viernes, 27 de octubre de 2023

El olvidado conflicto de Nagorno-Karabaj

EL OLVIDADO CONFLICTO DE NAGORNO-KARABAJ El desarrollo de la guerra de Ucrania y, sobre todo, el ataque del movimiento terrorista Hamas a Israel han opacado el grave conflicto de Nagorno-Karabaj. Como ha comentado Herman Tertsch, en solo tres días, 120.000 cristianos han tenido que abandonar su tierra ancestral, donde han residido durante siglos, sin que los medios de comunicación apenas se hayan hecho eco de la noticia. El Alto Karabaj es un enclave de 11.500 kilómetros cuadrados ubicado en la República de Azerbaiyán, que tenía hasta fecha bien reciente una población de 120.000 habitantes de etnia armenia y de religión cristiana. El conflicto afecta no solo a sus principales protagonistas, Armenia y Azerbaiyán, sino también a Rusia, Turquía e Irán, y a toda la Comunidad internacional, y ha aumentado la tensión en una zona ya suficientemente tensa y desestabilizada. Antecedentes del conflicto El conflicto está históricamente relacionado con Armenia y se remonta a la época en que ésta pasó a formar parte del Imperio otomano, en el que se integró en 1555. Los armenios se agruparon en torno a una comunidad semiautónoma -el “millet” armenio-, bajo el liderazgo de los dirigentes de la Iglesia Apostólica Armenia, y su jefe, el Patriarca armenio de Constantinopla, sin interferencias del Gobierno otomano. En 1914, al comienzo de la I Guerra Mundial, Armenia contaba con más de dos millones de habitantes. Turquía se alió con los imperios centrales y fue derrotada por las tropas rusas situadas en la alianza contraria. Los dirigentes turcos culparon de la derrota a los armenios, a los que acusaron de traición por haberse aliado con los rusos, y pronto empezaron contra ellos las represalias, que generaron un auténtico genocidio. El Gobierno de los Jóvenes Turcos declaró la “yihad”contra los cristianos y, en 1915, adoptó la Ley Temporal de Deportación, que autorizaba a las autoridades turcas a detener y deportar a cualquier persona que constituyera una amenaza para la seguridad del Estado, y el Gobierno estimó que los armenios constituían tal amenaza. Los que estaban integrados en el Ejército turco fueron desarmados, encarcelados y ejecutados. Igual ocurrió con unos 300 dirigentes armenios, que fueron asesinados en Estambul. Se produjeron matanzas indiscriminadas en los pueblos y cientos de miles de ciudadanos fueron deportados, haciéndoles recorrer cientos de kilómetros en marchas de exterminio, sin facilitárseles alimentos ni cualquier tipo de asistencia, y multitud de ellos murieron por hambre o por agotamiento. Los propios turcos han reconocido que se produjeron matanzas, pero alegado que se realizaron por motivos de seguridad en una situación de guerra, y que no reunían las condiciones requeridas para calificarlas de genocidio, porque no se pretendía exterminar al pueblo armenio. La inmensa mayoría de los historiadores, sin embargo, han reconocido que se trató del primer caso de genocidio en la Historia, un trágico precedente de lo que sería unos años más tarde el Holocausto judío cometido por el régimen nazi. Hay disparidad de opiniones sobre las cifras de las víctimas, que se sitúan entre 600.000 y un millón. En cualquier caso, si en 2014 había en Armenia unos dos millones de habitantes, en 1922 esta población había quedado reducida a menos de 400.000. En febrero de 2017 se produjo la revolución de octubre y el derrocamiento del Zar, y el 15 de noviembre se adoptó la Declaración de los derechos de los pueblos de Rusia, por la que se reconocía a éstos el derecho a la libre determinación, incluida la posibilidad de secesión. El 4 de abril de 2018 se proclamó la República Democrática Federativa de Transcaucasia -integrada por Armenia, Azerbaiyán y Georgia-, que se disolvió cinco semanas más tarde. Días horas después se crearon las Repúblicas de Georgia, Azerbaiyán y Armenia, que se integraron en 1923 en la Unión Soviética, como “oblasts” o regiones administrativas