viernes, 23 de octubre de 2015

Panorama desolador ante las eleciones generales

PANORAMA DESOLADOR ANTE LAS ELECCIONES GENERALES Aún no se nos ha ido el moreno de la playa y ya tenemos encima unas elecciones generales que va a ser decisivas para el futuro de España y que se presentan harto problemáticas. Pese a que los sondeos dan como ganador al partido en el Gobierno, el PP, la perspectiva es que no obtendrá mayoría absoluta y se requerirá la formación de coaliciones y alianzas entre partidos dispares y contrapuestos en sus ideologías y programas. El PP se ha ganado a pulso su exclusión del poder autonómico y municipal por el incumplimiento de su programa electoral, su inmovilismo político –especialmente grave en relación con el proceso independentista de Cataluña-, su connivencia con la corrupción, su falta de autocrítica, su aislamiento de la sociedad real, su incapacidad de adaptarse a los profundos cambios en ella producidos, su escasa democracia interna y voluntad de regeneración política, y el control absoluto del partido por Mariano Rajoy. Falta de liderazgo de Rajoy Al igual que Luis XIV, Rajoy considera que “le Parti c’est moi” y apenas da cancha a sus dirigentes, ni tiene en cuenta la opinión de sus bases. Siguiendo el consejo de José Vicente Herrera, se ha mirado al espejo, se ha gustado y se muestra satisfecho de conocerse a sí mismo. Es una persona de ideas fijas, lento de reflejos y renuente a tomar decisiones, que confía excesivamente en sí mismo y desconfía de los demás. Buen aficionado al ciclismo, pedalea a piñón fijo con independencia de la condición de la carretera. Es un probo funcionario público y buen administrador, pero no es un líder político. Le viene como anillo al dedo la frase de Michael Ignatieff:”Una vida a la defensiva no es una vida en plenitud. Si adoptas la prudencia como lema, el coraje te abandonará cuando llegue el momento de mostrarlo”. Alarmado por la debacle de las elecciones del 24-M, pareció dispuesto a prestar atención al clamor de las bases del PP por una renovación del partido y sacó a la palestra a políticos jóvenes no desprestigiados como Cristina Cifuentes, Pablo Casado, Andrea Levy, Javier Maroto o Fernando Martínez Maillo. Los nuevos dirigentes apostaron por dar mayor peso a la militancia, abrirse a las nuevas realidades de la cambiante sociedad y reformar la Ley Electoral e incluso la Constitución. Como ha señalado con su habitual sarcasmo Lucía Méndez en un su artículo “Se acabó el recreo”, publicado en “El Mundo”, tras el fiasco electoral en las dos últimas elecciones, los populares se dieron cuenta de que nadie quería jugar con ellos en la calle. El jefe los vio tan desolados que se apiadó de ellos y les dejó salir al recreo para que jugaran un poco al corro de la regeneración y organizaran un festejo para desfogar sus ansias renovadoras. Para salir más favorecido en la foto, situó estratégicamente a estos jóvenes telegénicos, que se dedicaron a la tarea y lo hicieron bastante bien: unas gotas de autocrítica, un poco de humildad, preocupación por las personas, acercamiento a la calle, democracia interna y vuelta al centro. Andrea Levy afirmó que era muy importante sentir el pulso de lo que se está viviendo en estos momentos por parte de los españoles y que el PP debería abrirse a los nuevos tiempos y al latir de la sociedad, y Cristina Cifuentes preconizó avanzar en la regeneración política, reconocer lo que se había hecho mal, cambiar de actitud para acercarse a la ciudadanía y recuperar el sentido ético de la política. Rajoy, sin embargo, no ha sintonizado con estas aspiraciones, ni condonado estas ansias de renovación. Repitió su cantinela de que no había que cambiar lo que funcionaba bien y que el PP hacía las cosas “con orden y eficacia”.Se enrocó en los innegables éxitos económicos de su Gobierno, pues está convencido de que los españoles premiarán en las urnas la buena marcha de la economía, y dejó la regeneración para después de las elecciones generales, cuando ya será demasiado tarde Tras el breve interregno lúdico que consintió a sus seguidores, el jefe decidió dar por finalizado el recreo y volver al “dolce fare niente” auspiciado por su pitoniso particular, Arriola, experto en el arte de la contemplación y admirador de los monos de Nikko, que ni ven, ni oyen, ni entienden. Incumplimientos y renuncios del PP El PP ha sobrevalorado el hecho de no tener ninguna fuerza política relevante a su derecha y pensado erróneamente que el voto cautivo de la misma nunca lo abandonaría, pero se llevó una desagradable sorpresa en las últimas elecciones en las que perdió el apoyo de más de dos millones de votantes indignados –¡también la derecha tiene derecho a indignarse!