sábado, 30 de marzo de 2019

Tendenciosa y provocadora entrevista de Sebastian a Borrell


TENDENCIOSA Y PROVOCADORA ENTREVISTA DE SEBATIAN A BORRELL

            Tim Sebastian es un excelente periodista procedente de la inagotable cantera de la “BBC”, bien informado, incisivo y convincente, pero a la vez  impertinente,  avasallador y manipulador, que trata de arrinconar sin piedad a sus entrevistados y les aplica una especie de tercer grado, recurriendo a menudo a argumentos mendaces. Hurga en los puntos flacos de los entrevistados y en sus contradicciones hasta acorralarlos de forma inmisericorde. Imperturbable ante las diatribas críticas del entrevistado –unas justificadas y otras no tanto-. Sebastian realizó con minuciosidad su labor de acoso y derribo del Ministro Borrell.

Los asesores del Ministro de Asuntos Exteriores no deberían haberle permitido que corriera el riesgo de someterse al implacable escrutinio de un periodista de sobra conocido por su agresividad y mal talante, y más en un idioma que -por bien que hable- no domina, frente a un profesional de la lengua de Shakespeare. En la entrevista emitida el pasado 28 de Marzo en el programa “Conflict Zone” de la TV alemana “Deutsche Welle”, Sebastian utilizó a sus peores triquiñuelas y sacó de quicio a Borrell, quien, en un momento determinado, abandonó el “plateau”, aunque regresó momentos más tarde para finalizar la entrevista. El Ministro –normalmente razonable y sosegado- no tuvo su mejor día, perdió los estribos y ofreció una pobre imagen, que será difundida por la “agitprop” de la Generalitat  por las televisiones y radios de todo el mundo para desprestigiarlo. No debería haber abandonado bruscamente la entrevista, pero, una vez que lo hizo, no debería haber regresado para finalizarla, con lo que habría dejado en evidencia al impertinente entrevistador.

            No sé si Sebastian habrá sido comprado por la Generalitat, pero dio impresión de que así había sido. Su discurso estuvo trufado de prejuicios, falacias, medias verdades y mentiras “tout court”. Ya sus palabras iniciales revelaron sus intenciones, al afirmar que su objetivo era preguntar al Ministro cómo se podía justificar un juicio fundamentalmente injusto –“unfair”-.  Arremetió contra un supuesto Estado vindicativo, que castigaba a los inculpados sin motivo alguno e ignoraba el principio de presunción de inocencia. Puso como ejemplo a una indefensa abuelita, la ex-Presidenta del Parlament, que tenía que pasar 15 horas confinada en un celda sin haber sido condenada –“convicted”. Era obvio que no había sido condenada porque aún no había sido juzgada, como lo está siendo en la actualidad. El reportero pasaba por alto que Carme Forcadell ha sido una de las principales responsables de la Declaración Unilateral de Independencia de Cataluña: Incumplió reiteradamente el Reglamentó de la Cámara para permitir votaciones ilegales, no hizo caso a las advertencias de de sus propios asesores jurídicos sobre la ilegalidad de sus actos, negó la palabras a los diputados de la Oposición, que no pudieron intervenir en el debate ni presentar enmiendas, permitió la aprobación de forma irregular de leyes como la del Referéndum o la de Transitoriedad Jurídica y Fundacional de la República Catalana, que fueron declaradas inconstitucionales por el Tribunal Constitucional-, y sancionó la DUI. Para Sebastian, por lo visto, declarar la independencia de una región en contra del Derecho Internacional y del Derecho interno, y romper la unidad territorial de un Estado centenario eran “pecata minuta” y no merecían sanción alguna. Me pregunto si habría reaccionado de igual manera si Nicola Sturgeon hubiera declarado unilateralmente la independencia de Escocia o Arlene Foster la de Irlanda del Norte.

            Sebastian echó en cara a Borrell sus palabras de que prefería que los políticos catalanes no estuvieran en la cárcel, señaló que –según Amnistía Internacional- no se debería recurrir a la detención preventiva mientras se dispusiera de otros medios y concluyó que la decisión del Instructor del Tribunal Supremo había sido profundamente injusta. Borrell le señaló que los jueces habían recurrido a la prisión preventiva para evitar la fuga de los encausados, como habían hecho Carles Puigdemont y varios de los miembros de su Gobierno para escapar a acción de la Justicia. Siguiendo con su insidiosa táctica, el periodista sacó a colación que 50% de los españoles tenían mala opinión de la Justicia, que 100 juristas habían declarado que no había motivos fundados para acusar a los encausados de rebelión o sedición y que el  Landesgericht de Schleswig-Holstein había negado la entrega de Puigdemont por el delito de alta traición –aunque no dijo nada de que si había autorizado su extradición por el delito de malversación-. ¿Cómo afectaban estos hechos a la credibilidad de los Tribunales españoles, al poner de manifiesto que el juicio ante el Tribunal Supremo era una farsa y no podía ser considerado justo?

            Sebastian recordó las palabras de Puigdemont de que el nombramiento como Ministro de Asuntos Exteriores de Borrell –contrario a la independencia- había sido una provocación para Cataluña y enviaba el mensaje de que no se pretendía desescalar la situación. Acusó al Gobierno socialista de no haberlo hecho suficientemente pese a sus promesas, pues no había intentado modificar la Constitución para permitir que se realizara un referéndum de autodeterminación. Borrell contestó que la Generalitat podía haber propuesto –como en su día hizo el Gobierno vasco de Ibarretxe- una reforma constitucional a tal efecto, pero no lo hizo. En el colmo de su trapacería, el periodista afirmó que –según en Centro de Investigaciones Sociológicas- el 70% de los españoles eran partidarios de reformar la Constitución, dando a entender que ello implicaba la reforma necesaria para que los catalanes pudieran autodeterminarse mediante un referéndum. Indignado ante la evidente mala fe de Sebastian, Borrell perdió los estribos y le espetó airado ”¿Para qué quieren la reforma?” Acto seguido, se levantó y dio por terminada la entrevista. 

            Pocos minutos después, tras consultar con sus asesores, Borrell regresó ante la pantalla para finalizar la entrevista. Sebastian recriminó al Ministro que –pese a la recomendación de la Comisión de Derechos Humanos del Consejo de Europa- el Gobierno no había modificado la Ley de Seguridad Ciudadana. Era inaceptable que se hubieran producido 21.222 condenas por faltas de respeto o de consideración a agentes policiales. Borrell le respondió que España era uno de los países que menos veces había sido condenado por el TEDH, a lo que el periodista replicó recordando la decisión del Tribunal en el caso Otegui, en el que consideró que no había tenido un juicio justo por la falta de imparcialidad de la Presidenta de la Sala de La Audiencia Nacional, Ángela Murillo. Omitió decir, sin embargo,  que se trató de una simple sagtisfacción moral y que el Tribunal no impuso sanción alguna al Gobierno español, ni criticó la sentencia.

            Sebastían dedicó varios minutos de la entrevista a los ataques de la coalición liderada por Arabia Saudita a Yemen y, en unas conclusiones rayanas con el surrealismo, insinuó que España era una de las responsables de estos ataques, que habían producido 6.872 muertos y 10.768 heridos, así como destrucciones de hospitales escuelas y mezquitas, porque había firmado un contrato para el suministro de unas pocas bombas de precisión. Borrell contestó que su Gobierno se había limitado a respetar un compromiso asumido por el Gobierno anterior y que, con posterioridad, no había vuelto a firmar nuevos contratos de suministro de armas.

            Por último, el periodista pasó a abordar la cuestión de Gibraltar a la luz de las negociaciones sobre el Brexit. Recordó la afirmación de Pedro Sánchez de que España saldría ganando con ellas y preguntó si el Gobierno español iba a poner sobre la mesa el tema de la soberanía sobre el Peñón. Borrell le contestó  que no se haría tal en el curso de las negociaciones entre la UE y Gran Bretaña sobre el Brexit, pero que dicha cuestión continuaba sobre la mesa de conformidad con las resoluciones de la Asamblea General sobre la descolonización de Gibraltar. Señaló que cualquier acuerdo entre las dos Partes sobre Gibraltar tendría que ser aprobado por el Gobierno español.

            Sebastian cuestionó el derecho de España a impedir el fondeo de buques en aguas jurisdiccionales de Gibraltar y Borrell le replicó que Gran Bretaña no tenía derecho algunos sobre tales aguas. Entonces, el entrevistador mencionó que un distinguido diplomático español que había presidido la delegación española en la Conferencia sobre Derecho del Mar, José Antonio de Yturriaga, había declarado públicamente que el Gobierno español carecía de base jurídica para negar el derecho de Gibraltar a gozar de mar territorial. Esta afirmación es inexacta pues ni yo, ni ningún otro miembro de la delegación, jamás hicimos semejante declaración. Siempre he respetado y defendido la posición del Gobierno sobre las aguas de Gibraltar, pese a no haber estado de acuerdo con su tesis, basada en la doctrina de la “costa seca”, perfectamente válida por otra parte.

Con en tantas otras  cosas, Sebastian ha oído campanas pero no sabe bien dónde y recurrió torticeramente a las medias verdades. En Octubre de 2010 –ya jubilado y sin responsabilidad oficial alguna- escribí un artículo sobre “Aguas de Gibraltar”, que distribuí entre los compañeros para alentar el debate sobre un posible cambio de la posición española sobre la cuestión. El Ministerio se opuso y, por ello, no publiqué el artículo, limitándome a incluirlo en mi blog, sin ser consciente –en mi ignorancia informática- de que, una vez en la red, su contenido era accesible a cualquier internauta. Allí lo encontró el Ministro Principal de Gibraltar, Fabián Picardo, quien usó mi nombre en vano en la IV Comisión de la Asamblea General de la ONU para criticar la postura de España.

Es probable que de allí haya sacado Sebastian la información expuesta, pero una cosa es decir que yo –como dirigente de la delegación española- he hecho una declaración  pública reconociendo las aguas jurisdiccionales de Gibraltar –que es falso- y otra bien distinta que yo pueda expresar una opinión jurídica en un artículo científico que no he llegado a publicar. En él recordaba que había informes en la Asesoría Jurídica Internacional del Ministerio que apuntaban la falta de fundamento jurídico de la tesis negatoria de las aguas del Peñón y mantenía que sería conveniente que el Gobierno español reconsiderara su posición al respecto. Hay que tener clara la distinción entre las aguas de Gibraltar y las del istmo que une el Peñón con la Línea, que nunca fue cedido a Inglaterra por el Tratado de Utrecht o por cualquier otro Acuerdo, por lo que el Gobierno británico no tiene derecho alguno sobre ellas. Precisamente la parte del istmo ilegalmente ocupada por Gran Bretaña se encuentra el aeropuerto de Gibraltar, cuyas pistas se prolongan en unas aguas de la Bahía de Algeciras que no le pertenecen. El reconocimiento de un mar territorial para el Peñón –que, a mi juicio, viene determinado por la Convención de 1982 sobre el Derecho del Mar. en la que tanto España como el Reino Unido son Partes- fortalecería la posición del Gobierno español a la hora de negarle derecho alguno en las aguas adyacentes el istmo.

Sebastian preguntó a Borrell por qué, si España estaba tan segura de sus derechos, no sometía la controversia a una instancia judicial internacional, como el Tribunal Internacional de Justicia. El Ministro contestó que el TIJ no era competente, lo que no era correcto, puesto que tanto España como Gran Bretaña han aceptado la jurisdicción del Tribunal para dirimir las controversias que puedan surgir de la aplicación de la Convención.

