viernes, 7 de julio de 2023
Asalto de Wagner a Putin y sus graves consecuencias
ASALTO DE WAGNER A PUTIN Y SUS GRAVES CONSECUENCIAS
Dada la tradicional opacidad en materia de información en un país en que todos los medios informativos están controlados por el Estado y prevalece la desinformación y la manipulación, no tenemos datos suficientes para saber con precisión qué ha ocurrido en Rusia y qué sigue ocurriendo tras el motín el Grupo Wagner del pasado 24 de junio, y el inicio de la “marcha por la justicia” de un contingente de unidades armadas hacia Moscú, que fue interrumpida por decisión de su jefe, Evgeny Prigozhin, cuando la columna se hallaba a 230 kms de la capital. Ahora no se sabe si ésta fue un intento de golpe Estado, una manifestación de protesta de los mercenarios o una conspiración militar para desestabilizar a Vladimir Putin.
Antecedentes del conflicto
El Grupo Wagner es una organización paramilitar privada de mercenarios -especialmente rusos- creada en 2014 y financiada por el conocido como “chef de Putin”, Prighozin, un empresario del ramo de la alimentación y del “catering”, con antecedentes penales y protegido por Putin, bajo cuyos auspicios se convirtió en el principal suministrador del Ejército y de la Administración de Rusia, y logró formar un aguerrido ejército privado para realizar labores en las que el Estado ruso prefería no aparecer, como en los casos de la invasión de Crimea o de la rebelión de las regiones ucranianas de Donestk y Lugansk. En esa fecha estaba compuesto por unos 5.000 oficiales y soldados veteranos, con experiencia en numerosos conflictos internacionales. En 2022, su número alcanzó los 50.000 efectivos, debido en buena medida a la contratación de presidiarios, a los que el Gobierno ruso perdonaba sus condenas a cambio de que se incorporaran al Grupo y participaran en la “operación militar especial” contra Ucrania.
Las compañías militares privadas como Wagner son ilegales en Rusia, porque -según el artículo 71 de la Constitución- “la defensa, la seguridad, la guerra y la política exterior son competencias exclusivas del Estado”. Pese a ello, el Gobierno no solo las ha tolera, sino que las ha patrocinado, financiado y utilizado como medios de actuación, tanto en acciones puramente militares -como su decisiva participación en la guerra de Ucrania-, como políticas -intervención en países como Siria, Libia, Sudán, Mali, República Centroafricana o Venezuela-, para defender los intereses de Rusia. La defensa y la seguridad en Rusia están muy fraccionadas y hay multitud de instituciones con competencias y efectivos militares: Ministerios de Defensa, Interior y Emergencias, Guardia Nacional, Servicio Federal de Seguridad (antigua KGB), Agencia de Inteligencia Militar (GRU), Guardia de Fronteras, Servicio Federal de Protección, y Defensa Civil. Se supone que todos ellos estaban bajo el control del Consejo de Seguridad que preside Putin, pero la coordinación es manifiestamente mejorable, como se ha puesto de manifiesto con el fiasco de la invasión de Ucrania. A ellos hay que sumar el poderoso grupo Wagner y las milicias chechenas de Ramzam Kadirov, que hacen la guerra por su cuenta -y nunca mejor empleada la frase-.
Esta falta de coordinación es una de las mayores críticas que Prigozhin llevaba formulando desde hace tiempo contra el ministro de Defensa, Sergei Shoigu, y el jefe del Estado Mayor, Valeri Guerasimov, a los que acusaba de ser los responsables del fracaso en la guerra de Ucrania por la errónea estrategia seguida. Ya en el mes de marzo difundió un video en el que los criticaba por no enviarle munición y repuestos, minando con ello su capacidad ofensiva. El Grupo Wagner ha sido la punta de lanza de los ataques rusos, especialmente en el Donbass, y fue sacrificado al ser forzado a batallar durante meses para ofrecer a Putin un triunfo político con la conquista de la ciudad de Bajmut, de escaso valor estratégico, lo que le supuso un altísimo número de bajas. Al fin consiguió poner la bandera negra sobre las ruinas de una ciudad totalmente destruida. Ya entonces, exigió Prigozhin la destitución de los dos jerarcas. Como ha observado con sorna Anne Applebaum, el motín fue mucho mejor planeado que la conquista de Bajmut pues, mientras que para ocupar la ciudad se necesitaron 11 meses, 11 horas le bastaron para llegar a Rostov y a Voronezh.
