miércoles, 13 de enero de 2016
Difícil lo háis dejado para vos y para mi
El pasado 20-D el pueblo español ha hecho oír su voz, que ha causado desconcierto y desasosiego en unos, satisfacción y esperanza en otros, e incertidumbre y preocupación a todos. Según Arcadi Espada, en una democracia parlamentaria es tarea inútil especular con el sentido del voto, porque puede haber tantas interpretaciones como votos. No estoy del todo de acuerdo con el periodista catalán, ya que no se trata tanto de especular, como de evaluar los resultados de las elecciones. ¿Qué mensaje ha querido transmitir al resto de la nación el 73, 21% de los ciudadanos españoles que acudieron a lar urnas?. Es obvio que cualquier interpretación comporta un alto grado de subjetividad y, con esta salvedad, voy a tratar de expresar mi opinión al respecto de la manera más objetiva posible.
Campaña electoral
La campaña electoral ha sido de encefalograma plano y se ha caracterizado por su falta de contenido político. Más que exponer los programas que pretendían llevar a cabo si accedían al Gobierno, los partidos han hecho propaganda de la personalidad de sus líderes con la connivencia de los medios de comunicación -especialmente los televisivos- y con la impronta frívola de los programas del corazón. Sólo ha habido un debate entre los dirigentes de los cuatro principales partidos en la actualidad, del que se desmarcó el candidato del PP, Mariano Rajoy, que delegó en su Vice-todo, Soraya Sáenz de Santamaría, quien supo cubrir su frágil espalda salvo en el tema de la corrupción. Aunque política y mediaticamente fuera un error, desde un punto de vista pragmático habría que dar la razón a sus asesores, pues tenía más que perder que ganar dando cancha a unos personajes en ascenso –con más futuro que presente- que lo habrían dejado “como pintan dueñas”. Si no, que se lo pregunten a Pedro Sánchez, que salió con el rabo entre las piernas en el debate a tres, en el que Pablo Iglesias y Albert Rivera lo masacraron dialécticamente. Quizás para resarcirse, el Secretario General del PSOE hizo gala en el debate-estrella con Rajoy de una agresividad, rayana con la mala educación y el insulto, que puso de manifiesto su escasa talla de estadista. Los máximos representantes de los dos principales partidos perdieron los papeles y el debate –que careció de contenido- terminó como el “rosario de la aurora”.
Como consecuencia del carácter extremadamente personalista de la campaña, el gran triunfador ha sido Iglesias, profesional en el ámbito de la comunicación y hábil polemista, que ganó puntos en la fase de “remontada” de Podemos (Ps). En cambio, ha defraudado Rivera -supuestamente buen debatidor y comunicador- y Ciudadanos (Cs) no sólo no ha conseguido aumentar sus apoyos, sino que ha sufrido una “pájara” y perdido terreno. Del Presidente-plasma o del plasma de Presidente poco cabía esperar, pero de Sánchez se esperaba más, pues era mucho lo que se jugaba, y no ha estado a la altura de las expectativas. La personalización de la campaña ha favorecido en principio a Iglesias y a Rivera, más telegénicos, y dejado en un segundo plano las incoherencias y disparates del programa de Ps o las falta de concreción y las vaguedades del de Cs.
Evaluación de los resultados
Pese a las previsiones, el PP no ha recibido la tarjeta roja sino sólo la amarilla,
como advertencia de que la economía no es todo y de que también hay que prestar
atención a la política. Así, ha sido la fuerza más votada tanto para el Congreso, con
28.72% de los votos y 123 escaños, como para el Senado, donde ha logrado la mayoría
absoluta con 124 senadores. Este segundo dato puede ser más relevante de lo que
parece, pues es el Senado quien debe pronunciarse sobre la aplicación del artículo 155
de la Constitución y el partido podría bloquear en la Cámara Alta una eventual reforma
constitucional que no sea de su agrado. Le han seguido el PSOE -22.02% y 90-, Ps.