Aún siguió el periodista enredando con la cuestión de que España no cumplía las normas de la Comisión Europea para impedir el blanqueo de capitales, incrementar la transparencia fiscal y evitar el fraude, y que debería hacer más para luchar contra la corrupción. Borrell le contestó pacientemente que todos los Estados podían hacer más para luchar con estas lacras.

La entrevista terminó en un ambiente de tensión contenida, inducida por la actitud provocadora de Sebastian y el escaso aguante de Borrell. Este se despidió del periodista recriminándole que formulara sus preguntas de una forma tan parcial, a lo que Sebastia replicó, con su habitual insolencia, que él no estaba allí para hacerle las preguntas que el Ministro querría. El tenor de la entrevista contrastaba con el que se produjo en otra realizada a Borrell con anterioridad en el programa “HARDtalk” de la “BBC “, en la que –aunque el entrevistador no se privó de hacer pregustas insidiosas y comentarios críticos hacia España- mantuvo las formas. La entrevista concluyó con un apretón de manos y la manifestación de Borrell de su aprecio por las preguntas que le habían sido formuladas. En el caso de de la entrevista de Sebastian, no eran de recibo -y, por tanto, eran motivo de censura- tanto su actitud tendenciosa y hostil en cuanto al fondo, como las formas empleadas, que no reflejaban un periodismo serio y responsable.    

Madrid, 30 de Marzo de 2019

jueves, 28 de marzo de 2019

Falacias de unos desinformados senadores franceses


FALACIAS  DE UNOS DESINFORMADOS SENADORES FRANCESES

            El pasado día 25, cuarenta y un Senadores franceses nos obsequiaron –en testimonio de amistad y buena vecindad- con un manifiesto titulado “Por el respeto a las libertades y los derechos fundamentales de Cataluña”, publicado en el diario digital “Mediapart”. Los signatarios pertenecen a partidos que van de la izquierda –comunistas, ecologistas y socialistas- a la derecha –conservadores-, pasando por el centro –“República en marcha” y centristas-. Hubiera sido normal que se sumaran a las críticas contra las instituciones españolas los representantes de la extrema izquierda –eco-comunistas y socialistas “insumisos”-y de la extrema derecha –“lepenistas” del Frente Nacional- porque los extremos se tocan, pero lo que resulta chocante es que figuren entre los críticos trece socialistas, cuatro “marchosos”, dos centristas y dos conservadores, y que entre sus promotores se encuentren André Gattolin –República en Marcha-, François Calvet  -republicano- y Simon Sitour –Partido Socialista-. Este hecho  
revela la mala prensa que sigue teniendo España en Francia y la incapacidad de los Gobiernos españoles –el anterior y el actual- de comunicar con la opinión pública internacional y de presentar adecuadamente la realidad española ante los centros de poder, instituciones universitarias y medios de comunicación. Resulta paradójico que esta crítica extemporánea e injustificada procedas de uno de los países que más amplias competencias concede a las Fuerzas de Seguridad del Estado, que pueden encarcelar a personas sospechosas durante un largo período de tiempo, incluso sin mandato judicial.

Por su interés, reproduzco en su integridad el breve Manifiesto de Senadores tan variopintos, ya que no tiene desperdicio.

            “Nuestro país está cerca de España y de su gran región Catalunya, con la que compartimos una larga historia. Como europeos y como franceses estamos muy preocupados con los graves acontecimientos que se han producido en Catalunya. En el momento en que tiene lugar el juicio en el Tribunal Supremo español  contra antiguos miembros de la Generalitat de Catalunya, la ex-Presidenta del Parlament de Catalunya y líderes de las Asociaciones catalanas, nosotros, miembros del Senado de la República,

-pedimos respeto a los derechos y libertades fundamentales en Catalunya y, por supuesto, sin interferir en los problemas políticos de un país vecino y sin tomar partido en la cuestión de la independencia de Catalunya;

-denunciamos la represión sufrida por los representantes políticos de la Generalitat de Catalunya legítimamente elegidos, encarcelados o forzados a exilarse por sus opiniones en el ejercicio de los mandatos que los electores les encomendaron;

-constatamos que esta situación  es un verdadero ataque contra los derechos y las libertades democráticas;

-lamentamos que la gravedad de esta situación esté subestimada en nuestro país y pedimos que Francia y los países de la UE intervengan para restablecer unas condiciones de diálogo que permitan encontrar soluciones políticas a un problema político”.

            El Manifiesto –amén de desconocer por completo lo que está ocurriendo en España y en Cataluña- es un alarde de hipocresía, porque –tras afirmar que no pretende interferir en los problemas políticos españoles- entra a saco en ellos y asume casi al 100% las tesis del separatismo catalán. Gattolin ha afirmado que no era independentista, ni estaba a favor de la fragmentación de los Estados entre regiones ricas y regiones pobres, pero que encontraba exagerado el proceso judicial en curso, teniendo en cuenta que no había habido intento de golpe, ni toma de armas y que -aunque en ocasiones hubieran sido “agitadas”- las manifestaciones no habían sido violentas y el Govern no había intentado tomar las instancias del poder central.

            Sin entrar en demasiados detalles, dada la debilidad argumental de sus Señorías, cabe señalar que: 1) el Gobierno español respeta plenamente los derechos y libertades fundamentales de los catalanes, no cabiendo decir lo mismo de la Generalitat, que viola sistemáticamente los derechos de la mayoría de los catalanes no nacionalistas; 2) no se ha producido represión alguna en Cataluña y los políticos catalanes no han sido encarcelados preventivamente por sus opiniones en el ejercicio de su mandato electoral, sino por la supuesta comisión de unos hechos delictivos, y los que han huido al extranjero no lo han hecho por causa de su ideología, sino para eludir la acción de la justicia, que los ha declarado prófugos; 3) no existe ataque alguno por parte del Gobierno españoll contra los derechos y libertades de los catalanes, mientras sí se producen tales ataques por parte del Govern contra los catalanes no nacionalistas;  4) la UE y sus Estados miembros –incluida Francia- han afirmado reiteradamente que el problema catalán es una cuestión doméstica de la competencia exclusiva del Gobierno español y ha rechazado –por inapropiada- una posible intervención mediadora de la Unión; 5) no se ha producido un intento de golpe de Estado en Cataluña,.sino un golpe de Estado como la basílica de la Sagrada Familia y, si no, que vengan a verlo Curzio Malaparte y Daniel Gascón –“El golpe posmoderno”-; 6) hubo violencia en las manifestaciones y concentraciones, tanto el 20 de Septiembre como el 1 de Octubre de 2017; dos “Mossas” advirtieron al Teniente de la Guardia Civil responsable del registro de la Consejería de Economía:”No se os ocurra salir con las cajas que os van a matar” y la Secretaria judicial tuvo que huir por la terraza del edificio; 7) los dirigentes de la Generalitat no necesitaron luchar por el poder porque, a nivel autonómico, ya lo detentaban y, a nivel nacional, no les interesaba, porque lo que pretendían era escindir a Cataluña de España y declarar su independencia.

            Es significativa la labor proselitista de las “Embajadas” de la Generalitat en el exterior. Sólo unos meses después de haberse restablecido la Delegación catalana en París, su titular se ha apuntado el tanto del Manifiesto de los Senadores, que podría haber sido redactado por él mismo o por el Consejero de Acción Exterior, Alfred Bosch. El separatismo –que hasta ahora había tratado sin éxito de lograr algún tipo de reconocimiento internacional por parte de  Francia- ha conseguido una pequeña pero indudable victoria. El Delegado. Daniel Camós, se ha congratulado a justo título de que el Manifiesto no tenía precedentes en Europa por su transversalidad y su representatividad geográfica, y se ha mostrado convencido de que el renacimiento de Europa -al que apelaba Emmanuel Macron hace unas semanas- pasaría por una mediación de la UE y por una solución democrática para Cataluña. En estos resultados cabe hallar una pista sobre a dónde van a parar las ingentes sumas de dinero que gasta a discreción Diplocat a expensas de los impuestos de los españoles.

            Benoit Pellistrandi –autor de “Le labyrinth catalan”, un libro bastante crítico del separatismo- ha afirmado que el Manifiesto  refleja un desconocimiento brutal de la situación en España, y de Cataluña en especial. Los Senadores afirmaban hipócritamente que en modo pretendían inmiscuirse en los asuntos domésticos españoles, pero la hacían de forma descarada al valorar y cuestionar el Estado de Derecho en España. No han querido entender que el Tribunal Supremo estaba juzgando a algunos representantes políticos porque habían abusado de sus poderes. Resulta extraño que estas descalificaciones se hayan hecho en pleno del juicio, cuando aún no se han pronunciado las sentencias. Los Senadores son muy libres de evaluar las sentencias una vez que se hayan sido dictadas pero sus comentarios en el curso del proceso son de carácter político y no jurídico.

            El Gobierno francés y el partido de la mayoría han salido de inmediato a la palestra para tratar de corregir la situación. El Gobierno emitió un comunicado en el que aseguraba que Francia reiteraba su compromiso constante con el respeto al marco constitucional de España, dentro del cual se debería tratar el asunto de Cataluña. Ha señalado que ”no le corresponde a Francia inmiscuirse en los procesos judiciales en curso” y afirmado “la plena confianza en la capacidad de la democracia española para llevar a cabo un diálogo político pacífico, respetando la legalidad constitucional y el Estado de Derecho”. En un momento en que el espíritu de unidad y solidaridad debe guiar más que nunca la reactivación del proyecto europeo, “las autoridades francesas recuerdan su compromiso con una España fuerte y unida, y su pleno apoyo a las autoridades españolas”-

El Ministro de  Asuntos Exteriores, Jean-Yves Le Drian, expresó la plena confianza de su Gobierno en la democracia y en las autoridades españolas, y la Ministra de Asuntos Europeos, Nathalie Loiseau, comentó que era un tema que correspondía a los representantes de España y en el que “nadie –por mucho que sea parlamentario francés- tiene por qué inmiscuirse”. El partido de “La República en Marcha”, a su vez, ha señalado que se trataba de la opinión personal de unos senadores y no reflejaba la posición del grupo, y que España era “un país aliado y una gran democracia”.

            El Ministerio español de Asuntos Exteriores -cuyo titular se hallaba en Argentina con el Rey- ha agradecido la rápida y contundente reacción de las autoridades francesas ante el inadmisible Manifiesto. Ha declarado que España era una democracia plena con división de poderes, en la que  los derechos y las libertades fundamentales –incluido el derecho a un juicio justo- estaban plenamente garantizados. Se ha echado, sin embargo, de menos una reacción al más alto nivel gubernamental dada la transcendencia del tema, pero Pedro Sánchez ha preferido no salir a la palestra para no incomodar a sus aliados, los separatistas catalanes. Ni siquiera a nivel partidario se ha atrevido a propinar una merecida colleja al partido hermano por el incalificable comportamiento de trece de sus senadores

.           En cambio, el candidato a la Alcaldía de Barcelona y ex-Primer Ministro francés, Manuel Valls, se ha puesto en contacto con Macron, con la diplomacia francesa y con las instituciones europeas para destacar el desconocimiento mayúsculo de los Senadores firmantes de la carta sobre lo que ocurre en Cataluña, a los que ha pedido explicaciones. Ha manifestado que se ha producido un escándalo político y lamentado que los parlamentarios galos hayan sido sensibles a la intoxicación que el separatismo propala desde hace años.
            Este lamentable episodio pone de manifiesto como la continua e insistente  propaganda del secesionismo catalán va calando como lluvia fina en la opinión pública internacional. Uno de sus mayores éxitos ha sido el de convencer a muchos de que el Gobierno español pretende solucionar un problema político –como es el de las reivindicaciones de los nacionalistas catalanas- a través de la vía judicial. Esto es una tremenda falacia, pues el Tribunal Supremo –y en su momento la Audiencia Nacional o el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña- no tratan de resolver el problema político de Cataluña, sino de cumplir con su obligación de juzgar a unas personas sobre las que –por muy políticos que sean- hay indicios razonables para sospechar que han violado presuntamente la ley.