Prigozhin había evitado incluir a Putin en sus críticas, so pretexto de que estaba siendo engañado por sus generales, pero el día 23 explotó y no libró a nadie de su ira. Acusó a Shoigu y a Guerasimov de haber bombardeado los campamentos del Grupo y causado un gran número de bajas, así como de haber escondido los cadáveres de 2.000 mercenarios en una “morgue” del sur de Rusia. “Fuimos vilmente engañados y trataron de privarnos de la oportunidad de defender a nuestra patria”. Arremetió contra el argumentario de Putin para justificar la invasión, al afirmar que era falsa la historia de que ” hubiera una agresión descabellada por parte de Ucrania y esta que fuera a atacar con todo el bloque de la OTAN”, y que “la guerra no era necesaria para devolver a los ciudadanos rusos a nuestro seno, ni para desmilitarizar o desnazificar a Ucrania”. Esto supuso -en opinión de Ana Palacio- lanzar un torpedo contra la línea de flotación del relato de Putin, al pinchar el mito de la guerra necesaria y de su inexorabilidad y justicia. Prigozhin avisó de que el Grupo Wagner decidiría “cómo responder a esa atrocidad” y, esta vez, no se trataba de balandronadas propias del personaje, sino que pasó de la palabra a los hechos y envió una columna armada de 5.000 efectivos desde Rostov a Moscú por la autopista M-4, a plena luz del día.
Hechos ocurridos en el último fin de semana de junio
El 24 de junio, las tropas de Wagner abandonaron sus bases en Ucrania y ocuparon Rostov del Don, ciudad de un millón de habitantes situada en la frontera con Ucrania, que es la capital militar de la región, el cuartel general del Ejército, la base de operaciones para la guerra en Ucrania y el centro logístico de las Fuerzas Armadas rusas, sin encontrar la menor resistencia ni disparar un solo tiro, en medio de la indiferencia -cuando no anuencia- de la población. Acto seguido, el convoy de vehículos blindados y tanques enfiló la autopista camino de Moscú e hizo un recorrido de 780 kms, pese a la vulnerabilidad de una columna kilométrica, carente de cobertura aérea, que debería haber sido fácil presa de la poderosa aviación rusa. Solo encontraron la oposición de siete aviones y helicópteros, que fueron derribados por los mercenarios, causando la muerte de sus tripulantes.
Putin estuvo desaparecido durante unas horas y solo transmitió un breve comunicado por TV, en el que afirmó que defendería al pueblo y al Estado contra todas las amenazas -incluidas las internas- causadas por las ambiciones desenfrenadas y los intereses personales, que habían provocado “la traición a nuestro país y a nuestro pueblo”, y que suponía “una puñalada por la espalda. Concluía diciendo que las acciones para defender a la patria contra semejante peligro serían contundentes y que todos los que se habían rebelado sufrirían un castigo ejemplar. Luego, abandonó Moscú y se refugió al parecer en un búnker en San Petersburgo, bajo la protección de la Guardia Nacional. Las medidas adoptadas para proteger la capital fueron propias de un país bananero. Se acumularon autobuses y excavadoras en las carreteras de acceso a la ciudad y circularon blindados por sus calles. El alcalde, Sergei Sobyanin, estableció un régimen de operaciones antiterroristas, declaró día feriado el lunes día 26 para minimizar los riesgos, y pidió a los ciudadanos que no salieran de sus hogares. El alto mando militar no dijo ni pío y tan solo Kadirov anunció el envío de sus milicias chechenas para defender Moscú.