-20.66% y 69-, Cs -13.93% y 40-, ERC -2.39% y 9-, el “cameo” de Convergencia
Democrática de Cataluña, Libertad y Democracia -2.25% y 8-, PNV -1.21% y 6-
Izquierda Unida-Unidad Popular -3.67% y 2-, EH-Bildu -0.87% y 2- y Coalición
Canaria -0.33% y 1-. Han quedado sin representación UPyD, el Bloque Nacionalista
Gallego, Unión Democrática de Cataluña y Geroa Bai. Los grandes perdedores han
sido los dos principales partidos, PP y PSOE, que hasta ahora habían encarnado el
bipartidismo de forma alternativa y casi en exclusiva, y que se han visto privados de 5.4
millones de votos en relación con las elecciones de 2011. El PP ha perdido 11,88
puntos, 3.5 millones de votos y 63 escaños, y el PSOE 6,78 puntos, 1.9 millones de
votantes y 20 diputados. Aunque el mayor perdedor cuantitativamente haya sido el PP,
cualitativamente lo ha sido el PSOE. El primero ha pagado la factura del ejercicio del
Gobierno en unas circunstancias excepcionales en las que ha tenido que imponer
importantes recortes y tomar medidas muy impopulares, pero el segundo –pese a estar
resguardado en la barrera de la oposición- no sólo no ha recogido parte de los votos que
se le han escapado al PP, sino que ha visto como salían unos cuantos de su magro
zurrón. En la velada da la noche electoral, el portavoz socialista, César Luena,
declaró:”El PP se hunde; el PSOE resiste”, y Sánchez afirmó ufano:”Hemos
hecho historia… y el futuro es nuestro”. Lleva razón en gran medida, porque es
histórico que el principal partido en la oposición pierda 1.9 millones de votos y 20
diputados. Aquí vendría a gala la genial “boutade” de Giullio Andreotti de que “el
poder desgasta, ...especialmente a los que no lo ejercen”. Lo peor para el PSOE ha sido
sentir en el cogote el aliento halitoso de Ps., su rival directo que pretende sustituirlo
como líder de la izquierda y que ha quedado tan sólo 1.36 puntos por detrás.
.
La mayor parte de los comentaristas ha proclamado el final del bipartidismo, pero la
realidad es que, aunque ha salido seriamente malparado, aún mantiene las constantes
vitales -50,74 % de los votos y 63% de los escaños-, dando muestra de una mala salud
de hierro. ¡El bipartidismo a dos ha muerto, viva el bipartidismo a cuatro!. Aunque haya
dado 8.5millones de votos a Ps. y a Cs, el electorado no les ha concedido fuerza
suficiente para convertirse por sí mismos en alternativas de Gobierno. Como ha
observado acertadamente Santiago González, se ha pasado de la primacía de dos
partidos a la de dos bloques. Lo que sí se ha terminado es el “turnismo” entre el PSOE y
el PP en el acceso al Gobierno. El gran vencedor ha sido sin duda Ps, aunque quepa
hacer algunas matizaciones al triunfalismo “podemita”. Ps, en cuanto tal partido, sólo ha
conseguido 42 escaños, dos más que Cs. Los otros 27 son fruto de las coaliciones que
realizó en Cataluña con “Barcelona en Comú” (12), en la Comunidad Valenciana con
“Compromís” (9) y en Galicia con “Anova” y las “Mareas gallegas” (6 ). Estos
conglomerados gozan de autonomía y aspiran a tener grupo parlamentario propio en el
Congreso. Son ellos los que han condicionado la posición de Ps en el tema territorial y
le han forzado a exigir la celebración de un referéndum de autodeterminación en
Cataluña como “conditio sine qua non” para cualquier posible alianza, lo que
dificulta de forma notable la posibilidad de un acuerdo de gobierno con el PSOE. Ps no
puede contar de forma incondicional con el apoyo de estos grupos cuando se aborden
temas locales, en los que predominan los intereses nacionalistas de cada territorio.
Como en el caso de las elecciones autonómicas, el partido “pinchó” en Andalucía,
donde ha sido ampliamente superado por el PSOE. Tuvo resultados notables en Madrid
-donde fue la segunda fuerza más votada, relegando al PSOE a la cuarta posición- y,
sobre todo, en el País Vasco -donde superó al PNV en votos, aunque no en escaños, 5
frente a 6-. Ha pescado en el caladero de EH-Bildu, que se ha desplomado, pasando de
7 a 2 diputados, lo que prueba que dicha coalición recogía votos de protesta de
ciudadanos no separatistas, que ahora han encontrado otro cauce de expresión. Con su
proverbial egolatría, Iglesias declaró que Ps era la única fuerza política capaz de liderar
un cambio territorial que respetara la España plurinacional y – como si hubiera sido el
candidato más votado- anunció que iniciaría consultas con los líderes de los demás
partido con vistas a formar Gobierno.