- por el incumplimiento de las promesas electorales y la adopción de medidas contrarias a la ideología del partido y a sus propias conciencias. Una buena parte de estos votantes se refugió en la abstención o el voto en blanco y otra se pasó con armas y bagajes a Ciudadanos (Cs). La situación por la que atraviesa el PP ha sido acertadamente descrita por Javier Alonso en el artículo “El Gobierno de la frustración”, publicado asimismo en “El Mundo”. El PP creyó que desatender las demandas de los más fieles no tendría repercusiones serias, ignorando que los principios y los valores no desaparecen cuando el partido destinado a defenderlos hace dejación de sus compromisos. El Partido padece una “disonancia cognitiva”: la incomodidad generada por la desarmonía de comportarse de manera distinta a como piensa. Ello es letal porque provoca una fuga de apoyo de todas sus bolsas y desorienta a sus bases. Es víctima de sí mismo, dándose la paradoja de que el partido más votado no encaja en la inmensa pantalla sobre la que se proyecta la realidad. Tanto el Partido como el Gobierno tienen dos impedimentos graves para reivindicarse ante la opinión pública: la corrupción y la falta de liderazgo. Por una parte, la corrupción –en el mejor de los casos consentida- no sólo desgasta, sino que gangrena los tejidos de la sociedad e inhabilita todo el cuerpo. Compromete los apoyos de votantes pendulares e inclinados, que ahora disponen de opciones alternativas a la abstención. Lastrado por la corrupción y los vicios del modelo territorial, un Gobierno honesto y esforzado se encuentra maniatado. Por otra, pese a su falta de carisma, Rajoy ha asumido la totalidad del poder en el Gobierno y en el Partido e impuesto su línea de pensamiento, reduciendo su programa a un punto único: la recuperación de la economía y del empleo. Ha tenido que tomar drásticas medidas impopulares, que han erosionado su prestigio, y no ha sabido explicar a la opinión pública interna la necesidad de las mismas y la dilatación en el tiempo de la recuperación, para la que se requerirá no menos de dos legislaturas. Ante su desgaste, podría haber tenido la generosidad de hacerse a un lado, renunciar a un segundo mandato y dar paso a un dirigente menos quemado, pero es demasiado pedir a una persona que honradamente cree que él es el único capaz de sacar a España de la bancarrota y de la crisis. El próximo Diciembre, sin embargo, el electorado no valorará las leyes aprobadas por las Cortes, ni la acción del Gobierno, sino que el balance tendrá un criterio genérico, simplificador y emotivo, y “sólo imperará la percepción y el estado de ánimo”. Mientras el Gobierno cumple sus objetivos económicos, la oposición cumple sus propósitos políticos. El horizonte es tan complejo para el PP como para los millones de sus frustrados votantes, que pronto tendrán qué decidir si el partido es la mejor opción para “defender la vida, la ley, la propiedad y la libertad”. No basta con que les atemorice con los fantasmas que recorren las instituciones, sino que debe abanderar con convicción aquello en lo que calla creer. “Quizás para eso se necesiten dos generaciones de políticos que no piensen sólo en la elección y el despacho siguiente”, concluía el Profesor Redondo. Irresponsabilidad del PSOE Las alternativas al PP son escasamente alentadoras. El PSOE, cuan un Fausto revivido, ha vendido su alma al diablo para recuperar el Gobierno, como ha puesto de manifiesto tras las elecciones autonómicas y municipales del 24-N. En una muestra de espíritu poco democrático que ya se plasmó en el Pacto de Tinell -“todos contra el PP”- el PSOE anunció durante la última campaña electoral -a través de su portavoz, César Lucena- que pactaría con quien le conviniera, salvo Bildu o el PP, declaración que fue calificada de “rebuzno” por el socialista heterodoxo Joaquín Leguina. Si bien ha respetado su primer compromiso, no cabe decir lo mismo del segundo y, por tocar gobierno, se ha aliado con separatistas radicales vascos, con nacionalistas secesionistas de otras Comunidades –como “Compromís” en Valencia, “Més” en Baleares, ERC y CUP en Cataluña y las diversas “mareas” radicales en Galicia- y con “Podemos” (Ps) y sus múltiples franquicias Con tal de