sábado, 15 de julio de 2023

"Zorras": Creciente sexualización de la sociedad y sus efectos sumamente graves en los adolescentes"

ZORRAS”: CRECIENTE SEXUALIZACIÓN DE LA SOCIEDAD Y SUS EFECTOS SUMAMENTE NOCIVOS EN LOS ADOLESCENTES Estoy abonado a “El Mundo”, al que considero uno de los periódicos más serios y responsables que existen en la actualidad en España y con cuya línea editorial suelo coincidir por lo general, aunque no siempre esté de acuerdo con las opiniones de algunos de sus ideológicamente diversificados colaboradores. Por eso, leí con sorpresa y desagrado el artículo de Sara Polo sobre “Sexo duro sin filtros para el desembarco de las nuevas ‘Zorras’ de la TV”, publicado en la edición dominical del pasado 9 de julio, en el que explica con detalle y soporte fotográfico el origen y desarrollo de la serie televisiva “Zorras”, que se estrenará en las pantallas de Atresmedia el próximo domingo día 16. También soy asiduo espectador del telediario de Antena 3, magníficamente dirigido por Vicente Vallés. De ahí también, mi sorpresa y desagrado al enterarme por el citado reportaje de la emisión de esta controvertida serie en horas de máxima audiencia. La obra está inspirada en la “Trilogía de mujeres libres” escrita por la periodista Noemi Casquet, que está especializada en sexualidad y se autodefine cómo “zorra”, por lo que la obra tiene tintes autobiográficos y está basada en experiencia de su vida. La trilogía cuenta con tres episodios, “Zorras”, “Malas” y “Libres”. La serie es obviamente una versión televisiva del primero de estos episodios. Al no haber visto la serie, no puedo opinar sobre los aspectos técnicos, artísticos, éticos o estéticos de la obra, pero -de lo que he podido colegir del artículo de Polo- se me han puesto los vellos como escarpias ante lo que se nos viene encima. A mis 86 años estoy ya curado de espantos y -por mi experiencia como diplomático y mis largas estancias en diversos países extranjeros- he aprendido a ser tolerante con las conductas ajenas, aunque no esté de acuerdo con ellas, pero he mantenido inalterables mis creencias y mis principios. Acepto plenamente la libertad de expresión y el derecho que consagra el artículo 20-1 de la Constitución a “expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción”, así como a “la producción y creación literaria, artística, científica y técnica”. Ahora bien, semejantes derechos no tienen carácter absoluto, ya que hay que respetar los derechos de los demás ciudadanos. Como se señala en el párrafo 4 del artículo, “estas libertades tienen su límite en el respeto a los derechos reconocidos en este Título, en los preceptos de las leyes que los desarrollen y, especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia”. A esta libertad de expresión recurro para mostrar, con el debido respeto, mi desacuerdo con algunos de estos actos. Presentación de la autora de la obra Casquet sentía la necesidad de encontrar “una revolución sexual real” y -a su juicio-, “en la literatura, la liberación femenina siempre iba de la mano de un hombre: ella estaba perdidísima y de repente se enamora”, pero un un vistazo a su propia trayectoria le hizo intuir que otra historia era posible. Sin embargo, las novelas de Casquet huyen del amor romántico para refugiarse en otras formas amatorias menos ortodoxas“. El sexo no es ocio, el sexo de salud. Existe el derecho al placer y es revolucionario”. Ello le llevó a escribir su trilogía, El relato describe los hechos reales de un club femenino, surgido de la casualidad o del destino, con tres integrantes y un objetivo: cumplir todas sus fantasías sexuales. La presentación de la obra -que describe Polo- es sumamente reveladora: “Los pechos desnudos de Casquet se balancean al ritmo de sus pasos entre las naves que acogen los estudios del grupo Atresmedia. Arrastra por el suelo polvoriento una túnica dorada como la pintura que le cubre el torso. Los actrices la observan llegar admiradas. No es para menos. Es la mamá, la diosa, la zorra suprema. Se descalza, aparta las colillas y mira a cámara. Las manos se le abren en un gesto mítico. Sus tres creaciones se crecen a su lado”. Estas creaciones son Alicia, Emily y Diana, respectivamente representadas por Andrea Ros, Mireia Balic y Tai Fati. Según Casquet, “existe el derecho al placer y, sobre todo, existe un vínculo de amistad entre mujeres a través del cual llega la liberación. De ahí, de esa unión, nace la revolución”. El primer encuentro con las actrices que llevarían su propia historia a la pantalla fue un shock. “Las vi juntas y ¡qué coño, son tal cual me las imaginaba!”