Otro triunfador, “ma non troppo”, ha sido Cs, pues la consecución de 40
escaños partiendo de cero le ha dejado un sabor agridulce, al no haber respondido a
las expectativas alentadas por los sondeos y los medios de comunicación. Ello se ha
debido a que se le asignó buena parte de los votos de la importante bolsa de
indecisos -que, al final, se han decantado por otras opciones-, y a una campaña
anodina y llena de contradicciones en la que apenas se ha “mojado”, con lo que dado pie
a que se haya criticado a su líder Rivera por confundir el centro con la equidistancia y
de desconcertar a sus potenciales votantes. Era el partido que despertaba mayores
simpatías a ambos lados del espectro político, pero su indefinición le ha hecho perder
fuelle y, aunque haya pasado a ser una fuerza relevante a tener en cuenta en el tablero político, no será tan determinante como se preveía, pues –por sí sólo- no puede condicionar la formación de un nuevo Gobierno. Ha sido paradójico que mientras trataba de ganar partidos fuera de casa, los haya perdido por exceso de confianza en su propio campo, donde ha pasado de la segunda a la quinta posición, empatado a
escaños con el capitidiminuido PP. También ha fracasado en su feudo catalán el partido fantasma de Artur Mas, que –siguiendo la ruta menguante de su fatídico liderazgo- ha perdido la mitad de sus escaños –de 16 ha pasado a 8- y se ha visto superado por ERC, por PSC y, sobre todo, por “Barcelona en Comú”. Coalición Canaria consiguió a última hora conservar uno de sus dos escaños al módico precio de 59.877 papeletas. El principal perjudicado por la aplicación de la Ley d’Hondt ha sido IU, que sólo ha conseguido 2 diputados –frente a 11 en 2011- pese a haber obtenido 992.558 votos.
Posibles alternativas para la formación de Gobierno
La fragmentación del Congreso que deberá constituirse el 13 de Enero va a hacer sumamente difícil, cuando no imposible, la formación de un nuevo Gobierno. Según las aritmética parlamentaria, las fórmula posibles son una gran coalición PP-PSOE, una alianza del PSOE con Ps , los demás partidos de izquierdas y los nacionalistas, un Gobierno en minoría del PP con posible apoyo de Cs, y la celebración de nuevas elecciones en caso de que nadie lograra la investidura.
Los analistas descartan de antemano la fórmula lógica de la gran coalición a dos -PP/PSOE- o a tres –si se incorporara Cs-, so pretexto de que no es deseada por el electorado. No obstante, es la que más claramente cabría deducir de la voluntad por él expresada. Sólo puede haber un Gobierno estable si se coaligan las dos fuerzas más votadas, que contarían con 213 escaños. Esta fórmula, empero, es considerada “tabú” y contraria a las “mores” parlamentarias españolas. La concreción de la alternativa no sería fácil debido al duro enfrentamiento entre los dos partidos, especialmente a través de sus líderes, pues el socialista ha calificado públicamente el al popular de indecente y éste a aquél de mezquino y ruín. Pese a ello, la solución sería factible si hubiera voluntad política, pues existe coincidencia entre los dos partidos en los temas fundamentales –soberanía del pueblo español, integridad territorial de España, respeto a la Constitución y a las leyes, igualdad de todos los españoles, lucha contra el terrorismo, política exterior, pertenencia a la UE y a la OTAN, reforzamiento de los derechos humanos, violencia de género, desarrollo económico y fomento del empleo, o economía de mercado y libertad de empresa-, aunque pueda haber diferencias en cuanto a la forma específica de tratarlos. Las principales divergencias por parte del PSOE son más bien de carácter ideológico –laicismo, relaciones con la Iglesia, derecho a la vida, concepción de la educación o expansión de los derechos del colectivo LGBT-, que saltan a la palestra con especial virulencia en los períodos electorales, pero que tienen una incidencia menor en la gobernación del país, porque la gran mayoría de las reformas introducidas den estos ámbitos por la izquierda ha sido aceptada por la derecha. Hay también quienes se oponen por razones tácticas, por temer que una gran coalición pondría en breve plazo la cabeza del PSOE en la bandeja de Ps. Nicolás Redondo Terreros, por ejemplo, hace a este respecto un parangón con la entrega de las llaves en el cuadro de Velázquez de la rendición de Breda. Es evidente que existe este riesgo, pero, por el interés general del Estado, merecería la pena correrlo. ¿Por qué lo que es normal en Alemania, Holanda, los países escandinavos e incluso Francia no puede serlo en una España cada día más integrada en la Unión?.