            Como ha señalado el Presidente del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes -en una carta dirigida al Presidente del Senado francés, Gerard Larcher-, la afirmación de que determinados políticos catalanes están sufriendo prisión por razón de las opiniones vertidas en el ejercicio del mandato que les ha sido confiado y siendo juzgados por este motivo por el Tribunal Supremo del Reino de España, es una manifestación contraria a la verdad y resulta de todo punto inadmisible, al señalar la existencia en España de una situación de represión. ”El Tribunal Supremo, en cumplimiento de su obligación de garante de la legalidad y del Estado de Derecho en nuestro país, está celebrando en estos momentos un proceso en el que únicamente se enjuician  determinadas actuaciones atribuidas a los acusados y realizadas en el ejercicio de sus responsabilidades públicas, actos que pudieran ser constitutivos de delito, sin que en ningún caso se estén juzgando sus ideas u opiniones. Conviene recordar a este respecto, que en España existen partidos políticos abiertamente independentistas que vienen concurriendo en los distintos procesos electorales desde hace más de cuarenta años con absoluta libertad y normalidad, sin que jamás se haya abierto un proceso penal a sus dirigentes, militantes o votantes en razón de sus ideas u opiniones públicas, cuya legitimidad está amparada por la propia Constitución española. Precisamente por ello, como representante del Poder Judicial de España, me resulta especialmente doloroso tener que recordar a personas integrantes de la institución que Vd. preside, que en nuestro país […] se respetan escrupulosamente los postulados del Estado de Derecho, muy especialmente en lo que se refiere a los derechos fundamentales, a las libertades públicas y a la independencia del Poder Judicial”.

            Si semejante aserto fuera cierto, ¿cómo se explica que sigan en libertad y en el ejercicio de las más altas funciones en Cataluña de personas tales como Joaquim Torra, Roger Torrent, Pere Aragonès, Elisa Artadi o Eduard Pujol, que están propugnando el establecimiento de una República Catalana independiente un día sí y otro también? ¿Cómo es posible que siga funcionando una emisora como TV3, que se pronuncia día tras día por la independencia de Cataluña?...

            Concluye Lesmes su carta afirmando que el Manifiesto ha generado un profundo malestar en el Tribunal, “al constituir una descalificación de nuestra actuación como jueces y de la propia democracia española en su conjunto”, descalificación que se basa “en unos hechos que no se corresponden con la realidad y que son producto de la propaganda y de la desinformación interesada”. La transparencia, el buen hacer procesal y el rigor jurídico con los que está actuando el Tribunal Supremo y su Presidente Manuel Marchena son una garantía plena de que se hará Justicia.

 Madrid, 27 de Marzo de 2019

martes, 26 de marzo de 2019

Reflexiones sobre el juicio del 1-O


REFLEXIONES  SOBRE EL JUICIO DEL 1-O

        Transcurridas varias semanas desde el inicio del juicio por parte del Tribunal Supremo a los responsables de de la organización del referéndum ilegal del 1-O, cabe hacer algunos comentarios preliminares sobre el desarrollo del mismo.

Actitud inicial de los acusados

      El juicio ha estado precedido de una intensa campaña del separatismo para intentar convencer a la opinión pública internacional de que se trata de un juicio político contra los representantes de la soberanía del pueblo catalán, y que los Tribunales españoles carecen de independencia y de credibilidad democrática. El ex-Presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont - prófugo de la Justicia española- ha llegado a situar a ésta por debajo de la de Turquía o Siria y ha demandado penal y civilmente al Reino de España ante un Tribunal belga por la violación de sus derechos humanos fundamentales. Se ha producido una cierta expectación en los medios de comunicación internacionales, especialmente en los anglosajones que más simpatizan con el secesionismo catalán, como el “The Times”, que publicó un editorial sobre “The Spanish Inquisition”.

        Como ha observado Santiago González, el proceso está desarrollándose con cierta lógica y por etapas. En la primera, los acusados y sus defensores han seguido una estrategia de politización y de ruptura, pues -erigiéndose ellos en fiscales- han pretendido sentar al Gobierno de España en el banquillo de los acusados por sus ofensas a Cataluña. La estrategia fue claramente expuesta por el Vicepresidente de Omnium Cultural, Marcel Mauri, cuando afirmó: “No presentamos un escrito de defensa, sino uno de acusación contra el Estado, que ha suspendido los derechos políticos democráticos para preservar su unidad, y ha enviado el mensaje de que la unidad de España está por encima de los derechos más básicos. Se han vulnerado la libertad de expresión y de reunión, y el derecho a la autodeterminación y a la disidencia política”. Salvo Joaquin Forn y los procesados no acusados de rebelión, los principales encausados han montado un espectáculo político y renunciado a alegar argumentos jurídicos para defenderse ante un el Tribunal de Justicia como es el Supremo. El abogado de Oriol  Junqueras y de Raúl Romeva, Andreu van den Eynde, señaló que “esta causa ha sido una suspensión generalizada y sostenida de derechos políticos. una causa general y prospectiva con vulneraciones de derechos que hacen sonrojar” y concluyó, de entrada, que todos los derechos consagrados en la Constitución habían sido violados en la causa. El letrado de Jordi Turull, Josep Rull y Jordi Sánchez- Jordi Pina- destacó que los acusados tenían derecho a un juicio con garantías, y el de Jordi Cuixart –Benet Salellas- pidió al Tribunal que depurara de los escritos de la acusación los apartados que criminalizaban derechos fundamentales de su defendido. Javier Melero no siguió la línea de que se trataba de un juicio político y comentó que se trataba de “un juicio penal, nada más y nada menos, como una estafa o una alcoholemia”, y está aportando argumentos jurídicos para defender a Forn y dejando a los acusadores que aporten las pruebas de que éste ha cometido un delito de rebelión, partiendo del principio de presunción de su inocencia,

El intento de las defensas de de culpabilizar al Gobierno de la Nación tuvo un cierto éxito en las declaraciones como testigos de Mariano Rajoy y de sus antiguos Ministros, Soraya Saénz de Santamaria, Cristóbal Montoro e Ignacio Zoido, que adoptaron una actitud defensiva para justificar su actuación, como si fueran ellos los que se sentaban en el banquillo para ser enjuiciados. Sus declaraciones fueron correctas, pero no venían a cuento, porque no se estaba juzgando a ellos, sino a los responsables del Govern por su intervención en el referéndum del 1-O, y dejaron bastante que desear, especialmente la del Ministro del Interior, quien no se enteró al parecer de nada, ni tomó decisión alguna en un momento de máximo peligro para la seguridad del Estado, declinando la responsabilidad en sus “operativos”. O era un incompetente o un mentiroso, o las dos cosas.

Cambio de panorama tras las declaraciones de los testigos

Tuvieron que llegar al estrado el Secretario de Estado de Seguridad, José Antonio Nieto, el Coordinador de la acción policial en Cataluña, Diego Pérez de los Cobos, y lo Jefes de la Guardia Civil y de las Policía Nacional  –Ángel Gonzalo y Sebastián Trapote, respectivamente- para que alguien asumiera la responsabilidad y pusiera de manifiesto la actuación rebelde de las autoridades separatistas catalanas y la pasividad de los Mossos de Esquadra durante la celebración del referéndum ilegal del 1-O. En este sentido, el contraste entre el testimonio de los políticos y los funcionarios está siendo demoledor, en opinión de  Elisa de la Nuez. Mientras los primero parecía más preocupados por su imagen y por eludir su responsabilidad política, los segundos contestaron con rigor y profesionalidad a las preguntas que se les formularon para esclarecer los hechos. De especial relevancia fue la contundente y valiente declaración de la agente judicial Montserrat del Toro, que estuvo retenida variad horas en la Consejería de Economía y tuvo que escapar por el tejado del edificio antes el cerco de los “pacíficos” manifestantes liderados por los Jordis. Por temor a las represalias, la funcionaria solicitó que las cámaras que transmitían la sesión en “streaming” no revelaran su imagen, a lo que se opusieron los abogados van den Eyden y Pina, alegando que velar las imágenes de los testigos criminalizaba a Cataluña. Aunque el Tribunal accedió a su petición, las redes sociales difundieron su foto y toda clase de dato sobre su persona.

Estas intervenciones y las de otros testigos –incluidos los jefes de los Mossos- cambiaron la marcha del proceso. Los acusados –en uso de su derecho- mintieron cuanto les plujo y sus defensores se basaron en “postverdades”, definidas por el Diccionario de Óxford como “afirmaciones que no están basadas en hechos objetivos, sino en una distorsión deliberada de la realidad”, aque -a fuerza de repetirse una y otra vez- acaban por convertirse en verdades oficiales. Sin embargo, la mentira tiene las patas cortas y los hechos –que son muy tozudos- acaron por prevalecer sobre las ilusiones y las quimeras ideológicas. La realidad virtual en la que vivían inmersos los separatistas ha acabado por toparse con la realidad real, y la opinión pública  internacional -hábilmente engañada por la propaganda de la Generalitat- ha podido comprobar como el movimiento supuestamente, pacífico, legalista y democrático de los separatistas, no era tal y estaba basado en la división de la sociedad catalanas, en el enfrentamiento entre sus habitante y en el recurso a cualquier medio –incluida la violencia- para lograr la independencia de Cataluña.

La Justicia se ha limitado a cumplir la ley y hubiera sido una irresponsabilidad no intervenir ante su continuada violación por parte de las autoridades catalanas, a las que no se están juzgando por reclamar libertad para su pueblo, sino porque trataron de arrebatársela. No se persiguen ideologías que pueden ser libremente expuestas -como prueba los casos paradigmático de Torra o Torrent- y no se vulnera el derecho de opinión y de expresión. Como ha señalado el Ministerio Fiscal en el escrito de acusación, han seguido un plan criminal orquestado, minucioso y pluriconvergente para lograr la secesión de Cataluña de forma unilateral. No se persigue una ideología que puede ser libremente defendida en un sistema democrático, sino unos hechos y unos planteamientos políticos que se han intentado imponer a los demás.

Presiones catalanes sobre el Tribunal Supremo

 Las autoridades autonómicas, las entidades separatistas ANC y Omnium Cultural, y los medios de comunicación nacionalistas han recurrido a todo tipo de presiones y amenazas a los testigos para que no depongan en contra de los acusados, y han tratado de influenciar a magistrados y fiscales antes del juicio y durante el juicio. Torra ha repetido en reiteradas ocasiones que no admitirá mas sentencia que la que exonere a los encausados de responsabilidad. Su última tentativa de presión ha sido la manifestación realizada en Madrid el 16 de Marzo, encabezada por él, todo su Govern, el Presidente del Parlament, Roger Torrent, y los líderes de ANC y Omnium, para protestar por el juicio, bajo el lema “La autodeterminación no es delito. El bardo Torra glosó la oda de Joan Maragall y afirmanó:”Escucha España y aprovecha la ocasión de democratizarte. Seguiremos en defensa de nuestros derechos. Denunciamos este juicio de la vergüenza.[…] Estamos aquí por ellos, por su libertad, para denunciar ese juicio farsa, para acusar al Estado de esta injusticia y no pararemos hasta su libertad y hasta que nuestro derecho de autodeterminación sea respetado y ejercido. ¡No pasarán!”. Aunque sea lego en Derecho –como en tantas otras disciplinas-, el President sabe perfectamente que la autodeterminación efectivamente no es delito, pero tampoco es un derecho de que goce el pueblo catalán de conformidad con el Derecho Internacional, pues ni Cataluña es un territorio sometido a dominación colonial, ni su pueblo sufre de violaciones constantes de sus derechos fundamentales. Tiene derecho a la autodeterminación interna, de la que disfruta de forma bastante más amplia que la mayoría de los Estados federados. Si hay alguna minoría –en este caso ligera mayoría- que no ve respetados sus derechos fundamentales por la Generalitat, es la parte de la población catalana no nacionalista.

