viernes, 15 de abril de 2022
Presentación en Sevilla de la plataforma cultural NEOS
PRESENTACIÓN EN SEVILLA DE LA PLATAFORMA CULTURAL NEOS
Mi estancia en Sevilla me ha permitido asistir el pasado 7 de abril a la presentación de la plataforma cultural “NEOS”. Pregunté al promotor de la asociación, Jaime Mayor Oreja –ex–ministro del Interior, antiguo eurodiputado y presidente de la Fundación “Valores y Sociedad”- a qué obedecían las iniciales del acrónimo y me contesto que era una referencia a los cuatro puntos cardinales y tenía el símbolo de una brújula que permita recuperar el Norte a una sociedad en España y en Europa que ha renunciado a los valores básicos aportados por la civilización judeo-cristiana –cultura greco-romana y cristianismo-.
Objetivos de NEOS
Como se indica en su folleto de presentación, dese la referencia de los cuatro puntos cardinales, NEOS pretende ser esa brújula necesaria frente a la desorientación que intencionadamente genera el relativismo. Su actividad se centra en siete ejes esenciales consistentes en la defensa de: 1) la vida, porque ésta es un don, un privilegio, al que ningún humano puede poner fin; 2) la verdad, porque existe, es incuestionable y no está sujeta al arbitrio de Gobiernos ni de mayorías; 3) la dignidad de la persona y de la familia, porque cuestionar el valor de la naturaleza humana sólo puede conducir al suicido de la sociedad; 4) la libertad de expresión, de educación y de religión, porque ningún Gobierno puede imponer su voluntad y ocupar espacios de decisión que corresponden sólo a las personas y a las familias; 5) España como Nación, porque ser español es un orgullo y, sin nación, no hay democracia, libertad, ni seguridad: 6) la Corona, porque la monarquía parlamentaria es la mejor garantía de estabilidad y de convivencia; y 7) la lucha contra las amenazas globales, porque estamos ante una crisis de civilización que trasciende el ámbito nacional.
NEOS tiene como misión principal “ofrecer a la sociedad una propuesta antropológica y cultural basada en los valores cristianos y cimentada sobre los conceptos de persona y bien común, que se constituya en alternativa al relativismo”. Hay que construir en España una sociedad cohesionada, cuya convivencia se vertebre sobre la base de una propuesta cultural ligada a los fundamentos que han sido esencia de la historia, cultura y tradición de España y de Europa. Sus objetivos son ser un referente para la sociedad y para los medios de comunicación, influir en la actividad pública y en la acción política, servir de eje vertebrador de universidades, fundaciones y asociaciones afines a los valores que defiende, y servir de punto de encuentro de pensadores, intelectuales y comunicadores.
La sociedad está siendo atacada por un frente organizado que pretende destruir las convicciones y valores más esenciales mediante un proyecto cultural totalitario –expresión de un relativismo extremo, en el que las cosas son buenas o malas según interese a los partidos políticos-, en el que desaparecen los conceptos del bien y del mal, y un proyecto global de ingeniería social basado en el silencio, la resignación y la incomparecencia cultural. Ya no hay margen para seguir callados, porque mirar para otro lado sólo sirve para perder terreno. Frente a esta deriva, NEOS supone el esfuerzo de presentar a la sociedad una alternativa cultural coherente. No es, ni quiere ser un partido político, sino lo que se denomina –y hoy está de moda- un “influencer”. Mayor ha insistido en que NEOS no trata de hacer política, pero sí de influir sobre las que la hacen, ofreciéndoles unos principios y criterios orientadores de la actuación política. “Es absolutamente necesario presentar una alternativa cultural para el fortalecimiento de los fundamentos cristianos que hoy se pretenden destruir, y que aporte referencias permanentes a la sociedad.”. Es necesario construir una respuesta “sólida, inequívoca, desacomplejada y basada precisamente en esos fundamentos que están siendo atacados, y de cuyo debilitamiento proviene esta crisis. Una respuesta que sirva para desmontar los argumentos relativistas y plantear una verdadera alternativa”.
Aunque los impulsores procedan de sectores del centro-derecha, NEOS intenta ser una plataforma transversal que acoge a personas de distintas procedencias ideológicas cono María San Gil –antigua presidenta del PP del País Vasco, en la actualidad apartada del partido-, Alejo Vidal –Quadras -ex-vicepresidente del Parlamento Europeo, hoy en las filas de Vox-, o Francisco Vázquez –antiguo alcalde socialista de La Coruña y embajador ante la Santa Sede-.
Vivimos un falso progresismo que nos está llevando a un desorden social sin precedentes y, en esta tendencia que afecta a toda Europa, España se ha puesto en la vanguardia en los últimos años y adoptado una amplia batería de iniciativas políticas, sociales, culturales y éticas que ponen en riesgo los verdaderos cimientos de la sociedad. Esta tendencia afecta a los distintos ámbitos de la acción política pero incide especialmente en el de la educación, donde el Gobierno social-comunista que padecemos ha adoptado la enésima Ley de Educación que hace buenas las anteriores leyes socialistas sobre la materia, a cual peor. Se ha abandonado la objetividad de la enseñanza, y la aportación de nociones, conceptos y datos a los alumnos -que se sustituyen por su interpretación subjetiva-, se menosprecia el esfuerzo y la excelencia tratando de igualar por abajo y permitiendo la concesión de títulos a alumnos que no hayan aprobado todas las asignaturas, se quita autoridad a los profesores, y se autoriza a las autoridades educativas de las Comunidades Autónomas a que hagan de su capa un sayo y enseñen lo que les plazca y cómo les plazca, rompiendo así la unidad y coherencia de la enseñanza en la nación.