La segunda opción posible, aunque poco probable, sería la formación de un “cártel de perdedores” al baleárico modo de “todos contra el PP”; a saber, una alianza entre PSOE y Ps, que agruparía tan sólo 155 escaños, por lo que -para para llegar a los 176 requeridos- habría que completarlos con los 9 de, ERC, los 8 de Libertad y Democracia y los 2 de IU y de EH-Bildu -y eventualmente los 6 de PNV y el de Coalición Canaria -, dado que Cs ha descartado entrar en una coalición en la que figuren Ps o partidos separatistas. El batiburrillo que supondría esta heterogénea amalgama de ideologías -que van desde el marxismo al liberalismo político y económico, pasando por el nacionalismo secesionista y los partidos antisistema- haría inviable semejante Gobierno. Ps. ha trazado además unas líneas rojas claras, al exigir la inminente celebración de un referéndum de autodeterminación en Cataluña, que resulta inaceptable para las inmensa mayoría de los socialistas. Es tal el ansia de Sánchez por acceder a la poltrona presidencial, que estaría dispuesto a aliarse con el diablo, aunque tuviera coleta en vez de rabo, como ha puesto de manifiesto con sus alianzas anti-natura con marxistas radicales e independentistas tras las elecciones autonómicas y municipales, que han permitido el acceso de miembros de Ps y de su entorno a las alcaldías de Barcelona, Madrid, Valencia, Cádiz, Coruña o Pamplona, a cambio de que el PSOE gobernara en la Comunidad Valenciana, Castilla la Mancha, Aragón, Asturias o Extremadura. Sánchez se ha topado, sin embargo, con las firmes objeciones de la mayor parte de sus barones autonómicos -Susana Díaz, Emiliano García-Page, Guillermo Fernández Vara, Javier Fernández Ximo Puig y Javier Lambán- y de la “vieja guardia” del PSOE –incluido el patriarca Felipe González y su profeta Alfonso Guerra-. Sánchez ha tenido que ceder y condicionar un eventual acuerdo de Gobierno a que Ps renuncie a su exigencia de celebración de un referéndum de autodeterminación en Cataluña. Quedaría un último escollo aún en el hipotético caso de que se llegara a un acuerdo:¿Quién asumiría la presidencia del Gobierno?. Normalmente debería ser el representante del partido con más escaños, pero el Mesías Pablo Iglesias se siente ya ungido por el pueblo y se auto-presenta como el único líder capaz de instaurar un cambio profundo en la orientación del Gobierno. Iglesias no tiene el menor interés en que el PSOE sustituya al PP en el Gobierno, ya que para él tan “casta” es el uno como el otro. Quiere ser “Califa en lugar del Califa” y lo que persigue es acceder al Gobierno o, al menos, al liderazgo de la izquierdas en detrimento de los socialistas. De ahí que –como ha señalado Susana Díaz- imponga condiciones de difícil aceptación, como las del “derecho a decidir”.
La tercera alternativa es la formación de un Gobierno del PP en minoría, para lo que resulta indispensable la abstención del Cs y del PSOE en la sesión de investidura de Rajoy, pero mientras aquél se ha mostrado propicio, éste se ha opuesto rotundamente, pese a que Sánchez reconoció en un momento transitorio de lucidez que debería gobernar el partido más votado de conformidad con la práctica política española. Lo lógico y coherente sería que PSOE y Cs acordaran con el PP un pacto de legislatura en el que le impusieran condiciones razonables para el Gobierno de la nación, pero Sánchez y el núcleo duro socialista se niega a ello. “La Razón” ha advertido al PSOE que uno de los participantes en la supuesta unión de izquierdas no tiene como propósito apartar a la derecha del poder, sino auparse sobre las espaldas de su socio. De ahí que sea preciso que las voces más autorizadas del socialismo se impliquen en una labor de convencimiento y reivindiquen la clara vocación de partido de Estado que encarna el PSOE. José María Carrascal ha remachado que sólo las fuerzas antisistema pueden rechazar unos principios y objetivos compartidos por los partidos respetuosos de la Constitución, y que, con el “No” de Sánchez a Rajoy, el PSOE se acerca a ellas. De mantenerse la decisión El Consejo Federal ha respaldado el voto negativo del PSOE a la investidura de Rajoy y, de mantenerse el rechazo, esta fórmula resultaría inviable.
