domingo, 2 de septiembre de 2012

¿Atisbos de democratización en Libia?

¿ATISBOS DE DEMOCRATIZACIÓN EN LIBIA?




El pasado día 7 se celebraron las primeras elecciones libres en 60 años en Libia para elegir al Congreso General Nacional, que deberá nombrar un Consejo para que elabore una Constitución. Ésta será sometida a referéndum y, tras su aprobación, se deberán celebrar nuevas elecciones parlamentarias. De los 2.7 millones de libios llamados a las urnas para elegir 200 diputados entre 3.700 candidatos de 142 grupos políticos, han participado algo más del 60%. Pese a haber transcurrido más de una semana, no se conocen aún los resultados oficiales, aunque –según los datos avanzados por la Comisión Electoral, va por delante la Alianza de Fuerzas Populares (AFP), seguida por el Partido Justicia y Construcción de los Hermanos Musulmanes (PJC).



Dictadura de Gadafi



Libia es un extenso país semi-desértico de 1.579.540 kilómetros cuadrados de extensión y 6.597.960 habitantes, que limita al Norte con el Mediterráneo, al Este con Túnez y Argelia, al Oeste con Egipto, y al Sur con Níger, Chad y Sudán. Italia invadió el país en 1912 y creó la colonia de Libia uniendo los territorios de Tripolitania, Cirenaica y Fezzam. Al final de la II Guerra Mundial, la ONU constituyó un fideicomiso y en 1951 le concedió la independencia, bajo el reinado de Idris al-Senusi. En 1969 Mohamed Gadafi dio un golpe militar y derrocó la monarquía.



Gadafi implantó un régimen autocrático centrado en su persona, que se plasmó en la ”Yamahiriya” Árabe Libia, Popular y Socialista. Lo basó ideológicamente en su “Libro Verde”, un cocktail explosivo e indigesto de nacionalismo, socialismo e islamismo, con la guinda del culto a la persona del “Guía de la Revolución”. Asumió la totalidad del poder, desmanteló el Ejército y se rodeó de los fieles de su tribu y de una milicia de mercenarios. Prohibió los partidos políticos, persiguió a quienes no se plegaban a su voluntad, y formó un atípico “Gobierno del Pueblo”, en el que ejercía “de facto” todos los poderes. Apoyó grupos terroristas como ETA, IRA, las FARC o Abu Nidal, que dejó su huella sangrienta en la villa olímpica de Munich en 1972 o en la discoteca “La Belle” de Berlín en 1986. El punto culminante de este terrorismo de Estado se alcanzó en 1988 y 1989 con la explosión en vuelo de sendos aviones de PANAM y de UTA, en el primero de los cuales murieron 270 personas. La comunidad internacional impuso graves sanciones a Libia y Gadafi tuvo que cambiar su política de confrontación. Indemnizó a las víctimas de los atentados aéreos, renunció al desarrollo de la energía nuclear con fines militares, y colaboró en la lucha contra el terrorismo, por lo que fue perdonando y rehabilitado a partir del año 2000.



“Primavera libia” y guerra civil



Tras los movimientos populares de Túnez y Egipto, el pueblo libio se unió a este proceso crítico de las autocracias, a partir de una manifestación celebrada el 15 de Febrero de 2011 en Begasi, y este movimiento civil espontáneo se fue extendiendo por todo el país. Gadafi reaccionó de forma violenta y utilizó la aviación y la artillería pesada contra los manifestantes, causando centenares de muertos y heridos. Los rebeldes improvisaron milicias con voluntarios y desertores del ejército, que se enfrentaron militarmente con el potente ejército regular. En el plano político, establecieron en Bengasi un Consejo Nacional de Transición –presidido por el ex-Ministro de Justicia Mahmud Jibril-, que sería reconocido por muchos Estados.