conseguir el poder a corto plazo, ha pactado “contra natura” y se ha metido en la cama política con extraños compañeros, asumiendo el riesgo de verse sobrepasado a largo plazo a su sinistra por Ps y otros partidos de la extrema izquierda. De vergüenza ajena ha sido, por ejemplo, la concesión de las alcaldías de Pamplona a Bildu, de Valencia a Compromis, de Cádiz a Ps o de Badalona a una nacionalista radical para impedir que gobernara el PP, pese a que fue el partido más votado. Tan sólo sufrió un ataque de dignidad herida, se rasgó las vestiduras y proclamó sus esencias de partido nacional con sentido de Estado cuando Bildu le birló la alcaldía de Andoain. Ya Leguina le ha advertido que “si declara apestado al partido con más votos, el PSOE se entregará al destino que para él quiere Podemos: su desaparición”. Ya está padeciendo este proceso menguante en Cataluña, donde su filial del PSC se está diluyendo como un azucarillo ante sus contradicciones, al pretender ser más nacionalista que ERC o CDC, defender el “derecho a decidir” y abandonar sus señas de identidad de partido de vocación nacional encuadrado en el PSOE, sin darse cuenta de que el electorado prefiere el original a las copias. Pedro Sánchez y la Secretaría General del Partido han adoptado una incomprensible e irresponsable postura de equidistancia entre el Gobierno de la Nación, que trata de que se cumpla la ley en Cataluña, y la Generalitat y su felón Presidente, Artur Mas, que, en abierta insumisión, ha convocado unas elecciones autonómicas de tinte plebiscitario como primer paso hacia la independencia. Los sondeos prevén unos pobres resultados, tanto al PSC como al PP, al que en nada ha ayudado la “garcia-margallada” del Ministro de Asuntos Exteriores, que –ajeno a su función de responsable del exterior- se ha entrometido en la campaña interior al aceptar un debate televisivo con el líder de ERC, Oriol Junqueras, robándole protagonismo y autoridad al candidato Xavier García Albiol. Peligrosidad de Podemos A la izquierda del PSOE -y con voluntad de sustituirlo como principal fuerza de la oposición- se encuentra Ps, con su marca de origen o con las distintas y multiformes uniones con movimientos izquierdistas en las que se camufla. Izquierda Unida apenas cuenta ya, pues sus jóvenes turcos han preferido ser fagocitados por la emergente potencia “podemita”, dirigidos por el prometedor y frustrado dirigente Alberto Garzón, que prefiere ser cola de león a cabeza de ratón. Ps ha ido adquiriendo fuerza y protagonismo explotando el desprestigio de la clase política tradicional –vilipendiada como “casta”-, la extensión de la corrupción y los deseos de cambio. Ha introducido una brisa fresca en el encenagado escenario político y propugnado una “nueva democracia”, que es más falsa que los antiguos duros de Cádiz. Estos aires, sin embargo, traen –en opinión del Profesor Redondo- “más cosmética, ilusión participativa y rancia ideología, que gestión de recursos, representación y cultura de la legalidad”. Es obviamente más atractiva que la “vieja democracia”, pero, en el fondo, las transformaciones socioeconómicas y tecnológicas –con la consiguiente desestructuración y fácil diseminación de la información, la horizontalidad, simplificación y debilitamiento de la jerarquía, y la satisfacción inmediata y sin costes de las demandas- han promovido y afianzado una cultura política, caracterizada por su “sesgo antiliberal, estatalismo desaforado, desprecio por el pluralismo, burla de la meritocracia, igualitarismo rampante y propensión a al espectáculo, al exhibicionismo y a la efebocracia”. Magnífica forma de presentar –sin necesidad de nombrarlos- al nebuloso partido-movimiento de Ps y a su carismático líder, Pablo Iglesias. Esta especie de “ectoplasma” se adapta con pragmatismo a la cambiante realidad, siguiendo la filosofía de Marx, no Carlos sino Groucho:”Estos son mis principios, pero, si no le gustan, tengo otros”. Basta comparar el programa inicial e iniciático de Ps –utópico, ucrónico e irrealizable- con las afirmaciones más matizadas de Iglesias durante las campañas electorales. Su oscilante discurso depende del auditorio al que se dirija, diciendo a cada uno de ellos lo que les gusta escuchar. A veces es tan sibilino en su brillante dialéctica, que al final no se sabe si defiende una cosa o la contraria. La desastrosa experiencia de su alma gemela en Grecia, Syriza, ha supuesto un duro golpe a la credibilidad de Ps y un aviso a los