Putin pidió árnica a su fiel súbdito, el presidente bielorruso, Alekxander Lukashenko, quien medió ante Prigozhin y logró que éste ordenara el regreso de las unidades rebeldes a sus bases, cuando se encontraban a 230 kms de la capital, para “evitar un baño de sangre rusa”. El subjefe del mando en Ucrania y amigo del Prigozhin, Sergei Suvinikin, le envió un mensaje para pedirle que detuviera el convoy para no hacerle el juego al enemigo en un momento tan delicado para el país. Algunos periodistas han comentado que en el vídeo se veía al general muy tenso y hablando con voz entrecortada, por lo que temían que estuviera actuando bajo coacción. El “Moscow Time” ha informado que Suvinikin habías ido arrestado por el SFB y sometido a interrogatorio por sospechar de que pudiera haber estado al corriente del plan de rebelión, como podrían haberlo estado otros altos jefes militares, que después no se atrevieron a salir del armario. Cabe señalar que Prighosin se entrevistó en Rostov con el viceministro de Defensa, Yunus-Bel Yevkurov y con el teniente general Alekxander.
Lukashenko ofreció garantías a los mercenarios de que no serían perseguidos por la justicia rusa. No deja de ser paradójico que en Rusia se castigue con penas de cárcel a quienes osen hablar de la guerra de Ucrania e insulten por ello al Ejército, y que Putin haya perdonado a los culpables de rebelión militar y de traición, y los haya eximido de enjuiciamiento. Ha prevalecido el pragmatismo sobre sus convicciones y, al haberle visto los dientes al lobo wagneriano, se ha conformado con disolver el Grupo, exigir a los mercenarios que quieran quedarse en Rusia que firmaran un contrato con el Ministerio de Defensa, y expulsar a Bielorrusia a Prigozhin y a quienes se negaran a someterse a la disciplina del Ejército ruso.
Causas del levantamiento armado del Grupo Wagner
El propio Prigozhin ha repetido una y otra vez que el objetivo de la ”marcha por la justicia” no era dar un golpe de Estado contra Putin, sino evitar la destrucción de su Grupo, y llevar ante la justicia a los responsables de los graves errores cometidos durante la “operación militar especial” en Ucrania, que habían provocado la muerte de miles de combatientes. A mi juicio, el motivo del motín ha sido el primero de los alegados. Prigohsin no es un patriota ruso, sino en un mercenario que antepone a cualquier cosa sus intereses políticos y -sobre todo- económicos, y se vende al mejor postor. Lo que le indignó no fue la errónea política del Gobierno de Putin en la conducción de la guerra de Ucrania, que había causado la muerte de hasta 20.000 mercenarios, sino la decisión de la Duma de acabar con los ejércitos privados, y el ultimátum del Gobierno para que integrara a sus huestes en las filas del Ejército regular antes del 1° de julio. Aunque el Grupo Wagner era ilegal o, cuando menos, alegal, se había salvado gracias a permanecer en una zona gris, con la connivencia y bajo los auspicios de Putin. El temor a perder el juguete que le ha permitido ser poderoso y multimillonario fue lo que indujo a Prighosin a a tirar los pies por alto y alzarse contra su jefe. Cómo ha señalado Mira Milosevic, Prighosin ha cambiado de patrón, pero no de oficio, y está por ver sí, bajo la protección de Lukashenko, consigue reconstruir su Grupo. Técnicamente es posible, pues sigue contando con unos 8.000 mercenarios que se han refugiado en Bielorrusia. Necesita para ello, protección política y cobertura financiera. Lukashenko se ha mostrado dispuesto a darle la primera, siempre que no reciba el veto de Rusia, que podría seguir utilizando al Grupo en los diversos países de África, Oriente Medio e Iberoamérica donde ya está operando con considerables beneficios, siempre que no actúe por libre y se someta a las directrices del Kremlin. El presidente bielorruso ha manifestado que espera que los comandantes de Wagner compartan sus experiencias y ayuden a las Fuerzas Armadas de su país a mejorar sus capacidades. Aunque Prigozhin se haya comprometido a entregar a Rusia su armamento pesado, éste se puede sustituir, para lo que cuenta con los considerables recursos que obtiene de la explotación de minerales y de petróleo en diversos países.
