lunes, 27 de marzo de 2023
Moción de censura justa, pero extemporánea e inadecuada
MOCIÓN DE CENSURA JUSTA, PERO EXTEMPORÁNEA E INADECUADA
Con un 25% de curiosidad, un 25% de interés y un 50% de preocupación, permanecí estoicamente ante el televisor durante el tostón del interminable debate de la seudo-moción de censura presentada contra el Gobierno de Pedro Sánchez por Ramón Tamames, a propuesta de Vox. A pesar de los pesares, mereció la pena, porque se
ha puesto de manifiesto que el Gobierno que nos desgobierna es un desastre.
Calificación de la moción
La moción ha sido calificada de esperpento, farsa, circo, fraude, insulto al Congreso y otras lindezas. Se ha dicho que era ociosa, innecesaria, perturbadora, extravagante e ilegítima. Lo menos que puede decirse es que ha sido peculiar, pero también ha sido del todo legal. En el fondo, es evidente que no ha perseguido el objetivo que debería perseguir un mecanismo constitucional de este tipo, pues -como señaló reiteradamente Yolanda Díaz- no se trataba de una moción constructiva, puesto que el candidato no había presentado un programa de Gobierno y no tenía la menor posibilidad de acceder a la jefatura del mismo. Quienes tan hipócritamente se rasgaron las vestiduras olvidaban que Sánchez tampoco presentó un programa de Gobierno en la moción contra Mariano Rajoy y, sin embargo, la apoyaron entusiásticamente. ¿Tenía algunas posibilidad de éxito la moción de Felipe González contra Adolfo Suárez o las otras cuatro presentadas durante la democracia? Ninguna, pero nadie las criticó ni las descalificó de la manera que se ha hecho con la de Tamames. Se presentaron para desgastar al Gobierno de turno y realzar la visibilidad del partido proponente.
Esto es, ni más ni menos, lo que ha hecho Vox, que ha recurrido para ello a un prestigioso profesor al que ha utilizado, aunque haya quien diga que ha sido Tamames el que ha utilizado a Vox. Es evidente que el viejo profesor se ha prestado a la componenda por razones de vanidad y de deseo de protagonismo. Como ha comentado el bueno de don Ramón, su moción puede ser calificada de todo menos de ociosa, porque ha propiciado un interés de los españoles por la política, cada vez menos apreciada y más ignorada. Podrá discutirse si ha sido conveniente o no -y yo creo que no lo ha sido, porque ha supuesto un balón de oxígeno para un Gobierno acosado por los escándalos y que ha visto con satisfacción como éstos pasaban a un segundo plano-, pero ha sido legal y legítima, y carecen de credibilidad las lágrimas de cocodrilo vertidas por el PSOE y sus afines sobre el uso abusivo de la moción hecho por Vox. La moción ha sido justa, porque el gobierno se lo merecía de sobra, pero ha sido, sin embargo, extemporánea, porque debería haber sido presentada antes -a raíz de la vergonzosa reforma del Código Penal- e inadecuada, porque debería haber sido presentada por el líder de la oposición y no por un testaferro, por ilustre que fuere.
El objetivo de Vox en su presentación era múltiple: poner en evidencia la desastrosa política del Gobierno, ganar presencia ante las próximas elecciones autonómicas y municipales, y -sobre todo- poner al PP entre la espada y la pared. La posición de éste era bastante peliaguda porque -hiciera lo que hiciera- sería criticado. Era obvio que no podía votar en contra, pero si lo hacía a favor, o se abstenía, sería acusado de hacer causa común con la ultraderecha, con la que se le identificaba como si fueran una misma cosa. Es curiosa la lógica perversa del Gobierno, que identificaba el voto a favor con la abstención. Votar en contra era lo decente, mientras que votar a favor o abstenerse era indecente. Tras haber puesto a Casado a caer de un burro, ahora lo ensalzaban como un modelo porque tuvo el coraje de oponerse a la anterior moción.
