domingo, 29 de marzo de 2020

Falta de solidaridad en la UE entre paises del norte y del sur

FALTA DE SOLIDARIDAD EN LA UE ENTRE PAISES DEL NORTE Y DEL SUR Reunión del Consejo Europeo La cumbre del Consejo Europeo que se celebró el pasado día 27 por vía telemática, con el fin de adoptar un plan de choque para luchar contra a la crisis del COVID-19, resultó un auténtico fiasco. Sobre la mesa estaban las propuestas de recurrir al fondo de rescate europeo- el Mecanismo Europeo de Estabilidad-, con las consiguientes consecuencias financieras y políticas, o emitir “coronabonos” para mutualizar la deuda. Mientras los ortodoxos países del norte –Alemania, Austria, Finlandia y Países Bajos- se inclinaban por la primera solución, otros 9 Estados del sur –entre los que se encontraban España, Francia, Italia y Portugal- optaban por la segunda. Ante la falta de acuerdo, el Presidente del Consejo, Charles Michel, presentó un inocuo texto de que no decía nada y dejaba la cuestión en el aire, pero Italia y España lo rechazaron y exigieron una acción conjunta y decidida de todos los Estados miembros para mitigar las gravísismas consecuencias económicas del coronavirus. Como señaló Pedro Sánchez, “si no proponemos ahora una respuesta unificada, potente y eficaz a esta crisis económica, no sólo el impacto será más duro, sino que sus efectos durarán más tiempo, y estaremos poniendo el peligro todo el proyecto europeo”. Pidió que no se repitieran los errores de 2008, que “sembraron la semilla de desafección y división con el proyecto europeo”. Emmanuel Macron afirmó que no quería una Europa egoísta y dividida e hizo un llamamiento a la solidaridad europea. ¿Deseaba la UE a reducir la institución monetaria a su mínima expresión y a unas reglas que permitiertan a cada Estado actuar por su cuenta, o se optaba por una actuación conjunta para financiar los gastos y las necesidades en una crisis vital? Él se pronunciaba a favor de la completa solidaridad mediante una capacidad común por el crecimiento del presupuesto de la Unión que facilitara un apoyo real a los países más afectados por la crisis. Angela Merkel mantuvo, en cambio, que la mutualización de la deuda no estaba en la agenda de Alemania y que cada Estado debería responder por su propia deuda pública. El Primer Ministro holandés, Mark Rutte, apoyó la posición alemana y se opuso de forma taxativa a la emisión de coronabonos por parte de la UE. La reunión –que fue tensa y se prolongó hasta la madrugada- llegó a la solución de no pronunciarse sobre el fondo del asunto y pasar la cuestón al Eurogrupo, al invitarlo a “presentar propuestas en dos semanas. Estas propuestas deberán tener en cuenta la naturaleza sin precedentes del choque del COVID-19, que afecta a todos nuestros países”. En realidad no se hacía una encomienda a los Ministros de Hacienda, sino a un Grupo de Trabajo formado por representantes del Eurogrupo, de la Comisión Europea, del Parlamento Europeo y del Banco Central Europeo. Metedura de pata del Ministro de Hacienda holandés En el curso de los debates, el Ministro de Hacienda de los Países Bajos, Wopke Hoekstra, tuvo una muy desafortunada intervención, al pedir a la Comisión Europea que investigara a los Estados que –pese el crecimiento económico de la eurozona en los últimos siete años- no dispusieran de margen presupuestario suficiente para hacer frente al impacto económico de la crisis, y le instó a que presentara un informe sobre los Estados de la UE que habían establecido amortiguadores financieros –las hormigas buenas-, y que se destacara las lecciones que cabía deducir de los errores cometidos por los países que no disponían de esos “financial buffers”-las cigarras malas-. Era una reacción típica de la idiosincrasia holandesa heredada del calvinismo. Les encanta dar lecciones de moralidad en el ámbito que sea, porque son tan perfectos que se creen obligados a impartir consejos a los pobres que no saben lo que hacen. Su oposición a asumir responsabilidades compartidas es comprensible porque la llevan impresa en su ADN. Es lo que popularmente se conoce con el dicho “going Dutch”, conforme al cual, cuando unos amigos salen a tomar unas copas, cada uno paga su consumición. El conservadurismo fiscal germano-holandés tiene su raíz en la tradición protestante, que vincula la deuda con el pecado. El vocablo “schuldenschuld” –culpa de deuda- sólo existe en los idiomas alemán y neerlandés. Aunque no mencionó expresamente a ningún país, sus dardos iban obviamente dirigidos a España y a Italia. La reacción ante