MALA CONCIENCIA DE LA UE SOBRE REFUGIADOS E INMIGRANTES
Mientras los satisfechos
ciudadanos de la Unión Europea
disfrutan de unas merecidas vacaciones en las deliciosas playas del
Mediterráneo, miles de personas extra-comunitarias arriesgan sus vidas al intentar
cruzar sus aguas en búsqueda de la feliz Arcadia europea. Más de 3.000 personas
han perecido en el intento en lo que va de año ante la indiferencia de las
instituciones comunitarias y los Estados miembros de la
UE. La Unión creía haber resuelto el
problema de los refugiados sirios con su Acuerdo con Turquía y, si bien ha conseguido
disminuir considerablemente el flujo de inmigrantes a Grecia vía Turquía, ha
provocado el desviar el tráfico a otras rutas, especialmente la que va de Libia
a Italia. Numerosos inmigrantes han podido ser salvados de la muerte gracias a
la actuación de buques de la propia Italia y de España y, sobre todos, de las
ONG humanitarias.
El Gobierno italiano –que no
cuenta con la debida solidaridad de sus socios de la Unión y de la Comisión Europea-
se encuentra desbordado a la vez que dividido pues, mientras el Ministerio del
Interior ha impuesto un “Código de Conducta” que obliga a llevar personal
armado a bordo de los buques de rescate y es partidario de prohibir el
trasbordo de náufragos a otras embarcaciones e incluso su desembarco en Italia,
el de Transportes propugna priorizar la aplicación de las normas
internacionales de salvamento marítimo. Una muestra del caos existente es lo
ocurrido al barco “Golfo Azurro” de la ONG española “Preactiva Openarms” que, tras haber
rescatado a tres náufragos libios a petición de las autoridades italianas, ha
encontrado la oposición de éstas a que sean desembarcados en su territorio. El
barco “Iuventa” de la ONG alemana “Jugend Rettet” fue confiscado por Italia
bajo la acusación de negarse a aceptar el “Código de Conducta” y “favorecer la inmigración clandestina”.
Esta opinión es compartida por muchos en Italia y en el resto de la UE , por estimar que los
rescates producen un “efecto llamada”
y hace el juego a las mafias de traficantes, al permitir que un alto porcentaje
de los inmigrantes que arrojan al mar en condiciones deplorables sean
rescatados de la muerte puedan llegar a
su destino europeo. La
Organización xenófoba “Generación
Identitaria” ha fletado el buque “C-Star”
para obstaculizar las actividades salvadoras de las ONG. Las patrulleras libias
–financiadas con fondos comunitarios- disparan –de momento al aire- sobre los
navíos de las ONG para dificultar su actuación humanitaria con total impunidad
ante la pasividad de la Unión. En
vez de actuar eficazmente contra las mafias traficantes, permiten que se
hostigue a los buques humanitarios, ponen obstáculos a la admisión de los
rescatados e incumplen sus normas y directrices sobre admisión de refugiados.
Refugiados políticos
y económicos
Los medios
de comunicación y la opinión pública suelen confundir en un “totum revolutum” variantes de emigrantes
muy distintas: refugiados, personas acreedoras a “protección subsidiaria” y
emigrantes por motivos económicos o de índole no política. Según la Convención de Ginebra
de 1951 sobre el Estatuto de los Refugiados, por tales se entiende a las
persona que -debido a fundados temores a ser perseguidas por motivos de raza,
religión, nacionalidad, opiniones políticas o pertenencia a determinado grupo
social, de género u orientación sexual- se encuentren fuera del país de su
nacionalidad y no puedan o no quieran
acogerse a la protección de tal país, o que –careciendo de nacionalidad y hallándose
fuera del país donde antes hubieran tenido su residencia habitual- no puedan o
quieran regresar a él. La
Directiva 2004/83 de la Comunidad Europea
sobre Refugiados y Personas Necesitadas de Protección Internacional requiere
que dichas personas no estén incursas en causas de exclusión, denegación o
revocación de asilo. Quedan excluidas las personas que hubieran cometido
delitos contra la paz, crímenes de guerra o de lesa humanidad u otros delitos
graves, o realizado actos contrarios a los principios de la ONU , o que constituyan un
peligro para la seguridad interior o exterior del Estado de acogida. La Directiva incluye asimismo
el supuesto de personas acreedoras de “protección subsidiaria”: a saber, los
extranjeros o apátridas que –sin reunir los requisitos para obtener asilo o ser
considerados como refugiados- se enfrenten a un riesgo real de sufrir daños en
casos de regresar a sus países de origen. Tales daños podrían derivar de una
condena a muerte, de torturas o tratos degradantes, o de amenazas graves contra
su vida o integridad física, motivadas por una violencia indiscriminada en
situaciones de de conflicto interno o internacional.