Alberto Núñez Feijóo huyó despavorido y si hizo el sueco -y nunca mejor empleada la palabra, pues buscó asilo diplomático en la embajada de Suecia- y dejó a su escudera Cuca Gamarra a que capeara el temporal y defendiera la opción menos mala de la abstención, porque no era el candidato del PP, ni su relato, ni su proyecto. Lo hizo mal que bien afirmando que su partido no podía votar a favor de la moción por consideración a los ciudadanos, ni en contra por consideración a Tamames. La espantada del presidente del PP le valió las collejas de Abascal y de Inés Arrimadas, pero su ausencia no le privó de los ataques desaforados de Sánchez y de sus epígonos. Puede que hiciera bien, aunque -según el dicho francés- “les absents ont toujours tort” –“los ausentes siempre se equivocan”-.
Desarrollo del debate de la moción de censura
El desarrollo del debate fue manifiestamente mejorable. El candidato tuvo que esperar dos horas y media antes de poder intervenir, mientras se cruzaban los improperios entre el promotor de la moción y su destinatario. Abascal estuvo más sobrio y moderado de lo habitual frente a logomaquia de Sánchez, al que echó en cara en su réplica que no hubiera contestado a una sola de las críticas que le había hecho. El presidente abusó del privilegio de no tener tiempo tasado para sus intervenciones, a la que dedicó 173 minutos, sin decir nada de interés. Cedió además generosamente a su marca blanca, Yoli la pinturera, más de una hora de “prime time”, para que se luciera y expusiera su propio programa, mientras las excluidas ministras podemitas tragaban quina. Tamames recordó a Sánchez que el tiempo era oro y que no podía leer un tocho de 20 folios -que le habían precocinado sus asesores- y responder a cosas que él no había dicho Cuando pudo intervenir, sus 89 años se notaron y se le vio muy cansado.
No sé si fue debido a este agotamiento -Juan Fernández-Miranda ha señalado que Sánchez siguió una “estrategia del aburrimiento”-, pero su discurso resultó bastante deslavazado y, a ratos, incoherente. No obstante, con su proverbial ironía, suministró algunas perlas dialécticas con las que -sin necesidad de alzar la voz, como sus oponentes- puso de manifiesto que el rey estaba desnudo, pese al esplendoroso ropaje con el que -sin pudor alguno- se había revestido. Hizo una crítica generalizada de la política del Gobierno de Sánchez, que fue una auténtica enmienda a la totalidad. Cabe clasificar sus críticas en los siguientes bloques temáticos:
1.-General: a) Gobierno antitético: formación de un Gobierno con los enemigos de España con los que aseguró que nunca pactaría: independentistas catalanes, filo- etarras y populistas contrarios a la Transición y a la Constitución, y que quieren derrocar la monarquía parlamentaria; b) división de los españoles y reelaboración y falseamiento de la Historia a través de la Ley de Memoria Democrática y de la idealización de la II República (la Guerra Civil se inició con la revolución de 1934 y uno de sus principales responsables fue Largo Caballero, y en los dos bandos se cometieron barbaridades, por lo que no cabía mantener que hubo buenos -los republicanos- y malos -los fascistas-. No se podía recrear desde el BOE la Historia, que había que dejar a los historiadores); c) autocomplacencia: Padecen el síndrome de la Moncloa y se creen que todo lo hacen bien, pero Sánchez no puede salir a la calle sin escudarse tras Felipe VI; d) abandono del consenso, de los pactos de Estado y de la recuperación de la concordia.
2.-Político: a) Condena del separatismo: no existe el derecho a la autodeterminación; b) inseguridad jurídica: abuso de los decretos leyes (139); c) modificación del Código Penal (supresión de la secesión y debilitamiento de la malversación) para satisfacer las exigencias de sus aliados separatistas catalanes (eso no pasa ni en Polonia ni en Hungría); d) no respeto de la división de poderes (intentos de control del CGPJ y del TC);e) inseguridad jurídica por insuficiente cumplimiento del artículo 9 de la Constitución, y aumento de la criminalidad; f) necesidad de reformar la Ley electoral para evitar la sobrerrepresentación de los nacionalistas; g) negativa a establecer una Comisión para investigar el escándalo del “Tito Berni”; h) desprotección del español en Cataluña e incumplimiento de las sentencias que establecen un mínimo de 25% de la enseñanza en castellano.
