jueves, 5 de diciembre de 2019
Ni Canada es España, ni Quebec es Cataluña
NI CANADA ES ESPAÑA, NI QUEBEC ES CATALUÑA
El Pasado 20 de noviembre tuve el gusto de presentar en el Casino de Madrid, junto al ex–Fiscal General del Estado, Eduardo Torres-Dulce y al periodista Fernando Jáuregui, el libro del Embajador José Cuenca Anaya “Las mentiras del separatismo: Cataluña y Quebec”. El motivo de mi participación en el acto se debía a mi amistad con el autor desde hace 66 años y al hecho haber escrito un libro sobre Cataluña. Pepe Cuenca y yo somos almas gemelas y hemos tenido unas vidas paralelas a estilo Plutarco. Nos conocimos en 1953 en la Universidad de Sevilla, donde compartimos profesores, aulas, apuntes y hasta clases de ruso. Cuando estábamos en el segundo año de la carrera apareció por la universidad un refugiado polaco políglota, Jorge Schmielewski, que ofreció dar clases en este idioma y nos apuntamos dos alumnos, Pepe y el que suscribe. Quién iba a pensar entonces que ambos llegaríamos a ser Embajadores en Moscú. Compartimos la preparación en las oposiciones a la carrera diplomática y estancias en campamentos universitarios católicos en Francia y Alemania, y convivimos en el Colegio Mayor “César Carlos”. Ya ingresados en la “carrière”, coincidimos en la Conferencia de la ONU sobre el Derecho del Mar y en el titánico esfuerzo de conseguir el ingreso de España en la OTAN, a pesar de las zancadillas del PSOE de “OTAN, de entrada NO·. Los dos fuimos Secretarios Generales Técnicos en el Ministerio de Asuntos Exteriores y Embajadores en Rusia. Y tras la jubilación, hemos hecho nuestros pinitos literarios y escrito libros relativos, entre otros temas, a Cataluña.
Pepe Cuenca fue Embajador en Ottawa y vivió “in situ” la experiencia del proceso independentista de la provincia de Quebec en su fallido intento de separarse de Canadá. En su excelente libro, Cuenca describe de primerísima mano el proceso secesionista quebequés, que fracasó por menos de un punto en el referéndum de octubre de 1995. Narra con todo detalle la eficaz campaña del Primer Ministro de la Federación, Jean Chrétien y de su Ministro de relaciones Intergubernamentales, Stéphane Dion, para contratacar al independentismo de Quebec,d al que todos los sondeos daban por ganador. El libro es por eso sumamente interesante y útil ya que no se conoce bien cómo se desarrollaron los acontecimientos de Quebec ni en España, ni -sobre todo- en Cataluña, donde se tiene un conocimiento parcial, sesgado y falso de lo que allí ocurrió y el nacionalismo ha utilizado erróneamente este precedente para apoyar su pretensión a la independencia. Pese a los burdos intentos de asimilación realizados por los separatistas catalanes, Quebec y Cataluña, aunque presenten algunas semejanzas, son muy diferentes.
Semejanzas entre Quebec y Cataluña
Tanto Quebec como Cataluña poseen ciertas singularidades que los diferencia del resto de los componentes de sus respectivos Estados: lengua, cultura, derecho y tradiciones. El fenómeno religioso, que en Quebec ha sido un elemento determinante, apenas tiene relevancia en Cataluña. Los dos poseen una estructura política similar: Quebec es una provincia federada dentro del Estado federal de Canadá y Cataluña es una región autónoma dentro del Estado cuasi-federal de las Autonomias de España, y ambos gozan de autogobierno y de amplias competencia.
Las dos regiones cuentan con partidos nacionalistas con vocación independentista y ambas han recurrido a la mentira y a la manipulación como elementos básicos para justificar su voluntad de independencia. Como ha señalado Cuenca, “se ha permitido que el turbión de la mentira haya suplantado con fuerza arrolladora las claras y evidentes realidades que los separatistas tratan de ocultar”. Han mantenido que su conflicto con el Estado es un problema político que tiene que ser resuelto por medios políticos y sobre el que los Tribunales no tienen nada que decir. Ambos ha recurrido al victimismo vergonzante para basar sus reivindicaciones Así –en opinión del Embajador-, “el Govern trata de cultivar la ojeriza de todo lo español y fomentar el victimismo desde la más temprana edad, poniendo en la mente de los chicos el ácido salitre del rencor”. Es lo que Unberto Eco ha denominado “la construcción del enemigo”.
