martes, 18 de agosto de 2015

Estado Islámico en Irak

LOS CRÍMENES DEL ESTADO ISLÁMICO La agenda de la Cumbre de la OTAN celebrada a primeros de mes en Newport se centró en los temas de la crisis de Ucrania y del peligro representado por el “Estado Islámico” (EI), que –como ha observado el Ministro francés Laurent Fabius- no debería ser calificado con este nombre, porque ni es Estado, ni representa al Islam Infamias del Estado Islámico El EI es la culminación del Estado Islámico de Irak, un movimiento creado por Abu Bakr al-Baghdadi para reagrupar a los militantes sunitas iraquíes descontentos con el Gobierno del chiita Nuri al-Maliki, y al que se incorporaron -y se siguen uniendo- islamistas radicales procedentes de todo el mundo, especialmente del Magreb y de la propia Europa. Opera como un grupo paramilitar muy bien entrenado, pertrechado y organizado, que –pese a su reducido número- resulta tremendamente efectivo. Es sumamente radical en lo religioso, pues quiere imponer a sangre y fuego su versión extremista del Islam y la aplicación forzosa de la ley islámica (“Sharía”), para lo que utiliza la crueldad y el asesinato como instrumentos de acción política. No sólo realiza actos terroristas, sino que recurre al terror como principal medio de disuasión y de proselitismo. De Irak pasó a la Siria desangrada por la guerra civil entre el Gobierno de Bashar al-Asad y las fuerzas islámicas insurgentes y –tras conseguir apoderarse de un tercio del país- ha retornado victorioso a Irak, donde ha ocupado la mayor parte del territorio poblado por sunitas, con la connivencia de éstos. Ha logrado derrotar a las desorganizadas Fuerzas Armadas iraquíes –compuestas casi exclusivamente por soldados chiitas, escasamente motivados para defender tierras sunitas-, conquistado Mosul con pasmosa facilidad y amenazado a las capitales del Estado, Bagdad, y de la región de Kurdistán, Erbil. Sólo la oposición de los “peshmerga” -las milicias kurdas- y la intervención de la aviación estadounidense –que a diario bombardea objetivos yihadistas- han impedido que se consumara la catástrofe. En los territorios ocupados en los dos países al-Baghdadi ha establecido un Califato con vocación universal, que ha iniciado una campaña de terror, tanto colectivo –asesinatos masivos de los infieles que no se conviertan y de musulmanes chiitas y sunitas moderados-, como individual –degollaciones humillantes de los periodistas norteamericanos James Foley y Steven Sotloff, y del cooperante británico David Haines-. Como ha observado Mevlut Cavusoglu, el EI es “fruto del descontento de los oprimidos de Irak y de Siria” y no le falta razón al Ministro turco de Asuntos Exteriores. El sectarismo anti-sunita de al-Maliki le ha costado el puesto y cabe esperar que su sustitución por el moderado chiita Haidar al-Abadi facilite la formación de un Gobierno de integración con la participación de árabes -chiitas y sunitas- y de kurdos, la aplicación de un trato no discriminatorio a las minorías y la reorganización del Ejército sobre bases no sectarias. Condena de la OTAN La OTAN era consciente de esta realidad y -en la Declaración Final de la Cumbre de Newport- afirmó que la creciente inestabilidad en las zonas vecinas de Sur, desde Oriente Medio al Norte de África, ponían en peligro su seguridad. Constató la grave amenaza que el EI suponía para Irak, Siria, la región y los Estados miembros de la Alianza, y declaró que no dudaría en tomar medidas para asegurar la defensa colectiva si se amenazara la seguridad de cualquier aliado. Reconoció que Irak necesitaba la ayuda de la comunidad internacional, para lo que se requería una actuación internacional coordinada. El Secretario General, Anders Fogh Rasmussen, dejó caer que la OTAN podría actuar en Irak para ayudarle en su capacidad defensiva si el Gobierno iraquí lo solicitara. Como observó David Cameron, a diferencia de hace diez años, “todos estamos de acuerdo sobre la gravedad de la amenaza y la necesidad de una respuesta colectiva”. La Alianza, sin embargo, ha preferido no intervenir directamente, sino a través de una coalición ad hoc de