. El trío protagonista entabló una fuerte amistad en el mundo real, que es la clave de la química que se aprecia en pantalla. “Nos cogimos de la mano y dijimos: ¿Vamos a ello? Vamos a ello”. Presentación de las actrices que protagonizan la obra Alicia -la “alter ego” de Casquet- es una chica aburrida de su pueblo catalán, hastiada de su novio de toda la vida, sin ambición más allá de un “misionero” de tanto en cuanto, y cansadísima de sí misma. El tedio la lleva a Madrid desde Montgat y lo que parecía una noche aburrida de borrachera solitaria y muchas dudas se convirtió en una catarsis en forma de dos mujeres casi tan desanimadas como ella. Según la intérprete de este papel, Ros, “éstas son mujeres de verdad, que tienen papada y hablan mal. Fundamentalmente son tres tías que no necesitan a nadie, ni siquiera entre ellas”. El motivo por el que las tres actrices dijeron sí a unos papeles arriesgados y no aptos para pudorosas fue cambiar el imaginario de las nuevas generaciones. La Emily “es un ser libre, lo puto flipas con ella”. Su intérprete, Balic, ha afirmado que, “ojalá todas con 14 años hubiéramos tenido un referente como éste. Probablemente no nos hubiéramos hablado tan mal al espejo”. Esta mujer liberada concluía con soez lenguaje que “hay que tener el coño bien grande y bien dispuesto para meterse en una serie como ésta”. La tercera en discordia, Diana, es la típica niña buena, hija ejemplar, aplicada y estudiosa, hasta toparse con sus nuevas amigas. Encarna ese realismo del físico no normativo que habitualmente obvian los medios. Es una representación -ha afirmado Fati -que llevaba tiempo esperando. “Ver mi cuerpo y comprobar que es igual de bello que los de mis compañeras, legitimar eso ha sido importantísimo. Yo nunca vi un físico como el mío mostrado en todas sus dimensiones en la tele cuando era adolescente”. Diana nunca había tenido un orgasmo, ni tampoco se había masturbado. “Cuando empiezo, me da cosa, me da apuro”, y se lanza a su primer clímax con las amigas refugiadas en el baño, una simple puerta de por medio. La cosa salió aún mejor de lo esperado, hasta tal punto que dejó atrás toda una vida de dietas y reproches maternos para embarcarse en el placer que da el empoderamiento. El primer encuentro de las amigas acaba con las tres en un club liberal que ofrece lo que sale de lo común, con Alicia colgada de unas cuerdas y gozando como una ya sabe. Al salir del club, un baboso las llamó “zorras de mierda” y ellas, divertidas, crearon un grupo de whatsapp con ese nombre. El mundo real de Casquet es indisoluble del literario. Lidera una filosofía que aúna lo moderno y lo ancestral, con un leitmotiv ambicioso: liberar a la sociedad a través del sexo, “un arma de revolución masiva”. Con la provocación como bandera y sin filtro alguno, la autora ha creado la escuela” Santa Mandanga”, que da cursos para aprender a “comerse un coño o un pene”, y para mejorar la autoestima sexual bajo el lema de “aprende a follarte mejor”. Casquet ha dicho como conclusión que no cree que suponga un impacto en las grandes estructuras, pero sí tendrá un impacto en lo personal. Y su ” alter ego”, Alicia/Ros, ha remachado afirmando que “lo realmente revolucionario es mirar a los ojos a las chicas de 15 años y decirles: Nena, te mereces lo que quieras”. No estoy seguro de si todo este exacerbado exhibicionismo sexual es pornografía, pero se le parece mucho y, en cualquier caso, constituye un alarde de procacidad y de grosería, que hiere no solo los principios elementales de la ética, sino también de la estética. Es cierto que Casquet ha reconocido que ha buscando en su serie la naturalidad por encima de la estética. ¿Y la ética? ¿Pero, qué es eso? Es algo que a mí sí me preocupa. Tengo 14 nietos- entre ellos tres nietas adolescentes que no han alcanzado aún la mayoría de edad,-y no puedo aceptar, sin