domingo, 1 de enero de 2023

Perspectivas de la guerra de Ucrania

PERSPECTIVAS DE LA GUERRADE UCRANIA Van a transcurrir más de diez meses desde ese fatídico 24 de febrero en el que las tropas rusas invadieron Ucrania y, en vísperas de acabar el año, cabe hacer una evaluación de la situación actual de la guerra y de sus perspectivas de futuro. Ayer, las Fuerzas Armadas rusas lanzaron 69 misiles de crucero contra las infraestructuras energéticas ucranianas y -aunque 54 de ellos fueron derribados por los servicios antiaéreos- los 15 restantes alcanzaron su objetivo y lograron -entre otros daños a estos objetivos civiles- dejar sin luz al 90% de la ciudad de Leópolis, en el extremo occidental del país. Según el comandante en jefe del Ejército de Ucrania, Valeryi Zaluzhny, “el enemigo continúa sembrando el terror con misiles contra la población civil”. Creo que esta frase describe de forma bastante acertada cuál es la situación actual de la guerra de Ucrania iniciada contra todo derecho por la Federación de Rusia, bajo el liderazgo del presidente Vladimir Putin. Como declaró el ministro consejero ruso en la representación permanente ante las Naciones Unidas en Ginebra, antes de presentar su dimensión, durante 20 años de carrera diplomática había sido testigo de diferentes giros en la política exterior rusa, pero nunca se había sentido tan avergonzado de su país como el citado 24 de febrero. “Hoy, el Ministerio de Asuntos Exteriores no encarna diplomacia, sino belicismo, mentira y odio”. Desgraciadamente, son pocos los rusos que comparten esta opinión y -con la total desinformación en que viven y el lavado de cerebro cotidiano de los medios de comunicación controlados por el Kremlin- creen en su mayoría que Rusia se ha visto obligada a lanzar una “operación militar especial” para impedir la agresión contra el país que preparaba Ucrania, con la connivencia de la OTAN. Antecedentes del conflicto El origen remoto del conflicto puede situarse en 2008, cuando la Asamblea de la OTAN invitó a Georgia y a Ucrania a incorporarse a la Alianza. Rusia consideró que la eventual incorporación a la Organización de estos dos Estados que habían formado parte de la URSS supondría cruzar una línea roja infranqueable y constituiría un “casus belli”, y su ministro de Asuntos Exteriores, Serguei Lavrov, afirmó que ello supondría retrotraer las relaciones a la época de la guerra fría. El Gobierno ruso pasó de la palabra a los hechos e invadio Georgia, derrotó a las tropas georgianas y escindió el país, al reconocer la independencia de Abjazia y de Osetia del Sur. Ucrania se libró por los pelos de seguir la misma suerte, gracias al cambio de gobierno que se produjo al ser sustituido Víktor Yushenko por el pro-ruso Viktor Yanukovich, quien, no solo retiro la petición de ingreso en la OTAN, sino que también se negó a firmar el Acuerdo de asociación de Ucrania con la Unión Europea. De esta manera, Rusia introducía en su política exterior el veto a que Ucrania formase parte de la Alianza Atlántica -lo que seguía una cierta lógica-, pero también de la UE -lo que ya carecía de lógica alguna-. Tras la revuelta del Maidán y el derrocamiento de Yanukóvich, el nuevo Gobierno ucraniano viró hacia Occidente y firmó el Acuerdo con la UE. El Gobierno ruso lo consideró inaceptable e instó al Parlamento de Crimea a que acordara su secesión de Ucrania y su incorporación a la Federación de Rusia, tras un seudo-referéndum carente de legitimidad jurídica. Las tropas rusas se apoderaron de la península sin oposición alguna y, no bastándole su anexión, el Gobierno de Putin envió tropas camufladas para apoyar a los rebeldes de las regiones de Donetsk y Lugansk. La reacción de la comunidad internacional fue harto liviana -salvo una condena en la Asamblea General de la ONU y la aplicación de sanciones de menor cuantía- y Putin pudo asimilar su bocado a bajo coste. - Alentado por su éxito y ante la falta de reacción desfavorable ante su arbitraria conducta, Putin concentró grandes contingentes de tropas junto a la frontera y -pese a sus solemnes declaraciones de que