Como ha señalado en un editorial “El País”, ante la imposibilidad de agitar la caricatura de un juicio político, las fuerzas independentistas han pretendido hacer política con el juicio, con el único resultado de poner en evidencia ”las entretelas sin épica de un credo político que ha apostado todo por la manipulación”. La democracia se reafirmó en Madrid, no porque la invocaran en sus calles las fuerzas independentistas -que pretenden secuestrarla en Cataluña-, sino porque, una vez más, quedó de manifiesto que la Constitución garantiza las libertades de todos los espaóles. Los oprimidos separatistas pudieron pasear por el centro de un acogedora ciudad sus esteladas y sus lazos amarillos, sus rencores y sus prejuicios, y toda parafernalia de una Diada-bis, que no se veía por estos pagos desde los festivales de los sindicatos verticales franquistas. Los madrileños los vieron desfilar con curiosidad e indiferencia, como ven pasar por sus calles las ovejas de la trashumancia o los corredores de una competición.

Hicieron el más completo de los ridículos pues, queriendo demostrar como un Estado autocrático les oprimía, comprobaron que no tenían que sufrir ningún martirio y que podían circular y despotricar a su antojo, cosa que no pueden hacer loa no nacionalistas en Cataluña, sometidos a “escraches”, amenazas, pintadas ofensivas en viviendas y sedes de partidos de la oposición, ataques de “kale barroka”de los CDR y de los cachorros de Arran y atentados contra sus personas y sus bienes, con la connivencia del Gobierno de Torra –que les insta a que “aprieten”- y la pasividad de los Mossos. No se escandalizaron los madrileños ni xiquiera cuando un cretino en gayumbos realizó el acto heroico de colgar una estelada de la cabeza de la Cibeles, el símbolo de la Villa y Corte. Como ha comentado con sorna Jorge Bustos, hay más actividad en el cráneo de mármol de la diosa que en el feldespato mental del independentismo, incapaz de asumir su clamorosa derrota, ni de deponer sus estériles arremetidas contra el granito de la ley. Muchos cabezazos contra la pared tendrá aún que darse el indepe medio antes de comprender que ni la mayoría de los catalanes comparte su estado de calcificación neuronal, ni la mayoría de los madrileños destina mayor atención a sus acrobacias identitarias.

Los separatistas están convencidos de que sus líderes golpistas serán condenados por el Tribunal Supremo y ya sólo esperan a que se consuma su cáliz y puedan recurrir al Tribunal Europeo de Derechos Humanos en búsqueda de la justicia perdida. En el ínterin, siguen con su pataleo quejumbroso y ponen todo tipo de trabas formales y sustantivas para tratar de pillar al Tribunal Supremo en algún renuncio que airear en Estrasburgo. Lo acusan de vulneración de sus derechos fundamentales, parcialidad, arbitrariedad de su Presidente –contra el que han presentado quejas formales-, dificultades a las defensas para acceder a documentos y pruebas, atentados a la libertad ideológica y de expresión, violación del principio de legalidad penal, contaminación de los magistrados, conculcación del principio de separación de poderes, politización del procedimiento, indefensión de los acusados, limitaciones indebidas de la actuación de los defensores…etc. El letrado Jordi Pina ha llegado a instar a los miembros del Tribunal a que hagan de jueces y no de salvadores de la patria.

Impecable actuación del Presidente Marchena

El Presidente del Tribunal, Manuel Marchena, es consciente de esta táctica y de las continuas trampas que le tienden los abogados defensores, y ha hecho gala de un garantismo que resulta excesivo, como al autorizar a los acusados lucir el lazo amarillo en la solapa durante el juicio o permitirles que pronuncien extenso discursos políticos que nada tienen que ver con el proceso judicial.Todo sea por no dar munición a los acusados cuando recurran ante el TEDH, que no podrá entrar en el fondo del asunto en el supuesto de que se produzcan condenas y sólo debería examinar si  la actuación del Tribunal ha sido correcta desde el punto de vista procesal y si no se han violado los derechos fundamentales de los acusados durante el proceso.

La transparencia de las sesiones del juicio no puede ser mayor y, en mi opinión, quizás excesiva,  pues está siendo retransmitido por TV en tiempo real, en directo y sin interrupciones ni cortes. Ello ha hecho innecesaria la autorización a la presencia de observadores internacionales -como pedían las defensas-, ya que cualquier ciudadano puede seguir con todo detalle el desarrollo del juicio. Hay pocos Estados que permitan una difusión tan completa del desarrollo de los juicios de sus Tribunales Supremos y algunos países –como Estados Unidos- ni siquiera autorizan la publicación de fotografías de los participantes en los miosmos.

La actuación de Marchena, por otra parte, está siendo impecable: plena de rigor jurídico y de dominio del procedimiento, condescendiente con los acusados y respetuosa pero firme con los testigos, y no exenta de un cierto toque de ironía. Como ya señaló a los letrados, la Sala sería muy flexible en los tiempos para que no se sintieran coartados ni limitados en su capacidad argumental. Ha limitado su intervención al mínimo necesario y lo ha hecho con autoridad y buen criterio. La solvencia del Presidente va a dificultar los planes de de los acusados recurrir al TEDH para alegar errores en la tramitación del proceso o restricción de sus derechos a la defensa, y hace cada vez menos verosímil que el Tribunal de Estrasburgo pueda desautorizar la actuación procesal del Tribunal Supremo.

Marchena no se ha casado con nadie y ha sabido poner en su sitio procesal a los fiscales, la Abogacía del Estado, la acusación particular, los abogados defensores y los testigos. Así, a Javier Zaragoza le impidió interrogar a Trapero porque el Ministerio Fiscal no lo había convocado como testigo, a la Abogada del Estado, Rosa María Seoane –que está haciendo un “papelón” al haberle forzado el Gobierno a cambiar la acusación de rebelión por la sedición, por lo que tienen que utilizar argumentos contrarios a los hasta entonces empleados- le advirtió de la improcedencia de una pregunta a Gabriel Rufián, al Abogado de la acusación particular, Javier Ortega, le señaló que no procedía que formulara unas preguntas a Junqueras que éste había anunciado de antemano que no tenía intención de contestar, al letrado Francesc Homs le señaló la improcedencia de sus preguntas a Rajoy ya que las opiniones políticas del ex presidentes del Gobierno no tenían relevancia jurídica y le advirtió de que no podía introducir en el interrogatorio preguntas nuevas que no pudieran ser objeto de contradicción, a Joan Tardá le obligó a hacer sus preguntas en el idioma oficial del Estado, a Gabriel Rufíán le instó a que se limitara a describir los hechos y no emitir opiniones políticas ajenas al caso, o al testigo Jaume Mestre le recordó que se podía delinquir por falso testimonio no sólo por no decir la verdad, sino también por inexactitud en el testimonio o  formulación de respuestas evasivas.

La decisión más criticada de Marchena -por las que van den Eyden y Pina han presentado una queja formal- ha sido su interrogatorio al ex-Mayor de los Mossos Josep Lluis Trapero. Aunque había sido convocado como testigo por la acusación particular, Javier Ortega no lo interrogó. Cuando quiso hacerlo Zaragoza, el Presidente no lo autorizó porque el Ministerio Fiscal no lo había llamado a declarar. Marchena salvó de forma magistral la posibilidad que la Sala perdiera la ocasión de escuchar un testimonio fundamental que podía arrojar luz sobre los hechos que acontecieron en torno al 1-O. Lo hizo recurriendo al artículo 708 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, que permite al Presidente “dirigir a los testigos las preguntas que estime conducentes a depurar los hechos sobre los que declaren” y, en su virtud, le preguntó a Trastero que había ocurrido en la reunión que él y otros altos mandos de los Mossos mantuvieron el 26 y el 28 de Septiembre de 2017 con Puigdemont, Junqueras y Forn. Según ha observado José Antonio Zarzalejos en “ABC”, la respuesta de Trapero demostró que la pregunta había sido adecuada, pertinente y necesaria para un mejor conocimiento de los hechos que se enjuiciaban.

Declaraciones de los Jefes de los Mossos

Trapero se explayó a su gusto en su declaración y dejó a sus superiores políticos a los pies de los caballos. Afirmó que los altos mandos policiales autonómicos trasladaron al Govern su preocupación porque el 1-O iba a haber dos millones de personas en la calle y 15.000 policías actuando para cumplir una orden judicial, lo que necesariamente iba a suponer un conflicto grave de orden público y de seguridad ciudadana. Le emplazó a que cumpliera con la legalidad y desconvocara el referéndum, y le informó que la Policía autonómica no iba a quebrar la legalidad ni a violar la Constitución. Puigdemont les contestó:”Hagan Vds lo que tengan que hacer, pero el Govern seguirá el mandato que le ha dado el pueblo catalán”, y –en cumplimiento de ese mandato- se celebraría el referéndum, pese a conocer el riesgo de que se podrían producir actos violentos. Estos datos fueron corroborados por los Comisarios Manel Castellví y Emili Quevedo. Trapero calificó a Forn de irresponsables por afirmar públicamente que los Mossos facilitarían  la celebración del referéndum. Añadió que el 24 de Octubre se había puesto a la disposición del Presidente y del Fiscal-Jefe del TSJC, y que habían preparado un plan para detener a Puigdemont y a sus Consejeros, si así se lo ordenaba el Tribunal,

Las afirmaciones exculpatorias de Trapero –que trataba de salvarse él y la reputación de la Policía autonómica- resultaban poco creíbles, como ha puesto de manifiesto Casimiro García Abadillo en “El Independiente”. Si bien advirtió sobre los riesgos de del referéndum, no hizo nada para impedirlo y contribuyó a su celebración mediante la pasividad –cuando no la connivencia- de los Mossos. No aceptó de buen grado la función coordinadora de Pérez de los Cobos, con el que discrepaba del recurso policial a la fuerza, que limitaba al único caso de ser atacados. Ni colaboró con él, estableció un dispositivo insuficiente –una pareja de guardias para cada centro electoral, que se limitaban a tomar nota de la situación-, no desplegó la Brigada Móvil –con el absurdo pretexto de que estaba ocupada en el seguimiento de una mini-manifestación anarquista y la cobertura un partido de fútbol de Barça-Las Palmas-, ordeno espiar a las Fuerzas de Seguridad del Estado e informar de sus movimientos a los ocupantes de los centros de votación y no envió refuerzos para ayudar a los policías en apuros. Justificó la inacción de sus efectivos en la recomendación verbal de la Juez de que actuaran “con paciencia, contención y garantizando en todo momento la paz social”. Lo máximo a lo que aspiró fue a convertir el 1-O en otro 9-N.    