Consecuencias para Putin y para Rusia del motín del Grupo Wagner
Según María de Madariaga, Putin pretende imitar a la zarina Catalina y ser el “autócrata de todas las Rusias”, entre las que se encontraría Ucrania. En su articulo en “Foreign Affairs” sobre“The Sources of Russian Misconduct”, el ex-Consejero en la Representación Permanente de Rusia ante la ONU en Ginebra, Boris Bondarev -que dimitió tras la invasión de Ucrania- ha descrito desde dentro el proceso que llevó a Putin a agredir al país vecino en su intento de reconstruir el imperio zarista, y señalado que una derrota en Ucrania podría provocar el primer golpe palaciego en el Kremlin desde la destitución de Nikita Kruschev en 1964. Según Luke Harding -autor de “Invasión: La sangrienta guerra de Ucrania y la lucha de un pueblo por su supervivencia”-, “el sueño de Putin de capturar toda Ucrania y reunificarla con Rusia no se ha hecho realidad. Ha resultado ser la fantasía de un dictador, el producto de una inteligencia insuficiente, un pensamiento mesiánico y el aislamiento extremo de Putin durante la pandemia del COVID. La victoria sobre Kiev parece más lejana que nunca”.
Según Xavier Colás, la guerra no va bien y en determinados ámbitos castrenses se ha planteado la necesidad de un enfoque más realista. Se ha producido una dicotomía en la que Putin puede salir perdiendo, si Ucrania resiste e incluso recupera territorios ocupados. Putin ha tratado de distanciarse de los fracasos de su operación militar especial, pero el motín de Prigozhin lo ha retratado y todos los rusos lo han podido ver, por lo que su imagen de ”hombre fuerte” ha quedado empañada, sobre todo porque ha pactado con los amotinados en vez de derrotarlos y castigarlos.
Aunque el portavoz del Kremlin haya asegurado que la posición política de Putin no se había visto afectada por lo sucedido, la inmensa mayoría de los comentaristas están de acuerdo en que la rebelión del Grupo Wagner puede tener consecuencias mayúsculas en la contienda de Ucrania, por su incidencia en las tropas de primera línea -de la que se han retirado los mercenarios-, en un momento decisivo para la contraofensiva con la que Ucrania pretende recuperar parte de los territorios ocupados por Rusia, y el momento no puede ser más propicio dados el desconcierto y el caos reinante en las Fuerzas Armadas rusas. Y -como ha observado Jens Stontelberg- cuanto más territorio consiga liberar Ucrania, más fuerte será su mano en la mesa de negociación para lograr una paz justa y duradera. Asimismo es unánime la opinión de que la imagen y el prestigio de Putin han quedado sumamente debilitados tras el motín. Como ha observado Pilar Bonet, la situación no volverá a ser la misma en Rusia pues, hasta el momento, el epicentro era la guerra con Ucrania, pero, a partir de ahora, éste será el fantasma una guerra civil entre rusos. Que la marcha haya contado con tan poca resistencia, ha creado dudas sobre la capacidad defensiva de Rusia y sobre el apoyo con el que cuenta Putin. ¿Hay algunos clanes o “familias” que puedan estar detrás del motín y traten de dar un golpe palaciego para sustituir al actual presidente? ¿Se producirán escisiones en las Fuerzas Armadas o se mantendrá la unidad para continuar la guerra con Ucrania? Según “El Mundo”, Putin ha exhibido una debilidad sangrante derivada de la caótica gestión de una guerra convertida en callejón sin salida, y de las grietas que resquebrajan las cúpulas de su Ejército y de su Gobierno, que por primera vez empiezan a cuestionar su poder absoluto.
