jueves, 19 de septiembre de 2024

El asqalto de la rana de Puigdemont: de Godot a Houdini

ELSALTO DE LA RANA DE PUIGDEMONT: DE GODOT A HOUDINI Los independentistas esperaban desde hace siete años el advenimiento del Godot de Waterloo. Los Vladimir y los Estragon catalanes de Simon Beckett habían recibido el mensaje del Cupido de Carles Puigdemont, Jordi Turull, de que Godot no vendría hoy, pero mañana seguro que sí. Ese añorado mañana se materializó el 8 de agosto, cuando el mesías se apareció a sus fieles rodeado de sus querubines y serafines y les dijo: “Pueblo amado, ahora me veis, pero luego no me veréis, hasta que vuelva para gritar “!Visca Catalunya lliure!”. Tras dirigir su balsámica palabra a los escasos congregados para testimoniar los jueves milagro de Luis García Berlanga, pasó de Godot a Houdini, superándolo en sus dotes de transformismo, y despareció. Según los más prosaicos, tras la tocata del mitin, inició la fuga en un vehículo blanco, escoltado por dos mossos de esquadra en función de angelotes en un cuadro sobre la Ascensión diseñado por Salvador Dalí. Según los más románticos, Godot ascendió a los cielos en un globo aerostático como el que se eleva a diario en el cielo de París con motivo de los Juegos Olímpicos, para regresar a su casona belga. Semejante “performance” no la superarían Houdini, ni David Copperfield. Tras quedar sus fieles mirando al cielo, se les apareció otro angelical mensajero, Gonzalo Boye, quien les alentó para que dejaran de mirar al cielo y marcharan en procesión hacia el Parlament, escoltando la imagen del ausente, para anunciar la buena nueva de su regreso en el momento oportuno. Como en Cataluña están prohibidas las corridas de toros, el diestro Puigdemont nos ha ofrecido una “carlotada”, una carrera de bous hacia los cielos. Había sido resucitado por la desinteresada generosidad de Pedro Sánchez, cuando se hallaba al borde de la eutanasia política, gracias a la concesión de una amnistía personalizada, plasmada en un engendro de ley parida en comandita por Boye, Turull, Félix Bolaños y Santos Cerdán, que está tan mal redactada que ha dejado a su beneficiado con las posaderas al aire, por culpa de la malversación, el terrorismo y la alta traición. Es todo tan esperpéntico que -como ha comentado Díaz Ayuso-, si le decían que Puigdemont estaba durmiendo en La Moncloa, se lo creería. No ha llegado a tanto el sacrificio de Sánchez y su invitado ha preferido pernoctar en Waterloo, y mañana será otro día. Aparición de Puigdemont Pese a que JxC quedó en segundo lugar en las elecciones autonómicas del 12-M, con siete escaños menos que el PSC, Puigdemont decidió presentar su candidatura a la presidencia de la Generalitat, para lo que exigió al PSC que se abstuviera. Anunció que, en cuanto se convocará la sesión de investidura regresaría a España para participar en ella, aún a riesgo de ser detenido. Una vez convocado el Pleno para el 8 de agosto, envió un mensaje comunicando que iniciaba su viaje hacia Barcelona. No se sabe ni cuándo, ni cómo llegó a la ciudad condal. Ante esta incógnita, los que veraneamos en el delta del Ebro -un lugar propicio para la entrada de todo tipo de contrabandos- mirábamos por las esquinas para ver si aparecía el ex-Honorable, pero fue en vano. Según ha revelado Turull, el día 6 ya cenaron juntos en Barcelona. A las 8.55 horas del día 8, llegó Puigdemont al Arco del Triunfo, escoltado por el presidente del Parlament, Josep, Rull, Turull y Boye. Allí fue acogido por unas 3.000 personas, incluidos todos los diputados de JxC, y representantes de otros partidos independentistas. A las 9, Puigdemont pronunció un sermón entrecortado y lastimero, que entraba dentro de que Albert Boadella habría calificado de “discurso del bufón”: “Hace siete años que nos vienen persiguiendo. Después de esta represión, ejercieron su presión en el exilio. Ha sido la vida perseguida de miles de personas por el hecho de ser independentistas. También han convertido el hecho de ser catalán en algo sospechoso. La represión ha hecho estragos y esto continuará hasta que no se pare la politización de la justicia. Mientras que el PP controlaba el Tribunal Supremo por la puerta de atrás, ahora Vox ejerce una acusación particular para perseguirnos. A pesar de que nos han querido hacer mucho daño, hemos venido para recordarles que todavía estamos aquí, porque no tenemos derecho a renunciar. El derecho de la autodeterminación pertenece a los pueblos y nadie desde la política tiene derecho a renunciar al derecho del pueblo de Cataluña a decidir libremente su futuro. Hoy muchos piensan que van a celebrar que me van a detener y