Trapero rompe la baraja”, destacó Xavier Vidal-Folch en el diario “El País”. Las declaraciones del antiguo Mayor de los Mossos puso de manifiesto que, aunque las máximas autoridades de la Generalitat sabían que la celebración del referéndum del 1-O podría abocar en incidentes violentos, siguieron adelante con sus planes, lo que demostraba que la violencia fue uno de los ingredientes de la Declaración Unilateral de Independencia. Han erosionado el relato secesionista al poner en evidencia la ausencia de “pacifismo” y la opción del separatismo por el recurso a cualquier medio –incluida la violencia- para lograr sus objetivos, Los medios independentistas han reaccionado calificando a Trapero de traidor y la diputada de la CUP, Mireya Boya, ha manifestado que “acaba de caer otro héroe de Cataluña”. Las declaraciones de los mandos de los Mossos han afectado adversamente a la estrategia seguida por las defensas, pues la supuesta actuación pacífica de los acusados se ha visto desacreditada por el propio aparato policial del Govern. El único que ha resultado beneficiado ha sido Forn, cuyo abogado Melero está tratando de probar que su defendido no incurrió en rebelión.

Perspectivas de la sentencia

Según “El País”, el Tribunal Supremo no esconde ninguna sentencia dictada de antemano y ésta dependerá del desarrollo del juicio. La propia Ministra de Defensa -la magistrada Margarita Robles – que ha manifestado que el juicio se está llevando de una manera ejemplar e impecable- ha comentado que cualquier sentencia es posible y todas las opciones están abiertas. Para el Director de “El Mundo”, Francisco Rosell , parecía que Marchena, en pos de una sentencia unánime que reforzara la posición de España con vistas al previsible recurso ante el TEDH, estaba dispuesto a dictar una condena por rebelión en grado de tentativa, pero los testimonios que se están recibiendo no facilitan esa postura. Con cada testificación –especialmente de los propios jefes de los Mossos- aumentan las pruebas de que la conducta de los acusados entraba dentro del ámbito de un delito de rebelión consumada.   

Valoración ce la violencia en la actuación de los acusados

La cuestión clave para que el Tribunal decida si se ha producido o no un delito de rebelión es la apreciación del grado de violencia que quepa atribuir a los encausados para que encaje en el requisito de  “alzamiento violento” requerido para su tipificación por el artículo 472 del Código Penal. La cuestión ya fue abordada por el Landesgericht de Schleswig-Holstein y resuelta -en mi opinión de forma inadecuada- por la Audiencia, que negó la extradición de Puigdemont por estimar que, aunque había cometido actos de violencia, no fueron éstos de suficiente entidad ya que no “no condujeron a una secesión inmediata de España”, ni “alcanzaron la intensidad suficiente para poner en serio peligro el orden constitucional”. Uno de los argumentos alegados por los separatistas para excluir la existencia de un delito de rebelión ha sido el de que no habían recurrido al uso de las armas. En un artículo en “El País”, Reyes Rincón y Xavier Vidal-Folch se han referido a un innominado penalista que mantiene que nuestro Código Penal sólo reconoce dos modalidades de rebelión: la de tipo agravado del artículo 473-2, que implica el uso de armas, y todas los demás, en las que se requiere el “propósito” de usarlas. En consecuencia, si los acusados recurrieron a “una violencia a secas”, quedarían exonerados del delito de rebelión porque no usaron armas, ni tenían intención de usarlas.

Como ha señalado Enrique Gimbernat en “El Mundo”, para que fuera correcta esta tesis, se requeriría que el legislador hubiera hecho una referencia expresa a la exigencia de que existiera un “propósito” de utilizar armas y, como no lo hizo, carecía de base jurídica. Existen, en efecto, dos modalidades de rebelión: la básica, que se cumple cuando se recurre a cualquier tipo de violencia, y la agravada, cualificada por haber “esgrimido armas”. Como no es sostenible mantener que la violencia del tipo básico de rebelión exija el “propósito” de recurrir a las armas, los demás tipos de rebelión se caracterizan porque se utilice la violencia sin necesidad de esgrimir armas. Por lo demás, si los acusados pretendieron declarar la independencia de Cataluña por medio de la violencia es algo que debe esclarecer y dar por probado por el Tribunal Supremo en el juicio. Estoy convencido de que un Tribunal formado por tan cualificados y experimentados magistrados dictará la sentencia apropiada.

Política de intoxicación de la Generalitat

La vergonzosa campaña de intoxicación por medio de “fake news” lanzada por la “agitprop” de la Generalitat para desprestigiar la actuación de las Fuerzas de Seguridad del Estado estaba planeada desde hacía tiempo. Ya en Mayo de 2013, Junqueras –que ha sido el auténtico cerebro del golpe de Estado incruento- afirmó en Vich que había que hacer la convocatoria del referéndum –se refería al convocado por Mas para el 9-N- y, cuando fuera prohibido por el Gobierno, mantenerla, porque así se “mostraría al mundo una imagen de colas de gente con una papeleta en la mano yendo a votar en una urna, mientras el Gobierno español intentaba impedir que votasen, con lo que ya habrían ganado”. Había que difundir las imágenes del uso de la fuerza por parte de las policías del Estado para obligar a la Comunidad internacional a intervenir en Cataluña y forzar la celebración de un referéndum de autodeterminación.

La serie de videos amañados y las imágenes trucadas que se difundieron con profusión en todos los medios internacionales de comunicación con ocasión del referéndum del 1-O estaban preparadas de antemano. Se distribuyeron imágenes con cargas de los Mossos contra unos manifestantes antisistema o de policías ucranianos, noticias falsas sobre la presencia de tanques del Ejército en las calles de Barcelona –transmitidas desde Rusia- o videos como el elaborado por Omnium Cultural sobre “Help Catalonia, Save Europe“, que era un plagio de otro documental sobre el Maidán ucraniano. Se propaló que había habido casi un millar de heridos como consecuencia de las cargas policiales, cuando -según reconoció un Juez de Barcelona que aceptó una querella contra la actuación de la policía- sólo se habían producido dos heridos graves y 97 leves, que no necesitaron hospitalización. Los medios silenciaron la cincuentena de agentes heridos por las caricias de los pacíficos ciudadanos que ocupaban los centros de votación.

La propaganda separatista y algunos partidos de izquierdas –incluido el PSOE en el Gobierno- ha repetido que el conflicto catalán era político y  no podía ser resuelto por la vía judicial. Esto era evidente, pero partía de una falacia, ya que los Tribunales no están tratando de resolver el problema catalán, sino de juzgar a quienes incumplen las leyes. Este mantra ha engañado a personas supuestamente ecuánimes, como Joan Margarit, quien ha afirmado que la única solución es el diálogo y que dialogar es un asunto de Estado y no de jueces. “Lo que está sucediendo con el procés, sustituir el diálogo por el castigo, traerá consecuencias horribles“. Cabe preguntar a los intoxicados bienpensantes cómo se puede dialogar con unas personas que exigen “autodeterminación o autodeterminación”, violan la Constitución y las leyes, incumplen las sentencias de los tribunales, amenazan a los discrepantes, ignoran los dictámenes de sus propios organismos asesores, instan a las masas a ocupar las calles y a los energúmenos de los CDR que “aprieten”, y declaran unilateralmente la independencia de Cataluña. ¿Acaso creen  que estas personas tienen impunidad para vulnerar las leyes y que los Tribunales deberían de abstenerse de enjuiciarlos en caso de que lo hagan? Esto supondría la negación del Estado de Derecho, porque sin ley no hay democracia. Por fortuna, los Tribunales de Justicia, junto con el Rey, han sido las únicas instituciones del Estado que han estado a la altura de las circunstancias y ha cumplido adecuadamente sus funciones. Ahora sólo cabe confiar en que el Tribunal Supremo imparta justicia, aunque -decida lo que decida- no resultará aceptable para los separatistas, que, por boca del Presidente Torra, han reiterado que sólo aceptarán una sentencia absolutoria.

Madrid, 24 de Marzo de 2019

        


domingo, 17 de marzo de 2019

In Memoriam: Homenaje a José Pedro Pérez Llorca


IN MEMORIAM: HOMENAJE A JOSÉ PEDRO PÉREZ-LLORCA

            Quiero rendir homenaje público a José Pedro Pérez-Llorca, el compañero y el amigo que nos dejó ayer. Jose Pedro era un jurista fino, un diplomático avezado y un político de raza. Ingresó en la Carrera en 1964, un año después que yo, por lo que coincidimos un año en la Escuela Diplomática. En 1968 ganó las oposiciones a Letrado de las Cortes, y abandonó la diplomacia, aunque no se quiso separarse del todo. Cuando yo estaba de Asesor Jurídico Internacional convencí al Jefe de la Asesoría, Antonio Poch para que lo nombrara Asesor Externo y nos hizo excelentes informes, sobre todo en materia de Derecho Constitucional.

            Pérez-Llorca se orientó hacia la política y se integró enel grupo “Tácito”, compuesto de jóvenes profesionales y funcionarios, principalmente de inspiración cristiano-demócrata , aunque también se sumaron a él demócratas moderados de otras ideologías e independientes –como José Pedro- y, que -bajo este seudónimo-  publicaba semanalmente en el diario “Ya” una columna de contenido social y político.

Yo contemplaba la evolución de la situación política de España desde mi observatorio lisboeta y vivía además “in situ” el desarrollo de la transición portuguesa. El carácter moderado y contemporizador del pueblo portugués había impedido que el país cayera en un régimen nacional-izquierdista dominado por el PCP de Portugal. El Partido Socialista -liderado por Mario Soares y aliado con los sectores más válidos del Movimiento de las Fuerzas Armadas- había conseguido pasar la página de un régimen autocrático de derecha hacia una democracia balbuceante pero genuina. El pueblo español, sin embargo, no era -a mi juicio- tan moderado como el portugués y, además, quedaban aún muchas personas que no habían superado el trauma de la guerra civil. Tampoco estaba seguro de que los diversos partidos socialistas españoles fueran tan moderados como sus correligionarios portugueses, y de que el PCE hubiera renunciado al totalitarismo marxista y estaba dispuesto a aceptar sinceramente las reglas del juego democrático. Aunque el desarrollo económico y el progreso social conseguido en los últimos años hacían poco probable el regreso a una situación de guerra civil, subsistía el temor a un nuevo enfrentamiento fratricida, que no cabía excluir del todo.

Consideraba que un diplomático -por su total dedicación a la profesión y su falta de arraigo en el país, al pasar fuera de él buena parte de su vida- no debía involucrarse en la acción política directa, pero la situación era sumamente dedicada y el futuro de España estaba en la encrucijada. Como, por otra parte, percibía la atonía y el desinterés político de la mayoría de los habitantes del país -salvo las minorías más radicalizadas en uno u otro sentido-, creí necesario abandonar mi cómoda posición de asepsia política y aportar mi granito de arena al establecimiento de un sistema democrático, homologable al existente en los países europeos de nuestro entorno. Durante mi forzada estancia en el Ministerio tras el asalto a la Embajada en Lisboa y aprovechando los numerosos viajes que hice a Madrid durante mi segunda fase de estancia en Portugal, entré el contacto con Pérez Llorca. Aunque procedente de los movimientos radicales de la izquierda en su época universitaria, José Pedro había ido deslizándose hacia el centro y adoptado posiciones liberales. Como nuestras posturas coincidían en lo esencial y Pérez-Llorca estaba directamente involucrado en la búsqueda de una solución reformista y centrista, me puse a su disposición para incorporarme a un proyecto ilusionante de transición hacia la democracia.
A finales de Mayo de 1976 regresé a Madrid y reanudé los contactos con José Pedro. Bajo su patrocinio, el 23 de Junio participé -por primera y última vez- en una reunión del Grupo “Tácito”, que había decidido auto-disolverse. Desde el mes de Abril, se había constituido en la semilla creadora de un futuro partido político inter-clasista de centro -el Partido Popular-, con el fin de “agrupar a las personas de procedencia liberal, cristiano-demócrata, social-demócrata o independiente, que desean para España el establecimiento de una democracia política y social, en la que se respeten escrupulosamente los derechos y libertades individuales y que promueva el más amplio desarrollo posible de la personalidad humana”, según s e decía en la carta de 24 de Noviembre, en la que la Secretaría-gestora del PP me invitaba formalmente a incorporarme al partido. Me adherí a los “Principios de Coincidencia” y al “Manifiesto para la Constitución del Partido Popular” y di mi nombre y DNI para figurar como uno de los promotores del mismo. Entre aquéllos figuraba el núcleo constitutivo de “Tácito”, miembros de incipientes agrupaciones regionales de inspiración cristiano-demócrata, social-demócrata o liberal, y algunos independientes. Había entre ellos muchos altos funcionarios -de Subdirector General a Subsecretario-, pero no figuraba ningún ex-Ministro, ni personalidad política de primer rango.