esta impertinencia no provino, sin embargo, de los señalados, sino del Primer Ministro portugués, Antonio Costa, quien comentó que el discurso había sido “repugnante” y lo calificó de “absoluta inconsciencia” y “mezquindad recurrente”, ya que “no fue España la que creó o importó el virus”. Semejante postura minaba completamente el espíritu de la UE y era una amenaza para el futuro de la Unión. Añadió que, ”si no nos respetamos los unos a los otros y no comprendemos que ante un desafío común, tenemos que tener la capacidad de responder en común, entonces nadie entendió nada de lo que es la UE”. Interrogado por los periodistas sobre si había ido demasiado lejos en sus críticas, contestó que quien había ido lejos había sido el Ministro holandés, que se había extralimitado. No sólo no rectificó, sino que redobló sus críticas y afirmó que, si la UE no hacía lo que era necesario, sería su fin. Más diplomática, la Ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González, le dijo a Hoekstra que todos estábamos en el mismo barco europeo y corríamos el mismo riesgo ante el iceberg que se nos venía encima, por lo que no había tiempo para discusiones sobre supuesto pasajeros de primera o de segunda clase. ”No es el momento de defraudar a nuestros ciudadanos”. Es digno de agradecimiento el gesto de solidaridad ibérica que Costa ha tenido con su vecino español. Sangrando por la herida abierta, Costa afirmó que no estaba dispuesto a volver a escuchar a Ministros de Hacienda holandeses,- como hicieron en 2008 y años sucesivos-que provocaron el traumático rescate Portugal por parte de la UE. Se refería a las declaraciones de Jeroen Disselbloem de que Países Bajos no estaba dispuestos a aportar fondos a los países que no hiciera los deberes, porque nadie prestaría a quienes se gastaran el dinero en alcohol y mujeres. Era una manifestación más de la moralina holandesa. Supongo que no se refería a los miles de holandeses que desfilan ante los escaparates de Amsterdamen los que se exhiben provocadoras hetairas y disfrutan de sus servicios, mientras alivian el gaznate con generosos tragos de “oude geneve”.Los comentarios de Hoekstra no eran fruto de un arrebato del momento, sino que tenían por objetivo condicionar la emisión de eurobonos a que se hubiera comprobado si los distintos Estados de la Unión habían cumplido sus obligaciones financieras, lo que supondría remitir el debate de la cuestión “ad calendas grecas” o neerlandesas. Según José María de Areilza, los Países Bajos y Alemania se han equivocado de crisis y elegido vivir mentalmente en el pasado. Sus dirigentes no han entendido que la pandemia es un desafío a la propia supervivencia de la UE, muy distinto a la crisis económico- financiera de 2008. Se aferran a una división controvertida entre países acreedores y deudores, buenos y malos, como si la amenaza global del coronavirus se pudiera confinar en delimitaciones nacionales y gestionar con negociaciones plagadas de vetos. Piden reformas estructurales a los países que más sufren la crisis y los animan a endeudarse sin la posibilidad de mutualizar la deuda y abaratar los costes a través de un instrumento fiscal europeo. Los denostados coronabonos no sólo tendrían un impacto económico positivo, sino que serían una señal política fundamental de que la UE movilizaba todos sus recursos, y permitía salir rápido de la parálisis económica con las capacidades productivas lo más intactas posible y evitar derivas políticas peligrosas. Insuficiencias de la Unión Económica y Monetaria de la UE Alemanes y holandeses han acusados a los Estados sureños de aprovecharse de la crisis del COVID-19 para replantear el tema de la emisión de eurobonos, que no es cierto. Con el Tratado de Maastricht de 1992 se dieron los primeros pasos para la creación en 1998 de la Unión Económica y Monetario, que dio un paso muy importante con la creación del euro como moneda única en 2002. La UEM nació, sin embargo, un tanto coja, porque los países más ricos del norte pretendían –de conformidad con el dicho anglosajón “to have their cake and eat it” y gozar –como ha observado Guillermo Íñiguez- de todas las ventajas de una moneda única sin soltar ni un euro en favor de los despilfarradores Estados del sur. Se basaban en una filosofía económica absurda de exaltación de la estabilidad financiera y del déficit cero, que no han dudado en ignorar cuando les ha convenido, como acaba de hacer Alemania. La UEM quedo a medio hacer por la renuencia de los ortodoxos norteños, que se han negado a completar el entramado