que este escarnio nos va a disuadir, pero se equivocan. En su error van a encontrarse con la debilidad de la democracia española. No nos vamos a dejar confundir. No es un delito hacer un referéndum, ni obedecer el mandato del Parlamento. Dos millones de personas votaron hace años respondiendo a las preguntas del Govern que yo presidía y, de esa victoria, surgió una represión feroz que interfirió en nuestras instituciones y en nuestras vidas. La Ley de Amnistía debería servir para devolver a la política a los que nunca deberían haberla abandonado. Un país en el que hay una amnistía que no se cumple tiene un problema de naturaleza democrática. En estos días difíciles, tenemos que estar listos para las nuevas oportunidades que se nos presentan. No sé cuándo nos volveremos a ver, pero -pase lo que pase- espero que, cuando nos volvamos a ver las caras, podamos gritar juntos ¡Visca Catalunya lliure!”. El séquito de Puigdemont había dado a entender que éste se uniría al cortejo de diputados de JxC que se dirigía hacia el cercano edificio del Parlament, pero tal no fue el caso, ya que desapareció por la parte de atrás del escenario. acompañado por Boye, Turull y dos escoltas, subió a un Honda blanco propiedad de un mosso-, que se hallaba por casualidad aparcado junto al “lugar de autos”, pese al férreo blindaje ejercido por unos 601 agentes-, y se largó tranquilamente, porque el mando operativo creía que marcharía con sus colegas hacia el Parlamento. Cuando se dieron cuenta de la huida, se inició la persecución del coche fugitivo, al que perdieron de vista cuando el semáforo se puso en verde (¿?). Podría tratarse de un historieta de Gila o de un chiste del humor negro de Eugenio, pero era la triste realidad. El consejero del Interior, Joan Ignasi Elena, justificó el fiasco, alegando que el Operativo no había previsto un comportamiento impropio de alguien que había sido la máxima autoridad del país. A bou pasado, se montó una aparatosa e infructuosa “operación jaula”, en la que los mossos verificaban con celo los maleteros de los vehículos que circulaban por Barcelona para ver si contenían algún polizón -lo que produjo enormes atascos en la capital-, mientras el ex- Molt Honorable seguía su camino hacia la frontera. Turull manifestó que su jefe había cambiado sus planes de acudir al Parlamento cuando vio la agresividad del operativo policial. En el sur de Francia, se apeó del vehículo y Puigdemont continuó el viaje hacia -en palabras de Boye- la casa donde tenía su lugar de trabajo, que, por lo oído, no es el Parlament. Hogar, dulce hogar. Desde Waterloo, cargó duramente contra los mandos de los mossos, de los que dijo que debería caérsele la cara de vergüenza. Según Roberto Muñoz, Puigdemont esperaba entrar en Barcelona en olor de multitudes y llegar al Parlament como presidente legítimo, pero se encontró con un exiguo grupo de unas 3.000 personas, lo que demostraba que bien poca gente le seguía. Por eso, tras un ridículo discurso, no ha tenido más remedio que irse. Pensaba en una entrega heroica ante decenas de miles de personas y no en una detención discreta en una callejuela de Barcelona. Ha mostrado que es un cobarde y ha huido como un fracasado. En su artículo en “El Confidencial” sobre “Anatomía de un escándalo: un delincuente, dos desobedientes y tres cómplices”, Pablo Pombo ha señalado que un espectáculo de este calibre no se podía improvisar y requería una planificación y coordinación previa, a través de la participación o inhibición sincronizada de tres autoridades: El Gobierno central, la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona. Tras esta maniobra de distracción, se ocultaba un ejercicio cuidadosamente pactado entre un delincuente, dos Gobiernos desobedientes y tres instituciones interesadas en que nadie perdiera y todos ganaran. El PSC accedía a la presidencia de la Generalitat, ERC se mantenía en las cercanías del poder y Puigdemont cumplía por una vez su palabra y tenía sus horas de gloria, y todo ello retransmitido en directo a todo el país. En su artículo “La segunda fuga de Puigdemont: Un cohecho de libro”, Ignacio Varela ha afirmado que la tocata y fuga de Puigdemont solo fue posible con la complicidad de los Gobiernos de España, de Cataluña y de Barcelona. Se trató de un nuevo contubernio Yo permito que se haga la investidura de vuestro candidato, a cambio de que vosotros me permitáis que monte un número propagandístico y me burle de todo el mundo en vuestra casa. Solo con este tipo de concesiones podrá Sánchez seguir contando con los siete votos de JxC en el Congreso, aunque sea de forma discontinua y mediante chantajes