expresar mi desaprobación y mi condena, que en una emisora de TV se les enseñen en horario de máxima audiencia cómo comerse los genitales, propios o ajenos, y que les digan: “Nenas, podéis hacer lo que os plazca. Praticad estas técnicas tan divertidas que os estamos enseñando”. Nada hay nuevo bajo el sol. La problemática del sexo -que no del género- con la que hoy nos enfrentamos ya se produjo en la antigua Grecia: Prostitución, homosexualidad, lesbianismo, onanismo y hasta bestialismo, y este fenómeno se ha producido igualmente en todas las culturas. En la España del paleocatolicismo, a pesar de la condena social, también coexistían la prostitución femenina y masculina, la pornografía que se ocultaban púdica e hipócritamente, la literatura “cochon” que se vendía a hurtadillas en algunas librerías y quioscos, revistas pornográficas o eróticas como “Interviú”, películas escandalosos que se proyectaban en los cines X, vídeos pornográficos que se exhibían altas horas de la madrugada, y “sex-shops”. Los ciudadanos podían hacer uso de estos instrumentos sexuales de forma más o menos encubierta, pero no se exhibían en las televisiones, radios y cines ordinarios, y menos en horas de “prime-time”. Ahora es diferente. La permisividad con la sexualización de la sociedad ha llegado a extremos tales como presentar pornografía -más o menos edulcorada con justificaciones supuestamente artísticas- hasta en los programas infantiles. La difusión de esta basura se ha visto sumamente facilitada por el desarrollo de Internet, que ofrece imágenes pornográficas de gran calidad técnica con una inmediatez digna de mejor causa, y está al alcance de cualquiera, incluidos los adolescentes de ambos sexos, que obtienen -por esta vía y a lo bestia- la información sobre los ”facts of life” que no reciben por medios más ortodoxos. Consecuencia de la pornografía sobre los adolescentes Las nefastas consecuencias de este fenómeno saltan a la vista. El profesor Lluis Ballester ha estimado que existe una “pandemia juvenil enmascarada”, pues el 70% de los adolescentes ven pornografía a través de Internet y, para el 30% de ellos, ésta es la única fuente de información sobre sexualidad de la que se nutren. Se habitúan a imágenes cargadas de violencia y pierden la conexión empática con las personas que son víctimas de la misma. Según la ONG “Safe the Children, las denuncias por agresiones sexuales entre menores han aumentado un 71% en los últimos 10 años. Instagram está haciendo ” castings” de pornografía para las empresas pornográficas que se desarrollan a través de las redes sociales. Piden a chicas menores de 14 años que envíen fotos sexualizadas, supuestamente inocentes, a cambio de un puñado de euros, y ellas pierden la propiedad de las imágenes y van entrando poco a poco -sin darse cuenta- en el complejo pornográfico mundial. Tientan a los adolescentes para que pasen de espectadores a protagonistas. “Deja de ver a otros y hazlo tú”, y leen algoritmos en los que se les incita a la violencia y se les insta a dar palizas a las chicas antes de violarlas en grupo, porque, para representar violencia, hay que recurrir a ella. Los efectos de la pornografía sobre los adolescentes varían según se trate de chicos o chicas. Como ha observado Amelia Fernández de Monje -coordinadora de Educación en la Comunidad Foral de Navarra-, la pornografía normaliza la violencia sexual, marca los modelos hegemónicos de la masculinidad y de la feminidad, y crea una sexualidad coital. Ellos refuerzan su idea de que hay que demostrar su masculinidad a través de la erección, y que la excitación y el placer llegan con comportamientos violentos, que les induce a creer que el cuerpo de las chicas les pertenece. Ellas aceptan que lo que les da valor es ser un objeto de deseo “sexy”, y que su papel en las relaciones sexuales se limita a satisfacer al macho, y que han de ser sumisas y no disfrutar. En los últimos tiempos, han aumentado considerablemente las violaciones y agresiones sexuales a menores realizadas por otros menores, a menudo en pandilla. Cómo ha observado Meritxell Pérez -profesora de Criminología en la Universidad de Comillas- se suelen formar pandillas de jóvenes que buscan ”sensaciones” y actúan en un contexto