Crítica de la LOMLOE
El profesor José Sánchez Tortella ha hecho una crítica demoledora de la Ley Orgánica 3/2020, de 29 de diciembre, por la que se modifica la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación (LOMLOE), en un artículo sobre “La purga republicana de la Santa Pedagogía”, publicado en el diario “El Mundo”, con el que coincido plenamente en su análisis y sus conclusiones. La Ley ha sembrado confusión y dispersión: confusión por la propagación de meras opiniones y medias verdades, y dispersión por la falta de un mínimo común para la organización escolar de la nación. Por la descentralización arbitraria de estructuras y contenidos, las regiones y los centros escolares habrán de concretar una ley que legisla en el vacío y testimonia la defunción de la institución, ya que se limita a levantar acta del cadáver de la escuela pública. El vaciado escolar recogido en sus artículos –especialmente en la desaparición de filtros para la titulación- no es decisión de la ley, sino realidad ya consumada que la ley eleva al rango de política oficial. Relegado el conocimiento y la tradición académica universal y nacional a lo extravagante por la sobresaturación de identidades locales o subjetivas, la base común del conocimiento queda reprimida y olvidada, y los estudiante privados de los tesoros del saber humano acumulado durante siglos.
Las asignaturas tienden a desaparecer y su lugar lo ocupan nebulosas expuestas a la infiltración de los dogmas de las inquisiciones de moda. La titulación con suspensos ya era efectiva ante la proscripción de la repetición, pero ahora se oficializa el poder de los Departamentos de Orientación y de la Inspección Educativa sobre los siervos de la gleba pedagógica, despojados de su autoridad docente. El fracaso escolar desaparecerá mágicamente cuando el Ministerio de Educación ofrezca a la opinión pública cifras de titulación del 100%, pintoresco modo de curar la enfermedad por vía de dar de alta a todos los enfermos. Por lo que toca a la Historia, se desordena su estudio al imponer los nuevos catecismos en perjuicio del rigor secuencial. “Retos del mundo actual” y “Compromiso cívico” se etiquetan como saberes básicos en su estudio, pero ¿a qué disciplinas académicas y/o científicas competen? Eliminar el enfoque cronológico impide aprender Historia y facilita la confusión de efectos con causas, al servicio del dictamen moralizante del pasado según el anacronismo fetichista e iconoclasta del presente, confusión que podrá ser utilizada para el interés propio del Gobierno de turno. “Los parias de la escuela pública han sido despojados de una institución sin la cual no pueden ser más que narcisos mirándose al espejo del móvil, sometido a la condición de súbdito-consumidor pasivo, hipnotizado por la realidad virtual, en vez de prometeos al acecho de las armas del conocimiento”.
Crítica del Decreto sobre enseñanzas mínimas en el Bachillerato
Una nueva vuelta de tuerca ha dado el Gobierno con el Real Decreto 243/2022, de 5 de abril, por el que se establecen la ordenación y las enseñanzas mínimas en el Bachillerato, con el que pretende imponer a los alumnos su ideología e interpretación sectaria de la Historia de España. El principal objetivo de la enseñanza no es ya impartir conocimientos a los estudiantes, sino “consolidar una madurez personal, afectivo-sexual y social que les permita actuar de forma respetuosa, responsable y autónoma, y desarrollar su espíritu crítico”, y “fomentar la igualdad efectiva de derechos y oportunidades de mujeres y hombres, analizar y valorar críticamente las desigualdades existentes, así como el reconocimiento y enseñanza del papel de las mujeres en la historia, e impulsar la igualdad real y la no discriminación por razón de nacimiento, sexo, origen racial o étnico, discapacidad, edad, enfermedad, religión o creencias, orientación sexual o identidad de género, o cualquier otra condición o circunstancia personal o social” (apartados b) y c) del artículo 7).