de la Unión, para lo que economistas y políticos han señalado que era necesario dotarla de un pilar fiscal y de capacidad para hacer frente a las crisis económico-financieras, revisar las reglas fiscales del euro y flexibilizar el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, para tener en cuenta las necesidades de desarrollo de todos los países, especialmente los menos desarrollados dentro de la UE. Era conveniente convertir el MEDE en un auténtico Fondo Monetario Europeo, establecer un presupuesto para la Unión y un Ministerio de Economía. También se necesitaba garantizar los depósitos, crear un Fondo de transferencias entre Estados miembros –un “Rainy Day Fund”-, que se adaptase a las fases de los ciclos económicos y tuviera un carácter estabilizador, unificar los regímenes fiscales para evitar el “dumping” irlandés o el ventajismo luxemburgués, y –sobre todo- mutualizar la deuda mediante la emisión de eurobonos u otros instrumentos similares. Alemania y Países Bajos se opusieron rotundamente a estas propuestas, especialmente a la última, llegando Merkel a decir de forma terminante que los eurobonos no se expedirían en la UE mientras ella estuviera con vida. Boris Johnson ha imitado este modelo chulesco cuando declaró que antes quedaría muerto en una cuneta que permitir prorrogar la fecha de la salida de Gran Bretaña de la UE. Si se pide a la Unión que expida eurobonos no es para salvar a los incompetentes Gobiernos del sur y solucionar el problema de su fenomenal deuda, sino para permitir que puedan acceder a los mercados en mejores condiciones. Es una medida solidarias que no sólo beneficia a España o a Italia, sino también a todos los Estados de la Unión. Merkel impuso a sangre y fuego a sus socios los dogmas sacrosantos de la estabilidad, la prohibición del déficit y la austeridad, pero, en cuanto le han venido mal dadas, ha autorizado en horas 24 que Alemania -¡Oh cielos!- incurra en déficit. Esta muestra de pragmatismo debería extenderla igualmente al ámbito de la UE. La grave crisis del COBIB-19 no ha hecho sino añadir urgencia a la necesidad de completar cuanto antes la UEM. Pueden incluir en el pacto todas la condiciones que estimen necesarias y requerir las garantías necesarias para evitar posible abusos, pero que se aplique de una vez, “bitte”- el principio de solidaridad inherente a cualquier Unión. Igual ocurre en el ámbito judicial con las Órdenes Europeas de Detención y Entrega, basadas en el principios de que los estándares de los sistemas judiciales de los Estados miembros son homologables. No cabe -como han hecho los Tribunales belgas- negarse a ejecutar una OEDE so pretexto de que no se fían de la Justicia de España. O los Estados confían en sus socios y tramitan las órdenes, –salvo en los casos excepcionales incluidos en la normativa comunitaria- o, de no hacerlo, deberían salirse del régimen de las OEDE. Lo mismo ocurre con la UEM. O los Estados se fían de los demás miembros de la Unión y actuar en consecuencia, o no se fían, en cuyo caso, deberían salirse de ella. Haya que estar a las duras y a las maduras. No cabe aprovecharse de las ventajas de la unión monetaria y del euro y negarse de forma sistemática o boicotear que se complete la UEM. Costa insistió en que era necesario que todos los Estados de la UE actuaran de consuno frente a una crisis que alcanzaba a sus 27 miembros de forma simétrica y con una mayor dimensión que las otras crisis hasta ahora vividas en la Unión. Si nos mantenemos en las divisiones que ya bloquearon importantes decisiones en 2008, Europa sufrirá mucho con este tsunami. Consideraba absolutamente fundamental realizar la emisión de deuda conjunta para conseguir mejores condiciones de financiación para todos. Merkel y Rutte siguen en sus trece y, aunque sin tanta contundencia, se oponen a la mutualización de la deuda. Los halcones del euro se niegan a compartir riesgos financieros con sus socios del sur y exigen que cualquier ayuda comunitaria requiera a cambio un plan de ajuste. Rutte –que es el mamporrero de Merkel- ha dicho que no puede prever bajo ninguna circunstancia que Países Bajos acepten los eurobonos porque iban contra el diseño de la UEM.