3.-Económico: a) Disminución de la productividad (3.6%); b) tasa de paro del 12. 7%, doble de la media de la UE (los fijos discontinuos son parados subvencionados); c) aumento exorbitante de la deuda pública; d) ausencia de un plan para reducción del gasto o para la consolidación fiscal; e) España es el único país de la UE que no ha recuperado su PIB anterior al inicio de la pandemia del COVID; f) inexistencia de una política industrial y declive de la industria; g) actitud hostil hacia los empresarios; h) modificación de las condiciones laborales sin contar con los empresarios; i) inexistencia de un plan hidráulico, modificación del trasvase Tajo-Segura y recurso a las plantas desaladoras rechazadas por los agricultores por la salinidad de las aguas; j) escaso apoyo a las PYMEs; k) insuficiente inversión en I+D; l) mal funcionamiento de la Seguridad Social (colapso burocrático).
4.-Social: a) Feminismo exacerbado y uso de la mujer como moneda de cambio; b) fiasco de la ley del “Sí es sí”, que ha beneficiado a más de 700 violadores; c) hostilidad a la sanidad privada y falta de cooperación de la pública con ella; d) empobrecimiento de la educación y endogamia e insuficiente financiación de las universidades.
5.-Internacional: a) Modificación por Sánchez de la política española hacia el Sáhara Occidental sin contar con el Gobierno ni con las Cortes, y empeoramiento de las relaciones con Argelia; b) ausencia de explicaciones sobre el apoyo a Marruecos en el conflicto sahariano y falta de contraprestaciones (desaire de Mohamed VI en la reunión de alto nivel de Rabat); c) debilitamiento de la política del Gobierno para recuperar Gibraltar; d) insuficiencia de la política iberoamericana del Gobierno.
La segunda intervención de Tamames -tras escuchar las disparatadas declaraciones de Sánchez, Díaz y López- fueron más incisivas. Se mostró sorprendido y contrariado por la hostilidad de las intervenciones, que habían convertido el debate en un mitin espurio preparatorio de las elecciones. Les acusó de practicar el “método Olendorf”, de dar respuestas que nada tenían que ver con sus preguntas, y les advirtió de que, no por gritar más, llevaban razón. Les echó en cara que quisieran volver a la situación de las dos Españas, no ya la de Goya, sino la de 1936. Le dio un sarretazo a Aitor Esteban al preguntarle de qué se quejaba el PNV cuando los vascos -que se sentían oprimidos- eran los más privilegiados en España, e invitó al desbocado Pachi López a que bajara los decibelios para evitar que le diera un infarto. Agradeció a Vox que le hubiera dado la oportunidad de presentar la moción y afirmó que -a pesar de las divergencias que pudiera tener con el partido en algunos temas- coincidían en lo esencial, que era la unidad de España, la monarquía parlamentaria y la bandera.
Intervenciones del tándem Sánchez-Díaz
Sánchez abusó de sus prerrogativas, tuvo varias intervenciones y habló durante más de tres horas para no decir nada de interés. Profesó el autobombo de forma descarada y sin el menor vestigio de autocrítica. Estuvo ampuloso y prepotente, y con un lenguaje repleto de “mentiras y cintas de video” a lo Steven Sonderberg (especialmente jugando a la petanca o haciendo visitas “improvisadas” a algún pueblo de la España profunda y vaciada). Siguiendo su cínica táctica de hacer oposición a la oposición desde el Gobierno, criticó no solo al ausente Feijóo, sino también a Rajoy. Faltando a la verdad, señaló que el PP nunca quiso adoptar ningún pacto de Estado y que su objetivo era poner freno a las políticas progresistas del Gobierno.