Para José Ignacio Torreblanca, el fin de semana ha marcado el máximo histórico de la debilidad de Putin y un régimen como el suyo -que ha negociado con Prigozhin- no debería haberse mostrarse débil ante la asonada de un oligarca corrupto con un ejército privado que se lo debe todo a él. Un Putin acorralado ha tirado por la borda sus principios y cedido ante un matón. Ha saltado por los aires toda la narrativa oficial que justificaba la invasión de Ucrania, al afirmar Prigozhin que Ucrania no presentaba ninguna amenaza para Rusia y que los jóvenes rusos que están luchando y muriendo allí lo hacían solo para preservar los intereses de una élite corrupta e incompetente. “El zar ha sido desnudado por su otrora cocinero y su final no está lejos”.
Para Antony Blinken, lo sucedido con Wagner ha expuesto nuevas grietas en el liderazgo ruso y el actual panorama ha debilitado a Putin. Según Gary Kasparov, Putin no puede permanecer mucho tiempo en el poder después de haber perdido su aura de líder supremo. Durante horas, fuimos testigos del colapso de toda la cadena de mando ruso. “La autoridad de Putin está dañada y dudo que pueda recuperarse”. A juicio de “El Mundo”, la insurrección del grupo Wagner ha minado los cimientos del poder de Putin y asestado una humillante golpe a su autoridad y a su prestigio. “La invasión ha colocado a Putin en un escenario de fragilidad que lo acerca más a figuras como Nicolás II o Gorbachov”.
Milosevic no comparte del todo estas tesis y estima que Putin ha sobrevivido a toda oposición doméstica, porque las élites son débiles, están divididas y dependen para todo de sus vínculos con el poder. Aunque el zar esté desnudo, su poder personal sigue siendo sólido y su subsistencia depende de su capacidad de mantener el apoyo de las élites y de la ciudadanía que ahora tiene. Lo ocurrido no va a influir directamente en la guerra, porque ha habido una transferencia del poder al Ejército ruso en las zonas que el Grupo Wagner conquistó y de las que los mercenarios ya se han retirado, por lo que no ha habido ruptura entre los militares en el frente. No comparto esta opinión, pues las tropas del Ejército formadas por jóvenes reclutas son mucho menos eficaces y combativas que los mercenarios, amén de que estén menos motivadas, como reconocen los propios combatientes ucranianos.
Ante la gravedad de la situación, Putin ha recurrido a la tradicional política bolchevique e insistido en su intención de perseguir a los “traidores” y fomentar la cohesión nacional ante las amenazas externas que representa Occidente, al que sitúa como el causante de todos sus males, pero su compromiso de castigar a los que apuñalaban al pueblo por la espalda casa mal con su decisión de exonerarlos de su responsabilidad. Putin no acaba de fiarse de sus generales, como prueba su decisión de dotar de forma inmediata a la Guardia Nacional de armamento pesado y de tanques. Su jefe, Víctor Zolotov, afirmó que sus hombres siempre estuvieron dispuestos a proteger Moscú. El presidente se rodeó de sus militares y de sus fuerzas de seguridad para guardar un minuto de silencio en recuerdo de los doce aviadores muertos durante la marcha, que cumplieron su deber con honor, y felicitó a los militares y a las fuerzas de seguridad por haber detenido la guerra civil. Tuvo que pasar horas antes por el amargo trago de anunciar que se habían cerrado las causas penales contra los culpables, porque éstos habían dado marcha atrás. Desgraciadamente, no se pudo utilizar la moviola para recuperar la vida de los pilotos absurdamente sacrificados.