en modo alguno pretendía invadir Ucrania- el 24 de febrero de 2022 se inició la crónica de una invasión anunciada. Los planes del sátrapa ruso de conquistar Kiev en pocos días y derrocar al presidente ucraniano Volodimir Zelenski no se cumplieron pese a los pronósticos favorable, y el potentísimo Ejército ruso se vio no solo frenado, sino incluso derrotado, gracias a la determinación y al valor de las tropas y del pueblo ucraniano, y al envío -primero con cuentagotas y luego con algo más de margen- de armamento procedente de Estados Unidos y de otros países europeos miembros de la OTAN. El Ejército ucraniano contraatacó y consiguió recuperar parte del territorio perdido, especialmente la importante ciudad de Jerson, y las tropas rusas tuvieron que retirarse allende el río Dnieper, donde han reforzado sus defensas y el frente está relativamente estabilizado, especialmente debido a las dificultades que ofrece el ” general Invierno”. Pese a esta situación, el Gobierno ruso y la Duma incorporaron a la Federación las regiones ucranianas de Donetks, Lugansk, Jerson y Zaporiyia, y se comprometieron a defender a sus flamantes nuevos ciudadanos. Se trata de una peculiar forma de hacerlo mediante el bombardeo sistemático de sus pueblos, con lo que han conseguido que la mayor parte de la población -rusófona y pro-rusa- se haya decantado del lado ucraniano y luchen contra los invasores. Política criminal de Rusia de ataque sistemáticos a objetivos civiles Ante el fracaso de su ofensiva militar, el alto mando ruso ha recurrido -sin el menor escrúpulo y en contra todas las normas del Derecho Internacional y del Derecho Humanitario- a bombardear de forma sistemática objetivos civiles sin valor militar, especialmente las infraestructuras energéticas, para privar a la población de los suministros de electricidad, agua y calefacción, y amedrentarla a fin de que se rinda sin condiciones ante su precaria situación humanitaria. El propio Putin dijo a Scholz que estos ataques eran “inevitables”, y su sabueso Lavrov ladró que era una necesidad imperiosa dejar a millones de personas sin luz, agua y calefacción para que Rusia pudiera empezar a sentirse segura ante una Ucrania que se había convertido en una” amenaza existencial” contra su país. El pueblo ucraniano, pese a todo, resiste con gran dignidad y espíritu de sacrificio. Putin ha recurrido al mismo tiempo al as que tenía en la manga de explotar la dependencia de la mayor parte de Europa -especialmente de Alemania y de los países de la parte oriental- del suministro de gas y de petróleo por parte de Rusia. Pese a esta dependencia, la UE ha ido ampliando las sanciones económicas a Rusia, tratado de disminuir el máximo posible la importación de productos energéticos rusos e impuesto -tras muchos esfuerzos- un tope al precio del petróleo importado. El Gobierno ruso ha recurrido a un descarado chantaje, aprovechándose de su situación ventajosa, y ha saboteado el gasoducto Nord Stream-1 que une Rusia con Alemania, reducido el suministro y acabado por cerrarlo. Ante el tope a los precios acordado por la Comisión Europea, Rusia ha dejado de suministrar petróleo a los países que cumplan ese acuerdo y está desviando el suministro de sus productos energéticos a países como China, India o Turquía, pero está perdiendo dinero porque los vende a precios inferiores a los de mercado. La escasez del suministro de gas y la subida de los precios han hecho que se tambalee un tanto la unidad en el seno de la UE, con países como la Hungría de Orban, que es un auténtico submarino pro-ruso en el seno de la Unión, pero también la propia Alemania, que pide solidaridad a sus socios mientras actúa unilateralmente financiando a sus empresas y alterando las reglas de la competencia. Como ha observado Pablo Suanzes, la reacción ante la invasión de Ucrania ha sorprendido a casi todo el mundo por su celeridad, su pegada y el compromiso económico, militar y político de la UE con Kiev, pero -según Ivan Krastev- ha llegado el momento difícil de mantener el pulso ante la fatiga de la contienda. Viene el frío, se disparan