Partiendo del dogma irrebatible de que el PP y Vox eran la misma cosa -como mostraba el hecho de que se fuera a abstener en la moción- todas las diatribas dirigidas contra el partido de Abascal por sus estridencias, eran aplicables “mutatis mutandis” al PP, del que afirmaba, una y otra vez, que era un adalid del viejo y caducado modelo neoliberal. La argumentación no podía ser más chapucera porque, si fueran la misma cosa, lo lógico sería que votaron a favor de la moción en vez de abstenerse. En la última sesión de la Asamblea de la Comunidad de Madrid, su presidenta, Isabel Díaz Ayuso, decidió romper los lazos con Vox, debilitados tras la negativa de este partido apoyar la adopción de los presupuestos regionales y votar en otras ocasiones contra propuestas de los populares. Ayuso lamentó la deriva seguida por las huestes de Rocío Monasterio, por la que no quería verse arrastrada, y se pronunció por que, cada uno siguiera su camino. Feijóo ha apoyado desde Bruselas esta decisión y aprovechado la ocasión para salir de su cauteloso silencio, y criticar a Vox que, con su ofensiva contra el PP, buscaba algún rédito electoral de la antipolítica. Ante esta ruptura entre los dos partidos, tanto a nivel regional como nacional, será aún más difícil al Gobierno demostrar, que no hay más que una ultraderecha integrada por el PP y Vox.
Según la brillante y motivada conclusión que Sánchez derivaba del debate de la moción de censura, el PP era la “nada absoluta”. Bueno, si realmente quiere ver la nada, no tiene más que girar levemente su cuello a la izquierda y mirar a su “presidenta segunda” -el tribuno López “dixit”-, que es la nada con agua de Mondariz, bien vestida y bien peinada. Carlos Herrera la ha calificado de “abeja Maya”, que anda revoloteando de flor en flor, y sus oyentes de la COPE le preguntaron que quién era su gran amigo, el “zángano Willy”. La respuesta parece obvia, pues ambos forman un par dispar, un dúo dinámico o una pareja feliz, aunque -para mí- formen más bien un tándem nefasto que padecemos, por lo que pido a los electores responsables e imploro a todos los santos de la corte celestial que -con su voto o su intercesión- liberen al pueblo español de este martirio, por mucho que se lo haya ganado a pulso.
Sánchez ha dado la alternativa a su marca blanca y le ha ofrecido la oportunidad de que suelte -con la ayuda de un texto de Pablo Iglesias que fusiló- el discurso fundacional de “Sumar”, que llevaba rumiando desde hace meses. Al mismo tiempo ha castigado la rebeldía de Podemos dando facilidades para el acceso al espacio actualmente ocupado por los podemitas a la izquierda del PSOE a la melosa meiga, que ha culminado su presentación en sociedad con un llamamiento a sus fieles incorporado a un cursi pareado: “Te espero en Magariños y te mando un biquiño”. Según Manuel Marín en “ABC”, la nueva lideresa se ha fabricado una “candidatura Disney” con palabras tan bonitas como engañosas y cree que el país es como un jardín de infancia y que los españoles -aparte de ser potenciales violadores- tienen el coeficiente intelectual de una criatura de 10 años y, de ahí, la ternura de sus mensajes y la puerilidad de sus objetivos: “alcanzar la felicidad de los españoles”, una transformación que ya está en marcha. Me recuerda la canción de Palito Ortega “la felicidad, ja, ja, ja, ja”.
La nueva estrella del “show" de Sánchez -quien aspira a convertir a “Sumar” en las alternativas a Podemos y a integrarlo como una corriente en el seno del PSOE- ha aprovechado gustosa la ocasión para castigarnos con una intervención de algo más de una hora durante la cual -aunque dijo al principio alguna cosa razonable sobre cuestiones laborales- sumó después numerosos disparates. Parece ser que ha aprendido mucho en su Ministerio y ya se ha enterado de lo que son los ERTE, y reconocido la deuda de gratitud que ha contraído con su antecesora Fátima Báñez, que le ha permitido mantener lo esencial de la reforma laboral, pese a sus denodados esfuerzos por derogarla. Como ha señalado Luis del Val, Yolanda Tezanos ha sido capaz de hacer desaparecer de un plumazo -a través de un contrato fijo discontinuo- a unos 500.000 parados, que no trabajan y cobran el paro, pero que no figuran en la lista del desempleo. ¡La imaginación al poder!