Diferencias entre Quebec y Cataluña
Para empezar, no existe en Cataluña una población aborigen como en Quebec, por mucho que se quiera asemejar a los “charnegos” con los indígenas. La principal diferencia de carácter político radica en que la Constitución canadiense permite a las provincias que celebren referéndums de autodeterminación y que sus habitantes opten sin problema por la independencia, mientras que la Constitución española se fundamenta en “la indisoluble unidad de la nación española” y no permite que las Autonomías celebren referéndums de libre determinación. Como esto está perfectamente claro en el texto constitucional, no ha sido necesario adoptar una “Ley de Claridad” como en Canadá.
También existen importantes diferencias en la creación de la provincia de Quebec y de la comunidad autónoma de Cataluña. La primera fue fruto de una guerra, en la que los ejércitos ingleses vencieron a los franceses y Quebec fue incorporado a la Federación Canadiense, mientras que la segunda se integró de forma natural en el Reino de las Españas tras el matrimonio entre Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, en cuyo reino estaba integrado el Condado de Barcelona.
Aunque el nacionalismo quebequés ha luchado por la independencia, no ha fomentado. Sin embargo, el odio contra el Estado canadiense, como ha hecho el nacionalismo catalán con el Estado español. Tampoco ha recurrido a la violencia para alcanzar sus objetivos separatistas, mientras que los independentistas catalanes “no quieren compromisos razonables, sino la algarada insolidaria que se está amparando de la calle, y recurren a la violencia como fuente de legitimidad”. A diferencia de los nacionalistas catalanes, los de Quebec han aceptado las leyes y cumplido las sentencias. Pese a que sólo perdieron el referéndum por ocho décimas, aceptaron sin rechistar sus resultados y se limitaron a señalar que celebrarían otro más adelante, lo que hasta la fecha no ha ocurrido. También han sido muy diferentes los medios utilizados por los dos Gobiernos para hacer frente al separatismo. Frente a la pasividad del Gobierno español, el canadiense hizo una intensa labor de pedagogía. Fue con la verdad por delante y explicó convincentemente a la ciudadanía las razones que justificaban el mantenimiento de la Federación.
Enseñanzas derivada de la experiencia de Quebec
Del proceso secesionista de Quebec y de la reacción del Gobierno Federal de Canadá cabe extraer unas conclusiones, que podrían plasmarse en una serie de principios básicos, que deberían servir de guía al Gobierno y a la Administración de España en su tratamiento del problema del separatismo en Cataluña. Bastaría con sustituir “Canadá” por “España” y “Quebec” por “Cataluña”.
1.-La soberanía reside en el pueblo español representado en las Cortes, la única que tiene competencias para decidir el destino de cualquier parte integrante de su territorio
2.-Cataluña no tiene derecho a la libre determinación, ni conforme al Derecho interno –Constitución y Estatuto de Autonomía-, ni conforme al Derecho Internacional. Lo ha dicho el Tribunal Supremo de Canadá: “Ni el poder legislativo, ni el Gobierno de Quebec disponen del derecho a proceder unilateralmente a la secesión de Quebec, ni al amparo de los establecido en el Derecho Internacional, ni de acuerdo con lo que dispone la Constitución de Canadá “.
3.-Los derechos fundados en la Constitución y en las leyes no pueden ser disociados de las obligaciones constitucionales. Son palabras textuales del Tribunal Supremo canadiense.
4.-Cualquier cambio en la estructura del Estado no podrá ser decidido unilateralmente por una Comunidad, sino que se requerirá la participación de todas ellas. . Como escribió Stéphane Dion al Primer Ministro de Quebec, Lucien Bouchard, “si, pese a la ley, ustedes deciden autoproclamarse Gobierno de un Estado independiente, los ciudadanos y los Gobiernos estarían en su derecho de no considerarles como tales”.
5.-Los ciudadanos de Cataluña son distintos de los del resto de España, pero no desiguales. El elemento diferencial no da derecho a reclamar la independencia. Hay numerosos Estados que cuentan con regiones que tienen singularidades propias. Pero -como señaló el Secretario General de la ONU, Boutros Boutros-Ghali en 1992*,” si cada grupo étnico, religioso o lingüístico pretendiera formar un Estado, la fragmentación no tendría fin, con lo que sería más difícil alcanzar la paz, la seguridad y el bienestar económico para todos”.