Los conocimientos y las actitudes se sitúan al mismo nivel, si bien anteponiendo éstas a aquéllos. En Historia de España –que sólo se enseñará a partir 1812, pasando por alto el reinado de los Reyes Católicos y la gestación de España como Estado, el descubrimiento y colonización de América o el Imperio español de los Austria-, los profesores tendrán que enseñar las “identidades nacionales”, el “comportamiento ecosocial”, la “memoria democrática” y el “proceso reformista y democratizador de la II República”, pasando de puntillas por los hechos históricos acaecidos con anterioridad a esa fecha. Como ha observado Olga Sanmartín, los institutos –más que centros transmisores de conocimientos- se van a convertir en un espacio en el que se enseñe a los alumnos a comportarse conforme a los criterios del Gobierno. No se les facilitará información para que lleguen a sus propias conclusiones, sino que se les confecciona un código de valores elaborado por los partidos que forman el Gobierno social-comunista de coalición. La Real Academia de la Historia ha criticado el “sesgo presentista” de la disposición y una “sobrerrepresentación de contenidos políticos”, porque el Gobierno orienta la historia a una agenda política coyuntural y cambiante, introduce elementos distorsionantes de la visión histórica, y fomenta la idea de que el conocimiento histórico es modulable, relativo e inestable. La insistencia en las “identidades múltiples” no va acompañada de la mención de una identidad española común, y resulta imposible reconocer y valorar la diversidad de España si se comienza la Historia en 1812. Equipara la Historia objetiva con una memoria histórica que es una apreciación eminentemente subjetiva, parcial y cambiante. El compromiso cívico, la conciencia democrática, las identidades múltiples o el comportamiento ecosocial son conceptos filosóficos o sociológicos, pero no son Historia.
Como botón de muestra del lenguaje orwelliano utilizado en el Decreto, que –según Jaime Mayor- en muchos casos alcanza cotas surrealistas, baste reproducir uno de los párrafos explicativos de la Ley: ”El alumno regula y expresa sus emociones fortaleciendo el optimismo, la resiliencia, la autoeficacia y la búsqueda de propósito y motivación hacia el aprendizaje para gestionar los retos y los cambios y armonizarlos con sus propios objetivos”. ¿Sabrán los estudiantes -merced a este pedagógico texto- lo que las autoridades académicas esperan de ellos? Me recuerda el chiste de un predicador enviado a dar un sermón cuaresmal a un pueblo de la España profunda y vaciada, que - movido de espíritu místico- citó el poema de Santa Teresa de Ávila “vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero, que muero porque no muero”. Un parroquiano, creyendo que se trataba de un acertijo, se levantó y dijo:”¡el huevo!”. Pues bien, el Decreto es el huevo que ha puesto el gallináceo Ministerio de Educación, sólo que en el presente caso, dadas las fechas, se trata de un huevo de Pascua.
En un editorial, “El Mundo ha señalado que “el nuevo bachillerato incurre en cuatro vicios de planteamiento: rebaja la exigencia en beneficio de un resultadismo estadístico que maquille las cifras de titulación a costa de la competitividad futura del país; aumenta la carga ideológica en detrimento del pensamiento crítico pues entrega al alumno los valores aceptados como si fueran dogmas; fomenta en enfoque subjetivo que sacraliza el bienestar emocional en perjuicio del esfuerzo, que educa más eficazmente que la permisividad; y abusa del criterio presentista por el que se juzga –y condena- el pasado con los ojos de hoy”.
Según Mayor, un estudiante podrá concluir su ciclo educativo y obtener el correspondiente título que le abra el camino de la universidad sin saber lo que es la Filosofía, habiendo abordado las matemáticas con un enfoque socioafectivo –aunque, añado yo, sin saber lo que es la regla de tres o el teorema de Pitágoras-, y aprender algunos hechos de la Historia del siglo XIX de forma no cronológica, y de conformidad con una memoria histórica, ”sin memoria y sin historia”. Ha concluido que la nueva Ley confirma la regla de que la ignorancia no tiene límites. Se dice que el número de necios –incultos e indocumentados-es infinito, pero dicho número no sólo llegará al infinito, sino que irá más allá una vez que se aplique estas progresistas disposiciones.
Pactos buenos y malos, según el criterio inapelable de la Izquierda
NEOS considera que ha llegado el momento de rearmarse ideológica y moralmente, y dar la batalla cultural.-especialmente en el ámbito de la educación-, para luchar contra el mantra de que la izquierda oficial ostenta el monopolio de la moralidad pública, y la derecha acepta resignada su inferioridad. Así, si el PP pacta con Vox es considerado un atentado contra la democracia, pese a que el partido de Santiago Abascal –a pesar de sus excesos populistas y opiniones discordantes en algunos temas- se haya mantenido hasta ahora dentro del marco constitucional. Y lo curioso es que el propio PP Europeo es de la misma opinión y ha llamado la atención al partido miembro que tiene más diputados en el Parlamento Europeo sobre los peligros de pactar con Vox..
En cambio, si el PSOE, no sólo pacta determinadas políticas con un partido antisistema como Podemos, sino que forma un Gobierno con él –pese a que es contrario a la Constitución y a la monarquía, y mantiene en cuestiones, como en política exterior, posiciones en las antípodas del socio mayoritario y no las oculta-, entonces es alta política y un loable modelo de Gobierno. Aún más, si el PSOE pacta de forma continuada con los partidos separatistas que han dado un golpe de Estado contra el Gobierno de la Nación, tratado de separar Cataluña de España mediante una declaración unilateral de independencia, vulnerado la Constitución y las leyes, y censurado la monarquía y propugnado una república –hoy, sin ir más lejos, lo ha hecho el presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, en una declaración institucional con motivo del aniversario de la proclamación de la República Catalana por Francesc Maciá-, ello es una muestra de cintura política y es normal y resulta aceptable que lo convierta en aliado institucional del Gobierno. Y todavía más. Si el PSOE pacta, blanquea a Bildu y lo considera aliado preferente del Gobierno -cuando se trata de un partido heredero de ETA, que no ha sido capaz de condenar el terrorismo etarra y hace homenajes a los asesinos que salen de la cárcel antes de tiempo por gentileza del Tribunal Europeo de Derechos Humanos al rechazar la “doctrina Poirot”, que defiende la independencia de Euskadi y que es contrario a la Constitución-, semejante decisión es una muestra de pragmatismo político y de espíritu democrático de conciliación.