También ha aprendido mucho de Economía, hasta el punto de que ha sido capaz de darle una lección magistral a un reputado catedrático de Estructura Económica. En el plano ideológico, henchida de su sentimiento marxista-leninista, recriminó a Tamames que no hubiera mantenido la fe en el padrecito Stalin, como ella, que ha escrito el prólogo a una moderna versión del “Manifiesto comunista” de Marx y Engels. En consecuencia -como ha observado Marín- “Sumar” es “una evolución desarrollada de Izquierda Unida, con laca y mechas, y un renovado sentido del oportunismo de siempre”. De ahí, el entusiástico apoyo de Garzón, Errejón, la médica y madre perceptora del bono eléctrico, Colau, Baldoví y otros marxistas de la “gauche caviar”.
Diaz finalizó su “show” actuando como una presidenta-bis que, ante el fin de la legislatura, ha agradecido a todos y a cada uno de los ministros del presente Gobierno progresista de coalición, caracterizado por su armonía y espíritu dialogante. Habrá tenido que rascarse el bulbo raquídeo para encontrar palabras de alabanza para ministros tan impresentables -como Irene Montero, Ione Belarra, Alberto Garzón o Joan Subirats- invisibles -como Diana Morant, Raquel Sánchez o Miquel Iceta- o quemados y reprobados -como Fernando Grande-Marlaska-. En su inigualable generosidad, tuvo incluso palabras de elogio para su némesis, la vicepresidenta Nadia Calviño- con la que se ha llevado como el perro y el gato-, porque ha conseguido adelantarla por la izquierda, al haber sido ungida por el César como vicepresidenta primera de un futuro Gobierno Frankenstein. Tamames no se ha dignado replicar a sus disparatadas afirmaciones y se ha limitado a comentar irónicamente que solo le ha faltado colocar en el estrado la pancarta relativa a algo que creía que se llamaba “Sumar”.
Conclusiones sobre la moción
Quiero destacar del debate, en el lado positivo -como dirían los Tacañones- las serenas y mesuradas intervenciones de Ana María Oramas, la contundencia de Sergio Sayas, el buen nivel parlamentario de Iván Espinosa de los Monteros y -sobre todo- los dos excelentes discursos de Inés Arrimadas. Sería una pena y un despilfarro que -según desvelan los augurios demoscópicos- el Congreso perdiera a una de sus mejores oradores por la consunción de un partido tan necesario como Ciudadanos, que puede desaparecer por méritos propios, a los que ha contribuido la jerezana con sus erráticas decisiones, como la moción de censura en la Comunidad de Murcia. En el lado negativo, la prepotencia del PSOE, las malas formas de López, Rufián y Baldoví, los extremismos y destemplanzas de los nacionalistas catalanes -especialmente de Miriam Nogueras-, el victimismo del PNV, el cínico lenguaje de Bildu, el ambiente de enfrentamiento y animosidad, el abuso de los aplausos -que deberían estar prohibidos-, y el condumio de frutos secos de los ministros Garzón y Montero en el banco azul.
Enseguida han surgido los comentarios sobre quiénes han sido los ganadores y los perdedores en el debate y -como ya viene siendo habitual- todos los partidos se apuntan al bando de los vencedores. La mayoría de los sondeos dan como claro perdedor al presentador de la moción -que solo ha conseguido sumar a su causa a un volandero diputado-, y como parcial vencedor al Gobierno, que ha conseguido que sus socios y aliados cierren filas ante la amenaza de que viene el lobo de la ultraderecha.