autónomas dentro de la URSS. En el óblast de Azerbaiyán existía el enclave armenio de Nagorno-Karabaj y en el de Armenia el enclave azerí de Najichevan. En principio se había decidido que Nagorno formara parte de “oblast” de Armenia, pero el Comisario de Nacionalidades, Iosif Stalin, revocó esta decisión y lo incluyó en el “oblast” de Azerbaiyán. En cuantoal Nachijevan, se acordó que permaneciera en Azerbaiyán como región autónoma, pese a estar separado del resto del país por una parte de territorio armenio. El enclave -de 5.633 kilómetros cuadrados de extensión y una población 459.600 habitantes- es un punto estratégico pues, además de con Armenia, tiene frontera con Irán y con Turquía. Guerras entre Azerbaiyán y Armenia por Nagorno-Karabaj En 1988, cuando aún no se había disuelto la Unión Soviética, armenios y azeríes se atacaron mutuamente para tratar de controlar Nagorno Karabaj. En 1991 se proclamaron las Repúblicas de Azerbaiyán y de Armenia, y el Parlamento regional de Nagorno solicitó su integración en Armenia y -al serle negada- se celebró un referéndum y el 99% de la población decidió proclamar una República independiente, que no fue reconocida por ningún Estado, ni siquiera por Armenia, que, sin embargo, la apoyó bajo cuerda política, económica y militarmente. Azerbaiyán trató de ocupar el enclave, a lo que Armenia se opuso, y se produjo un conflicto armado. Primera Guerra En 1992 se inició la guerra, en la que salieron victoriosas las tropas armenias, que no solo consolidaron la ocupación de Nagorno-Karabaj, sino que conquistaron algunos territorios vecinos que suponían el 14% de Azerbaiyán. En 1994 se adoptó el protocolo de Bishkek por el que se acordó un alto el fuego y se decidió que Nagorno continuaría siendo parte de Azerbaiyán, aunque concediéndosele una amplia autonomía. En esa fecha, Armenia y Azerbaiyán ingresaron en la OSCE, y ésta decidió crear el Grupo de Minsk -copresidido por Francia, Estados Unidos y Rusia- para ayudar a encontrar una solución al conflicto armenio-azeri. Tras el alto el fuego, la OSCE se reunió en Lisboa en 1996 y adoptó una Declaración en la que establecieron los principios básicos para solucionar el diferendo: 1) Integridad territorial de Azerbaiyán y de Armenia; 2) concesión a Nagorno-Karabaj por parte de Azerbaiyán del mayor grado de autonomía posible; 3) garantía de seguridad para Nagorno y su población. La Declaración fue aceptada por Azerbaiyán, pero no tanto por Armenia, que - sin rechazarla- expresó su reticencia porque estimaba que no era suficientemente precisa, ni ofrecía suficientes garantías para el cumplimiento de los principios 2 y 3. Expresó, no obstante, su disposición a seguir negociando en el marco del Grupo de Minsk. En 1996 fui designado embajador en Rusia, con acreditación múltiple en Azerbaiyán y Armenia. En mayo de 1997 presenté mis cartas credenciales en Bakú y un mes más tarde en Ereván. Con este motivo, pude discutir ampliamente sobre la cuestión de Nagorno-Karabaj con los respectivos presidentes de la Republica, Heydar Aliyev y Levon Ter-Petrosian, en los que encontré gran receptividad, ya que ambos admiraban el éxito del tránsito pacífico en España de una autocracia a una democracia. Les informe del apoyo del Gobierno español a los principios de la Declaración de Lisboa y de su deseo de que se alcanzara una solución negociada del conflicto de Nagorno, les expliqué la experiencia española en materia autonómica, les entregue unos ejemplares en ruso de la Constitución y de los Estatutos de Autonomía del País Vasco y de Cataluña, y les ofrecí la cooperación técnica de España en este ámbito. La respuesta de Aliyev fue francamente positiva, dado que Azerbaiyán aceptaba los principios de Lisboa. Más reticente fue la de Ter-Petrosian, pues Armenia ponía reparos a estos principios, especialmente en lo relativo a la concreción de la concesión al enclave de un amplio autogobierno. Hablé distendidamente con este prestigioso profesor universitario de Lengua y