Si transcurridos dos meses desde la primera sesión de investidura no se llegara a un acuerdo sobre la designación de un Presidente del Gobierno, el Rey tendría que convocar nuevas elecciones. Esta opción –que supondría una inmensa falta de respeto hacia el pueblo español- sería catastrófica, en un momento en que España tiene que consolidar y desarrollar el proceso de recuperación económica y creación de empleo, y hacer frente al reto separatista catalán. Esta solución tan sólo interesa a Ps que no está preocupado por la estabilidad del país, antes al contrario, pues para él cuanto peor, mejor, ya que -situado en la cresta de la ola populista- cree que puede salir ganancioso de las elecciones, hacerse el amo de la izquierda y presentarse como alternativa de gobierno. Los barones socialistas han apoyado a Sánchez en su negativa a facilitar un Gobierno en minoría del PP, pero la partida acaba de empezar y, si sería natural que el PSOE votara en contra en las primeras tentativas de Rajoy, no lo sería tanto que lo hiciera en un intento posterior. Sánchez ha dicho que la repetición de las elecciones sería la última opción, pues –según opinan los analistas- los socialistas saldrían perjudicados y podrían ceder a Ps el liderazgo de la izquierda. El portavoz del partido, Antonio Hernando, ha declarado que los socialistas estarían a la altura de las circunstancias, que les exigen “la máxima generosidad hacia la ciudadanía y la renuncia de cualquier interés que no sea el general”, y el Consejo Federal ha afirmado que el PSOE “antepondrá el interés de España a cualquier otro objetivo”. Cabe, pues, albergar una leve esperanza de que el PSOE controle sus instintos suicidas y acepte “in extremis” un acuerdo de gobernabilidad con el PP.
Perspectivas a corto plazo
Algunas personas cercanas al entorno de Sánchez han sugerido una quinta opción: un Gobierno en minoría PSOE-Cs , que sólo contaría con 130 votos, para lo que sería necesaria la abstención del PP. Si un Gobierno en minoría del PP resulta problemático, con mayor motivo lo sería otro Gobierno similar con 23 votos menos, por lo que la fórmula –que difícilmente puede ser tomada en serio- debe ser descartada. Así pues, ante la negativa del PSOE a una gran coalición con el PP, la escasa posibilidad de aquél para llegar a una coalición con Ps, y el temor del PSOE, de Cs y –en menor medida- del PP a la celebración de nuevas elecciones, tan solo sería viable la formación de un Gobierno minoritario del PP, previa abstención de “rosas” y “naranjas”. Rajoy ha hecho un llamamiento a los partidos constitucionalistas para que le permitan formar un Gobierno de estabilidad y éstos deberían acceder a ello a cambio de que el PP asumiera una serie de compromisos.
Aun cuando se lograra dicho acuerdo, el nuevo Gobierno nacería con debilidad congénita y tendría que recurrir de forma continuada a la negociación a varias bandas para poder adoptar cualquier ley o medida de importancia, Gozaría de la ventaja de no tener que desgastarse en una difícil concertación para aprobar los presupuestos de 2016. Como ha señalado el Director de “El Mundo”, David Jiménez, España se encuentra con que esta solución pasa por políticos a los que no se le da bien dialogar entre ellos por falta de costumbre, y lo mínimo que se les puede exigir es que, por esta vez, hagan el esfuerzo. PP, PSOE y Cs deberían llegar a un acuerdo sobre reformas concretas que recojan lo mejor de sus propuestas electorales: una política de consenso frente al desafío independentista, medidas económicas que eviten una recaída de la crisis y esa regeneración a la que el ex-bipartidismo se resistió con tanta terquedad como falta de visión. El nuevo Presidente tendría que tomar la iniciativa y ofrecer una gran acuerdo para una Segunda Transición, por más que la guerra interna en el seno del PSOE lo haga harto complicado.
Esta eventual legislatura sería breve y no agotaría probablemente su mandato. Convendría recurrir al sentido de Estado tanto del jefe del Gobierno como del de la Oposición, para que hagan mutis por el foro –incluso antes de finalizar la legislatura- y den paso a líderes menos quemados y con más voluntad regeneracionista. Superado el sambenito de ser el único Presidente del Gobierno no reelegido en la democracia española, Rajoy podría hacer un gesto generoso y pasar a la Historia como un auténtico hombre de Estado. Lo mismo cabría pedir a Sánchez, pero eso habría que dejarlo a la discreción de los militantes y votantes socialistas y, de forma especial, de la Sultana Díaz, que –como la Carmen de Próspero Mérimée- lleva la navaja en la liga. En la presente situación de incertidumbre que atraviesa España, Mariano Rajoy podría dirigir a sus compatriotas las palabras lanzadas por Luis Mejías a Juan Tenorio en el famoso drama de José Zorrilla: “¡Imposible lo hais dejado para vos y para mi!”.
Madrid, 28 de Diciembre de 2015
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