Estimo que, si bien Vox no ha sacado los réditos que esperaba de su moción y ha sido el principal perdedor al salirle el tiro por la culata, no ha perdido demasiado, porque -pese a que muchos de sus seguidores no hayan comprendido la selección del candidato- suelen ser muy disciplinados y fieles al partido. No creo que haya habido un claro vencedor, desde luego no el Gobierno, que -aunque haya conseguido que la atención pública se apartara por el momento de sus escándalos de la ley del “Sí es sí” y del “caso Mediador”- no ha salido bien parado del debate, al haber quedado expuestas al aire sus múltiples vergüenzas, con el valor añadido de que lo haya hecho un profesional prestigioso y un político bregado procedente de la izquierda. Por deslavazada que haya resultado la exposición de Tamames, su diagnóstico y veredicto no ha podido ser más negativo para el Gobierno, al que se le ha abierto un nuevo frente con la dimisión de la directora general de la Guardia Civil.
El PP ha salido relativamente bien librado de la trampa saducea que le había tendido su hermano separado, que le hizo una pinza con el Gobierno de coalición para tratar de ponerlo en evidencia. El bajo perfil adoptado por el partido, la moderación de Gamarra y una razonable y comprensible abstención han permitido que escape a la pinza y resulte indemne de la aventura. No cabe decir lo mismo de su presidente Feijóo, que se ha dejado algún pelo en la gatera, al haber sido acusado por algunos de cobardía, escapismo o inhibición. Cómo ha comentado Ignacio Camacho, una formación que aspira a la mayoría social no puede encogerse ni ocultar su opinión verdadera ante una maniobra que, además de achicarle el campo, favorecía a la izquierda. En algún momento tendrá que salir de la barrera y saltar al ruedo aunque arriesgue alguna cornada, pues no puede quedarse a ver pasar el cadáver de su enemigo sentado a la puerta de su casa a la espera que le entreguen el poder con el desayuno y el periódico. Sánchez es demasiado coriáceo y “resiliente” como para abandonar voluntariamente el poder sin luchar a vida o muerte. Como buen marinero, Feijoó debería saber que el que no se arriesga no cruza la mar.
En cualquier caso, tendrá que ponerse las pilas, arriesgarse y ser más contundente en su oposición al Gobierno, si quiere desbancar a un peligroso contrincante, que ya resurgió una vez de sus cenizas como un ave Fénix. El centro no es una ideología sino un lugar variable de equidistancia. No tiene sentido dar prioridad a llegar a un acuerdo de Gobierno o de legislatura con un PSOE radicalizado o con lo que quede de él -siempre que la Providencia o el Hados nos sean propicios y nos liberen del yugo de Sánchez y de sus aliados-, porque ese partido se ha negado antes, y se seguirá negando ahora, a formar un Gobierno de coalición, que tan habitual es en el resto de Europa, porque “Spain is different”.
Tampoco es prudente ni conveniente antagonizar innecesariamente a Vox, porque -según los resultados que se produzcan en las elecciones y por mal que le pese a Feijóo- puede que sea necesario que tenga que pactar con él si quiere acceder al poder, sea a nivel autonómico, municipal o nacional, cosa por otra parte normal y corriente en nuestro entorno europeo. El PP no tendría que sentirse culpable, ni cubrir con ceniza su testa si -como resultado de la voluntad del pueblo español- tuviera la oportunidad de acceder a los distintos Gobiernos mediante una coalición con Vox, o con su apoyo.
En conclusión, no creo que ningún partido haya salido ganador como consecuencia de la moción y, por el contrario, todos ellos han perdido algo. No obstante, estimo que las consecuencias del debate no han sido tan negativas como algunos mantienen. Se ha puesto claramente de manifiesto ante la opinión pública las graves carencias el actual Gobierno y la urgente necesidad de que el país se libere de las garras de Sánchez y de las hipotecas del nacionalismo independentista. Si el pueblo español no entendiera este mensaje y decidiera seguir haciendo posible otro Gobierno Frankenstein, el caso no tendría remedio y en el pecado llevaría la penitencia.
Madrid, 25 de marzo de 2023
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