belga del Congo, frente a las maldades de la realizada por la Corona española en América. De allí podría ser destinado al Consulado en Santa Cruz de la Sierra para seguir investigando “in situ” el genocidio cometido por sus ancestros. Madrid, 26 de enero de 2024

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