los precios de la energía y de los combustibles, suben los tipos de interés, se encarecen las hipotecas, se congelan las calderas y la economía real, y crecen las tensiones internas. El gran problema europeo no es tanto una amenaza desde fuera sino desde dentro, como muestra la multitud de crisis acumuladas, que han acabado con la confianza mutua, y la multiplicación de gobiernos o partidos que llegan al poder con ideas, mentalidades y agendas incompatibles con el discurso, los valores y los programas de la Unión. Con su política implacable, Putin pretende, de un lado, minar la moral de la población ucraniana, sometida a los más crueles bombardeos indiscriminados y, de otro, alentar el malestar de los mal acostumbrados europeos por las privaciones a las que deben someterse como consecuencia del conflicto ucraniano. Para Andrés Trapiello, el cansancio de la guerra está llevando a algunos a desear, con más o menos impaciencia, que termine cuanto antes mediante un acuerdo, y han empezado a pedirlo quienes contemplan el conflicto desde la tribuna como si asistieran a un torneo medieval. Los mismos que en agosto celebraban las derrotas rusas, piden ahora que se detenga la guerra y se entablen negociaciones de paz. Se lanza sutilmente el mensaje a Zelenski de que no desdeñe la opción de “paz por territorios” y renuncie a exigir la devolución de Crimea. Así, el indocumentado y prepotente Elon Musk -tan solícito con los dictadores-le he ha hecho un llamamiento para que entregue Crimea e incluso ha justificado el eventual uso de armas nucleares para recuperarla. Su amigo David Sacks ha afirmado en “Newsweek", que los “neocons” y la izquierda“woke” actuaban juntos de la mano y nos estaban llevando a la III Guerra Mundial. Esta opinión es compartida por la derecha alternativa norteamericana próxima a Donald Trump, que es contraria a enfrentarse a Rusia por apoyar a Ucrania. La recuperación del Congreso por parte de los republicanos -aunque haya sido por menos de lo previsto- ha provocado el viaje relámpago a Washington de Zelenski, quien ha visto confirmado el respaldo de Biden, aunque no tanto el de la bancada republicana. Posiciones “terceristas” que reclaman la opción “paz por territorios” Según David Jiménez Torres, desde el inicio de la invasión de Ucrania venimos escuchando propuestas pretendidamente realistas para poner fin al conflicto. Destacados líderes europeos -como Macron o Scholz- han mantenido que había que ofrecer una salida honrosa a Putin y evitar humillarlo, y últimamente se insiste en el peligro que supone acorralarlo y en la necesidad de ceder a su chantaje nuclear. Como Ucrania no puede ganar la guerra, Zelenski debe aceptar una negociación en la que haga importantes concesiones a Putin. ¿Por qué -digo yo- se han de hacer concesiones al agresor a costa del agredido? ¿Acaso sirvió de algo dejar que Rusia se anexionara Crimea? Para Jiménez Torres, la tesis de que una paz favorable a Putin devolvería la estabilidad al planeta no es realista, sino que más bien parece ciencia-ficción. Puede que ceder al chantaje atómico pondría fin a esta guerra, pero también estimularía la proliferación nuclear y aumentaría la inseguridad de toda la Europa oriental. Por otra parte, Ucrania quedaría desestabilizada por la frustración, el irredentismo y el miedo a que los rusos volvieran en un par de años a rematar la faena. “Esta confusión es la que intentan despejar los realistas planteando soluciones engañosamente sencillas, pero quizás más realista sea, precisamente, la que más vértigo da: que Rusia sea derrotada”. Como ha comentado julio Valdeón,”nuestros equidistantes juzgan improcedente ponerse del lado de la víctima sin propalar antes los argumentos del verdugo. Amparados en el sacrosanto contexto, matizan las agresiones unilaterales, los ataques a la legalidad internacional y la soberanía de las naciones”. Para José María Faraldo, no es cosa de apaciguar a Putin permitiéndole quedarse con un trozo de Ucrania, porque su expansionismo no se quedaría ahí. Si no fuera por la OTAN, Putin estaría probablemente en