Literatura durante más de una hora y me hizo pertinentes preguntas sobre la estructuración y el funcionamiento del modelo autonómico español. También traté ampliamente del tema con el ministro de Asuntos Exteriores, Arandar Arzumanian, quien, si bien defendió la tradicionales tesis armenia sobre el conflicto, se mostró abierto y dialogante, pues era consciente de que su país solo contaba con el apoyo de Rusia, lo que era un regalo envenenado. Señaló que su Gobierno aceptaba los principios de Lisboa, pero no como un ”a priori”, sino como el eventual resultado de una negociación, y observó que mientras el primer principio era suficientemente claro sobre sus consecuencias -reintegración de Nagorno a la soberanía azerí y abandono del vigente “statu quo”- no lo eran tanto los otros dos -especialmente el relativo al grado de autonomía a conferir al enclave-, que habría que precisar en la negociación. Me dijo que Armenia estaba dispuesta a normalizar las relaciones diplomáticas con Turquía y a reabrir la frontera entre los dos países, pero que el Gobierno turco lo supeditaba a la previa solución del conflicto de Nagorno. Me entreviste asimismo con el líder de la oposición, el presidente de la Unión Nacional Democrática, Vazgen Makunian -que me causó una pobre impresión-, y con el arzobispo de la Iglesia Armenia, Nerses Pozapalian, quienes mostraron una actitud mucho más cerrada e intransigente que la del Gobierno. El primero manifestó que la independencia de Nagorno era irreversible y que Armenia debería abandonar el Grupo de Minsk, y el segundo que había que mantener el “statu quo” y reconocer la independencia del enclave, porque -en caso de volver el territorio al control azerí- se produciría una nueva masacre de armenios. Las impresiones que transmití en mi informe al Ministerio de Asuntos Exteriores eran que el conflicto de Nagorno-Karabaj condicionaba la vida política y económica de Azerbaiyán y de Armenia. El Gobierno armenio estimaba que el paso del tiempo favorecía la consolidación de la situación del enclave, pero era consciente de su aislamiento internacional y de la imposibilidad de desarrollar su economía en la situación de bloqueo causada por el cierre de la frontera con Turquía, que impedía su natural salida al Mar Mediterráneo. Sugerí la conveniencia de que el Gobierno español apoyara las conclusiones de Lisboa y los esfuerzos mediadores del Grupo de Minsk, y estimé que España podría y debería aportar su contrastada experiencia en materia autonómica para ayudar a resolver el conflicto. Poco después, el Gobierno decidió que la embajada en Turquía asumiera la representación de España en Azerbaiyán, por lo que yo dejé de seguir las relaciones con dicho país y me limité al seguimiento desde Moscú de las relaciones con Armenia. El conflicto seguía sin resolverse y, en la Asamblea celebrada en Sofía en 2004, la OSCE se felicitó de la entrevista celebrada entre los presidentes de las dos Repúblicas y les instó cumplieran las recomendaciones hechas por el Grupo de Minsk. En 2007, se reunieron en Madrid los ministros de Asuntos Exteriores de Armenia y de Azerbaiyán con los copresidentes del Grupo de Minsk para reelaborar los principios de Lisboa –“Principios de Madrid”-. El Gobierno armenio los aceptó pero no los ponía en práctica y la situación continuó deteriorándose hasta desembocar en un nuevo conflicto armado. Segunda Guerra Durante los últimos años, la situación económica en Armenia había empeorado, mientras que la de Azerbaiyán mejoró considerablemente con la explotación de sus importante yacimientos de gas y de petróleo, lo que le permitió rearmarse política y militarmente. El 27 de septiembre de 2020, tropas azeries -con el apoyo de Turquía- invadieron Nagorno- Karabaj, derrotaron a las tropas armenias y recuperaron el control de buena parte del enclave. Tras la captura por los azeríes de Shusha -la segunda ciudad más importante del territorio-, se iniciaron las negociaciones y el 10 de noviembre se logró un acuerdo