miércoles, 29 de agosto de 2012

Jaque al "hacker" Assange

Inviolabilidad de la Embajada de Ecuador en Londres




Assange tampoco es un refugiado político –como ha mantenido el ínclito Garzón-, ya que –según ha manifestado la ACNUR- no está perseguido por razones de raza, religión, nacionalidad, grupo social u opiniones políticas. Además no ha pedido refugio al Estado en que se encontraba, sino a la misión diplomática de un tercer Estado. El Reino Unido no está, por tanto, obligado a concederle un salvoconducto para que salga del país, sino que puede y debe detenerlo en cuanto abandone los locales de la Embajada. Lo que no puede hacer es autorizar a sus fuerzas de seguridad a que penetren en el edificio con esta intención –como ha advertido el “Foreign Office” al Gobierno ecuatoriano-, al amparo de la “Diplomatic and Consular Premises Act” de 1987, que permite retirar el “status” diplomático a una Embajada. Ha sido un grave lapso de la diplomacia británica, que conoce y respeta el Convenio de Viena –en el que Gran Bretaña es Parte-, que consagra la inviolabilidad de las sedes de las misiones diplomáticas. Se trata de una de las normas más antiguas e importantes del Derecho Diplomático, amparada por la costumbre internacional e incorporada al Convenio de Viena. Como señaló en 1980 el TIJ en su sentencia sobre el personal diplomático y consular de Estados Unidos en Irán, la inviolabilidad de los agentes diplomáticos y de los locales de las misiones diplomáticas es una de las bases de un régimen jurídico internacional establecido desde hace mucho tiempo. La salvaguardia de este principio es esencial para la seguridad y el bienestar de la comunidad internacional. Ni siquiera en el caso de ruptura de relaciones diplomática e incluso de guerra puede el Estado receptor dejar de respetar la inviolabilidad de las misiones diplomáticas.



Consciente de la metedura de pata, el Ministro de Asuntos Exteriores, William Hague, ha puesto sordina a la amenaza y afirmado que no hay peligro de que se irrumpa en la Embajada para detener a Assange. El daño, sin embargo, ya estaba hecho y el paso en falso británico ha permitido a Ecuador convertir un caso criminal en un conflicto de soberanías. El Presidente Rafael Correa ha tocado a rebato y pedido a las naciones iberoamericanas que apoyen a su país frente a la agresión imperialista de la pérfida Albión, y no ha tenido dificultad en obtener el apoyo unánime de los 11 miembros de UNASUR, que han condenado la amenaza del Reino Unido de entrar por la fuerza en la sede de la Embajada ecuatoriana en Londres.



Oportunismo populista del residente Correa



No deja de ser paradójico que se presente como adalid de la libertad de expresión un Presidente que ha sido criticado por la Comisión Iberoamericana de Derechos Humanos, “Human Rights Watch” o Amnistía Internacional de sojuzgar a los medios de comunicación ecuatorianos. Así, Correa logró que periodistas del diario “El Universo” fueran condenados a tres años de cárcel y a una multa de $40 millones por delito de difamación, porque le llamaron dictador. El Presidente arrima el ascua de la defensa de los derechos humanos a su sardina política en período pre-electoral.



Como Gran Bretaña no está obligada a concederle un salvoconducto, Assange puede permanecer por tiempo indefinido refugiado en la Embajada de Ecuador. Su situación ha sido certeramente descrita por la ex-fiscal María Dolores Márquez de Prado, quien ha afirmado lo siguiente:”Que un acusado de violar a dos mujeres, un Presidente maltratador de periodistas libres e independientes, y un abogado condenado por profanar el derecho de defensa invoquen la institución del asilo diplomático para eludir el cumplimiento de resoluciones judiciales definitivas y firmes es, como mínimo, un fraude de ley”. Si encima pretenden dar lecciones de democracia a países con larga y sólida tradición jurídica, “suena a broma siniestra”. Assange ha recibido un jaque, que –pese al enroque protector de Correa- puede convertirse en mate.



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