de ocio y consumo sin anticipar las consecuencias. “Lo ven como una parte de las actividades dentro de su grupo para salir y pasarlo bien. Tienen la falsa sensación de que sus actos no van a tener consecuencias y son incapaces de empatizar con las víctimas, que son meros instrumentos para sus fines”. Según un artículo publicado por Juan A. Vargas -precisamente en Antena 3-, desde 2021, el número de agresiones sexuales cometidas por menores se ha disparado en un 58% , pasando de 1.661 a 2.625 casos. Y a menudo no se producen denuncias, ya porque lo descarten los adultos –“son cosas de niños”-, ya por miedo a las consecuencias para los menores o a las posibles represalias de los autores de las agresiones. Especialmente numerosas y violentas han sido las agresiones sexuales producidas últimamente en Cataluña: Salou, Igualada, El Vendrell -dentro de un recinto escolar-, Badalona… En esta gran urbe se produjeron el pasado año 8 agresiones sexuales grupales, realizadas por menores de edad contra sus pares -incluida una niña de 11 años-,y muchos de sus autores ni siquiera son imputables por ser menores de 14 años. Las familias no suelen colaborar con la policía y se niegan a asumir responsabilidades por los delitos cometidos por sus hijos, la mayoría de los cuales siguen en su casas con total impunidad. Como ha señalado la inspectora portavoz de los “Mossos”, Montserrat Escudé, hay una falta absoluta de valores y una tutela limitada. “Nos tenemos que preguntar qué está fallando para que haya grupos de menores que están agrediendo a niñas”. Ella misma ha dado respuesta a su pregunta: la ausencia absoluta de valores. Se trata de actividad sexual entre niños, que se produce sin consentimiento de la víctima, sin igualdad y fruto de una coerción física o emocional. A este aumento de la conflictividad por la influencia de la pornografía difundida por Internet sobre los adolescentes catalanes ha contribuido la política seguida por la Generalitat de adoctrinar a los escolares sobre las relaciones sexuales. En 2021, la Consejería de Igualdad y Feminismo, dirigida por Tania Verge, impuso en las escuelas catalanas el programa “Coeducat”, con el fin de introducir en la educación infantil la ideología de género. En el taller ” Sensaciones” aplicable al segundo ciclo de educación infantil -de 3 a 6 años-, se explicaba a los escolares el derecho al propio cuerpo, “en relación a quién puede tocarlo, dónde y de qué manera”, así como la conveniencia de “aplicar la masturbación en la infancia como algo normalizado y ejercicio de placer y conocimiento”. Autorizaba a los que lo desearan a que acariciaran o masajearan a sus compañeros/as de clase. Recomendaba que se explicara a los alumnos que se podían conseguir sensaciones agradables y deseables a través del propio cuerpo, y ”explorar la capacidad de la relación consigo mismo, repitiendo la actividad de forma individual”. En el taller “Consentim” -para niños de 8 años-, los profesores proyectaban vídeos o fragmentos de películas en los que se representaban escenas sexuales, sobre las cuales los niños debían describir las sensaciones que les producía. Asimismo se visualizaban en clase escenas audiovisuales en las que se mostraban distintos tipos de relaciones sexuales, y se alentaba a los alumnos de 12 años a la práctica del sexo oral. La Fundación de Abogados Cristianos estimó que estas directrices eran una aberración que atentaba contra los derechos de los escolares y de sus padres, por lo que presentó un recurso ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. El presidente Pere Aragonés considero imprescindible para los niños y los jóvenes catalanes mantener esta bochornosa directriz e incluso ampliarla, porque era necesaria una educación sexo-afectiva basada en la cultura del consentimiento y en la igualdad entre hombres y mujeres. Se negó a introducir cambio alguno y afirmó que su Gobierno se opondría a los intentos que pudiera haber por parte de cualquiera para echarla atrás. Pese a ello, cuando vio la enorme oposición que había provocado su lamentable disposición y que era muy probable que fuera declarada nula por el TSJC, la retiró a primeros de 2023. Las multinacionales del porno respiraron aliviadas al ver que se