sucesivos. Los tres Gobiernos se conchavaron para que Puigdemont pudiera ejercer sus dotes de ilusionista en una ceremonia en la que las únicas víctimas han sido la Justicia, la inmensa mayoría de los españoles y la reputación internacional de España. Para Rafael Arenas, que un prófugo de la justicia hiciera un discurso en el centro de Barcelona, acompañado por la segunda autoridad de la Comunidad, en un lugar que se conocía de antemano y en el que se montó un escenario con la autorización del Ayuntamiento, mostraba la escasa voluntad de las autoridades en colaborar con la Justicia y el estado de rebeldía institucional que domina Cataluña desde 2012. “El País”, como la inmensa mayoría de los medios de comunicación, ha sido extremadamente crítico con la irresponsable conducta de Puigdemont. Máriam Martínez- Bascuñana ha señalado que el mundo independentista ha pasado del autoengaño al delirio. Se trataba del simulacro en el que un prófugo decía que volvía sin volver, y los mossos decían que lo buscaban, aunque quizás no. “¿Cómo afrontará la estupefacta ciudadanía la creíble (o increíble) explicación de que una persona perseguida por tierra, mar y aire haya conseguido burlar los dispositivos policiales de la alegremente llamada operación jaula? ¿Qué nueva dimensión de la posverdad se nos abre?”. Mostraba la mezquindad de un líder que milita en el heroísmo de los pusilánimes y persevera peligrosamente el afán de arrinconar la política en el letal entretenimiento o en la carne de meme. Para Xavier Vidal-Folch, el final de la leyenda de Puigdemont no es tan favorable, pese a los sucintos oropeles recibidos bajo el Arco del Triunfo, pues ha dilapidado el capital que haya podido acumular durante su exilio. “Al aparecer y evaporarse en minutos, quizás quiso desligarse de sus promesas. No es así. Las incumple. Había jurado volver para asistir a la investidura como palanca electoral para recuperar el cetro de la Generalitat y, y ha perdido al no entrar en el Parlament como aseguraba. Tampoco anuncia que abandone la política, tal que prometió si el presidente acaba siendo otro”. La unidad independentista que procuró para recuperar el poder ha quedado del todo desarticulada. “Al dirigir su última procesión contra un pacto de sus antiguos mayordomos republicanos con los sempiternos rivales socialistas, el propio Cid de Waterloo sepulta con siete llaves el féretro del procès”. Para “El Mundo”, lo ocurrido es incompatible con una democracia . Puigdemont ha humillado al Estado con la connivencia de los que debían protegerlo. Mi opinión personal sigue la línea enunciada en “El Confidencial y en “El Mundo”. Se ha tratado de un paripé pactado entre el fugitivo y los poderes que rigen España, Cataluña y Barcelona. El Gobierno de Sánchez, se ha puesto de perfil, eludido cualquier responsabilidad y echado toda la culpa a los mossos, que no sé si estaban al tanto de la chapuza. Es bien conocido que se trata de la fuerza policial más cara e ineficaz de la península, una policía de diseño con sombrero de copa y jefes políticos nacionalistas poco profesionales, pero resulta injusto tomarlos como única cabeza de turco. El principal responsable es el Gobierno central, tanto por acción -pacto con Puigedemont-, como por omisión -inacción de las fuerzas de seguridad responsables del control de las fronteras, y del CNI, que ha dejado de preocuparse de los avatares de un delincuente peligroso, que trata de repetir el fallido golpe de Estado del 1-O-. La astracanada ha provocado el desprestigio de España como un país serio, pero también ha empañado la imagen del protagonista de la farsa, que había regresado a Cataluña como un nuevo Tarradellas, diciendo “Ya soch aquí”. Aparte de que se parezca al prestigioso estadista catalán como un huevo a una castaña, -ya que ha hecho justo lo contrario a lo qué hizo aquél-, ha olvidado su consejo de que lo último que podía hacer un político era el ridículo, y él lo ha hecho con creces. “El País” lo ha calificado de “principal agitador populista huido y desacreditado”, y uno de sus columnistas, Jordi Amat, ha afirmado que ”la incursión de diez minutos, sin mucho sentido, acabó siendo un final de temporada picaresco, bufo y caricaturesco”. Creo que es el canto del cisne de Puigdemont como líder moral y político del independentismo catalán, pero se da la paradoja de que, cuanto él y JxC menos pintan en Cataluña, más decisivos son en Madrid, porque los votos de sus siete diputados en el Congreso condicionan la supervivencia del Gobierno de Sánchez. Investidura de Salvador Illa Según José Antonio Zarzalejos, la segunda fuga de Puigdemont y la investidura de