Injusticia de la exclusión por la Izquierda de Vox de la vida democrática
Esta doble vara de medir es éticamente reprobable y políticamente inaceptable. Vox ha apoyado Gobiernos del PP en Andalucía, Murcia y Madrid, pero desde fuera y sin formar parte de los mismos. Sin embargo, ahora los dos partidos ha pactado la formación de un Gobierno de coalición en Castilla y León, y la aplicación de este pacto será un piedra de toque para juzgar si es o no democrático y viable el desempeño de un Gobierno de coalición entre dichos partidos. El flamante vicepresidente del Gobierno, García Gallardo le ha dicho al presidente Fernández Mañueco que “puede Vd. conservar sus principios, que yo conservaré los míos, lo cual no nos impedirá llegar a acuerdos”. Abascal ha ido un paso más allá, al contemplar la posibilidad de forjar acuerdos de gobierno entre las dos formaciones a nivel nacional, pues no sólo ha celebrado la nueva etapa abierta en Castilla y León, sino también la opción que desde este momento tiene la derecha de desbancar a Pedro Sánchez y llegar a la Moncloa. “Constituye una gran esperanza para millones de españoles que observan este Gobierno como posible alternativa para toda España”.
Semejante posibilidad aterroriza a la izquierda que –habiéndole visto los dientes al lobo- ha anatemizado desde su auto-inferida superioridad ético-política tan infame coyunda. La portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, ha denunciado que “la derecha española está aceptando a la extrema derecha y eso significa, por ejemplo, aceptar planteamientos que cuestionan la existencia de una lacra como la violencia de género”.
Había llegado el momento de encender las alarmas y de que el PP cambiara su rumbo aprovechando la llegada de Feijóo a su presidencia. Sin embargo, mientras en Europa la mayoría de las fuerzas democráticas había vetado a la extrema derecha y formado un cordón sanitario en torno a ella, en España el PP había cedido ante Vox y formado en Castilla y León un Gobierno de coalición. El portavoz socialista en el Congreso, Felipe Sicilia, ha afirmado de forma tremendista que “el PP de Feijóo capitula ante la extrema derecha, ante el estupor de sus socios europeos. Que el PP quiera tapar su corrupción, tiene un precio: dar paso a la extrema derecha y que nuestros derechos y libertades estén en peligro”.
Semejantes afirmaciones –amén de exageradas- son inexactas. En Europa, sólo tres países –Francia, Bélgica y Alemania- han establecidos cordones sanitarios contra los partidos de extrema derecha, sin demasiado éxito por cierto, En Austria, el FPÖ formo parte del Gobierno de Sebastián Kurz y la Liga está integrada en el Gobierno de Mario Draghi en Italia. Polonia y Hungría están gobernados por partido de derecha extrema y partidos de extrema derecha apoyan desde fuera los Gobierno de Países Bajos o de Dinamarca. Lo que es normal en Europa, no lo es tanto en España, aunque Vox no se identifique plenamente con ninguno de estos partidos, salvo quizás con el Fidesz de Viktor Orban.
Sánchez –que pacta sin pudor alguno con partidos antisistema, separatistas y filoterroristas, que le sostienen en el Gobierno- exige a Feijóo como “conditio sine qua non” para negociar pactos de Estado y establecer relaciones institucionales de colaboración, que marque distancias con Vox y se abstenga de pactar –y mucho menos gobernar- con él. La situación tiene plena relevancia ante las elecciones autonómicas andaluzas prevista para junio de este año. Los sondeos prevén una holgada victoria del PP, aunque sin mayoría absoluta, por lo que –ante el desplome de Ciudadanos- sólo le sería posible gobernar en el Palacio de San Telmo con el apoyo del Vox, bien desde fuera del Gobierno, bien dentro de él. Lo que sería una práctica normal en el juego parlamentario de las democracias europeas, se lo niega de forma rotunda el PSOE al PP y a Vox. Lo menos que se puede pedir a un partido de Gobierno es que sea coherente y no recurra arteramente a los dobles estándares y a la ley del embudo. Claro que eso sería mucho pedir a un presidente de Gobierno que se considera un jefe de Estado y se sitúa por encima de su Gobierno, de sus aliados, de la oposición y del mundo entero.
Sevilla, 14 de abril de 2022
martes, 5 de abril de 2022
¿Logrará Feijóo la recuperación del PP?
¿L0GRARÁ FEIJÓO LA RECUPERACIÓN DEL PATIDO POPULAR?