Buena parte del pueblo ruso ha mostrado su aprecio y simpatía por los mercenarios de Wagner, que han sido los principales combatientes en el Donbass -especialmente en Bajmut- y sufrido numerosas bajas en la contienda. Tras haber sido exaltados como héroes por la maquinaria propagandística rusa, les resultaba difícil comprender como unos héroes se convertían en villanos de la noche a la mañana, porque -aunque fuera de forma oportunista- hubieran denunciado la corrupción en las altas esferas del Gobierno, de la Administración y de las Fuerzas Armadas.
Desde que accedió a la presidencia en el año 2000, Putin ha seguido un plan minucioso y exitoso para controlar de forma absoluta el poder y tratar de devolver a Rusia el papel de gran potencia, lo que en buena medida ha conseguido al aprovecharse de la retirada estratégica de Estados Unidos del Medio Oriente. Ha destruido la oposición, y creado un partido a su imagen y semejanza que controla la Duma, y dejado tan solo algunas migajas testimoniales a los inofensivos partidos comunista de Gennadi Zyuganov y nacionalista de Vladimir Zhirinosky, y eliminado a los opositores, mandándolos al exilio, a Siberia o al otro mundo. Ha acabado con la libertad de información y controlado todos los medios de comunicación, y basado su poder en el FSB y los oligarcas de su cuerda. El único contrapoder efectivo -de momento controlado por Putin- es Gazprom, un Estado dentro del Estado. No se fía de nadie y se ha rodeado de mediocres ”yes men”, que le dicen lo que quiere escuchar, y se ha aislado cada día más de la realidad del país. Prueba de su creciente aislamiento es que el día del motín apenas recibió apoyos expresos en el ámbito interno y, en el internacional, solo consiguió del respaldo del fiel Lukashenko, de Rezep Tayyip Erdogan -presidente de un país miembro de la OTAN (?) y de Yoweri Musaveni, presidente de Uganda.
El zar está desnudo, pero cierra su taparrabos con un cinturón que tiene como hebilla un botón rojo nuclear. Al no contar con un presunto heredero y no percibirse a nadie que tenga su personalidad, viene a cuento el refrán español de “más vale malo conocido, que bueno por conocer”. Putin ha salido muy tocado del episodio Wagner, pero no está hundido, y -como ha observado Josep Borrell- un Putin fuerte es un problema, pero un Putin débil lo es, si cabe, aún más, como también lo es una Rusia partida en facciones. La situación es inquietante porque no hay nada más intimidante que una potencia nuclear pase por una grave situación de inestabilidad política.
Putin ha entrado personalmente en un estado de inseguridad y de riesgo, y -como ha señalado Bondarev- si es expulsado del poder, el futuro de Rusia devendrá profundamente incierto, pues es posible que su sucesor trate de continuar e intensificar la guerra, ya que los asesores del Kremlin proceden de los servicios secretos. Pero no se ve por ahora en Rusia nadie de la estatura política de Putin que pueda sucederle, por lo que sería más que probable que el país entrara era un período de turbulencia política e incluso de caos. Bondarev ha hecho un llamamiento a Occidente para que ayude política y económicamente a Rusia a convertirse en un Estado plenamente democrático. El problema es que sus líderes presentes no se dejan ayudar. En opinión de Harding, las ondas de choque provocadas por el motín seguirán dejándose sentir durante meses, alimentadas por la inestabilidad política y se plantea el interrogante sobre la capacidad de Putin de mantenerse en el poder. Su control sobre el mismo sigue siendo total, aunque su posición se haya visto considerablemente debilitada, por lo que se ofrece a las élites, clanes y familias políticas y militares la remota posibilidad de que prescindan de Putin mediante un golpe palaciego. Es muy difícil hacer un pronóstico, porque -como ya dijo Winston Churchill en su famoso comentario- “Rusia es un acertijo, envuelto en un misterio, dentro de un enigma”.
Madrid, 1 de julio de 2023
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