Illa son episodios dolorosamente conectados, al responder a una lógica trabajada, igual a la que respondieron los pactos de la investidura de Sánchez, idéntica a la que explicaba la amnistía, y similar a la del acuerdo entre el PSOE/PSC y ERC sobre la financiación singular de Cataluña. El elemento decisivo y más controvertido ha sido el Acuerdo con los republicanos para otorgar a Cataluña un concierto fiscal similar al que disfrutan el País Vasco y Navarra, que hasta hace bien poco había sido rechazado por la vicepresidenta del Gobierno y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, por no ser conforme con la Constitución ni con el Estatuto. Para conseguir los seis votos que le faltaban para alcanzar la mayoría, el PSC ha tenido también que hacer a En Común otra serie de concesiones de menor cuantía, pero no por ello carentes de relevancia, sobre todo en materia de vivienda y urbanismo: construcción de 55.000 pisos protegidos, limitación del alquiler temporal, fijación de un tope a los alquileres, aumento de las sanciones, elaboración de un impuesto contra la especulación inmobiliaria, paralización del cuarto cinturón en Barcelona y de la ampliación del aeropuerto del Prat, o compromiso de no facilitar macro-proyectos como el de Hard Rock. Para Arenas, al haber tenido que aceptar las maximalistas exigencias de ERC, Illa ha presentado un programa abiertamente nacionalista. El procès ha provocado que las instituciones constitucionales de Cataluña se hayan alejado de la lealtad constitucional, del cumplimiento de la legalidad y del respeto a los principios democráticos básicos, y ha pretendido establecer la estructura de una nación que haga posible la creación de un Estado. Le faltaban, sin embargo, dos elementos claves: la Justicia y la Hacienda. Este último elemento es el que se trata de conseguir con la financiación singular de Cataluña. Está por ver si el acuerdo alcanzado con ERC se convierte en realidad, pues requiere unas mayorías que quizá no puedan conseguir. “El PSC ha asumido el programa de ERC y pasa a ser un partido nacionalista más”. Illa hizo en su discurso de investidura toda clase de guiños al independentismo desde una pretendida y falsa neutralidad institucional. Así, expresó su voluntad de trabajar por el restablecimiento de la totalidad de los derechos políticos de todos los ciudadanos catalanes y de aplicar la vigente Ley de Amnistía. “Desde el respeto a la separación de poderes y al Poder Judicial, reclamó respeto a la esfera de decisión del poder legislativo, que ha demostrado de forma clara, explícita e inequívoca su voluntad de normalización plena a Cataluña. Pido la aplicación ágil, rápida y sin subterfugios de esta Ley”. Habló de los cambios medioambientales y tecnológicos, se preguntó cómo afectaban a Cataluña como Nación y contestó que “Cataluña, por geografía, por tradición, por los valores que la caracterizan -que nos hacen ser lo que somos-, forma parte de un Estado plurinacional, que es España, y de un espacio publico compartido con 400 millones que es la Unión Europea”. Afirmó su voluntad de “ser y de convivir con nuestra lengua catalana y con nuestra cultura como columna vertebral de nuestra nación, una nación abierta, total y diversa que se implica en la construcción de una España plurinacional y una Europa federal”. Se refirió a las acuerdos alcanzados con ERC y con En Común, que pivotaban sobre el pacto de financiación y la política de vivienda, y aseguró que los cumpliría en su integridad. “El nuevo modelo de financiación singular es un paso adelante sustancial y necesario para nuestro autogobierno, que no pone en riesgo el principio de solidaridad, sino que, por el contrario, lo reconoce”. Señaló que Cataluña necesitaba una etapa de consensos y de puertas abiertas hacia adentro y hacia fuera, para resolver sin prejuicios los conflictos políticos mal resueltos entre Cataluña y el Estado español, para lo cual era importante la Convención Nacional que se establecería para solucionarlos. Se mostró dispuesto a colaborar con todas las fuerzas parlamentarias salvo con los extremistas de derecha -Vox- y de izquierda -Alianza Catalana-. Tras alabar la gestión del Gobierno de Pere Aragonés -que no ha podido ser más desastrosa- y decir que seguiría su trayectoria, añadió que quería gobernar para todos los catalanes. Illa incurrió en una “contraditio in terminis”. Si va a seguir con las política identitarias de ERC, aplicar la amnistía en contra de la opinión del TS, perseguir al castellano en la escuela y en la Administración, e implantar un régimen fiscal privilegiado para Cataluña en detrimento del resto de las