Estaba previsto presentar el partido a primeros de Julio. Yo salí el día 2 con la familia para la playa a fin de pasar unas semanas de vacaciones y, antes de marcharme, llamé por teléfono a Pérez-Llorca para que me avisara cuando se produjera el Día-D, a fin de regresar a Madrid y participar en la ceremonia constitutiva.. En el ínterin, sin embargo, se produjo la crisis del Gobierno, con la dimisión de Carlos Arias y el  nombramiento de Adolfo Suárez como Presidente del Gobierno el 5 de Julio. Dos días más tarde se conoció el nuevo Gobierno, en el que figuraban tres de los promotores del PP: Marcelino Oreja, Landelino Lavilla  y Eduardo Carriles. Item más, el día 16 se hizo público la declaración programática del Gobierno, que se inspiraba en gran medida en el Manifiesto constitutivo del PP, llegándose en algunos casos a reproducir literalmente algunos de sus párrafos. En estas circunstancias, se hizo necesario aplazar la presentación oficial del PP, pues nos quedamos amarrados a la brocha ya que Suárez se había  llevado la escalera. Yo llamaba por teléfono casi todos los días a Pérez-Llorca desde la playa para seguir el curso de los acontecimientos, hasta que José Pedro me anunció la decisión de aplazamiento de la presentación del Partido hasta después del verano. De vuelta a Madrid reanudé los contactos con vistas al lanzamiento del PP, que finalmente se produjo el 1 de Diciembre.

En una crónica en “El Mundo”. Joaquín Bardavío ha dicho que Pérez-Llorca “buscó inscribirse en el Partido Popular, un pequeño grupo capitaneado por José María de Areilza y Pío Cabanillas”. Esto no es del todo cierto, pese a lo que dijeron los medios comunicación de la época y que pareció creerse el propio Conde de Motrico, cuando afirmaba en su “Diario de un Ministro de la Monarquía”:”A mi me parecía que era el momento de reunir a la gente que tenía el pensamiento de hacer en España una operación que no fuera ni franquismo resucitado, ni la izquierda que era anti-monárquica o sencillamente republicana. Entre el neofranquismo y la izquierda había un espacio muy amplio y éste era el espacio que nosotros queríamos ocupar. Era la idea de un centro democrático...Hubo una gran respuesta de gente que vino a sumarse a este proyecto mío. Varios partidos de centro quisieron incorporarse a esta propuesta política”. Pérez-Llorca fue uno de los inspiradores del PP y formó desde el principio parte de la Secretaria del Partido, junto con Manuel Fraile, Juan Antonio Ortega, Alejandro Royo-Villanova y José Armengod.
Los días 5 y 6 de Febrero de 1977 se celebró en Madrid el Congreso constitutivo del PP. Se planteó un debate interno sobre quienes deberían asumir la dirección del Partido, dividiéndose la opinión entre los que defendían el nombramiento de personalidades políticas ya reconocidas -como el Conde de Motrico o Pío Cabanillas- y los que considerábamos que deberían elegirse, como hasta entonces, personas nuevas, no vinculadas al pasado, aunque fueran poco conocidas y carecieran de experiencia política. Prevaleció la primera tesis y se nombró Presidente a Cabanillas y Vicepresidentes a Areilza y a Attard. Se formó una Secretaría tripartita integrada por José Luis Alvarez, Juan Antonio Ortega y José Pedro Pérez-Llorca.

En un Comunicado se decía que el PP tenía el propósito de “relacionarse y, en su caso, establecer vínculos estables, e incluso organizativamente unitarios, con todos los partidos que se mueven en la misma zona del espectro político”. Desde un primer momento, se anunciaba la intención de crear un partido de centro amplio, que luego se convertiría en la UCD. Éramos conscientes que el I Congreso sería el último y que el PP se auto-inmolaría para nuclear el nacimiento de una agrupación política más amplia. Los contactos que se habían venido realizando con sectores liberales -Garrigues, Camuñas o Larroque-, social-demócratas -Fernández Ordóñez- o demócrata-cristianos -IDC de Ruiz Giménez, PPDC de Alzaga o UDE de Jiménez Mellado- adquirieron un ritmo frenético durante el Congreso, a cuya clausura asistieron la mayor parte de los dirigentes de estos partidos o agrupaciones. Esta situación quedó reflejada en el discurso final de Ortega: ”Yo querría que este acto no fuese sólo el acto de clausura del Congreso del Partido Popular, sino el acto de inauguración del Centro Democrático”.
Dicho y hecho. Las negociaciones dieron su fruto y en el mes de Marzo se constituyó la Unión de Centro Democrático, en la que se integraron casi todos los aspirantes, con la importante excepción de IDC de Ruiz-Giménez y el grupo de  Gil-Robles

 La situación había cambiado y el proyecto ilusionado y espontáneo de creación del PP, protagonizado por un grupo de gente joven sin experiencia política, había cumplido su objetivo de permitir la creación, prácticamente de la nada política, de una fuerza de centro con posibilidades de éxito electoral, Para conseguir éste Se estimó que  que era necesario aliarse con el Gobierno de Adolfo Suárez, que contaba con las palancas del poder. Fue, sin embargo, una alianza pírrica por su carácter asimétrico, en la que el pez grande se comió al chico a la hora de elaborar las listas. Se produjo el desembarco del equipo en el poder y Suárez fue imponiendo en los puestos claves a sus seguidores -los llamados “azules”. Las listas que ingenuamente había preparado el equipo gestor de UCD quedaron irreconocibles. Pérez-Llorca -que figuraba en uno de los primeros puestos en la lista por Madrid- se vio catapultado al puesto 16 ó 17, y estuvo en un tris de quedarse sin escaño. José Pedro fue nombrado Ministro de la Presidencia y, un año más tarde, Ministro de Administración Territorial, puesto desde donde tuvo que lidiar con el morlaco del referéndum andaluz y el Gobierno no pudo haber hecho peor faena. Andalucía no era una comunidad histórica y carecía de un particularismo lingüístico, cultural o jurídico. La mayoría de sus pobladores la consideraban como una “región” y no una “nacionalidad”, y se consideraban por igual andaluces y españoles. Sin embargo, el Partido Socialista Andaluz  -recogiendo la bandera blanqui-verde de Blas Infante- empezó una campaña en pro de un “nacionalismo andaluz” poco diferenciado, que fue ganando adeptos ante la falta de receptividad y de os supuestos o reales agravios del Gobierno Central. Su principal reivindicación se centró en la calificación de la Comunidad como “nacionalidad histórica” y en la pretensión de que su Estatuto se rigiera por el artículo 151, en vez de por el del 142. Como la Constitución no incluía a Andalucía como “comunidad histórica”, hubo que recurrir a un referéndum para que el pueblo andaluz se pronunciarse al respecto.

El Gobierno no pudo estar más desacertado en el tratamiento del tema, pues se negó a reconocer este derecho al pueblo andaluz -lo que provocó una gran reacción en contra, incluso entre la mayoría no nacionalista-, elaboró una pregunta que era un auténtico galimatías -lo que confundió aún más la situación- y, finalmente, recomendó a sus militantes y seguidores que se abstuvieran en la votación, en la vana esperanza de que no se consiguiera en cada una de las provincias el requerido 50% de votos. Traté de influir sobre José Pedro para cambiara de táctica en Andalucía, pero no tuve mucho éxito.

En 1980, Pérez-Llorca fue nombrado Ministro de Asuntos Exteriores. Me ofreció la jefatura de la Asesoría Jurídica Internacional, un puesto al que siempre había aspirado. No duró mucho mi alegría porque, un año más tarde, me pidió que me hiciera cargo de la Secretaría General Técnica, lo que tuve que aceptar por “vergüenza torera”. Me dio plena confianza y en el año escaso que estuve como Secretario General Técnico pude acometer importantes reformas; informatización del Ministerio, mejora de la seguridad, mayor fluidez la las relaciones con las Cortes, publicaciones, publicación tratados…José Pedro era un poco indolente y le costaba trabajo firmar documentos. Yo tenía con él una batalla continua para conseguir las numerosas firmas que requería el trabajo de la SGT, especialmente en materia de tratados y en la relación con las Cortes. Tenía al día la respuestas a las preguntas e interpelaciones de diputados y senadores, pero no conseguía que me las firmara y la carpeta iba aumentando. Cuando me invitaba a una cena en Viana allí que iba con mi carpeta y, tras la marcha de los invitados, procuraba conseguir algunas firmas, a lo que accedía a veces como si se tratara de un favor personal. Al fin encontramos una solución un tanto heterodoxa: que la firma de los documentos de trámite la hiciera el pendolista del Ministerio.

Pérez-Llorca tenía una gran sensibilidad política y cuando estaba convencido de la conveniencia de realizar una determinada política, la llevaba a cabo con empeño, como ocurrió con el ingreso de España en la OTAN. Sabía que si no se daba el paso de adherirse al Tratado constitutivo de la OTAN durante el Gobierno de UCD, ya en fase terminal, España no entraría en la Alianza. Realizó una impresionante acción diplomática para convencer a los más remisos –especialmente Francia, Italia y Grecia- y fue realizando la tramitación interna, pese a la rotunda oposición del PSOE.

            Temprano en la mañana del sábado 27 de Marzo d 1982 recibí una llamada urgente de José Pedro en la que me pedía que acudiera de inmediato al Ministerio –donde enviaría una de sus Secretarias- para que redactara el instrumento de adhesión de España al Tratado de Atlántico Norte. Le comenté que además del Tratado de Washington había una serie de Acuerdos complementarios, pero me dijo que me olvidara de ellos y me limitara a redactar el Instrumento de Adhesión al Tratado de Washington, pues era de la máxima urgencia. Redacté el Instrumento y esa misma tarde lo llevó a la Embajada de Estados Unidos Manuel Pombo y fue depositado en el Registro de la Secretaría de Estado, casi de tapadillo, el domingo por el Encargado de Negocios a.i., Alonso Álvarez de Toledo.

            Concedida por las Cortes Generales la autorización prevista en al artículo 94 de la Constitución y, por consiguiente, cumplidos los requisitos exigidos por la legislación española, extiendo el presente Instrumento de Adhesión del Reino de España al Tratado del Atlántico Norte, para que, mediante su depósito y de conformidad con los dispuesto en el artículo 10, el Reino de Espaá pase a ser Parte en dicho  Tratado”.Lo firmaba el Rey Juan Carlos I y lo refrendaba el Ministro de Asuntos Exteriores, José Pedro Pérez-Llorca. El ingreso en la OTAN, aunque fuera con nocturnidad, fue  uno de los logros de los que José Pedro se mostraba más satisfecho.