Existe, por
último, la categoría de personas que abandonan sus países y se trasladan a
otros –legal o ilegalmente-, con el loable
objetivo de salir de la pobreza o de mejorar su nivel de vida. Éstos son que son calificados de “emigrantes económicos”
y no gozan de ningún estatuto especial de conformidad con el Derecho
Internacional o Comunitario. Como ha señalado –por una vez con razón- Donald
Trump, la emigración no es un derecho, sino un privilegio. Los Estados, en el
ejercicio de su soberanía, se pueden negar a acoger a emigrantes o condicionar
su acceso al territorio nacional al cumplimiento de determinados requisitos.
Es un grave
error mezclar estos conceptos y pretender tratar a todos los emigrantes con el
mismo patrón, de lo que salen perjudicados los refugiados y las personas dignas
de protección subsidiaría, que –por encontrase en una situación de
vulnerabilidad- requieren un tratamiento especial por parte de la comunidad
internacional. Tal no es el caso de los subsaharianos y nacionales de países en
desarrollo que tratan de alcanzar Italia o España desde las costas
norteafricanas en pateras, o de saltar las vallas que separan Marruecos de las
ciudades españolas de Ceuta o Melilla. Se criticó en su día la afirmación del
entonces Ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, de que quienes cruzaran
ilegalmente la frontera en estos territorios no serían considerados refugiados
y podrían ser devueltos a su lugar de procedencia sin aplicar el proceso legal
individualizado que requieren la
Ley 4/2000 sobre Derechos y Libertades de los Extranjeros en
España y su Integración Social, y la
Ley 12/2009 Reguladora del Derecho de Asilo y de la Protección
Subsidiaria. Por mucho que nos duela la lamentable situación en
que se encuentran los subsaharianos que pretenden entrar por la fuerza en
nuestras plazas de soberanía, la opinión del Ministro es jurídicamente
impecable. España está en su derecho a negarse a recibir emigrantes
extra-comunitarios y a poner requisitos a la entrada de éstos en su territorio
mediante la exigencia de visados. Es no sólo un derecho sino también un deber,
pues –como miembro de la UE
y parte en el Acuerdo de Schengen, está obligada a impedir intrusiones ilegales
de terceros a través de sus fronteras, que forman parte de las fronteras
exteriores de la Unión. Cuestión
bien distinta es el tratamiento dado a los refugiados y a las personas
acreedoras de protección subsidiaria, con respecto a los que la UE no ha estado a la altura de
sus compromisos y ha incumplido –y sigue incumpliendo- sus propias normas y
decisiones en la materia.
Incumplimiento por
parte de la UE de
sus propias normas y decisiones
El
principal problema lo planteaba Siria en la que –como consecuencia de la
sangrienta guerra civil, la conducta genocida de Bashar al-Asad, el apoyo
incondicional de Rusia e Irán, la radicalización de los rebeldes apoyados por
los países árabes sunitas, la política inefectiva de Estados Unidos y la
impotencia de la UE-
la mitad de su población se ha visto obligada a desplazamientos internos o
externos, tres millones han pasado a Turquía y un millón a Líbano. Una buena
parte de los sirios trasladados a Turquía ha intentado llegar a Europa y, ante
esta afluencia, se ha producido un rechazo xenófobo, especialmente en los
países del Este europeo. Para hacer frente a esta grave situación, Alemania y la Comisión Europea
buscaron la solución provisional y de emergencia de externalizar el control del
flujo de ciudadanos sirios mediante la firma en 2016 de un Acuerdo con Turquía.
A cambio de una suculenta suma de dinero -€6.000 millones hasta 2018- y
promesas de eximir a los ciudadanos turcos de visado y reactivar las
negociaciones para la adhesión de Turquía a la Unión , aquélla se ha comprometido a aceptar la
devolución de los emigrantes irregulares que lleguen a Grecia y a tomar medidas
para impedir que se abran nuevas rutas para la inmigración ilegal hacia la UE.