Gibraltar, ya que una de sus grandes visiones imperialistas es la de un continente euroasiático bajo hegemonía rusa que llegara de Gibraltar a Vladivostok. Para el ex-ministro alemán Norbert Röttgen, sería un tremendo error empujar a Kiev a negociar con Moscú en las actuales circunstancias. Se requieren dos para negociar y la realidad es que Putin quiere continuar con la guerra. No ha cesado en su obsesión y en su ambición, por lo que no está preparado para negociar. Está demasiado débil para hacerlo, ya que ha perdido la guerra de comunicación con Zelenski y destruido el modelo económico de Rusia, un país que es ahora más débil que en toda su Historia, y su Ejército está en retirada, por lo que no hay ninguna perspectiva de que vaya a ganar la guerra. En opinión de Gabriel Tortella, el apaciguamiento del enemigo es una solución tentadora a corto plazo, pero que a terminó más largo es un error muy grande, porque mostrar temor ante el enemigo es darle ánimos para que persista en sus objetivos; es seguir la táctica del chantajeado que paga para salir del paso, pero que con ello anima al chantajista a seguir explotándolo. Mesianismo de Putin Con su es espíritu mesiánico, Putin ha hecho gala del mayor de los cinismos. Ha instado a Ucrania a que cese inmediatamente las hostilidades, ponga fin a la guerra que desató en 2014, y regresé a la mesa de negociaciones. “Estamos preparados para ello, pero la elección de la gente de Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jerson no se cuestionará. La decisión ya la han tomado y Rusia no los traicionará. Las actuales autoridades de Kiev deberán respetar esta libre expresión de la voluntad del pueblo, pues no hay otra vía y es el único camino hacia la paz. Defenderemos nuestra tierra con todas las fuerzas y recursos que tenemos, y haremos todo cuanto podamos para garantizar la seguridad de nuestro pueblo. Esta es la gran misión liberadora de nuestra nación”. Añadió que “nuestros compatriotas y hermanos de Ucrania, que forman parte de nuestro pueblo unido, han visto con sus propios ojos que la clase dominante del llamado Occidente ha actuado contra la humanidad.” Cuando la URSS se colapsó, Occidente decidió que el mundo y todos nosotros accediéramos permanentemente a sus dictados. Está dispuesto a traspasar todas las líneas para preservar el sistema neocolonial que le permite vivir a expensas del mundo y saquearlo gracias al dominio del dólar y de la tecnología, y lo que explica su agresividad. Obliga a todos los países a ceder su soberanía a Estados Unidos y su determinación para preservar su dominio sin límites es la verdadera causa del conflicto. Fue Occidente el que pisoteó el principio de la inviolabilidad de las fronteras y el que decide quién tiene derecho a la autodeterminación. Las élites occidentales niegan la soberanía nacional y el Derecho Internacional, y su hegemonía presenta características pronunciada de totalitarismo, despotismo y apartheid. “Pensaron que lanzar la guerra contra Rusia les permitiría alinear de nuevo a todo el mundo bajo su mando, pero la mayoría de los Estados se niegan a decir ‘a sus órdenes’ y, en su lugar, eligen el camino más sensato de la cooperación con Rusia. La verdad se ha ahogado en un océano de mitos, ilusiones y fabricaciones, utilizando propaganda extremadamente agresiva y mintiendo como Goebbels. Cuanto más increíble sea la mentira, más rápido la gente se lo creerá”. Lo culpó de ser el único responsable de la crisis alimentaria y energética existente. “Intentan provocar un colapso de todo el sistema internacional y usar la vieja fórmula del crecimiento económico a través de la guerra. Occidente renuncia por completo a lo que significa el ser humano, y preconiza el derrocamiento de la fe y de los valores tradicionales, y la supresión de libertad. Una religión al revés, puro satanismo”. Concluyó afirmando que estaban luchando para que nunca se le ocurriera a nadie que Rusia, su pueblo, su cultura o su lengua pudieran ser borradas de la Historia. ”Nuestros valores son la humanidad, la misericordia y la compasión. La verdad está