¡Será caradura!. Querrá decir contra su diseño. Como ha señalado Íñiguez, una Europa del siglo XXI no puede ser gobernada por el moralismo calvinista, sino que debe guiarse por la solidaridad. Conducta errática del Gobierno de Sánchez El Gobierno de Sánchez –o, más bien, el mini-Gobierno de los coordinadores del Plan de Alarma- siguen con su política errática y poco acertada para hacer frente a la crisis del COBIB-19. Se ha puesto de manifiesto que el Gobierno conocía la letalidad de la pandemia desde el mes de enero y tardó más de 40 días y 40 noches en tomar las primeras medidas para enfrentarse a ella, empezando por aprovisionarse con antelación del material sanitario requerido. Según ha señalado Daniel Lacalle, ésta no es una crisis de falta de gasto sanitario, sino de falta de previsión y gestión, sobre todo en relación con el fallo en el suministro de material de protección frente al contagio. Como ha reconocido el Director Adjunto Operativo de la Policía, José Ángel González, en rueda de prensa del equipo coordinador, llevaban tres meses pidiendo, sin éxito, material de protección para sus miembros. El Secretario de Estado de Comunicación y censor de periodistas en las ruedas de prensa, Miguel Ángel Oliver, lo corrigió sobre la marcha diciendo que se trataba de tres semanas, pero González mantuvo su afirmación. Ya veremos cuánto dura en su puesto. El culmen del descrédito del Gobierno y de sus gestión centralizada de la crisis ha sido la farsa de la adquisición a bombo y platillo en China de 640.000 “tests” de pruebas rápidas –otras fuentes hablan de 340.000 unidades-, que han salido defectuosos y la Embajada de China en España ha declarado que la empresa suministradora no contaba con la debida licencia gubernamental. Por razones inexplicables, el Gobierno se ha negado a revelar quien ha sido el intermediario, ha devuelto el material defectuoso y le ha encargado al mismo intermediario que gestione el envío de” tests” homologados y eficaces. Según “El Mundo”, se trata del paradigma de una gestión deficiente y un completo ridículo, que ha afectado gravemente a la credibilidad del Gobierno. Éste ha creado un órgano de gestión formado por personas de buena voluntad pero carentes de experiencia, que se encuentran desbordados, especialmente el titular de Sanidad, Salvador Illa, y su portavoz, Fernando Simón, que podrá ser un excelente epidemiólogo –cosa que algunos dudan por sus imprevisiones, titubeos y contradicciones-, pero un mal político. En cualquier caso, es un prueba de cómo la ciencia puesta incondicionalmente al servicio del Gobierno de turno se desprestigia. Fernando Lozano ha constatado que la gente se está calentando por la mala gestión y las medidas erráticas de un Gobierno moribundo, que no da pie con bola, sigue instalado en la mentira y nos trata como a tontos. Para Cristian Campos, todo el esfuerzo del Gobierno está centrado en mantenerse en el poder y todas sus decisiones tienen como principal objetivo minimizar el daño a su imagen. La culpa es de todo el mundo, menos del Gobierno. Según Alberto Gibánez, no pasaría nada si el Gobierno pidiera perdón por los muchos errores cometido y planteara una política adecuada que permitiera que todos arrimaran el hombre, pero ni Pablo Iglesias ni Iván Redondo lo perrmitirían. Sánchez es rehén de sus propias contradicciones y, al final, va a ser devorado por la crisis. El resultado es que, a día de hoy, hay 78.797 contagiados -9.994 de ellos miembros del personal sanitario, el porcentaje más elevado en Europa-, 4.957 ingresados en las UCI y 14.709 pacientes curados, y han muerto 6.528 personas -838 en un solo día-. Ante esta situación, Sánchez acaba de anunciar que en un Consejo de Ministros extraordinario que se celebrará mañana domingo, se decidirá paralizar, a partir del lunes y hasta el 9 de abril, todas las actividades que no sean esenciales, debiendo permanecer los trabajadores confinados en sus casas durante 15 días. El Presidente vasco, Íñigo Urkullu, ha propuesto que sean las Comunidades Autónomas las que decidan qué actividades deban parar, en función de la especificidad productiva de cada una de ellas. Se ha quejado de no haber sido previamente informado de la intención del Gobierno. Una vez más, Sánchez ha recurrido a la táctica inapropiada de lanzar globos-sonda ,al anunciar la adopción de medidas antes de tomarlas. Falta de solidaridad de la UE El Gobierno español tiene mermada su autoridad ante la UE por la insolvente política económica que viene aplicando últimamente. El propio Banco de España ha criticado al Gobierno por no haberse proporcionado en tiempos de bonanza un colchón presupuestario. Pese ser el caballo de Troya eurócrata en el seno del Gobierno, la Vicepresidenta, Nadia Calviño, se siente incapaz de imponer un política económica coherente con los directrices de la Unión, al contar con la oposición interna del socio podemita –que propugna una política populista estrafalaria- y de un sector del “sanchismo” radical, que aún cree en la revolución pendiente. Sánchez no sabe, no contesta y da continuos bandazos según siga la opinión de Calviño o de Ibáñez. La UE se juega su ser o no ser en esta crisis global que, para salir de ella, exige la unidad de acción de las instituciones de la Unión y de los Estados miembros. Según ha editorializado “El Mundo”, no cabe el “¡Sálvese el que pueda!” –como hasta ahora se ha venido haciendo-, porque lo más probable es que no se salve nadie. Es cierto que la Unión carece de competencias en matería de sanidad, que está en manos de los Estados miembros, pero si cuenta con amplias facultades en el ámbito económico. Debería prestar atención a la demanda de su miembros del sur de que se adopte con urgencia una especie de “Plan Marshall” de reactivación económica, que pase por la murtualización de la deuda pública. Según Luigi Ferrajoli, la UE se debería haber hecho cargo desde el principio de la crisis del coronavirus, de conformidad con el artículo 168 de su Tratado de Funcionamiento, que –tras afirmar que la Unión “fomentará un amplio grado de salud humana”- establece que los Estados miembros, en colaboración con la Comisión Europea, coordinarán sus políticas al efecto, y con el artículo 222, que prevé que “actuarán conjuntamente y con espíritu de solidaridad”, cuando un Estado miembro sea víctima de una catástrofe natural. Pero, a pesar de estos mandatos, cada uno de los 27 Estados miembros va por su lado y basa su estrategia en la demagógica defensa de una insensata soberanía nacional. “Bastará con que uno de ellos adopte, en uso de su soberanía nacional, una medida inadecuada para generar un riesgo de contagio a los demás”. La Comisión Europea todavía está a tiempo de coordinar las estrategias de los distintos países. Si no lo hiciera, mostraría su ineptitud como institución, capaz de imponer sacrificios para garantizar de la estabilidad presupuestaria, pero no la salud y la vida de los ciudadanos. Es de agradecer que la Presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, haya mostrado su simpatía hacía los españoles, que les diga que no están solos y que su portavoz recite el “Caminante, no hay camino” de Antonio Machado tras una comparecencia. Pero reducir la contribución de la UE al suministro dentro de unas semanas de unas pocas mascarillas y guantes es casi un insulto. “Too little, too late”. La UE podría y debería hacer mucho más, como introducir la mutualización de la deuda en el marco de la UEM. Como ha observado Íñiguez, los eurobonos seguidos de un Plan Marshall europeo podrían salvar vidas que la Unión necesita desesperadamente. Una combinación de recursos por parte del Consejo Europeo en forma de mutualización de la deuda puede allanar el camino hacia una mayor integración económica y una mayor solidaridad en toda la UE. La Presidenta del BCE, Christine Lagarde, ha dado su visto bueno a esta propuesta y von der Leyen parece ser sensible a ella, cuando ha comentado que hay que evitar que el COVIC-19 divida la Unión entre Estados ricos y pobres. Según comentó en su día el patriarca Jacques Delors, el clima que reinaba entre los Jefes de Estado y de Gobierno era el de falta de solidaridad europea, lo que hacía correr un peligro mortal a la UE. La situación se repite hoy día y hay que impedir por todos los medios que el virus calvinista de la insolidaridad contamine a la Unión, si queremos ser fieles al espíritu solidario que inspiró a los padres fundadores. Madrid, 28 de marzo de 2020

2 comentarios:

  1. Es curioso, se me da que la religión tiene mucho que ver con el vocablo “schuldenschuld”.
    El luteranismo es una religión muy individualista y poco partícipe a repartir "oraciones" con sus congéneres. Sólo piden para si.

    Salut

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  2. Acertada visión del tema, enhorabuena. También, quizás es hora de hacer un poco de autocritica a como hemos gestionado los recursos públicos en España. No se si en otros países se hacen los tipos de derroche que se hacen aquí, esas subvenciones a determinadas asociaciones ideologicas afines, el que cuando cambia un gobierno se cambien tantos puestos de "confianza", la duplicidad o triplicidad de recursos, como por ejemplo, conservación de carreteras y muchas más que me imagino usted conoce. Quizás en este modo de gastar "sin ton, ni son" nacen muchas desconfianzas, no se.
    Un saludo

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