El Acuerdo
–que sólo afecta a los refugiados sirios e ignora a contingentes importantes de
afganos, iraquíes, pakistaníes o eritreos- es una chapuza vergonzante que viola
el Derecho Internacional y el propio Derecho comunitario, al permitir
deportaciones colectivas de refugiados irregulares y su entrega a un país “no
seguro” como. Turquía. Tras el último referéndum, su democracia ha pasado a ser
meramente formal, ya que la intensificación del autoritarismo, el continuo
acoso a la oposición, la denegación de la libertad de información y la
sistemática violación de los derechos humanos y las libertades fundamentales
han convertido el país en una autocracia personalista de Tayip Erdogan. El
Gobierno soporta bien el considerable número del refugiados sirios que acoge,
fácilmente asimilables, y los utiliza como medio de presión ante la UE , a la que amenaza de
dejarlos seguir su camino hacia Europa so pretexto de que la Unión está incumpliendo el
Acuerdo.Asimismo puede trasladar a parte de este contingente al Kurdistán turco
para diluir la población kurda. La
supresión de visados es poco probable mientras Turquía no cumpla con los
requisitos requeridos y su creciente inclinación hacia la autocracia dificulta
la reanudación de las negociaciones con vistas a su integración en la UE , que aparece cada día más
lejana. Las autoridades comunitarias muestran su satisfacción por la notable
disminución del flujo de refugiados y
del número de muertos entre los refugiados procedentes de Turquía –que ha
pasado de 1.740 por día en 2015
a 47 en 2016-, pero, al dificultarse esa ruta, las
mafias de traficantes la han desviado hacia Italia a partir del Norte de África
–especialmente desde Libia-, lo que ha aumentado la mortalidad. En lo que va de
años, unas 59.135 personas han llegado a Europa a través del Mediterráneo.
Paliado a
corto plazo el problema de los refugiados sirios, la UE ha centrado sus esfuerzos en
tratar de resolver el no menos peliagudo problema de la presencia de
innumerables inmigrantes económicos irregulares en la Unión. Estas personas son
vistas como “oportunistas” más que como “víctimas, a pesar de su vulnerabilidad
que los hace sujetos de explotación y de abuso. Como el tema no es competencia
comunitaria sino de los Estados miembros, la Comisión Europea
les ha recomendado que actúen con mayor contundencia y celeridad para expulsar
a los inmigrantes “sin papeles”, aumenten el número de detenciones previas a la
expulsión y amplíen el tiempo de estancia en los centros de detención. No deja
de ser paradójico que los bienpensantes europeos condenen a Trump por querer
levantar un muro en la frontera con Méjico y negarse a recibir a nacionales de
ciertos países musulmanes, mientras que pasan por alto que algunos Estados
miembros –como Hungría o Austria- erijan vallas en sus fronteras y otros –como
Polonia o Croacia se nieguen a recibir musulmanes en sus territorios
Globalización del
problema de los refugiados y de los emigrantes
El problema
excede del ámbito europeo y ha alcanzado nivel global En 2015 hubo 244 millones
de emigrantes 21 millones de refugiados y 40 millones de desplazados. La ONU viene examinando
conjuntamente el problema de los refugiados y los emigrantes ante la gravedad
del problema con más buena intención que éxito. La Asamblea General
adoptó en 2016 la “Declaración de Nueva York”, que –al ser una resolución- no
tienen carácter vinculante. Los Estados se comprometieron a proteger los
derechos humanos de todos los refugiados y emigrantes cualquiera que fuere su
“status” y reconocieron que era responsabilidad de todos ellos abordar el
problema de unos y otros “de forma
humana, sensible, compasiva y centrada en las personas” (artículo 1). Es
una mera declaración y los Estados son libres de cumplirla o no, pero menos da
una piedra en cuanto a la concienciación global del problema. Lo más positivo
de la reunión fue la decisión de incorporar la Organización
Internacional para las Migraciones al sistema de la
ONU. La Asamblea instó a los Estados
–especialmente a los destinatarios del grueso de las migraciones- a ser Partes en
la Convención
de 1990 sobre Protección de los Derechos de los Trabajadores Emigrantes y de
sus Familias.