libraban de la competencia desleal de la Generalitat. Normativa sobre la pornografía La normativa jurídica de la pornografía en España es harto sucinta. Según el artículo 186 del Código Penal, el que -por cualquier medio directo- vendiere, difundiere o exhibiere material pornográfico entre menores de edad o incapaces será castigado con pena de prisión de 6 meses a 1 año o multas de 12 a 24 meses, y -de conformidad con el artículo 189- será castigado con pena de prisión de 1 a 5 años el que captare o utilizare a menores de edad o incapaces con fines o en espectáculos exhibicionistas o pornográficos, tanto públicos como privados, o para elaborar cualquier clase de material pornográfico, lo financiare o se lucrare con él. La pena subirá a entre 5 y 9 años cuando se utilice a menores de 13 años o el responsable del delito sea ascendiente, tutor, curador, guardador, maestro o persona encargada -de hecho de derecho- de la custodia del menor o incapaz. El Código no define, sin embargo, lo que se entiende por “pornografía”. Según la Real Academia de la Lengua, es la presentación abierta y cruda del sexo, que busca producir excitación. Desde un punto de vista más técnico, Andrés Dworkin ha señalado que la pornografía es una geografía sexual del poder que se constituye en el fundamento original de la violencia ejercida por el falo y por el discurso sádico contra las mujeres y lo femenino. Como contrapartida, el feminismo radical preconiza una geografía feminista de la pornografía. Puede que la serie “Zorras” se sitúe en esa longitud de onda. Para M.B. Griffith, la pornografía es la producción y distribución de imágenes sobre actos o contenido sexualmente explícitos, cuyo fin es provocar la excitación. Los adolescentes se hacen adictos al “porno” porque les genera satisfacción, pero a consecuencia de ello -según K. Dawson- se reduce a la mujer a objeto de explotación sexual, se legítima el recurso a la violencia y se promueve la sexualidad grupal. La actividad sexual se convierte para los adolescentes hipersexualizados en un acto más de su vida cotidiana, como hacer flexiones, montar en bicicleta o comerse una hamburguesa. Los ideólogos de las empresas pornográficas y los creadores de pornografía justifican sus dañinas producciones con el argumento de la necesidad de divulgación científica, artística o técnica, así como del fomento de la educación sexual o reproductiva, y se amparan en la sacrosanta libertad de expresión, olvidándose de los derechos de los demás y del mandato constitucional que obliga a todos a proteger a la juventud y a la infancia. En el ámbito del Derecho Internacional, existe la Convención de 1989 sobre los Derechos del Niño -en la que España es Parte -, que, establece que los Estados deberán tomar las medidas legislativas, administrativas, sociales y educativas apropiadas para proteger al niño contra cualquier forma de perjuicio o abuso físico o mental, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual (artículo 19). Asimismo, se comprometen a proteger al niño contra cualquier forma de explotación o abuso sexual y, a tal fin, tomarán las medidas necesarias para impedir la incitación o la coacción para que un niño se dedique a cualquier actividad sexual ilegal, la explotación del niño en la prostitución u otras prácticas sexuales ilegales, o su utilización en espectáculos o materiales pornográficos (artículo 34). Resulta hipócrita rasgarse las vestiduras por el extraordinario aumento de las violaciones y agresiones a adolescentes realizadas por otros adolescentes y, al mismo tiempo, emitir o promocionar series televisivas como “Zorras”, rayanas con la pornografía, por muchas túnicas de calidad literaria y artística con las que se envuelva. Una serie de este tipo, con su exhibicionismo y promoción de técnicas explícitas de actuación sexual -amén del lenguaje soez y procaz que utilizan tanto la autora de la obra como sus protagonistas- no debería ser proyectada en la emisora de televisión más vista en España, ni publicitada en un prestigioso medio de información general. Hay razones poderosas, tanto de carácter ético cómo estético, para que esto no se hagav. Madrid, 14 de julio de 2023 ,

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