El azar ha hecho que me encontrara en Sevilla durante la celebración del XX Congreso del PP, por lo que he podido seguir de cerca su desarrollo. El PP es uno de los dos grandes partidos que ha contribuido, junto con el PSOE, a consolidar la democracia en España y a constituir un Estado de Derecho. Sufre, sin embargo, de un complejo de inferioridad con respecto a la izquierda –que se ha auto-constituido en detentadora en exclusiva de la razón moral-, y siente la necesidad de hacerse perdonar no se sabe bien qué culpas de falta de legitimidad. Padece además de una tendencia suicida hacia la antropofagia política que le provoca crisis de identidad, como la producida durante el breve mandato-paréntesis de Pablo Casado, cuya actuación –respaldada por un equipo bisoño e inexperimentado- ha llevado al partido al borde de la quiebra.
Crisis existencial del PP
Casado –que alcanzó la presidencia del PP de forma inopinada en unas primarias que no casaban bien con la praxis tradicional de un partido conservador-liberal de centro-derecha- era el ungido de José María Aznar para suceder a Mariano Rajoy, pero –como ha reconocido aquél-, él y su equipo tuvieron su oportunidad y no la aprovecharon y crearon una “crisis existencial”, que hay que superar, porque el PP es un partido sistémico y cualquier circunstancia que le afecte también afectará a la democracia. “El PP tiene la urgencia histórica del éxito y España tiene también urgencia histórica de que el PP tenga éxito pues, si no, las cosas se van a complicar más en el país”. Existe un cierto paralelismo con la situación de crisis que se vivió en 1990 en el X Congreso que llevó a Aznar a la presidencia del Gobierno. El lema de aquel Congreso -“Unidos en la Libertad”- sigue siendo válido, ya que –para que un proyecto triunfe- tiene que estar basado en la libertad del ser humano. No se ha debido a la casualidad que el Congreso se haya celebrado a orillas del Betis, ya que se ha querido recuperar el “espíritu de Sevilla”. El PP –en opinión de Aznar- tiene que volver a ser un partido de mayorías, para lo que se requiere que inspire confianza y tenga credibilidad. Necesita volver a plantear una un alternativa bien clara en tiempos tan críticos y Alberto Núñez Feijóo es la persona que necesita el partido en estos momentos convulsos, y no alberga dudas sobre la capacidad del presidente de Galicia para reconstruir el PP, pues tiene experiencia, capacidad y talento. Según Santiago González, el PP ha dado el paso que necesitaba en este momento y elegido al hombre necesario para resolverla, ya que Feijóo es actualmente el valor más sólido del partido.
Según Lucia Méndez, si 1990 fue el momento de la refundación del PP, 2022 es el de su reconstrucción, para tratar de superar el colapso interno y cerrar la amplia grieta que se ha abierto entre el partido y sus votantes. El PP tenía una cita con su historia y ha decidido volver a donde fue feliz. Aquí existe, sin embargo, un peligro, como ha señalado Miguel Ángel Quintanilla. La idea de volver a lo de ayer más que de conquistar lo de mañana no ayuda. Creer que para ganar hoy hay que regresar a lo que entonces fue aboca a la derrota, porque no es posible volver a ganar unas elecciones en una España que ya no existe e ignorar la actual. Este deseo podría apartarlo de la modernidad política porque las circunstancias han cambiado. El bipartidismo ha pasado a mejor vida y ya no hay una alternativa clara y apetecible, pues el electorado no tiene clara la utilidad que le puede aportar una victorial electoral del PP, sobre todo si necesita del apoyo de terceros partidos. El PP es probablemente el único partido cuyo mensaje central sigue evocando momentos históricos muy valiosos pero insuficientes en el contexto actual, si no se extraen motivos para empujar hacia adelante y realizar movimientos de ruptura ejecutados mediante delicados procesos de reforma. Para volver a ganar, el PP deberá abrir una nueva etapa de creación, de audacia y de cambio.
Propósitos de Feijóo
Pero en el Congreso apenas se ha hablado de un programa político, ni se ha apelado a dar la batalla cultural que simbolizó Cayetana Álvarez de Toledo, para hacer frente intelectualmente a la izquierda y despojarla con argumentos de su supuesta supremacía moral. Cayetana ha visto en Feijóo un líder “adulto” –Rajoy ha puesto de moda este término en su último libro-, después de la etapa de puerilidad que ha vivido el PP. Para Santiago González, nunca se había visto antes mano de santo semejante para sanar la crisis que han estado viviendo los populares españoles. Atrás queda la era de Casado, enterrado políticamente con el obituario de Aznar. Feijóo ha hecho un discurso maduro adulto, asentado en las políticas de Estado y en las antípodas del “no es no” sobre el que se basaron Pedro Sánchez y los suyos. El nuevo presidente popular ha hecho gala de liderazgo, moderación y apertura a los pactos de Estado, aunque manteniendo con firmeza su crítica al Gobierno de Sánchez, al que considera que hay que sustituir con urgencia para el bien de la nación, dada su flagrante incompetencia. No ha venido a insultar ni a crispar, sino a ganar a Sánchez democráticamente en las urnas y a expulsarlo del poder. En el ínterin, se ha erigido en líder de la leal oposición, y se ha mostrado dispuesto a pactar políticas de Estado con Sánchez y a ayudarle a verse libre del chantaje de sus socios de Gobierno y de los aliados que persiguen la desintegración del Estado y el fin del régimen democrático establecido den la Transición y plasmado en la Constitución.