En la
última reunión del G-77, Italia trató en vano de que su Declaración final
mencionara la “movilidad humana”, reconociera los beneficios de las migraciones
a los países de acogida y recordara la necesidad de proteger a los refugiados. La Declaración se limitó
a reafirmar “el derecho soberano de los
Estados, individual y colectivamente, a controlar sus fronteras y establecer
políticas de acuerdos con sus intereses y seguridad nacionales”.
Como ha
señalado Anna Terrón, la llegada a territorio europeo de los que huyen de la
guerra de Siria y de los distintos conflictos de Oriente Medio y en África han
puesto en evidencia la fragilidad del Sistema Europeo Común de Asilo y la
necesidad de modificarlo. La Comisión
Europea propuso hace un año una reforma que pretende reforzar
las normas comunes y garantizar su cumplimiento, mediante la adopción de
reglamentos que eliminen las diferencias entre los sistemas nacionales de
asilo, equiparen los estándares de acogida y aseguren decisiones uniformes
sobre la concesión de protección internacional. Hay que evitar procedimientos
prolongados, agilizar las decisiones, garantizar las salidas en caso de rechazo
de las peticiones de asilo, reforzar la dimensión exterior del sistema y crear
medios seguros de llegada y de acceso a los territorios de los Estados miembros
de la UE. Debería
establecerse un sistema común garantista pero ágil, que determine cuándo un
solicitante debe ser acogido en la
Unión y, en caso afirmativo, dónde debería hacerse efectiva
su acogida. Según el Presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, la
propuesta se dirige a redistribuir automáticamente a los solicitantes que
dirigen sus peticiones a determinados países –como Alemania- y homogeneizar en
toda la Unión
los criterios de concesión de asilo. Una respuesta seria exige una estrategia
europea general que aborde los problemas de raíz y no se limite a gestionar las
emergencias. Para Blanca Garcés, la alternativa al Convenio de Dublín de 1990
–que establecer que las peticiones de asilo deben presentarse en el primer país
de la UE al que
acceda el solicitante- no es una nueva revisión de la normativa, sino la
construcción de una verdadera política común de asilo.
El Tribunal
de Justicia de la UE
ha echado un jarro de agua fría sobre los partidarios de favorecer el estatuto
de los solicitantes de asilo al afirmar que los Estados no están obligados a conceder
visados humanitarios, ni siquiera cuando los solicitantes corran riesgo real y
probado de persecución, malos tratos o incluso muerte. Una pareja cristiana
siria con tres hijos –que sufrían persecución en su país- solicitó en la Embajada belga en Líbano
un “visado de validez territorial limitada” para poder ir a Bruselas y solicitar
asilo. El Gobierno belga rechazó la petición alegando que no estaba obligado “a admitir en su territorio a un nacional de
un tercer país, siendo su única obligación a este respecto la de no devolver a
ese nacional”. Añadió que los Convenios en vigor –la Convención de Ginebra
de 1951, el Convenio Europeo de 1950 para la Protección de los
Derechos Humanos y las Libertades Fundamentales y las Directivas de la CE 2004/83 y 2005/85- no le
obligaban a admitir en su territorio a “
personas que vivan en situación catastrófica”. El TJUE ha dado
lamentablemente la razón a Bélgica.
Actitud de España
A
diferencia de otros Estados miembros de la UE , en España no se ha producido un rechazo
frontal a la acogida de refugiados, entre otras razones porque España ha sido
tradicionalmente un país de emigración. El 82% de los españoles es favorable a
una Política Europea Común de Migraciones.
En Marzo de 1917 se celebraron en toda España manifestaciones para exigir
el Gobierno que cumpliera sus obligaciones con los refugiados y los
inmigrantes, respetara las cuotas de reubicación de refugiados procedentes de
Grecia e Italia y garantizaran el derecho de asilo facilitando vías seguras de
acceso y procedimientos justos y acordes con el Derecho Internacional, así como
una acogida digna.
El Gobierno
español recibió en 2016 17.155 solicitudes de asilo –tan sólo el 1.2% de las
solicitadas en la UE-
y resolvió 10.250 expedientes. Aprobó el 67% de las peticiones de protección
internacional, pero sólo reconoció “status” de refugiado a 355 personas. Por
otra parte, de los 17.317 refugiados que le adjudicó la Comisión Europea
en 2015 sólo ha acogido a 1.136. Pese a sus buenas intenciones y a los carteles acogedores como los instalados
en la fachada del Ayuntamiento de Madrid, España está muy por debajo de sus
compromisos comunitarios.