6.-Hay que respetar la diversidad y la singularidad, pero respetando asimismo la unidad de la Nación. Unidad no es uniformidad. Según Dion, “lo que constituye la principal fuerza y la verdadera grandeza de Canadá es su capacidad de reunir poblaciones diferentes en torno a objetivos comunes. Esta mezcla de unidad y diversidad no podría mantenerse sin el federalismo”.
7.-La principal obligación de un político es preservar la unidad y la integridad territorial de su país. Son palabras del primer Ministro canadiense Jean Chrétien. Para el Tribunal Supremo, “la integridad territorial de los Estados es la base de la vertebración de Canadá”.
8.-Cataluña no puede invocar el derecho a la libre determinación y dictar a los demás componentes del Estado las condiciones de su proyecto de secesión. Son palabras del Tribunal Supremo de Canadá en relación con Quebec.
9.-El ejercicio del derecho a decidir sólo por parte de Cataluña supondría negar a las demás Comunidades su derecho a decidir sobre el futuro de la Nación común. Para el Tribunal Supremo canadiense, “se imponía la necesidad de negociar con el Gobierno central, el resto de las provincias y las comunidades aborígenes” y, según la Ley de Claridad, “fragmentar el territorio nacional de Canadá afecta a todos y, en buena democracia, será preciso abrir un proceso negociador con las”. restantes provincias, porque también está en juego sus legítimos intereses
10.-Si España se pudiera dividir, también se podría dividir Cataluña. En palabras del Tribunal Supremo, “si Canadá es divisible, también lo es Quebec”. Según Dion, los secesionistas exigían el derecho a decidir de una provincia –la suya-, aunque supusiera la ruptura de Canadá, pero se mostraban intratables si se les planteaba que otras minorías pudieran gozar de un derecho similar dentro de su espacio provincial.
11.-Los independentistas s catalanes siguen determinados a separarse de España. No se debe bajar la guardia, porque “lo volverán a hacer” en cuanto tengan una oportunidad.
12.-El federalismo asimétrico nace lastrado y resulta inviable porque no respeta la igualdad de derechos de todos los españoles.
13.-Ninguna Comunidad tiene derecho a vetar o incumplir una ley del Estado que sea de aplicación en todo el territorio nacional.
14.-Las decisiones políticas deberán plegarse a las exigencias del Estado de Derecho y al cumplimiento de las leyes. Sin ley no hay democracia. Según el Tribunal Supremo de Canadá, “es necesario que las decisiones políticas se plieguen a las exigencias del Estado de Derecho y a las leyes que rigen las instituciones democráticas”.
15.-La interdependencia entre las distinta Comunidades y su solidaridad entre ellas son fundamentales para el bienestar del Estado en su conjunto.
16.-No se puede utilizar la violencia como fuente de legitimidad. El recurso a la violencia institucional es monopolio del Estado y de sus fuerzas de seguridad.
17.-La regla de la mitad más nunca es suficiente en democracia para decidir cuestiones cruciales (Ley Canadiense de Claridad). A juicio del Tribunal Supremo, “la regla del cincuenta por ciento más uno no es aplicable; se necesita una mayoría reforzada”.
18.-El independentismo catalán está basado en la mentira, el victimismo y la manipulación de la Historia. Por ello, tanto el Gobierno como la Sociedad tienen que deshacer los tópicos y propalar la verdad sin complejos, a fin de contrarrestar estas falacias y hacer una labor de pedagogía para explicar la realidad. Como ha señalado Dion, “hay que desbaratar entuertos muy metidos en las creencias populares, desenmascarar el victimismo y contar a los votantes la verdad. Se ha de ofrecer a la mayoría silenciosa las razones necesarias para que se formen sus propias opiniones”.
19.-Hay que tratar de superar la fractura de la sociedad catalana provocada por el independentismo. El Gobierno tiene que apoyar a los catalanes no independentistas, que están silenciados y discriminados por la Generalitat y el Estado tiene que volver a estar presente en Cataluña.
20.-El Gobierno debe encontrar una solución justa y ponderada a las legítimas aspiraciones del pueblo catalán y oponerse firmemente a las que no lo son. Ha de restablecer el orden constitucional en Cataluña y ofrecer a todos los catalanes y al resto de los españoles un proyecto ilusionante de vida en común basado en la concordia y en los intereses compartidos.
Madrid, 4 de Diciembre de 2019
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