En el ámbito interno del partido, Feijóo ha preconizado un drástico cambio estructural. Como ha observado Rafa Latorre, Génova ya no será esa temida torre vertical de mando jacobino y el partido ha exhibido un despliegue regional que preludia una nueva cultura orgánica. España –según ha editorializado “El Mundo”- no es una confederación, ni el PP una formación federal, sino un partido que entiende el país como unido y diverso a la vez, un Estado de las autonomías que respete la Constitución. Feijóo ha formado un equipo dirigente hecho a su medida y repartido el poder territorial con un cierto equilibrio, dejando amplio margen de maniobra a los dirigentes autonómicos, pero delimitando las líneas marco de actuación a nivel nacional. “Un equipo sólido para un liderazgo fuerte”. El nombramiento de la cúpula nacional refleja un PP “adulto en las maneras, moderado en el contenido, firme en sus políticas”.
Nota de caución
Aunque el planteamiento parezca razonable, hay que mantenerse alerta para evitar un posible deriva perjudicial, tanto en al ámbito lingüístico como en el de la actuación descontrolada o poco coordinada de las baronías y de los dirigentes autonómicas. Feijóo ha proclamado que el PP es el partido de la lengua común que es el español, pero estima que también hay que dar relevancia y protagonismo a las lenguas regionales, mediante la práctica de un “bilingüismo cordial”, Esto, sin embargo, no siempre ha sido así. Ya desde los primeros años de la aplicación del régimen autonómico en Galicia, Manuel Fraga consiguió integrar en el PP a las fuerzas galleguistas de derechas a cambio de algunas concesiones. En mi época de embajador en Rusia tuve una experiencia desagradable con motivo del nombramiento de Fraga como doctor “honoris causa” de la Universidad de San Petersburgo. Se celebraron unas Jornadas ruso-gallegas a las que asistió una nutrida delegación de Galicia y me correspondió presidir la sesión inaugural –en ausencia de Fraga-, en la que el Consejero de Cultura gallego –de cuyo nombre no quiero acordarme- soltó un fervorín galleguista en el que ensalzó la lengua y la literatura gallegas y arremetió contra el pérfido Estado español, que había erradicado el uso de la lengua gallega e impuesto el castellano “manu militari”. Tuve que intervenir al final de la sesión para poner los puntos sobre las íes. Sin llegar a esos extremos, Feijóo, como presidente de la Xunta, no siempre ha practicado el “bilingüismo cordial” y hoy día el castellano sufre discriminación en la Administración y en la enseñanza pública den la Comunidad gallega.
En cuanto a la concesión de amplio un margen de actuación a las autoridades autonómicas, hay que andar con cuidado para evitar que las Comunidades se conviertan en reinos de taifa y que el PP sea una edición corregida y aumentada de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), que no siempre desempeñó una labor adecuada durante la II República. Aunque Galicia no ha llegado en modo alguno a incurrir en los abusos y despropósitos de Cataluña o del País Vasco, en algunos casos se ha dejado tentar por las tendencias nacionalistas de estas Comunidades y ha colaborado con el bloque GALEUSKA –Galicia, Euskadi, Cataluña-. También el PP Balear tomó, cuando estuvo en el Gobierno, algunas medidas discutibles de tinte
nacionalista. Feijóo es, por otra parte, una persona de talante componedor que tendrá que jugarse los cuartos con un presidente del Gobierno que es maestro en el arte del engaño y de la mentira, que tiene a gala no cumplir con su palabra y que raramente negocia de buena fe.
Como ha observado Rafa Latorre, con la nueva estructuración del PP, ya no se reconocen familias –conservadores, liberales, cristianodemócratas-, ni facciones, sino regiones, “y algo tendrá que ver con ello que en este Congreso no se haya hablado de política”. Se sabe lo que quiere Feijóo –derrotar a Sánchez y acceder al Gobierno con mayoría absoluta-, pero se nos ha ocultado la espinosa cuestión de cómo lo va a hacer. El partido parece obstinado en volver a ser el mismo de las mayorías absolutas apabullantes, pero la que ya no es la misma es España, y ahí reside el peligro de la retrofundación hacía el día anterior a la moción de censura que derribó a Rajoy.