voluntarios -“alliance of the willing”-. Estados Unidos y Gran Bretaña consiguieron el apoyo de otros diez Estados miembros para “degradar y destruir” el EI. El Secretario de Estado, John Kerry, realizó una gira por el Próximo Oriente para obtener el respaldo de los países árabes y, por la Declaración de Yeda, Irak, los seis países del Golfo, Egipto, Jordania y Líbano se mostraron dispuestos a sumarse a la coalición anti-yihadista. Este acuerdo se amplió y formalizó el 15 de Septiembre en París, donde 26 Estados y la Liga Árabe aceptaron un pacto para luchar contra los extremistas islámicos en Irak -mediante la “ayuda militar apropiada”-, siempre que se realice de acuerdo con las necesidades de las autoridades iraquíes, de conformidad con el Derecho Internacional y sin poner en peligro la seguridad de los civiles. Para conseguir el apoyo de Rusia y China, la declaración tuvo que excluir la realización de ataques contra el EI en Siria, por exigir éstos la previa autorización del Gobierno sirio, lo que era inaceptable para los aliados, que sitúan a al-Asad al margen de la legalidad internacional. Se produce con ello un importante vacío estratégico, ya que existe continuidad en la desértica área fronteriza entre los dos países, y el EI tiene sus bases y halla refugio en territorio sirio. Este problema podría ser resuelto de forma unilateral, pues –según el Secretario de Defensa, Chuck Hagel-, dado que el EI opera libremente a lo largo de la frontera y mantiene un santuario en Siria, “nuestras acciones no se verán limitadas por una frontera que sólo existe de nombre”. EEUU va a facilitar armas y entrenamiento a las milicias sirias que luchan contra el EI, a través de Arabia Saudita. Los ataques aéreos en Irak –a los que se han sumado Gran Bretaña y Francia- son eficaces pero insuficientes. Obama ha reconocido que, en última instancia, harán falta tropas sobre el terreno para forzar el repliegue yihadista, pero confía en que las ponga Irak. Aunque el Presidente haya asegurado que EEUU no será arrastrado a otra guerra terrestre, su Jefe de Estado Mayor, Martin Dempsey, no ha excluido la posibilidad de que los 1.600 asesores enviados a Irak se sumen a los ataques. Urgente necesidad de luchar contra el Estado Islámico El EI ha llegado a extremos intolerables de crueldad y sadismo, ampliamente difundidos de forma obscena por Internet y las redes sociales. En el vídeo que publicita la decapitación de Haines, se puede escuchar la voz del verdugo que -en un impecable inglés londinense- recita:”Cameron, este británico paga el precio de las promesas de armar a los peshmerga contra el EI”. Esta situación resulta intolerable y la comunidad internacional tiene que reaccionar con determinación y firmeza. Como ha afirmado Pedro G. Cuartango, el EI defiende el terror para lograr sus fines y ha establecido un Califato en Irak y Siria para exportar la revolución a todo el mundo. Por cuestión de principios y de legítima defensa, “no hay otra opción que enfrentarse militarmente a estos bárbaros que pretenden acabar con nuestra cultura y valores mediante el terror”. Mariano Rajoy adoptó en Gales una actitud cautelosa al respecto, escarmentado quizás por las violentas reacciones a la anterior intervención de España en Irak. Señaló que había acuerdo sobre los síntomas, pero que había que buscar las fórmulas para hacerles frente con la anuencia de todos los miembros de la OTAN, y puntualizó:”Vamos a ver qué se nos pide y cuáles son las responsabilidades que tenemos que asumir”. Aunque España se ha asociado a la Declaración de París, el PSOE ha acusado al Gobierno de tibieza y su portavoz, Diego López-Garrido, ha insistido en que tiene que participar en la coalición contra el EI “al mismo nivel que los demás países”.El Ministro de Defensa, Pedro Morenés, le ha contestado que nuestro país está, desde el primer momento, en la gestación de una respuesta multilateral al terrorismo islámico y que el Gobierno contempla cualquier tipo de acciones, salvo el combate en tierra y los bombardeos. Madrid, 22 de Septiembre de 2014

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