El Consejo de Seguridad de la ONU adoptó el 27 de Febrero la resolución 1970, en la que exigía al Gobierno libio el fin inmediato de la violencia y la adopción de medidas para atender las legítimas aspiraciones de la población. A raíz de la petición de la Liga Árabe de que se estableciera una zona de exclusión aérea, el Consejo adoptó el 17 de Marzo la resolución 1973, que no sólo permitía la creación de la citada zona sobre el territorio libio, sino que autorizaba a los Estados miembros -actuando a título nacional o a través de organizaciones y acuerdos regionales- a “tomar todas las medidas necesarias para proteger a los civiles y las áreas pobladas de civiles bajo amenaza de ataque por la aviación libia” Esta amplia formulación amparó la intervención humanitaria que se produjo. La oposición de Alemania y Turquía impidió que la OTAN interviniera directamente, y Francia y Gran Bretaña tuvieron que tomar la iniciativa, en colaboración con otros miembros de la Alianza -incluida España- y con varios países árabes como Arabia Saudita, Qatar y EAU. El apoyo aero-naval de la OTAN fue decisivo para que los rebeldes ganaran la partida a las tropas de Gadafi, quien fue brutalmente asesinado por las milicias de Misrata a finales de Octubre tras la conquista de Sirte, su ciudad natal. Con ella concluía la guerra civil y se abría al pueblo libio una posible vía hacía formas más democráticas de Gobierno.



Asumió provisionalmente el Gobierno el Consejo Nacional de Transición, cuyo principal objetivo era estabilizar la vida política y poner orden en el país, desarmar las múltiples milicias y convocar elecciones libres al Parlamento El Consejo –que adolecía de falta de legitimación democrática- no ha cumplido satisfactoriamente sus dos primeros objetivos, por su carencia de fuerzas efectivas para controlar todo el país, y por la violenta oposición de las milicias, que anunciaron que no entregarían las armas hasta que no concluyera el proceso constitucional. Si ha conseguido, al menos, el hito histórico de que se celebren por primera vez en el país unas elecciones razonablemente libres y limpias. Pese al boicot de milicias partidarias de una mayor autonomía para Cirenaica –que vieron reforzadas sus reivindicaciones por la torpeza del Consejo de sólo atribuirle 60 escaños, frente a los 120 de Tripolitania y los 20 de Fezzam- el 94% de los colegios electorales funcionaron con normalidad.



Perspectivas tras las primeras elecciones libres



Los principales partidos en presencia han sido los islamistas PJC de Mohamed Sowan, el Reagrupamiento Nacional por la Libertad, la Justicia y el Desarrollo de Ají al-Salabi y El Watan de Abdul Belhadj, y los laicos AFN de Mahmud Jibril y el Partido de los Libios Libres de Saadi al-Marimi. Todos ellos han reafirmado su identidad islámica y su compromiso de aplicar la Sharía, diferenciándose únicamente en que, mientras para aquéllos es la única fuente de la legislación, para éstos es sólo la fuente principal. Hablar de islamistas moderados es una “contradictio in terminis”, porque –convencidos de la superioridad del Corán y de la Sharía-, harán todo lo posible para imponer uno y otra, y establecer un Estado confesional de inspiración islámica. Incluso el “liberal” Jibril ha afirmado su compromiso con la ley coránica, aunque ha destacado que su coalición pretende que Libia sea un Estado laico y no islámico.



Aún es pronto para saber el camino que se va a seguir. Las elecciones celebradas son sólo el primer –aunque trascendental- paso en un proceso que comprende la elaboración de una Constitución, la celebración de nuevas elecciones en 2013 y la formación de un Gobierno. Libia es un país tribal sin sentimiento de Estado y la Constitución deberá resolver el delicado problema de su estructuración, que –sea mediante una fórmula federal o autonómica ampliamente descentralizadora- logre un equilibrio entre las regiones y entre las tribus, tenga el cuenta las aspiraciones de Cirenaica y evite el centralismo protagonizado por Trípoli .Hay que dar un margen de confianza al pueblo libio que –a diferencia de lo ocurrido con el de Túnez o Egipto- no se ha entregado completamente al islamismo.







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