Comunidades Autónomas de régimen común, será metafísicamente imposible que gobierne para todos los catalanes y al menos un 50% de ellos seguirá siendo sometido a un régimen de discriminación. Sociedad Civil Catalana ha condenado las inaceptables concesiones del PSOE/PSC a ERC y la asunción por parte del socialismo de postulados nacionalistas excluyentes, que conllevan la renuncia de los principios de igualdad y solidaridad de todos los españoles, y malogran la oportunidad única -tras la derrota en las urnas del independentismo- de incorporar a Cataluña a la senda de la convivencia, del bilingüismo y de la neutralidad institucional. El discurso de Illa ha puesto de manifiesto su disposición a asumir como propio el paquete identitario causante de la decadencia política, económica y social de Cataluña. Dado que algunos de los compromisos adquiridos -ajenos a la Constitución y a los valores de sus propios votantes- son de imposible cumplimiento, anticipa una legislatura altamente inestable, agravada por la guerra sin cuartel entre los independentistas. Constataba la voladura de todas las líneas rojas para obtener el poder y una práctica iliberal contra la que eran beligerantes. La jornada pudo ser histórica para la causa constitucionalista en Cataluña, pero lamentablemente estamos ante un cambio de ciclo, porque el precio pagado al nacionalismo es inasumible para cualquier demócrata que respete el marco jurídico del derecho. SCC continuará fomentando la convivencia entre catalanes, y de entre éstos y el resto de los españoles, y la defensa de los derechos civiles. “Es nuestro deber contribuir en la ardua tarea de erradicar las prácticas que nos han convertido en una anomalía democrática en la UE. La intervención de Illa y los hechos que le preceden -como el apoyo a la Ley de Amnistía y el compromiso de imponer el catalán en todos los ámbitos- son todo lo contrario a un buen comienzo”. Según “El País”, es difícil negar el valor que tiene el relevo en la presidencia de la Generalitat, desde ahora en manos de un partido no secesionista, y la conformación de una mayoría de izquierdas y catalanista, liderada por un político conciliador, democrático y moderado. Es cierto que, en el plano personal, Illa es muy distinto a Sánchez, pues es una persona más humana, pero, en el plano político, ambos son almas gemelas, que supeditan todo a la obtención del poder y a su mantenimiento como sea. Para el portavoz mediático del Gobierno, ya podemos dar por cerrado el ciclo del proceso, pero -en opinión de Jesús Cacho- este prodigio es obra de un PSOE que cierra su centenaria y nefasta hoja de servicios a España dando a Cataluña lo que la tropa de burgueses trincones no consiguieron darle: el práctico reconocimiento de sus privilegios - independencia o “mesa aparte"-. Con ERC y la extrema izquierda de los Comunes de lazarillos y con Puigdemont definitivamente huido, Sánchez abrirá el arca de la abuela y seguirá haciendo regalos pá tó Dios, con cargo a la deuda pública y a los impuestos de los españoles, con lo que espera enterrar en billetes las protestas de los ultras de siempre Para Marta Díez Castellnou, el procès no se ha acabado, sino que se ha transformado y está engordando. Los independentistas no buscan ya la declaración unilateral de independencia y propugnan una relación bilateral con el Estado, mientras esperan cosechar un referéndum, que Illa lubricará con la docilidad mostrada. Puigdemont ha reconocido que, con el cambio de Gobierno se ha abierto una nueva fase en el el proceso, que continúa sin embargo y solo acabará con la independencia. A juicio de Arenas, la fase final del proceso ha comenzado de forma espectacular. Durante el debate, Josep Maria Jouvé advirtió que a ERC no le temblaría el pulso pare decir basta si el PSC no cumplía lo acordado, y Jéssica Albiach que En Común haría oposición cuando no estuviera de acuerdo en algún punto. Albert Batet (JxC) descalificó a Illa y comentó que ya no haría falta aplicar el artículo 155, porque su guardián ocupaba el Palau de la Generalitat. Alejandro Fernández acusó a Illa y a Sánchez de haber resucitado a Puigdemont y reiniciado una nueva etapa del procès, en el que trataban de imponer de “facto" un modelo confederal sin reformar la Constitución. Las políticas instauradas por el independentismo seguirán su curso bajo la amable careta de un supuesto constitucionalista. La situación recuerda -salvando las distancias- a lo ocurrido en el País Vasco y en Navarra, es los que -tras la derrota del separatismo- el PSOE ha asumido los principios básicos del independentismo.

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