de alto el fuego gracias a la mediación de Rusia. Se acordó que ambas partes conservarían los territorios que ocupaban, salvo algunos que Armenia devolvió a Azerbaiyán. Aquélla seguiría conservando la mayor parte el territorio del enclave y garantizaría el libre acceso de Azerbaiyán a su enclave de Najichevan. Se establecería durante cinco años una fuerza de mantenimiento de la paz compuesta por unos 2000 ”cascos azules” rusos. El segundo “round” del combate fue ganado a los puntos por Azerbaiyán. En Erevan se produjeron violentas manifestaciones de protesta por el acuerdo y dimitieron varios ministros del Gobierno de Nikol Pashiyan, incluidos los de Asuntos Exteriores y de Defensa. La población armenia de los territorios adquiridos por Azerbaiyán tuvo que abandonarlos. Pese al alto el fuego y la presencia de las fuerzas de disuasión rusas, siguieron produciéndose incidentes entre las dos partes. En la Asamblea celebrada en Estocolmo en 2021, la OSCE constató la precariedad de la tregua, manifestó la necesidad de que se adoptaran medidas de distensión y de carácter humanitario, e instó a las partes a que continuaran las negociaciones bajo los auspicios del Grupo de Minsk. El conflicto también se ha judicializado. El 16 de septiembre de 2021, Armenia presentó una demanda ante el Tribunal Internacional de Justicia contra Azerbaiyán por su política de limpieza étnica en Nagorno-Karabaj, y el 12 de octubre solicitó la adopción de medidas cautelares para impedir la violación de la Convención Internacional para la eliminación de todas formas de discriminación racial. Azerbaiyán deberías abstenerse de desplazar a la población armenia que quedara en el enclave - que prácticamente es inexistente al día de hoy- y de impedir el regreso a sus hogares de los desplazados, así como permitir a los armenios que quisieran abandonar el territorio que pudieran hacerlo sin dificultad. Asimismo solicitó que Azerbaiyán se abstuviera de destruir cualquier monumento conmemorativo del genocidio turco de 2015 o cualquier otro vestigio cultural armenio sito en Nagorno. Semejante petición se ha convertido en un deseo piadoso imposible de cumplir, porque el 99% de dichos monumentos o vestigios ya ha sido destruido. El 24 de diciembre de 2022, Armenia pidió al TIJ que ordenara a Azerbaiyán que permitiera el libre movimiento por del corredor de Lachin, y el Tribunal adoptó el 22 de febrero de 2023 una Orden a tal efecto, que el Gobierno azerí ha ignorado. Como reacción a estas demandas, en septiembre de 2022, Azerbaiyán presentó a su vez otra demanda ante el TIJ contra Armenia por odio étnico y discriminación, y el 6 de enero de 2023 pidió la adopción de medidas cautelares. Tercera Guerra Las relaciones entre Armenia y Azerbaiyáán no mejoraron tras el acuerdo de alto el fuego, antes al contrario. Amparándose en su ventajosa situación de superioridad, el Gobierno azerí bloqueó durante ocho meses el corredor de Lachin -única vía de comunicación entre Armenia y Nagorno Karabaj- e impidió o dificultó los suministros al enclave. El Gobierno de Pashiyan trató de acercarse a Occidente y adoptó una serie de medidas que enfurecieron a Vladimir Putin, tales como negar su autorización para que celebraran en el territorio maniobras de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva -de la que Armenia es miembro-, mientras que autorizaba prácticas de entrenamiento a tropas de Estados Unidos, y enviar en visita a Ucrania a su esposa Ana Hakobian. Aliyev aprovechó la ocasión para lanzar el 19 de septiembre de 2023 un ataque fulminante contra Nagorno-Karabaj, so pretexto de realizar una operación antiterrorista, y -ante la pasividad de las tropas de disuasión rusas- derrotó por completo en tres días a las tropas armenias y se apoderó de la totalidad del territorio, provocando la huida de la inmensa mayoría de los 120.000 armenios que residían en el enclave. Rusia abandonó a su fiel aliado porque le interesaba más estar a bien con Turquía -aliado y protector de