            Tras la debacle de UCD en las elecciones generales de 1982, Pérez-Llorca se retiró de la política activa y se refugió en su importante Bufete de Abocados, la actividad empresarial y la Presidencia del Patronato del Museo del Prado. Confío en que Dios, en su infinita misericordia, lo haya acogido en su seno, Seguro que las tertulias celestiales serán ahora más entretenidas con el gracejo gaditano de José Pedro. ¡Descanse en paz!

Madrid, 8 de Marzo de 2019

La olvidada guerra entre Huéscar y Dinamarca


LA OLVIDADA GUERRA ENTRE HUÉSCAR Y DINAMARCA

            ¿Quién no ha oído hablar del Alcalde de Móstoles, de su “Bando de la Independencia” y de la supuesta declaración de guerra del pueblo madrileño a la Francia de Napoleón Bonaparte? En realidad, se trató de dos Alcaldes ordinarios del pueblo mostoleño, Andrés Torrejón y Simón Hernández, quienes –a instancias del Juan Pérez Villamil, Auditor General y Secretario del Consejo del Almirantazgo, y ulteriormente miembro de la Junta Suprema del Consejo del Reino- firmaron el 2 de Mayo de 1808 –tras  conocer la insurrección del pueblo de Madrid contra las tropas napoleónicas mandadas por el General Jean.-Andoche Junot- una circular dirigida a las autoridades de las ciudades cercanas. Tras mencionar la actuación de los pérfidos franceses que, “so color de amistad uy alianza, nos quieren imponer un pesado yugo”, las instó a que tomaran “las más activas providencias para escarmentar tal perfidia, acudiendo al socorro de Madrid y demás pueblos y alistándonos, pues no hay fuerza que prevalezca a quien es leal y valiente, como los españoles lo son”. La efeméride ha sido incorporada a la Historia de España como una de las gestas de nuestro país y considerada como símbolo de la rebelión y del triunfo del pueblo contra la tiranía.

            Pero muy pocos tienen noticia y desconocen, por tanto, un peculiar hecho histórico poco frecuente, como fue la incruenta guerra de un modesto pueblo andaluz, la Muy Noble y Leal Ciudad de Húescar (Granada), contra el Reino de Dinamarca, que se inició en 1809 y ha durado 172 años.

Huéscar, ciudad medieval

            Huéscar es un pueblo de 7.609 habitantes, cuya situación con respecto al meridiano de Greenwich es  de 38º 05´  y 37º 45´ de latitud Norte, y 2º 44. y 2º 26´ de longitud Oeste. Es la capital de una comarca situada en el centro-norte de la provincia de Granada –en el rabo de un territorio en forma de pera- y limita con las provincias de Murcia, Almería, Jaén y Albacete. Se encuentra a los pies del Monte Sagra  (2.383 metros de altura), entre los riachuelos Guardal y Barbatas, afluentes del Guardiana Menor, en la ruta natural entre Levante y Andalucía, y equidista de las capitales de Granada y de Murcia, de las que dista 150 kilómetros. Es un pueblo con un alto nivel cultural, que cuenta con un Instituto y varios centros de enseñanza y tiene un elevado porcentaje de estudiantes universitarios. Huéscar es además el lugar de nacimiento de mi madre y el pueblo al que fue mi padre en su primer destino como Juez de Primera Instancia e Instrucción.

            A partir del siglo XIII nació el núcleo urbano de Huéscar en tierra de frontera entre cristianos y musulmanes. El 15 de Febrero de 1243 se firmó en Toledo el privilegio de donación de la ciudad a la Orden de Santiago y el Emir de Granada, Mohamed I, reconoció el dominio cristiano en esta zona fronteriza. Estaba situada en el antiplano –a 958 metros  de altitud media-, era un escalón en el corredor que transcurría entre la Sierra Subbética y la Cordillera Penibética –rodeada por las Sierras de la Sagra, Segura, Cazorla y Alcaraz- y tenía un gran valor estratégico, por lo que era de vital importancia para la estrategia militar del Emirato de Granada controlar este espacio fronterizo. De ahí que el rey Alhamar aprovechara la muerte de Fernando III el Santo para sublevar a la morería de la comarca y ocupar en 1252 la fortaleza de Huéscar.

            En este contante “toma y daca”, los cristianos recuperaron en 1271 el dominio del pueblo, que duró hasta 1325, cuando el Rey granadino Ismail I conquistó de nuevo Huéscar, tras un asedio en del que –según un cronista musulmán de la época- se utilizó por primera vez la pólvora en Europa. “Ismail emplea la gran máquina que funciona por medio de la pólvora. Lanza una bola de hierro enrojecido contra el muro de la fortaleza. La bola, lanzando chispas, cayendo en medio de los sitiados y causando tantos destrozos como el rayo que cae del cielo. Varios poetas celebraron este acontecimiento”.

            Durante un siglo se mantuvo estable la situación. A mediados del siglo XIV, el historiador lojeño, Ibn al-Jatib, escribió que Huéscar estaba situada ”en una hermosa  llanura, regada copiosamente por arroyos, donde hay muchos plantíos y pastos abundantes, de suerte que se logra allí una gran cosecha y muchas ganancias. Hay igualmente mucha caza y ganado. Por lo demás, el baluarte y la fortaleza no la defienden suficientemente, la rodea de continuo el peligro y sus habitantes se encuentran resignados a la ventura que Dios les depare”.    

            En 1434 se produjo una ofensiva castellana contra la morería oscense y el pueblo fue conquistado al asalto por el Maestre de Santiago, Rodrigo Manrique, cuyas gestas fueron cantadas 1501 por su hijo Jorge en sus famosas “Coplas a la muerte de mi padre”, que todos hemos estudiado y memorizado en la escuela:

Recuerde el alma dormida,
 avive el seso y despierte
 contemplando
 cómo se pasa la vida,
             cómo se viene la muerte
             tan callando…

            El propio Maestre relató la toma de la ciudad: “Llegamos en ordenanza fasta la cava, la qual es muy fonda. E llegados fallamos las velas mudadas e velando lo mejor que yo nunca vi, e dos rondas que cruzavan en el logar mesmo donde las escalas se habían de asentar, e el escala fue puesta en pasando las rondas, las quales yban hablando en su arábigo, que si Dios les escapava de aquella noche, que no había meçelo enguno…[…] E fue peleando e ganando torres por la çerca, fasta que falló descendida para la puerta. E descendió e vidose en asaz trabajo en la quebrar, pero al fín él la abrió […] E entré yo por ella con la otra gente e fuemos peleando por las calles fasta nos meter en el alcaçar e en ciertas torres que ellos tenían en el adarve. En la cual pelea fueron feridos gran parte de la gente, asy de nosotros como de los enemigos”.  Al día siguiente llegaron de Baza 500 jinetes “e los moros, reconociendo la poca gente, echaron una escala por una torre del adarve que ellos tenían e comneçaron a a suvir de sus vallesteros gran piecça de gente, e otros vinieron e abrieron la una  puerta que tenían a par de su castillo, para que entrasen los cavalleros que estavan allí. Siguió la feroz lucha durante una semana hasta que la suerte se inclinó del lado cristiano “e leyendo estos señores ser complidero su salida de ellos, como quiera que fuese del castillo, e segurámosles  las vidas […] este juebes en la noche fueron todos fuera e nosotros apoderámosnos de la fortaleza”.

            Según ha relatado Gregorio Martínez Punzano en su libro “Huéscar a tu alcance”, el dominio cristiano fue efímero, ya que, en 1447, los musulmanes granadinos volvieron a recobrar la ciudad. En la  Crónica del Halconero de Juan II” se narró que se había producido discrepancias en la Corte cristiana porque, ante los elevados costes de la defensa de Huéscar, varios cortesanos llegaron a defender que era mejor  abandonarla. La incorporación definitiva tuvo lugar en 1488 bajo los Reyes Católicos. Según ha contado el marqués de Cádiz, el Alcaide de Huéscar y varios notables ofrecieron al Rey Fernando la ciudad y el Rey la aceptó. “Fue juebes, cinco días de dicho mes de julio, llegó el exército a la vista de la ciudad de Huéscar, que visto por los moros de la ciudad de que sin nadie les saliese a la oposición, se le puso sitio por todas partes, con que luego en su consejo trataron de entregarse al rey católico sin sufrir un sitio que resultaba talarles los campos. Y para ello nombraron diputados que fueron al real del Rey y se ofrecieron por vasallos con las condiciones que se les avían dado a las demás villas de aquella provincia, que siendo otorgadas por el Rey y firmadas, quedaron en la obediencia y vasallaje con el juramento de fidelidad, y se le fue entregada la ciudad con sus fortalezas, castillos y torres viernes dies y seis de julio, entrando el Rey en ella con grande alegría de los moros, porque no recibieron daño ninguno y habiendo dado gracias a Dios”. El Rey Fernando nombró Gobernador a Rodrigo Manrique. En uno de los relieves del coro de la catedral de Toledo –obra de Rodrigo Alemán- hay una escenificación de la toma pacífica de Huéscar, en la que aparece la entrada de los cristianos en la plaza, mientras una mula rebuzna ante las almenas desiertas, y en la que se ve una puerta de la ciudad abierta.

              Los Reyes Católicos concedieron a los oscenses unas Capitulaciones por las que les ofrecían todo tipo de garantías, especialmente las de que Huéscar siempre sería villa real y no sería entregada a Señor alguno, y que los musulmanes verían respetada su religión y costumbres, compromisos que no fueron cumplidos por los propios católicos monarcas. Así, en 1496 entregaron el Señorío de la ciudad al Conde de Lerin, Condestable de Navarra y, aunque los moriscos oscenses protestaron, no se les hizo el menor caso. En esta época se produjo una repoblación de la comarca con gente navarra, como atestiguan apellidos comunes en la ciudad como Iriarte o Cocostegui. En 1503 se anuló la concesión real y se retrotrajo Huéscar a la Corona, pero se impuso a los musulmanes la religión cristiana mediante conversiones forzosas. El Rey Fernando, como buen político, asumió una postura salomónica –diría que maquiavélica, aunque Maquiavelo no había escrito aún “El Príncipe”- y concedió a los forzados cristianos toda clase de derechos y privilegios, pero les prohibió su vuelta al islamismo.

            En 1533 las Capitulaciones quedaron definitivamente en papel mojado, cuando la Reina Juana “la Loca” donó la ciudad en señorío a Fadrique de Toledo, Duque de Alba, al que debe su nombre la Puebla de Don Fadrique, situada a 21 kilómetros de Huéscar. De ahí procede que el primogénito de la Casa de Alba ostente el título de Duque de Huéscar y que la ciudad dependiera hasta fecha reciente de la Archidiócesis de Toledo. El resentimiento de los musulmanes oscenses fue profundo, como reflejaría años más tarde el escritor e historiador granadino Diego Hurtado de Mendoza. “Güéscar, ciudad de los confines del Reino de Murcia y Granada, patrimonio que fue del Rey Católico don Fernando y dada en satisfacción de servicios al Duque de Alba, don Francisco de Toledo; pueblo rico, gente áspera y a veces mal mandada, descontenta de ser sujeta sino al Rey y desasosegada con este estado que tiene, procura trocarle con otros que desasosiegan más”. En 1520 estalló una rebelión contra el Duque de Alba porque –según testimonio del Marqués de Mondéjar- los oscenses no querían ser tierra de señorío, sino de realengo, tal y como se había consignado en las Capitulaciones.
            A lo largo del siglo XVI, los moriscos constituyeron los sectores económicos más activos de la ciudad. En 1570 vivieron la agitación de la gran rebelión morisca, aunque no participaron en ella. Pese a ello, la represión les afecto y muchos de ellos fueron expulsados, hasta el extremo que Huéscar –que había llegado a alcanzar una población de 6.000 habitantes, la vio reducida a la mitad a finales  del siglo.