con nosotros y detrás de nosotros está Rusia”. Es una excelente descripción porque Putin se ha mirado al espejo y se ha hecho un autorretrato, si bien, donde dice “Rusia” debería decir “Occidente” y viceversa. El Parlamento Europeo ha designado a Rusia por amplísima mayoría -494 votos a favor, 58 en contra y 44 abstenciones- como un Estado promotor del terrorismo y lo ha acusado de lanzar ataques deliberados y de cometer atrocidades contra la población ucraniana. La Asamblea tomó nota de los 34.000 crímenes de guerra debidamente documentados cometidos por el Ejército ruso y de los 60.000 bombardeos de infraestructuras civiles, así como de la comisión de todo tipo de atrocidades en localidades ocupadas cómo Bucha, Mariupol, Irpin, Liman o Izium. El Ministerio Fiscal ucraniano está recogiendo las correspondientes pruebas y los mandos militares responsables de estos actos, así como Putin, deberían ser juzgados por el Tribunal Penal Internacional o por un Tribunal “ad hoc”. El final de la guerra es tan incierto como cuando comenzó y no se percibe en el horizonte una paz honrosa para Ucrania, pese a la hipócrita palabrería del autócrata ruso, que ha dicho que estaba listo para negociar con todos los involucrados sobre soluciones aceptables, pero que eso dependería de los ucranianos, que eran los que se negaban a negociar. Como ha comentado cínicamente el portavoz, Dimitri Peskov, la negativa de Occidente a reconocer como rusos los territorios anexionados estaba obstaculizando la búsqueda de una fórmula que permita poner fin al conflicto. Con generoso espíritu negociador, Putin se ha mostrado dispuesto a concertar la paz, siempre que sea en sus términos, pero, ¿qué valor tiene la palabra de Putin? Dijo que jamás iría a la guerra contra Ucrania justo unos días antes de invadirla, que se había visto obligado a lanzar una operación militar especial para hacer frente a una agresión ucraniana e inició una guerra muy cruenta contra el indefenso y pacífico pueblo ucraniano, que nunca movilizaría los reservistas y no dudó en hacerlo cuando vinieron mal dadas, que las víctimas de la crueldad rusa habían sido causadas por los propios ucranianos, que ofrecía sinceramente la paz pero que lucharía para lograr todos sus objetivos… Putin ha perdido toda su credibilidad y ya nadie confía en su palabra. Según el director de la CIA, William Burns, Rusia aún no se toma en serio una negociación real para poner fin a la guerra. Zelenski, por su parte, ha afirmado que “no descansaremos hasta que los soldados rusos sean expulsados de todo nuestro territorio, incluida Crimea”. Según Araceli Mangas, Rusia ha infringido de forma sistemática casi todas las obligaciones como potencia ocupante y cometido innumerables crímenes de guerra y contra la humanidad en su conducción de las hostilidades, y Putin ha llegado incluso a superar a Hitler en las violaciones de sus obligaciones como ocupante de territorio ucraniano. Es el ejemplo delirante de un concepto de soberanía absoluta que emerge de las corrientes nacionalistas, totalmente al margen del Derecho Internacional. “Esta dominación medieval en la que un gobernante decide por todos en el interior y frente a todos fuera de sus fronteras, sin reconocer límites ni contrapesos, y que, con la amenaza nuclear, subordina nuestra existencia al logro de sus propios fines”. Como ha señalado“El Mundo” en un editorial, desde que Putin invadió Ucrania, Zelenski ha sido el dique de contención de una tiranía y se ha eregido en el gran defensor de los valores occidentales, apoyado por un pueblo comprometido hola flor resistencia al invasor. “Está en juego el humanismo liberal que debe imponerse frente a la mayor miseria y degradación imaginables que Putin ha traído a las puertas de Europa. Volodomir Zelenski nos ha recordado la importancia de la conciencia moral y que para defender los valores humanos de una visión digna del progreso hacen falta más que palabras. Se necesitan los hechos”. Seamos coherentes con nuestros principios Madrid, 30 de diciembre de 2022

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