Reacciones al nombramiento de Feijóo
La designación de Feijóo ha sido recibida como agua de mayo, no sólo obviamente en el PP y sus afines, sino también en la sociedad civil en general, el sector empresarial e incluso el propio Gobierno, aunque no tanto en el PSOE, que sigue con su mantra de acusarlo de corrupción y de connivencia con la ultraderecha. Una vez ungido un tanto a la búlgara, Feijóo ha concertado audiencias con el Rey, Felipe VI, y con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. El nuevo líder popular ha insistido en la necesidad de concertar Pactos de Estado para hacer frente a la grave situación que atraviesa España, y hecho hincapié en que la alternativa significa que gobierne la mayoría para que el PP sea útil a España desde una oposición responsable. “Desde la oposición se puede ser más institucional que desde el Gobierno; desde la oposición se puede servir más a España que desde el Gobierno y nuestro objetivo -mientras no lleguemos al Gobierno- es servir a España […] Un país no puede estar gobernado por minorías y no puede estar sometido a las minorías que chantajean a las mayorías”. Feijóo ha llegado a ofrecer su apoyo a Sánchez para que excluya del Gobierno a los ministros que hacen oposición dentro del mismo, para que no dependa de quienes quieren fracturar España. Según Juanma Lamet, en sus discursos, Feijóo ha reflejado un afán indisimulado de diferenciarse de Casado y pasar del choque a una conjunción a la par de crítica y de consenso. “La gente está esperando al PP, porque es la única opción de cambio”.
La incógnita de Vox
El Gobierno no ha tenido más remedio que acusar recibo a la oferta de diálogo de Feijóo, pero lo ha condicionado a que no pacte con Vox, al que se descarta de plano de la democracia al calificarlo de ultraderecha. No es que me sorprenda ya nada de Sánchez y de su PSOE sanchista, pero se necesita tener cuajo para poner condiciones de este tipo. Sánchez puede formar Gobierno con la ultraizquierda y tener como damas de compañía a separatistas y filoetarras que se sitúan al margen de la Constitución, porque él lo blanquea todo, pero el PP cometería un delito de lesa humanidad si pactara con Vox, un partido que –con independencia de sus desbarres populistas- no se ha saltado hasta ahora ni uno solo artículo de la Carta Magna. Mas, aunque fuera un partido de extrema derecha, partidos de esta índole -situados incluso a la derecha de Vox- han entrado a formar parte de Gobiernos –como en Austria, por ejemplo- y nadie se ha rasgado las vestiduras, Sin embargo, ha bastado con que el PP –siguiendo la voluntad de los electores- haya pactado con Vox en Castilla/León para que el presidente del PP Europeo, Donald Tusk, haya declarado que resultaba intolerable y amonestado al principal partido del Grupo del PPE en el Parlamento Europeo, metiéndose indebidamente en camisa de once varas. Por cierto, el PP y Vox han negociado un razonable pacto de Gobierno y éste último ha propuesto a cuatro personas altamente cualificadas para formar parte del Gobierno castellano-leonense, lo que no ha sido el caso de Podemos en el Gobierno de la Nación, pues ha seleccionado a una serie de ministros a cual más incompetente. Será esta experiencia una buena piedra de toque para ver cómo se comporta Vox cuando adquiera responsabilidades de Gobierno, pues hasta ahora nunca las ha tenido y resulta harto fácil despotricar contra todo de forma irresponsable desde la oposición. Al fin y al cabo, ambos partidos son cuñas de la misma madera, dado que éste fue una escisión de aquél, y el PP haría un buen servicio a la democracia si lograra apaciguar a Vox, alejarlo de sus tendencias populistas y llevarlo por el buen camino democrático.
El PP se encuentra incómodo sintiendo en el cogote el aliento de Vox, pero –como ha observado Aznar- el partido no ha gestionado nada y no tiene logros que presentar al electorado, aunque circunstancias políticas, económicas y sociales ajenas a sus méritos le hayan hecho crecer de forma notable y rápida, y los sondeos lo sitúan en línea ascendente. Recibe el voto de protesta de buena parte del electorado, decepcionado con el comportamiento de los partidos tradicionales, como ocurrió en su día con Podemos en relación con el PSOE o de Ciudadanos con el PP. Ambos partidos pretendieron superar a sus rivales y fracasaron en el intento, y sus líderes –Pablo Iglesias y Albert Rivera- han se han visto excluidos la vida política activa. Igual podría pasarle a Vox si insistiera en una actitud hostil al PP para lograr el “sorpasso”. Si el PP se negara a negociar con Vox en caso de que los dos partidos tuvieran posibilidad de formar Gobierno a nivel autonómico o nacional, su electorado –que en buena parte comparten- culparía al PP. Si Vox tratara de imponer sus tesis populistas como condición para la formación de un Gobierno del PP, los electores culparían a Vox.
Abascal ha declarado con su habitual jactancia que Vox no ha llegado para ser un partido bisagra, sino que aspira a superar al PP en las urnas y erigirse en el líder de la oposición. “Vox ha venido a ser el primer partido”. ¿Les suena esa cantinela? Jose Peláez se ha pregunta en “ABC” qué iba a hacer el PP con Vox. El partido no podía decir NO a Vox y al PSOE, porque el elector consideraría que el voto por el PP sería inútil, y al final tendrá que pactar con Vox si quiere gobernar. A este respecto, cabe matizar que no es el PP el que dice NO al PSOE, sino lo contrario, y que Vox pretende sobrepasar al PP. Éste no debe hacer nada en especial y abstenerse de anatematizar a Vox y de descalificar a su líder “ad personam” –como indebidamente hizo Casado-, pues le saldría el tiro por la culata. El PP debe dejar de obsesionarse con el crecimiento de Vox y seguir con coherencia unos principios y un programa político reconocible y viable, y el tiempo y los electores pondrán a cada partido en su sitio. Si éstos optaran por seguir potenciando a Vox y el PP -en el supuesto de que siguiera siendo más votado que su rival- necesitara su apoyo parlamentario para acceder al Gobierno, debería negociar con él sin complejos un programa de Gobierno e incluso una coalición gubernamental.