Insólita declaración de guerra de Huéscar a Dinamarca

            Mi primo Vicente González Barberán –filósofo de formación, historiador por vocación e investigador por compulsión- se ha dedicado en sus ratos libres a husmear en los archivos de los pueblos de la comarca. Un día de 1981, cuando a la sazón yo fungía como Jefe de la Asesoría Internacional en el Ministerio de Asuntos Exteriores, me llamó para decirme que había encontrado en el Archivo del Ayuntamiento oscense un curioso documento, fechado el 11 de Noviembre de 1809, en el que, tras establecerse  normas sobre la vendimiares y prohibir a los rebuscadores que salieran hasta que se hubiera recogido la cosecha y decidir sobre las alcábalas de penas de posesiones, se decía de pasada que “en este Cabildo se hizo presente la declaración de guerra contra la Dinamarca”. Me pidió que viera si había algún documento en el Ministerio sobre el tema y le prometí Hacer indagaciones en el Archivo Histórico del Ministerio.

            Bajé a las zahurdas del Palacio de Santa Cruz –donde se hallaba instalado el Archivo del Ministerio y pregunté a la Archivera si podía ver la parte del Archivo correspondiente al año 1809. Me contestó que sólo estaba ordenado y catalogado el material a partir del año 1826 y, al preguntarle dónde se encontraba la documentación de los años anteriores, y me respondió “¡Ahí!, señalándome una estantería donde había  cientos de legajos desordenados. Se me cayó el alma a los pies, pero decidí echar un vistazo para cubrir el expediente y, por mor de la providencia o del destino –según se prefiera- encontré inopinadamente lo que no sabía muy bien estaba buscando. En un legajo sobre el apresamiento de un buque noruego, hallé el Decreto de 1a Suprema Junta del Gobierno del Reino dirigido a los Consejos de Castilla y de la Guerra, fechado en Sevilla el 8 de Septiembre de 1809, en el que se comunicaba la ruptura de todos los vínculos con Dinamarca.

 En él afirmaba que “la Dinamarca está oprimida y sugeta a la voluntad de Napoleón, la Dinamarca no está ya en paz  con la España: la España la declara la guerra en el primer caso como a una potencia de quien se halla agraviada; en el segundo, se la hace y hará como a una Provincia de la Francia. La Dinamarca es responsable a Dios, al mundo y a la humanidad de la sangre que en esta lucha se derrame. Es responsable del resto de los Españoles que permanecen violentamente en su territorio. La España y su Gobierno, en nombre de su muy Amado Soberano Fernando VII, pérfidamente detenido en Francia, declara que ha cesado toda comunicación con la Dinamarca y que se han roto los vínculos de amistad que la unían. Da libertad y autoriza a las tropas Españolas, Navíos de guerra y de particulares para atacar las fuerzas Danesas en cualquier parte que se hallen, apresar sus navíos en los parages donde se encuentren, vengar los insultos recibidos y no cesar en las hostilidades que se la hagan hasta que, de previo un mutuo convenio de Corte a Corte. se acuerde un tratado en el que se estipulen las condiciones de una Paz, se ponga fin a una guerra, en cuya provocación declara altamente la España al Universo, no tener la menor parte, antes bien, haberla procurado evitar, y de cuyos males no es responsable, sino el agresor que tan injustamente ha dado lugar a las desavenencias que la ha suscitado y de cuyos males no es responsable, sino el agresor que tan injustamente ha dado lugar a las desavenencias que la ha suscitado”.

Motivos de la Declaración de Guerra a Dinamarca

En 1807, España y Francia estaban en guerra con la “Pérfida Albión” y  Napoléón invocó el pacto dinástico y pidió a Carlos IV enviara tropas para luchar contra los ingleses. El Gobierno de Manuel Godoy mandó un contingente de 13.555 efectivos, bien armado y pertrechado, al mando del General Pedro Caro, Marqués de la Romana, para ayudar al Mariscal Jean-Baptiste Bernadotte a conquistar los países escandinavos. La expedición española quedó empantanada en Dinamarca a causa de la presencia de la flota inglesa, que les impedía atravesar los estrechos daneses. Entretanto se habían producido la rebelión del pueblo madrileño de 2 de Mayo de 1808 y la ocupación de buena parte de España por las tropas francesas. El Gobierno inglés procuró informar al Marqués de la Romana de lo que estaba ocurriendo en España para que se tornara contra Napoleón y, a tales efectos, le envió un mensaje a través del sacerdote escocés James Robertson, quien lo puso en contacto con el antiguo representante inglés en Madrid, John Frere, buen amigo del Marqués. En secreto concertaron un plan para que buques ingleses evacuaran a las tropas españolas de Dinamarca.

            Según se dice en la Declaración de Guerra, “en el momento en que la parte del Exército Español que estaba en Dinamarca tubo noticia de la noble resolución de sus compatriotas de sacudir el yugo de Francia y declararla la guerra, tomó la noble y  muy rara en la Historia resolución de abandonar aquel pays y embarcarse para reunirse con sus conciudadanos en su misma patria, volando al socorro de sus hermanos y arrostrando peligros para ser partícipes de la gloría que éstos adquirían […] El Marqués de la Romana, que mandaba este cuerpo, no dudando del valor y constancia y patriotismo de los soldados, ayudado del zelo de los oficiales y de su general, consiguió salir con la mayor parte de sus tropas, reuniéndose en la Ysla de Langeland, en donde se embarcaron para España, mediante los eficaces auxilios que le prestó el Comandante de las fuerzas navales ynglesas estacionadas en aquellos mares. La delicadeza del proceder del Marqués de la Romana y su cuidado en evitar todo lo que podía tener aire de hostilidad contra el Gobierno danés y en mantener por su parte la buena armonía  que reynaba entre aquella Corte y la suya, llegó al extremo de que, siendo indispensable atacar algunos buques daneses para apoderarse de la fortaleza de Nyborg, que debía protege la fuga de su Exército, tomó a su cargo el Almirante ynglés la empresa de atacarlos y rendirla”.

            El problema fue que el Capitán Costa se había ido el día de autos de “picos pardos” y no se enteró del plan de evacuación y, cuando regresó al Castillo de Kolding donde estaba alojado con su tropa, se encontró con que el resto de las tropas españolas se había marchado y se había quedado solo con su compañía, y desesperado se pegó un tiro. Fue la única víctima conocida de la mini-guerra oscense-danesa. Los rezagados españoles quedaron confinados en el castillo en medio de, no tanto de la hostilidad, como de la indiferencia de la población danesa que, en horas veinticuatro, pasó a considerarlos enemigos en vez de aliados. Se dedicaban a hacer más el amor que la guerra. Pasaban tanto frío, que encendieron unos fuegos para calentarse y casi quemaron el castillo. “Si Dinamarca hubiese quedado neutral a estos sucesos, no oponiéndose a su salida, ni haciendo esfuerzo para retener esta porción de tropas, la España constante en su sistema de delicadeza y de escrupulosidad, no tomaría aún medidas fuertes contra la Dinamarca ni rompería los vínculos de buena armonía […] pero los sucesos posteriores acreditan la parte activa que –o bien de grado o bien de fuerza- S.M. Danesa ha tomado y toma en la guerra de la España contra Francia”.

            La Junta Suprema Española se dio algún tiempo para dar a Dinamarca ocasión de modificar su actitud y, en Junio de 1809, ordenó a su representante en Inglaterra, Juan Ruiz de Apodaca que, ”a pesar de los grandes agravios que ha recibido España de parte de la Corte de Dinamarca, ha diferido el declararla la guerra creyendo que, siguiendo el exemplo de otras potencias, se declararía contra Francia en la justa causa que defendemos y, como esto no se haya verificado, ha resuelto S,M, que VE trate con ese Gobierno saber si sería conveniente el declarar la guerra a la Dinamarca”. La opinión del Gobierno inglés no podía ser otra que recomendar  la declaración de guerra y la Junta, estimando que los hechos acreditaban la mala voluntad de Dinamarca, el 18 de Septiembre de 1809 le declaró la guerra y ordenó que todos los súbditos dinamarqueses existentes en los dominios de España e Indias fuesen “considerados y tratados como prisioneros de guerra”. Se enviaron correos a todas las ciudades que no estaban bajo control del Imperio francés y, cuando el Ayuntamiento de la muy Noble y Leal Ciudad de Huéscar recibió la comunicación, decidió declararle la guerra a la malvada Dinamarca.

Firma de la paz entre Huéscar y Dinamarca

            Tras mi hallazgo del documento sobre la Declaración de Guerra, el Alcalde de Huéscar y primo nuestro, José Pablo Serrano Carrasco, nombró mediador para alcanzar la paz a Vicente González Barberán, quien –con mi ayuda- inició unas delicadas negociaciones con el Embajador danés en Madrid. Mogens Wandel-Peterson se tomó el asunto con sentido del humor y expresó la preocupación de su Gobierno ante el hecho de que una nación en la que uno de sus pueblos estaba en guerra con Dinamarca había solicitado su ingreso en la OTAN y, si no se solucionaba el conflicto, no podría dar su anuencia al ingreso de España en la Alianza y tendría que elevar el presupuesto militar. Al fin se llegó a un acuerdo tras arduas negociaciones y se decidió firmar la paz en Huéscar el 11 de Noviembre de 1981,  en el 172º aniversario del inicio de la contienda.

            El Ayuntamiento de Huéscar había constatado que seguía vigente el estado bélico del pueblo con Dinamarca, dado que no existía constancia de que esa situación hubiera sido anulada o revocada por otra posterior del Cabildo. Por eso instaló en las diversas entradas al pueblo carteles en español y en danés en los que advertía a los dinamarqueses que entraban en territorio enemigo y se atuvieran a las consecuencias. Un periodista de Copenhague que osó atravesar las líneas rojas fue detenido y esposado, Cuando, tras firmarse la paz, pidió ser liberado, el Jefe de la Policía Municipal no halló la llave de las esposas y hubo que llamar al cerrajero -el “Niño del martillo”- para que las descerrajara, en medio de las lamentaciones del reportero. La ciudad se vistió de gala para recibir a sus ilustres visitantes, el Embajador danés y otros miembros de la Embajada, el Gobernador Civil y la más altas autoridades civiles y militares de Granada, mi modesta persona que acudía en representación del Ministerio de Asuntos Exteriores y cientos de daneses que vinieron en autobuses desde la Costa del Sol, ataviados con trajes vikingos y su cascos encornados.

En la sesión solemne celebrada en el Salón de Actos del Ayuntamiento, el Alcalde Serrano dijo que el oscense era un pueblo amante de la paz y, por ello, juzgaba que “el necesario acto de reconocer que realmente estamos en paz merece, al menos, un acto análogo al que se llevó a cabo en este mismo salón y tal día como hoy en el año 1809. El Embajador y el Alcalde firmaron el acta de la paz, los pueblos de Huéscar y Kolding decidieron hermanarse y se izó la bandera danesa en el Consistorio oscense. Acto seguido, se dio el nombre de Dinamarca a una plaza del pueblo y se celebró una opípara comida, en la que se saboreó el típico cordero segureño y los huéspedes daneses libaron “ad libitum” los generosos vinos de la comarca, con los consiguientes efectos. El evento provocó un inusitado interés en la comunidad internacional pues, en momentos de continuos conflictos bélicos, era poco habitual que se produjeran actos de exaltación de la paz. Fue cubierto por la prensa, la radio y la televisión de España, Dinamarca, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Estados Unidos y hasta de Japón. “Tout est bien, qui finit bien”. ¡Había estallado la paz!

Madrid, 11 de Noviembre de 2018