Los
inmigrantes que accedan legal o ilegalmente a territorio español y presenten su
demanda de asilo, aunque tengan en principio derecho a circular libremente,
deberán aguardar a recibir la respuesta de las autoridades españolas, que suele
tardar entre año y medio y dos años. En 2015, el 70% de las repuestas fueron
negativas, por lo que la mayoría de los solicitantes quedan “sin papeles” y no
tienen permiso de residencia ni de trabajo, por lo que –ante la dificultad de
expulsarlos- se convierten en carne de explotación y son proclives a la delincuencia.
El Gobierno de España –país que tiene una de las tasas de natalidad más bajas
del mundo y necesita de la inmigración para mantener el equilibrio poblacional
y hacer posible el mantenimiento del régimen de pensiones en el futuro-, aún
manteniéndole principio de integridad de sus fronteras y de respeto a la legalidad
para impedir la inmigración ilegal, debería revisar los métodos de aplicación
de su, en teoría, adecuada normativa,
acelerar la tramitación de los expedientes y ser más generoso en la concesión
de asilo o en la dispensa de protección internacional.
Necesidad de
solidaridad entre los Estados miembros de la UE
Las fuerzas
de orden españolas –como las italianas o las griegas- no pueden afrontar en solitario
el problema de la creciente inmigración y se requiere una mayor implicación
solidaria de todos los miembros de la UE.
Como ha editorializado el periódico “El Mundo”, “carece de toda
lógica que, habiendo eliminado las fronteras interiores, la UE no haya reforzado las
exteriores y deje que cada país actúe de la forma que crea más conveniente o le
permitan sus recursos para hacer frente a la llegada de inmigrantes. Es
necesarios que los países comunitarios tomen conciencia de que no se trata de
un problema que afecta solamente a los países del Sur, sino que es una cuestión
que pone en riesgo la estabilidad y seguridad de toda la Unión ”. Pese a la actitud hasta ahora renuente de
Alemania -más interesada por el Este que por el Sur-, la Canciller Merkel
ha acabado por reconocer que Siria es un “vecino” de la Unión y que todos los
Estados miembros de la Unión
deben implicarse en la protección de sus fronteras exteriores. Asimismo ha
afirmado que “la inmigración debe ser
gestionada luchando contra el tráfico de personas y teniendo en cuenta, sobre
todo, a los refugiados, ayudándoles a que puedan llevar una vida digna dondequiera que estén”.
Según Taviani, la imagen que está
dando la UE es la
de una Europa impotente e incluso indiferente ante la tragedia de la
inmigración y ante los recelos y los miedos crecientes de los ciudadanos. Las
sirenas populistas apelan a la indignación, creando la ilusión de que se pueden
cerrar muros y fronteras dejar los
problemas fuera. Debería reforzar los controles en las fronteras exteriores,
destinando más medios y recursos a la Guardia Europea de Fronteras y
Costas, y establecer una nueva asociación con África que tenga en cuenta no
sólo los desafíos, sino también las oportunidades. Habría que partir de una
sólida diplomacia económica con más inversiones en infraestructuras,
transferencia de tecnología y eficiencia de los recursos y conocimientos
técnicos industriales, trabajar en la formación y la movilidad legal, y
establecer cuotas para estudiantes, investigadores y trabajadores africanos. Se
pueden adoptar Acuerdos de repatriación más eficaces y crear centros de acogida
que garanticen la seguridad, la asistencia médica, el suministro de alimentos y
la aplicación de las normas relativas al derecho de asilo. Ya es hora –ha concluido
el Presidente del Parlamento Europeo- “de
tomar decisiones que den respuesta a nuestros ciudadanos, que piden una Unión
capaz de protegerles y de reafirmar sus propios valores”. La UE debe superar su mala
conciencia por su inaceptable actuación frente a refugiados e inmigrantes de
todo tipo y volver a los principios enunciados en la Cumbre de Tampere, pues
–como ha dicho el Papa Francisco- “la UE sólo tendrá éxito si se mantiene durante su
existencia fiel al espíritu de solidaridad
europea que la creó”.
Playa de Amposta, 10
de Agosto de 2017