Azerbaiyán-, cuya ayuda necesitaba en el fregado en que se había metido con su agresión fallida Ucrania, y Armenia no ha tenido más remedio que capitular sin condiciones. El tercer “round” acabó con derrota de Armenia por K.O. El Consejo de Seguridad de la ONU adoptó el día 22 una resolución anodina -no olvidemos que Rusia es miembro permanente del Consejo con derecho a veto- en la que pedía de forma buenista a Armenia y a Azrebaiyán que iniciaran un diálogo para lograr una solución del conflicto que, sin embargo, ya se había solucionado por las malas, porque “muerto el perro, se acabó la rabia”. Una vez ocupado el enclave, Azerbaiyán hará caso omiso a las hipócritas admoniciones de la ONU. Más contundente ha sido el Parlamento Europeo, que el 5 de octubre adoptó una resolución de condena sin paliativos del ataque de Azerbaiyán contra Nagorno-Karabaj y de su política de limpieza étnica, que ha conducido a la expulsión del enclave de sus primigenios habitantes armenios. Hoy el Gobierno español ofreció la ciudad de Granada para un encuentro entre los presidentes de los dos Estados, pero Aliyev no asistió a la cita. Conclusiones Armenia ha cometido muchos errores porque -pese a su proximidad con Occidente por razones políticas, culturales y religiosas, y por la existencia de importantes comunidades armenias en Estados Unidos y en Francia- ha optado por su alineamiento incondicional con Rusia, que, hasta este último ataque de Azerbaiyán, la había respaldado y protegido frente a su vecino y rival. Desde su independencia, Armenia ha sido un fiel aliado de Rusia y ha aceptado todos sus requerimientos. Es miembro de el Comunidad de Estados Independientes, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, el Tratado de Libre Comercio de la CEI, la Asamblea Interparlamentaria, la Unión Euroasiática y la Unión Económica Euroasiática. Por mucho que trate de cambiar su alineamiento y acercarse a la OTAN y a la UE, Rusia no se lo permitirá y tomará graves medidas de represalia, como ha hecho con Georgia y con Ucrania. En su idea mesiánica de reconstituir el Imperio de los zares, Putin no puede permitir que Estados que formaron parte de la URSS y que caen dentro de su zona de influencia se acerquen a Occidente y se inserten en sus instituciones. En cuanto al conflicto de Nagorno-Karabaj, Armenia perdió una magnífica oportunidad de negociar una solución favorable del conflicto cuando estaba en una posición de fuerza, al negarse a aceptar los principios de la Declaración de Lisboa y desaprovechar la ocasión de conseguir un amplísimo grado de autonomía para el enclave a cambio de reconocer el hecho innegable de que Nagorno formaba geográfica y políticamente parte de Azerbaiyán. El islamismo practicado por los habitantes de los países que formaban parte de la Unión Soviética era una religión ”light”, tolerante y comprensivo con otras creencias, con las que coexistía pacíficamente. Sin embargo, la situación cambió y el sunismo se radicalizó debido en gran medida al envío a la región de “misioneros” wahabitas financiados por Arabia Saudita, que extendieron su corrosiva religiosidad por Chechenia, Daguestán, Turkmenistán y Azerbaiyán, y crearon un artificial ambiente anticristiano y antioccidental. Azerbaiyán ha cometido un acto de abuso de poder en Nagorno-Karabaj y está violando los derechos fundamentales de unas personas que han cometido la osadía de declararse cristianos. Una Europa cada vez más descristianizada se escandaliza y se lanza a la calle a protestar si se atenta contra los derechos de algún miembro del grupo LGTBI+ o de un animal de una especie protegida, pero pasa olímpicamente cuando se atenta contra los derechos fundamentales de miles de cristianos a los que se desaloja a la fuerza de su tierra ancestral. Ante este olvido culpable, me solidarizo en solitario con los 120.000 cristianos armenios que han sido injustamente expulsados de sus hogares. Madrid, 27 de octubre de 2023

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