Deberes de de Feijóo y diálogo con Sánchez
Una vez sentada su autoridad como jefe del principal partido de la oposición, Feijóo deberá presentar propuestas concretas relativas a un programa de Gobierno, pues hasta ahora se ha mantenido en el terreno de las generalidades. Así, ha declarado que ”nuestra alternativa es de reconstrucción, de gestión responsables, de reformas, de solidaridad, de diálogo y de acuerdo siempre que sea posible“. Los pactos de Estado son su gran objetivo. ”Tenemos que presentar propuestas porque ese es el marchamo del PP: ser un partido de Gobierno, tanto en la oposición como cuando esté al frente del Ejecutivo […] La previsibilidad y la solvencia son los valores más buscados ahora en España”.
Según ha señalado otro editorial de “El Mundo”, un político con cuatro mayorías absolutas a sus espaldas es idóneo para devolver al PP su mejor credencial: la certeza de una gestión fiable. Si hay una coyuntura que vuelva atractiva e imperiosa la oferta de solvencia del PP, esa es la España del Gobierno de Sánchez y la inflación al 10%. Pero el reto que afronta este partido es de tal magnitud que la mera reivindicación de su aptitud técnica no es suficiente. Como ha señalado Aznar, antes se podía decir que la gestión era lo más importante, pero ya no basta. Ahora hay que explicarle a los electores por qué y para qué se hacen las cosas, el sentido y la orientación de lo que se propone. Es imprescindible hacer política. “¿Sánchez hace gestión? -se ha preguntado y ha respondido-:”Sánchez no gestiona nada y hacer una pésima política. [Feijóo] Tiene que hacer política para demostrarle a la gente que es fiable y seguro”.
En un contexto de polarización social y fragmentación política, el liderazgo exige una conexión diáfana con el cerebro y el corazón del electorado, y no sólo con su bolsillo. En tiempos de zozobra económica y degradación institucional, los ciudadanos necesitan más que nunca la claridad y el coraje de la mejor tradición liberal .”Sólo el PP está en disposición de reivindicar la libertad individual frente al colectivismo identitario, la iniciativa privada frente a la cultura del subsidio, la moderación fiscal frente a la voracidad recaudatoria, el esfuerzo meritocrático frente al enfoque terapéutico de la enseñanza, la defensa de la independencia judicial frente al colonialismo político, la unidad nacional frente al desmembramiento plurinacional. La concordia constitucional frente a al sectarismo sanchista”.
Tras presentar sus cumplidos a Felipe VI el miércoles, Feijóo entrará el jueves, como Daniel, en la cueva de los leones de la Moncloa, donde más vale que vaya preparado, pues tendrá que lidiar con un Rey-león que siempre juega con ventaja, esconde ases en la manga, impone las reglas del juego y encima hace trampas. Cuando se ha visto con la espalda contra la pared, Sánchez se ha puesto su disfraz de chico bueno y de estadista en ciernes, y se ha quejado públicamente de la falta de colaboración del PP del “no es no”, que se niega a aceptar la oferta de su Gobierno de consensuar pactos de Estado con la desleal oposición, empezando -¡ojo!- con la constitución del Consejo General del Poder Judicial. Pese a su acreditada retranca gallega, Feijóo debe acudir a la cita sobre aviso.
Federico Jiménez Losantos ha comentado con su habitual mordacidad que Sánchez ha demostrado ser un traidor en política exterior, un inútil en política económica, un necio en política educativa, un cómplice el separatismo en política interior y un saltimbanqui en todo lo demás. Sin llegar a semejante alud de descalificaciones, si cabe llegar a la conclusión de –con su política autística y autocrática- Sánchez está llevando a España hacia el precipicio, que su salida de la Moncloa es una absoluta prioridad para la democracia española, y que Feijóo es el mejor activo con que cuenta el PP para lograrlo.
Feijóo se ha rodeado de un equipo experimentado y competente con el que debe elaborar y presentar sin demora un sólido e integral programa de Gobierno, con propuestas concretas y motivadas que contrasten con las improvisaciones y disparates de Sánchez –no cabe hablar de su Gobierno porque no existe en cuanto tal, puesto que sus miembros no son más que secretarios del líder supremo-. Deberá, no obstante, eludir la tentación de limitar su oferta a la gestión adecuada de la política nacional, lo que es necesario pero no suficiente. Como ha señalado con tino “El Mundo”, Feijóo es consciente de que, “en contraposición a Sánchez, es un acierto mostrarse ante la opinión pública como un valor seguro de la gestión, pero no puede caer en el error de Rajoy de fiarlo todo a esa carta. Desde el centroderecha debe abanderar la regeneración der la política española, cuyo deterioro institucional es evidente”. Ojalá sepa el flamante líder del PP responder a tan exigente desafío
Sevilla, 5 de abril de 2022
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