navegantes españoles para que barrunten los que le espera a España si triunfan los “podemitas”, en solitario o en coalición con tras fuerzas, democráticas o no. Espero que los errores de Syriza sirvan de vacuna a los ilusos que dan credibilidad a un programa realmente kafkiano. En él está el peligro, si el PP no obtiene la mayoría absoluta, por sí solo o con la ayuda de otros partidos de centro, como Cs. La actual dirección del PSOE ya ha hecho saber “urbi et orbe” que –como ya hizo tras las elecciones del 24-M- está dispuesto a coaligarse con Ps y demás hermanos mártires de la “gauche divine” con tal de acceder al Gobierno. Indefinición de Ciudadanos Queda por despejar la incógnita de Cs, alternativa de Gobierno para unos y “marca blanca” del PP para otros, pero, en todo caso, un “melón por calar”. Pese a sus buenos modales y aspecto pulcro, sigue instalado en la ardiente ambigüedad, salvo en el caso de Cataluña, donde ha sido la fuerza política más coherente en su defensa a ultranza de la unidad de España. Con su proverbial ironía gallega, Rajoy les ha dedicado los versos de Antonio Machado:“son ingrávidos y gentiles como pompas de jabón”. Cuenta en el Haber con su encomiable actitud en Cataluña, sus firme actitud en contra de la corrupción –algún cínico dirá que porque aún no ha tocado poder- y exigencia de medidas para luchar contra ella, y la disposición de un programa económico creíble, elaborado por economistas de prestigio como Luis Garicano y Manuel Conthe. En el Debe cabe situar su actitud equívoca en Andalucía al aupar al Gobierno a la corrupta Junta presidida por Susana Díaz, su ambigüedad, inexperiencia y falta de implantación a nivel nacional, y su confesada equidistancia, que lo sitúa en ocasiones “in the middle of nowhere”, pudiéndoseles aplicarl la castiza frase de “La verbena de la Paloma” de que no son “ni chicha ni limoná”. Pretende ubicarse en el centro-centro, equidistante del centro derecha del PP y el centro-izquierda del PSOE. Su portavoz Matías Alonso ha declarado que Cs hubiera querido cerrar más pactos con el PSOE, pero éste ha preferido otras parejas de baile. Mas, a fuer de querer el ser el fiel de la balanza, puede convertirse en una mera pinza de mecanismo instrumental sin alma política. Más pronto que tarde tendrá que salir de su indefinición, pronunciarse sobre problemas concretos y perder la virginidad ideológica, ensuciándose las manos se con el lodo de la acción política. En cualquier caso, hay que darle el beneficio de la duda. Conclusión Las elecciones generales se presentan como una incógnita. No sé si conscientes o no de su alcance, el PP presentó su Conferencia Política bajo el lema “X el futuro de España”. Según Casimiro García-Abadillo, esa incógnita puede inclinarse hacia el riesgo, lo desconocido, lo sentimental; o bien, por lo sensato, lo calculado, lo cerebral. El PP tratará de recuperar buena parte del electorado perdido en las dos últimas elecciones, si bien para ello necesitará hechos y no sólo palabras. Pero Rajoy sigue siendo fiel a sí mismo y juega única y obstinadamente la baza de la recuperación de la economía, sin ser consciente de que –aparte de que “no sólo de pan vive el hombre”, los brillantes éxitos económicos de su Gobierno se dan por supuesto y están ya amortizados, y que la mejora ha afectado principalmente a la macroeconomía, pero no ha llegado suficientemente a la microeconomía, por lo que mucha gente aún no la percibe. En las elecciones anteriores quizás se abusó de un merecido voto de castigo al PP por la conculcación de sus principios y el incumplimiento de su programa electoral, pero ahora no nos podemos permitir ese lujo, porque podríamos castigarnos a nosotros mismos, ya que está en juego el futuro de España en un momento especialmente grave provocado por la gangrena independentista de Cataluña. La decisión que se tome será irreversible y existe el grave riesgo de que el triunfo total o parcial de la izquierda irresponsable nos retrotraiga a la crisis económica y política de hace unos años. Ante la ausencia de opciones ilusionantes por las que votar, refugiarse en la abstención sería poco responsable y recurrir al voto en blanco –por testimonial que sea- resultaría estéril. Aunque el panorama sea desolador, hay que votar, si no por la oferta mejor, sí por la que nos parezca menos mala, aunque haya que taparse las narices en el proceso. Madrid, 21 de Septiembre de 2015

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